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Vida y Saber: Nietzsche.

Carlos Muñoz Gutiérrez

VIDA y SABER: NIETZSCHE

VIDA Y SABER: NIETZSCHE __________________________________________ 2


1. Ontología: La Vida ______________________________________________________ 2
2. Método de dramatización _________________________________________________ 3
3. La filosofía a martillazos, la filosofía del futuro _______________________________ 4
4. El Análisis Genealógico (el problema del conocimiento) ________________________ 5
5. La Cultura _____________________________________________________________ 7
6.- La Decadencia en tres pasos: Crítica de la Metafísica y de la Moral _____________ 8
7. El Nihilismo ___________________________________________________________ 10
8. La Voluntad de Poder ___________________________________________________ 12
9. El Eterno Retorno y la Idea del Superhombre _______________________________ 13

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Vida y Saber: Nietzsche. Carlos Muñoz Gutiérrez

VIDA Y SABER: NIETZSCHE

1. Ontología: La Vida

Nietzsche aparece en la Filosofía con la intención de despojarla de la pesantez y


gravedad del aburrido moralista y del lingüista responsabilizado por la Verdad y elevarse
a la Vida, a lo más instintivo. Pero ello no implica necesariamente un ingenuo optimismo,
sino que surge tras la visión trágica del que aprueba la Vida con todas sus dosis de
alegría, pero también de ineludible espanto.
En este sentido, Nietzsche vuelve al origen presocrático de la filosofía, un origen
que la historia ha olvidado. Como ha olvidado el propósito originario de la filosofía. Un
propósito que consiste en comprender la unidad de pensamiento y vida. De esta unidad
presocrática ya no tenemos ninguna idea, la historia de la filosofía ya sólo muestra un
pensamiento que mutila y somete a la vida. Nietzsche quiere recuperar la profunda
relación entre pensamiento y vida. Una vida que activa el pensamiento y un pensamiento
que afirma a su vez la vida.
La Vida es el concepto fundamental de la filosofía de Nietzsche, sin embargo,
Nietzsche no puede, ni quiere, elaborarlo como un concepto filosófico. Más bien su
filosofía es el esfuerzo por no apartarnos de la alegría de vivir.

¿Qué es la vida?
En Nietzsche, lo que hay y se expresa son fuerzas. Pero la fuerza no es un
concepto físico ni metafísico, sino el deseo de alguien o de algo, el deseo de una
Voluntad de Poder. Así pues, la vida es el deseo de alguien o de algo que quiere lo que
puede, y eso se expresa en términos de fuerza.
La Voluntad de Poder es el elemento genealógico de la fuerza. Genealógico
quiere decir: diferencial y genético:

- Diferencial de las fuerzas: el elemento de producción de la diferencia de


cantidad entre dos o más fuerzas puestas en relación (querer mucho o querer
poco, dominantes o dominadas).
- Genético: el elemento de producción de la cualidad a la que pertenece cada
fuerza en esta relación (acción o reacción)

Además la Voluntad de Poder es también quien interpreta las cualidades de las fuerzas y
para poder ser interprete de la cualidad, debe, a su vez, tener cualidades, estas pueden
ser:

- Afirmativa: el poder devenir activo


- Negativa: el poder devenir reactivo

De este modo podemos relacionar las cualidades de la voluntad y de las fuerzas:

- En toda acción hay una afirmación


- En toda reacción hay una negación.

Luego la voluntad de Poder es principio de las fuerzas, pero también quien las interpreta y
las valora:

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Vida y Saber: Nietzsche. Carlos Muñoz Gutiérrez

- Interpretar es determinar la fuerza que da sentido a algo, es decir, determinar


la cualidad de la fuerza (¿Activa o reactiva?).
- Valorar es determinar la voluntad de poder que da a la cosa un valor. El Valor
de un valor consiste en la cualidad de la voluntad de poder que se expresa en
la cosa correspondiente (¿Afirmativa o negativa?)

Las fuerzas:
- Fuerza Reactiva:
1. Fuerza utilitaria, de adaptación y de limitación parcial.
2. Fuerza que separa la fuerza activa de lo que puede, niega la fuerza activa.
(Triunfo de los débiles o de los esclavos)
3. Fuerza separada de lo que puede, que se niega a sí misma o se vuelve
contra sí misma. (Reino de los débiles o de los esclavos)

- Fuerza Activa:
1. Fuerza plástica, dominante y subyugante.
2. Fuerza que va hasta el final de los que puede.
3. Fuerza que afirma su diferencia, que hace de su diferencia un objeto de
placer y de afirmación.

2. Método de dramatización

La filosofía de Nietzsche se organiza, entonces, en dos grandes ejes.

Primer eje. Concierne a la fuerza, a las fuerzas. Para él, los fenómenos, las cosas, los
organismos, las sociedades, las conciencias y los espíritus son signos o síntomas que
remiten a estados de fuerzas. De esta concepción se obtiene una primera versión del
filósofo. El filósofo como médico o fisiólogo que debe interpretar los síntomas. Dada una
cosa, ¿qué estado de fuerzas exteriores o interiores supone?
Una proposición en sí misma es un conjunto de síntomas que expresan una
manera de ser o un modo de existencia de quien habla, es decir, el estado de fuerzas que
alguien mantiene o intenta mantener consigo mismo y con los demás. Así un modo de
existencia remite un tipo. Por ejemplo, “el hombre esclavo” es el tipo de hombre que se
conforma mediante fuerzas reactivas, que son fundamentalmente “el resentimiento” y “la
mala conciencia”. Teniendo esto presente hay que comprender adecuadamente las
tipologías de Nietzsche. El esclavo no tiene que ver con un régimen de dominación sino
con la composición en su modo de ser de fuerzas reactivas. Un amo puede ser tan
esclavo como el esclavo mismo. El proyecto inicial de Nietzsche es trazar la Historia
universal del resentimiento y de la mala conciencia que ha seguido la cultura occidental.
Segundo eje. El segundo eje concierne a la potencia, y configura una ética y una
ontología. Si toda cosa remite a un estado de fuerzas, el Poder designa la relación
diferencial de las fuerzas presentes. Estas relaciones expresan cualidades dinámicas del
tipo “afirmación” o “negación”. Así que cuando leamos en Nietzsche ‘Poder’ no debemos
interpretar como aquello que la voluntad quiere sino, más bien, lo que quiere en la
voluntad. Por eso Nietzsche rompe con la ontología tradicional de pensar un sujeto de la
enunciación o del ser. Nietzsche sustituye la pregunta ¿qué es...? por ¿quién es...? Pero
ese quién no será nunca una persona, un sujeto sino un acontecimiento, es decir, a las
fuerzas que se encuentran en tal relación en una proposición o en un fenómeno, y a la
relación genética que determina a esas fuerzas (poder).

