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1
La primera es la de los franciscanos. La Orden Segunda, segunda orden o cualquier término que haga
referencia a una segunda orden es la de las Clarisas. La tercera es esta, de laicos que continúan siguiendo a
Cristo, pero en las casas, porque están casados o qué se yo.
2
Los güelfos son los que en el sacro imperio romano germánico apoyan a la casa de Baviera. Su contraparte
son los gibelinos, que apoyan a la casa Hohenstaufen.
Regla desfigurada. Se resignó. Así es como Francisco llegó a considerar su propia salvación como
independiente de la orden nacida de él, aunque a pesar suyo.
Hacia la muerte. Francisco se retiró del mundo antes de que la última enfermedad no le permitiera
volver. Francisco, después de haber pasado el invierno y la primavera de 1224 en Greccio, se
marchó a Porciúncula para celebrar el capítulo general de junio. Se abandonó a la contemplación.
Mientras meditaba una visión que tuvo sobre la pasión de Cristo, en sus manos y en sus pies se
abrieron orificios sangrantes y en su costado apareció una herida. Francisco había consumado su
camino hacia la imitación de Cristo. Era el primer estigmatizado. Sintiéndose confirmado en su
misión a través de los estigmas, Francisco retomó sus viajes en el otoño de 1224, montado sobre un
asno. Pero sus enfermedades se sucedieron. Alrededor del moribundo Francisco se reunió el
codicioso desvelo de la busca del santo cadáver. El miedo de la gente de Asís se centraba en sus
enemigos de siempre, los habitantes de Perugia, ya que la Porciúncula, sitiada en un llano, estaba a
merced de un golpe de mano de los perusinos. Tenía 45 o 46 años. La avalancha de gente sobre el
cuerpo para ver los estigmas y tocar la santa reliquia y los funerales se sucedieron rápidamente.
Menos de dos años después fue canonizado.
Las obras y la obra. Francisco no fue un escritor, fue un misionero. Entre la regla de 1221, que no
fue aprobada, y la que todavía sigue en vigor hoy en día hay entre los menores, confirmada entre
1223 por una bula pontificia, hay diferencias. Se mantiene la prohibición absoluta de recibir dinero.
En la segunda regla se añade el uso de zapatos en caso de necesidad. La prohibición de poseer otros
libros que no fueran el breviario y el salterio desaparece en la segunda regla. También se reduce el
ayuno. Desaparece el deber de desobediencia por parte de los hermanos a cualquier cosa que los
ministros ordenaran contraria a la regla o a la conciencia. Desaparece también la prohibición a
llamar a cualquiera priore, todos debían llamarse frati minori. La mendicidad fue llevada al extremo
y fue privada del contexto que en la primera regla confería todo el sentido a su práctica. Este
contexto era doble, social y apostólico. La mendicidad situaba concretamente a los hermanos entre
los pobres. De todas las precisiones respecto a la pobreza en los viajes no quedó más que la
prohibición de ir a caballo.
La predicación, ordenada a todos los hermanos en la primera regla, fue estrictamente reglamentada
en la segunda. No podía realizarse más que en las diócesis donde los obispos la autorizaran. Debía
estar subordinada a un examen y a una licencia acordada por el ministro general. Debían ser
predicaciones cortas y que no trataran más que de temas morales y edificantes.
Las 28 Admoniciones son pequeños textos espirituales muy simples, que resumen la enseñanza de la
práctica de la vida religiosa que Francisco daba oralmente a sus hermanos y que no había
encontrado lugar en la Regla, tratándose más de recomendaciones. Es un pequeño tratado del buen
y el mal religioso.
El Testamento, escrito entre 1225 y 1226 es un texto capital. Con él, Francisco quiso hacer un
complemento de la regla. Parece haber querido reintroducir un cierto número de principios o de
prescripciones, que habían sido suprimidos o dulcificados en la Regla de 1223.
El Pequeño Testamento dictado por Francisco en abril de 1226 recuerda los tres principios
esenciales: el amor entre todos los hermanos de la orden, el respeto a “nuestra señora la Santa
Pobreza” y la obediencia a la “Santa Madre Iglesia”.
