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86
Directora
Revista de cultura Beatriz Sarlo
Año XXIX • Número 86
Buenos Aires, diciembre de 2006 Subdirector
ISSN 0326-3061 / RNPI 159207 Adrián Gorelik
Teléfono: 4381-7229
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Sujetos y tecnologías Proyecto
Documenta 12
La novela después de la historia
¿Es la modernidad
nuestra antigüedad?
Beatriz Sarlo
1
ción y, naturalmente, también lo que
ella cuenta. En Las islas, Gamerro
muestra (creo que por primera vez) lo
disparatado como modelo de relato
para un acontecimiento de la historia
reciente; el género “menor”, ciencia
ficción o thriller, no es utilizado para
narrar verosímilmente unos hechos
donde participan combatientes de la
guerra de Malvinas, sino para ampliar-
los hasta lo increíble. No se busca re-
alismo ni hipótesis interpretativas si-
no el efecto revelador de la hipérbole
cómica.
Como sea, todavía hoy, algunas no-
velas vuelven hacia los años setenta y
mencionaría sólo las que más me in-
teresan: Los planetas de Sergio Chej-
fec, Dos veces junio de Martín Ko-
han, La grande de Saer, donde Toma-
tis se atreve a pedir información sobre
lo sucedido con el Gato y Elisa, a un
personaje deleznable, amigo de repre-
Fue la pregunta de la hora nada nunca y Glosa de Saer, En esta sores, que lo humilla. Aunque, como
dulce tierra de Andrés Rivera, El vue- lo indican las menciones, la pregunta
Hace casi un cuarto de siglo, la nove- lo del tigre de Daniel Moyano y La 1. Una historia literaria de las últimas dos dé-
la argentina y la crítica (que no se lle- casa y el viento de Tizón. En clave cadas, organizada según poéticas y grupos de
van bien, porque muchos escritores del exilio o de la represión leímos a escritores, es la que propone Sylvia Saítta: “La
creen obligatoria la hostilidad frente Juan Martini, a Dal Masetto y muchos narrativa argentina, entre la innovación y el mer-
cado (1983-2003)”, en: Marcos Novaro y Vi-
al discurso universitario y, por su par- otros libros hoy olvidados. De este cente Palermo (eds.), La historia reciente; Ar-
te, el preciosismo amanerado de la aca- conjunto, quedan incólumes la obra de gentina en democracia, Buenos Aires, Edhasa,
demia aburre a cualquiera) coincidie- Juan José Saer y, fuera de sistema, 2004. Véase también: “1976-1989. Dictadura y
ron en una pregunta: ¿cómo la ficción Los pichiciegos de Fogwill.1 democracia”, de José Luis de Diego, y “1990-
2000. La concentración y la polarización de la
entiende la historia? Fue la pregunta Ya en los noventa Villa de Gus- industria editorial”, de Malena Botto, en: José
del momento en los ochenta, cuando mán y Las islas de Carlos Gamerro Luis de Diego (director), Editores y políticas
se había escrito poco sobre la dictadu- mostraron una variación. Gusmán hi- editoriales en Argentina, 1880-2000, Buenos Ai-
ra y se pensó que ese vacío la litera- zo girar la perspectiva del relato; pasó res, FCE, 2006. Un libro que reúne ensayos
característicos de la lectura realizada en los
tura podía tomarlo para sí. Figuracio- del reprimido y del intelectual, al re- ochenta es: AAVV, Ficción y política; La na-
nes de la historia fueron, entonces, presor y a los pequeños miserables. rrativa argentina durante el proceso militar,
Respiración artificial de Piglia, Nadie Eso cambia todo: la lengua de la fic- Buenos Aires, Alianza, 1987.
sobre la historia no se ha borrado, es Han sucedido dos cosas. Por un quinquenios. No se trata de clasificar
imposible afirmar que hoy ella es un lado, la interpretación de la dictadura libros en un par de columnas.
eje de la ficción argentina. ya no pasa, como entonces, por una Dos escritores, que vienen de los
Los historiadores han escrito y si- hipótesis sobre la violencia como cons- ochenta, son fundamentales. Fogwill y
guen escribiendo sobre los años se- tante histórica argentina, una especie Aira, en novelas completamente dife-
tenta y, por más renuentes que sean de ley que habría regido, igual a sí rentes, escriben en el escenario de la
los escritores a registrar hipótesis for- misma, desde el siglo XIX. Las expli- actualidad, de lo que está sucediendo
muladas por otras disciplinas, nadie caciones son ahora mejores y más es- en el momento. Aira y Fogwill cono-
podría decir con seriedad que no sa- pecíficas. Por otro lado, otros discur- cen la lengua del presente y cada uno
bemos en el sentido en que no se sa- sos, no literarios, han tomado un lu- escribe con ella, deformándola o regis-
bía en 1980. La literatura no dialoga gar que, a comienzos de la década del trándola a partir de un saber preciso.
todos los días con las ciencias socia- ochenta, la literatura ocupaba casi en Tienen una mirada documental pero
les pero tampoco navega en el vacío, solitario. Se habla menos del enigma ambos realizan sobre ese potencial do-
como si fuera un anillo exterior a la argentino y a ningún escritor se le ocu- cumental torsiones desrealizadoras dis-
galaxia conceptual. rriría hoy preguntarse quién escribirá tintas. Básicamente, los dos se oponen,
En 1980 la literatura anticipaba el Facundo, interrogante que preocupa- desde los ochenta, a que la dimensión
saber sobre el pasado y eso sostenía ba honestamente a Piglia. La pregunta interpretativa defina la ficción.
