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¿Un psicoanálisis para curarse de qué?

Patrick DE NEUTER
09/09/92. Conferencia EFE

Al redescubrir vuestras caras constato que son las mismas de ayer y entonces, no habría
pensado hacer dos cosas totalmente diferentes, dado que pensé que en la universidad iban a
ser los estudiantes y acá en la Escuela Freudiana del Ecuador habrían analistas, todo esto
para saber si debo suponer que uds… y lo que trabajé ayer, en fin. Partiría del supuesto de
que lo que se dijo ayer es conocido, pero también, al mismo tiempo, viendo algunas caras
nuevas supondría esto, pero no del todo; porque evidentemente la cuestión del síntoma está
ligada a la cuestión de la cura, aunque no totalmente.

Algunas palabras quizá sobre el contexto en el que he elaborado este trabajo, que es un
contexto en el que están implicados los feroces opositores al psicoanálisis, que dicen que el
psicoanálisis no cura, y los psicoanalistas no quieren curar y de otra parte, los psicoanalistas
lacanianos que llamaría “puristas” , que afirman que la curación “eso” no nos concierne.
Entonces he encontrado importante para mi releer los textos de Lacan, para encontrar
realmente cuál es su suposición y poder tomar posición yo mismo después de eso.

Algunos que han leído los textos de la Escuela Freudiana de París, recuerdan sin duda el
congreso organizado en Estrasburgo en 1968 intitulado Psicoterapia y Psicoanálisis. A
pesar de las exposiciones presentadas ahí y de todos los matices de todas las posiciones que
había allí, que se puede encontrar en las cartas de la Escuela Freudiana de París, parece que
después de ese congreso la cuestión fue entendida/oída (entendre).

Las cosas de psicoterapia y psicoanálisis pertenecen a campos radicalmente diferentes, y no


era de buen tono en la Escuela freudiana, volver sobre la cuestión de la cura, a pesar de que
Lacan continuaba hablando de cura psicoanalítica, a pesar también del hecho de que los
psicoanalistas están a menudo confrontados a las demandas de curar de los analizantes, y a
la esperanza de un poco más de felicidad. Entonces creo que es importante volver a poner
esas cuestiones en más de una parte para evitar las confusiones entre ética de la psicoterapia
y ética del psicoanálisis y, también, por otro lado en un intento de resituar la cuestión de la
cura psicoanalítica en su justo lugar.

Lacan en 1962, enuncia ese aforismo “la curación por añadidura”, lo que produce escándalo
en su época y entre sus alumnos también, puesto que en su seminario sobre la angustia,
experimenta la necesidad de precisar que no había que entender ahí, ningún desdén hacia
aquel que sufre, sino un principio metodológico que quiere como Freud, no hacer de la
curación el objeto primero de la cura psicoanalítica, puesto que sería apuntar al fracaso de
esa cura; no es por demás precisar con Lacan, en ese seminario, que nuestra justificación,
así también como nuestro deseo, es la de mejorar la posición del sujeto; es interesante
subrayar esa doble fórmula: la cuestión de mejorar la posición del sujeto, frente a la
supresión del síntoma.
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Hay un ejemplo clínico al alcance de todos, la desaparición del sangrado de Marie


Cardinale, después de una primera intervención del psicoanalista “a mi no me interesa su
síntoma, háblame de otra cosa”, intervención que trajo como consecuencia el que parara el
sangrado en la siguiente noche, el síntoma desapareció, pero Marie Cardinale, en tanto que
sujeto, no se movió ni siquiera un ápice de su posición, se quedó en la posición de desear
responder siempre a la demanda del otro; antes ella se había encontrado con médicos que
no podían otra cosa que curar ese sangrado, ella les producía el síntoma, entonces se
encuentra con un analista que dice que no le interesa su síntoma, entonces paró de producir
ese síntoma.

Una cosa es la supresión del síntoma y otra cosa es el cambio de posición del sujeto.

En 1968 en el congreso sobre La Transmisión, Lacan vuelve a tomar las cosas de esta
manera: ¿cómo es que por efecto de la operación significante hay personas que se curan?,
Freud había señalado – para seguir a Lacan – que no era necesario que el psicoanalista esté
poseído del deseo de curar…el psicoanalista no debe dejarse poseer por el deseo de curar.

