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MICRORRELATOS GANADORES
LA COSA
Y la biblioteca desapareció conmigo dentro. Cuando recuperé la consciencia
estaba todo oscuro y en silencio. No había nadie. Cogí la linterna del suelo y me
dirigí hacia el pasillo más cercano cuando de repente escuché un grito
desgarrador. Fui al lugar donde provenía aquel chillido y encontré al culpable de
todo esto: una sombra. Esta criatura era la responsable del desvanecimiento del
edificio. Quería devorar los libros. No podía dejar que esto sucediera. Corrí hacia
la sala de estudio y me tropecé con un libro. Rápidamente lo cogí y me escondí
debajo de una mesa. Cuando lo abrí me di cuenta que estaba en blanco. De allí
había salido el ser. Era su libro y debía hacerlo regresar. Fui hacia donde estaba
la sombra y lo abrí de par en par. Ésta se volvió rugiendo y fue absorbida
lentamente. Lo cerré y suspiré: la pesadilla había terminado.
CAROLINA CABALLERO GARCÍA (16 AÑOS)
SE VEÍAN EN LA BIBLIOTECA
Se veían en la biblioteca... aquel edificio ruinoso que había en el parque, mi
abuelo dice que se llamaban libros y que antes los usaban todos.
-Pero abuelo ¿Para que sirven?
-Para contar cosas Ana, me decía.
Nunca entendí el cariño que sentía por aquellos montones de papel. Se pasaba
horas mirándolos fijamente, descifrando aquel lenguaje escrito que ya pocos
entendían.
- Pero abuelo conéctate, ya verás, no te hará falta leer.
- Ya lo se Ana, pero me gusta leer
CARLOS BOLLO SÁENZ
SITUACIÓN DE ESPERA
Ya no pudo leer más… El niño rebotaba sus piececitos contra las baldosas del
salón.
La madre iba detrás. Iban y venían. Le corría y le pinchaba con un dedito. El niño
sentía el contacto y se contorsionaba locamente. Gritaba su felicidad incapaz de
lenguaje. La madre sonreía satisfecha… Intentó retomar la lectura… Pero
simplemente no podía dejar de mirar esa escena.
Inocente. Fresca. Fresca como un día de playa. Mirando el agua ir y venir… Como
el nene y su madre… Como si nene y madre fuesen una sustancia amorfa y
líquida que en su ir y venir sonríen empapados de felicidad... Como si dos
trocitos de plastilina que uno amasa para luego poder dibujar la propia cara
feliz… Un nuevo grito lo sacó de su fantasía. Extendió con asombroso disimulo
una pierna. El niño tropezó y lloró. La madre lo calmó y calló. Retomó su lectura.
Sonreía. Satisfecho.
NICOLÁS BRAGGIO NOVOA
VOLVER
Ya no pudo leer más… la letra era imposible. Sacudió la cabeza. Puso la carta en
el montón de la derecha. Agarró otra. Ésta estaba un poco mejor. Un muñeco de
acción con la espada y el tigre que es amigo y hace grrrr cuando aparecen los
CAOS
Ya no pudo leer más… la historia que estaba pasando por delante de sus ojos,
aquella que podía leer con perfecta claridad, la estaba destruyendo por dentro,
su mundo estaba siendo llevado a los límites del caos. Su propia corrupción
estaba siendo sentenciada. Las páginas del capítulo que se esforzó en escribir
eran arrancadas lentamente ante ella. Pasado, presente y futuro fueron carroña.
Las personas que conformaban su mundo se acercaron, pero ella puso un confín.
Los secretos se apoderaban de su universo. Las personas empezaban a
desaparecer lentamente conforme la oscuridad de los secretos iba conociéndose.
Así, ella advirtió que la vida que estaba escribiendo no eran más que palabras
de oscuridad. Las entes arremolinadas a su alrededor empezaron a devorar la
carroña. No todas chupaban energía de los restos… Unas pocas permanecían al
lado de ella, porque sabían que el caos tiene fin. Y los secretos un motivo.
