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I.

FRANCISCO DE ASÍS ENTRE LA RENOVACIÓN Y EL CONSERVADURISMO


DEL MUNDO FEUDAL.
Francisco de Asís nació en un periodo de gran desarrollo, con crecimiento demográfico y
económico. El progreso fue un progreso rural. También fue un progreso esencialmente cuantitativo,
extensivo, un gran movimiento de desbrozado que abrió nuevos espacios de cultivo. Así, la soledad
debía buscarse más lejos. Los molinos se multiplicaban. Las poblaciones en aumento se agrupaban
en villas, en aglomeraciones concentradas -frecuentemente encaramadas- alrededor de la iglesia o el
castillo. Es el incastellamento. La consecuencia básica del desarrollo demográfico y económico fue
el naciente movimiento de urbanización, creándose una red de ciudades que ya no serán los centros
militares y administrativos de la Antigüedad y la Alta Edad Media, sino focos económicos, políticos
y culturales. Una de las consecuencias religiosas de este fenómeno urbano es que se pierde el
personaje del santo obispo. La santidad va a estar más ligada a la ciudad en la tolerancia, con santos
burgueses, laicos, mendicantes, o en el retiro con los ermitaños.
La ciudad es un taller donde se desarrollaba, según la división del trabajo, un artesanado numeroso
y variado, donde nacía un prepoletariado e los tres sectores en vías de “industrialización” (la
construcción, los textiles y la curtiduría) cuya mano de obra se hallaba sin defensa frente a la
subordinación del “salario justo” al “precio justo” y contra la dominación de los donantes de obra.
Era un lugar de cambios que atraía u originaba ferias y mercados. La ciudad era el lugar principal
de intercambios económicos que necesitaban recurrir a un medio de cambio esencial: la moneda
(los mercaderes crean un grupo de especialistas: los cambistas, para el tema de las monedas porque
hay muchas distintas). Como centro económico, la ciudad era también un centro de poder. De vez
en cuando, en contra del poder tradicional del obispo y el señor -generalmente confundidos con la
misma persona-, un grupo de hombres nuevos, los ciudadanos o burgueses, conquistan “libertades”,
privilegios cada vez más asumidos. La desigualdad que nace del juego económico y social se
asienta no en el nacimiento o la sangre, sino en la fortuna, mueble e inmueble, la posesión de tierras
y de inmuebles urbanos, de censos y rentas, de dinero. La ciudad medieval se pobló de inmigrant4s.
Cuando nació Francisco de Asís, entre 1181 y 1182, esta nueva sociedad estaba atravesando su fase
de crecimiento anárquico. La sociedad campesina tampoco permaneció impasible. Inurbamento:
inmigración urbana. Aquellos que permanecieron en el campo también arrebataron exenciones a sus
señores y, en el caso de los siervos, consiguieron la libertad. La Iglesia fue la primera en
transformarse con la Reforma Gregoriana, la independencia de la Santa Sede frente al poder
imperial y el progreso de la libertad electoral de los obispos y abades respecto a los laicos
poderosos son fenómenos significativos. La Iglesia separaba fundamentalmente al clero de los
laicos mediante la frontera de la sexualidad. La reforma de la Iglesia era también una respuesta a la
evolución del mundo. La respuesta fue en primer lugar institucional (fundación de nuevas órdenes
religiosas, el desarrollo del movimiento canonical y la aceptación de la diversidad eclesiásticas. Las
nuevas órdenes pretendían un retorno a la regla original de San Benito, haciendo hincapié en el
trabajo manual. Nuevas órdenes: la Cartuja, fundada por Bruno en 1084, busca recuperar un estilo
de eremitismo primitivo; y el Císter, fundada por Roberto de Molesmes en 1098 e inspirada por San
Bernardo, que ligó el éxito económico con la reforma espiritual. Recurre a la mecanización para
destinar más tiempo a la vida espiritual). la mayor parte de los canónigos del siglo XII estuvo ligada
al contexto urbano. La presencia de los laicos en el contexto religioso se reafirma. En este mundo
nuevo, la Iglesia se encargó de dar nuevas fórmulas. La evolución más importante concernía, sin
duda, a la doctrina del pecado y los sacramentos. Lo esencial estaría, en adelante, del lado de la
intención. La confesión progresaría a costa de la sanción penitencial y un frente pionero se abre en
las conciencias, el examen de conciencia. Se ha puesto en evidencia un ascenso a la primera línea
de los vicios: la avaricia en lugar de la superbia, el orgullo, el vicio por excelencia del feudalismo.
Otra novedad esencial fue la revolución escolar. El desarrollo urbano suscitó una renovación de
ciertas escuelas episcopales. Pero esta renovación no fue más que un fuego de artificio y las
escuelas monásticas quemaban su último cohete. Por contra, las nuevas escuelas urbanas nacían de
un modo un tanto salvaje. Por una parte, se imponía una atracción por la teología en París. Por otra,
se produjo en Bolonia una cristalización en torno al derecho. Los concilios ecuménicos (Letrán I, II,
III y IV) son la conclusión de la reforma gregoriana. En tanto que adaptación a la novedad, dichos
concilios organizaron el control y la sujeción, si no el aislamiento, de la nueva sociedad. A pesar de
este esfuerzo de aggiornamento, la Iglesia quedó prisionera, a comienzos del siglo XIII, de
pensadores viejos y nuevos. La Iglesia también tuvo fracasos reveladores, como la cruzada contra
los musulmanes, pero sobre todo el fracaso más importante fue el de la lucha contra las herejías en
el interior de la cristiandad. En fin, la Iglesia se vio imposibilitada de rechazar o aplacar los retos de
la historia: el ataque del dinero, las nuevas formas de violencia, la aspiración contradictoria de los
cristianos a gozar de los bienes de este mundo y al mismo tiempo resistir a los pecados
incrementados por la riqueza, el poder o la concupiscencia. El culto armazón de la escolástica y el
derecho canónico también va a contribuir a ensanchar la zanja cultural entre la élite eclesiástica y la
masa laica.
Ningún fracaso fue más significativo que el de la Iglesia de fines del siglo XII ante los movimientos
de laicos abiertamente heréticos. El más espectacular y el más grave fue el del catarismo, autentica
religión diferente del cristianismo y fundamentada en una estricta oposición entre el bien y el mal,
el espíritu y la materia. Fue un fracaso del clero secular local y de los cistercienses. Las
consecuencias serán la guerra llevada a cabo por la Iglesia en la cristiandad, la duradera disociación
entre la Francia central y la del norte y la organización de la inquisición. Aún más significativa
podría ser la incomprensión, el miedo de la Iglesia ante los movimientos de laici religiosi que no
profesaban ninguna doctrina herética. Más graves fueron los casos de los valdenses y los umiliati.
Los primeros eran los pobres de Lyon que, al llamamiento y reclamo del rico mercader Valdés,
decidieron hacia 1170 consagrar su vida a la piedad y a las buenas obras, a la lectura de la Biblia, a
la predicación y a la mendicidad. Hacia 1175, un grupo de artesanos de Milán, los umiliati, se
constituyó en comunidad de trabajo y oración, leyendo también la biblia en lengua romance y
orando. Pronto se dispersaron por toda la Lombardía. El papa Lucio III excomulgó al mismo tiempo
a cátaros, valdenses y umiliati en Verona, en 1184. ¿Qué les reprochaba la Iglesia? Esencialmente,
usurpar uno de los monopolios clericales: el de la predicación. Inocencio III dio marcha atrás y
recuperó en 1196 a una parte de los umiliati, pero transformados en órdenes.
Las necesidades que hacia el 1200 tenían ciertos medios laicos eran: el acceso directo a las
Escrituras, sin el obstáculo del latín y la intermediación del clero, el derecho al ministerio de la
predicación, la práctica de la vida evangélica en su vida cotidiana, en la familia, en la profesión y en
el estado laico.
Este era el contexto cuando Francisco de Asís tenía veinte años. Es un niño de la ciudad, hijo de un
mercader, y en la ciudad él iba a aportar el sentido de la pobreza frente al dinero y a los ricos.
Recuperando, en un contexto nuevo, el espíritu de San Martín, Francisco busca la alternancia
entre la actividad urbana y el retiro eremítico. Así propone el peregrinaje.
Francisco mostraría que los laicos son dignos y capaces de llevar, como los clérigos y con los
clérigos, una vida verdaderamente apostólica. Lejos de las jerarquías, de clases, de divisiones,
propuso un único modelo, Cristo, y un solo programa, “seguir desnudo a Cristo desnudo”. En este
mundo que se vuelve de exclusión y de marginación de los judíos, los leprosos, los herejes, los
homosexuales, proclama sin el menor resabio de panteísmo la presencia divina en todas las
criaturas. Frente al desarrollo intelectual, al movimiento universitario que rápidamente arrastrará a
los líderes franciscanos, Francisco duda.
