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importante de la transición española, dirigida por José Luis Garci y con guion de este en
colaboración con José María González Sinde. Estrenada el 18 de abril de 1977 y calificada
como drama, la historia se enmarca en un periodo bastante cercano al momento de realización
técnica real 1976.
La historia con la que nos encontramos en suma es bastante sencilla, tenemos a dos
protagonistas hombre y mujer (José y Elena) él abogado laborista, defensor de los vencidos, y
ella ama de casa, ambos de las clases favorecidas. Dos novios de infancia que se cruzan por
casualidad en esa España del Tardofranquismo y de la transición después de años sin verse y
que renuevan su amor esta vez como una relación extramatrimonial para ambos, que va a
desarrollarse no gratuitamente, es decir no sin una conexión con la intencionalidad del
largometraje, cuando una España un poco aturdida se encamina lenta y para algunos casi
imperceptiblemente hacia la democracia después de décadas de dictadura que finalizan en lo
simbólico más que en lo literal (pues ciertos aspectos ya habían comenzado a cambiar y otros
cambiarán tiempo después) con la muerte de Franco. Que, cabe añadir es la primera vez que
se recoge en una ficción
Así pues, el contexto histórico de la película se enmarca entre el 1 de octubre 1975 y el verano
de 1976, periodo que constituirá un presente enmarcado por la convivencia del periodo llamado
tardofranquismo o final de la dictadura, teniendo como punto cúspide la inminente muerte de
franco y sus últimas muestras de poder, con el inicio de la transición y su renombrada época de
“la apertura” que siguió al deceso del caudillo. Convivencia de los cambios ligeros, las ansias
de libertad y de una dictadura que al no querer irse se marcha despacio y sin prisa. La copla de
una de las representaciones teatrales más populares del momento Castañuela 70 lo explicaba
como sigue «y a pesar de todo, todo sigue igual; si todo va bien, ¿para qué cambiar?". O Como
nos lo describe Pere Ysas fue “un ciclo [inciado en los 60] de conflictividad social y de
activismo antifranquista creciente”
La obra cinematográfica está enmarcada por un sentimiento que será constante en la obra
general de Garci y que se refleja en esa dedicatoria inspirada de los versos de Neruda que hace
José a Elena «Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos» decía la nota en el ramo de
flores, reflejando ese peso constante del pasado, del recuerdo, de la memoria, un sentimiento
estrechamente ligado a lo que aquí consideraremos como la intención más visible de autor, es
decir esa queja generacional, el “réquiem por una juventud” perdida, malgastada, retomando
las palabras de Carmen Gustrán Loscos que es tan evidente en el largometraje y que consolida,
como para escapar a la más mínima duda, la dedicatoria final.
Y será esta dedicatoria, una consolidación pues la queja será bastante explicita en la película,
posicionando la acción principal, la relación extramatrimonial sobre esta queja generacional, es
decir, si lo hacen ahora es porque no pudieron hacerlo antes. Esto es evidente en la escena en
que José buscando convencer a elena se queja con amargura “Nos han robado tantas cosas…
Las veces que tú y yo debimos hacer el amor y no lo hicimos, los libros que debimos leer, las
cosas que debimos pensar, ¡qué sé yo! Pues eso. Todo eso es lo que no les puedo perdonar. No
sé, me parece que es como si nos hubiera quedado algo colgado, como aquellas asignaturas que
nos quedaban pendientes de un curso para otro, como si no hubiéramos acabado la carrera.»
Una queja que parece ser la intención principal de este autor qué nacido en 1944, forma
justamente parte de esa generación que sufre las consecuencias de crecer bajo una dictadura,
como forman también parte José y Elena. Es este sello generacional, esa dedicatoria a sí mismo,
a los suyos la que le ha valido renombre a este largometraje.