Pero hay un hecho, hay gente que se cura, y que se cura de la neurosis, es decir, también de
la perversión; es decir que, Lacan es sensible a esta cuestión de la curación, y aún más, creo
haberlo recordado ayer en francés: “por añadidura” significa no un suplemento accesorio y
secundario, sino un aporte suplementario, natural y necesario. Lo que debería venir a
subsanar ciertas dificultades en ese aforismo de Lacan. Siendo así – es cierto que Lacan no
vaciló en tener ciertos propósitos contradictorios, sobre todo en el congreso sobre la
Transmisión – afirma: “tengo que decir que en el pase nada testimonia de que el sujeto
pueda curar una neurosis”, sin que se pueda discernir si es una impotencia del psicoanalista
a curar o una impotencia del pase mismo, a ponerlo de relieve.

Para evitar seleccionar eso que sería el asentimiento de Lacan en cuanto a la cuestión de la
curación, he aquí otra cita, es una cita de 1973 “la psicoterapia lleva a lo peor, aunque ella
traiga algún bien”. Es decir que hay que tomar en cuenta que esta frase sacada de contexto
parecería medio abrupta, pero en ese contexto indica que lo peor está del lado de la
sugestión y del buen sentido que reina como amo en el campo de la psicoterapia. El buen
sentido que recorrió ayer en toda la dimensión de lo imaginario haciendo obturación a la
dimensión del Simbólico y del real; una crítica en el mismo sentido pero menos radical, que
data de 1977, en la apertura de la Sección Clínica, en donde Lacan afirma que, no valía la
pena “terapizar lo psíquico”, lo que sigue de la frase indica el sentido particular de esta
afirmación; Freud también piensa que no hay que apurarse a curar; en el mismo texto toma
nuevamente la cuestión de la sugestión, no se trata de sugerir, ni de convencer.

Aparece una vez más, tanto para Lacan como para Freud, el asunto de impugnar la
sugestión. Hay que hacer notar que dos años antes, en una de las universidades americanas,
en la universidad de Yale, había sostenido que el psicoanálisis era “la última flor de la
medicina” y, sobre todo a partir de lo que Freud había demostrado: que el psicoanálisis era
la única medicina posible.
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En esa misma conferencia Lacan afirma que un síntoma es curable y habla del confort y de
la felicidad obtenidos del análisis; el neurótico vive una vida difícil y tratamos de aligerar
su incomodidad o su inconfort; y todas las citas que hago, las hago para mostrar la
complejidad de la posición de Lacan ante esta cuestión, y para mostrar también cómo esas
posiciones más radicales antiterapéuticas deben ser entendidas, deben ser leídas sobre el
fondo de estas otras tomas de posición. Cuando pienso en posiciones más radicales, pienso
sobre todo en las posiciones sobre el seminario de la Ética, donde el psicoanálisis es
definido como siendo una experiencia de lo trágico de la existencia, una experiencia
extrema de nuestro deseo incestuoso, mortífero y canibalístico; un pasaje a esa zona que él
llama la zona de “entre dos muertes” y el encuentro esencial de nuestro ser-para-la-muerte.

En el seminario sobre la Ética, dice que es una experiencia que tiene que ser llevada hasta
su término, so pena de mantener la culpabilidad en relación al deseo sobre el cual se ha
cedido, él transforma esa idea de que uno es culpable porque realiza un deseo prohibido, en
que la culpabilidad viene justamente, porque se ha cedido en la realización de ese deseo,
que no se lo ha realizado, sobre el fondo de estas diferentes citas, volvamos a la cuestión
que he puesto como título: ¿Qué curación puede esperarse de una cura analítica?

En una perspectiva médica la curación – les recordé ayer – es suprimir el ruido que viene a
estorbar el silencio de los órganos, en la perspectiva médica es la puesta en acto del
discurso amo que lleva a la cura, la idea de “un bien válido para todos”, ese que va a
designar el médico; se podría dar uno o mil ejemplos de lo que un médico señalaría como
aquello que sería un final deseable para el bienestar del paciente. El Médico que – por vía
de los OMS – dirá la buena salud es esto y esto otro.

Una tercera característica de la curación – desde el punto de vista médico – se trata


justamente de una tentativa de retornar a un estado anterior al de la enfermedad; es
entonces a este punto de concepción de la curación que Freud propuso que no se trata de
ninguna supresión del síntoma, desde el punto de vista psicoanalítico, sino pasando por el
rodeo del reconocimiento del deseo reprimido; de lo cual los síntomas son a la vez los
retoños, los mensajeros de la satisfacción disfrazada. Les recuerdo que en la Ética, Lacan es
bastante radical; él dice, sin embargo, si bien no es el objeto primero de psicoanálisis el
sujeto llega a tomar las cosas por el buen lado, a encontrar mucho bien después de haber
renunciado a la existencia del Bien Soberano, y que los psicoanalizantes llegan a realizarse
plenamente después de haber hecho la experiencia trágica de la falta– en–ser fundamental.