II. EN BUSCA DEL VERDADERO SAN FRANCISCO.
Santo de un nuevo género, cuya santidad no se manifestó tanto a través de los milagros o de un
muestrario de virtudes como de la línea general de una vida ejemplar completa.
San Francisco en sus escritos. El santo, en su humildad, no se refleja en sus escritos. Testamento,
el más “autobiográfico” de sus escritos, recuerda como siempre buscó el trabajo manual. La
primera “Regla”, escrita entre 1209 o 1210 para los hermanos, se perdió. También se perdieron
sus cartas, poemas y cánticos. A estas pérdidas se unen los reparos sobre la autenticidad de
ciertos escritos que han llegado hasta nosotros bajo el nombre del santo de Asís. La carta
dirigida “a todas las potestades, a todos los cónsules, jueces y regidores del mundo entero, así
como a todos aquellos a los que este documento pueda llegar” y conocida como la “Carta a los
gobernantes de los pueblos”, no puede ser atribuida a san Francisco sino en virtud de su
contenido. Ninguna prueba externa permite afirmar su autenticidad. Presenta aspectos
desconcertantes, como la reiterada alusión a la cercanía del fin del mundo (san Francisco no
pareció haber creído en la proximidad histórica de este acontecimiento).
Si la interpretación de los textos auténticos de san Francisco da pie a importantes discrepancias,
dada la simplicidad y la claridad de vocabulario y de estilo de su autor, no ocurre lo mismo con
las circunstancias de su composición. Por ejemplo, ¿cuál es el papel desempeñado por las
presiones externas en las modificaciones que el santo realizó en la Regla de 1221?
Así, nos acercamos a la fuente principal de las dificultades de la historiografía franciscana: la
existencia de dos tendencias en el seno de la orden, cada una buscando atraer hacia ella al
fundador e interpretar en su favor sus palabras y sus escritos. Por una parte, estaban los
rigoristas, que exigían a los hermanos menores practicar una pobreza total y el mantenimiento de
las distancias respecto a la curia romana. Por la otra, los moderados, convencidos de la necesidad
de adaptar el ideal de pobreza a la evolución de una orden con un numero de hermanos en
continuo aumento, de ver en la Santa Sede la auténtica fuente de verdad y de autoridad, ¿dónde
situar entonces al verdadero Francisco?
El problema de las biografías. Aquí las dificultades son mayores. Las disensiones en el interior
de la orden de los frailes menores en el siglo XIII terminan por privarnos de fuentes confiables.
Dichas disensiones comenzaron en vida del propio san Francisco, obligándole a volver de Tierra
Santa en 1220 a redactar en 1221 una nueva regla. Las divisiones se acentuaron tras la muerte
del santo. Durante la segunda mitad del siglo, estas oposiciones se agudizaron y las dos
tendencias se constituyeron en auténticas facciones enemigas. Los Conventuali (conventuales)
aceptaron seguir la regla interpretada y completada por las bulas papales que atenuaron la
práctica de la pobreza, mientras que sus adversarios cada vez más extremistas en la austeridad y
hostiles a Roma, se vieron reducidos a mantener posturas heréticas. Se puede afirmar que la
querella franciscana fue zanjada por el papa Juan XXII en 1322 con la bula Cum inter nonnullo,
que se pronunció en el sentido más opuesto a la pobreza absoluta y a las tendencias de los
espirituales.
Siguiendo las fuentes de la historia de san Francisco, el episodio decisivo de esta lucha tuvo
lugar entre 1260 y 1266. En la Orden, hubo siempre partidarios de un punto intermedio que
quisieron establecer un pacto entre las dos facciones.
San Buenaventura es elevado por los moderados al ministerio general de la orden en 1257 para
restablecer su unidad. Los franciscanos de ambas tendencias habían hecho multiplicarse las
biografías del santo presentándole con propuestas y actitudes conformes a sus respectivas
posturas. El capítulo general de 1260 confió en san Buenaventura la tarea de escribir la vida
oficial de san Francisco, que la orden consideraría en adelante como la única para describir al
verdadero Francisco. Esta vida, Legenda, fue aprobada por el capítulo general de 1263, mientras
en el de 1266 se tomó la decisión de prohibir a los frailes la lectura de cualquier otra vida de san
Francisco a partir de aquel momento, ordenándoseles la destrucción de todos los escritos
anteriores. Un problema de la Legenda es que apenas se puede usar como fuente de la vida de
san Francisco ya que, debido a su trabajo como pacificador, san Buenaventura, aun estando
animado por una profunda veneración hacia san Francisco realizó una obra que ignora las
exigencias de la ciencia histórica moderna ya que es tendencias y fantasiosa. Este san Francisco
de medias tintas se acerca más al de los conventuales que al de los espirituales. Sin embargo,
hasta finales del siglo XIX, el san Francisco corregido, mutilado y edulcorado de san
Buenaventura fue considerado el verdadero.
El auténtico punto de partida en la búsqueda del verdadero san Francisco se halla en ola
fundamental obra del protestante Paul Sabatiera, de 1984. Se considera que las fuentes
esenciales sobre la vida de san Francisco se articulan en torno a dos personajes, uno que
representa a los medios franciscanos moderados y el otro, a los rigoristas. Las obras del primer
grupo tienen por autor al franciscano Tomás de Celano, quien a petición de Gregorio IX escribió
una vida de san Francisco, la Vita prima, concluida en 1228. Esta vida está muy bien
documentada.
En 1244, el general de la orden Crescencio de Jesi pidió a Tomás de Celano completar la Vita
prima para satisfacer a aquellos frailes que no habían conocido a san Francisco, para lo cual
pidió a todos los que pudieran ayudar a Tomás de Celano que escribieran sus recuerdos sobre el
santo para uso de éste. Así se realiza la Vida secunda. Entre los utilizados por Tomás de Celano,
había un texto escrito por tres frailes que habían conocido especialmente bien a Francisco, los
hermanos Rufino, Ángel y León. Este último fue precisamente el personaje central del otro
grupo de biógrafos, de la otra facción.
Tomás de Celano se vio obligado a escribir un Tratado de milagros de san Francisco tras la
petición del nuevo general Juan de Parma, en 1253. El Tratado también fue un complemento a
las dos Vitae.
El grupo opuesto de biografías de Francisco ofrece numerosas lagunas y grandes incertidumbres.
El personaje principal fue el hermano León, confesor de san Francisco. El auto de fe de 1266
consiguió privarle de textos de los que hubiera podido servirse con total seguridad. Entre los
restantes textos suministradores de las bases biográficas sobre san Francisco, hace falta colocar
en lugar aparte dos obras:
 Las bodas espirituales de San Francisco con la Dama Pobreza, pequeña epopeya
compuesta hacia 1227.
 Las Fioretti, breves narraciones edificantes.
Vida de san Francisco. Francisco Bernardone nació en Asís, en 1181 o 1182. Su madre le hizo
bautizar con el nombre de Juan Bautista. No se sabe en qué momento se cambia el nombre a
Francisco, pero hay tres teorías sobre el origen:
1. El padre le cambia el nombre cuando llega de su viaje.
2. Es un homenaje a su madre, que habría sido francesa.
3. Tenía una afición a la lengua francesa.
Como hijo de mercader, buscaba llevar el estilo de vida caballeresco e imitar el comportamiento de
los nobles, antes que practicar las virtudes y defectos de la burguesía comerciante. En Asís
proseguía la doble lucha entre, por una parte, los partidarios del papa y del emperador y por otra,
entre la nobleza y el pueblo de Asís, es decir, entre las viejas familias feudales y la nueva burguesía
mercantil. Este bando “popular” fue el que le atrajo.
Un capítulo de estas luchas terminó mall para Francisco. Las familias nobles expulsadas de Asís se
refugiaron en la ciudad rival, Perugia. Los perusinos, para devolverles sus bienes y status,
declararon la guerra al pueblo de Asís. Francisco fue hecho prisionero en 1202 y estuvo más de un
año encarcelado en Perugia (encarcelado con los caballeros). Ni esta desagradable experiencia, ni la
prolongada enfermedad que le tuvo inmovilizado durante buena parte del año 1204 le alejaron de su
apetito de gloria militar.
