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ARGENTINA: ¡CHAU

GLIFOSATO! ¿Y AHORA QUÉ?


EL DEBATE SOBRE EL USO DEL GLIFOSATO SE INSTALÓ EN
DIVERSAS CIUDADES EN LAS QUE LA AGRICULTURA ES LA
ACTIVIDAD CENTRAL Y EN ALGUNAS SE HAN PROMULGADO
ORDENANZAS QUE PROHÍBEN SU USO. ¿SON SUFICIENTES
ESTAS REGULACIONES PARA EVITAR EL USO MASIVO DE
AGROQUÍMICOS, PRESERVAR EL AMBIENTE Y PRODUCIR
ALIMENTOS SANOS?

Agencia TSS – Cada vez son más los municipios que, a partir de la evidencia
científica disponible, buscan prohibir el uso de glifosato, uno de los herbicidas más
usados en el territorio argentino, que anualmente es regado con 240 millones de
kilos de esta sustancia en las más de 30 millones de hectáreas cultivadas. El
año pasado, los municipios de Paraná, en Entre Ríos, y Rosario, en Santa Fe,
dieron el puntapié inicial. Recientemente, vecinos agrupados en la Multisectorial
Paren de Fumigarnos presentaron un proyecto similar, para prohibir el uso de este
herbicida en la ciudad de Santa Fe. A casi 20 kilómetros de allí, en el municipio de
San José del Rincón, la Legislatura aprobó por unanimidad una ordenanza que
impedirá el uso y aplicación del glifosato en el éjido urbano. Debates similares
se están dando en otras ciudades, como las santafesinas Esperanza, Pueblo Esther
y Recreo, y las entrerrianas Concordia y Gualeguaychú.
“Nos dimos cuenta que los proyectos referidos al uso del glifosato llevan al debate
de la sociedad sobre los plaguicidas”, le dijo a TSS Carlos Manessi, de la
Multisectorial Paren de Fumigarnos. Para Gabriel Arisnabarreta, de la organización
ECOS del Saladillo y organizador del 9º Encuentro de Pueblos Fumigados de
Buenos Aires, que se desarrolló a mediados de marzo en esa ciudad bonaerense,
“la prohibición del glifosato siempre es un avance porque pone en discusión al
caballito de batalla del agronegocio, ya que todo el paquete tecnológico se basó y
fundamentó en la utilización de transgénicos resistentes al glifosato”.
Sin embargo, Arisnabarreta considera que la prohibición del glifosato no es
suficiente para solucionar los riesgos para la salud y el deterioro de la biodiversidad
asociados al modelo de explotación actual: “El problema son los casi 400 millones
de litros de veneno que se usan, de los cuales el glifosato es uno de ellos. Hay otros
herbicidas que son igualmente peligrosos y se siguen usando, como el 2,4-D –ácido
2,4-diclorofenoxiacético–, un herbicida usado en el control de malezas de hoja
ancha, el dicamba –ácido 3,6-dicloro-2-methoxybenzoico–, que es un herbicida de
amplio espectro, y la atracina”, ejemplifica este ingeniero agrónomo.
El año pasado, la Multisectorial Paren de Fumigarnos presentó un paquete de tres
proyectos de ley ante la Legislatura santafesina. Uno de ellos busca modificar la Ley
Provincial de Productos Fitosanitarios 11.273, del año 1995, para establecer
zonas de resguardo de 1.500 metros libres de fumigaciones alrededor de pueblos,
humedales, lagunas y ríos, junto con la prohibición de fumigaciones aéreas en toda
la provincia. Otro proyecto busca fomentar la producción agroecológica, al menos
en esos 1.500 metros de resguardo. Y, un tercero, postula alejar los silos de acopio
de lasciudades y ubicarlos más allá de las áreas de resguardo.
“Ese paquete de leyes está en la Comisión de Salud y es la primera vez que se trata
un proyecto de agroquímicos en una comisión de la Legislatura provincial”, destacó
Manessi y lamentó que las empresas impulsen a quienes producen a defender el
uso de los agroquímicos, lo que ha generado una división entre los propios
productores.
Cuestión de etiqueta
“Si sacáramos el glifosato habría que usar una batería de productos que son mas
tóxicos para poder reemplazarlo, y esa combinación sería mucho más peligrosa que
la situación actual, porque habría que incorporar por lo menos tres productos en una
aplicación, con toxicidades que van de banda amarilla a banda azul, muchísimo más
altas o tóxicas que usar solo glifosato” (que está rotulado con banda verde), advirtió
a TSS Federico Lorca, asesor técnico de CASAFE, la Cámara de Sanidad
Agropecuaria y Fertilizantes. La categorización de los fitosanitarios en bandas de
distintos colores corresponde al modo en que su toxicidad es evaluada en función
de lo que técnicamente se denomina Dosis Letal 50 (DL 50). Esta dosis mide la
toxicidad aguda, es decir, la cantidad de la sustancia que se necesita para afectar
al 50% de una población de ratas en el laboratorio en las primeras 24 horas.
Cuanto mayor sea la cantidad de sustancia por kilo necesaria para tener un efecto
negativo en la salud, menos tóxico es considerado un producto. “La toxicidad aguda
del glifosato es muy elevada, lo que quiere decir que no es muy tóxico. Una persona
debe estar expuesta a 5.600 miligramos por kilo de peso vivo para tener un efecto
en su salud. Eso genera que el producto sea banda verde”, explicó Lorca, que