La correspondencia dirigida a la cristiandad comprende una carta a todos los clérigos y otra a todos
los fieles. La primera es una llamada a la penitencia. El Cántico del hermano Sol es el poema que
resume todo el amor fraterno de Francisco por toda la Creación.
San Francisco, ¿medieval o moderno? Los historiadores de finales de los siglos XIX y XX exaltan
la modernidad de san Francisco. Émile Gebhart asoció a san Francisco de Asís con Federico II, y
vio en estos dos primeros grandes modernos de la Edad Media a quienes, cada uno en su plano
correspondiente, habían liberado a Italia y a la cristiandad del menosprecio del mundo, de la
obsesión por el diablo y del peso del anticristo. Francisco era el liberador. El arte es el campo
donde se ha pretendido que la influencia de san Francisco, de su sensibilidad y de su devoción, fue
decisiva.
Los historiadores han quedado cautivados por el novedoso tipo de santo impuesto por san Francisco
a sus contemporáneos y perceptible en la Vita prima de Tomás de Celano, donde, junto a la
descripción del hombre interior, se describe el hombre exterior con un realismo precioso y
detallado, es decir, un Francisco bajo con apariencia física opuesta a la belleza tradicional del santo
alto y rubio. Por otro lado, Francisco estuvo acorde a las tendencias esenciales de la sensibilidad
gótica, deseosa de realismo, de luz y de delicadeza. El Cántico del hermano Sol, aun siendo una
alusión al simbolismo del sol como imagen de Dios, lo es también a su ser sensible, su belleza
natural, tal como son esencialmente vistos y amados las estrellas, el viento, las nubes, etc. El amor
que les profesó se transmitió a los artistas que, en lo sucesivo, quisieron representarlos fielmente,
sin deformarlos ni recargarlos con el peso de símbolos alienantes.
Tres fenómenos fueron decisivos en la orientación de Francisco: la lucha de clases, el ascenso de
los laicos y el progreso de la economía monetaria. Lo que le afectó muy de cerca fue el rigor y la
frecuencia de las luchas sociales y políticas, en las que él mismo tomó parte antes de su conversión.
Como hijo de mercader, estuvo entre las clases populares y la nobleza, perteneciendo al pueblo por
nacimiento, pero situado cerca de la aristocracia por la fortuna familiar, la cultura y el tipo de vida.
Superar estas divergencias sociales fue su objetivo, dando en su orden ejemplo de igualdad y
descendiendo en los contactos con los hombres al estrato social más bajo: el de los pobres, los
enfermos y los mendigos. Respecto a la sociedad secular, lo que buscaba era restablecer la paz, ser
un pacificador. Pero ¿cómo? En primer lugar, había que vincular a los laicos a la vida de la Iglesia
en lugar de someterlos a la dominación de los clérigos. Así, quiso hacer de sus hermanos no la
orden que les impusiera, sino una fraternidad, una cofradía donde cohabitaran clérigos y laicos.
Había que predicar a todos los hombres, predicar el Evangelio. Pero ¿qué había de esencial en el
evangelio? ¿Qué se había olvidado y traicionado de él? El desapego, la pobreza, el progreso de la
agricultura y la venta del excedente de ella resultante con la constante seducción del dinero. Al
abandono de la riqueza se unía el abandono de la familia (Francisco lo hizo).
¿Qué tiene de moderna la respuesta de Francisco? En su nuevo ideal religioso, llevó con él la
cultura y la sensibilidad caballerescas que adquirió antes de su conversión. La pobreza es su dama.
¿Fue la modernidad de Francisco haber introducido el ideal caballeresco en el cristianismo, como
los primeros cristianos habían introducido el ideal deportivo antiguo y san Bernardo el ideal militar
en la primera caballería?
¿La originalidad de San Francisco fue sólo haber resistido a la tentación herética en la que la mayor
parte de dichos pobres habían caído? ¿Estuvo a punto de ser un hereje? Lo que le retuvo fue
principalmente su fundamental determinación de permanecer junto a sus hermanos en la Iglesia y a
cualquier precio porque no quería quebrar la unidad y la comunidad a la que tanto quiso. Pero,
sobre todo, a causa de su sentido y su necesidad visceral de los sacramentos. Para administrarlos es
necesario un clérigo, y es por eso que Francisco perdona mucho a los presbíteros (a cambio de los
sacramentos). Salvó a una Iglesia amenazada de ruina por la herejía y por su decadencia interna. Él
llevó a cabo el sueño de Inocencio III.