La conversión. La conversión de san Francisco narrada por Tomás de Celano presenta
incoherencias. Se tiende a resolver estas dificultades suponiendo que Tomás tuvo a su disposición
fuentes dispares. En la Vita prima, la conversión se presenta desde una perspectiva “espiritual” o
psicológica y, en la Vita secunda, desde una perspectiva “religiosa” o mística. Según Tomás, la
conversión de Francisco se entiende en un periodo de cuatro o cinco años y sigue un itinerario,
evoluciona en varios episodios. El primer episodio empieza durante una enfermedad. Aunque
Francisco nunca buscó la humillación sistemática de su cuerpo, su actitud al respecto fue ambigua
o, mejor dicho, ambivalente. El cuerpo es una fuente de instrumento del pecado, pero también es la
imagen material de Dios. Encadenado al dolor físico, éste comenzó a hacerle reflexionar sobre el
destino humano, planteando uno de los temas esenciales en Francisco, el de las relaciones entre el
hombre interior y el hombre exterior. Su conversión se manifestó, en primer lugar, por medio de la
renuncia a la riqueza y los bienes materiales.
Acontecimiento importante: a la salida de un pueblo, Francisco se encontró con un pobre caballero
andrajoso y le entregó su manto. Con seguridad, ya fuera verdadera o falsa, esta acción quiere hacer
de Francisco un nuevo san Martín. Le da su capa. Primer abandono y primer rechazo simbólico. De
vuelta a Asís, poco a poco fue yéndose a una gruta aislada a meditar en una vida nueva. El tesoro
que buscaba era la sabiduría divina y, la esposa, la vida religiosa. Así fue prefigurado el tema del
matrimonio con la pobreza.
A partir de aquí los acontecimientos se precipitaron. Francisco renunció a todos sus bienes, se
desvistió por completo y desnudo, proclamó su renuncia absoluta. En esta etapa, Francisco también
tuvo dudas. Había roto con la vida mundana, pero aún no estaba unido a la vida nueva. Todavía
había obstáculos por superar. La acción de besar a los leprosos hacía entrar en la vida el tema de la
repugnancia vencida, de la caridad a los sufrientes y al hermano cuerpo, del servicio a los más
desfavorecidos, los más pequeños. “Y Dios dijo a Francisco: Francisco, anda, repara mi casa que,
como ves, está en ruinas.” Así, otro tema entraba en su vida: el trabajo manual. Reconstruido San
Damiano, se entrega a reparar la Porciúncula, oratorio perdido en los bosques, pero cerca de las dos
leproserías de Santa María Magdalena y San Salvador.
La Porciúncula era el lugar que Francisco más quería en el mundo. Allí cumple el último
acontecimiento de su conversión. Dios habló de nuevo a Francisco, cita el capítulo X de Mateo, que
habla de anunciar el reino de Dios, vender lo propio y aceptar la pobreza. Así, el 12 de octubre de
1208 o el 24 de febrero de 1209 se transforma de converso a misionero.
De la primera a la segunda regla. Así, Francisco comenzó a predicar. Predicó en Asís. En 1209
consigue su primer adepto, un hombre piadoso y simple. Luego fue un hombre rico. El tercero fue
otro lugareño de Asís. El cuarto fue su hermano Égido. Desde este primer momento comenzó la
predicación itinerante. Salvo breves retiradas, Francisco y sus compañeros estarán siempre en
camino, predicando en las ciudades y pueblos. Su dominio por excelencia fue Italia, de Roma a
Verona, pero, sobre todo, la Umbría y las Marcas. Un tema de inquietud es que Guido, el obispo de
Asís que había protegido a Francisco en el momento de su conversión, se torna, si no hostil al
menos desconfiado. Francisco debió tener que recurrir a toda su capacidad de persuasión para
convencerle de la legitimidad de su actividad y de su estilo de vida. Para poner coto a sus amenazas,
Francisco decidió ir a Roma con sus once hermanos y solicitar al papa la aprobación de su conducta
y la de sus frailes.
Francisco e Inocencio III. El texto entregado a Inocencio III no se ha conservado. Le fue difícil
arrancar la aprobación del pontífice. Para Francisco, los enemigos no existen fuera de nosotros, son
nuestros vicios y nuestros pecados y, en todo caso, no hace falta juzgar al prójimo. Inocencio III
veía a la Iglesia asediada por tropas enemigas, por los príncipes que se decían cristianos o por los
herejes que proliferaban. Inocencio III tomó o pareció tomar por un porquero a aquel hombre con su
“pobre túnica, su cabellera desordenada y sus enormes y negras cejas”. Lo que está claro es que,
tras un primer recibimiento hostil, ya fuera del papa o de la curia, Francisco preparó un nuevo
encuentro con Inocencio. El mediador fue el obispo Guido de Asís. Sin embargo, cuando Francisco
pudo someter el texto de la “Regla” a Inocencio III, éste se asustó de su severidad. Inocencio III le
dijo a Francisco que esperaran a que Dios manifestara su voluntad. Dios lo hizo a través de un
sueño (Inocencio sueña que Francisco salva a la Iglesia). Así, el papa aprueba el texto que Francisco
le entrega, sin embargo, le hizo rodearse de numerosas precauciones, dando una aprobación verbal
y no escrita. Impuso a los frailes obedecer a Francisco y a Francisco obedecer a los papas. En fin,
sólo les autorizó predicar, es decir, a dirigir al pueblo exhortaciones morales. Francisco no pidió
nada más. De vuelta a Asís, Francisco y sus compañeros se instalaron en la llanura al borde del
meandro de un arroyo, el Rivo Torto. Ocuparon una cabaña abandonada. Dividieron su tiempo entre
el cuidado de los leprosos, el trabajo manual, la mendicidad y la predicación, fundamentalmente en
Asís. Un tipo fue y metió a su burro en la cabaña para sacar a Francisco y sus amiwos. El obispo y
los canónigos les rechazaron, y sería el abad del monasterio benedictino de Monte Subasio quien
concediera a Francisco la capilla de la Porciúncula y un pedazo de tierra cercano. El mismo tipo de
vida continuó para la pequeña comunidad, que aumentaba poco a poco.
Santa Clara. Si bien la Porciúncula se convirtió en la residencia preferida de Francisco desde finales
de 1210, no debe olvidarse que la abandonaría frecuentemente, ya fuera para ir a predicar en Asís,
en Umbría, en la Italia central y septentrional, ya para retirarse en soledad a varias ermitas. Tanto él
como sus hermanos no siempre tuvieron buena acogida. En 1212 Francisco hizo una adepta
destacada. Una joven muchacha noble de Asís se fugó de su casa con una amiga y se refugió en la
Porciúncula. Después se trasladaron al monasterio de Sant’ Angelo, que otras benedictinas
ocupaban en el Monte Subasio. A Clara y Pacífica se une Inés, hermana de Clara. Un tiempo
después, el obispo Guido entregó la capilla de San Damiano a Clara y las “damas pobres”. Así,
siguiendo la tradición del monacato con ramas masculina y femenina paralelas, inaugurada por san
Benito y santa Escolástica, Francisco y Clara continuaron caminando juntos hasta la muerte.
Milagros y peregrinaciones. 1212 fue el año de efervescencia y de esperanza para la cristiandad.
Los reyes cristianos de la península ibérica unieron sus fuerzas contra los musulmanes. Los
compañeros de san Francisco se iban haciendo más numerosos. En ayuda de Francisco, los milagros
eran cada vez más numerosos. Lo que había sido objeto de burla, ahora provocaba a su paso no sólo
la curiosidad, sino también lla veneración y el entusiasmo.
El cuarto concilio de Letrán. En 1215 Inocencio III reúne el cuarto concilio de Letrán. Se dictamina
una nueva cruzada. Es evidente que el concilio conlleva una amenaza para Francisco, Domingo y
sus compañeros. El canon trece prohibió formalmente la fundación de nuevas órdenes y el canon
diez preveía la actividad de los auxiliares de los obispos “no sólo para asegurar la predicación, sino
para atender a las confesiones, distribuir las penitencias y para cualquier otra cosa tocante a la
salvación de las almas”. El papel de estas ayudas estrechamente subordinadas a la jerarquía estaba
evidentemente dirigido a responder a las intenciones de Domingo y de Francisco. En 1216,
Domingo logró fundar su orden bajo la apariencia de la simple continuación de una tradición
preexistente, adoptando la regla de San Agustín. Francisco procedió de forma más discreta,
haciendo coexistir en legos y clérigos el puente entre la Iglesia y los laicos. Según se ha defendido,
en 1216 solicitó y obtuvo del nuevo papa Honorio III la indulgencia para todos aquellos que
visitaran el santuario de la Porciúncula el día del aniversario de su dedicación. Es dudoso porque no
hay documentos que den crédito de esto hasta 1277. En todo caso, Francisco dio a sus compañeros
cierto esquema organizativo, que se había hecho necesario debido a su número cada vez mayor y a
la amplitud de su actividad. Parece que, mientras los hermanos fueron poco numerosos, Francisco
les pidió volver a la Porciúncula dos veces al año. Pero cuando su número creció se redujo a una
vez al año. En la reunión de 1217 Francisco decidió llevar la predicación fuera de Italia. Él mismo
decide ir a Francia junto al hermano Maseo. En Florencia se encontró con el cardenal Ugolino,
quien lo persuadió de abandonar el viaje a Francia pues los misioneros que habían salido de Italia
no llegaron a nada, y en Alemania fueron especialmente mal recibidos. Por tanto, en 1219 Francisco
decide ir a tierra infiel y convertirles o encontrar el martirio. Pero no llega a ninguna parte porque
queda la cagá. Los extremistas habían dado rienda suelta a las tendencias más radicales (convertirse
en vagabundos, rodearse de mujeres hasta comer con ellas en el mismo plato o formar comunidades
con leprosos de ambos sexos). De camino de Venecia a Roma (alcanza a llegar a Venecia) pasa por
Bolonia, donde el hermano Giovanni di Staccia había establecido una casa de estudio. Expulsó a
todos y toma medidas: de ahora en adelante quienes quisieran entrar a la comunidad tenían que
pasar por un año de noviciado y un representante de la Santa Sede tendría que ser el protector,
gobernador y corrector de la hermandad. Fue el cardenal Ugolino.