Volvamos a la cuestión terapéutica, por la cual Freud y Lacan no tenían simpatía personal,
y dejan entender a través de ciertos pasajes que tienen un franca aversión hacia la cuestión
de la sugestión, y tampoco tienen ninguna simpatía hacia la imposición del analista de
cualquier valor que fuera, aunque fueran valores psicoanalíticos. Les recuerdo la
correspondencia de Freud con el pastor Oscar Pfister, en la que indica su reserva, y dice que
el psicoanalista no debe imponer sus valores personales. Es en ese trabajo que deja entender
que se inclina más bien a la sublimación en el amor y en el trabajo, pero que un analista no
debe imponer eso a sus analizantes, y que un análisis…. [cambio de lado cassette, revisar]
…. el amor, el arte y el trabajo.
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Les recuerdo también la posición de Lacan en el Seminario de la Ética, en relación a la


crítica que hace a los ideales psicoanalíticos, que en su tiempo estaban dirigidos en ciertas
curas analíticas: hay que llegar en el fin del análisis al amor oblativo o a la autonomía, o
también a la cuestión de la verdad, donde el análisis es imposible si el sujeto no para de
mentir, pero que es un principio metodológico y que no se trata de hacer del apego a la
verdad, un valor social psicoanalíticamente recomendable, y hoy es que no debemos hacer
la misma crítica, quizá a Lacan – aunque era muy prudente – pero a los lacanianos que
toman como una suerte de ideal psicoanalítico “no ceder sobre su deseo”; el propósito de
Lacan, en esta frase, es decir si existe una Ética psicoanalítica, esa sería “no ceder en su
deseo”; [hay esas dos posibles traducciones: “sobre” o “en su deseo”, no porque es un valor
en sí, como un filósofo lo pudiera proponer, sino porque es justamente ahí que es
constatable que el sujeto puede sentirse culpable y el síntoma puede surgir. Una cosa es
afirmar que es de esa cuestión de ceder sobre su deseo o en su deseo, que uno se siente
culpable; otra cosa es tomar y enarbolar esa frase como una máxima moral impuesta al
analizante, siempre en esa idea de cuestionar los ideales analíticos.

Tercer [cuarto] aspecto de la cura médica de “…retorno a un punto anterior” – ¿qué pensar
desde un punto de vista psicoanalítico? – primero, hay que darse cuenta qué es lo que el
neurótico demanda, qué lado entra en el orden de su neurosis cuya economía ha sido
sacudida, qué ha determinado la eclosión de tal o cual síntoma, fuente de sufrimiento pero
fuente de satisfacción también, y de nuevo goce.

Es psicoanálisis sin constreñir a nadie, es una cosa totalmente distinta a ese “retorno a un
estado anterior”; se puede plantear como fórmula del psicoanálisis que el psicoanalizante se
aclare respecto del inconsciente de que él es el sujeto; o bien que él haga el recorrido de su
fantasma, de ese fantasma que organiza su goce y que soporta o sostiene su síntoma, esas
operaciones de develamiento de la verdad del sujeto no ocurren sin tener ciertos efectos
sobre él, aunque pueda rehusarlos.

Entre esos efectos cito, el acceso a su falta en ser, la asunción de la frustración y de su


división, el renunciamiento sobre una parte de su goce; el goce que él liga a su fantasma y a
su síntoma, otro efecto de esta operación de develamiento de la verdad del sujeto, el
reconocimiento del objeto que él es, y que él escoge ser para el Otro, para el gran Otro.
Esto conlleva también una mutación en la economía del deseo, una destitución subjetiva y
una experiencia de delericción esencial, es decir de desamparo; entonces, todas esas
fórmulas que encierran el final del análisis, – quiero subrayar – no pueden ser para el
psicoanalista una proposición de nuevos ideales, porque si ese fuera el caso, como analistas
no haríamos sino redoblar una alineación arcaica de los analizantes y no haríamos sino caer
en el revés que nosotros denunciamos y despreciamos en los terapeutas; siendo así, los
diferentes fines de análisis de enunciados – y no les he dado una segunda fórmula propuesta
por Lacan en relación a la cuestión del fin del análisis – vayamos entonces a esa cuestión
más fundamental de la curación implicada, en tanto que, lógica previa de esa curación por
añadidura del síntoma neurótico.