BORJA IBRAHIM RODRÍGUEZ SÁNCHEZ
ESTANTERÍAS MENTALES
Ya no pudo leer más: le fastidiaba muchísimo empezar un libro y encontrarse
una historia vacía y un autor con ideas nada originales. Esto le ocurría cuando
elegía obras recomendadas en revistas especializadas, ya que no confiaba en la
opinión de amigos y conocidos: pero se había convencido que solo los críticos y
analistas podían aconsejar desde la posición que les daba haber comenzado sus
carreras como escritores. Sabía cómo se llamaban la mayoría de premios
literarios y manejaba mucha información sobre la fórmula del bestseller, la obra
perfecta para el gran público. Pero desconocía el malditismo de los poetas
franceses, el snobismo de algunas novelas inglesas, ... El día que, por error, se
llevó El lobo estepario de la biblioteca se dio a sí mismo una oportunidad. Luego
llegarían La caida, Las flores del mal, ... y ya nada volvió a ser igual en sus
estanterías mentales.
YURENA GONZÁLEZ HERRERA
GRANDES ESPERANZAS
APRENDIZAJE VITAL
Se veían en la Biblioteca cada fin de semana: como becarios, se encontraban con
usuarios conocidos cuyas preferencias ya conocían y que centraban sus
conversaciones: best-sellers, biografías, reservas pendientes que no llegan, etc...
Era para aquellos estudiantes su tercera casa, (tras la propia y la facultad) donde
podían leer novelas rusas y consultar en busca de antiguas noticias sobre poetas
asesinados. Solían reunirse a veces tras la jornada laboral para compartir
experiencias y apoyarse mutuamente ante las carencias del sistema y los
recursos, para comentar las anécdotas del día y las excentricidades de algún que
otro usuario: era su pequeño ritual de supervivencia para llegar al lunes con las
pilas cargadas. En ocasiones se encontraban con personas con carencias que los
libros no podían llenar: un abrazo fue la más extraña de las peticiones que
recibieron. Comprensión fue lo único que pudieron prestar aquel día.
YURENA GONZÁLEZ HERRERA
BIBLIÓFAGO
APOKALYPSIS
Y la Biblioteca desapareció… La mujer y la niña, de su mano, se detuvieron ante
la pavorosa cavidad. Parecía el cráter de un volcán. Se diría que hasta la tierra
que pisaban en aquel momento guardaba calor de lava incandescente. Pero, no,
no era la naturaleza, sino la estúpida maldad humana la que desencadenó el
desastre. Ni rastro del lugar donde la mujer había trabajado tantos años.
Después de un silencio que duró un tiempo que no pudo medir, recalcó: Y la
Biblioteca desapareció… Con un brusco tirón, la niña se desprendió de su mano y
corrió hacia una piedra. Escarbó un poco y extrajo un montón de papel
chamuscado. La mujer, entre incontrolables sollozos, logró leer: “...la segunda
muerte…”, “...el libro sellado con siete sellos...”, “...la llave del pozo del
abismo...”, “...el número de la bestia es el número del hombre...”, “...el humo
del tormento sube para siempre jamás...”.
JOSÉ EMILIO SANTISTEBAN
FURTIVOS
Se veían en la biblioteca. Siempre alrededor de las doce. Ambos, ella y él,
envueltos en un aire subrepticio. Escogían, felices, la mesa más discreta. Se
sentaban cada uno ante un volumen, dos ejemplares de la misma obra, que
abrían por igual página y cerraban, una vez completada la jornada de lectura,
por otra idéntica. Devotos como si asistieran a una ceremonia religiosa.