Francisco presentó su regla al capítulo de 1221. Para encuadrar a la muchedumbre de laicos que
querían entrar en la orden y posiblemente a sugerencia de Ugolino, se inspiró en algo que había sido
instituido en los umiliati creando una orden tercera. La Orden Tercera1, en la forma en que fue
concebida, respondía sobre todo a los deseos de la Santa Sede por encauzar la marea franciscana y
desviarla en su provecho para construir una milicia laico-religiosa al servicio de sus intereses
espirituales y temporales. En diciembre de 1221 el papa Honorio III utiliza a los numerosos
franciscanos terciarios de Faenza contra el bando imperial. La Orden Tercera se convirtió en un
instrumento de la política güelfa2.
La Regula Bullata. El papa y el cardenal Ugolino habían pedido a san Francisco que retocara su
proyecto de regla de 1221. La nueva regla fue aprobada por el papa Honorio III mediante la bula
Solet annuere del 29 de noviembre de 1223. La Regla no insistió más sobre la necesidad del trabajo
manual y no prohibió a los frailes tener libros. Francisco, con lágrimas en los ojos, aceptó esta

1
La primera es la de los franciscanos. La Orden Segunda, segunda orden o cualquier término que haga
referencia a una segunda orden es la de las Clarisas. La tercera es esta, de laicos que continúan siguiendo a
Cristo, pero en las casas, porque están casados o qué se yo.
2
Los güelfos son los que en el sacro imperio romano germánico apoyan a la casa de Baviera. Su contraparte
son los gibelinos, que apoyan a la casa Hohenstaufen.
Regla desfigurada. Se resignó. Así es como Francisco llegó a considerar su propia salvación como
independiente de la orden nacida de él, aunque a pesar suyo.
Hacia la muerte. Francisco se retiró del mundo antes de que la última enfermedad no le permitiera
volver. Francisco, después de haber pasado el invierno y la primavera de 1224 en Greccio, se
marchó a Porciúncula para celebrar el capítulo general de junio. Se abandonó a la contemplación.
Mientras meditaba una visión que tuvo sobre la pasión de Cristo, en sus manos y en sus pies se
abrieron orificios sangrantes y en su costado apareció una herida. Francisco había consumado su
camino hacia la imitación de Cristo. Era el primer estigmatizado. Sintiéndose confirmado en su
misión a través de los estigmas, Francisco retomó sus viajes en el otoño de 1224, montado sobre un
asno. Pero sus enfermedades se sucedieron. Alrededor del moribundo Francisco se reunió el
codicioso desvelo de la busca del santo cadáver. El miedo de la gente de Asís se centraba en sus
enemigos de siempre, los habitantes de Perugia, ya que la Porciúncula, sitiada en un llano, estaba a
merced de un golpe de mano de los perusinos. Tenía 45 o 46 años. La avalancha de gente sobre el
cuerpo para ver los estigmas y tocar la santa reliquia y los funerales se sucedieron rápidamente.
Menos de dos años después fue canonizado.
Las obras y la obra. Francisco no fue un escritor, fue un misionero. Entre la regla de 1221, que no
fue aprobada, y la que todavía sigue en vigor hoy en día hay entre los menores, confirmada entre
1223 por una bula pontificia, hay diferencias. Se mantiene la prohibición absoluta de recibir dinero.
En la segunda regla se añade el uso de zapatos en caso de necesidad. La prohibición de poseer otros
libros que no fueran el breviario y el salterio desaparece en la segunda regla. También se reduce el
ayuno. Desaparece el deber de desobediencia por parte de los hermanos a cualquier cosa que los
ministros ordenaran contraria a la regla o a la conciencia. Desaparece también la prohibición a
llamar a cualquiera priore, todos debían llamarse frati minori. La mendicidad fue llevada al extremo
y fue privada del contexto que en la primera regla confería todo el sentido a su práctica. Este
contexto era doble, social y apostólico. La mendicidad situaba concretamente a los hermanos entre
los pobres. De todas las precisiones respecto a la pobreza en los viajes no quedó más que la
prohibición de ir a caballo.
La predicación, ordenada a todos los hermanos en la primera regla, fue estrictamente reglamentada
en la segunda. No podía realizarse más que en las diócesis donde los obispos la autorizaran. Debía
estar subordinada a un examen y a una licencia acordada por el ministro general. Debían ser
predicaciones cortas y que no trataran más que de temas morales y edificantes.
Las 28 Admoniciones son pequeños textos espirituales muy simples, que resumen la enseñanza de la
práctica de la vida religiosa que Francisco daba oralmente a sus hermanos y que no había
encontrado lugar en la Regla, tratándose más de recomendaciones. Es un pequeño tratado del buen
y el mal religioso.
El Testamento, escrito entre 1225 y 1226 es un texto capital. Con él, Francisco quiso hacer un
complemento de la regla. Parece haber querido reintroducir un cierto número de principios o de
prescripciones, que habían sido suprimidos o dulcificados en la Regla de 1223.
El Pequeño Testamento dictado por Francisco en abril de 1226 recuerda los tres principios
esenciales: el amor entre todos los hermanos de la orden, el respeto a “nuestra señora la Santa
Pobreza” y la obediencia a la “Santa Madre Iglesia”.
La correspondencia dirigida a la cristiandad comprende una carta a todos los clérigos y otra a todos
los fieles. La primera es una llamada a la penitencia. El Cántico del hermano Sol es el poema que
resume todo el amor fraterno de Francisco por toda la Creación.
San Francisco, ¿medieval o moderno? Los historiadores de finales de los siglos XIX y XX exaltan
la modernidad de san Francisco. Émile Gebhart asoció a san Francisco de Asís con Federico II, y
vio en estos dos primeros grandes modernos de la Edad Media a quienes, cada uno en su plano
correspondiente, habían liberado a Italia y a la cristiandad del menosprecio del mundo, de la
obsesión por el diablo y del peso del anticristo. Francisco era el liberador. El arte es el campo
donde se ha pretendido que la influencia de san Francisco, de su sensibilidad y de su devoción, fue
decisiva.
Los historiadores han quedado cautivados por el novedoso tipo de santo impuesto por san Francisco
a sus contemporáneos y perceptible en la Vita prima de Tomás de Celano, donde, junto a la
descripción del hombre interior, se describe el hombre exterior con un realismo precioso y
detallado, es decir, un Francisco bajo con apariencia física opuesta a la belleza tradicional del santo
alto y rubio. Por otro lado, Francisco estuvo acorde a las tendencias esenciales de la sensibilidad
gótica, deseosa de realismo, de luz y de delicadeza. El Cántico del hermano Sol, aun siendo una
alusión al simbolismo del sol como imagen de Dios, lo es también a su ser sensible, su belleza
natural, tal como son esencialmente vistos y amados las estrellas, el viento, las nubes, etc. El amor
que les profesó se transmitió a los artistas que, en lo sucesivo, quisieron representarlos fielmente,
sin deformarlos ni recargarlos con el peso de símbolos alienantes.
Tres fenómenos fueron decisivos en la orientación de Francisco: la lucha de clases, el ascenso de
los laicos y el progreso de la economía monetaria. Lo que le afectó muy de cerca fue el rigor y la
frecuencia de las luchas sociales y políticas, en las que él mismo tomó parte antes de su conversión.
Como hijo de mercader, estuvo entre las clases populares y la nobleza, perteneciendo al pueblo por
nacimiento, pero situado cerca de la aristocracia por la fortuna familiar, la cultura y el tipo de vida.