La primera de esas curaciones concierne o tiene que ver con esas “enfermedades” que
Freud puso en evidencia como siendo comúnmente compartidas: la reacción terapéutica
negativa, o el tema, en términos más generales, de la cuestión del masoquismo
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fundamental; dicho de otra manera, se trata primero de curar de ese rechazo comúnmente
expandido de abandonar el masoquismo fundamental que se nutre del sufrimiento generado
por nuestros síntomas, que son nuestra forma de gozar de nuestro inconsciente, la que
tenemos de más real. Se sabe que para la histérica la cura se enfrenta siempre a una gran
dificultad de abandonar su malestar o infelicidad extraordinarios, para contentarse con el
pequeño y banal sufrimiento común, pero la histérica no es la única que goza de su síntoma.
El goce de los otros, del obsesivo por ejemplo, el goce que el obsesivo puede encontrar en
la compulsión ideacional, la procastinación, en el trabajo encarnizado de ese goce quizá
más discreto sin duda, pero no más secreto, menos subjetizante no por ello es fuente de
menos goce. La cuestión de saber si el sujeto desea o no abandonar ese goce del síntoma se
plantea tarde o temprano en la curación, entonces correlativamente surge la cuestión de
saber cual es la ventaja y qué puede ganar a cambio de abandonarlo…, dicho de otra
manera, se trata de curarse del deseo de no curarse, deseo que se encuentra siempre, puesto
que la pulsión de muerte está allí, se encuentra en el corazón de cualquier demanda de
psicoanálisis, es decir ese deseo de no curarse, entonces la circunspección, la prudencia con
la que hay que entender esa demanda de más felicidad, de menos sufrimiento.

La segunda curación que propone el psicoanálisis, es esa que consiste en abandonar lo


que llama Lacan esa pasión por la ignorancia, nuestra primera pasión. Es decir esta pasión
por la ignorancia, esta voluntad tenaz y persistente que resurge sin cesar, de no querer saber
nada de nuestro deseo inconsciente que nos anima y que determina el síntoma, esa
ignorancia en cuanto al deseo, concierne tanto a desconocer nuestra determinación
simbólica, evocada en esa fórmula del fantasma por el S (tachado) y como por nuestra
determinación real, evocada por la pequeña a, en la fórmula de fantasma representando el
objeto perdido, elevado a la causa no sabida de nuestro deseo. Otra determinaciones es esa
vertiente imaginaria de ese pequeño a.

Tercera curación que haría posible el psicoanálisis, malestar muy conocido en el


hablanteser (parlêtre) es decir, la búsqueda del amo. Tanto la clínica de la cura como la de
le vida cotidiana, como la de la vida de las instituciones psicoanalíticas, en las que esa
figura del amo puede ser encarnada en figuras diferentes. Y que estamos siempre, cada uno,
a la búsqueda de aquel que nos dirá cuál es nuestro bien, pero también a la búsqueda de
aquel que nos trataría como su objeto o también como su desecho. Estamos así, ubicados de
tal manera, acostumbrados de tal modo a recostarnos del lado del maestro que sabe, al cual
pudiéramos con toda confianza dirigir esa transferencia, que nos hace perezosos, puesto que
nos descarga de la difícil responsabilidad de plantear actos -hago alusión a todo lo que
Lacan haya podido decir sobre la transferencia que tiene freno en el análisis –. Que se
encuentra en la cura, pero que también se halla en la vida cotidiana, en donde está elevada a
la condición del amo, o de sujeto supuesto saber, y esto plantea una dificultad particular
para los lacanianos;… todos esos nuestros… “Lacan ha dicho…” es una crítica muy
frecuente hacia los lacanianos, es decir de poner a Lacan en la posición de A no tachada, es
esta la tercera curación que se puede esperar del análisis.

La cuarta, la podemos anotar porque la mencioné hace un rato, es nuestra tendencia


inenmendable de creer en la existencia de un soberano bien, o de una felicidad soberana.
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La quinta curación, es del lado de la felicidad soberana, es esa creencia en la existencia de


la relación sexual, dicho de otra manera de esa esperanza en una felicidad perfecta entre un
hombre y una mujer.

