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Existen personas que tienen una fe profunda en Dios, sin embargo, así como el amor en
una relación de pareja experimenta diferentes etapas, del mismo modo, desde el punto
de vista espiritual, una persona puede tener dudas, inseguridades y etapas de
distanciamiento. Es lo que se conoce como crisis de fe, una etapa incómoda y dolorosa
en la que la persona carga con el peso de las dudas y las inseguridades en relación con la
fe y la confianza en Dios.
Dudas personales
Conviene puntualizar que una crisis de fe no tiene por qué ser exclusiva de un sacerdote
o de una monja por ejemplo, es decir, cualquier persona en su intimidad personal puede
experimentar el desencanto personal de tener dudas en relación con cuáles son sus
pensamientos y creencias. Un proceso de estas características no tiene por qué ser
negativo aunque sea doloroso. De hecho, como periodo de crisis, es especialmente
idóneo para la búsqueda y la reflexión.
Huella emocional
Una crisis de fe deja una huella emocional intensa al ser una experiencia tan íntima en el
corazón de la persona. Las consecuencias no radican solamente en relación con la vida a
corto plazo sino también, con el más allá. Por ejemplo, una persona que vive una crisis
de fe duda sobre si existe o no existe la vida eterna. Por tanto, desde esta dimensión
espiritual, la persona experimenta un gran dolor porque esos valores que han sido un
guía en su vida parecen tambalearse como consecuencia de esa duda marcada por la
oscuridad que produce la incertidumbre.
Hablar con un guía espiritual para expresar esos pensamientos internos y compartir el
malestar espiritual puede ser muy terapéutico.
La fe forma parte del orden espiritual de un ser humano, sin embargo, produce un efecto directo
en otros ámbitos de la vida. También en el psicológico. Por ejemplo, para una persona que tiene
unas profundas creencias religiosas, es importante saber que cuenta con la ayuda divina en los
momentos de máxima dificultad, que existe un ser superior al que dirigirte para rezar, hablar o
encontrarte a ti mismo.
Sin duda, al igual que existen crisis que se producen a nivel vital, también hay crisis a
nivel religioso. Es humano dudar, especialmente, cuando hablamos de un conocimiento
que remite a aquello que no se ve: la trascendencia y que además, se trata de ámbitos
que rozan el plano del misterio: la vida después de la muerte o Dios. ¿Cómo afrontar y
superar una crisis de fe?
En primer lugar, intenta vivirla sin culpabilidad, más bien, intenta comprenderte a ti
mismo y relajarte en cierto sentido. Cuanto más te obsesiones con esa cuestión, cuantas
más vueltas des a la cabeza al mismo tema entonces, más difícil será para ti, encontrar
la calma. Puedes hablar de este tema con alguien con quien tengas mucha confianza y a
la vez, sea alguien con la sensibilidad necesaria para entenderte.
Utiliza las fuentes de la literatura o de la bibliografía religiosa para buscar algún tema
que pueda complementarte en tus inquietudes actuales. Está claro que a veces, en una
crisis de fe te das cuenta de que buscas respuestas, por ello, es importante que te hagas
las preguntas adecuadas y recurras a las fuentes necesarias. Sin duda, la filosofía es una
fuente muy potente para reflexionar sobre la fe, el sentido de la vida y el arte de vivir en
plenitud. En general, incluso las personas que se han formado en la religión, superan
alguna crisis de fe en algún momento de su vida.
Creer puramente por fe, sin ninguna prueba tangible, no es la solución más natural para
todo el mundo en todos los casos. Así como el Señor hizo a la gente muy distinta en
cuanto a personalidad y aspecto físico, también existen diferentes tipos de fe. Puede
que seas el tipo de persona que necesita tiempo y estudio para llegar a un
convencimiento, o que por el contrario seas de los que abrazan diversos conceptos sin
mayores cuestionamientos. En cualquier caso, lo que importa es el objetivo final: que
tengas una fe viva.
No es extraño que todos pasemos por crisis de fe y que abriguemos dudas o pongamos
en tela de juicio ciertos aspectos doctrinales y hasta principios cardinales del
cristianismo. El Señor a menudo se sirve de tales batallas mentales y espirituales para
fortalecernos. Se puede valer de esos procesos para ayudarnos a redescubrir los
cimientos de nuestra fe, reafirmar nuestras creencias y adquirir mayor clarividencia.