Superar estas divergencias sociales fue su objetivo, dando en su orden ejemplo de igualdad y
descendiendo en los contactos con los hombres al estrato social más bajo: el de los pobres, los
enfermos y los mendigos. Respecto a la sociedad secular, lo que buscaba era restablecer la paz, ser
un pacificador. Pero ¿cómo? En primer lugar, había que vincular a los laicos a la vida de la Iglesia
en lugar de someterlos a la dominación de los clérigos. Así, quiso hacer de sus hermanos no la
orden que les impusiera, sino una fraternidad, una cofradía donde cohabitaran clérigos y laicos.
Había que predicar a todos los hombres, predicar el Evangelio. Pero ¿qué había de esencial en el
evangelio? ¿Qué se había olvidado y traicionado de él? El desapego, la pobreza, el progreso de la
agricultura y la venta del excedente de ella resultante con la constante seducción del dinero. Al
abandono de la riqueza se unía el abandono de la familia (Francisco lo hizo).
¿Qué tiene de moderna la respuesta de Francisco? En su nuevo ideal religioso, llevó con él la
cultura y la sensibilidad caballerescas que adquirió antes de su conversión. La pobreza es su dama.
¿Fue la modernidad de Francisco haber introducido el ideal caballeresco en el cristianismo, como
los primeros cristianos habían introducido el ideal deportivo antiguo y san Bernardo el ideal militar
en la primera caballería?
¿La originalidad de San Francisco fue sólo haber resistido a la tentación herética en la que la mayor
parte de dichos pobres habían caído? ¿Estuvo a punto de ser un hereje? Lo que le retuvo fue
principalmente su fundamental determinación de permanecer junto a sus hermanos en la Iglesia y a
cualquier precio porque no quería quebrar la unidad y la comunidad a la que tanto quiso. Pero,
sobre todo, a causa de su sentido y su necesidad visceral de los sacramentos. Para administrarlos es
necesario un clérigo, y es por eso que Francisco perdona mucho a los presbíteros (a cambio de los
sacramentos). Salvó a una Iglesia amenazada de ruina por la herejía y por su decadencia interna. Él
llevó a cabo el sueño de Inocencio III.
¿Francisco, tan ortodoxo como se ha indicado y más tradicional de los que se ha querido ver
después, no fue entonces un verdadero innovador? Sí, y en aspectos esenciales. Tomando y dando
por modelo al mismo Cristo y no a sus apóstoles, embarcó a la cristiandad en una imitación del
Dios hombre que devolvió al humanismo las ambiciones más altas, un horizonte infinito.
Sustrayéndose a sí mismo a la tentación de la soledad para ir al centro de la sociedad viva, en las
ciudades y no en los desiertos, los bosques o los campos, rompió definitivamente con el monacato
del aislamiento del mundo.
Proponiendo como programa un ideal positivo, abierto al amor a todas las criaturas y a toda la
creación transformó la sensibilidad medieval y cristiana y reencontró el júbilo primigenio,
rápidamente ahogado por un cristianismo masoquista.
III. EL VOCABULARIO DE LAS CATEGORÍAS SOCIALES EN SAN FRANCISCO
DE ASÍS Y SUS BIÓGRAFOS DEL SIGLO XIII.
Crítica tradicional a los textos dividida en dos niveles:
 El de la relación del vocabulario de nuestros textos con el que conocemos por otras realidades
que también designa
 El de la relación de este vocabulario con el mundo mental de sus usuarios.
Los textos objetos del estudio son: las dos Reglas, el Testamento, las cartas, las oraciones y textos
litúrgicos. Se han utilizado especialmente los textos de los siguientes autores:
 Tomás de Celano
 Julián de Spira
 Enrique de Avranches
 San Buenaventura.
Definición y alcance de la investigación. Su interés. El franciscanismo fue un importante
movimiento religioso. Hizo uso de nuevos métodos de apostolado y, rompiendo con el aislamiento
del monacato anterior, esparció a sus miembros por todos los caminos y, sobre todo, por las
ciudades, entonces en pleno desarrollo, es decir, en el corazón de la sociedad. Su éxito fue
desbordante en todos los medios. Las herramientas franciscanas apuntaban a transformar la
sociedad, no a despreciarla. Todo vocabulario, todo lenguaje, es, al mismo tiempo que un
instrumento de análisis y comprensión, un prejuicio y un instrumento de acción. Pero durante la
Alta Edad Media la pasividad cultural del grueso de la sociedad permitió a la Iglesia obrar sobre
ella mediante un lenguaje sacro “terrorista”. La emancipación de los tipos de laicado cada vez más
numerosos poco a poco volvieron inoperante este lenguaje. La preocupación del franciscanismo por
la eficacia de cara a la nueva sociedad le impuso un lenguaje u in vocabulario que tuvieran cierta
relación con la realidad y, por consiguiente, con la realidad social en sus restructuras de clase. Al
mismo tiempo, el deseo de San Francisco y sus discípulos de dirigirse al conjunto de la sociedad les
condujo a utilizar sistemas de calificación que cubrieran todas las categorías sociales (todos los
hombres, todas las criaturas).
Sus dificultades. La lengua. La lengua de todos los textos es el latín, lo que presenta importantes
problemas, ¿era el latín una lengua muerta y viva a la vez?, ¿a qué realidades de la época
respondían las palabras?, ¿qué aproximaciones, deformaciones, contrasentidos o juegos de palabras
existían entre los vocablos y sentidos antiguos y los medievales? Especialmente a partir del siglo
XIII, la presión de la lengua vulgar sobre la cultura se hizo más y más grande. La Weltanshauung
religiosa. Para combatir la lucha de clases, las religiones y en particular las universalistas como el
cristianismo, tienden a negarla, desocializando las superestructuras, en particular el arte y la
literatura. Las desigualdades se fundamentan sobre criterios propiamente religiosos y las
distinciones de grupo sobre criterios litúrgicos o místicos, valorando así una jerarquía de los sexos o
de las situaciones familiares. el franciscanismo también alimentó un confusionismo conceptual y
verbal con respecto a las categorías sociales. Los préstamos bíblicos. La biblia era el arsenal del
vocabulario y de los modelos mentales. Para las palabras, tanto como para el resto, toda novedad
era sospechosa. Si, desde el punto de vista de la comunicación, Francisco de Asís y el
franciscanismo representaron un progreso hacia el habla vulgar y si, desde el punto de vista
ideológico buscaron el compromiso entre el deseo de un vocabulario concreto y la voluntad de
instaurar desde los cimientos una sociedad religiosa, en el caso de la utilización de la Biblia fueron
netamente “reaccionarios”. Para ellos, el evangelio era la base de todo. El evangelio más que la
biblia, porque para San Francisco, la gran fuente es el Nuevo testamento, no el Antiguo. Hay una
auténtica conversión evangélica en el vocabulario. Si, por lo tanto, hubo cierta diferencia entre el
vocabulario bíblico y el vocabulario en uso a comienzos del siglo XIII, y otra diferencia entre este
vocabulario y las realidades sociales de la época, la falta de adecuación que resulta en el lenguaje se
vio contrarrestada por la necesidad en que se halló el mismo san Francisco de tomar del Evangelio
la palabra que requería para estar de acuerdo con su tiempo. El fracaso de tal palabra, el éxito de
esta otra, los falsos sentidos y los contrasentidos, la necesidad de recurrir a un neologismo y toda
una gama de deslizamientos y desviaciones semánticas fueron sus indicios.
Dificultades inherentes a los textos elegidos. Textos de san Francisco. La autenticidad de ciertos
textos de san Francisco, sobre todo de algunas cartas, es dudosa. Nos parece que un estudio
sistemático profundo del vocabulario utilizado en el conjunto de las obras atribuidas a san Francisco
podría permitir un mejor acercamiento a sus problemas de autenticidad. Dos de los textos más
importantes de san Francisco se redactaron bajo influencias externas: la Regula Bullata y el
Testamento.
Los elementos del vocabulario de las categorías sociales. La visión social de san Francisco parece
ordenarse alrededor de tres sociedades: la sociedad celeste, la sociedad terrenal constituida por el
conjunto del pueblo cristiano y la sociedad particular formada por él mismo y sus hermanos.
 La sociedad celeste: para nombrar a Dios, Francisco recurre a los apelativos habituales de
“señor” y “rey”. No desarrolló las referencias a las jerarquías feudal y monárquicas implícitas
en los términos de Dominus y Rex. En la enumeración de la sociedad celeste enumera la
jerarquía celeste (de la Virgen, los arcángeles y ángeles a los santos) con apelativos
propiamente religiosos y litúrgicos. Si la sociedad celeste obedece a un orden jerárquico, de
Dios a los santos, no hay orden alguno en la enumeración de la sociedad terrestre. Rara vez
habla de Dios como Rex. Nunca como Imperator. El término con el que Francisco se refirió
a Dios de forma más habitual fue el de Pater. Para Francisco los demonios son los gastaldi
del Señor, agentes de sus castigos, en los que también añadió una maliciosa referencia a las
cortes de los grandes, de los magnati. Francisco inicia aquí, desde la teología, una crítica del
poder y de los poderosos.