Entregados como en una comunión. Sin un descanso, sin rozarse, mudos, si
bien, no se privaban de intercambiar sutiles miradas de complicidad, sonrisas
placenteras o muecas de desaprobación ante los distintos pasajes. Miradas,
sonrisas y muecas que, asombrosamente, coincidían. Se separaban alrededor de
la una: ¿Mañana? Comenzaremos los Cuentos de Chéjov. Y se dirigían a sus
domicilios en pisos sin libros y aguardaban el regreso de sus respectivos
Ya no pudo leer más. Las últimas páginas del diario se convirtieron en cenizas
entre sus temblorosas manos. El incendio había desolado la ciudad y el único
superviviente había sido el diario de aquella joven enamoradiza y amante de la
poesía. No la conocía y ya jamás tendría la oportunidad de ver su rostro o
conversar con ella. A pesar de ello, sabía hasta el último de sus secretos.
Ella, por el contrario, nunca había sido gran amante de la literatura. Sin
embargo, se dio cuenta de que, ahora que aquella joven no estaba, su diario
permanecería como un recuerdo inmortal. Porque, aunque pasaran años, alguien
conservaría ese diario en algún rincón y ella seguiría viva en la mente de alguien.
Tan pronto como llegó a casa comenzó a escribir:
EL ANSIA
Y la Biblioteca desapareció, la había dejado varias calles atrás, pero también
durante casi un mes no volvería a pisarla, cada vez que iba era tanta su ansia,
que pedía títulos y títulos, se ponía en espera para conseguir leer lo último, lo
que le habían recomendado, la última novela de su autor preferido. Pero le podía
la avaricia, cogía demasiados, leía rápido, saboreando cada relato, deleitándose
en cada palabra, en cada idea, pero ¿cuatro libros para tres semanas? era una
pasada, no los devolvía a tiempo y la sancionaban. Luego se desconsolaba
pensando el tiempo que tendría que pasar sin su querida biblioteca, sin sus
preciados tesoros, era justo, pero al entregar los últimos libros y escuchar no
puedes sacar ninguno hasta…… se iba cabizbaja, reprochándose caer siempre en
lo mismo, no compensaba, y se convenció que esa sería la última vez que le
volvería a pasar.
MARÍA DEL CARMEN GONZÁLEZ MENÉNDEZ
EVASIÓN
Ya no pudo leer más, se negaba a terminarlo, solo quedaban dos páginas, se
había metido tanto en la historia. Caminaba por las calles con Miguel y Ana,
sentía en su carne el amor que se profesaban, se preocupaba con sus problemas,
sobretodo cuando quiso interponerse Elena entre ellos. Qué iba a hacer ahora,
cerró el libro suavemente y meditó, estaba tumbada en el sofá, el libro
descansaba sobre su pecho, de vez en cuando lo tocaba, lo acariciaba, se negaba
a que terminase, qué momentos mas felices, qué vida más plena, no podía
permitirlo lo alargaría, acariciaría sus tapas varios días, tenía que retener las
sensaciones, esos momentos de felicidad ajena que la hacían sentir y recordar
que esa felicidad existía, evadirse, no pensar y perderse en otras vidas, y siguió
en el sofá tumbada negándose a volver a su realidad, a su vacío, a su hastío.
MARIA DEL CARMEN GONZÁLEZ MENÉNDEZ
Ya no puedo leer más, era tan intensa aquella historia. Dos chicos caminando
que no sabían a donde iban, sino que solo pensaban en el momento, en su
momento, en aquel momento. Pero no, ellos no se amaban. Solo eran dos
adolescentes que iban en busca de un tiempo lejano, y que no tenían más
remedio que refugiarse en un libro cuyo título le dio su autor: " Leer por el
camino perdido, con la voz de tu silencio".
