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Con los escasos datos demográficos sobre migraciones con que cuenta El
Salvador, se habla de que alrededor de dos millones de compatriotas viven fuera
de las fronteras nacionales. ¿Cuántos de ellos o de ellas tomaron la decisión de
emigrar voluntariamente y no se vieron obligados por las condiciones de
precariedad? ¿Cuántos o cuántas habrán dicho: “me voy para darle a mi familia
lo que no puedo obtener aquí”?
En las ciudades pasa algo parecido, pues las migraciones del campo a la ciudad
en busca de condiciones que les permitan sobrevivir, llevan a grandes
cantidades de población a constituir asentamientos urbanos desprovistos de la
mayor parte de servicios. También los lleva a vivir de vender cualquier cosa en
las calles –ahora ni eso, porque al alcalde le parece que afean la ciudad. Esas
poblaciones que llegan a ser muy numerosas, toman la decisión de emigrar. ¿Es
una decisión o se ven forzados a tomarla?
El amigo con el que empecé el relato no tenía deseo de emigrar, no quería dejar
a sus dos hijas mayores y a su pequeño, tampoco a su querida esposa, pero
¿qué opción tenía después de haber buscado trabajo durante muchos meses?
¿tenía el derecho de no migrar? ¿Tenía las condiciones para no hacerlo?
Cuando escucho hablar sobre el carácter voluntario de las migraciones cuando
no se trata de refugiados o de personas solicitando asilo, me pregunto: ¿migrar
es voluntario?
11/9/2010