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Escenarios Organizativos e
Iniciativas Institucionales
en torno al Movimiento
Negro en Colombia

Chapter · January 2001

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Mauricio Pardo
University of Caldas
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MOVIMIENTOS SOCIALES, ESTADO Y DEMOCRACIA

Centro de Estudios Sociales de la


Universidad Nacional de Colombia
Tercer Observatorio Sociopolítico y Cultural
Orlando Fals Borda
Mauricio Archila
Alvaro Delgado
Martha Cecilia García
Maria Clemencia Ramírez
Henry Salgado Ruiz
Remo Ramírez Barca
Ingridjohanna Bolívar
Margarita Chaves Chamorro
Carlos Vladimir Zambrano
Astrid Ulloa
Mauricio Pardo
Patricia Tovar
Julio Eduardo Benavides Campos
Mauricio Romero
Flor Alba Romero
Fabio López de la Roche
Reinaldo Barbosa Estepa
Leonor Perilla Lozano
MAURICIO ARCHILA Y MAURICIO PARDO
(Editores)

Movimientos sociales, Estado


y democracia en Colombia

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA


Centro de Estudios Sociales
INSTITUTO COLOMBIANO DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA
© de los artículos:
Los respectivos autores
© de esta edición:
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA
Facultad de Ciencias Humanas
Centro de Estudios Sociales
INSTITUTO COLOMBIANO DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA

Primera edición:
marzo de 2001
ISBN 958-06-38-92-9

Todos los derechos reservados.


Prohibida su reproducción total o parcial
por cualquier medio sin permiso del editor.

Edición, diseño y armada electrónica:


Sánchez, De Narváez & Jursich
Impresión y encuademación:
LitoCamargo Ltda.
Impreso y hecho en Colombia
ÍNDICE

Movimientos sociales, Estado y democracia en Colombia

PREÁMBULO
6

Comentarios sobre la diversidad de los movimientos sociales 10


Orlando Fals Borda
Vida, pasión y... de los movimientos sociales en Colombia 16
Mauricio Archila

PRIMERA PARTE
Luchas laborales y cívicas
49

Las nuevas relaciones de trabajo en Colombia 51


Alvaro Delgado
Luchas y movimientos cívicos en Colombia durante
los ochenta y los noventa, transformaciones
y permanencias 88
Martha Cecilia García
SEGUNDA PARTE
Protestas agrarias
125

Los movimientos cívicos como movimientos sociales


en el Putumayo: el poder visible de la sociedad civil
y la consrrucción de una nueva ciudadanía 127
María Clemencia Ramírez
Procesos y estrategias socio-organizativas en el Guaviare 150
Henry Salgado Ruiz
El movimiento cafetero campesino y su lucha contra
los efectos de la apertura económica 173
Renzo Ramírez Bacca
MOVIMIENTOS SOCIALES

TERCERA PARTE
Acción colectiva y etnicidad
205

Estado y participación: ¿La centralidad de lo político? 207


Ingrid Johanna Bolívar
Discursos subalternos de identidad y movimiento indígena
en el Putumayo 234
Margarita Chaves Chamorro
Conflictos por la hegemonía regional.
Un análisis del movimiento social y étnico
del Macizo Colombiano 260
Carlos Vladimir Zambrano
El nativo ecológico: movimientos indígenas
y medio ambiente en Colombia 286
Astrid Ulloa
Escenarios organizativos e iniciativas institucionales
en torno al movimiento negro en Colombia 321
Mauricio Pardo

CUARTA PARTE
Movimientos de mujeres
347

Las Policarpas de fin de siglo: mujeres, rebelión,


conciencia y derechos humanos en Colombia 349
Patricia Tovar
Movimientos de mujeres populares en el Perú:
madres aprendiendo juntas a gestar ciudadanía 375
Julio Eduardo Benavides Campos
índice

QUINTA PARTE
Movilizaciones por la paz y derechos humanos
403

Movilizaciones por la paz, cooperación


y sociedad civil en Colombia 405
Mauricio Romero
El movimiento de derechos humanos en Colombia 441
Flor Alba Romero

SEXTA PARTE
Imaginarios, territorios y normatividad
473

Medios de comunicación y movimientos sociales:


Incomprensiones y desencuentros 475
Fabio López de la Roche
Imaginarios colecrivos y crisis de representación:
las disputas territoriales en un Estado en entredicho 495
Reinaldo Barbosa Estepa
Acerca de la noción de problema social en la Reforma
Constitucional de 1936 y la Constitución de 1991,
como expresión del Estado social
y social de derecho en Colombia 522
Leonor Perilla Lozano

APÉNDICE
545
Los autores 547

ÍNDICE
549
TERCERA PARTE

Acción colectiva y etnicidad


Mauricio Pardo

E S C E N A R I O S ORGANIZATIVOS E INICIATIVAS
INSTITUCIONALES
EN T O R N O AL M O V I M I E N T O N E G R O EN C O L O M B I A 1

INTRODUCCIÓN

Desde hace unas tres décadas se ha hecho cada vez más eviden-
te que el panorama político que había sido registrado por los
estudios clásicos de la sociedad había entrado en una etapa de
significativas transformaciones. El orden social mundial de la
postguerra - d e consolidación del Estado de bienestar en los paí-
ses capitalistas, del socialismo estatista en buena parte del pla-
neta y de una oscilación entre autoritarismo, socialismo y demo-
cracia populista en los países capitalistas periféricos, muchos de
ellos apenas saliendo de la dominación colonial- acusaba sínto-
mas de agotamiento. La delimitación de los actores políticos en
la arena nacional entre agentes de los Estados nacionales de norte
homogéneo, partidos políticos tradicionales, grupos marxistas
de múltiples tendencias, uniones sindicales, da paso a una crisis
de las definiciones nacionales, a la irrupción de una serie de
nuevos actores políticos, los cuales reclaman u n heterogéneo