YASMANY PASÍN GUERRA
Ya no pudo leer más desde que tras bajar del barco se le habían caído sus
gafas al agua. Hasta que Efrén la conoció a ella. Tenía una voz agradable,
aterciopelada, decir que era cercana a los ángeles caía en lo cotidiano a la hora
FATÍDICO FINAL
Ya no pudo leer más versos de Borges, palabras oníricas de Neruda y sobretodo
esas metáforas eróticas de Allende. La realidad de su vida nada tenía que ver
con sentimientos desmesuradamente idealizados, fantásticos e
insoportablemente irreales. La vida, descubrió, no estaba ni cerca de sus
expectativas, al contrario, era una caja de verdades grotescas que vale más
ignorar. No es ninguna novedad pero para ella, poseedora de una increíble
facilidad para volar a la altura de las nubes y con la mirada clavada en una luna
imaginaria, la perspectiva de sucesos sin ningún tipo de censura era una
primicia, dolorosa e insufrible. Sin otras soluciones viables, se dejó caer al
abismo del que nadie tiene conjeturas sólidas y fue así como soltó su último
aliento desprovisto de la diáfana nobleza de antaño.
BRIGGITH BAUTISTA GONZÁLEZ
EL MISTERIO DE LA BIBLIOTECA
Se veían en la biblioteca luces siniestras cada noche. Lucas, que vivía al otro lado
de la calle, siempre las observaba y de vez en cuando escuchaba algún que otro
ruido. Una fría mañana de otoño, lleno de curiosidad, decidió ir a visitarla. La
biblioteca estaba vacía, solo había un par de libros desperdigados por el suelo.
Intrigado, cogió el primero que vio y comenzó a leerlo. Las horas pasaron
PERSPECTIVAS
Ya no pudo leer más. El diagnóstico fue claro: ceguera permanente. El mundo
era un gran libro, o eso creía él. Pensar que tras ese escaparate opaco en el que
se habían convertido sus ojos se escondía una gran historia que él nunca podría
terminar... Se le hacía insoportable. El tiempo pasaba, y no normalmente, sino
por encima de él, al menos desde su paradójico punto de vista. Pero un día
sucedió: un sabor, un sonido, una textura, un olor. Secretos sutiles que pocos se
atreven a descubrir. Fue como si renaciera, como volver a ver la luz. Aprendió a
leer sin los ojos, descubrió como ver más allá, con los sentimientos, con el alma,
y una vez libre de todos esos prejuicios que el aspecto físico suele implicar, pudo
seguir leyendo. Y su perspectiva fue diferente. Diferente y preciosa.
REBECA DE SOUSA SANTANA
EL METRO
Ya no pudo leer más, el estruendo que salía del túnel le anunciaba la llegada del
metro, aquel lugar estaba atestado y no quería llegar tarde a la consulta, entre
empellones se hizo hueco en el vagón, sacó la tablet y la miró, no estaba segura
de seguir leyendo, desde que supo la noticia, buscaba ávidamente información
sobre la enfermedad y en ella, el consuelo, pero hoy no, hoy en algún lugar, en
alguna mesa, quizás en un sobre, ya estaba escrito su destino e imaginaba que
el señor de bata blanca, le daría, ahora sí, mucha información, pero ¿ Dónde
encontrará ahora el consuelo?
NIEVES DAIDA BETHENCOURT GARCÍA
POLVO
Y la biblioteca desapareció, y un peso intangible cayó sobre mí, al ver aquella
habitación en penumbra, vacía, sin alma, una luz tenue y burlona me mostraba
como todos los libros que antes la poblaran, los textos que se apilaban y sus
ideas e ingenios, sus historias, sus personajes, sus verdades y sus fantasías, los
ideales, el amor, los héroes y las victorias, la esencia y la vida, todo había
desaparecido, en los estantes solo quedaba polvo, polvo como en el fin, el polvo
y nada.