Uno puede pensar que esta creencia en la relación sexual sería únicamente en la búsqueda
de una felicidad más grande, propongo que se trata ahí también de un efecto de nuestro
masoquismo fundamental, porque en la pareja – sobre todo – es el lugar en el que, se da la
negación de la inexistencia de la relación sexual, que se encuentra como fuente de
sufrimientos suplementarios, puesto que eso no puede sino llevar a la infelicidad conyugal,
con su cortejo de reivindicaciones repetidas, de acusaciones proyectivas y dolorosas
decepciones en relación a la esperanza.

He aquí, me parece a mí las cinco curaciones preliminares, que son previas a la curación
del síntoma y que si he encontrado útil hablar en términos de curación, es porque me parece
que me permite subrayar que, Freud y Lacan no se han desinteresado de la cuestión de la
curación. Es aquí en donde se plantea la cuestión del Symptôme (Sinthome), porque
Lacan baraja un poco las cartas al final de su enseñanza, en su seminario sobre el
SINTHOME, que hemos tratado ayer y que resumo brevemente las conclusiones a las que
arribo : que Lacan parece hacer la diferencia entre el síntoma neurótico del cual el sujeto
puede pasarse a condición de renunciar al goce que ellos implican, y esos síntomas
particulares que tienen esa función esencial de anudamiento en la estructura, ya sea como
reparación de un defecto de anudamiento o sea como cuarto nudo que viene a anudar el RSI,
les decía ayer que mi sentimiento en la lectura de ese seminario, de este cuarto círculo de
Lacan pensaba que no había forma de pasarse, es decir… y para retomar una de esas
fórmulas que él propuso en una de las universidades americanas, que no había reducción
completa del cuarto círculo en el fin de una cura; y, sin embargo, tiene ese seminario una
fórmula enigmática : que sería posible pasarse del padre (du pére) a condición de saber
servirse de él, fórmula sobre la cual volveremos para terminar.

Digo entonces, les había dicho (Lacan) que había un lazo necesario entre el abandono del
síntoma y el fin de la cura. Mientras que del lado del Sinthome, no puede ser abandonado,
no puede deshacerse de él -entonces- podríamos pensar que el final de la cura pudiera ser,
como se dice a veces, sabérselas arreglar con el Sinthome o también el encuentro de otro
Sinthome, y que hay una dificultad en esta fórmula que pudiera ser decir el tener una fuente
de más placer; lo que es problemático, porque el placer es una defensa contra el goce. ¿Es
qué se puede pensar?, ¿o es posible desear poner una defensa contra el goce en el final de la
cura?, eso no es evidente. Entonces se podría decir de un síntoma que fuera fuente de un
más de goce, lo que tampoco es evidente.

Cuando nos referimos al seminario sobre la Etica, puesto que ha señalado allí que el goce se
encontraba en la transgresión, del lado de la perversión por ejemplo, pero que la ética
sadiana no tenía nada que ver con la ética psicoanalítica, y él temperaba la fórmula de no
ceder en o sobre su deseo, diciendo que la salida válida en cuanto al goce en el final del
análisis, sería la sublimación, pero para dejarnos en el apremio.

Yo les recuerdo que- en el curso del seminario descrito, como siendo un ejemplo de la
sublimación, la elección que haría ese hombre delante de la alternativa de renunciar a hacer
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el amor con la mujer que él deseaba, o hacer el amor con ella y ser colgado al día siguiente
y que había indicado eso como siendo una elección de sublimación; de ninguna manera el
renunciamiento a su deseo, sino el hecho, la elección de realizar su deseo a condición o
bajo el costo de ser colgado.

Es por lo que Lacan nos pone ante la obligación de reflexionar sobre nuestra solución, que
no sería ni la transgresión perversa, ni la supresión del deseo y yo pienso que dejándonos
así delante de ese apuro, de ese apremio Lacan nos pone en la imposibilidad de colocarlo en
la posición de amo, de un maestro o amo para pensar, de un filósofo o de un moralista.
Más que hablar en términos de un “más de goce” o “menos de goce” (o más de placer), hay
quizá una salida, en el hecho de concebir la cura, más bien como una accesión a un otro
goce, que no es ni más, ni menos, sino otro.