1
El contenido de este artículo se deriva de cortos viajes que hice en el Pacífico
colombiano en 1993, 1994 y 1998, y también de numerosas conversaciones con lí-
deres populares, académicos y funcionarios, en los últimos seis años. Debo una par-
te importante de las ideas aquí consignadas a las comunicaciones verbales o escritas
con mis compañeros de investigación del proyecto "Poblaciones negras y moderni-
dad. Movimientos sociales, sociedad civil y Estado en el Pacífico colombiano", pa-
trocinado por el ICANH y Colciencias. Por supuesto, la responsabilidad sobre el con-
tenido del artículo es exclusivamente mía.
[ 322 ] MAURICIO PARDO

espectro de reivindicaciones; a un desprestigio de los partidos


tradicionales y a una declinación de las acciones de protesta guia-
das por alguna de las muchas tendencias de la izquierda mar-
xista. Con el ascenso del neoliberalismo anglosajón se inicia un
desmonte del Estado de bienestar; al poco tiempo, los regíme-
nes socialistas de Europa oriental se desploman. Los términos
del crédito internacional sufren un vuelco radical y la crisis de
la deuda propicia una retirada generalizada de los gobiernos de
sus responsabilidades sociales, dentro de programas de ajuste
estructural exigidos por el FMI, al tiempo que las interconexiones
internacionales se exacerban en el proceso que viene a ser de-
nominado como globalización.
La crisis latinoamericana de la deuda durante el fin de los
setenta y comienzos de los ochenta propicia aún más el decai-
miento del ideal nacional y la deslegitimación de los partidos
tradicionales y de la izquierda ortodoxa. Surgen entonces varios
tipos de los nuevos actores políticos, entre los que han sido no-
torios los movimientos locales por servicios o atención estatal,
movimientos por los derechos humanos, movimientos por la res-
tauración democrática, movimientos de mujeres, movimientos
barriales de solidaridad en la crisis, movimientos cristianos de
base, movimientos ambientales y movimientos étnicos.
En Colombia, la década de los setenta vio una explosión de
movimientos cívicos y el nacimiento del movimiento indígena
organizado. De la misma época datan los primeros intentos de
constituir un movimiento negro por la reafirmación étnica y
contra la discriminación, con la creación de grupos de discusión
de estudiantes e intelectuales en algunas de las principales ciu-
dades. A mediados de los ochenta surgieron organizaciones de
campesinos negros en el Chocó. Estas organizaciones étnicas pla-
nearon un viraje de anteriores reclamos por inclusión y ciuda-
danía -ser reconocidos plenamente como colombianos-, a re-
clamos por la legitimación de la diferencia -ser reconocidos como
E n torno al movimiento negro en Colombia l 323 ]

colombianos diferentes-. Esta exigencia, que iba en contravía de


la Constitución vigente de 1886, dirigida a un conjunto de ciu-
dadanos libres e iguales ante la ley, vino a tener cabida dentro
del orden político que proclamó la Constitución de 1991.
Este artículo pretende reflexionar sobre las interacciones
entre actividades institucionales y el movimiento negro en Co-
lombia durante el período comprendido entre 1993 y 1999, es
decir, en los siete años siguientes a la expedición de la Ley 70
de 1993 sobre comunidades negras2. Para ello se presentan bre-
vemente aspectos del movimiento negro antes, durante su estu-
dio y después de la puesta en vigencia de dicha ley, y de sus re-
laciones con entidades nacionales, regionales o locales.

MOVIMIENTO SOCIAL NEGRO EN COLOMBIA:


ORGANIZACIÓN, IDEOLOGÍA Y POLÍTICA

La tesis central de este escrito es la de que las actividades, políti-


cas y discursos gubernamentales en buena parte derivados de los
desarrollos de esta ley han condicionado significativamente la
iniciativa y repertorio de acciones de las distintas expresiones del
movimiento social negro en Colombia. Sin corresponder a un
accionar deliberado por parte del Estado, el conjunto de proyec-
tos, escenarios institucionales y actividades de los diferentes or-
ganismos y funcionarios han copado, fragmentado y dispersado
el tiempo y el accionar de activistas, grupos y organizaciones del
movimiento negro, restándole posibilidades de elaborar nuevas

2
En 1991 se eligió en Colombia una Asamblea para reformar la Constitución po-
lítica. Una vez expedida la nueva Constitución, en ésta se incluyó el Artículo Transi-
torio 55 que ordenaba al gobierno constituir una Comisión especial, la cual redacta-
ría para estudio del Congreso el texto de un proyecto de ley para la protección del
territorio y la cultura de las comunidades negras de la costa del océano Pacífico y
otras poblaciones de características similares.
[ 324 ] MAURICIO PARDO

propuestas o de reexaminar sus presupuestos ideológicos, sus


estrategias organizativas, su posición dentro del concierto na-
cional o las perspectivas de coordinación y comunicación entre
las distintas vertientes del movimiento.
La dispersión de la movilización y el enfriamiento ideológi-
co nacional han coexistido en varios casos con notoria actividad
de dinámicas locales, como en algunas organizaciones de río en
el Pacífico, en organizaciones y grupos en los centros urbanos,
especialmente en eventos sobre la cultura y la historia negras,
en el inicio de un movimiento pedagógico negro con diferentes
expresiones a través del país, o en la radicalización del movi-
miento sanandresano. Esta situación hace que sea difícil hablar
de un movimiento negro en Colombia como un fenómeno con-
sistente.
Esta dificultad para articular acciones y propuestas de alcance
nacional puede verse como consecuencia de la combinación de
dos factores: de un lado, la carencia de un manejo hacia conver-
gencias mínimas a partir de la heterogeneidad ideológica de las
organizaciones de movimientos sociales negras y, por otro lado,
la institucionalización de un modo de asignar recursos por par-
te del Estado a organizaciones locales y pequeñas ONG {cf. Gam-
son y Meyer, 1996: 283-290). El hecho de haber logrado u n
amplio espectro de concesiones en un tiempo relativamente corto
a través de la Ley 70 se interpuso en la posibilidad para los gru-
pos y organizaciones negras de haber consolidado redes de di-
mensión nacional, y provocó u n viraje hacia u n cariz más ins-
trumental que subcultural del conjunto del movimiento {cf
Kriesi, 1996: 158).
Aunque con diferentes énfasis, los estudiosos de los movi-
mientos sociales reconocen contemporáneamente en su mayo-
ría que el desarrollo de la acción colectiva depende tanto de las
formas de organización, de los planteamientos ideológicos como
de los contextos políticos. En cuanto a este último aspecto, la
En torno al movimiento negro en Colombia [ 325 ]