—¿Qué quieres pregunta Ariana a Dyonisos?

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—Lo que quiere una voluntad, responde Dyonisos.

Mientras la metafísica tradicional ha formulado sus preguntas del tipo ¿Qué es...?
¿Qué es la belleza o la verdad o el bien? Nietzsche plantea más bien la pregunta
¿Quién? Pues cree, como creyeron los sofistas, que la pregunta por ¿Quién? Es más útil
para investigar la esencia, el ser.
¿Quién? Significa según Nietzsche esto: considerada una cosa, ¿Cuáles son las
fuerzas que se apoderan de ella, cuál es la voluntad que la posee? ¿Quién se expresa, se
manifiesta y al mismo tiempo se oculta en ella? Solo así llegaremos a la esencia, pues la
esencia es solamente el sentido y el valor de la cosa; la esencia viene determinada
por las fuerzas en afinidad con la cosa y por la voluntad en afinidad con las fuerzas.
De esta pregunta se deriva un método. Dado un concepto, un sentimiento, una
creencia, se les tratará como síntoma de una voluntad que quiere algo. ¿Qué quiere, el
que dice esto, piensa o experimenta aquello?
Ahora bien, lo que quiere una voluntad, de acuerdo con su cualidad, es afirmar su
diferencia o negar lo que difiere. Lo que quiere una voluntad no es un objeto, sino un tipo
que solo se define determinando los ejemplares de dicho tipo: ¿Qué quiere el que busca
la verdad? Se termina resolviendo en ¿Quién busca la verdad?

3. La filosofía a martillazos, la filosofía del futuro

Nietzsche transforma, en consecuencia la imagen que se tenía del pensamiento.


Nietzsche sustrae el pensamiento de lo verdadero y de lo falso y lo convierte en
interpretación y evaluación. Interpretación de fuerzas, evaluación de poder. Y, por eso, se
ve exigido a nuevas formas de expresión muy distintas al discurso o la disertación.
Nietzsche integra en la filosofía dos medios de expresión el aforismo y el poema. Estas
formas implican una nueva concepción de la filosofía, una nueva imagen del pensador y
del pensamiento.
- La interpretación, fija el sentido, que siempre es parcial y fragmentario, de un
fenómeno. Por eso recurre al aforismo, un arte de interpretar que produce algo a
interpretar a su vez.
- La evaluación determina el “valor” jerárquico de los sentidos y totaliza los fragmentos,
aunque ello ni atenúe ni suprima la pluralidad. El poema es ese arte de evaluar que
produce algo a evaluar a su vez.

Como interprete el filósofo se acerca al fisiólogo o al médico que considera los


fenómenos como síntomas. Como poeta el filósofo considera y crea “perspectivas”. Para
Nietzsche, el filósofo del futuro es artista y médico, es decir, legislador.

Recordemos:
La imagen moderna (cartesiana) del pensamiento aparece en tres tesis fundamentales:
1. El pensador ama y quiere la verdad (veracidad del pensador). El pensamiento
contiene o posee formalmente la verdad (a priori de los conceptos). El pensar es el
ejercicio natural de una facultad y basta entonces pensar “verdaderamente” para
pensar con verdad (recta naturaleza del pensamiento, buen sentido compartido
universalmente)
2. Nos desvía de la verdad fuerzas externas al pensamiento (cuerpo, personas, intereses
sensibles). Caemos en el error al tomar lo falso por lo verdadero.
3. Basta un método para pensar bien, para pensar verdaderamente, gracias al método
eliminamos el error.

La nueva imagen (nietzscheana) del pensamiento significa:

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1. Lo verdadero no es el elemento del pensamiento. El elemento del


pensamiento es el sentido y el valor. Las categorías del pensamiento no son lo
verdadero y lo falso, sino lo noble y lo vil, lo alto y lo bajo, según la naturaleza
de las fuerzas que se apoderan del propio pensamiento. De lo verdadero y lo
falso poseemos siempre lo que merecemos.
2. El estado negativo del pensamiento no es el error, es la estupidez. La
estupidez es una estructura del pensamiento, una manera baja de pensar.
3. El pensar no es nunca el ejercicio natural de una facultad. Pensar depende de
las fuerzas que se apoderan de él. Un poder debe obligar al pensador a
pensar, debe lanzarle hacia un devenir activo. Esta coacción, este
adiestramiento debe ser el objeto de la cultura.
4. El método supone una buena voluntad del pensador, la cultura, al contrario, es
una violencia física sufrida por el pensamiento, una formación del
pensamiento bajo la acción de fuerzas selectivas.

4. El Análisis Genealógico (el problema del conocimiento)

Como vemos detrás de toda la filosofía de Nietzsche, del "filósofo "a


martillazos"", encontramos un método de análisis y de crítica que le permite mostrarle
como "Humano, demasiado humano" (1878). "Allí donde vosotros veis cosas ideales,
veo yo cosas humanas, ay, demasiado humanas". Este método de análisis es la
Genealogía.
La Genealogía consiste en descubrir una serie (incluso muchas series) de
interpretaciones que se entrelazan y se cortan una a otra, como un movimiento
indefinido de los significados mediante el cual y en el cual se constituyen a la vez el
"sentido" y "el valor"; en otras palabras, un sistema de procedimientos que
"históricamente" han hallado sus representaciones y que se han convertido en
sedimentaciones significantes. Por eso el sentido sólo puede descifrarse mediante un
análisis genealógico que rastree desde su origen que voluntades de poder y que
fuerzas han animado los significados y los conceptos.
Si "la historia del lenguaje es la historia de un proceso de abreviación, la
ascensión genealógica debe descubrir semejante proceso, mostrando la eficacia
implícita de la ley en el funcionamiento del signo". Aquí es donde Nietzsche en vez de
hablar de "memoria" nos habla de una "facultad activa de olvido" como un "poder de
inhibición".
"El concepto se forma gracias al deliberado abandono de las diferencias
individuales, gracias al olvido de las características...la omisión de lo individual
y de lo real nos da el concepto...Todo lo que distingue al hombre del animal
depende de esa capacidad de hacer que las metáforas intuitivas se volatilicen
en un esquema, de hacer que una imagen se disuelva en un concepto" (F.
Nietzsche, Libro del Filósofo).

"Ese derecho de amo, en virtud del cual se dan nombres, va tan lejos
que se puede considerar el origen mismo del lenguaje como un acto de
autoridad emanado de quienes dominan. Ellos dijeron: "esto es tal cosa",
vincularon a un objeto, a un hecho tal vocablo, y, de ese modo, se los han
apropiado así." (Genealogía de la Moral, I, § 2)

Lo que la genealogía muestra con insistencia es la imposibilidad de todo


significado estable, aislado, la ausencia, por lo tanto, de todo fundamento riguroso de
la verdad metafísica.