No sé si Melman les ha hablado cuando estuvo acá en su seminario -pero es una idea que
defendió en uno de sus seminarios- que ese otro goce, que ese deseo otro, sería un deseo,
un goce relativamente independiente de la codicia edípica y de su interdicción; podemos
decir que para tal neurótico analizado, la ley no será más omnipresente, no sería el objeto
de una celebración continua, ni el objeto de un desafío continuo, ni el objeto de una
transgresión continua, un sujeto así conocería y reconocería la ley, pero esa ley no sería
para él una referencia continua, y este cambio de posición del sujeto sería un efecto natural
y necesario, para retomar de una puesta en orden en la ley del lenguaje, y no de cualquier
inyección o prescripción psicoanalítica.

Esta manera de ver, de pensar lo que sería otro deseo, permitiría tal vez pensar mejor,
quizá lo que Lacan decía a propósito de Joyce, en esa fórmula de “pasarse del padre a
condición de servirse de él”, y eso nos indica como es la diferencia en relación con el
perverso, puesto que sabemos que él no para de desafiar al padre, y que en ese sentido él no
podría pasarse de él. Ahí mismo, a propósito de Joyce, Lacan decía que él se quedaba
enraizado en su padre, aún negándolo, renegándolo; pero entonces uds. ven que resurge
aquí esta condición primera del renunciamiento al apego al goce del síntoma y también a la
necesidad de que esa finalidad del análisis no sea una prescripción psicoanalítica, y que se
trata de una curación que implica del lado del psicoanalizante, que consienta a “curarse” de
su rechazo a curarse y del lado del psicoanalista –consistiría- en que él se cure de su deseo
de querer curar.
[aplausos]

Entonces las preguntas, las reflexiones son bienvenidas.

Carlos Herrera.- en relación a esa cuestión del amo, ¿cómo que se puede articular al
sujeto supuesto saber? ¿a qué se articula?, ¿cómo poder diferenciarlos?
Patrick De Neuter.- Es cierto que no he retomado, que hay varias formas de hablar del
final del análisis, del lado del sujeto supuesto saber, que es el motor de la cura, esa
suposición de que existe un sujeto que sabe lo que yo no sé en cuanto a mi deseo
inconsciente, que está del lado del amo, no es que sea un equivalente, pero está en ese lado
y el final de la cura bajo ese ángulo consiste en desuponer un sujeto exterior de ese saber, a
reconocer que ese saber está en sí mismo, y es en su inconsciente, no es él el que sabe sino
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yo, es pasar de ese “es él quien sabe” a “eso sabe en mí”, eso sería la manera de hablar del
final de la cura del lado del saber.
Daniel Gutiérrez.- pienso que se podría agregar otra desmitificación que iría del lado del
sujeto supuesto curar, podríamos agregar esa desmitificación a eso que acaba de decir.
Patrick De Neuter.- …pero a condición de que eso no sea un modo de excluir la curación,
siendo así, eso puede curar… si yo quiero… si lo quiero, si no me atengo demasiado o
tanto a ese goce y si encuentro suficiente razón para engancharme a otro goce.
Pedro Oyervide.- de otra manera pediría una precisión sobre la cuestión tan arrastrada del
deseo, de no ceder sobre… el problema es muy sencillo sobre esa fórmula tan difícil y tan
sencillita de “no ceder sobre su deseo” y la gente dice tan caprichosamente yo no cedo sobre
mi deseo, confundiendo siempre deseo, anhelo, voto, ganas… sumamente complicada esta
fórmula, habría que distinguir y analizar exactamente cuando un sujeto puede decir “este es
mi deseo” y sobre eso no cedo.
Patrick De Neuter.- … yo evoqué rápidamente la dificultad que Lacan expone ahí en ese
seminario, en el seminario de la Ética, y estoy completamente de acuerdo, que justamente
esa frase es utilizada para justificar cualquier capricho, cuando se estudia de cerca ese texto
de Lacan, es evidente que allí habla de “no ceder en o sobre su deseo” en el marco de la
cura, eso quiere decir ir hasta el final de la cura, del reconocimiento de su deseo, ahí un
futuro analista no tiene que ceder, y digo, la cura del futuro analista –ahí eso está claro- no
es seguro que eso concierna a la cura de cualquiera, y es aún menos seguro que eso tiene
que ver con la vida cotidiana, no digo que no le concierne, pero que no es obvio; he hecho
alusión a la sublimación que dice otra cosa; y, por otro lado, se puede observar que esta
fórmula es antigua, no ceder sobre o en su deseo, no quiere decir: “ceder a su deseo”, no se
cómo se puede traducir este matiz al español. Lacan lo ha dicho, hay que ceder a su deseo –
él ha dicho- que una ética puede ser- y, en otro pasaje dice : yo digo esto a los psicoanalistas
para ver como van a reaccionar- quiero decir que no es una fórmula así para asegurarla, que
la ética –él lo dice como para probar- que una ética sería de “no ceder sobre o en su deseo”.
Creo que en ese seminario sobre la Ética no hay manera de encontrar allí una moral que nos
diría si hay que sublimar, como les he explicado tiene posiciones como esa, sobre todo que
hay que ir a ver qué es lo que nos dice sobre el deseo, es justamente no el capricho o querer
esto o aquello. El deseo, él nos dice explícitamente, el deseo en su radicalidad es el
asesinato, el incesto, el canibalismo; eso es el deseo. No ceder sobre su deseo no es “hay
que ir”, sería la ética sadiana, de la cual Lacan nos dice explícitamente, que no es la ética
psicoanalítica.