Y sin embargo no es este enfoque el que aquí nos interesa, pues no queda duda de la existencia
de esta queja generacional en los cimientos del largometraje, y ya desde su aparición fue un
punto central para la crítica. Con todo, lo que no interesa es el reflejo evidente y a la vez menos
explícito del periodo histórico en el que se enmarca el largometraje, que es menos interesante
para el público de la época pues es para ellos el presente y no les permite conocer sobre la
sociedad cosa que ya no conozcan de antemano por vivirla ellos mismo. Es decir, lo interesante
es el reflejo de una España perdida entre las ansias de un futuro que represente un cambio, el
miedo de lo que va a pasar y su resultante nostalgia. Es la evolución de la significación del
largometraje. Es el reflejo de una época de contradicciones en todos los ámbitos, ya sea
personal, político, cultural o social que para nosotros como espectadores posteriores ya no
representa la actualidad.
Este caos se refleja ya desde esa intención explicita de queja generacional, me explico, Jóse
habla de que el franquismo les robó la oportunidad de tener relaciones sexuales cuando eran
jóvenes, esta es la intencionalidad evidente y que tocó al público de la época, sin embargo,
nosotros podemos reflexionar lo siguiente: cuando finalmente aprueban la asignatura pendiente,
el franquismo sigue vigente, y uno puede preguntarse ¿qué es lo que ha cambiado? Si es que
algo lo ha hecho pues con su desencanto José parece decirnos que nada lo ha hecho. Es esa
especie de contradicción que refleja el estado emocional de la sociedad española la que nos
parece la piedra angular del interés histórico de este largometraje 41 años después de su primera
aparición.
Cabe decir que su relevancia histórica también se debe a los varios marcadores
espaciotemporales que nos permiten afirmar a través de contrastes con la historiografía actual
que hay bastante respeto por un rigor histórico, refiriéndonos a ese periodo bien dibujado entre
octubre de 75 y el verano del 76 y que el largometraje no se limita a una historia de amor
superpuesta a un contexto político que sirviera únicamente de color de fondo.
Prosiguiendo, podemos constatar que los guiños a “ese entre-dos” están por doquier, la mujer
abnegada ama de casa, que se escandaliza inicialmente ante el lenguaje y propósitos de José, la
esposa que no sospecha nada, que se queda en el hogar, la mujer educada por la dictadura y a
la vez la mujer que comienza a hablar de educación, de trabajo, que miente, se denuda sin pudor
y que engaña como no se lo enseñaron en la “sección femenina”. No es entonces, para nosotros,
ni para la crítica claro está, tan solo un queja a través de un reflejo ficcional sino una especie de
cuadro de costumbres de esa España convulsa de la transición que luego de años de espera y
sufrimiento tiene sentimientos encontrados que la confunden, un cuadro de costumbre que nos
deja ver la existencia de dos Españas (la de ella, la más tradicional, la más temerosa ante los
nuevos caminos, pero que está aun así transformándose y la de él, la más inconsciente,
ilusionada, la más expuesta a darse el batacazo de ese cambio lento que lo llena de desilusión,
dos visiones, dos expectativas del futuro que se mezclaban con la nostalgia para producir una
sociedad ambigua como lo es el largometraje.
Son entonces esos 109 minutos una especie de recreación de un periodo más complejo de lo
que los términos “modélica transición” “pacto de olvido” podrían dar a entender, con un
Trotsky que hace alabanza abierta al comunismo y al que nada le pasa y otro opositor ya sin
fuerzas que aún ve alargarse sus años de aprisionamiento. Una realidad en la que se anhela
volver al pasado y en la que a veces sé sugiere que allí todo fue mejor como lo hace José, quien
a la vez reflexiona como ya lo habías mencionado, con bastante amargura sobre esos años de
juventud y todo lo prohibido.
Este enfoque hace que en relación con los otros cineastas de la misma época Garci sorprenda
pues gran parte de los directores de su generación entre finales de los 70 y principios de los 80
no se enfocaban realmente en el pasado franquista, mucho menos en su ópera prima, temática
que era más trabajada por directores de la generación del 30, aquellos que vivieron la guerra y
que se habían de alguna manera forjado ya un espacio en la industria cinematográfica del país.