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Podemos ahora ejemplificar el método de dramatización con el análisis


genealógico, para comprender la crítica radical que hace Nietzsche a las
elaboraciones metafísicas, científicas y morales de la tradición occidental.
Preguntémonos con Nietzsche: ¿Qué quiere el que busca la verdad? Nietzsche
desarrolla una secuencia de hipótesis para dar respuesta y conformar la tipología del
que busca la verdad:

1ª hipótesis: Quiere no ser engañado, porque “ser engañado es perjudicial,


peligroso, nefasto”. Esta hipótesis presupone que el mundo sea verídico, que
tenga un ser esencial, pues si el mundo fuera falso, lo perjudicial sería no
dejarse engañar.
2ª hipótesis: No quiero engañar y de modo particular no quiero engañarme a
mí mismo. Pero aquel que no quiere engañarse hace de la vida un error, del
mundo una apariencia. Opone conocimiento a la vida, opone al mundo otro
mundo, el mundo verídico. Luego el que no quiere engañar quiere un mundo
mejor, una vida mejor. Pero esto es un nuevo síntoma a interpretar: ¿Qué
quiere el que quiere otra vida, otro mundo?
3ª hipótesis: Quiere que la vida se haga virtuosa, que se corrija y que corrija la
apariencia, que sirva de paso a otro mundo. Luego la vida debe renegar de sí
misma. Esto, para Nietzsche, esconde una contradicción religiosa o ascética.
4ª hipótesis: ¿Qué quiere el hombre del ideal ascético? El que reniega de la
vida quiere una vida disminuida, desposeída de lo malo, pero esto sería una
vida degenerada, y así el tipo de hombre ascético es el tipo del que quiere el
triunfo de las fuerzas reactivas y su contagio. Por eso, en este punto, el
nihilismo aparece como aliado.
El que quiere la verdad, podemos concluir es el nihilista, la voluntad de la
nada.
La voluntad de la nada solo soporta la vida bajo su forma reactiva, utiliza las
fuerzas reactivas como medio por el que la vida debe contradecirse, negarse,
aniquilarse. Anima todos los valores “superiores” de la vida.
Así pues, la interpretación del que quiere la verdad descubre tres espesores: el
conocimiento, la moral y la religión con sus valores, la verdad, el bien y lo divino como
valores superiores para la vida.
Cada uno responde del otro, la moral de la religión, la verdad de la virtud, pero
a la vez los enmascara y reemplaza. La interpretación nietzschana de la voluntad de
verdad que ha desenmascarado al ideal ascético bajo otros ideales, plantea otro ideal
de verdad, uno que no presuponga una voluntad de lo verdadero.
La Crítica del conocimiento expresa nuevas fuerzas capaces de dar otro
sentido al pensamiento. Un pensamiento que vaya hasta el final de lo que puede la
vida, un pensamiento que lleve a la vida hasta el final de lo que puede. Es decir, un
pensamiento que afirma la vida, de tal modo que la vida sería la fuerza activa del
pensamiento y el pensamiento el poder afirmativo de la vida.
Pensar para Nietzsche significa descubrir, inventar nuevas posibilidades de
vida. Por ello, la verdad adquiere una nueva significación. La verdad es apariencia.
Verdad significa realización del poder, elevación a la mayor potencia. Y esto define
una nueva tipología: el Artista.

¿Cómo es que la filosofía perdió ese camino iniciado en la filosofía presocrática y


termina convirtiéndose en un pensamiento que niega la vida, la juzga y la pone bajo
valores superiores?
La filosofía es una fuerza, pero, como tal, debe competir con otras fuerzas según
la ley de las fuerzas. Y una fuerza vence a otra, si adopta las formas precedentes, si se

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enmascara. Por eso el filósofo griego a menudo parece un sacerdote y se presenta como
alguien que ama la sabiduría, un personaje ascético que coloca su ideal fuera de la
realidad. Así la filosofía se desarrolla en la historia degenerando y volviéndose contra sí,
enmascarada. E inicia un proceso de juicio a la vida, de colocarla bajo valores superiores
y de juzgarla, limitarla y condenarla con esos valores. Y así triunfa un pensamiento
negativo que desprecia la vida y la conduce a sus formas débiles y enfermizas. El filósofo
legislador, cuya tarea era la crítica de todos los valores establecidos y la creación de
nuevos valores (Martillo y transmutación), cede su sitio al filósofo sumiso. El filósofo deja
de ser fisiólogo o médico para convertirse en metafísico y deja de ser poeta para
convertirse en “profesor público”. Y se presenta sometido a las exigencias de la verdad,
de la razón
La filosofía ha quedado convertida en el recuento de todas las razones que el
hombre se aplica para obedecer. El filósofo evalúa la vida según la aptitud para soportar
pesos, para cargar fardos (camello). Y ese espíritu de pesadez reúne en el mismo
desierto al cargador y lo cargado, la vida despreciada y el pensamiento negativo. Frente
al cargador, Nietzsche reivindica al creador (el niño). Crear es aligerar, es descargar la
vida, inventar nuevas posibilidades de vida.
Por eso el nuevo objetivo filosófico no será ya la verdad o falsedad de los
enunciados, sino su capacidad de favorecer e intensificar la Vida. Nietzsche nos muestra
que la pretendida Verdad que funda la objetividad sólo ocurre en el lenguaje, es decir, en
un proceso antropomórfico de creación de metáforas arbitrarias que desembocan en
ilusiones y ficciones. "Las verdades son ilusiones de las que se ha olvidado que lo son,
metáforas ya utilizadas que han perdido su fuerza sensible..." (Verdad y Mentira en
sentido Extramoral).

5. La Cultura
Para Nietzsche, genéricamente y originariamente el hombre es reactivo. El
hombre es demasiado humano y su esencia es el devenir-reactivo e incluso da al
mundo este mismo devenir-reactivo. La esencia del hombre y del mundo ocupado por
el hombre es el devenir-reactivo de las fuerzas, el nihilismo.
Sin embargo Nietzsche cree que la actividad genérica del hombre debe poder
activar las fuerzas reactivas. A esa actividad genérica la denomina cultura.
Cultura significa adiestramiento y selección. Genealógicamente hay que
diferenciar dos elementos en el hecho de adiestrar o someter:

1. Aquello a lo que se obedece: un pueblo, una raza, una clase. Esto siempre
es histórico y por ello arbitrario, grotesco, estúpido y limitado.
Frecuentemente representa las peores fuerzas reactivas.
2. El hecho de que se obedezca a algo. Obedecer a la ley porque es la ley,
que va más allá del pueblo, la raza y las clases. La forma de la ley significa
que cierta actividad, cierta fuerza activa, viene ejercida sobre el hombre y
se fija por tarea adiestrarlo. Aquí se muestra una actividad del hombre
como ser genérico, la actividad del hombre como especie ejercida sobre el
individuo.