Personalmente yo arribo como conclusión de este seminario que se trata de ir en la cura, lo


más lejos posible en el reconocimiento de ese deseo mortífero, incestuoso y después en la
vida cotidiana de cada uno, cada uno hace lo que puede con eso y. en ese sentido yo
encuentro que Lacan hace bien en no dar una moral del asunto, como Freud decía al pastor
Pfister: “yo prefiero la gente que sublima, pero ese es un gusto personal y no tengo porque
imponérselo a mis analizantes” y aún también que el psicoanalista no tiene porqué promover
una moral sadiana porque ahí no se cede sobre su deseo… pero es una cuestión muy
difícil…
Rodrigo Tenorio.- No sé si ya han hablado antes de cómo el nudo borromeo guiaría el
proceso de la cura, tomando en cuenta las características de los matemas psicoanalíticos en
los elementos cuaternarios, por un lado el significante, el falo como significante que no se
expresa y por el otro lado los tres elementos simbólicos de los tres elementos del nudo.
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Patrick De Neuter.- he indicado un poco de lo que he dicho ayer, se puede reflexionar a


partir del nudo borromeo sobre lo que sería el fin de la cura, y, por ejemplo, como lo he
dicho ahora, que el fin de la cura podría ser una supresión del síntoma, y en ese caso
topológicamente hablando habría que decir que hay que encontrar otro sinthome; lo que
piensan algunos, Melman por ejemplo, y que lo ha dicho en algún momento, es que el fin
de la cura podría ser por ejemplo allí, hacer un reanudamiento, y Lacan habla en el
seminario sobre el sinthome, de la intervención del analista como haciendo un anudamiento
(entrecruzamiento), haciendo un empalme, en ese momento sería una concepción de la cura
que iría en el sentido de la supresión del síntoma, del cuarto círculo, ya sea aquí o allá
(señala los esquemas) y que en el trabajo de la cura sería en lugar de superponer tres
círculos, el superponer dos, de deshacer el tercero y de hacerlo pasar como les indiqué
ayer, de tal manera que el nudo se vuelva realmente borromeo y luego de rehacer el
empalme. Pero eso quiere decir en el fondo, que eso sería rehacer la creación del sujeto,
rehacer la metáfora paterna, que es contrario a todo lo que Lacan ha podido decir de la
posibilidad de rehacer aquello que no ha podido ser hecho, y esa imposibilidad de
reducción completa del tercer círculo, es decir podemos decir muchas cosas a partir del
nudo borromeo, pero no se puede decir todo a partir del nudo borromeo sobre el final de la
cura.
Pedro Oyervide.- Creo que es extremadamente importante lo que Patrick De Neuter acaba
de decir, así como Melman y Czermack nos dijeron cosas extremadamente importantes;
pero pienso que es muy importante decir que hay un fin indefinido en la cura en relación a
por ejemplo la búsqueda del amo, es como un imposible de no decir : Melman lo dijo, J.A.
Miller lo dice, Lacan lo dijo, Freud… hay como un punto de imposible allí, un gran amo,
un pequeño amo es la misma cosa, suena lo mismo. Hay un punto allí casi irreductible, me
parece, pero si eso quedara como un síntoma habría que saber vivir con eso; otro de los
puntos irreductibles –es una ironía- es el punto de pensar o decir cuál es el fin del análisis,
cómo saber del fin del análisis si se van antes; entonces se interroga qué es el fin del
análisis, pero ¿cómo saberlo si se van antes?, y, eso pasa con todos, la mayoría –porque
habría que decir entonces que hay tantos fines de análisis cuantos sujetos. Y hay un fin para
cada uno, ese fue el fin para cada uno; otra interrogación importantísima sería pensar –
antes que comentarios míos, son puntos a seguir trabajando- porque los fines de análisis son
múltiples en la teoría… pero cada sujeto termina… si es un sujeto histérico, termina
histéricamente el fin, o cada paranoico termina paranoicamente, es una interrogación muy