¿Francisco, tan ortodoxo como se ha indicado y más tradicional de los que se ha querido ver
después, no fue entonces un verdadero innovador? Sí, y en aspectos esenciales. Tomando y dando
por modelo al mismo Cristo y no a sus apóstoles, embarcó a la cristiandad en una imitación del
Dios hombre que devolvió al humanismo las ambiciones más altas, un horizonte infinito.
Sustrayéndose a sí mismo a la tentación de la soledad para ir al centro de la sociedad viva, en las
ciudades y no en los desiertos, los bosques o los campos, rompió definitivamente con el monacato
del aislamiento del mundo.
Proponiendo como programa un ideal positivo, abierto al amor a todas las criaturas y a toda la
creación transformó la sensibilidad medieval y cristiana y reencontró el júbilo primigenio,
rápidamente ahogado por un cristianismo masoquista.
III. EL VOCABULARIO DE LAS CATEGORÍAS SOCIALES EN SAN FRANCISCO
DE ASÍS Y SUS BIÓGRAFOS DEL SIGLO XIII.
Crítica tradicional a los textos dividida en dos niveles:
El de la relación del vocabulario de nuestros textos con el que conocemos por otras realidades
que también designa
El de la relación de este vocabulario con el mundo mental de sus usuarios.
Los textos objetos del estudio son: las dos Reglas, el Testamento, las cartas, las oraciones y textos
litúrgicos. Se han utilizado especialmente los textos de los siguientes autores:
Tomás de Celano
Julián de Spira
Enrique de Avranches
San Buenaventura.
Definición y alcance de la investigación. Su interés. El franciscanismo fue un importante
movimiento religioso. Hizo uso de nuevos métodos de apostolado y, rompiendo con el aislamiento
del monacato anterior, esparció a sus miembros por todos los caminos y, sobre todo, por las
ciudades, entonces en pleno desarrollo, es decir, en el corazón de la sociedad. Su éxito fue
desbordante en todos los medios. Las herramientas franciscanas apuntaban a transformar la
sociedad, no a despreciarla. Todo vocabulario, todo lenguaje, es, al mismo tiempo que un
instrumento de análisis y comprensión, un prejuicio y un instrumento de acción. Pero durante la
Alta Edad Media la pasividad cultural del grueso de la sociedad permitió a la Iglesia obrar sobre
ella mediante un lenguaje sacro “terrorista”. La emancipación de los tipos de laicado cada vez más
numerosos poco a poco volvieron inoperante este lenguaje. La preocupación del franciscanismo por
la eficacia de cara a la nueva sociedad le impuso un lenguaje u in vocabulario que tuvieran cierta
relación con la realidad y, por consiguiente, con la realidad social en sus restructuras de clase. Al
mismo tiempo, el deseo de San Francisco y sus discípulos de dirigirse al conjunto de la sociedad les
condujo a utilizar sistemas de calificación que cubrieran todas las categorías sociales (todos los
hombres, todas las criaturas).