tendencia denominada del "proceso político", especialmente los


escritos de Tilly y de Tarrow, ha subrayado que los movimientos
sociales varían de acuerdo con las características de los regíme-
nes políticos a los que se enfrentan. Los procesos de formación
o transformación nacional, ya sea de integración territorial, de
expansión de los medios de comunicación, de reforma política,
de protagonismo de determinados actores o sectores sociales,
de presencia d e conflictos, son el medio a través del cual los
movimientos sociales aparecen, se desarrollan o languidecen. El
repertorio de tácticas, y formas de acción colectiva, el cual nace
de forma paralela al estado contemporáneo, es difundido y trans-
mitido por medio de esos procesos de dimensión nacional, los
cuales se inscriben a su vez en tendencias internacionales (Tarrow,
1994: 7).
En el caso de los movimientos negros colombianos, se ob-
serva que en un nivel más inmediato, preocupaciones de rango
nacional -como el mejoramiento de las instituciones políticas y
el reconocimiento de la multiculturalidad, particularmente den-
tro del proceso que llevó a la Constitución de 1991, o la integra-
ción al concierto de la nación de la región del Pacífico bajo ima-
ginarios de biodiversidad- fueron contextos que propiciaron y
facilitaron la visibilidad y entrada al concierto nacional del mo-
vimiento negro. En una instancia algo menos reciente, se tiene
el surgimiento de movimientos étnicos, principalmente indíge-
nas en Latinoamérica, entre los cuales el movimiento indígena
colombiano mostró particular dinamismo. La organización in-
dígena en el Chocó se posicionó notablemente como una expre-
sión de organización de base en lucha por sus derechos, apor-
tando de esta manera un paradigma de organización y de recla-
mos que influyó decisivamente en el surgimiento de la organi-
zación campesina negra en el Chocó, pionera del movimiento
negro contemporáneo articulado en torno a lo territorial y a lo
étnico.
[ 326 ] MAURICIO PARDO

De otra parte, otros autores han notado que frecuentemente


los movimientos actuales, como reacción a la prolongada domi-
nación del populismo, paternalismo y cooptación de los parti-
dos políticos tradicionales, se han distanciado de ventilar agen-
das políticas ambiciosas y se han concentrado en elaboraciones
identitarias "autolimitantes". Por razones similares, algunos
movimientos argumentan defender su autonomía como justifi-
cación para persistir en situaciones de fragmentación y para
evitar esfuerzos hacia la coordinación o la unidad de acción en
escenarios nacionales. (Foweraker, 1995: 61). En efecto, las dife-
rentes expresiones del movimiento negro en Colombia han par-
ticipado de manera muy limitada en actividades de coordina-
ción con otros sectores de los movimientos sociales y populares,
o aun en procesos reflexivos de exploración de posibles desa-
rrollos comunes de los distintos discursos e imaginarios.
Como se comentó al comienzo, algunos analistas de los mo-
vimientos sociales han anotado que el avance de éstos depende
de una sumatoria de factores que combinan la coyuntura política
nacional, las costumbres políticas locales, las formas de organiza-
ción interna de los movimientos y sus contenidos ideológicos
(McAdam, McCarthy, Zald, 1996). Otros académicos han señala-
do que las organizaciones pueden ser impulsoras del movimien-
to social pero también pueden ser sus anestesistas o sepultureras.
Así mismo, en diversas oportunidades los teóricos de la acción
colectiva han notado que ante la carencia de versatilidad orga-
nizativa y de solidez ideológica, los logros institucionales produc-
to de las acciones confrontacionales del movimiento pueden anu-
lar su impulso y ocasionar retrocesos bien considerables (Tarrow,
1994).
La reflexión sobre el movimiento negro en Colombia pone
en evidencia la compleja articulación de circunstancias como las
mencionadas arriba, su carácter fragmentario, desigual y hete-
rogéneo. Revela que conceptos o entidades como comunidades
En torno al movimiento negro en Colombia l 327 ]

negras, identidad negra y movimiento negro tienen diversas


acepciones y están en continua construcción, que los parámetros
identitarios están inmersos en procesos en constante realinea-
miento y que hay varias concepciones sobre "lo negro" en Co-
lombia. Dichas concepciones pasan por múltiples ejes, algunos
anclados más en lo local que otros, pero todos cruzados por las
comunicaciones que la globalización propicia, ya sea para reafir-
mar las luchas territoriales y prácticas ambientales de produc-
tores locales o para propiciar intercambios internacionales en-
tre descendientes de la diáspora africana occidental (Wade, 1998;
Agier, 1999: 197-204).
De otra parte, los avances políticos de los movimientos socia-
les no pueden ser medidos únicamente por sus adelantos
organizativos o por sus logros reivindicativos. De acuerdo con
planteamientos como los de Gramsci (1997) y Touraine (1987)
en cuanto a los aspectos culturales del conflicto político, y con re-
cientes tendencias sobre la dimensión cultural de la política de
los movimientos sociales, la construcción discursiva con la cual los
movimientos hacen reclamos, plantean reivindicaciones o buscan
nuevas definiciones sobre su posicionamiento en la sociedad y
frente al Estado son importantes piezas de política cultural, la cual,
en muchos casos, busca no sólo participar en las estructuras del
poder, sino replantear su ejercicio, o sea transformar las culturas
políticas prevalecientes (Alvarez, Dagnino y Escobar, 1998).
Siguiendo esta argumentación, puede verse entonces que el
movimiento negro colombiano desarrolla continuamente distin-
tas propuestas político-culturales, las cuales están algunas veces
en diálogo dinámico entre ellas, y otras veces en confrontación.
Aquí, también, los discursos e idearios que apuntalan la creación
y consolidación de los territorios colectivos han tenido mayor
desarrollo y posicionamiento. Estos planteamientos involucran
visiones sobre el medio ambiente, la diversidad cultural y bio-
lógica, los patrones culturales de asentamiento y de uso de los
[ 328 ] MAURICIO PARDO

