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Agradezco que se me otorguen algunos minutos para compartir brevemente varias

consideraciones que tengo tras mi experiencia magisterial a lo largo de 35 años de


servicio, en los cuales, debo decir, me entregue en cuerpo y alma al desarrollo y
formación de seres humanos íntegros, que pudieran intervenir de manera decisiva
en el presente de este país con el fin de que su futuro no continúe por el sendero
desbastador que ahora recorre.

Una vez que comencé mi trayectoria supe que tendría que flanquear duros
obstáculos en aras de materializar las esperanzas que forjé desde muy joven,
pues de antemano sabía que no sólo iba a lidiar con los rasgos que distinguen a
un sistema como el que impera en nuestra sociedad, sino que también era de mi
conocimiento que debería reponerme de las adversidades inherentes a mi
condición de mujer trabajadora. Sin embargo, si tuviera que volver a empezar y
apegarme al mismo guión, lo haría sin pensarlo, ya que siento un compromiso
irrenunciable con las responsabilidades de mi gremio.

Aunque es cierto que ahora que dejó las aulas y la enseñanza institucional
persisten diversas problemáticas en la educación, estoy segura que a través de mi
labor pude contribuir a que todavía se mantenga la utopía de un porvenir más
venturoso. Pues ese ha sido mi objetivo prioritario no sólo a nivel profesional sino
también personal, y es que el hecho de haberme convertido en madre
independiente de tres hijos, me obligó a pensar mi existencia desde el ángulo de
la colectividad.

Es justo a ellos a quienes debo la fuerza de voluntad que me respaldó en todo


momento durante más tres décadas dedicadas a la enseñanza, y debo decir que
mi proceso de maternidad independiente coadyuvó de manera decisiva en mi
formación humana y académica, de la cual eché mano siempre con la intención de
llevar a buen puerto el compromiso con mis alumnos.

Y ahora que se toca ese tema, es preciso agradecer a todas las generaciones de
estudiantes que me hicieron crecer en diversas aristas y que contribuyeron para
que yo pudiera ver cumplido uno de mis mayores anhelos: ser maestra en
comunidades forjadas al calor de las luchas sociales. Por ende, jamás dudé en
sumarme a las justas exigencias que sus voces demandaban y, por ejemplo, no
tuve el mayor empacho en tomar parte de múltiples acciones, cuyo único objetivo
era el de contar con los recursos básicos, necesarios y dignos, consistentes con la
labor docente.

Del mismo modo doy gracias a los padres de familia que confiaron en mi persona
para la formación y educación de sus hijos. Pese a la arduo y demandante de
dicha tarea, me queda la satisfacción de haberme brindado de manera
consecuente y honesta en mis afanes de generar una transformación positiva en
mis alumnos, hecho que se debe tomar como mi forma de devolver la confianza
que en mi depositaron, espero la deuda esté saldada.

Asimismo, reconozco el empeño que aquellas planas directivas comprometidas


con la educación imprimieron en virtud de ver satisfechas las necesidades y
querellas de la comunidad educativa en su conjunto en mis 35 años de servicio.

Finalmente, agradezco a todas mis compañeras y compañeros con los cuales


conviví día a día, con los cuales trabajé en pos del mejoramiento de las
condiciones de vida de las y los mexicanos, con los cuales supe lo que era la
solidaridad cuando de enfrentarnos a las adversidades se trató y con los cuales
pude ser una mucho mejor maestra gracias a su entrega incondicional a la
profesión que abanderan y tanto dignifican.

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