Sus dificultades. La lengua. La lengua de todos los textos es el latín, lo que presenta importantes
problemas, ¿era el latín una lengua muerta y viva a la vez?, ¿a qué realidades de la época
respondían las palabras?, ¿qué aproximaciones, deformaciones, contrasentidos o juegos de palabras
existían entre los vocablos y sentidos antiguos y los medievales? Especialmente a partir del siglo
XIII, la presión de la lengua vulgar sobre la cultura se hizo más y más grande. La Weltanshauung
religiosa. Para combatir la lucha de clases, las religiones y en particular las universalistas como el
cristianismo, tienden a negarla, desocializando las superestructuras, en particular el arte y la
literatura. Las desigualdades se fundamentan sobre criterios propiamente religiosos y las
distinciones de grupo sobre criterios litúrgicos o místicos, valorando así una jerarquía de los sexos o
de las situaciones familiares. el franciscanismo también alimentó un confusionismo conceptual y
verbal con respecto a las categorías sociales. Los préstamos bíblicos. La biblia era el arsenal del
vocabulario y de los modelos mentales. Para las palabras, tanto como para el resto, toda novedad
era sospechosa. Si, desde el punto de vista de la comunicación, Francisco de Asís y el
franciscanismo representaron un progreso hacia el habla vulgar y si, desde el punto de vista
ideológico buscaron el compromiso entre el deseo de un vocabulario concreto y la voluntad de
instaurar desde los cimientos una sociedad religiosa, en el caso de la utilización de la Biblia fueron
netamente “reaccionarios”. Para ellos, el evangelio era la base de todo. El evangelio más que la
biblia, porque para San Francisco, la gran fuente es el Nuevo testamento, no el Antiguo. Hay una
auténtica conversión evangélica en el vocabulario. Si, por lo tanto, hubo cierta diferencia entre el
vocabulario bíblico y el vocabulario en uso a comienzos del siglo XIII, y otra diferencia entre este
vocabulario y las realidades sociales de la época, la falta de adecuación que resulta en el lenguaje se
vio contrarrestada por la necesidad en que se halló el mismo san Francisco de tomar del Evangelio
la palabra que requería para estar de acuerdo con su tiempo. El fracaso de tal palabra, el éxito de
esta otra, los falsos sentidos y los contrasentidos, la necesidad de recurrir a un neologismo y toda
una gama de deslizamientos y desviaciones semánticas fueron sus indicios.
Dificultades inherentes a los textos elegidos. Textos de san Francisco. La autenticidad de ciertos
textos de san Francisco, sobre todo de algunas cartas, es dudosa. Nos parece que un estudio
sistemático profundo del vocabulario utilizado en el conjunto de las obras atribuidas a san Francisco
podría permitir un mejor acercamiento a sus problemas de autenticidad. Dos de los textos más
importantes de san Francisco se redactaron bajo influencias externas: la Regula Bullata y el
Testamento.
Los elementos del vocabulario de las categorías sociales. La visión social de san Francisco parece
ordenarse alrededor de tres sociedades: la sociedad celeste, la sociedad terrenal constituida por el
conjunto del pueblo cristiano y la sociedad particular formada por él mismo y sus hermanos.
La sociedad celeste: para nombrar a Dios, Francisco recurre a los apelativos habituales de
“señor” y “rey”. No desarrolló las referencias a las jerarquías feudal y monárquicas implícitas
en los términos de Dominus y Rex. En la enumeración de la sociedad celeste enumera la
jerarquía celeste (de la Virgen, los arcángeles y ángeles a los santos) con apelativos
propiamente religiosos y litúrgicos. Si la sociedad celeste obedece a un orden jerárquico, de
Dios a los santos, no hay orden alguno en la enumeración de la sociedad terrestre. Rara vez
habla de Dios como Rex. Nunca como Imperator. El término con el que Francisco se refirió
a Dios de forma más habitual fue el de Pater. Para Francisco los demonios son los gastaldi
del Señor, agentes de sus castigos, en los que también añadió una maliciosa referencia a las
cortes de los grandes, de los magnati. Francisco inicia aquí, desde la teología, una crítica del
poder y de los poderosos.
La sociedad franciscana. Francisco se consideró a sí mismo y a sus hermanos desde tres
perspectivas:
o Desde un punto de vista positivo, son un resumen de la sociedad terrestre, ya que
pertenecen a las dos o tres categorías que se pueden distinguir de ésta. En efecto,
entre ellos había a la vez clérigos y laicos (1), instruidos e iletrados (litterati-illiterati)
(2) y miembros de cada uno de los tres órdenes de la sociedad tripartita (3). Mejor
dicho, dos (los que trabajan y los que oran) porque Francisco excluye a los guerreros,
los bellatores. No por la concepción dualista y dialéctica de la totalidad, sino porque
no concebía que su orden pudiera englobar a los guerreros, lo que subraya su
alejamiento tanto de la concepción tradicional del monacato formado por los milites
Christi (concepción bernardiana) como del esquema, más moderno, de una
Ecclesia de tres rostros: militans, laborans, trimphans.
