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La banca peruana luce hoy sólida, robusta y capaz de enfrentar turbulencias y crisis mundiales.
Asimismo, está debidamente capitalizada (cumpliendo estándares internacionales), altamente
competitiva y se muestra atractiva para entidades foráneas. Esta situación se ha alcanzado
gracias a un proceso de reformas que se dio a inicios de la década de los 90, y que cimentó las
bases para un buen desempeño de la actividad de intermediación financiera.
La evolución del sistema bancario peruano desde 1990 la podemos dividir en tres etapas bien
marcadas: una primera de expansión hasta 1997; luego una fase de recesión y ajustes desde
1998 al 2003; y finalmente un periodo de crecimiento hasta el 2014, aunque con una ligera
desaceleración en el año 2009 a raíz de la crisis financiera internacional.
Finalmente, el país carecía de acceso a recursos financieros externos por efecto de la política de
aislamiento externo (impago de la deuda externa). Toda esta coyuntura llevó a una severa crisis
económica, caracterizada por una baja intermediación y una elevada informalidad financiera, el
desabastecimiento de productos de primera necesidad, precios elevados y corrupción.
A inicios de la década de los noventa se aplicaron en el Perú una serie de medidas de ajuste
estructural para revertir los principales desequilibrios macroeconómicos, como eran el déficit
fiscal, la baja presión tributaria, el déficit externo en la balanza de pagos, y la hiperinflación.
La opción de la política macroeconómica fue la del sinceramiento brusco (vía shock) de los
precios de bienes y servicios públicos (que generó una inflación de 7,650% en 1990), un ajuste
fiscal y la elección de un ancla monetaria, en lugar de una cambiaria, con lo cual la devaluación
fue bastante pequeña. El efecto de esta combinación fue muy recesivo para la economía pero
logró cortar la inercia inflacionaria.
10.00
5.00
0.00
Fase de recesión y
-5.00 Fase de Periodo de continuo
ajustes
reformas y crecimiento
expansión
-10.00
-15.00
Feb-14
1986
1987
1988
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
1999
2000
2001
2002
2003
2004
2005
2006
2007
2008
2009
2010
2011
2012
2013
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Se buscó reducir las distorsiones causadas por la excesiva participación del Estado en la
economía y a su vez instaurar un sistema de asignación basado en las reglas del mercado.
A raíz del cambio de política económica, el Banco Central redujo las transferencias financieras,
limitando los recursos con los que solían contar los bancos estatales de fomento, los que fueron
posteriormente liquidados.
3
Estas y otras reformas estructurales, aunadas al proceso de estabilización económica y
liberalización financiera, colocaron al sistema financiero peruano entre los más dinámicos de
América Latina. Así, el ingreso de nuevos intermediarios aumentó la competencia, permitió el
desarrollo de nuevos productos financieros, la mejora en la calidad del servicio, la inversión en
tecnología y la redefinición de estrategias. Al mismo tiempo, el fortalecimiento del sistema de
supervisión y de los esquemas de regulación prudencial tuvo como objetivo promover la
estabilidad y la solvencia de las instituciones financieras conforme a los principios y prácticas
internacionalmente aceptados, lo que a la postre ha dado lugar a un sistema sólido que lo sitúa
entre los más altos estándares a nivel mundial.
No obstante lo anterior, en los últimos años de la década de los 90’s, el sistema financiero se vio
afectado por una seguidilla de shocks. La crisis asiática, que estalló en julio 1997, deprimió los
precios internacionales haciendo que los exportadores vean reducidos sus ingresos.
Posteriormente, la crisis Rusa (agosto 1998) implicó el cierre de las líneas de crédito del exterior
hacia los bancos locales disminuyendo su liquidez para realizar sus operaciones. Adicionalmente,
entre los años 1997-1998 se dio un Fenómeno del Niño de fuerte intensidad. Todos estos
acontecimientos conllevaron a una ruptura de la cadena de pagos, poniendo en riesgo a todo el
sistema bancario y a la economía en su conjunto.
El riesgo de una crisis sistémica hizo que se llevaran a cabo una serie de ajustes durante 1998 y
1999, para luego entrar a una etapa de estabilización. Entre las medidas de apoyo al sistema
financiero que aplicó el Estado estuvieron el Programa de Canje de Cartera por Bonos del Tesoro
Público1, el Programa de Saneamiento Empresarial de Cofide2, el Programa de Consolidación
Patrimonial del Sistema Financiero3, y el Programa de adquisición de activos por parte del Banco
de la Nación.4
1
Se autorizaron dos programas, uno en diciembre de 1998 mediante el cual los bancos podían transferir parte de sus
carteras de créditos a cambio de bonos libremente negociables; y otro en junio de 1999, el cual canjeaba bonos por cartera
pesada.