importante, porque si es una cuestión de estructura, por ejemplo unos se van para guardar
el maravilloso síntoma del que gozan, en lugar de terminar tontamente como todo el
mundo… pero… eso que decía de la búsqueda del amo, cuando ese amo se traduce en
italiano, a ese amo se le llama capo, pero capo en español quiere decir “chatré”, entonces la
maravilla es lo que nos decía Melman, que el verdadero amo lleva a reconocer al amo
castrado.
Patrick De Neuter.- por lo que concierne al final del análisis prefiero hablar en plural,
porque no creo que se cambia de estructura, pero creo que el final del análisis es tener una
relación diferente con su estructura, un encadenamiento nuevo frente a su estructura; en
relación al amo… es aquel que lleva a reconocer al Otro la barra? [se le propone a P. De
Neuter el modo en que Melman lo propuso],… es lo que iba a decir, uno no puede impedir
decir: Lacan ha dicho, o de citar a otros, pero pienso que hay una manera diferente de
posicionarlos, una cosa es decir Lacan ha dicho, y por eso es así, o también: Lacan ha
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dicho pero quizá se equivocó; que es una forma de considerar al gran Otro como tachado; y
que no se pudiera pensar que alguien no tuviera que estar citando a otros antes que él, que
sería tener al amo escondido y no tachado. Yo pensaba en Aulagnier como amo, que ella
me decía –lo ponía esto diciendo, tomando en cuenta como una posible imposibilidad de
terminar el análisis con su analista, y, que ella consideraba el control como pudiendo hacer
posible poner en evidencia lo que es estructuralmente imposible y sobre todo en el cuarto
grupo1; al control se lo llamaba el cuarto análisis; y me pregunto si la tentativa del
procedimiento del pase no es justamente -o, no fue una tentativa de Lacan-, de poner en
lugar ese pequeño algo de imposible que por ser el hecho de la estructura no fue posible ser
revelado en el análisis, ese es otro problema el pase sobre todo… una jornada para hablar y
para tratarse… es cierto que la cuestión de un nuevo trozo (tranche) sería un modo de
plantearse hacer el final del análisis, hacer el final del análisis con otro, ya que con el
primero no se pudo; es clarísimo, evidentísimo, normal.
Susana García.- no sé si lo tomé textualmente, hay tantos fines de análisis cuantos sujetos
en análisis, si esta frase se invierte se podría decir hay tantos fines de análisis como
analistas, eso por un lado y por otro lado, el hecho de que los pacientes se van o que dejan
el análisis… que dejan antes del fin del análisis, porque quieren seguir gozando así
intensamente de ese síntoma, pregunto igualmente si se puede revertir esa frase, y decir que
se deja el análisis para no seguir gozando del síntoma del analista, es una pregunta.
Pedro Oyervide.- hay una bella frase que ha sido pronunciada aquí, que encuentro
extraordinaria, en una reunión dijeron uds… en las notas…
(no se entiende lo que sigue).
Patrick De Neuter.- es seguro que, aunque fuera indicado por ciertas fórmulas del final del
análisis, eso va de suyo, ciertos analistas privilegian ciertas formas del fin de la cura; no
hay analista que no tenga un síntoma y que el arte del analista sería poder hacer servir su
síntoma en el análisis de su analizante, es mejor que no tenga muchos, porque eso haría
tapón, pero yo no pienso que no haya analista que no tenga síntomas; tengo la experiencia
de dos analistas que eso orienta el psicoanálisis de manera diferente, pero eso no implica
que su síntoma no sirva.
María Antonieta Dito.- una última cosa que valdría decir que el paciente sirva al síntoma
del analista.
(comentarios)
Patrick De Neuter.- si, afortunadamente (no se puede precisar a qué corresponde esta
intervención).

Archivo EFE, 1992


revisión EAH/2014

1
Cuarto grupo, denominación por la que optaron quienes disintieron con Lacan entre ellos
Piera Aulagnier.

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