Adiestrar al hombre significa formarlo de tal manera que sea capaz de activar
sus fuerzas reactivas. La cultura proporciona hábitos, modelos para que las fuerzas
reactivas sean aptas para ser activadas.
La Cultura se ejerce en varias direcciones: fuerzas reactivas del inconsciente,
fuerzas digestivas e intestinales, pero sobre todo, refuerza la conciencia, que se apoya
en la facultad del olvido, con una nueva facultad: la memoria.

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Una memoria en función del futuro, una memoria de la voluntad. No una


memoria de huellas, sino de palabras. Es conformar una facultad de prometer, de
establecer compromisos de futuro, un recuerdo del propio futuro.
Este es el objeto selectivo de la cultura: formar un hombre capaz de prometer,
o sea, de disponer del futuro, un hombre libre y poderoso, porque solo así el hombre
puede ser activo.
Para ello, la cultura usa el método de hacer del dolor un medio de cambio, una
moneda, un equivalente; el equivalente exacto de un olvido, de una pena causada, de
una promesa incumplida. La cultura por este método se llama justicia; el medio, el
castigo.
La relación entre hombres viene, pues definida como una relación entre un
acreedor y un deudor; la justicia hace al hombre responsable de una deuda. Pero de
una deuda con la palabra de uno mismo, con la promesa hecha.
En el plano social, es el crédito, no el cambio, donde Nietzsche ve el arquetipo
de la organización social.
Visto así, la justicia no tiene por origen el resentimiento, ni el castigo tiene por
producto la mala conciencia.
El estado de la cultura es donde el hombre, al precio de su dolor, se siente
responsable de sus fuerzas reactivas; al contrario, la mala conciencia es vivir como
culpables las fuerzas activas.
El objetivo final de la cultura es el individuo soberano, el individuo que solo se
parece a sí mismo, el individuo liberado de la moralidad de las costumbres, autónomo
y super-moral, el hombre que puede prometer. El hombre capaz de activar sus fuerzas
reactivas.
Este es el movimiento general de la cultura: que el medio desaparece en el
producto. La cultura es la actividad genérica selectiva, produce al individuo como su
objetivo final donde lo genérico es suprimido.

Pero la historia de Occidente no ha tenido este camino, ha tomado un sentido


muy diferente al ser capturada la cultura por fuerzas extrañas de naturaleza reactiva.
La historia es desnaturalización, es degeneración. Porque en vez de individuos
ha producido rebaños, un hombre domesticado.
Las fuerzas reactivas se aprovechan del adiestramiento de la cultura para
formar una asociación compleja con otras fuerzas reactivas. Esta asociación de
fuerzas conforma el Estado, la Iglesia, la sociedad, y estas instancias se apoderan de
la deuda y ahora se vuelve impagable, inagotable. También transforman la relación
con la responsabilidad. De la responsabilidad-deuda se pasa a la responsabilidad-
culpabilidad.
Según Nietzsche este desvío del sentido y esta interiorización del dolor tienen
un agente: el sacerdote. El Sacerdote forma la mala conciencia, pero además la hace
soportable. Organiza el rebaño, inventa los medios que nos hacen soportar el dolor
interiorizado.
Este proceso de degeneración de la cultura en la historia es lo que Nietzsche
describe ya en su primera obra “El Origen de la Tragedia”, veámoslo:

6.- La Decadencia en tres pasos: Crítica de la Metafísica y de la Moral

Nietzsche detecta tres procesos históricos de rebajamiento, humillación y


nivelación de los instintos vitales, íntimamente ligados entre sí:
(1) En El Nacimiento de la Tragedia nos muestra Nietzsche cómo aquello
que se venía considerando "etapa clásica" no es sino una época de

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decadencia. La grandeza griega se viene abajo con el nacimiento de la


Tragedia que supone la unión de lo Apolíneo y lo Dionisíaco.
Apolo representa el día, la luz, la razón, la alegría solar, el principio de
individuación; por el contrario, Dioniso es la Noche, la oscuridad, la
voluntad irracional, la aniquilación de la conciencia individual, el dolor
cósmico. En la tragedia, Apolo queda representado en la Palabra, en los
personajes -los héroes aristócratas-, Dioniso en la Música, la Danza y el
coro que representa el pueblo.
El arte olímpico, apolíneo, representa la superación vital del poder del
destino formulable en la sabiduría del sátiro Sileno, "lo mejor de todo es
totalmente inalcanzable: no haber nacido; y lo mejor en segundo lugar es
morir pronto."
Las fiestas dionisíacas son la regeneración mística de la primitiva
comunión entre hombre y naturaleza.
La tragedia griega antigua quien viene a fundir estas dos tradiciones. La
oposición coro/personaje representa el difícil equilibrio del afirmarse y del
desmembrarse ofreciendo así una existencia trágica, pero grandiosa. La
tragedia antigua es el coro dionisíaco que se descarga en un mundo
apolíneo de imágenes. Pero lo esencial es ese fondo dionisíaco donde el
espectador se funde con la unidad de todas las cosas.
Sin embargo, la llegada de Eurípides y, sobre todo, de su mentor
Sócrates, constituyen la puesta en entredicho del valor mismo de la vida.
La degeneración de la filosofía aparece claramente con Sócrates. Éste
tergiversó los instintos del griego, inauguró la dialéctica y estableció una
ecuación antigriega: Razón = Virtud = Felicidad. Sócrates construye una
nueva forma de sabiduría, la metafísica, basada en la racionalidad
externa. Divide la realidad en dos mundos: la Esencia/la Apariencia; lo
Veradero/lo Falso; lo Inteligible/lo Sensible. Mostrando en lo racional la
única vía de la acción virtuosa. Reduciendo la variedad infinita de
situaciones y acciones a una serie de arquetipos morales. Después con
Platón, y la llegada de la lógica pura, del mundo ideal, la realidad queda
dividida en dos ámbitos: las ideas esenciales y las apariencias cotidianas.
En Resumen, Sócrates inventa la metafísica y convierte la Vida en algo
que debe ser juzgado, medido, limitado y el pensamiento en medida, límite
que se ejerce en nombre de los valores superiores: Lo Divino, Lo
Verdadero, Lo Bello, el Bien. Sócrates es el máximo representante del
filósofo sumiso.
(2) El período griego viene a unirse, a través del neoplatonismo y el
estoicismo, con el ascenso de la moral judeo-cristiana. En "Humano
demasiado Humano", "La genealogía de la Moral" y "El Anticristo"
Nietzsche denuncia los valores de resentimiento y del espíritu de
venganza que laten en la moral cristiana, con los que surge la culpa, la
mala conciencia, la compasión...
Los judíos han invertido la identificación aristotélica de la virtud, de la arete
homérica: Bueno = noble = poderoso = bello = feliz = amado de Dios y han
confeccionado la mejor expresión del odio:
"Los miserables son los buenos: los pobres; los impostores, los bajos son
los únicos buenos; los que sufren, los indigentes, los enfermos, los
deformes, son también los únicos piadosos, los únicos benditos de Dios,
únicamente para ellos existe la Bienaventuranza, en cambio vosotros, los
nobles y violentos, vosotros sois por toda la eternidad los malvados, los

