El diccionario de psicoanálisis de Laplanche y Pontalis define a la represión
como una operación por medio de la cual el sujeto intenta rechazar o mantener en el inconciente representaciones (pensamientos, imágenes, recuerdos) ligados a una pulsión. La satisfacción de una pulsión sometida a la represión seria sin dudas posible y siempre placentera en si misma, pero seria inconciliable con otras exigencias y designios, por tanto produciría placer por un lugar y displacer por otro. De esto se desprende que la condición básica para la represión es que este monto de displacer cobre mayor fuerza que el placer que provocaría la satisfacción. Puede considerarse a la represión como un proceso psíquico universal, en cuanto se hallaría en el origen de la constitución de lo inconciente como dominio separado del resto del psiquismo. Debemos diferenciar tres tiempos distintos pero relacionados entre si: Una represión primordial, originaria o primaria: consiste en que a la agencia representante psíquica de la pulsión se le deniega la admisión en lo conciente. Así establece una fijación, a partir de ese momento la agencia representante en cuestión persiste inmutable y la pulsión sigue ligada a ella. Entendemos a la fijación, en este contexto, como el modo de inscripción de ciertos contenidos representativos (experiencias, imagos, fantasías) que persisten en el inconciente en forma inalterada y a los cuales permanece ligada la pulsión. Una represión secundaria o represión propiamente dicha: Freud la definió como un intento de “dar caza” a los retoños psíquicos de la agencia representante reprimida sobre las que recae, o también sobre unos itinerarios de pensamiento que procedentes de alguna otra parte han entrado en un vinculo asociativo con ella. A causa de ese vinculo, tales representaciones experimentan el mismo destino que lo reprimido primordial. Lo reprimido primordial actúa, en este caso como un polo pulsional atrayendo hacia si a todos esos contenidos que guarden una conexión con el. A cerca de los retoños psíquicos podemos aclarar que son formaciones de la agencia representante de pulsión, que mas o menos desfigurados, han logrado sortear las barreras de la censura y devenir concientes. Son parte de este grupo los sueños, los chistes, los síntomas conversivos, los actos fallidos, estos se relacionan con la tercera etapa a considerar en la represión que es el Retorno de lo Reprimido: Freud plantea numerosos ejemplos para dar cuenta de la lucha que genera la representación reprimida para aflorar nuevamente en la conciencia de la que fuera desalojada, como el oyente de las conferencias que es sacado de la sala por sus continuas interrupciones molestas y que desde la puerta pugna por entrar nuevamente, con mas virulencia aun.
Represión individual y móvil:
La represión actúa de una manera en alto grado individual, cada uno de los retoños de lo reprimido puede tener su destino particular, un poco mas o un poco menos de desfiguración cambian radicalmente el resultado. Por otro lado, otra característica es el ser móvil. La represión no es un hecho que se consuma de una sola vez sino que es un proceso que exige un gasto de energía constante, que si cesara peligraría su resultado haciéndose necesario un nuevo acto represivo. Lo reprimido ejerce una presión continua en dirección a lo conciente, a raíz de lo cual el equilibrio tiene que mantenerse por medio de una contrapresion incesante. El mantenimiento de una represión supone un dispendio continuo de fuerza y en términos económicos su cancelación implicaría un ahorro. Por otra parte la movilidad de la represión encuentra expresión en los caracteres psíquicos del estado del dormir, el único que posibilita la formación del sueño, con el despertar las investiduras de represión recogidas se emiten de nuevo.
Representación y Monto de Afecto: los dos componentes de la agencia
representante de pulsión. Como primera medida, antes de descomponer a la agencia representante de pulsión en estos dos elementos es importante aclarar lo que esta es. Es una representación o un grupo de representaciones investidas desde la pulsión con un determinado monto de energía psíquica. Dentro de ella, por un lado tenemos a la representación y por otro a lo que representa a la pulsión y puede experimentar un destino de represión totalmente diferente del de la representación, a esta la denominamos “monto de afecto”. El destino de la representación representante de la pulsión no puede ser otro que desaparecer de lo conciente si antes fue conciente o seguir coartada de la conciencia si estaba en vías de devenir conciente. En cambio el factor cuantitativo que inviste a las representaciones, el monto de afecto, tiene tres destinos posibles. Puede ser sofocada completamente, puede salir a la luz como un afecto coloreado cualitativamente de algún modo o puede mudarse en angustia.
