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[Columna] ¿Qué son las

PYMES? ¿Cuáles son sus


limitantes estructurales para
un proyecto de izquierda?
10 abril, 2018 CIPSTRA Columnas, Línea TSyC, Líneas de Trabajo

CIPSTRA
Línea “Trabajo, salario y capital”
En una columna anterior señalábamos la curiosa convergencia programática que parece
existir entre izquierda y derecha al momento de referirse a las pequeñas y medianas
empresas. Este consenso reconoce que se trata de empresas de baja productividad y
malas condiciones laborales (aunque esto último pocas veces es recalcado), y que por
ello deben recibir ayuda del Estado al posicionarse en desventaja respecto a las grandes
empresas. En algunos abanderados de izquierda, esta apología ha llegado a posicionarse
como parte de una supuesta estrategia para “superar el neoliberalismo”.
Pero ¿qué son las PYMES? ¿Qué potencia tienen para ser utilizadas en favor de los
intereses de las y los trabajadores? Para responder estas preguntas, ya
establecidos algunos datos empíricos sobre su realidad en Chile que cuestionan
seriamente el consenso apuntado, debemos esclarecer por qué y cómo es que su
funcionamiento tiene importantes limitaciones en las economías capitalistas modernas,
que sugieren la necesidad de cuestionar su utilización como instrumento o medio de
cualquier proyecto político transformador[1].
Si comenzamos por la raíz del asunto, las PYMES no son otra cosa que capitales, y
como tales buscan explotar trabajo humano formando parte de la dinámica
convencional del capitalismo. Hasta hoy, el más detallado análisis de la lógica
económica del capital y las relaciones sociales que reproduce fue realizado por Marx en
El Capital. Para estas líneas, baste señalar que desde el punto de vista de la relación
entre capital y trabajo, poco importa quién sea el dueño de la empresa o su tamaño, o
incluso si el empleador también se explota a sí mismo: la tradición marxista propone la
superación de las relaciones sociales capitalistas en general, y en ningún caso una
confrontación entre capitales pequeños (buenos) y grandes (malos).[2]

En realidad, todo capital está inmerso en una relación de competencia con otros
capitales, en la que el objetivo constante es mejorar sus respectivas ganancias, por
ejemplo, a través de un aumento de la productividad. Lejos de un modelo de
competencia amistosa, el capitalismo opera como una guerra permanente en la que
aquellos capitales que no logran competir al nivel del resto acaban extinguiéndose, o
quebrando y siendo absorbidos por otros capitales. ¿Pero cómo opera este proceso?

En general, se expresa como una competencia de precios. En el mercado, entre dos


capitales que produzcan mercancías o servicios idénticos, llevará la delantera aquel que
ofrezca los menores precios para los consumidores. Pero lo importante es comprender
cómo es posible que un capital pueda ofrecer precios menores que otro produciendo la
misma cosa, y la respuesta se encuentra en la “productividad” del capital, que puede
entenderse operativamente como la cantidad de mercancías (bienes o servicios) que se
logran producir en una misma unidad de tiempo, lo cual permite a los capitales más
productivos poner en el mercado mayor cantidad de mercancías a un precio
relativamente más bajo, siempre manteniendo un margen de ganancia. En otras
palabras, la productividad es la forma en que el capital optimiza su ganancia.

Pero la productividad no brota de la nada, existiendo dos métodos típicos para


aumentarla. Por un lado, el capital puede “presionar” mediante diversos mecanismos a
su mano de obra para que produzca más: aumentando la intensidad del trabajo,
extendiendo la jornada laboral o reduciendo los salarios, lo que la mayor parte de las
veces se presenta en forma combinada implicando una mayor explotación del trabajo, y
con ello un abaratamiento en el costo de producción que podría traducirse en menores
precios. Por otro lado, un capital puede invertir en maquinaria, tecnología y/o
infraestructura, para que el mismo trabajo que realiza su mano de obra tenga como
resultado una mayor masa de productos a vender en el mercado, con el mismo precio
anterior o incluso uno levemente inferior.

En cualquier caso, la lógica de optimizar la ganancia por parte del capital propende a la
utilización de ambos métodos, aunque el primero tiene un límite fisiológico bien claro:
no se puede recurrir infinitamente a una mayor explotación del trabajo, porque la
consecuencia es una degradación de la capacidad física y mental de los trabajadores y,
con ello, en última instancia una caída de la productividad. El segundo método, solo
tiene como límite el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, dada por el estado de
la ciencia en el área de la producción que se trate.

Ahora bien, si tomamos a la economía capitalista como un todo a nivel mundial,


podemos decir que para la producción de cada tipo de mercancía existe un nivel de
tecnología promedio tal que, a iguales condiciones de explotación de la mano de obra,
los capitales que la emplean obtienen una tasa de ganancia promedio, pongamos por
caso, de un 8% sobre el capital inicial. En tal situación, podemos decir que los
trabajadores de los capitales que ponen en movimiento esa tecnología promedio,
emplean en la producción una cantidad de Trabajo Socialmente Necesario (en adelante,
TSN), es decir, se trata de la cantidad de trabajo justa y necesaria que se requiere dado
el nivel de desarrollo tecnológico de la humanidad para producir la mercancía, sea cual
sea.

Sin embargo, la tecnología promedio de la que hablamos no se encuentra distribuida


igualitariamente entre el conjunto de los capitales (y menos a nivel mundial), existiendo
siempre por efecto de la competencia: (i) capitales rezagados que emplean una
tecnología obsoleta, y (ii) capitales adelantados que logran poner en marcha los últimos
avances del desarrollo científico antes que los demás. En el primer caso, para sobrevivir
a la competencia, los capitales rezagados deben emplear una cantidad de trabajo mayor
al TSN para alcanzar una productividad igual a la del promedio; en el segundo caso, los
capitales requieren una cantidad de trabajo menor al TSN para lograr la misma
productividad promedio, o pueden emplear la misma cantidad de TSN logrando una
producción aún mayor. Como se puede deducir, mientras los capitales (i) “malgastan”
trabajo humano, los capitales (ii) “ahorran” trabajo humano, requiriéndose mayor
explotación en (i) y menor explotación en (ii). Como corolario, los capitales (i)
propenden a una menor tasa de ganancia, y los capitales (ii) a una mayor.

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