recursos naturales, que se contraponen a los imaginarios del


desarrollo basados en el lucro, la acumulación y la expoliación
de las poblaciones locales y el medio ambiente (Villa, 1998: 443-
444).
Sin embargo, otros discursos dentro del movimiento negro
-como los antes mencionados, centrados en la reivindicación de
aspectos expresivos y artísticos de la cultura negra, en diálogos
internacionales con otros pueblos negros, en el avance de pro-
cesos educativos enfocados hacia la especificidad cultural negra,
en reivindicaciones económicas y políticas de la población ne-
gra urbana y de otras áreas fuera del Pacífico-, están localizados
en pequeñas organizaciones y no han logrado ubicarse en un
terreno sólido de negociación con el Estado, pese a estar conte-
nidos también dentro de las consideraciones de la Ley 70. Estos
reclamos tampoco han logrado ampliar significativamente su
base social o motivar movilizaciones de considerable impacto.
Los activistas y organizaciones que plantean estas reivindicacio-
nes tienen el reto de ampliar su inserción en las bases sociales,
de dinamizar puntos de articulación con los planteamientos de
los campesinos negros del Pacífico y de configurar escenarios de
alcance nacional (Agudelo, 1988: 33), y de retomar tanto los re-
clamos más recientes como los aspectos más idiosincrásicos de
la sociedad negra, localizados en los asentamientos rurales, ya
sea en cuanto a su organización social, sus creaciones expresivas
o sus estrategias productivas para avanzar en la conformación
de enunciados identitarios.
Es muy diciente, respecto a las dificultades del movimiento
negro para articular demandas de alcance nacional, que las exi-
gencias de los raizales sanandresanos para detener el proceso
de sobrepoblación de inmigrantes continentales y recuperar por
parte de los isleños nativos el control territorial, político y cul-
tural del archipiélago -planteado recientemente al gobierno
como un proyecto de ley para aprobar un Estatuto Raizal-, no
En torno al movimiento negro en Colombia [ 329 ]

hayan sido parte de una estrategia concertada con otras orga-


nizaciones o sectores del movimiento negro en el país. El movi-
miento de los raizales con notoria base social en el archipiélago
sanandresano -que ha involucrado paros, tomas de la isla y agi-
tadas manifestaciones, y que ha logrado la presencia de delega-
ciones negociadoras del gobierno nacional-, constituye, junto
con las acciones colectivas en pro del territorio de los campesi-
nos del Atrato y con las movilizaciones en pro de la inclusión de
la cuestión negra en la Constituyente, el conjunto de expresio-
nes más notables del movimiento negro que han involucrando
significativa participación colectiva.
Muñera ha subrayado que los énfasis en la parte emotiva de
los movimientos sociales de los tempranos enfoques funcionalistas
sicologizantes, en la racionalidad pragmática de la escuela de
movilización de recursos, o en la formación identitaria o de va-
lores de los analistas de la llamada tendencia de los "nuevos"
movimientos sociales, no son excluyentes o equivocados, sino
expresiones posibles de los movimientos de acuerdo con sus
niveles de consolidación política3 (Muñera, 1988: 471-473). En
efecto, en el movimiento negro en Colombia se puede ver cómo

3
La teo fa sobre movimientos sociales surge en un principio como parte del aná-
lisis sobre comportamiento colectivo, y acudía a explicaciones sobre desadaptaciones
o expresiones marginales respecto del contexto social (Smelser, Turner y Killian).
Este enfoque funcionalista de los años cincuenta y sesenta en Norteamérica fue su-
cedido por el enfoque llamado de movilización de recursos, en el que los integran-
tes de los movimientos sociales eran vistos como actores racionales tomando deci-
siones sobre el uso de recursos, ya fueran económicos, políticos u organizativos en la
instrumentación de sus reclamos (Olson, McCarthy y Zald). Otros sociólogos norte-
americanos vieron la necesidad de examinar el desarrollo de los movimientos socia-
les en estrecha relación con las acciones del Estado, en la que se ha dado en llamar
la teoría del proceso político (Tilly, Tarrow). Por otro lado, principalmente en Euro-
pa, la tendencia conocida como de los "nuevos" movimientos sociales hace énfasis
en las construcciones de identidad, por la cual los movimientos se autodefmen y
construyen propuestas alternativas de orientación de la sociedad (Touraine, Melucci,
[ 330 ] MAURICIO PARDO

han predominado aspectos emotivos y pragmáticos en la bús-


queda de elementos identitarios y programáticos que pudieran
ampliar la trascendencia y convocatoria política. Las organiza-
ciones de pobladores rurales con territorios susceptibles de ti-
tulación colectiva han preferido proteger su independencia y su
interlocución con el Estado, a buscar escenarios de concertación
con otras expresiones del movimiento negro. A su vez, otras or-
ganizaciones con planteamientos diversos en defensa de otros
aspectos de las poblaciones negras no han logrado tampoco avan-
zar en la consolidación de propuestas y acciones hacia la confor-
mación de un movimiento negro de alcance nacional.

LA BÚSQUEDA DE UN CONCIERTO NACIONAL


Y EL SURGIMIENTO DE LO RURAL

Con anterioridad a la promulgación de la Constitución de 1991,


el movimiento negro colombiano se hallaba disperso en esos
varios frentes, con diferentes antecedentes y procesos en lo ideo-
lógico y en lo organizativo, y no había encontrado escenarios de
encuentro de alcance nacional o por lo menos regional.
Hacia los años setenta, un par de organizaciones impulsa-
ban grupos de discusión estudiantiles acerca de la discrimina-
ción y de luchas por el pleno reconocimiento ciudadano de las
gentes negras en las principales ciudades del país. Algunos de
estos activistas impulsaban en la costa atlántica la organización
de trabajadores negros (Cassiani, 1999).
De reciente formación, remontándose a mediados de los
ochenta, se tenían las organizaciones campesinas de las princi-

Offe). En la actualidad la mayoría de los analistas coinciden en que son necesarias


visiones complejas que consideren aspectos emotivos, instrumentales, expresivos, de
los movimientos sociales en complejos contextos políticos de alianzas y confronta-
ciones, de oportunidades y dificultades, e inscritos en coyunturas específicas dentro
de las tendencias estructurales generales del Estado y del capitalismo.
En torno al movimiento negro en Colombia [ 331 ]

