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Joachim Jeremías.
Ediciones Cristiandad.
Contenido.
No será posible un cuadro económico completo de una ciudad del Antiguo Oriente sin conocer
sus profesiones, su comercio y el movimiento, religioso o turístico, de extranjeros. Si se desea
destacar las peculiaridades de esa ciudad, será preciso investigar además las causas que
condujeron a tal situación.
El judaísmo de la época tenía en gran estima las profesiones. «Quien no enseña un oficio a su
hijo es como si le enseñara el bandidaje». Sobre Jerusalén tenemos un testimonio particular:
«Yojanán decía tres cosas en nombre de las gentes de Jerusalén: Haz de tu mismo sábado un
día de la semana, antes que recurrir a los hombres».
La práctica se ajustaba a esta teoría. Bik, describe la entrada en Jerusalén de las procesiones de
las primicias, a cuyo encuentro salían los más altos funcionarios del templo, y menciona como
particularidad que hasta los artesanos de Jerusalén se levantaban al pasar la procesión y la
saludaban. Era un signo extraordinario de respeto, porque todo el mundo tenía que saludar a
los doctores poniéndose en pie, mientras que los artesanos no estaban obligados a levantarse
a su paso durante el trabajo.
La gran estima que se tenía por los artesanos y su trabajo se refleja también en el hecho de
que en esta época la mayoría de los escribas ejercía una profesión. Pablo, que había estudiado
en Jerusalén (Hechos capítulo 22 versículo 3), era skénopoios (Hechos 18 versículo 3): fábrica
de tiendas o, según otros, tejía tapices o telas de tiendas. Entre las profesiones que ejercían los
más antiguos doctores mencionados en el Talmud figuran las siguientes: sastre, fabricante de
sandalias, carpintero, zapatero, curtidor, arquitecto, barquero.
Esto no excluye que hubiera también oficios despreciados; por ejemplo, el de tejedor.
Poseemos varias listas de oficios despreciados. Los motivos son diversos: por sucios, por ser
notoriamente fraudulentos, por relacionarse con mujeres. Hablaremos de estos oficios más
adelante. Después de esta ojeada a los oficios del judaísmo de entonces, volvámonos a la
ciudad de Jerusalén.
Vamos a ocuparnos primero de las profesiones que satisfacían las necesidades de uso
doméstico; luego, de las de la alimentación; después, de las dedicadas a la fabricación de
artículos de lujo, y finalmente, de los oficios de la construcción.
En B. Q., se dice: «Sin embargo, se puede comprar a las mujeres géneros de lana en Judea y de
lino en Galilea». Según esto, tenía Judea la especialidad en la preparación de la lana. Su
elaboración aparece en Ket, como una de las obligaciones de la mujer en el matrimonio. En
Jerusalén se vendía lana en uno de los bazares de la ciudad. Er, dice: «José decía que aquello
había sucedido en la callejuela de los cardadores de lana». Levy traduce con igual derecho: «En
el mercado de los vendedores de lana», pues el vocablo que designa a fabricantes y
vendedores del producto es el mismo. Sabemos por B, que el mercado de lana de Jerusalén se
encontraba en los arrabales de la ciudad, en la llamada «ciudad nueva». Las lanas, después de
cardadas, tenían que ser hiladas, y así quedaban listas para tejer.
Pero lo cierto es que la industria textil, cuando era ejercida por hombres, era una industria
despreciada. En Palestina, un tejedor no podía llegar a Sumo Sacerdote. El rincón de los
tejedores se encontraba en Jerusalén en el despreciado barrio de la Puerta de la Basura. Se
cuenta como signo de liberalidad que Hillel y Shammay admitieron, en una discusión, el
testimonio de dos honrados tejedores de Jerusalén. Probablemente tenemos un testimonio
sobre los artistas tejedores de Jerusalén en la expresión tarsiyim.
Después del batanero, recibía los géneros el sastre. Se habla de los sastres de Jerusalén en el
Midrás. Y se constata la existencia de un mercado de vestidos en la ciudad nueva.
La industria del cuero colabora también con la del vestido. Pero no se puede concluir con
certeza si existían curtidurías en Jerusalén. Según B, tenían que distar cincuenta codos de una
(o de la) ciudad, y sólo podían establecerse al este. Como Jerusalén es la ciudad por
antonomasia, es probable que esta prescripción se refiriese originariamente a ella. Por lo
menos, la prescripción relativa a los sepulcros, que se encuentra en este mismo texto de la
Misná, se observaba en Jerusalén, como puede comprobarse. Por consiguiente, si la
prescripci6n relativa a las curtidurías se refería originariamente a Jerusalén, entonces es que
había allí curtidores; pero sus talleres tenían que estar situados fuera de los muros de la
ciudad. Y, en verdad, no carecían de materiales. Según Jananya, jefe del clero, la piel de la
víctima de todos los sacrificios pertenecía a los sacerdotes; incluso cuando la víctima resultaba
impura después de su sacrificio.