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crueles, los lascivos, los insaciables, los ateos, y vosotros seréis también
eternamente los desventurados, los malditos y condenados."1

Y lo peor de esta rebelión moral de los esclavos es que es creadora de


ideales, que arruinaron la moral aristocrática para crear una moral de
resentimiento que necesita negar lo exterior, lo ajeno, esto es, la fuerza es
lo "malvado", para de esta negación formular en sus contrarios los valores
"buenos".

(3) La Ilustración y el Idealismo alemán configuran la tercera etapa de su


genealogía-histórica. La novedad ahora es "la muerte de Dios". Pero en
"Así habló Zaratustra", "Más allá del Bien y del Mal", "Ecce Homo" o "El
crepúsculo de los Ídolos" detecta que el vacío de la muerte de Dios es
rellenado inmediatamente por el "nuevo Uno dispensador de sentidos:
La Razón".
Kant denuncia las falsas pretensiones de conocimiento, pero no cuestiona
el ideal del conocer; denuncia la falsa moral, pero no cuestiona las
pretensiones de moralidad, ni la naturaleza y el origen de los valores.
Ahora lo divino, lo esencial o el Bien han sido reemplazados por el Estado,
el Progreso y el Utilitarismo. En cualquier caso el hombre sigue
soportando las cargas que él crea y que coartan su libertad y que someten
a sus pasiones a la normativa institucional del Estado y de la Razón
científica.
Triunfa ahora una moral gregaria impuesta por el Estado, la verdad
utilitarista de la ciencia o por el propio desencanto del edificio teológico
anterior.
En lugar de ser cargado desde el exterior, el hombre mismo coge los
pesos para echárselos sobre las espaldas. No basta matar a Dios para
trasmutar los valores.

La historia de la filosofía, desde los socráticos a los hegelianos es la historia de las


largas sumisiones de los hombres y de las razones que aplica para legitimarlas. Ese
movimiento de degeneración no afecta sólo a la Filosofía, sino que expresa el devenir
más general, la categoría más fundamental de la historia. Por eso la filosofía del futuro ha
de ser, no ya histórica o eterna, sino intempestiva.
Para una filosofía de la fuerza, o una comprensión de la vida en términos de
voluntad, como es la de Nietzsche, es difícil comprender como la vida termina
degenerando de esta manera. El triunfo de las fuerzas reactivas, la de los débiles, la
de los esclavos vencen al separar al fuerte de lo que puede Y termina triunfando el
Nihilismo.
Desilusionado por la destrucción de las antiguas verdades, aplastado por las
nuevas -la Historia como progreso, la Razón encarnada en el Estado, la Verdad científica-
y sobre todo incapaz de establecer sus propios valores y sentido existencial, "el último
hombre" se abandona a la voluntad de la Nada.

7. El Nihilismo

El Nihilismo significa "que los supremos valores se desvalorizan". El Nihilismo es


la situación a la que llega la reflexión nietzscheana cuando comprende que todos los

1
F. Nietzsche, La genealogía de la Moral, I Disertación, § 7.

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valores que guían el comportamiento y las creencias humanas no tienen fundamento y no


son sino el resultado de la propia necesidad humana de sobrevivir.
Así planteado el Nihilismo tiene dos caras. Por una parte, aparece de forma
negativa como la crítica y la acusación que el propio Nietzsche realiza a las diversas
fases de los autores de la decadencia. No sólo se descubre el proceso de decadencia de
Occidente hasta el nihilismo, sino que hay una acusación directa y feroz de sus agentes.
Nietzsche, en el caso del hombre, describe las etapas del triunfo del nihilismo:

(1) El resentimiento: Por tu culpa, por tu culpa. La vida reactiva se sustrae a


las fuerzas activas, la reacción deja de actuar. Y se convierte en algo
sentido, el resentimiento que se ejerce contra todo lo vivo.
(2) La mala conciencia: Por mi culpa. Se interioriza la culpa y la reacción se
vuelven contagiosa y se conforman comunidades reactivas.
(3) El Ideal ascético. Lo que quiere la vida débil es la negación de la vida. La
voluntad de poder se convierte en voluntad de nada. En este momento la
vida se juzga según valores superiores.
(4) La muerte de Dios: es un momento de recuperación. Al principio es un
conflicto entre el Dios judío y el Dios cristiano. San Pablo afirma que “Dios
muere por nuestros pecados”. Pero con la Reforma el asunto pasa a ser
un conflicto entre Dios y el hombre. Hasta que se descubre que es el
hombre quien mata a Dios, pero manteniendo la lógica quiere sustituir a
Dios, convertirse él mismo en Dios. Los valores superiores que
sojuzgaban la vida se reemplazan por valores humanos, demasiado
humanos (la moral, la utilidad, el progreso, la historia). Pero nada cambia,
es la misma esclavitud, el mismo desierto del nihilismo.
(5) El último hombre y el hombre que quiere perecer. Momento del fin. La
muerte de Dios espera su sentido y su valor. Cuando el hombre, ya solo,
pretende seguir sin voluntad se adentra cada vez más en la Nada. El
mundo queda despojado de valores. Al final de los hombres superiores
(los asesinos de Dios) surge el último hombre que dice que todo es vano y
prefiere la nada a la voluntad de nada. Pero aprovechando esta ruptura, la
voluntad de nada, que al fin y al cabo es una fuerza, se vuelve contra las
fuerzas reactivas y se convierte en voluntad de negar la vida reactiva
misma, lo único que queda por negar e inspira al hombre a destruirse
activamente y así encontramos el hombre que quiere perecer. En ese
momento, la Medianoche, todo está listo para la transmutación. La
transvaloración de todos los valores.