pales cuencas fluviales en el Chocó, de las cuales la más notable


era ACIA, la Asociación Campesina Integral del Atrato. Esta or-
ganización había logrado avanzar notablemente en su confron-
tación con las compañías madereras, lo cual obligó al gobierno
a negociar el futuro de esos territorios. Poco después se forman
otras organizaciones de cuenca fluvial en el Chocó.
La conformación de estas organizaciones no sería explicada
enteramente si se pasara por alto la importancia de la organiza-
ción indígena departamental establecida en 1980, OREWA, la cual,
en el escenario regional, había mostrado la factibilidad de organi-
zar las comunidades locales alrededor de reivindicaciones propias
centradas en la propiedad colectiva del territorio y en el gobierno
propio, y argumentadas desde el derecho a la diferencia cultural.
Las líneas gruesas de este estilo de reclamación política fueron
adoptadas por ACIA inicialmente y después por las otras organiza-
ciones campesinas chocoanas (Archila, 1995: 280; Wade, 1995).
El impulso del movimiento de base se da entonces en el
Chocó en el reclamo territorial por asociaciones de campesinos
negros en las cuencas fluviales, y constituye un objetivo claro con
convocatoria de movilización. Presenta una convergencia de
aspectos organizativos y reivindicativos, en un ámbito geográfi-
co muy concreto, que no se había dado anteriormente en la his-
toria republicana del país entre las poblaciones negras.
En la sección sur del litoral pacífico, en los departamentos de
Valle, Cauca y Nariño a finales de los ochenta, existían también
procesos organizativos de variada naturaleza. Entre ellos estaban
algunas organizaciones para el progreso regional, asociaciones
gremiales (agricultores, carboneros, pescadores) y culturales, e
incipientes organizaciones de campesinos en unos veinte muni-
cipios (seis en el Valle, tres en Cauca y diez en Nariño), algunos
de ellos producto de los trabajos de acción social por parte de los
programas de pastoral social de las diócesis católicas y de algunas
parroquias. Se perfilaba también un grupo de activistas de ori-
[ 332 ] MAURICIO PARDO

gen estudiantil que planteaban la necesidad de impulsar un mo-


vimiento de amplio cubrimiento entre la población negra del país.
Los temas de construcción identitaria o marcos ideológicos de
estos sectores del movimiento negro eran análogamente hete-
rogéneos. Las organizaciones campesinas del Chocó se orientaban
hacia la protección, el control y el acceso al territorio y sus recur-
sos naturales. Asociaciones culturales trataban de consolidar pro-
cesos de conciencia colectiva a partir de las tradiciones estéticas y
expresivas, mientras que las asociaciones de productores defendían
su ingreso en situaciones hostiles de mercado. Grupos de intelec-
tuales trataban de articular los reclamos porjusticia social, con for-
talecimiento de la conciencia étnica o la inclusión de la población
negra en espacios de ciudadanía (Cassiani, 1999; Wade, 1996).
El panorama en cuanto a los parámetros organizativos in-
ternos era también variado. Las asociaciones campesinas gira-
ban alrededor de un modelo federativo de comunidades locales
agrupadas zonalmente, el cual sigue en sus rasgos principales
al modelo concéntrico de representación delegada que de ma-
nera exitosa habían implementado las organizaciones indígenas,
mientras que intelectuales de clase media se agrupan en peque-
ñas ONG, ejercen activismo individual o tratan -sin mucho éxi-
to, dada la tendencia centrífuga de la organización étnico-terri-
torial-, de impulsar procesos regionales (Pardo, 1998). En la costa
atlántica, en cambio, en ausencia de un movimiento rural de
dimensión significativa, el núcleo de profesionales y estudian-
tes ha mantenido un mayor activismo en pro de la consolida-
ción del movimiento negro regional (Cassiani, 1999).
En cuanto a los contextos políticos regionales y nacionales y a
las tradiciones políticas locales vernáculas -o según la terminolo-
gía de una escuela de sociología anglosajona sobre los movimien-
tos sociales, las oportunidades políticas, compuestas por la estruc-
tura institucional política y las relaciones de poder informales
(McAdam, McCarthy y Zald, 1996)-, en el Pacífico se dan unas
En torno al movimiento negro en Colombia [ 333 ]

características comunes. La política tradicional bipartidista y


clientelista colombiana encuentra en esta región una de sus ex-
presiones más exacerbadas. Las actitudes de las clases medias y
de la mayoría de los cuadros intelectuales negros se orientan a ser
incluidos en los circuitos políticos, sociales y económicos domi-
nantes en el país. Esta situación es u n factor importante para en-
tender cómo las organizaciones étnicas y sus promotores origina-
les, los equipos misioneros católicos no encontraron eco ni aliados
entre las clases medias urbanas de la región, y tuvieron que bus-
car apoyo en el movimiento indígena y en algunos sectores aca-
démicos del centro del país. Dicho contexto político institucional
facilitará también la comprensión de ulteriores desarrollos del mo-
vimiento negro en cuanto a acceso a recursos estatales.
Las otras regiones de importante población negra como la
costa atlántica y el archipiélago sanandresano no escapan de los
altos niveles de clientelismo, pero tienen actividades económi-
cas más diversificadas y complejas. A pesar de la alta población
urbana que se reconoce como negra, comunidades negras como
tales están muy específicamente localizadas, sin pasar de unas
veinte localidades de dimensión variada, incluyendo desde al-
gunos barrios en las ciudades capitales hasta municipios y co-
rregimientos. La comunicación entre estas localidades es enton-
ces relativamente fácil, haciendo más expedita la coordinación
regional del movimiento; su proceso ha sido entonces una con-
solidación paulatina (Cassiani, 1999).
En San Andrés, el problema del marginamiento de la pobla-
ción raizal nativa frente al crecido número de inmigrantes con-
tinentales tiene connotaciones políticas, culturales y ambienta-
les y ha mostrado solidez y considerable apoyo popular.
Los apartes anteriores muestran entonces cómo a principios
de la década de los noventa el panorama de las distintas expre-
siones del movimiento negro en Colombia era el de una gran
heterogeneidad y dispersión regional, tanto en los aspectos or-
[ 334 ] MAURICIO PARDO

ganizativos como en cuanto a los planteamientos ideológicos y


los procesos identitarios.