 La sociedad franciscana. Francisco se consideró a sí mismo y a sus hermanos desde tres
perspectivas:
o Desde un punto de vista positivo, son un resumen de la sociedad terrestre, ya que
pertenecen a las dos o tres categorías que se pueden distinguir de ésta. En efecto,
entre ellos había a la vez clérigos y laicos (1), instruidos e iletrados (litterati-illiterati)
(2) y miembros de cada uno de los tres órdenes de la sociedad tripartita (3). Mejor
dicho, dos (los que trabajan y los que oran) porque Francisco excluye a los guerreros,
los bellatores. No por la concepción dualista y dialéctica de la totalidad, sino porque
no concebía que su orden pudiera englobar a los guerreros, lo que subraya su
alejamiento tanto de la concepción tradicional del monacato formado por los milites
Christi (concepción bernardiana) como del esquema, más moderno, de una
Ecclesia de tres rostros: militans, laborans, trimphans.
o Desde un punto de vista normativo, su orden o su fraternidad aunaba a
representantes del conjunto de dos elites socio-espirituales: la elite de todos los
inferiores (los hermanos son los menores por excelencia) y las categorías sociales
despreciadas, a las cuales los menores debían parecerse: gentes bajas y despreciadas,
pobres y débiles, enfermos, leprosos y mendigos. En este sentido son tres las
categorías que a Francisco le parecen particularmente recomendables: los iletrados
(idiotae, término más radical que illiterati), los “sumisos” (subditi) y sobre todos los
pobres (pauperes). Francisco tuvo la necesidad de precisar lo que él entendía por
pobres y cuáles eran los tres grandes males: la ciencia, el poder y la riqueza.
o Por último, Francisco invita a sus hermanos a llevar a cabo el modelo de otra élite:
la familia. su orden debía ser en primer lugar una fraternidad o una cofradía de tipo
laico, antes que una orden de carácter religioso y eclesiástico.
 La sociedad cristiana terrenal. El apostolado de Francisco se dirigió a todos. Tenía una
profunda necesidad de abrazar, global y enumerativamente, a toda la sociedad. En la primera
Regla comenzó por una enumeración del mundo religioso, en el que distinguió a los “órdenes
eclesiásticos”, pasando a la sociedad laica nombró primero a los niños, jóvenes y muchachas,
después a los pobres e indigentes, reyes y príncipes, trabajadores y campesinos, mujeres
castas y casadas3, en fin, todos los pueblos, pobladores, tribus, grupos lingüísticos, naciones
y todos los hombres de toda la tierra, presentes y futuros. San Francisco mezcló varios
esquemas de descripción de la sociedad, siguiendo diversos criterios como el estado
religioso, la edad, el sexo, la fortuna, el poder, la ocupación o la nacionalidad. Hay, sobre
todo, un deseo de considerar a la sociedad como un conjunto de categorías no jerarquizadas
desde un punto de vista espiritual y, una vez hecha la reverencia al mundo eclesiástico,
igualitario en el plan de salvación. San Francisco usó preferentemente esquemas múltiples
o bipartitos, más que los esquemas tripartitos que entonces estaban de moda. Los
tripartitos le parecían, sin duda, el tipo de esquemas de carácter sabio, herramienta de los
clérigos henchidos de su ciencia y de los ricachones de la cultura, que le producían horror.
Entre el mundo celeste jerarquizado y la multiplicidad social de un mundo terrenal desordenado,
Francisco soñó instaurar la sociedad franciscana como intermediaria.

En los biógrafos.
Las listas. Los conjuntos o categorías sociales que aparecen de forma masiva en los biógrafos de san
Francisco pertenecen a tres grupos:
 Los espectadores. El modelo de medio socio geográfico donde esencialmente se ejerció la
predicación franciscana fue Asís. El tipo de villa pequeña situada en la proximidad de grandes
rutas y ampliamente abierta al entorno rural. A la llegada del santo ante una multitud la
muchedumbre se reúne a verle y tocarle. El santo se dirige sobre todo a los laicos, pero atrae
tanto a clérigos como a legos. Esto es la supresión de una de las grandes barreras de la
sociedad medieval, la que separa a los clérigos de los laicos. Del mismo modo, también

3
Siempre va de dos en dos. Visión dual.
acudían gentes de todas las edades y todos los sexos, mención banal a primera vista, pero que
viene a indicar cómo, en la sociedad medieval, las mujeres, y en un grado menor los ancianos
eran categorías sociales despreciadas. Francisco reunía a los dos grupos opuestos de pobres
y ricos, y sobre todo nobles y plebeyos.
 Los anfitriones. Salvo excepciones, los anfitriones de san Francisco que fueron distinguidos
por sus biógrafos pertenecen todos a los grupos sociales superiores. Son aquellos cuya
mención indica que los medios franciscanos tendieron a subrayar la impresión producida por
san Francisco en la flor y nata de la sociedad. Son los señores, los grandes.
 Los beneficiarios y testigos de milagros. De los 197 milagros relatados por Tomás de Celano
en su Tractatus de miraculis, 62 conciernen a personajes designados por su circunstancia
social. 28 pertenecen a la caballería o nobleza. El mundo clerical y las profesiones liberales
sólo fueron representados seis veces.
Los aislados y los insólitos. Los que no caben en los grupos anteriores. Los aislados son los ladrones,
los rusticus (campesinos).
El caso dudoso del grupo social de origen de Francisco: ¿miles o mercator? Ya convertido, Francisco
evitó tanto para sí mismo como para los demás, la mención de los milites, de l
os que reprobó la vanidad y la violencia, y de los mercaderes, de quienes condenó su amor al dinero.
Él mismo llegó a señalar su mediocre origen en un episodio con el hermano Leonardo (aquí se
traiciona a sí mismo al reconocer las jerarquías terrenas cuando se baja del asno en el que cabalgaba
mientras Leonardo iba de pie porque este último era de origen más noble que él mismo).
El caso equívoco de los magistri y doctores: san Francisco y los universitarios. Parece que Francisco
por lo menos sintió desconfianza hacia los sabios, porque consideraba la ciencia como una forma de
posesión y de propiedad. La condición universitaria no era compatible con la práctica de la pobreza,
porque implicaba la posesión de libros muy caros, en los cuales aún no se reconocía su carácter de
herramientas profesionales, y, al mismo tiempo, porque la vida universitaria difícilmente permitiría
ganarse un medio de subsistencia mediante el trabajo manual o la mendicidad efectiva. La evolución
de las condiciones generales del apostolado de los mendicantes en general y de los menores en
particular, llevó rápidamente a la orden a frecuentar las universidades y a venerar a maestros y
doctores. Así, la postura de san Francisco respecto a los profesionales de la ciencia fue profundamente
malinterpretada por sus biógrafos.
Acoplamientos insólitos de la pobreza con las clases superiores. Ciertos términos pueden asombrar
en boca de san Francisco y en el contexto social y mental de la época. Son aquellos por los que la
pobreza se transforma en gran dama y ciertos pobres pertenecen a los estratos superiores.
El autor vuelve a hacer alusión al encuentro de san Francisco con un mendigo al que le entrega toda
su capa, hecho narrado por Tomás de Celano con la clara intención de compararlo con San Martín, y
de dejar incluso mejor parado a san Francisco porque san Martín sólo entrega la mitad de su capa.
Desde la perspectiva propiamente franciscana, se trataba de poner de manifiesto el tipo social
concreto que trasciende la estratificación secular, una categoría que une en un glorioso escándalo la
pobreza y la nobleza, una encarnación viva de la ideología, de la utopía franciscana.
Ensayo de interpretación.
Situación del vocabulario en relación con los esquemas ideológicos medievales. Si buscamos en el
vocabulario social de san Francisco y de sus primeros biógrafos encontramos que:
 Los esquemas cuantitativos de “tipo aristotélico” están mejor representados, pero sin rigidez,
ya porque se descomponen a sí mismos en mayores combinaciones, ya porque se separan de
los esquemas habituales. Más que palabras antitéticas y complementarias, Francisco y, en
menor grado, sus biógrafos se interesaron más por poner en evidencia parejas equivalentes.
 Las listas cualitativas abiertas son las mejor representadas. El tipo de sociedad que aparece
en los esquemas franciscanos es una sociedad fragmentada, que presenta restos de
estructuraciones diversas, pero parciales.