Todo eso nos puede llevar a entender por qué atribuimos veracidad a ciertos principios
y a repasar el fundamento bíblico de nuestra fe.
Muchos cristianos han tenido crisis de fe o han batallado contra andanadas de dudas.
Me vienen al pensamiento casos notables como el de la Madre Teresa, Martín Lutero,
Adoniram Judson y otros grandes misioneros. Las crisis de fe que tuvieron y las batallas
que libraron para llegar a un punto de comprensión y de fe están bien documentadas.
No obstante, esas experiencias derivaron en una fe más fuerte, en un conocimiento más
profundo de Dios y de la relación íntima que Él quiere entablar con cada uno de
nosotros. Sus batallas y victorias han inspirado a muchos. Me atrevería a decir que sus
debates internos también les infundieron una comprensión más profunda de las batallas
que tienen las personas para definir su fe, y que en última instancia sirven para
fortalecerla. Es posible que tú mismo hayas tenido experiencias similares.
En vez de ver las dudas y las crisis de fe como amenazas para nuestra fe que deben
resistirse y eliminarse de la mente y del corazón, conviene tener en cuenta que los
cuestionamientos, las dudas y el escepticismo también pueden ser peldaños que nos
conduzcan a una fe cristiana fuerte y madura. Pueden llevarnos a reflexionar para
entender nuestra fe, a investigar para determinar la veracidad de nuestras
creencias (Hechos 17:11) y llegar a tener una fe razonada y de carácter personal. Una fe
edificada sobre esas bases no se tambalea con facilidad cuando es cuestionada por
posturas o creencias contrarias o por los argumentos intelectuales de los no creyentes.
En última instancia, todo ello puede derivar en una fe más fuerte y curtida.
¿Alguna vez has tenido una crisis de fe? Es muy probable que si. De hecho estoy
convencido de que todos pasamos por esas crisis de fe. Algunos toman malas
decisiones, otros buscan sabiduría y muestran obediencia. Abram y Saraí pasaron por
esa crisis de fe. ¿Qué debían hacer? Su decisión fue querer ayudar a Dios de acuerdo a
su plan. ¿Te ha pasado algo así? ¿Has tomado decisiones apresuradas por no esperar la
promesa de Dios? Si es así, esta historia es un poderoso recordatorio de que aún en
medio de nuestra debilidad, Dios sigue teniendo el control y cumple su voluntad. No te
desanimes, Dios quiere cumplir su propósito en ti. (Salmo 138:8)
En la Palabra
Génesis 16-18
Habían pasado 10 años de la promesa que Dios le hizo a Abram de darle un hijo. Abram
ya tenía 85 años y su esposa Saraí 75. Saraí tuvo un plan para “ayudar” a Dios. Abram
tomaría a su sierva para tener un hijo con ella. Sin embargo esto demostró ser una mala
idea y una mala decisión por parte de Abram. Agar, la sierva de Saraí, tuvo un hijo a
quien puso por nombre Ismael (el padre de los Ismaelitas –las naciones árabes).
En la Práctica
En nuestra vida hemos pasado por crisis de fe y no hemos obedecido a Dios, sino que
hemos hecho nuestra propia voluntad. Algunas de las malas decisiones que hemos
tomado han dejado consecuencias permanentes. Las consecuencias de esa la mala
decisión de Abram y Sara las seguimos viendo hoy entre los descendientes de Abraham
(Israelitas) y los descendientes de Ismael (Árabes). Aún así, Dios cumplió su promesa de
bendición y de dar un hijo a Abraham. Dios es misericordioso y poderoso para
transformar en triunfos nuestras tragedias.
Dios tiene un plan para ti que el va a cumplir, El es fiel. ¿Cuál es la tragedia que necesitas
traer a Dios para que la transforme en triunfo? Tal vez te has alejado de Dios y has
tomado decisiones equivocadas. Hoy es el momento de volver a tu Padre amoroso,
pedir perdón, y obedecer a Dios. El puede transformar tu situación, traer bendición y
transformar tu tragedia en triunfo.