EL MOVIMIENTO NEGRO Y LA CONSTITUYENTE

En el nivel nacional, con anterioridad a la Constitución de 1991,


era muy escasa la recepción a las inquietudes que algunos em-
brionarios movimientos negros pudieran brindar, y los espacios
institucionales y políticos con alguna accesibilidad para los acti-
vistas negros eran muy restringidos. El espacio político estaba
copado por los dos partidos tradicionales y era abiertamente
hostil a los reclamos de inclusión política por parte de los secto-
res populares, organizaciones de base y movimientos étnicos. Los
movimientos y partidos de izquierda no consideraban la especi-
ficidad política de los grupos étnicos y no tenían ninguna pro-
puesta peculiar para la población negra, a la cual se considera-
ba como parte de los sectores explotados del país.
En Colombia, la convocatoria y las deliberaciones de la Asam-
blea Constituyente de 1991 abrieron espacios políticos en los que
sectores sociales y políticos anteriormente excluidos o ignora-
dos vieron la posibilidad de expresarse en el concierto nacional.
El orden político liberal, encarnado en la antigua Constitución,
que trazaba un imaginario nacional de homogeneidad cultural
y de delegación de la representación política a través del cerro-
jo parlamentario bipartidista, apareció entonces sujeto a replan-
teamiento. Pero aun en este marco de apertura la consideración
de la población negra dentro de las discusiones de los constitu-
yentes no parecía tener acogida (Wade, 1995). La mayoría de
las organizaciones negras que no pudieron ponerse de acuerdo
para unificar candidatos a la constituyente cuando habían efec-
tuado un encuentro preconstituyente, tuvieron que coordinar en-
tonces acciones y llevaron su movilización a las calles y recintos
políticos para presionar a la Asamblea.
En torno al movimiento negro en Colombia í 335 ]

Esta coyuntura marcó una notable oportunidad política que


permitió aglutinar a los dispersos núcleos de activistas y a las
heterogéneas organizaciones negras en torno a las banderas muy
concretas del reconocimiento de la especificidad sociocultural
de la población negra del país y a la necesidad de expedir una
normatividad que protegiera los fundamentos territoriales y cul-
turales de esa especificidad, y que propugnara por el bienestar
de dicha población. Estos reclamos intersectaban en un común
denominador el espectro de orientaciones ideológicas de los dis-
tintos grupos: la de aquellos que reclaman el cese del racismo
velado que ha marginado a la población negra dentro del con-
cierto nacional, la de algunos grupos culturales que propugna-
ban el reconocimiento y fortalecimiento de las manifestaciones
culturales y artísticas de la población negra, la de las organiza-
ciones campesinas chocoanas que aspiraban a asegurar sus te-
rritorios y recursos naturales, la de los raizales de San Andrés y
Providencia frente a la sobrepoblación inmigrante continental,
y la de algunos activistas que propugnaban la construcción y afir-
mación de una identidad étnico-cultural como medio para avan-
zar hacia la eliminación de las desigualdades.
La época de preparación y de las sesiones de la comisión re-
dactora de la ley para comunidades negras, y los meses que si-
guieron a su expedición, no tienen paralelo en cuanto a la mo-
vilización de las ideas y de las acciones nacionales de las organi-
zaciones, voceros y simpatizantes de la población negra colom-
biana. Los diferentes grupos pudieron expresarse y confrontarse
en la búsqueda de un estatuto para los descendientes de africa-
nos. La necesidad de representatividad de los deliberantes lle-
vó -con patrocinio gubernamental a la difusión de las discusio-
nes en las regiones con población negra del país-, a una activi-
dad sin precedentes de divulgación de las discusiones y proce-
sos de elaboración de la ley para comunidades negras (Agudelo,
1998).
[ 336 ] MAURICIO PARDO

DESPUÉS DE LA LEY 70

En los prolegómenos y deliberaciones para la redacción de la


ley se expresaron y discutieron preocupaciones muy diversas de
los representantes de los grupos negros. En repetidas ocasiones
se hizo mención de lo restrictivo que era el sector poblacional
concebido por el artículo transitorio 55, de cómo la situación
de la alta población urbana negra, los problemas de los raizales
sanandresanos, de numerosos grupos laborales negros, queda-
ban por fuera, así como de la discusión sobre numerosas situa-
ciones de exclusión, discriminación y marginamiento en contra
de las personas negras.
Como ha sido notado por comentaristas en numerosas oca-
siones, el artículo transitorio 55 y la Ley 70 de 1993 se refieren
a las zonas rurales del Pacífico (por ejemplo, Villa, 1998). Estas
piezas normativas aluden a una región y a una zona específica;
la Ley de Comunidades Negras es en realidad, en la mayoría de
su texto, una ley de comunidades negras rurales del Pacífico. Los
integrantes de la Comisión Especial trataron de suplir en parte
esta gran limitación al establecer un cubrimiento amplio de la
comisión consultiva de alto nivel, de manera que en el segui-
miento de la ley estuvieran representantes de la costa atlántica y
de las islas de San Andrés y Providencia.
Para muchos pobladores negros colombianos hubo por pri-
mera vez noticia o conciencia de una comunidad de factores
históricos y culturales que servían de fundamento para la pos-
tulación de una serie de intereses compartidos.
Pero bien pronto, incluso antes de la aprobación de la ley,
las organizaciones territoriales del Chocó se habían apartado del
intento de crear una coordinación nacional del movimiento ne-
gro, reticentes a ceder autonomía a grupos de activistas de sede
urbana pero carentes de representatividad en el seno de las or-
ganizaciones de base.
En torno al movimiento negro en Colombia i 337 ]

La Ley 70 contiene 8 capítulos y u n total de 68 artículos, de


los cuales los primeros 5 capítulos se refieren a la delimitación,
constitución y manejo de los territorios colectivos en el Pacífico,
y los otros son dirigidos a las comunidades negras en términos
más generales en cuanto a los derechos, la identidad cultural y
el desarrollo económico y social. La ley establece una gran can-
tidad de instancias de participación de los miembros de la po-
blación negra y de sus organizaciones en organismos oficiales y
en procedimientos de planeación y ejecución relacionados con
la población negra, sus territorios y los respectivos recursos na-
turales. Los recursos del Estado, contratos y empleos se consti-
tuyen en una importante fuente de recursos para las organiza-
ciones y activistas negros.
Como consecuencia de la Ley 70 y sus desarrollos, hay en la
actualidad miembros de las organizaciones o individuos respal-
dados por dichas organizaciones en las juntas directivas de en-
tidades regionales, o como empleados y contratistas en institu-
ciones regionales o nacionales.
Los logros derivados de la ley han permitido notables avan-
ces hacia el reconocimiento de los derechos de u n sector impor-
tante de la población negra colombiana -los pobladores ribe-
reños de los bosques del Pacífico-, y h a n abierto espacios para
interesantes perspectivas de configuración societal alternativos
a las premisas de propiedad privada de la tierra, de homogenei-
zación cultural y de economías de acumulación. Pero, de otra
parte, no se han proyectado efectivamente hacia otros aspectos
del espectro de reivindicaciones y derechos de las gentes negras
del resto del país, particularmente de aquellas por fuera de las
áreas rurales del Pacífico4. La Ley 70 de 1993 y sus consecuen-
tes implementaciones institucionales han ocasionado una apre-