Este es el aspecto positivo del nihilismo que consiste precisamente en la reflexión


acerca de él, en el darse cuenta de las condiciones que han llevado a Occidente al
nihilismo, porque con ellas podemos indagar las salidas. Y son los filósofos de la Gaya
Ciencia, de la Ciencia Alegre, los que marcan la posibilidad de vivir "la muerte de Dios"
como vía de multiplicación de las fuerzas, retornando no al ateísmo sino al politeísmo, o
sea, la aprobación de la multiplicidad de máscaras de la personalidad humana.
Lo que Nietzsche denomina transvaloración, transmutación de los valores, no es
un mero cambio de valores, sino un cambio en el elemento del que deriva el valor de los
valores: la afirmación como voluntad de poder, la voluntad de poder como voluntad
afirmativa.
El Nihilismo, la voluntad de nada, es lo que nos hace conocer el lado desconocido
de la voluntad de poder, es su ratio cognoscendi, ¿Cómo se produce en Nietzsche este
descubrimiento que permitirá superar lo humano?

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Vida y Saber: Nietzsche. Carlos Muñoz Gutiérrez

8. La Voluntad de Poder

Las fuerzas reactivas en el nihilismo deben su triunfo en la voluntad de la nada,


pero obtenido el triunfo, rompen la alianza con esta voluntad, quieren hacer valer sus
valores solas. El hombre reactivo en lugar de Dios, el último hombre que prefiere una
nada de voluntad, que prefiere apagarse pasivamente incluso más que la voluntad de la
nada. Pero la voluntad es poder, es fuerza que inspira un nuevo placer al hombre,
destruirse, pero activamente. Aparece “el hombre que quiere perecer” que no es lo mismo
que “el último hombre”. Éste quiere desaparecer pasivamente, aquél quiere destruirse.
Pero aquí la voluntad manifiesta un querer, una afirmación en la destrucción activa, quiere
ser superado ir más allá del hombre y este es el camino del superhombre. En el nihilismo
la voluntad de poder, bajo la estructura del ser del devenir, se le da a conocer al hombre y
en este momento la propia esencia de la voluntad de poder se muestra debiendo superar
al hombre y, así, se vence al nihilismo.

La auténtica voluntad de poder se expresa creando, dominando las formas; no


desea aquello que carece, sino que vierte y da lo que es. No puede ser juzgada, sino que
es ella la que valora, juzga y elige. Nosotros somos los que mandamos y los que
obedecemos. Nuestra obediencia se da, si lo hace, ante lo que aparece después de que
la orden se produzca, ante precisamente los deseos, las resistencias, la debilidad. El
sentimiento de la libertad de la voluntad y el placer de la obediencia provienen del ‘yo-
puedo’ tras el ‘yo-quiero’.
Hasta aquí podríamos pensar que en la idea de Nietzsche está funcionando un
principio hedonista de placer. El placer que experimenta la voluntad al lograr su mandato
venciendo las resistencias. Pero Nietzsche desprecia el cálculo utilitarista de placer-dolor.
Él busca la alegría como el valor rector, como el único móvil para el filosofar, y ésta sólo
puede lograrse si conseguimos liberarnos tanto del dolor como del deseo.
La alegría, que Nietzsche denomina “el principio dionisiaco” proviene de la
abundancia. La alegría es una suerte de lujo. Pero, ¿abundancia de qué? De vida. Por
eso el principio dionisiaco reivindica la sensualidad, el exceso y se vuelve destructivo
porque en la abundancia puede permitirse la destrucción.
Lo dionisiaco en Nietzsche es:
- Principio de vida
- Alegría de destrucción y a la vista de la progresiva ruina,
- Alegría en lo que vendrá y está en el futuro, lo que triunfa sobre las cosas que
existen y, sin embargo, es bueno.2

El giro nietzscheano del yo quiero al yo puedo, que niega la visión paulina del yo-
quiero-y-no-puedo y, por consiguiente, toda la ética cristiana, está basado en un Sí
incondicional a la Vida, en una elevación de la vida experimentada fuera de la actividad
espiritual al rango supremo a partir del cual todo lo demás debe ser evaluado.

Podemos contarlo de otra manera utilizando un famoso texto de Nietzsche:

¡Qué ávida se acerca esta ola! ¡Parece como si quisiera alcanzar algo! ¡Cómo se
arrastra con temible premura hasta los más recónditos rincones del rocoso barranco!
Parece como si fuera al encuentro de alguien; parece que allí hay algo escondido que tiene
valor, un gran valor. Y ahora regresa, un poco más despacio, todavía lo bastante blanca a
causa de la excitación. —¿Está decepcionada? ¿Ha encontrado lo que buscaba? ¿Se
muestra decepcionada?—. Mas ya se aproxima otra ola, aún más ávida y feroz que la

2
Cfr. F. Nietzcshe. La Voluntad de Poder, nº 417

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Vida y Saber: Nietzsche. Carlos Muñoz Gutiérrez

primera; su alma parece estar llena de misterios y del deseo de rastrear tesoros. Así viven
las olas —¡Así vivimos nosotros, los que tenemos voluntad!—, no digo más. ¿Cómo?
¿Desconfías de mí? ¿Estáis enfadados conmigo, bellos monstruos? ¿Teméis acaso que
desvele por completo vuestro secreto? ¡Bien! Podéis enfadaros conmigo, pero ¡elevad tan
alto como podáis vuestros peligrosos cuerpos verdes! ¡Construid una muralla entre el sol y
yo! —¡Cómo ahora! A decir verdad, ya no queda nada del mundo más que un verde
crepúsculo y verdes resplandores. Impulsadlos como queráis, vosotras insolentes, rugid de
deseo y de maldad, o sumergiros de nuevo, sacudid vuestras esmeraldas en lo más
profundo del mar, arrojad encima vuestros infinitos y blancos mechones de espuma y las
crestas de ola sobre ellos: todo ello me parecerá justo, pues todo os sienta tan bien y os lo
agradezco todo tanto. ¡Cómo os podría traicionar! Pues —¡oídme bien!—: yo os conozco a
vosotras y a vuestros secretos, conozco vuestra especie. ¡Pues vosotros y yo somos de
una misma especie! —¡Pues vosotras y yo tenemos un mismo secreto!.3