o Desde un punto de vista normativo, su orden o su fraternidad aunaba a
representantes del conjunto de dos elites socio-espirituales: la elite de todos los
inferiores (los hermanos son los menores por excelencia) y las categorías sociales
despreciadas, a las cuales los menores debían parecerse: gentes bajas y despreciadas,
pobres y débiles, enfermos, leprosos y mendigos. En este sentido son tres las
categorías que a Francisco le parecen particularmente recomendables: los iletrados
(idiotae, término más radical que illiterati), los “sumisos” (subditi) y sobre todos los
pobres (pauperes). Francisco tuvo la necesidad de precisar lo que él entendía por
pobres y cuáles eran los tres grandes males: la ciencia, el poder y la riqueza.
o Por último, Francisco invita a sus hermanos a llevar a cabo el modelo de otra élite:
la familia. su orden debía ser en primer lugar una fraternidad o una cofradía de tipo
laico, antes que una orden de carácter religioso y eclesiástico.
La sociedad cristiana terrenal. El apostolado de Francisco se dirigió a todos. Tenía una
profunda necesidad de abrazar, global y enumerativamente, a toda la sociedad. En la primera
Regla comenzó por una enumeración del mundo religioso, en el que distinguió a los “órdenes
eclesiásticos”, pasando a la sociedad laica nombró primero a los niños, jóvenes y muchachas,
después a los pobres e indigentes, reyes y príncipes, trabajadores y campesinos, mujeres
castas y casadas3, en fin, todos los pueblos, pobladores, tribus, grupos lingüísticos, naciones
y todos los hombres de toda la tierra, presentes y futuros. San Francisco mezcló varios
esquemas de descripción de la sociedad, siguiendo diversos criterios como el estado
religioso, la edad, el sexo, la fortuna, el poder, la ocupación o la nacionalidad. Hay, sobre
todo, un deseo de considerar a la sociedad como un conjunto de categorías no jerarquizadas
desde un punto de vista espiritual y, una vez hecha la reverencia al mundo eclesiástico,
igualitario en el plan de salvación. San Francisco usó preferentemente esquemas múltiples
o bipartitos, más que los esquemas tripartitos que entonces estaban de moda. Los
tripartitos le parecían, sin duda, el tipo de esquemas de carácter sabio, herramienta de los
clérigos henchidos de su ciencia y de los ricachones de la cultura, que le producían horror.
Entre el mundo celeste jerarquizado y la multiplicidad social de un mundo terrenal desordenado,
Francisco soñó instaurar la sociedad franciscana como intermediaria.
En los biógrafos.
Las listas. Los conjuntos o categorías sociales que aparecen de forma masiva en los biógrafos de san
Francisco pertenecen a tres grupos:
Los espectadores. El modelo de medio socio geográfico donde esencialmente se ejerció la
predicación franciscana fue Asís. El tipo de villa pequeña situada en la proximidad de grandes
rutas y ampliamente abierta al entorno rural. A la llegada del santo ante una multitud la
muchedumbre se reúne a verle y tocarle. El santo se dirige sobre todo a los laicos, pero atrae
tanto a clérigos como a legos. Esto es la supresión de una de las grandes barreras de la
sociedad medieval, la que separa a los clérigos de los laicos. Del mismo modo, también
3
Siempre va de dos en dos. Visión dual.
acudían gentes de todas las edades y todos los sexos, mención banal a primera vista, pero que
viene a indicar cómo, en la sociedad medieval, las mujeres, y en un grado menor los ancianos
eran categorías sociales despreciadas. Francisco reunía a los dos grupos opuestos de pobres
y ricos, y sobre todo nobles y plebeyos.
Los anfitriones. Salvo excepciones, los anfitriones de san Francisco que fueron distinguidos
por sus biógrafos pertenecen todos a los grupos sociales superiores. Son aquellos cuya
mención indica que los medios franciscanos tendieron a subrayar la impresión producida por
san Francisco en la flor y nata de la sociedad. Son los señores, los grandes.
Los beneficiarios y testigos de milagros. De los 197 milagros relatados por Tomás de Celano
en su Tractatus de miraculis, 62 conciernen a personajes designados por su circunstancia
social. 28 pertenecen a la caballería o nobleza. El mundo clerical y las profesiones liberales
sólo fueron representados seis veces.