Situación del vocabulario en relación con los principales vocabularios sociales de la edad media.
 En relación con el vocabulario feudal. Que esta desaparición del vocabulario feudal se debiera
en gran parte al carácter más relajado de las instituciones propiamente feudales de Italia, es
cierto. Lo importante aquí es el débil impacto de dicho vocabulario en la terminología
franciscana.
 En relación con el vocabulario político. Hemos visto el empleo muy limitado de la
terminología monárquica: imperator, rex, Regina, príncipes, magnati, etc. El pesimismo
político de san Francisco se asienta alejando de su vocabulario todo encasillamiento
lingüístico de tipo político.
 En relación con el vocabulario religioso. Es el vocabulario en el que el aporte cualitativo y
cuantitativo se revela más importante. La clasificación fundamentalmente clerici-laici. Esto
no debería sorprender en el fundador de un movimiento esencialmente religioso y católico.
La desconfianza de san Francisco respecto a los litterati, el deseo de apartar a su orden y a
sus fieles, no de la Iglesia sino del clericalismo manifiestan que el vocabulario social del
franciscanismo escapa de un molde, sino religioso sí al menos eclesiástico.
Otras influencias. Ciertas palabras clave del vocabulario social del franciscanismo son, si no
prestadas, al menos las mismas que las existentes en un vocabulario jurídico del pasado aun en uso.
Se trata de términos que la lengua jurídica generalmente tomó prestados de la biblia y que se vuelven
a hallar en los siglos xii y xiii, tanto en la pluma de juristas como en el vocabulario corriente. Así,
subditi se une ahora a una moral y a una espiritualidad de la obediencia que, después de una larga y
constante tradición medieval, se vuelve a desarrollar en san Francisco. En el momento en el que
Francisco escribió la carta “ad populum rectores” e impuso el término custos para designar a los
superiores de los conventos de su orden, vemos a los gremios en curso de establecer sus estatutos,
dando dicho nombre de rectores o custodes a sus cabecillas. La palabra minister, que a Francisco le
gustaba tanto aplicar a sí mismo y a sus hermanos es la que designaba entonces en los oficios a los
aprendices, llamados también discipuli o laboratores.
Situación del vocabulario en relación con la visión y con las intenciones franciscanas.
Los antagonismos de salida. Está claro que el punto de partida de su visión social es el de una
dicotomía fundada sobre la desigualdad. Lo más importante es el abismo que separa a los dos grupos,
en cuyo interior las etiquetas y los que las levan son, en el fondo, intercambiables, ya que
frecuentemente se trata de lo mismo: pobreza, indigencia e ignorancia van emparejadas, igual que, al
otro lado de la barrera, riqueza, poder y ciencia. Francisco, en su vocabulario social, no hace sino
entender la oposición entre las dos partes de la historia que él había vivido en Asís durante su
juventud. Si su cultura caballeresca aportó o no algo, se muestra bajo la forma de un duelo, de una
lucha de clases en dos campos donde se representa la sociedad que él quiere convertir y transformar.
La lucha por el equilibrio. El objetivo de Francisco fue reemplazar dichos antagonismos por una
sociedad fundada sobre las relaciones familiares, donde las únicas desigualdades se hallaban en la
edad y el sexo, desigualdades naturales, luego divinas. Los enemigos de san Francisco eran aquellos
cuyas designaciones comportaban prefijos que marcaban la superioridad: magis, prae-, super. A los
que exalta en compensación es a los despreciados por la sociedad: minores, subditi. El mal social por
excelencia es el poder. La mejor definición del hombre abusivo es la de potens. Sin duda, este poder
se asienta sobre diversos fundamentos. El primero es el nacimiento. Los otros dos fundamentos, los
más abominables porque son adquiridos y requieren esfuerzo y voluntad son la riqueza y la ciencia.
El progreso social, he aquí el gran pecado, y sus dos trampolines, el dinero y la cultura, debían ser
evitados, salvo en la estricta medida en que fueran necesarios, el uno para la subsistencia y la otra
para la salvación, es decir, esencialmente para la comprensión de la sagrada Escritura. El ideal social
al que aspiraba Francisco era una nivelación, un máximo de igualdad en lo más humilde, algo que se
dio cuenta que sería quimérico querer realizar en el conjunto de la sociedad, pero que quería llevar a
cabo en su “fraternidad”. Francisco habría dado que, para responder verdaderamente a su objetivo,
el modelo que proponía hubiera trascendido la división-oposición clérigos-laicos. Al acoger entre sus
hermanos a los unos y a los otros, esperaba crear una sociedad, un modelo original que no fuera del
todo ni laico ni, especialmente, del todo eclesiástico. No le fue permitido. San Francisco siempre
insistió en esta uniformitas, puede incluso que más, a modo de contrapeso, cuando le fue impuesta la
estructura de orden monástica. Tomás de Celano dio valor a esta societas caritatis que Francisco
quería crear entre sus hermanos, gracias a una uniformitas que haría desaparecer las disparidades
entre maiores y minores, literrati e illiterati. El santo quiso eliminar y compensar mediante el
vocabulario la desigualdad de funciones y de posiciones en el interior de la orden, reemplazando los
términos abad, prepósito y prior por los de ministro y custodio. San Buenaventura subrayó que
Francisco había rehusado de Gregorio IX que sus hermanos fueran elevados a dignidades
eclesiásticas, porque ellos debían permanecer en el estado de su vocacion. ¿Cómo realizar esta
sociedad sin clases? Jamás soñó con el empleo de la fuerza ni tampoco del poder política. Este
despreciador de desigualdades y jerarquías fue también, y en primer lugar dentro de su orden, un
apóstol apasionado de la obediencia. Por este carácter subversivo, escandaloso y revolucionario de la
sumisión voluntaria, Francisco y los suyos esperaban transformar la sociedad. Pero con una
obediencia que no era ciega. Incluso en el interior de su orden, o más bien sobre todo en ella, Francisco
puso en guardia a sus hermanos contra esa falsa obediencia que se pone al servicio del crimen o del
pecado. En la regla revisada que se le impuso, se vio obligado a edulcorar considerablemente esta
recomendación.
Fundamentos de un nuevo orden social. Este ideal de nivelación, con el esfuerzo que suponía en su
realización y el valor positivo de eliminación de la injusticia que encerraba, resultó esencialmente
negativo. San Francisco, tendiendo por otra parte a limitar esta práctica en sus hermanos, ¿qué nuevo
orden propuso a la sociedad? Es probable que Francisco viera de forma mucho más clara el mal a
eliminar que el bien a instaurar en su lugar. Reemplazar un orden fundado sobre el rango por otro
fundado sobre el trabajo, el mérito. De cara a una evolución que tiende a abandonar los matices
propiamente morales de labor (pena) en favor de referencias socioprofesoinales y socioeconómicas,
san Francisco no pareció haber elegido claramente.
Situación del vocabulario en relación con la problemática del historiador.
La puesta en situación histórica. En primer lugar, hay que definir el lugar y el momento. Hay que
remarcar que el humus italiano del franciscanismo le ofrecía un territorio donde el feudalismo no
existió realmente en un sentido clásico y donde estaba consolidado un modelo social urbano cuya
característica era el enfrentamiento de dos partes. En este cambio entre los siglos XII y XIII se asistió
a una reordenación social generalizada. Esta conmoción se sentía en términos de poder. Señalemos
que la difusión de la economía monetaria, resultado y factor a la vez de esta convulsión, no es
suficiente ni para explicarla ni para bautizarla. El dinero no fue el personaje central de esta revolución
social. En esta redistribución de las categorías sociales, la capa despreciada era la de los subditi, libres
o esclavos, a los que también se llama pauperes, ya que la pobreza no se opone únicamente a la
riqueza.
La elección del sistema de referencias. ¿En relación a qué modelo sociológico e ideológico se puede
definir esta sociedad? Esta sociedad no fue ni una sociedad de castas, ni una sociedad de órdenes, ni
una sociedad de clases. Se ha podido ver a lo largo de detallado análisis del vocabulario francisano
sobre las categorías sociales y las realidades que cubría, que éstas no ofrecían el carácter de
estratificación sacra o religiosa de castas y de órdenes, ni la homogeneidad relativa a las clases. Parece
que el esquema de ciencias humanas actuales más próximo a definir tal sociedad es el del pauperismo.