Nietzsche utiliza la metáfora de las olas en el mar para describir el proceso de


la voluntad. Las olas brotan sin intención o pretensión alguna, creando una tremenda
excitación sin propósito. Así la Voluntad siempre anda buscando algo hasta que se
aquieta, aunque nunca se extingue y siempre queda presta a un nuevo asalto. La
voluntad disfruta de esta excitación ya que “el hombre prefiere querer la nada a no
querer”4.
Voluntad y ola es lo mismo. Esta comprensión del proceso metafórico, que
Nietzsche capta tan bien desde “Verdad y Mentira en sentido extramoral”, le permite
conocer su identidad. Las apariencias del mundo se convierten en un simple símbolo
de las experiencias internas, con el resultado de que la metáfora, que en su origen
debe salvar la grieta entre el yo pensante o volente y el mundo de las apariencias,
fracasa. Fracaso que consiste en dar un mayor peso a los dispositivos del alma
humana frente a los “objetos”. La teoría nietzscheana permite comprender el
antropomorfismo, el subjetivismo hasta convertirlo en fundamental.
“El ser: no tenemos de él otra representación que el hecho de vivir. ¿Cómo podría
ser lo que está muerto? El mundo no es ni verdadero ni real, es viviente. Y el mundo vivo
es voluntad de poder, voluntad de lo falso que se efectúa bajo diversos poderes, la
voluntad de poder bajo una cualidad cualquiera, es siempre valorar. Vivir es valorar. No
hay verdad del mundo pensado, ni realidad del mundo sensible, todo es valoración. El
ser, lo verdadero, lo real, solo valen en sí mismos como valoraciones, es decir como
mentiras.
Afirmar es también valorar, pero valorar desde el punto de vista de una voluntad
que goza de su propia diferencia en la vida, en lugar de sufrir los dolores de la oposición
que ella misma inspira en la vida. Afirmar no toma como carga, asumir lo que es, sino
liberar, descargar lo que vive. Afirmar es aligerar. Crear valores nuevos que sean los de la
vida, que hagan a la vida ligera y activa.
Para descubrir la esencia de la voluntad de poder, Nietzsche se sirve de otro
concepto, el Eterno Retorno.

9. El Eterno Retorno y la Idea del Superhombre

Si consideramos la afirmación y la negación como cualidades de la voluntad de


poder, vemos que no mantienen una relación unívoca. La negación se opone a la
afirmación, pero la afirmación difiere de la negación. La Afirmación es placer y juego de su

3
F. Nietzsche. La Gaya Ciencia lib. IV, nº 310.
4
F. Nietzsche. Genealogía de la Moral, nº 28

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Vida y Saber: Nietzsche. Carlos Muñoz Gutiérrez

propia diferencia, la negación es el dolor y trabajo de la oposición que le es propia. Pero,


¿cuál es el juego de la diferencia en la afirmación?

Vamos a suponer que cierto día o cierta noche un demonio se introdujera


furtivamente en la soledad más profunda y te dijera: «Esta vida, tal como tú la vives y la
has vivido, tendrás que vivirla todavía una vez y aún innumerables veces; y se repetirá
cada dolor, cada placer y cada pensamiento, cada suspiro y todo lo indeciblemente
grande y pequeño de tu vida. Además todo se repetirá en el mismo orden y sucesión
[...] y hasta esta araña, y este claro de luna entre los árboles y lo mismo este instante y
yo mismo. El eterno reloj de arena de la existencia se dará la vuelta siempre de nuevo,
y tú con él, corpúsculo de polvo!».
¿No te echarías al suelo, rechinarías los dientes y maldecirías al demonio que
así te hablase? O puede que hayas tenido alguna vez la vivencia de un instante
prodigioso en el que responderías: «¡Tú eres un dios y nunca oí nada más divino». Si
aquel pensamiento llegase a apoderarse de ti, te transformaría como tú eres y acaso te
aplastaría. En todo tu obrar, a cada cosa y a cada paso, se impondría como la carga
más pesada la pregunta: «¿Quieres que se repita esto otra vez y aún innumerables
veces?». O, ¿cómo tendrías tú que ser bueno para ti mismo y para la vida, no
aspirando a nada más que a confirmar y sellar esto mismo eternamente?5

Tal y como se muestra aquí el eterno retorno es un mero experimento mental.


La idea de un retorno cíclico parece contradecir la noción de Voluntad que
requiere para sus proyectos un tiempo lineal y un futuro desconocido y abierto al
cambio. ¿Por qué Nietzsche recurre a este nuevo concepto? ¿Qué ha descubierto en
su concepción de la Voluntad de Poder de lo que debe desconfiar y sospechar?
La idea del Eterno Retorno aparece en el momento en que el sentimiento del
yo-puedo se encuentra en su punto álgido y despliega “un sentimiento general de
fortaleza”. La conciencia de cuando se quiere se presenta como un agente causante
incluso antes de realizar la acción.
Nietzsche redescubre la afirmación de Hume de que la relación entre la causa
y el efecto descansa en una creencia producida por la costumbre y la imaginación.
Pero Nietzsche lo lleva hasta el campo moral. No hay nada a lo que adscribir el
valor de una acción, salvo a la acción misma. Tampoco a la intención, como había
hecho Kant. Luego “Nada tiene significado alguno”.
Entonces un propósito, una intención no es más que un mero epifenómeno,
una pálida imagen en nuestra conciencia, un síntoma de lo que ocurre, no de sus
causas. Y si es así, ¿no se disipa la Voluntad? ¿No es una ilusión tomar como causa
lo que aparece en la conciencia como un acto de voluntad?
¿Cómo puede reconciliarse la idea de la Voluntad de Poder y su propia
inexistencia, su negación? Para solucionar esto Nietzsche acude a la idea del Eterno
Retorno.
La Voluntad no puede querer hacia atrás; no puede detener la rueda del
tiempo, aunque sea esto lo que la voluntad pretende. Nietzsche deriva de esta
impotencia todo el mal del mundo –el resentimiento, la sed de venganza, el deseo de
dominar a otros. Junto a esta Genealogía de la Moral habría que añadir que la
impotencia de la Voluntad induce a los hombres a mirar hacia atrás, recordando,
porque en la mirada retrospectiva todo lo que es parece necesario. Así la Voluntad
queda liberada de la responsabilidad de saber que lo hecho no puede deshacerse.
Por tanto, la Voluntad, si quiere hacia atrás y siente su impotencia o hacia
delante y siente su fortaleza, transciende lo dado del mundo. Desde luego esta
transcendencia es gratuita y sólo se debe a la sobreabundancia de la vida.