Los nacidos después de los años 40 optaban habitualmente por temáticas aparentemente menos
politizadas, centrándose en “retratos presentistas”
Tampoco puede obviarse que fue una de las películas mejor recibidas por el publico siendo una
de las más taquilleras de su época con más de 2 millones de espectadores cifra que la pondría
por decirlo de alguna manera en el top cinco de su época, si consideramos que tan solo
largometrajes como La guerra de papá, Antonio Mercero, 1977 -3.524.450 El perro, Antonio
Isasi Isasmendi, 1977 - 2.507.074. El crimen de Cuenca, Pilar Miró, 1979 -2.621.569 tienen
números un poco más elevado de espectadores. Claro esta este hecho esta ligado a una voluntad
social inicial empeñada en no olvidar, y por ende con un interés mayor por los largometrajes
que se interesaban a la guerra civil o al franquismo. No obstante, con ello no pretendemos
señalar que Garci pertenezca a esos directores que en la época pecaron de oportunismo
ambientando sus narraciones sobre una base histórica que no resultaba irremplazable, buscando
beneficiar sus películas frente a la por entonces tendencia de los espectadores de favorecer los
largometrajes que tocaban las temáticas del franquismo y de la guerra, instrumentalizando el
pasado reciente en pro de una ganancia económica. El caso de Garci no puede enmarcarse allí
porque la historia utiliza el presente, y no el pasado, para describir una repercusión de este
último sin servirse de él como mero decorado.
También contiene este largometraje un cumulo de los puntos de fijación más comunes en la
época que son sumamente evidentes y que representan el núcleo mismo del largometraje. Por
ejemplo, la llamada porno-política presente en innumerables películas y en la cultura general
de la época y que en asignatura pendiente vendría a ser un tema clave en la estructura, pues es
ese interés por lo antes censurado el que mueve a José, y lo que Garci no por nada expone como
representantes máximos de esa queja generacional de la juventud malograda con una escena tan
disiente como esa en que al ritmo de la canción “como ayer” del Dúo dinámico pasa un collage,
un montaje en el que se confunden fotos de mujeres semidesnudas y las de hombres políticos,
huelgas y represión social. Se leen titulares como “1976. El año de la apertura” entre las piernas
abiertas de una mujer joven en bañador, “De lo vertical a lo horizontal”, “El libertinaje por la cacha”,
“Tetas sí, Carrillo, no”; “Los españoles no quieren la censura”, “Libertad, amnistía, estatuts”, “La
universidad: búnker marxista”…
Finalmente me parece que lo más interesante para el espectador actual es como asignatura
pendiente con el tiempo se convierte en algo que no fue ni de lejos en su tiempo, una fuente de
conocimiento de situaciones inherentes a un periodo particular y bastante decisivo en España,
pues el contexto histórico influye directamente sobre los productos culturales. Asignatura
Pendiente pasa de ser una queja generacional que pretende hablar por una amplia parte de la
sociedad que se siente de la misma manera, que ha vivido las mismas peripecias y que se
identifica con ello, a convertirse en una fuente de informaciones sobre el estado moral de ciertas
generaciones, el estado sociopolítico de la España de la transición. Aunque José nos trasmita
su tristeza de no ver un cambio real ciertamente las cosas habían cambiado, pero el sentimiento
de derrota que pesaba desde hace décadas y la división interna de España seguían presentes, el
cambio no había sido contundente, sino a medias tintas, cambios superficiales, una libertad por
aquí y otra por allá pero no todas juntas, lo que las hacía casi imperceptibles, el cambio no
saltaba a los ojos de quienes esperaban tanto, de quienes esperaban despertarse de un momento
a otro de un mal sueño pero que se sentían aún dormidos y ello producía confusión, desolación,
más caos del inherente a un país dividido. La sociedad, en todo caso la de buenos recursos,
como nos lo expone este cuadro de costumbres se debatía entre el cambio lento y la añoranza,
porque sin nada evidente siempre es mejor bueno conocido que malo por conocer.