Planteamiento del problema. La sociedad pauperista de la Baja Edad Media occidental, que hace su
entrada en la escena histórica a través del franciscanismo y su vocabulario, no fue segregacionista, a
pesar del abismo que separaba a pobres de poderosos. El problema que se planteó sanfrancisco y sus
compañeros fue la integración de esta generalidad pauperista en la sociedad. Su solución fue religiosa
y espiritual de integración, historia y salvación. Pueden señalarse dos procesos integracionistas que
han permitido a esta sociedad ser globalmente arrastrada hacia el desarrollo. Uno es económico. El
progreso de la economía monetaria y de la acumulación. El otro es político-cultural. La formación de
unidades nacionales y de conciencias nacionales. Puede decirse que el vocabulario social del
franciscanismo primitivo es representativo de la fase de transición del feudalismo al capitalismo,
según las modalidades originales que ésta ha cubierto en la sociedad del Occidente medieval.

IV. FRANCISCANISMO Y MODELOS CULTURALES DEL SIGLO XIII.


La intención es elaborar un inventario de modelos de conceptos claves de la mentalidad y de la
sensibilidad comunes al siglo XIII y tratar de definir la actitud de los franciscanos frente a dichos
modelos, en su perspectiva de evangelización de la sociedad laica.
El autor se encuentra con dos grupos de dificultades. El primero atañe a la definición de modelos
culturales. Dichos modelos estuvieron generalmente elaborados por las clases dirigentes de la
sociedad, clérigos y nobles. Es muy difícil alcanzar los modelos propiamente “populares”. El segundo
grupo de dificultades se centra en torno a la apreciación de evangelización franciscana, que también
ha evolucionado en el tiempo.
Modelos ligados al espacio y al tiempo.
 La ciudad: el espacio de los primeros franciscanos fue la alternancia ciudad-soledad y
conventos-eremitorios, pareja a la tradición de un san Martín oscilante entre la cura
animarum y la práctica como monje. La elección que hicieron san Francisco y sus hermanos
fue el apostolado en las ciudades. La selección de la ciudad y el proceso de instalación de los
franciscanos en éstas ha sido bien estudiada. El espacio de Francisco y sus hermanos fue, a
continuación, una red de ciudades y de los caminos entre éstas. Los franciscanos estaban
frecuentemente en ruta, in via. El nuevo lugar para la palabra es la plaza.
 La iglesia. El apostolado franciscano marcó una cierta despreocupación sobre la construcción
de la iglesia. Al igual que las universidades no buscaban en el siglo XIII tener edificios
propios, “los menores parecen considerar aún la Porciuncula como su emplazamiento ideal”,
y, con los mendicantes, hubo una supresión de los lazos institucionales y permanentes entre
el religioso y la casa donde reside. La predicación condicionó la tendencia a salir de la iglesia,
practicándose fuera, en las plazas, en las casas y en el camino.
 La casa. Los franciscanos no esperaban que los laicos fueran hacia ellos, sino que ellos
mismos se acercaban a los laicos en su lugar de existencia por excelencia: la casa. Así, se
reconoce y se refuerza un fenómeno de gran importancia desde un punto de vista social y
cultural: la constitución del núcleo familiar en un lugar específico de residencia, la
recuperación de la casa como centro de devoción individual y familiar y, por ende, de
santificación de la vida cotidiana, mediante la conversación “a domicilio” con los religiosos.
Esta visita de las casas de los laicos, que comprendía las mansiones de los nobles, los
caballeros y los ricos a los que Francisco no desdeñó, ya que el apostolado ante los laicos
ricos era tanto o más importante a sus ojos, se pone en relación con los comienzos de la orden
y la inexistencia de lugares propios de hospedaje. Se capta aquí una evolución en las
relaciones entre frailes y laicos. El apostolado en las casas, el alojamiento en casas de laicos,
aparece sobre todo en el primer periodo, en el que los hermanos eran aún semi laicos.
 La novedad. El franciscanismo sorprende a sus contemporáneos en una época que se hace
receptiva a la novedad desde un punto de vista positivo y donde se difumina la tradicional
reprobación a lo nuevo. Hay que reubicar esta novedad en la conmoción de valores que estaba
experimentando la cristiandad latina entre mediados del siglo XII y mediados del siglo XIII
frente a la ideología del envejecimiento del mundo profesada en la Alta edad media, la
maquinaria de la historia fue puesta de nuevo en marcha en el siglo XII.
 La memoria. El siglo XIII conoció tras el renacimiento del siglo XII, un auténtico apogeo de
la memoria. Las teorías y las técnicas de memorización se multiplicaron y reformaron. Los
hermanos mendicantes participaron de esta revolución intelectual. El recuerdo activo de
Cristo se convirtió en motor esencial de la vida espiritual. La confesión y la predicación
situaron en primer plano del examen de conciencia, que es, fundamentalmente,
rememoración.
Modelos ligados a la evolución de la economía.
 El dinero. La reacción de rechazo al dinero fue un gesto de repulsión física, el rechazo a la
materia monetaria, prohibiendo a los hermanos recibir dinero, tratando la moneda como
polvo. Sin embargo, los franciscanos se adaptaron. No sólo en el interior de la orden el uso
de dinero, reglamentado y excluyéndose la propiedad individual, no será maldito, sino que el
argumento de su buena adquisición y su buen uso será un aspecto esencial del apostolado de
los franciscanos en el medio laico. Los franciscanos integraron el dinero y a los hombres
adinerados en el sistema cristiano, reconciliaron al mercader-banquero con la Iglesia y el
cristianismo.
 El trabajo. ¿trabajo manual o mendicidad? En el capítulo VIII de la Regula non Bullata. Había
aceptado la continuación del trabajo de los hermanos que tenían uno en el momento de entrar
en la orden, viéndose, de nuevo, la casi ausencia de una línea divisoria entre laicos y
hermanos en este momento. En relación a la gran oposición entre vida activa y vida
contemplativa, se sitúa a los franciscanos al lado de la vida activa y laboriosa. San
Buenaventura trató de actualizar el esquema trifuncional oratores, bellatores y laboratores.
Habla entonces de opus artificiale, opus civile y opus spirituale, reagrupando en la primera
categoría a los agricultores y artesanos. Los franciscanos no sólo se alejaron de la practica
del trabajo manual y de la ideología del trabajo, sino que también estuvieron menos atentos
a la integración del trabajo de los laicos en el nuevo sistema de valores espirituales y
religiosos que a como lo estuvieron en lo tocante al manejo del dinero. Se trata de un fracaso
de su apostolado respecto a los laicos.
Modelos ligados a la estructura de la sociedad global o civil.
 Estado (status). El siglo XIII es un siglo de la globalidad. Procedió a realizar exclusiones,
pero se esforzó por englobar a todos los cristianos en una misma estructura. Francisco y los
franciscanos acabaron por participar de la exclusión de algunos (herejes). Afirmaron el lugar
de ciertos rechazados en la sociedad global cristiana (leprosos) y, sobre todo, quisieron unirse
al conjunto de la sociedad. Hay un texto que recoge toda suerte de clasificaciones de
procedencia y de orígenes diversos, que eleva a la dignidad de la lista categorías
menospreciadas. Eran las masas, de todas las clases, todos los géneros mezclados, las que
acudían a ver a Francisco y a beber de sus palabras.
 Los laicos. La acción franciscana se inscribe en un movimiento religioso de promoción de
los laicos en el seno del cristianismo y un movimiento general de laicización. En los
comienzos de la orden, la Regula Bullata, en su capitulo III, admite la presencia de los laici
junto a los clerici. Los mendicantes, sobre todo los franciscanos, aportaron un cambio radical
en la condición de los conversos o hermanos laicos respecto a las estructuras y las tradiciones
monásticas. Éstos pertenecían al primer orden, en tanto que los laicos y mujeres integrados
en la sociedad constituían el tercero.
 La mujer. En san Francisco y el franciscanismo del siglo XIII hay un lugar para la mujer, que
no se encuentra en semejantes grado y perspectiva en ningún otro medio religioso de la época.
En sus cartas, san Francisco tiende a dirigirse a hombres y mujeres, y que sus biógrafos
subrayaron la presencia de numerosas mujeres entre su auditorio. Pero esta presencia de la
mujer y de la feminidad no es exclusivamente de los menores. Francisco y sus hermanos
participaron de la tradición cristiana y, más específicamente, de la mujer tentadora a la cual
hay que evitar.
 El niño. En una época en la que se mostraba poca atención hacia la infancia, Francisco y los
menores se inscribieron en una línea de valoración del niño.
 La caridad. Desde comienzos del siglo XIII, se ha visto a los ricos mercaderes italianos
ponerse a hacer el bien a lo grande, fundando case di misericordia y hospitales. Franciscanos
y otros mendicantes desempeñaron un gran papel en la puesta punto y la practica de un nuevo
sistema de beneficencia: las obras de misericordia. Los franciscanos se interesaron
particularmente por los pobres y los enfermos. Destaca el caso de los leprosos, a través de los
cuales Francisco y sus compañeros pusieron de manifiesto su voluntad de desafiar los valores
establecidos.
 La prelatura.

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