Los aislados y los insólitos. Los que no caben en los grupos anteriores. Los aislados son los ladrones,
los rusticus (campesinos).
El caso dudoso del grupo social de origen de Francisco: ¿miles o mercator? Ya convertido, Francisco
evitó tanto para sí mismo como para los demás, la mención de los milites, de l
os que reprobó la vanidad y la violencia, y de los mercaderes, de quienes condenó su amor al dinero.
Él mismo llegó a señalar su mediocre origen en un episodio con el hermano Leonardo (aquí se
traiciona a sí mismo al reconocer las jerarquías terrenas cuando se baja del asno en el que cabalgaba
mientras Leonardo iba de pie porque este último era de origen más noble que él mismo).
El caso equívoco de los magistri y doctores: san Francisco y los universitarios. Parece que Francisco
por lo menos sintió desconfianza hacia los sabios, porque consideraba la ciencia como una forma de
posesión y de propiedad. La condición universitaria no era compatible con la práctica de la pobreza,
porque implicaba la posesión de libros muy caros, en los cuales aún no se reconocía su carácter de
herramientas profesionales, y, al mismo tiempo, porque la vida universitaria difícilmente permitiría
ganarse un medio de subsistencia mediante el trabajo manual o la mendicidad efectiva. La evolución
de las condiciones generales del apostolado de los mendicantes en general y de los menores en
particular, llevó rápidamente a la orden a frecuentar las universidades y a venerar a maestros y
doctores. Así, la postura de san Francisco respecto a los profesionales de la ciencia fue profundamente
malinterpretada por sus biógrafos.
Acoplamientos insólitos de la pobreza con las clases superiores. Ciertos términos pueden asombrar
en boca de san Francisco y en el contexto social y mental de la época. Son aquellos por los que la
pobreza se transforma en gran dama y ciertos pobres pertenecen a los estratos superiores.
El autor vuelve a hacer alusión al encuentro de san Francisco con un mendigo al que le entrega toda
su capa, hecho narrado por Tomás de Celano con la clara intención de compararlo con San Martín, y
de dejar incluso mejor parado a san Francisco porque san Martín sólo entrega la mitad de su capa.
Desde la perspectiva propiamente franciscana, se trataba de poner de manifiesto el tipo social
concreto que trasciende la estratificación secular, una categoría que une en un glorioso escándalo la
pobreza y la nobleza, una encarnación viva de la ideología, de la utopía franciscana.
Ensayo de interpretación.
Situación del vocabulario en relación con los esquemas ideológicos medievales. Si buscamos en el
vocabulario social de san Francisco y de sus primeros biógrafos encontramos que:
Los esquemas cuantitativos de “tipo aristotélico” están mejor representados, pero sin rigidez,
ya porque se descomponen a sí mismos en mayores combinaciones, ya porque se separan de
los esquemas habituales. Más que palabras antitéticas y complementarias, Francisco y, en
menor grado, sus biógrafos se interesaron más por poner en evidencia parejas equivalentes.
Las listas cualitativas abiertas son las mejor representadas. El tipo de sociedad que aparece
en los esquemas franciscanos es una sociedad fragmentada, que presenta restos de
estructuraciones diversas, pero parciales.
Situación del vocabulario en relación con los principales vocabularios sociales de la edad media.
En relación con el vocabulario feudal. Que esta desaparición del vocabulario feudal se debiera
en gran parte al carácter más relajado de las instituciones propiamente feudales de Italia, es
cierto. Lo importante aquí es el débil impacto de dicho vocabulario en la terminología
franciscana.
En relación con el vocabulario político. Hemos visto el empleo muy limitado de la
terminología monárquica: imperator, rex, Regina, príncipes, magnati, etc. El pesimismo
político de san Francisco se asienta alejando de su vocabulario todo encasillamiento
lingüístico de tipo político.
En relación con el vocabulario religioso. Es el vocabulario en el que el aporte cualitativo y
cuantitativo se revela más importante. La clasificación fundamentalmente clerici-laici. Esto
no debería sorprender en el fundador de un movimiento esencialmente religioso y católico.
