Vous êtes sur la page 1sur 7

3.

El oficio docente
La discusión sobre si el maestro es o no un profesional, ha sido bastante frecuente en los últimos años. El interés de
la misma está relacionado con la posibilidad de dar un mayor estatuto a un oficio que es uno de los más antiguos en las
sociedades modernas.
En un monográfico de la Revista Iberoamericana de Educación dedicado a la formación docente, Mariano Fernández
Enguita, profesor del Departamento de Sociología de la Universidad de Salamanca, discute el sentido de las profesiones
y distingue entre liberales y burocráticas. Lo más relevante de su discusión es la afirmación relacionada con que la
profesión docente no es ni liberal ni burocrática, sino democrática. Fundamenta su afirmación diciendo que el ejercicio
autónomo e individual en la enseñanza no existe, pues aunque los docentes pueden dar clases particulares o mantener
academias privadas, esto queda enteramente separado de la acreditación pública del conocimiento, que sólo pueden
llevar a cabo las instituciones (Fernández Enguita, 2001:53).
Tampoco es equivalente a la profesión docente el ejercicio asociado, pues aunque un centro de enseñanza puede
estar constituido por un grupo de profesores, su validez la da sólo la autorización oficial. "La licencia y el mandato, en
suma son ahora institucionales, no personales (residen en la escuela y no en el profesor, como también en la iglesia y no
en el pastor; en la embajada y no en el diplomático, en la policía y no en el agente, etcétera)" (Fernández Enguita,
2001:53).
La categorización del oficio del docente como una profesión democrática, da cabida a la participación, a la elección y
al sentido de servicio público.
Fernández Enguita afirma que el maestro tiene un conocimiento profesional en cuanto está asociado con la
capacidad de diagnóstico, con la posibilidad de decidir acertadamente la rutina para la tarea o el problema. Para él, el
maestro se enfrenta en el aula a un problema o situación ante el cual debe definir una serie de estrategias, una
secuencia de operaciones que corresponden a un proyecto. En este sentido, hace referencia a un cuerpo de
conocimientos que ajusta según la situación y que reacomoda según los resultados. Podría uno recordar la propuesta de
Dewey frente a la estructuración de una tarea de aprendizaje.
La pregunta por la enseñanza y el aprendizaje en el oficio docente

El oficio del docente, como profesión, está asociado a esa capacidad diagnóstica para encontrar las formas de
aprendizaje y de enseñanza adecuadas para diferentes problemas e individuos. El docente tiene la necesidad de atender
las especificidades de los distintos grupos poblacionales y preguntarse por sus condiciones de educabilidad. Así, define
las estrategias y modalidades más pertinentes para garantizar la enseñanza y el aprendizaje de aquello que haya
definido dentro del plan de estudios o dentro de su propuesta curricular.

Los cambios acelerados de la sociedad actual, el acrecentamiento de la distancia intergeneracional, las


modificaciones en las formas de vida y de trabajo, han hecho que la escuela, sin dejar de ser necesaria, ya no sea
suficiente. El cambio social requiere una y otra vez cambios en el sistema educativo, y una constante y profunda
actualización de lo que constituye la formación docente.

Hoy, ante una situación de inestabilidad y de precariedad conceptual, el docente necesita recomponer su saber
constantemente, en una continua dinámica entre enseñanza y aprendizaje. Por tal razón, necesita reflexionar sobre su
práctica, y buscar nuevos conocimientos y experiencias que lo lleven a nuevas claridades y posteriormente a nuevos
problemas.

Esta continua espiral es la que define el sentido democrático del oficio docente como profesión democrática. La
profesión democrática es la mediación que puede hacer de la educación un derecho; puede convertir los centros de
enseñanza en escuelas públicas y las organizaciones escolares en sistemas flexibles y abiertos. El oficio del docente como
profesión democrática permitiría una sinergia entre los recursos personales, los organizativos y los comunitarios, con el
objetivo de hacer frente a la diversidad y al cambio en la educación.
Tal como lo afirma Dussel, el docente necesita tener una relación particular con el conocimiento, con la
comunidad y con los sujetos que aprenden. Debe conocer los desarrollos científicos y disciplinares, y a la vez ser
competente en su enseñanza.

Estas afirmaciones me llevan a ratificar mi propuesta en el sentido de caracterizar el saber pedagógico como
invariante del oficio docente.