4
Según algunas interpretaciones, en el último censo nacional de 1993 aproxima-
damente 30% de la población nacional total de 34 millones de habitantes se recono-
[ 338 ] MAURICIO PARDO

ciable constricción de la iniciativa política, ideológica y organi-


zativa nacionales, respecto de las perspectivas que se presenta-
ron durante la movilización en pro de la inclusión de los dere-
chos negros en la Constituyente y durante la discusión originada
por el artículo 55 transitorio de la Constitución, que condujo a
la promulgación de la Ley 705.
De otro lado, al haber previsto la Ley 70 el establecimiento
de territorios colectivos en el Pacífico administrados por conse-
jos comunitarios, las localidades con títulos o en proceso de ti-
tulación en la mayoría de los casos terminan prefiriendo inter-
locutar directamente con el gobierno y con las instituciones y se
desligan de las coordinaciones regionales con sede urbana. Esta

ce como perteneciente a la etnia negra. De este total, un número mucho más redu-
cido corresponde a comunidades negras, es decir, localidades con población mayor-
mente negra en las que están vigentes prácticas culturales y relaciones sociales de
características específicas de este grupo étnico. Estas comunidades se asientan prin-
cipalmente en el Pacífico, en un número aproximado de 800.000 personas; de ellas,
la mitad en asentamientos selváticos ribereños o costeros y la otra mitad en cabece-
ras municipales, mayormente en Buenaventura, Quibdó y Tumaco. Hay unas cien
mil personas en comunidades negras en la región atlántica o caribeña. Hay grandes
cantidades de población negra en barriadas de inmigrantes negros en Cali, Carta-
gena, Bogotá, Medellín, Barranquilla y otras ciudades colombianas. El sector de
Aguablanca en Cali, con unas 200.000 personas negras oriundas mayormente del
Pacífico surcolombiano, es la mayor concentración urbana de población negra en
Colombia; otras 100.000 personas negras viven en otros barrios de Cali (Barbary,
1998a, 1998b).
3
La Ley 70 establece los procedimientos para reconocerles territorios colectivos a
las comunidades negras que ocupen y usufructúen territorios selváticos, se organi-
cen en Consejos Comunitarios y soliciten la titulación.
La Ley ordena un manejo concertado y sostenible de dichos territorios, otorga
derechos especiales a las comunidades negras en la actividad minera, e instaura me-
didas para la protección cultural y la promoción socia) y económica de la población
negra colombiana; crea la Dirección de Comunidades Negras en el Ministerio del
Interior y las Comisiones Consultivas departamentales y nacional para concertar
políticas entre los representantes de las comunidades negras y las instituciones esta-
tales.
En torno al movimiento negro en Colombia i 339 ]

situación, que ya se había consolidado en el Chocó6 desde los tiem-


pos de discusiones de la ley en 1992 y 1993, en donde las organi-
zaciones rurales tenían cierta solidez, se ha generalizado ahora
hacia el sur, al resto del Pacífico. El resultado especialmente pal-
pable desde hace unos dos años es el de un número creciente de
organizaciones ribereñas étnico-territoriales con muy poca coor-
dinación entre ellas, destinatarias de la mayoría de los recursos
institucionales previstos por la Ley 70, y el de otra cantidad de
organizaciones de escaso número de miembros y de objetivos di-
versos -ambientales, educativos, cívicos, culturales, étnico-políti-
cos-, radicadas en los centros urbanos y en las regiones por fuera
del Pacífico, con análoga poca coordinación en los escenarios re-
gionales y nacionales. Aparece entonces claro que, como lo ha
sugerido un estudioso de los movimientos sociales en América
Latina, en ausencia de sólidas conformaciones identitarias y de
claros y concisos objetivos políticos a largo plazo, después de un
proceso de negociación con el Estado, los movimientos sociales
pueden verse abocados a competir entre ellos mismos por recur-
sos, a administrar logros económicos para satisfacer a sus miem-
bros, y a entrar en un proceso de institucio-nalización (Foweraker,
1995: 65-82). En la situación antes descrita, las organizaciones
étnico-territoriales se concentran sobre los recursos derivados de
la Ley 70, mientras que organizaciones negras de otro tipo care-
cen de marcos institucionales que les provean recursos para satis-
facer o engrosar sus bases, y no encuentran una manera de am-
pliar el efecto de sus reclamos para motivar una movilización social.

6
El Pacífico colombiano es una franja selvática de tierras bajas que se extiende de
norte a sur entre Panamá y Ecuador, limitada al oriente por la cordillera de los An-
des. Tiene aproximadamente 1.000 km. de largoy unos 100.000 km 2 . Políticamen-
te, está dividido en cuatro departamentos, de norte a sur: Chocó, Valle, Cauca y
Nariño. El Chocó está enteramente en la llanura del Pacífico, mientras los otros tres
departamentos tienen buena parte de su territorio y sus capitales en las montañas y
valles interandinos.
[ 340 ] MAURICIO PARDO

Las Comisiones Consultivas departamentales y nacional, que


establece la Ley 70, se han convertido en los únicos terrenos de
encuentro de las distintas vertientes del movimiento negro, pero
mucho más de una manera reactiva ante ciertos puntos de la agen-
da institucional que como espacios de convergencia que pudie-
ran ser utilizados para retomar la iniciativa frente al gobierno o
reconstruir las bases programáticas hacia una mayor inclusión y
coordinación. A este respecto, es sintomático que en la Consulti-
va Nacional de 1999 los puntos más álgidos en discusión hayan
girado en torno a los territorios colectivos, como los de planes de
manejo de recursos naturales, el estatus de los manglares dentro
de los territorios colectivos y los derechos de los mineros arte-
sanales, mientras que otras temáticas que pudieran reforzar las
dimensiones nacionales del movimiento negro -como la pobla-
ción negra desplazada por la guerra, la cátedra afrocolombiana 7 ,
las facilidades de acceso a estudiantes negros en la educación su-
perior, la problemática poblacional de los raizales isleños o la si-
tuación marginal de la población negra asentada en las grandes
ciudades- tienen una figuración muy secundaria.

