Aquel día desperté y no estabas. Te busqué por todos lados, pensé
que seguía soñando. Pensaba que todo aquello debería ser una pesadilla. No estabas. Te habías ido. No entendía cuál era mi pecado. No sabía porque me habías abandonado. Todo fue una pesadilla, una pesadilla de la cual no he despertado aún. Sé que algún día yo te iba a dejar. Algún día me casaría y me iría lejos de tu hogar, pero no te abandonaría ¡jamás te abandonaría, como tú lo has hecho conmigo! Ojalá que esa ilusión que te iluminaba el rostro los últimos días antes de marcharte aquel día te siga alumbrando hasta el día de hoy. Porque yo; tu hija: jamás perdonaré tu abandono.