5
F. Nietzsche. La Gaya Ciencia, lib. IV, nº 341.

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Vida y Saber: Nietzsche. Carlos Muñoz Gutiérrez

Así, la Vida se puede entender como Voluntad de Poder y a este transcender


inherente a la volición Nietzsche lo denomina “superación”.
Esta superación sólo es posible gracias a la abundancia y su actividad la
contempla como creatividad. Su virtud es la generosidad –la superación de la sed de
venganza. Es la extravagancia y la temeridad de una voluntad desbordante,
derrochadora, la que comienza un futuro, más allá de todo presente y pasado.
Este es el Superhombre, el que es capaz de transcenderse, de superarse a sí
mismo. “Recrear todo ‘fue’ en un ‘así lo quise’; ¡sólo eso sería para mí redención!”.6
El hombre busca un mundo que no sea contradictorio, que no decepcione, que
no cambie, un mundo verdadero. Así, cuando el hombre es honesto y comprende la
imposibilidad de este propósito, es nihilista. Porque juzga del mundo lo que es como lo
que debería no ser, y lo que debería ser como no lo que no existe. Para vencer el
nihilismo hay que invertir los valores y deificar el mundo aparente como el único
mundo y llamarlo bueno7.
Por consiguiente, lo que hay que cambiar no es el mundo o a los hombres, sino
el modo de evaluarlo, es decir, las maneras de pensar y de reflexionar sobre el mundo.
Nietzsche quiso construir un mundo que tuviese sentido, que fuera una morada
apropiada para aquel que tenga una fuerza de voluntad suficiente para prescindir del
sentido de las cosas, para vivir en un mundo insensato.
El Eterno Retorno es el concepto para este pensamiento redentor que proclama
“La Inocencia del Devenir” y con ellas la falta de propósito, la libertad de culpa y de
responsabilidad.
Inocencia de Devenir y Eterno Retorno ya no son ficciones mentales sino que
derivan del hecho indiscutible de que somos arrojados al mundo, de que nadie nos ha
preguntado si deseábamos estar aquí o ser como somos. Por eso no hay hechos morales
en absoluto y “el orden moral del mundo” del cristianismo continúa infectando esta
inocencia del devenir por medio del castigo y la culpa.
Eliminada la intención y el propósito ya no podemos hacer responsable a nadie,
la misma causalidad es eliminada y nada puede ser remontado a una causa, una vez que
la causa primera ha sido también eliminada.8
Con la eliminación de la secuencia causal, desaparece el sentido de la estructura
rectilínea del tiempo, cuyo pasado se entiende como causa del presente, y el presente es
el tiempo de la intención y de la preparación de los proyectos para el futuro, y cuyo futuro
es el resultado de ambos.
Así el tiempo se desmorona bajo el peso de la intuición de que “todo pasa”9, de
que el futuro trae lo que “habrá sido”, y, por tanto, todo lo que es “merece la pena pasar”.
La única redención de este pasado devorador es el pensamiento de que todo lo que pasa
retorna.
“Si el movimiento del mundo tendiese hacia un estado final, éste ya habría
sido alcanzado. El único hecho fundamental, no obstante, es que no tienen estado
final; y toda la filosofía e hipótesis científica que necesiten tal estado se verán
refutadas por este hecho fundamental”10

Y Nietzsche resume :
1. El Devenir no pretende un estado final, no fluye en el ser.
2. El Devenir no es un mero estado aparente; es posible que el mundo de los
seres sea una mera apariencia.

6
F.Nietzsche. La Gaya Ciencia, IV, nº 324.
7
Cfr. F. Nietzsche. La Voluntad de Poder nº 585.
8
Cfr. F. Nietzsche. El Crepúsculo de los Ídolos, especialmente “Los cuatro grandes errores”.
9
F. Nietzsche. Así habló Zaratustra, parte II.
10
F. Nietzsche. La Voluntad de Poder, nº 708L.

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Vida y Saber: Nietzsche. Carlos Muñoz Gutiérrez

3. El Devenir posee el mismo valor en todo momento, en otras palabras, carece


de valor ya que falta alguna cosa en cuya comparación pueda ser medido. El
valor total del mundo no puede ser evaluado.

De esta manera se invierten los valores, la tercera figura de la transmutación: el


juego de Eterno Retorno. Ya no se opone el devenir al Ser, ni lo Múltiple a lo Uno. Por el
contrario, se afirma lo Uno de lo múltiple, el ser del devenir o como lo dice Nietzsche, la
necesidad del azar. Regresar es precisamente el ser del devenir; lo uno de lo múltiple, la
necesidad del azar.
La afirmación viene planteada como lo múltiple, el devenir y el azar. Ya que lo múltiple es
la diferencia entre lo uno y lo otro, el devenir es la diferencia con uno mismo, el azar es la
diferencia entre todos. La característica de la afirmación es volver, o de la diferencia
reproducirse. Volver es el ser del devenir, lo uno de lo múltiple, la necesidad del azar.
Esto es el ser de la diferencia, el eterno retorno.
Puede pensarse que Nietzsche relanza una visión cíclica del tiempo como ya
habían hecho los griegos, pero no es así. Aunque Nietzsche reclama un eterno regreso
de lo Mismo, la diferencia con la idea antigua estriba en que lo eterno es el regreso no lo
Mismo. Es decir, el eterno retorno es selectivo. Doblemente selectivo:
1. Ética: Selección del querer o del pensar: “lo que yo quiera debo quererlo de tal
manera que quiera también su eterno retorno”. Eliminamos así lo que sólo querríamos
una vez o una vez más.
2. Ontología. Selección del ser. Solo es apto para volver lo que deviene. Y solo vuelven
la acción y la afirmación, únicamente la alegría retorna. Todo lo que puede ser
negado es expulsado por el movimiento mismo del eterno Retorno. El ser es devenir
y, así, lo que no vuelve es lo negativo, el grado inferior del poder, lo reactivo como
grado inferior de la forma, pues es lo opuesto del devenir. El eterno Retorno no es la
repetición de lo Mismo o lo Idéntico, sino que es su transmutación. Es el instante o la
eternidad del devenir que elimina todo aquello que se le resiste. El Eterno Retorno es
la Repetición, pero es la Repetición que selecciona, la Repetición que salva

Por consiguiente, la transmutación tiene un último aspecto: implica y produce el


superhombre. El Eterno Retorno expulsa y repele al hombre reactivo que combina sus
formas con el nihilismo. El Superhombre recoge exactamente todo lo que puede ser
afirmado, la forma superior de lo que es, el tipo que representa el Ser selectivo y la
subjetividad de este ser. El Superhombre es aquel que ha vencido todas las falacias –el
creer que existe la causa y el efecto, la intención y la meta-. Cuyas intuiciones son lo
suficientemente fuertes como para resistir los dictados de la Voluntad o para sumirla en
una quietud tal que “apartar la mirada”11 sea la única negación, porque no queda nada
sino el deseo de ser un ser afirmativo, “uno dice sí”, que bendice todo lo que está por
venir, “de bendecir y decir Amén.”12

11
Cfr. F. Nietzsche. La Gaya Ciencia, IV, nº 276.
12
Así hablo Zaratustra, III, “Antes de la salida del sol” y “los siete sabios”.

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