La expresión “Tengo sed” que proclamó nuestro Señor en la cruz, en
primera instancia nos muestra la condición humana de JESÚS; el mismo DIOS que se hizo carne, es decir, se hizo hombre igual a nosotros menos en el pecado y que también sintió sueño, dolor, fatiga, hambre y por supuesto sed. Ahora bien, si ahondamos un poco en esta expresión, en segunda instancia podemos ver que JESÚS probablemente no solo tenía sed física sino una sed de otras magnitudes: una sed de justicia. Con esta expresión, JESÚS quiere que todos seamos conscientes de que tenemos una sed muy grande, si el mismo DIOS allá en la cruz clamaba por un poco de agua, ¿por qué no nosotros? Pues Nuestro Señor desde arriba, desde la cruz, vio a toda aquella humanidad que padecía de sed, una sed que no es saciada por el mundo que nos rodea, una sed que no se calma con las personas que nos rodean, una sed que no termina con las cosas materiales que nos rodean; entonces es allí donde el ser humano percibe y siente la necesidad de buscar ese “algo” o ese “alguien” que lo pueda saciar para siempre. Queridos hermanos, este caminar por la vida es la ruta que nos debe conducir a los brazos del PADRE, es un camino de obstáculos, adversidades, tribulaciones, enfermedades, problemas, angustias y un sinfín de elementos que nos agotan día a día y nos genera cansancio, hambre y sed, pero no física sino espiritual, por eso la importancia de tener siempre a la mano esa fuente inagotable de amor, de agua viva que es el mismo JESÚS, agua profunda que quita la sed. Recordemos el pasaje bíblico de la Samaritana, aquella mujer que se encontró con JESÚS junto a un pozo. En ese diálogo de corazón a corazón aquella mujer se sintió sanada y reorientada. Porque entendió que la única y verdadera fuente de agua que calma la sed es JESÚS. “Señor, dame esa agua”. Es la petición de la samaritana. Hagamos nuestra esta petición: “Señor, danos a beber de un agua que quita la sed, que nos orienta, que despierta nuestra esperanza y nos compromete con los demás. Señor, con tu agua, nuestra vida se convertirá también en pozo para otros, en corazón que bombea amor y solidaridad, refresco y descanso en medio del desierto”. Amén.