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CIPSTRA
Línea “Trabajo, salario y capital”
En una columna anterior señalábamos la curiosa convergencia programática que parece
existir entre izquierda y derecha al momento de referirse a las pequeñas y medianas
empresas. Este consenso reconoce que se trata de empresas de baja productividad y
malas condiciones laborales (aunque esto último pocas veces es recalcado), y que por
ello deben recibir ayuda del Estado al posicionarse en desventaja respecto a las grandes
empresas. En algunos abanderados de izquierda, esta apología ha llegado a posicionarse
como parte de una supuesta estrategia para “superar el neoliberalismo”.
Pero ¿qué son las PYMES? ¿Qué potencia tienen para ser utilizadas en favor de los
intereses de las y los trabajadores? Para responder estas preguntas, ya
establecidos algunos datos empíricos sobre su realidad en Chile que cuestionan
seriamente el consenso apuntado, debemos esclarecer por qué y cómo es que su
funcionamiento tiene importantes limitaciones en las economías capitalistas modernas,
que sugieren la necesidad de cuestionar su utilización como instrumento o medio de
cualquier proyecto político transformador[1].
Si comenzamos por la raíz del asunto, las PYMES no son otra cosa que capitales, y
como tales buscan explotar trabajo humano formando parte de la dinámica
convencional del capitalismo. Hasta hoy, el más detallado análisis de la lógica
económica del capital y las relaciones sociales que reproduce fue realizado por Marx en
El Capital. Para estas líneas, baste señalar que desde el punto de vista de la relación
entre capital y trabajo, poco importa quién sea el dueño de la empresa o su tamaño, o
incluso si el empleador también se explota a sí mismo: la tradición marxista propone la
superación de las relaciones sociales capitalistas en general, y en ningún caso una
confrontación entre capitales pequeños (buenos) y grandes (malos).[2]
En realidad, todo capital está inmerso en una relación de competencia con otros
capitales, en la que el objetivo constante es mejorar sus respectivas ganancias, por
ejemplo, a través de un aumento de la productividad. Lejos de un modelo de
competencia amistosa, el capitalismo opera como una guerra permanente en la que
aquellos capitales que no logran competir al nivel del resto acaban extinguiéndose, o
quebrando y siendo absorbidos por otros capitales. ¿Pero cómo opera este proceso?
En cualquier caso, la lógica de optimizar la ganancia por parte del capital propende a la
utilización de ambos métodos, aunque el primero tiene un límite fisiológico bien claro:
no se puede recurrir infinitamente a una mayor explotación del trabajo, porque la
consecuencia es una degradación de la capacidad física y mental de los trabajadores y,
con ello, en última instancia una caída de la productividad. El segundo método, solo
tiene como límite el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, dada por el estado de
la ciencia en el área de la producción que se trate.