Recordemos que este saber está abierto, continuamente se reconfigura, está atravesado por las políticas, pero
también atiende a las condiciones de enseñanza y de aprendizaje. El saber pedagógico posibilitaría recoger todas las
demandas que recaen sobre el docente y le permitirían tomar una postura sobre las mismas, como también comprender
por qué los discursos y las políticas vuelven prioritarias unas demandas y relegan otras. El saber pedagógico también
permite atender el nuevo contexto de la actividad docente, donde el alumno ya no es una tábula rasa y el maestro incita
al alumno a un proceso de aprendizaje que involucra sus condiciones de educabilidad.

La noción de saber pedagógico, y la propuesta de que la pregunta por la enseñanza y el aprendizaje es la que
define el oficio del docente, también permite la definición del nuevo contexto de la práctica pedagógica, que ahora es
vista como un trabajo más colectivo que involucra la institución y la comunidad educativa.

Propicia, asimismo, condiciones para atender las dificultades de enseñar y de aprender en un "contexto de
modernidad líquida en donde la incertidumbre, la flexibilidad y la novedad, aparecen como ejes de estructuración de la
vida social" (Dussel: 2005, 17).

La pregunta por la enseñanza y el aprendizaje, como invariante del oficio docente, recogería los dos modelos
escolares que según Dussel (2005: 8 y 9) parecen abrirse paso en la actualidad: la escuela como un centro social, que
educa en valores y organiza la conducta de los futuros ciudadanos para la vida en común; y la escuela como lugar de
aprendizaje, con el privilegio del saber experto, la multiplicidad y riqueza de recursos didácticos, y la idea de innovación
permanente.

4. ¿Qué hacer?

Ante todo es necesario rescatar el oficio del docente, y esto pasa porque no sea sólo sujeto de políticas. El oficio
del docente es crucial para la equidad y la cohesión social. La pregunta por la enseñanza y el aprendizaje ayudará a la
definición de planes de estudio pertinentes y a la propuesta de estrategias didácticas que atiendan los contextos•
sociales y culturales de los educandos.

La pregunta por la enseñanza y el aprendizaje en el oficio docente

La pregunta por la enseñanza y el aprendizaje no se da en el vacío. Es necesario que el maestro tenga una sólida
formación pedagógica que le permita el manejo de un corpus conceptual a partir del cual leer los contextos, los del aula
y los psicosociales de sus alumnos.

También, es necesario que el docente entienda la institución escolar y los retos que tiene enseñar en un
momento en el que la escuela no es la única que educa. Esto lleva a un replanteamiento de su rol como autoridad y a
proponer trabajos de aula más participativos.

La tensión que propone Dussel frente a la autoridad, el legado para las nuevas generaciones, frente a la novedad
que representa educar, quizá amerita un nuevo pacto social por la educación. De igual forma, lo amerita el análisis de
aquello que privilegia la escuela, disciplina, regulación y estandarización frente a la modernidad líquida.
Quizá sea necesario oír de nuevo a los gremios docentes, y reflexionar con ellos sobre las propuestas más
acertadas para definir una mejor formación para atender lo que significa el oficio docente en los nuevos contextos en los
que debe desarrollarse.

Mucho se ha dicho que las políticas educativas necesitan ser de Estado y no de gobierno. La manera como se
sobreponen directrices de política incide en el oficio docente. La fusión de instituciones, en el caso de Colombia, incidió
en la autonomía institucional. De la misma manera lo hizo la adaptación de estándares.

El maestro, como profesional de la pedagogía, posee un saber, pero es necesario formalizarlo: reflexionar sobre
la práctica, recurrir a la teoría, hacer acopio de saberes provenientes de las llamadas Ciencias de la Educación para
reconfigurar este saber. Sin embargo, también es necesario reconocer las limitaciones del oficio docente en los nuevos
contextos de cambio.

La pregunta por la enseñanza y el aprendizaje sigue siendo una pregunta válida para el oficio docente, sólo que
cambia frente a los nuevos contextos; es decir, se reconfigura frente a las nuevas condiciones de posibilidad que
plantean los discursos y las prácticas.

Gloria Calvo (2007) La pregunta por la enseñanza y el aprendizaje en el oficio docente en El oficio de docente: vocación,
trabajo y profesión en el siglo XXI I compilado por Emilio Tenti Fanfani -la ed. -la reimp. -Buenos Aires: Siglo XXI Editores
Argentina, 2007.
Sentidos de la profesionalización docente
Particularidades del oficio de enseñar

Desde el punto de vista sociológico no existe algo así como “un ser docente”. La docencia, al igual que
cualquier otro objeto social, no es una sustancia que posee una esencia que es preciso descubrir y definir de
una vez por todas. Su especificidad puede ser definida a partir de la identificación de un conjunto de
características, cuya combinatoria define su particularidad en cada sociedad y en cada etapa de su desarrollo.