Los posaderos de Jerusalén tenían la costumbre de quitar por la fuerza a los peregrinos las
pieles de las víctimas sagradas (sobre todo de la víctima pascual, que era sacrificada por su
propietario y, por tanto, su piel no pertenecía al sacerdote). Por lo menos es cierto que se
mencionan comerciantes de sandalias en Jerusalén.
Por supuesto, en Jerusalén no podía haber talleres de alfareros a causa del humo; así enseña el
Talmud. Sin embargo, Jeremías 18 del 2 al 3 habla de un taller de alfarero en Jerusalén, y
Mateo 27 versículo 7, del Campo del Alfarero; y estos datos pesan más que la tradición
rabínica. Pero, en verdad, sólo el primer pasaje constituye un testimonio seguro, pues Mateo
27 versículo 7, como veremos más adelante, podría haber sido influido por Jeremías 18 del 2 al
3.
b) La alimentación.
Entre los productos alimenticios hay que mencionar en primer lugar el aceite. Eupólemo y el
Pseudo-Aristeas cuentan que los alrededores de Jerusalén eran ricos en olivares. Para el
Pseudo-aristeas, los olivos ocupaban el primer lugar entre los árboles y plantas de la ciudad y
sus alrededores. Efectivamente, el suelo es muy apto para el cultivo del olivo.
De hecho, en tiempos de Jesús estaban los olivares mucho más extendidos que en la
actualidad; pues, debido a la mala explotación del gobierno turco, el número de árboles en
toda Palestina es extraordinariamente inferior al de épocas anteriores. Respecto a Jerusalén ya
constituyen un indicio de esto diversos nombres compuestos con aceite, aceitunas y olivos. Al
este de la ciudad se encuentra el Monte de los Olivos o Monte de los olivares; el Talmud dice
tur zeta, es decir, Montaña de las aceitunas. Difícilmente se hubiera dado ese nombre a la
colina si sus plantaciones de olivos no fuesen claramente superiores a las de los alrededores; ni
se hubiese hecho tampoco si las aceitunas no hubiesen sido importantes para la economía de
la ciudad. El talmud confirma el cultivo del Monte de los Olivos, en la época del último templo
se trabaja el Monte de los Olivos. Respecto al sur de la ciudad, consta por San Jerónimo la
existencia de olivos en el valle Hinnón. Sobre los nombres de lugar compuestos con aceite,
aceitunas y olivos en los alrededores más apartados de Jerusalén, consúltese Smith.
En Jerusalén y sus alrededores se elaboran las aceitunas. Según Men, una parte del aceite
necesario para el templo se traía de Perea. A la dificultad de compaginar la santidad del aceite
con su transporte por territorio pagano responde el Talmud: a Perea sólo se iba a buscar las
aceitunas, pero la elaboración se hacía en Jerusalén. De hecho, al norte de la ciudad se han
encontrado varios lagares.
Además leemos en el Nuevo Testamento: fueron a una finca llamada Getsemaní; y Juan 18
versículo 1, a propósito de este lugar, dice: Había allí un jardín. Getsemaní significa lagar de
aceite o ungüentos. En la Misná se encuentran prescripciones relativas a los lagares de aceite,
cuyas puertas están dentro (de la ciudad) y sus bodegas fuera.
Pero es muy difícil imaginar que se hubiesen construido lagares de aceite, cuyas puertas están
dentro (de la ciudad) y sus bodegas fuera. Pero es muy difícil imaginar que se hubiesen
construido lagares de aceite precisamente en las murallas de la ciudad; por lo que debemos
suponer que no se habla propiamente de Jerusalén, sino de una zona más amplia de la ciudad,
o debemos pensar que se habla de los lagares de aceite como de un ejemplo de la casuística.
Pero el hecho es ése: también este pasaje de la Misná supone la existencia de lagares de aceite
en Jerusalén. Sabemos además que el número de comerciantes de aceite y vino en Jerusalén
era considerable.
b) La alimentación.
c) Artículos de lujo.
d) La construcción
e) Otras profesiones.
b) El culto.
1. Situación de la ciudad.