CONCLUSIONES

La Ley 70 creó una agenda de proyectos por cumplir y unos esce-


narios de participación institucional y de representación legal que
se convirtieron en un guión preestablecido para el movimiento
negro. Desde la puesta en vigencia de la ley, las expresiones de
acción colectiva de la población negra no han podido eludir este
libreto, limitando de esta forma su capacidad de convocatoria y
movilización y, por lo tanto, de una calificación de sus métodos
de organización, de sus demandas, de sus mecanismos identitarios

' La Ley 70 ordena la implementación de una estrategia educativa sobre los valo-
res y realidades de la población negra.
En torno al movimiento negro en Colombia [ 341 ]

y, en últimas, de impacto y posicionamiento en el conjunto de la


vida política nacional.
La filtración de tradiciones políticas partidistas tradiciona-
les circundantes y los estilos organizativos internos en el Pacífi-
co han conducido a que la mayoría de las dirigencias de las or-
ganizaciones entraran sin mayor reflexión previa a disputarse
empleos, posiciones directivas y recursos provenientes del Esta-
do, perdiendo de esta manera la iniciativa en el trazado de la
agenda política y quedando así restringidas a una perspectiva
puramente institucional trazada por la Ley 70. Se han ubicado
así en la situación desventajosa de que para poder continuar en
sus reclamaciones al Estado, y la profundización de la dinámica
organizativa, las organizaciones dependen casi exclusivamente
de los recursos del Estado. Puede decirse entonces que la aper-
tura de espacios políticos no reportó mayor comodidad de ma-
niobra a las organizaciones negras, sino, por el contrario, una
limitación conceptual y logística de su accionar.
Las previsiones de la Ley 70 sobre participación de las orga-
nizaciones y personas negras en la planificación y la gestión
concernientes a la población negra y sus territorios han acen-
tuado el faccionalismo y una disminución del dinamismo orga-
nizativo, al entrar en competencia las organizaciones tanto de
base como ONG por el protagonismo y reconocimiento oficial, y
al haberse debilitado los escenarios de coordinación entre los
actores del movimiento negro subregional, departamental y na-
cional. Dentro de este panorama, se han consolidado de una for-
ma fragmentada las organizaciones de base territorial en proce-
so de titulación o manejo de territorios colectivos, pero otros tipos
de organizaciones han visto disminuir notablemente su dinamis-
mo y protagonismo, y han sido opacadas las reivindicaciones de
otras poblaciones negras fuera del Pacífico.
Este proceso basado en federaciones de organizaciones lo-
cales con reclamos territoriales que había irrumpido con fuerza
[ 342 ] MAURICIO PARDO

en el Chocó, en los siete años siguientes a la expedición de la


ley, ha ido extendiéndose por todo el Pacífico, ya que la Ley 70
prevé la creación de Consejos Comunitarios para la solicitud,
trámite y posterior administración de territorios colectivos. En
consecuencia, los modelos organizativos de estas poblaciones se
estructurarán a partir de los Consejos Comunitarios, ya sea in-
dividualmente o en federaciones de éstos, y dado que el grueso
de los recursos estatales derivados de la Ley 70 se destina a los
procesos de los territorios colectivos, se crea así una distancia
con organizaciones étnicas de otro tipo, ya sea cultural, gremial,
ambiental o de algún tipo de proyección política, que quedan
por fuera del acceso a dichos recursos.
Este hecho va a llevar a que, aunque no ha habido una rup-
tura formal de los Palenques como forma federativa departamen-
tal en el sur del Pacífico, paulatinamente el liderazgo centrali-
zado en los núcleos urbanos se vaya debilitando mayormente en
favor de liderazgos locales y subregionales con base territorial,
y en menor medida, a favor de algunas organizaciones con base
poblacional urbana que reclaman tener acceso directamente a
los recursos estatales de apoyo a procedimientos de titulación y
organizativos.
Algo bien diferente se presenta en la costa atlántica, en don-
de ante la ausencia de adjudicación de territorios colectivos, se
ha conservado el carácter regional del movimiento en el que
confluyen asociaciones rurales, gremiales, culturales, grupos de
estudio, en donde los dirigentes, ya sea de las organizaciones
locales o de formación universitaria con proyección regional o
nacional, trabajan mancomunadamente por los intereses zonales
del movimiento negro y de su representación nacional.
Como se ha mencionado anteriormente, en las islas de San
Andrés y Providencia, en los últimos tiempos se ha ido intensi-
ficando el movimiento en pro del control del territorio y de la
administración regional por los raizales, pobladores negros an-
En torno al movimiento negro en Colombia [ 343 ]

glófonos establecidos desde hace tres siglos. Pero este movimien-


to n o ha tenido mayor coordinación ni procedimientos solida-
rios con otras expresiones del movimiento negro en la parte con-
tinental.
Aunque en el ámbito local se estén dando interesantes pro-
cesos de organización y gestión que no hubieran sido posibles
sin la Ley 70, y aunque algunos grupos culturales han intensifi-
cado su actividad, la diversidad de reclamos y de expresiones
identitarias del movimiento negro colombiano no ha hallado un
camino de concertación de estrategias que conduzca a un mu-
tuo enriquecimiento y refuerzo. En detrimento de esta perspec-
tiva, sin que sea una estrategia instrumentalmente consciente,
el Estado ha logrado fragmentar al movimiento negro, tras el
fugaz momento de encuentro en los tiempos de la Constituyen-
te y de estudio de la Ley 70, y concentrar gran parte de los es-
fuerzos de las diferentes manifestaciones del movimiento negro
colombiano en la competencia por el acceso a posiciones, em-
pleos y recursos institucionales. Como ha sido señalado por un
politólogo británico, en Latinoamérica la participación demo-
crática de los movimientos sociales muchas veces ha tomado más
el camino de u n contrapunteo por recursos con los poderes eje-
cutivos que un verdadero accionar en los escenarios políticos na-
cionales en pro de derechos políticos, sociales y culturales (Fo-
wereker, 1995). La historia reciente del movimiento negro en
Colombia parece ser un ejemplo palpable de esto.

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Este libro se terminó de imprimir
En el mes de Abril del aflo 2002
En los talleres de Litocamargo Ltda.

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