La desconfianza de san Francisco respecto a los litterati, el deseo de apartar a su orden y a
sus fieles, no de la Iglesia sino del clericalismo manifiestan que el vocabulario social del
franciscanismo escapa de un molde, sino religioso sí al menos eclesiástico.
Otras influencias. Ciertas palabras clave del vocabulario social del franciscanismo son, si no
prestadas, al menos las mismas que las existentes en un vocabulario jurídico del pasado aun en uso.
Se trata de términos que la lengua jurídica generalmente tomó prestados de la biblia y que se vuelven
a hallar en los siglos xii y xiii, tanto en la pluma de juristas como en el vocabulario corriente. Así,
subditi se une ahora a una moral y a una espiritualidad de la obediencia que, después de una larga y
constante tradición medieval, se vuelve a desarrollar en san Francisco. En el momento en el que
Francisco escribió la carta “ad populum rectores” e impuso el término custos para designar a los
superiores de los conventos de su orden, vemos a los gremios en curso de establecer sus estatutos,
dando dicho nombre de rectores o custodes a sus cabecillas. La palabra minister, que a Francisco le
gustaba tanto aplicar a sí mismo y a sus hermanos es la que designaba entonces en los oficios a los
aprendices, llamados también discipuli o laboratores.
Situación del vocabulario en relación con la visión y con las intenciones franciscanas.
Los antagonismos de salida. Está claro que el punto de partida de su visión social es el de una
dicotomía fundada sobre la desigualdad. Lo más importante es el abismo que separa a los dos grupos,
en cuyo interior las etiquetas y los que las levan son, en el fondo, intercambiables, ya que
frecuentemente se trata de lo mismo: pobreza, indigencia e ignorancia van emparejadas, igual que, al
otro lado de la barrera, riqueza, poder y ciencia. Francisco, en su vocabulario social, no hace sino
entender la oposición entre las dos partes de la historia que él había vivido en Asís durante su
juventud. Si su cultura caballeresca aportó o no algo, se muestra bajo la forma de un duelo, de una
lucha de clases en dos campos donde se representa la sociedad que él quiere convertir y transformar.
La lucha por el equilibrio. El objetivo de Francisco fue reemplazar dichos antagonismos por una
sociedad fundada sobre las relaciones familiares, donde las únicas desigualdades se hallaban en la
edad y el sexo, desigualdades naturales, luego divinas. Los enemigos de san Francisco eran aquellos
cuyas designaciones comportaban prefijos que marcaban la superioridad: magis, prae-, super. A los
que exalta en compensación es a los despreciados por la sociedad: minores, subditi. El mal social por
excelencia es el poder. La mejor definición del hombre abusivo es la de potens. Sin duda, este poder
se asienta sobre diversos fundamentos. El primero es el nacimiento. Los otros dos fundamentos, los
más abominables porque son adquiridos y requieren esfuerzo y voluntad son la riqueza y la ciencia.
El progreso social, he aquí el gran pecado, y sus dos trampolines, el dinero y la cultura, debían ser
evitados, salvo en la estricta medida en que fueran necesarios, el uno para la subsistencia y la otra
para la salvación, es decir, esencialmente para la comprensión de la sagrada Escritura. El ideal social
al que aspiraba Francisco era una nivelación, un máximo de igualdad en lo más humilde, algo que se
dio cuenta que sería quimérico querer realizar en el conjunto de la sociedad, pero que quería llevar a
cabo en su “fraternidad”. Francisco habría dado que, para responder verdaderamente a su objetivo,
el modelo que proponía hubiera trascendido la división-oposición clérigos-laicos. Al acoger entre sus
hermanos a los unos y a los otros, esperaba crear una sociedad, un modelo original que no fuera del
todo ni laico ni, especialmente, del todo eclesiástico. No le fue permitido. San Francisco siempre
insistió en esta uniformitas, puede incluso que más, a modo de contrapeso, cuando le fue impuesta la
estructura de orden monástica. Tomás de Celano dio valor a esta societas caritatis que Francisco
quería crear entre sus hermanos, gracias a una uniformitas que haría desaparecer las disparidades
entre maiores y minores, literrati e illiterati. El santo quiso eliminar y compensar mediante el
vocabulario la desigualdad de funciones y de posiciones en el interior de la orden, reemplazando los
términos abad, prepósito y prior por los de ministro y custodio. San Buenaventura subrayó que
Francisco había rehusado de Gregorio IX que sus hermanos fueran elevados a dignidades
eclesiásticas, porque ellos debían permanecer en el estado de su vocacion. ¿Cómo realizar esta
sociedad sin clases? Jamás soñó con el empleo de la fuerza ni tampoco del poder política. Este
despreciador de desigualdades y jerarquías fue también, y en primer lugar dentro de su orden, un
apóstol apasionado de la obediencia. Por este carácter subversivo, escandaloso y revolucionario de la
sumisión voluntaria, Francisco y los suyos esperaban transformar la sociedad. Pero con una
obediencia que no era ciega. Incluso en el interior de su orden, o más bien sobre todo en ella, Francisco
puso en guardia a sus hermanos contra esa falsa obediencia que se pone al servicio del crimen o del
pecado. En la regla revisada que se le impuso, se vio obligado a edulcorar considerablemente esta
recomendación.
