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¿Y las bocas, es que nadie piensa en las bocas?

“Jesús les dijo:


Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les
dijo: Sacad ahora y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron. Cuando el
maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era,
aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al
esposo” (Jn 2,7) Y suponemos que sus bocas quedaron saciadas de un
vino celestial. Así nacen las Bocas de Caná, siempre abiertas e
insaciables, buscando el próximo plato que echarse a la barriga, a la
caza del siguiente sabor y dispuestos a, en respuesta, regalarnos
algunas palabras que nos permitan, a nosotros, recordar en piedra lo
probado, a quienes lo lean, una opinión sincera, divinísima.

Los formantes nos presentamos tras las palabras:


- Dr. Oppenheimer. Acostumbrado más a plasmas y cata-plasmas es
el auténtico científico del grupo. Opiniones cortantes, como
cuchillos eslavos bien afilados, come y opina, en un análisis
positivista cuyas imágenes deleitarían al mismísimo Platón. Si las
Ideas existen y no son gatos de Schrödinger, plasma-das están en
sus fotos.
- Alcalde Colmillo-afilado. Capaz de dormirse sobre su incisivo, se
esconde una de las siete maravillas de este mundo: pozo sin
fondo, ágil discutidor y hábil probador. Si hubiere un veneno, Mr.
Colmillo-afilado lo detectaría al instante, tras haberlo tomado,
claro. La palabra es su escudo y el colmillo, su arma.
- Mrs. Bruji. Exquisita hasta límites no soslayados, la fémina del
grupo rastrea en las cartas del destino internáutico el siguiente
lugar al que abrirle la boca. Difícil paladar el suyo que baila al
ritmo de la txalaparta sobre una multitud de zapatos de tacón.
Pero comer, come. Su madre puede estar tranquila.
- Dr. Ácula. Místico devorador de lo que haya, mal paladar, pero
buen comedor. A éste todo le cabe, zarajos, morteruelo y
ajoarriero riegan sus venas, bajo el kéblar de nacimiento. Si hay
que levantarse treinta veces durante la comida, Dr. Ácula se
levantará treinta y dos.

Desperezamos el blog dándole un buen estreno, la visita de las


bocas a un sitio que algunos conocemos desde la primera semana de
apertura, el Tunante (Calle Doctor Manuel Ruiz Maya, 6, Córdoba,
España). Como decimos, resulta difícil opinar cuando has disfrutado
de unas tapas japonesas hechas por el cocinero jefe y servidas de
mano en mano, pero aquí va nuestra experiencia en una de sus joyas
de la corona, el buffet de los domingos (22 euros).
Coincidimos todas las bocas al opinar que éste es un restaurante
2.0, cuyas comunicaciones se hacen todas, prácticamente, a través
de las redes sociales, Facebook y Whatsapp, lo que facilitan al usuario
contactar con el cocinero y jefe del lugar, un magnífico cocinero que
aprendió, según nos contó, todas sus habilidades de extraordinarios
cocineros en Málaga, donde se especializó en cocina-fusión.
Una crítica previa tenemos: su política de contratación, en la que
se pide buena presencia, no nos parece la más adecuada, pero
viviendo en los años en que vivimos, suponemos que el patrón
manda y los grumetes se ponen guapos (en el caso de que, al menos,
sean aceptables).
Entramos ya, un domingo a las tres de la tarde, en el restaurante,
tras pasar conscientemente en ayunas el resto de la mañana. El lugar
es francamente pequeño pero acogedor y rarunamente decorado, del
que está ausente la típica parafernalia japonesa que adorna la
mayoría de los restaurantes. En este caso sobrias mesas en el centro
y derecha aprovechan el espacio existente, quedando a la izquierda
un cubo helado de buenos vinos (imprescindible probar el blanco,
porque el que lo haya elegido sabía lo que una boca va buscando
como acompañamiento de un buen sushi) y una barra, surtida por los
tres camareros que vimos.
Comenzamos como alimañas, hay que admitirlo, devorando cada
pieza de sushi, maki, temaki, etc. que había sobre la barra,
perfectamente dispuesta. El pescado era bien fresco y su sabor
excelente, pereciendo un lugar especial su atún rojo y el pulpo. En
esa primera tanda probamos unas originales latitas llenas de
productos marinos frescos que a más de uno hicieron exclamar
“quiero más de esa mierda, tío”. No obstante, eso no es lo mejor
(aunque ya nos llenó la barriga, principiantes…). Lo mejor se cuece
todavía en cocina. Sucesivamente el cocinero y jefe fue sacando
distintos platos japoneses en donde demostraba, ahora también, lo
bien que conoce y practica sus artes culinarias, resultándonos
especialmente sabrosa su “pizza japonesa”, okonomiyaki. Por tanto,
os aconsejamos comer estratégicamente: devora sushi, sí, pero
guarda siempre parte de tu boca para estos platos especiales.
A partir de ese momento, al aliento de la buena comida y buen
vino, todo se convirtió en una reunión familiar propia del domingo por
la tarde. El cocinero salió de su lugar lógico para hablar con los
clientes, lo que agradecimos, sin resultar un tostón para nada, sino,
más bien, todo lo contrario, respondiendo con amabilidad y gracia lo
que preguntábamos.
Por lo demás, también le aceptamos el buen gusto a la hora de
comprar postres y el buen trato de los camareros, que, al punto,
daban respuesta a las peticiones que estas indómitas bocas les
interponían.

Nota (A, B, C, D): B

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