además es asesor agropecuario.
Sin embargo, existen otro tipo de mediciones a mediano y largo plazo que
consideran la toxicidad crónica y subcrónica que puede provocar un producto –por
su exposición sostenida en el tiempo–, aunque la clasificación que hace el Servicio
Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) sobre los
agroquímicos es siempre en base a la toxicidad aguda.
“Nosotros cuestionamos esa forma de clasificar, porque no tiene en cuenta los
daños crónicos que pueden provocar estas sustancias, que es lo que los médicos
están empezando a registrar: la aparición de muchas enfermedades a mediano y
largo plazo, como cáncer, alergias y abortos espontáneos”, sostuvo Arisnabarreta.
Es el caso, por ejemplo, del estudio exploratorio de diseño observacional sobre la
alta presencia de glifosato en el ambiente y su posible relación con abortos
espontáneos y malformaciones congénitas en la población Monte Maíz, en
Córdoba. Según este trabajo de investigadores argentinos publicado el 23 de
marzo en la revista científica internacional Journal of Environmental
Protection, se detectó un ambiente urbano “severamente contaminado por
glifosato y otros plaguicidas” y sugiere un posible vínculo entre la exposición
ambiental a ese herbicida y problemas reproductivos –las tasas de aborto
espontáneo y anormalidades congénitas son tres y dos veces más altas que el
promedio nacional– que sufren los pobladores de esa localidad.
“Trabajamos mucho en la promoción del uso responsable de las tecnologías
agrarias, del glifosato en particular y de todos en general”, dice Lorca, de CAFASE.
En el año 2015, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en base a datos
provistos por el Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC,
por sus siglas en inglés), había clasificado al glifosato como sustancia “posiblemente
cancerígena”. Según Lorca, “esa clasificación se va a modificar y por eso se aprobó
su uso en Europa por cinco años más. Entiendo las dudas que tiene una persona
que todo el tiempo está escuchando que el glifosato es esto o lo otro, no hay nada
concreto que demuestre si este producto genera cáncer o no”. El representante de
CASAFE también disiente con respecto a las investigaciones que demuestran que
este herbicida se acumula en el ambiente. “De hecho, hay estudios en gente a la
que le encontraron glifosato en sangre y eso es imposible porque este producto se
metaboliza de modo muy rápido en hígado y riñón, y se libera por orina en menos
de 24 horas”, afirmó el ingeniero agrónomo.
Manessi, que también participa en el Centro de Protección a la Naturaleza (CE-
PRO-NAT), considera que el hecho de que el SENASA no haya cambiado la banda
verde del glifosato por banda roja, a tres años de haberse conocido la
recategorización de la OMS, “es un escándalo internacional”, ya que modificando
solo esa indicación que debe figurar en los envases sería suficiente para controlar
el modo de uso de estos productos sin necesidad de generar otras regulaciones.
“Nuestra ley provincial autoriza a usar la banda roja a 3.000 metros de los pueblos
y prohíbe su venta en los supermercados, que es otro de nuestros reclamos”, dijo
el activista.
Lorca aclaró que en CAFASE piden que se haga un uso responsable de los
agroquímicos: “Trabajamos mucho en la promoción del uso responsable de las
tecnologías agrarias, del glifosato en particular y de todos en general”.
Las organizaciones ambientalistas en general coinciden en buscar un modelo que
tienda a eliminar el uso de agroquímicos, ya que “el día que no este más el glifosato
aparecerá otro producto que seguramente traerá los mismos o mayores problemas,
por eso creemos que hay que ir hacia una forma de producción que sea más
amigable con el ambiente y la salud, y que produzca alimentos sanos y diversos”,
dijo Arisnabarreta, que desde hace alrededor de 20 años lleva adelante un
emprendimiento agroecológico familiar en Saladillo, y aseguró que las dudas sobre
la rentabilidad de la agroecología también es algo impuesto por el agronegocio.
Por el contrario, Arisnabarreta considera que el costo en producciones
agroecológicas puede ser inclusive menor, ya que no es necesario comprar el
paquete tecnológico. “Hay experiencias que van desde una huerta hasta campos de
200 hectáreas, que hacen diferentes tipos de productos con agroecología, y el
margen de ganancia es bueno”, aseguró el productor. Pero para que ese modelo se
expanda considera “fundamental” el rol del Estado, ya que “es necesario contar con
políticas públicas que apoyen el cambio de modelo, así como las hubo para que se
vuelque al agronegocio. Hay un montón de zonas adonde no se pueden usar
químicos y allí debería estar el Estado apoyando la agroecología, pero no lo hace”.
5 de abril, 2018
POR VANINA LOMBARDI
Fuente: UNSAM

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