Fundamentos de un nuevo orden social. Este ideal de nivelación, con el esfuerzo que suponía en su
realización y el valor positivo de eliminación de la injusticia que encerraba, resultó esencialmente
negativo. San Francisco, tendiendo por otra parte a limitar esta práctica en sus hermanos, ¿qué nuevo
orden propuso a la sociedad? Es probable que Francisco viera de forma mucho más clara el mal a
eliminar que el bien a instaurar en su lugar. Reemplazar un orden fundado sobre el rango por otro
fundado sobre el trabajo, el mérito. De cara a una evolución que tiende a abandonar los matices
propiamente morales de labor (pena) en favor de referencias socioprofesoinales y socioeconómicas,
san Francisco no pareció haber elegido claramente.
Situación del vocabulario en relación con la problemática del historiador.
La puesta en situación histórica. En primer lugar, hay que definir el lugar y el momento. Hay que
remarcar que el humus italiano del franciscanismo le ofrecía un territorio donde el feudalismo no
existió realmente en un sentido clásico y donde estaba consolidado un modelo social urbano cuya
característica era el enfrentamiento de dos partes. En este cambio entre los siglos XII y XIII se asistió
a una reordenación social generalizada. Esta conmoción se sentía en términos de poder. Señalemos
que la difusión de la economía monetaria, resultado y factor a la vez de esta convulsión, no es
suficiente ni para explicarla ni para bautizarla. El dinero no fue el personaje central de esta revolución
social. En esta redistribución de las categorías sociales, la capa despreciada era la de los subditi, libres
o esclavos, a los que también se llama pauperes, ya que la pobreza no se opone únicamente a la
riqueza.
La elección del sistema de referencias. ¿En relación a qué modelo sociológico e ideológico se puede
definir esta sociedad? Esta sociedad no fue ni una sociedad de castas, ni una sociedad de órdenes, ni
una sociedad de clases. Se ha podido ver a lo largo de detallado análisis del vocabulario francisano
sobre las categorías sociales y las realidades que cubría, que éstas no ofrecían el carácter de
estratificación sacra o religiosa de castas y de órdenes, ni la homogeneidad relativa a las clases. Parece
que el esquema de ciencias humanas actuales más próximo a definir tal sociedad es el del pauperismo.
Planteamiento del problema. La sociedad pauperista de la Baja Edad Media occidental, que hace su
entrada en la escena histórica a través del franciscanismo y su vocabulario, no fue segregacionista, a
pesar del abismo que separaba a pobres de poderosos. El problema que se planteó sanfrancisco y sus
compañeros fue la integración de esta generalidad pauperista en la sociedad. Su solución fue religiosa
y espiritual de integración, historia y salvación. Pueden señalarse dos procesos integracionistas que
han permitido a esta sociedad ser globalmente arrastrada hacia el desarrollo. Uno es económico. El
progreso de la economía monetaria y de la acumulación. El otro es político-cultural. La formación de
unidades nacionales y de conciencias nacionales. Puede decirse que el vocabulario social del
franciscanismo primitivo es representativo de la fase de transición del feudalismo al capitalismo,
según las modalidades originales que ésta ha cubierto en la sociedad del Occidente medieval.