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La noción que hoy en día tenemos del amor sincero, del caballero digno de una dama, ¿es
probable que solo venga de un juego? Tal vez el modelo cortés es el inicio de lo que hoy
llamamos “amor romántico”; que trovadores y poetas hayan deja huella, una huella que hoy
en día perdura en nuestro “romance”.
En la Francia del siglo XII surge un peculiar modelo de relaciones entre hombres y mujeres
que los contemporáneos denominaron fine amour, esto es, amor sublime, y desde hace cien
años, los historiadores empezaron a considerar esta forma de conjunción entre hombres y
mujeres y lo denominaron amor cortés.
El modelo es simple. Un personaje femenino ocupa el centro del cuadro. Es una “dama”. El
término, derivado del latín, domina, significa que esta mujer ocupa una posición dominante
y al mismo tiempo define su situación como “casada” (la mayoría de los casos del amor
cortés eran adulterios). La domina es pretendida por un hombre, por un “joven” (en aquella
época, el significado preciso de esta palabra era “célibe”). En su intención, el amor cortés,
contrariamente a lo que muchos creen, no era platónico. Era un juego. Como en todos los
juegos, el jugador estaba animado por la esperanza de ganar. En este caso, como en la caza,
ganar era cobrar la presa. Además, no olvidemos, los maestros de este juego eran los
hombres.[1]La atracción del juego residía en el peligro al que se exponían los compañeros.
Amar con “fine amour” era correr la aventura. El caballero que decidía lanzarse a ella sabía
lo que arriesgaba. Obligado a la prudencia, y sobre todo a la discreción, tenía que
expresarse mediante signos, edificar en el seno del ajetreo doméstico, el recinto cerrado de
una suerte de jardín secreto, y encerrarse con su dama en ese espacio de intimidad.[2] El
amor cortés, pone en una especie de nicho la figura de la mujer. Es precisamente en esto
donde el amor cortés concedía a la mujer un poder indudable. Pero mantenía ese poder
confinado en un campo definido, en el de lo imaginario “bohemio” y el juego.
La figura del amor cortés, de su comportamiento desenfrenado hacia la mujer, los cantos y
los poemas recitados en su honor, se conoce gracias a poemas hechos para la gente de la
corte. Tal vez el amor cortés tuvo repercusión en la literatura posterior, puede ser un
vestigio de esto Dante y La Divina Comedia. E incluso Abelardo atreves de sus cartas con
Eloísa denota muchas características del amor cortés.
En esta sociedad los hombres se dividían en dos clases, por un lado los trabajadores
campesinos “Los Villanos” y por el otro la burguesía que se reunía en la cortes “Corteses”.
La corte efectivamente fue donde tomo forma el amor cortés. Con una sensibilidad de tratar
con más refinamiento la figura femenina, demostrar su capacidad para capturarlas no por la
fuerza, sino de una manera sensible expresando palabras y caricias frágiles.
La práctica del amor cortes fue, ante todo – e insisto en este punto – un criterio de distinción en sociedad
masculina. He aquí lo que confería tanta fuerza al modelo propuesto por los poetas y lo que impuso al
extremo de llegar a modificar en la corriente misma de la vida la actitud de ciertos hombres respecto de las
mujeres.[3]
BIBLIOGRAFIA