2
Se dio en mayo de 1999, y tuvo como objetivo proveer financiamiento para capital de trabajo o reestructuración de
pasivos a empresas no financieras consideradas viables, evitando así la pérdida de su valor.
3
Se dio en junio de 1999, a través del cual se creó un fondo cuyos recursos podrían incorporarse al accionariado de los
bancos mediante suscripción temporal de acciones. Posteriormente, estas acciones debían ser colocadas en el mercado o
redimidas para que el mencionado fondo recupere su inversión.
4
Se dio en julio de 1999, y otorgó autorización al Banco de la Nación para adquirir activos de las empresas del sistema
financiero en las que el Estado tuviera participación mayoritaria.
4
BCRP, la cual procesaba los cheques en forma manual, generando un ahorro de costos y de
tiempos bastante significativo.
A partir del 2004 hasta el 2008, las principales variables de la banca comercial privada
mantuvieron su comportamiento ascendente, lo cual reflejó el continuo crecimiento de la industria
bancaria en un contexto de recuperación del dinamismo económico del país.
El 2009 fue un año particularmente difícil y de grandes desafíos para el mundo, debido a la más
profunda crisis económico-financiera internacional de los últimos 80 años, que afectó en distinta
medida a las distintas regiones del mundo, y cuyos efectos aún prevalecen en la actualidad. A
pesar del complicado panorama exterior, la economía peruana resistió los embates de la crisis
gracias a las fortalezas macroeconómicas con las que cuenta, y el sistema financiero logró
mantener cifras robustas en sus distintas variables, para lo cual contribuyó sin duda el adecuado
marco regulatorio vigente.
Superado el bache del 2009, la economía del país retomó su crecimiento y el sector bancario
continuó desarrollándose. Este periodo se caracterizó por mercados financieros mundiales
“inundados” de liquidez, como consecuencia de las medidas de estímulo monetario aplicadas en
países desarrollados, las que propiciaron una apreciación significativa de activos en general de
países emergentes, y en especial de sus monedas.
Sin embargo, este escenario cambió radicalmente en el 2013 ante el anuncio del retiro del
estímulo (“tapering”) en Estados Unidos, lo que generó una brusca recomposición de portafolios y
con éstos un ajuste significativo al alza en el tipo de cambio, lo que se vio reflejado en una
afectación del desempeño de los créditos en dólares y los depósitos en soles, y un avance más
vigoroso de los créditos en soles y los depósitos en dólares.
Esta mayor volatilidad en el tipo de cambio y sus efectos sobre la banca han sido también
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seguidos muy de cerca por el ente monetario, quien viene interviniendo activamente en el
mercado cambiario al contado para evitar fuertes fluctuaciones en la cotización del dólar
estadounidense, y ajusta encajes y se vale de sus operaciones de mercado abierto (colocación
de Certificados de Depósito, Repos, Swaps de monedas, apertura de depósitos, etc.) para
mantener en equilibrio al mercado monetario.
Resaltan también en los últimos años las mayores exigencias del ente supervisor relacionadas
con la transparencia de información, y la respuesta de las entidades privadas mediante iniciativas
como el Sistema de Relaciones con el Consumidor de ASBANC, y la adaptación de los nuevos
requerimientos de Basilea III a la realidad peruana. Las autoridades han dado medidas
prudenciales que buscan mantener la solidez del sistema, en particular en lo concerniente al
sector inmobiliario. En esa línea, se ha modificado los requerimientos de capital para créditos
hipotecarios (y también para los de consumo), apuntando a dirigir la demanda de éstos para
aquellos deudores que aún no poseen una vivienda, que se endeuden a un plazo menor de 20
años y en moneda nacional.
Si bien es importante reconocer los avances alcanzados en los últimos años -y según solemos
hacer hincapié en nuestras publicaciones-, existe aún mucho trabajo por hacer para superar los
obstáculos aún presentes, y que deben ser afrontados en equipo por los sectores público y
privado, en tanto responden a deficiencias estructurales nacionales, como son los elevados
niveles de pobreza e informalidad, un déficit de garantías, altos costos de transacción como
consecuencia de insuficiente infraestructura vial y de comunicaciones, y una baja educación y
penetración financiera. El potencial de nuestro país y de nuestra banca es enorme, por lo que
debe trabajarse en conjunto y rápido para alcanzarlo.