Digamos en primer lugar, la docencia es un servicio personal, es un trabajo con y sobre los otros y, por
lo tanto, requiere algo más que el dominio y uso de conocimiento técnico racional especializado. El que
enseña tiene que invertir en el trabajo su personalidad, emociones, sentimientos y pasiones, con todo lo que
ello tiene de estimulante y riesgoso al mismo tiempo. Por otra parte, los que prestan servicios personales en
condiciones de copresencia deben dar muestras ciertas de que asumen una especie de compromiso ético con
los otros, que les interesa su bienestar y su felicidad.

Por otro lado, es preciso tener presente que el trabajo del maestro es cada vez más colectivo, en la
medida en que los aprendizajes son el resultado, no de la intervención de un docente individual, sino de un
grupo de docentes que, en forma diacrónica o sincrónica, trabajan con y sobre los mismos alumnos. Pese a
esa especie de “fordismo pedagógico” que todavía tiende a dominar en muchas escuelas, es obvio que el tipo
de cooperación mecánica y aditiva (lo que hace un maestro se suma a lo que hacen otros) tiene limitaciones
insalvables. Por lo tanto, para aumentar la “productividad” del trabajo docente será preciso reconocer que los
efectos de la enseñanza sobre los aprendices son estructurales; son el efecto de una relación.

Mientras más integrada es la división del trabajo, mejores serán los resultados obtenidos en términos
de aprendizajes efectivamente desarrollados.

Otra característica distintiva del trabajo docente es que se trata de una actividad especializada a la que
le cambian radicalmente los problemas a resolver. En este sentido, el contenido del trabajo docente cambia
con el tiempo, como sucede con los objetos de las ciencias sociales (Augé, M.; 2008).(…) Cada vez en mayor
medida, el docente tiende a ser una especie de “improvisador obligado”, un artesano que fabrica las
herramientas al mismo tiempo que las va necesitando. En el campo de la enseñanza, el equilibrio entre
conocimientos prácticos y formalizados se desplaza sin cesar hacia el segundo término de la relación.(…)

(…) Es probable que una nueva identidad del trabajo docente pase por una combinación renovadora
de componentes de la profesión, la vocación y la politización. Las tres dimensiones de este oficio deben
encontrar una nueva articulación a la altura de las posibilidades y desafíos del momento actual. La
racionalidad técnico instrumental del oficio debe ser fortalecida para potenciar las capacidades del docente en
la solución de los problemas complejos e inéditos de la enseñanza y el aprendizaje.
Pero es preciso acompañar esta dimensión racional técnica del oficio con elementos de tipo afectivo,
asociados a la vieja idea de la vocación. Como se dijo antes, la docencia requiere un plus de compromiso
ético/moral, de respeto, de cuidado y de interés por el otro; es decir, por el aprendiz concebido como sujeto de
derechos.

Por último, la docencia no es una actividad neutra, no es un trabajo individual sino doblemente
colectivo. Es colectivo en la medida en que el maestro no trabaja solo, sino que la enseñanza aprendizaje es
el resultado de un trabajo en equipo (el docente como intelectual colectivo). Y es colectivo en cuanto
trasciende la mera “formación de recursos humanos”.

En este sentido, es una actividad profundamente política. Es decir, comprometida con la formación de
la ciudadanía activa y la construcción de una sociedad más justa, más libre y por lo tanto más “humana”. Las
evidencias indican que estos tres componentes están presentes, en mayor o menor medida en la consciencia
colectiva de la mayoría de los docentes latinoamericanos (Tenti Fanfani, E.; 2005). Para institucionalizar una
nueva síntesis se requieren políticas de negociación y acuerdo entre los actores colectivos interesados
(gobierno, expertos, corporaciones docentes, etcétera), que permitan conciliar los legítimos intereses
corporativos del colectivo docente con los intereses generales de la sociedad.

Emilio Tenti Fanfani* (2010) Sentidos de la profesionalización docente Particularidades del oficio de
enseñar. El Monitor n° 25 Pág 30 - 34

Emilio Tenti Fanfani*Profesor titular e investigador principal del Conicet, en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Consultor internacional
del IIPE/Unesco para América Latina.

Vous aimerez peut-être aussi