La represión en las psiconeurosis (histeria de angustia, de conversión,
neurosis obsesiva) En la histeria de angustia o neurosis fóbica existe una moción pulsional que es sometida a la represión, esta por si misma es poseedora de un alto grado de angustia para el yo y por vía de desplazamiento logra encontrar un sustituto en el cual se deposita toda esa carga de afecto, siguiendo cierto determinismo a la hora de la formación sustitutiva. Una represión como la del caso de la fobia a los animales puede definirse como radicalmente fracasada, ya que la obra de la represión consistió solo en eliminar y sustituir la representación, pero el ahorro de displacer no se consiguió de modo alguno. El trabajo de la neurosis no descansa, continúa en un segundo tiempo para alcanzar su meta más inmediata, llega a la formación de un intento de huida, la fobia en sentido estricto: una cantidad de evitaciones destinadas a excluir el desprendimiento de angustia. En la histeria de conversión, lo sobresaliente es que se logra hacer desaparecer por completo el monto de afecto. El contenido de representación de la agencia representante de pulsión se ha sustraído radicalmente de la conciencia, el enfermo exhibe, lo que Charcot denominó la “Belle indifference des hystériques”, nada saben de sus síntomas y de sus orígenes. Como formación sustitutiva y al mismo tiempo como síntoma, se encuentra una inervación hiperintensa, somática en los casos típicos, unas veces de naturaleza sensorial y otras de naturaleza motriz, ya sea como excitación o como inhibición. El lugar hiperinervado se revela como una porción de la agencia representante de pulsión reprimida que ha atraído hacia su, por condensación la investidura integra. La represión puede considerarse fracasada totalmente en la medida en sólo se ha vuelto posible mediante extensas formaciones sustitutivas, pero considerando la finiquitacion del monto de afecto por regla general es un éxito pleno. El proceso represivo se clausura de esta manera en la formación del síntoma. En la neurosis obsesiva una aspiración sádica reemplaza a una aspiración tierna. Este impulso hostil hacia una persona amada es el que cae bajo la represión. Podemos hablar de dos fases del trabajo represivo: en un primer momento la represión alcanza un éxito pleno, el contenido de representación es rechazado y se hace desaparecer el afecto. Como formación sustitutiva hallamos una alteración del yo en la forma de unos escrúpulos de conciencia extremos, lo cual no puede llamarse propiamente un síntoma, se ha servido para tal fin de una formación reactiva por fortalecimiento de un opuesto. En la segunda fase del trabajo esta represión, inicialmente buena no resiste, su fracaso se esfuerza resaltando cada vez más. La ambivalencia, en virtud de la cual se había hecho posible la represión por formación reactiva es también el lugar en el cual lo reprimido consigue retornar. El afecto desaparecido retorna mudándose en angustia social, en angustia de la conciencia moral, en reproches sin medida, la represión rechazada se remplaza mediante un sustituto por desplazamiento. El fracaso de la represión del factor cuantitativo, afectivo, pone en juego el mismo mecanismo de huida y evitaciones que en las neurosis de angustia. Pero el rechazo que pesa sobre la representación se mantiene con tenacidad porque trae consigo la coartación de la acción, el aherrojamiento motor del impulso. Lo inconsciente (1915). Cap. IV Tópica y dinámica de la represión.
El proceso de represión se lleva adelante sobre representaciones en la frontera
de los sistemas Inconciente y Pre-conciente- Conciente y básicamente consiste en una sustracción de investidura. En la represión propiamente dicha, hablamos de una sustracción de la investidura pre-conciente del sistema Prcc. La representación queda entonces desinvestida, o recibe investidura del sistema Inconciente, o conserva la investidura inconciente que ya poseía. Entonces cuando Freud habla de sustracción de investidura se refiere a que hay sustracción de investidura preconciente, conservación de la investidura inconciente o sustitución de la investidura preconciente por una inconciente. Esto no funciona de esta manera en la represión primaria debido a que las representaciones de origen inconciente aun no han recibido investidura del Prcc que pueda serle sustraída Una vez realizado el proceso de desinvestidura es necesario otro para evitar que la representación que sigue investida o que es provista de investidura desde el Icc intente penetrar nuevamente en el sistema Prcc. Este recibe el nombre de Contrainvestidura, por medio de la cual el sistema Prcc se protege contra el asedio de la representación inconciente y consiste en un gasto permanente de energía para asegurar que se mantenga la represión (secundaria), y que en el caso de la primordial se cuide su producción y permanencia. La contrainvestidura es el único mecanismo de la represión primordial.
Histeria de Angustia, Histeria de conversión, Neurosis obsesiva.
Debemos hablar de tres fases en la histeria de angustia. La primera consiste en que la angustia surge sin que se perciba ante qué. Dentro del sistema Icc existió una moción de amor que demandaba trasponerse al sistema Preconciente- conciente, pero la investidura libidinal inconciente rechazada fue descargada como angustia. En la segunda fase (primer intento por dominar la angustia) la investidura fugada se volcó a una representación sustitutiva que por una parte se entramó con la representación rechazada y, por la otra, se sustrajo de la represión por su distanciamiento respecto de aquella (sustituto por desplazamiento) y permitió una racionalización del desarrollo de angustia todavía no inhibible. La representación sustitutiva juega ahora para el sistema Prcc el papel de una contrainvestidura. Por otra parte es el lugar de donde arranca el desprendimiento de afecto, ahora no inhibible y se comporta como si fuera el lugar de arranque. En la tercera fase el trabajo consiste en inhibir la angustia que nace de la formación sustitutiva, para ello todo el entorno de la misma es investido con una intensidad particular haciéndolo sumamente sensible a la excitación. Una excitación en cualquier lugar de este parapeto dará como resultado la producción de una pequeña cantidad de angustia que es utilizada como señal para poder inhibir el avance de la excitación através de la huida. Por tanto la Angustia señal tiene la función de aislar la representación sustitutiva de las excitaciones que pudieran amenazarla. Las fobias están conformadas por un conjunto de construcciones protectoras, cuya manifestación de defensa es la huida. Estas son las denominadas evitaciones fóbicas de la angustian proyectando hacia fuera la pulsión considerada peligrosa. En la histeria de conversión la investidura pulsional de la representación reprimida es traspuesta en la inervación del síntoma. A través de la contrainvestidura se selecciona el fragmento de la agencia representante de pulsión sobre la cual se permite concentrarse a toda la investidura de esta última. Este fragmento escogido como síntoma satisface tanto las metas desiderativas de la pulsión como a la defensa contra esta. Este esta entonces apoyado y sostenido por ambos. En la neurosis obsesiva la contrainvestidura esta organizada como formación reactiva, y es ella la que procura la primera represión, y en ella se procura mas tarde la irrupción de la representación reprimida.