NIEVES DAIDA BETHENCOURT GARCÍA
UN DULCE FINAL
Ya no pudo leer más. Las palabras se le atragantaban. Se le veía triste. Cogí
aquel libro y leí las últimas líneas. Las lágrimas empezaron a descender. Sentí
que me rompía en mil pedazos. Miré a mi hermano. Estaba observando
distraídamente el horizonte. Le cogí la mano. Faltaban apenas un par de horas
para el desastre. No había vuelta atrás. No había solución. La gente más rica
había conseguido salir del país mientras el resto se quedaba atrapado. El reactor
nuclear explotará en cualquier momento y yo solo quería pasar mis últimos
minutos con la persona que más quería. Este libro era nuestro favorito, pues
tenía un final feliz. Sin embargo, ya da igual, ya no importa nada. Ahora solo
queda esperar y ver el sol descender.
CAROLINA CABALLERO GARCÍA
EL AMOR NO EXISTE
Ya no pudo leer más… Las gafas se le empañaron y las letras emborronadas de la
carta se difuminaron de forma tan fulminante como su esperanza. No había
existido. Su amor por él había sido únicamente cosa de su imaginación delirante.
Por un momento no supo qué hacer con aquel folio. Pensó que si al menos
hubiese estado escrito a mano, con una caligrafía artesanal y delicada, habría
valido la pena conservarlo. No era el caso. Se levantó de la mesa de la Biblioteca
donde garabateaba apuntes sin sentido y fue directo a la papelera con la carta
arrugada como su corazón. Antes de tirarla, un impulso le llevó hasta una
estantería. Sacó un libro al azar: Arthur Rimbaud: ‘Una temporada en el
Infierno’, decía. Lo abrió por una página cualquiera y abandonó la carta a su
suerte, por si a alguien le servía de algo.
RAQUEL MARTÍN CARABALLO
ENTRE LÍNEAS
Se veían en la Biblioteca… Cada jueves, a la misma hora, él dejaba sobre su
puesto el último libro que acababa de leer, sabiendo que ella se lo devolvería
puntual a la semana siguiente, siempre en jueves, con sus notas escritas a lápiz
en los márgenes. Así fue como él le prestó los versos de Pessoa, las novelas de
Baricco, los cuentos de Monterroso, los diálogos de Platón … El primer jueves que
ella faltó a la cita él había elegido un préstamo especial. Pensaba confesarle que
se había acostumbrado a aquellos intercambios de una forma casi enfermiza. Y
LEER DE NOCHE
Ya no pudo leer más. Hacía rato que las palabras bailaban ante sus ojos. Con una
mano apagó la lámpara de la mesilla y con la otra dejó caer el libro al suelo.
Estaba sentada en una cafetería muy elegante, con níveas mesas de mármol y
una taza de té impaciente. A través de la cortina de encaje veía caer la lluvia En
ese instante, alguien empujó discreto la puerta del local. Clavó su mirada en ella.
El recuerdo de sus ojos y de los ansiosos labios le hizo perder por un segundo la
compostura. Marlowe, sintió algo parecido. Se hundió, sin remedio, en aquellos
profundos pozos negros. Llegó a la mesa, la saludó con un firme apretón de
manos y quitándose el sombrero y los guantes, le preguntó cortante: aquí estoy
señora Cavendish ¿qué es eso tan urgente que tiene que contarme?
BELÉN VALIENTE
NO REGRESÓ
Ya no pudo leer más, así que salió a comprar folios para escribir. Absorta con la
música que brotaba de su iPod, subió las escaleras de aquel pequeño centro
comercial hasta llegar a la papelería.
Necesito folios, le dijo a la dependienta.
Voy a llamar a la policía, respondió ella.
Extrañada, salió fuera a ver por qué iba a llamar y miró al lado izquierdo del
pasillo. Había muchos cadáveres colgados por cuerdas y un hueco en el techo del
que sobresalían todo tipo de miembros. Corrió lo más rápido que pudo a su casa
para contarle todo a su madre. Su madre le contestó: tu hermano no regresó a
casa anoche.
LAURA CABRERA DE LA ROSA
VIDA DE BIBLIOTECA
Se veían en la Biblioteca, entre las estanterías más recónditas y escondidas. Se
veían y siempre estaban cuerpo a cuerpo, lomo a lomo, respirando el mismo
aire, el mismo oxígeno. Se veían en el mismo lugar de la Biblioteca, pero cuando
SIEMPRE
Se veían en la Biblioteca. Todos los días a las cinco de la tarde era la cita. Ella
se sentaba al fondo y él a tan sólo dos mesas de distancia. Miradas tímidas que,
entre línea y línea, recruzaban, labios que no eran capaces de disimular sonrisas
y manos nerviosas que constantemente pasaban las páginas aún cuando todavía
no se habían leído.
Él no aguantó más la saludó por primera vez y se sentó a su lado. Estudiaban,
leían libros, consultaban revistas, ojeaban periódicos… día a día, juntos. Se
consagró entre ellos una unión que jamás había sido escrita. Te quiero –le dijo
ella al fin- y él la besó.
Al día siguiente en las escaleras, una vez más, él la esperaba. No apareció.
Durante una semana la esperó y nunca apareció. Entonces, con dolor, lo
entendió todo. Jamás volvería. No entendía por qué. Era injusto. Lloró. ¿Y si
vuelve algún día? Por si vuelve, él aún sigue esperando.
GUÁRDAME
Ya no pudo leer más, cerró el libro y lo tiró contra la pared. Estaba enfadado
con el mundo, con la vida y con Dios. Era incapaz de ojearlo, de mirarlo colocado
en la estantería o de incluso tocarlo. Lo repugnaban. Sus letras, una a una, eran
reproducidas en su mente con el sonido de aquella voz. Una voz dulce y tenue,
con una calidez que te invitaba a soñar, con un ritmo tan melódico que acaricia
constantemente la audición. Era la voz de su abuela.
La echaba mucho de menos y no soportaba tener cerca nada que la recordara.
Ella le leía todas las noches. Ella le enseñó a imaginar, a inventarse nuevos
mundos, a evadirse y a tener esperanza de que existe algo más. De pronto, miró
el libro tirado en el suelo. Se arrepintió. Corrió hacia él llorando y lo abrazó. Era
lo único que tenía de ella. Era lo único que le permitía seguir con vida. Jamás se
apartó de él.
RECUERDOS OLVIDADOS
Y la Biblioteca desapareció. El último vestigio del pasado del ser humano se
convirtió en una inmensa nube de polvo que anegó el aire y cegó a los
asistentes. Paradójica imagen e hija fiel de la época que me ha tocado vivir: una
sociedad en la que sólo tiene valor lo presente, una en la que no es necesario
girarse para vislumbrar lo pasado, las miles de historias que han fenecido a lo
VIDAS PARALELAS
Se veían en la Biblioteca todos los días, siempre a la misma hora. Uno frente al
otro, inmersos en sus papeles y pensamientos. Dos vidas paralelas que jamás se
llegarán a rozar.
SATURNINO EXPÓSITO REYES
SURGIÓ EL AMOR
Se veían en la Biblioteca. Ella es hija de un noble escritor francés. Él de los
barrios medios de Tours. Sinceramente, no les relacionaba nada, lo único que les
gustaba era investigar. Se conocieron cuando leían el caso Burdeos, pero él la vio
por primera vez cuando era periodista de su ciudad. A través de los libros,
ambos han estado en varios países, han sido detectives, periodistas… Ahora
analizaban el mismo caso y fueron a tomar copas a una tasca de la ciudad y
empezaron a hablar. Ese día sólo le importaba ella. Quiere vivir a su lado, no va
a morir solo, la quiere. No quiere olvidar su pasado, pero quiere que forme parte
de él, de su presente y de su futuro. No piensa en tonterías. Y sumergidos en la
misma historia del caso Burdeos, surgió su historia de amor.
TOMÁS JORGE GONZÁLEZ CONTRERAS