2 su empresa reconstructiva. Hoy esa misma sonaría ahora un poco fuera de Los pichiciegos, sin embargo, es
empresa sólo puede sostenerse en la foco: ¿revelación socioliteraria de un una novela tan interpretativa como et-
calidad de la escritura, ya que un sa- enigma? El lugar de la literatura ha nográfica, y esto tiene que ver con el
ber circula hasta en las formas más pasado a ser otro. Por lo menos hasta carácter imaginario de la situación na-
banales de los textos de memoria y el que las claves del pasado vuelvan a rrada. Es hiperrealista y, al mismo
periodismo-ficción audiovisual. Por parecer insuficientes.2 tiempo, hipotética, ya que no podría
otra parte, la literatura a comienzos de Si el pasado reciente obsesionó a proporcionar una referencia exterior a
los ochenta podía proponerse una for- los ochenta, el presente es el tiempo su trama. No trata de acercarse a algo
ma narrativa de justicia, que hoy care- de la literatura que se está escribiendo que habría sucedido en la guerra de
cería de cualquier sentido que no lle- hoy (por supuesto, excluyo de esta afir- Malvinas sino de encontrar la forma
gara desde la potencia estética. En los mación la llamada “novela histórica”, en que la cultura de los pichis funcio-
ochenta faltaba discurso social. Hoy un género editorial más que literario). na en condiciones de guerra comple-
se difunde en todos los géneros ima- No ignoro que muchas novelas siguen tamente desfavorables. La obligación
ginables. transcurriendo en el pasado. Lo que de sobrevivir vuelve imposible cual-
Por lo tanto, la ficción no llena un quiero decir, más bien, es que leyen- quier heroísmo y el Mercado toma el
vacío sobre el que ahora se vuelcan do la literatura hoy, lo que impacta es lugar de la Patria. La novela es una
otros discursos y ya no puede sentir el el peso del presente no como enigma hipótesis (una interpretación) y un do-
imperativo de ser la primera (la úni- a resolver sino como escenario a re- cumento de cómo son los intercam-
ca), cuando los desaparecidos son te- presentar. Si la novela de los ochenta bios dentro de la marginalidad, cuan-
ma de los hits de la telenovela, de la fue “interpretativa”, una línea visible do se abandona todo principio excep-
historia profesional, del periodismo o de la novela actual es “etnográfica”. to el de la conservación de la vida. La
de decenas de exhibiciones de foto- forma de la novela es la transacción
grafías y objetos de memoria. En es- (en todos los diálogos se realiza una
tas nuevas condiciones, se produce un Disyunción conceptual: transacción); esa habría sido también
desplazamiento hacia afuera de esa historia/etnografía la forma general de una guerra donde
historia, salvo en aquellos escritores los valores invocados no se correspon-
que descubren lo que todavía no ha ¿Qué significa esta división? Se trata dían con los motivos que la desenca-
sido dicho del modo en que ellos lo de una disyunción conceptual y tam- denaron. La novela no interpreta la
dicen (pienso en el extraordinario co- bién de la hipótesis de que el presente guerra, figuradamente, como un mer-
mienzo de Los planetas de Chejfec). etnográficamente registrado es elegi- cado. Desnuda la naturaleza de la gue-
Sería completamente absurdo afirmar do por novelas que son leídas como rra no en sus grandes objetivos (no
que no va a volver a escribirse ni de “lo nuevo” de la literatura argentina. dice, porque hubiera sido absurdo, que
modo figurado ni de cualquier otro so- Las interpretaciones del pasado se re- toda guerra es económica: la de Mal-
bre los años de la dictadura. Pero no emplazan por representaciones etno-
es absurdo suponer que, si se vuelve a gráficas del presente. La disyunción, 2. Miguel Dalmaroni da otras razones, diferen-
tes, para una periodización que distingue la li-
esos años como tiempo de la ficción, precisamente por su carácter concep- teratura escrita en los ochenta y la que aparece
la novela no tendrá con ese tiempo la tual, no incluye todas las novelas y a partir de 1995. Véase: “La moral de la histo-
relación de inmediatez autobiográfica solicito que se suspenda la idea de ver ria. Novelas argentinas sobre la dictadura (1995-
que tuvo el enigma de la violencia ar- si lo “interpretativo” y lo “etnográfi- 2002)”, en su libro La palabra justa; Literatu-
ra, crítica y memoria en Argentina; 1960-2002,
gentina para los escritores de los co” designan categorías donde hay más Mar del Plata-Santiago de Chile, RIL-Melusi-
ochenta. o menos novelas por décadas o por na, 2004.
vinas no lo fue), sino en los objetivos Aira que tiene el siglo XIX como pre- tro y va hacia otra parte como si fuera
defensivos de sus víctimas más inme- sente, no como pasado). Son las no- abandonada a un movimiento impre-
diatas, para quienes el trueque y la velas-crónica de Aira, un escritor que visible. Como un elegante víctima del
conservación de la vida están unidos. parece alejado de este género, y sin tedio, el narrador pierde súbitamente
Escrita durante la guerra, Fogwill ima- embargo, recorre espacios sociales (Yo el interés sobre aquel objeto que lo
ginó Los pichiciegos como una exten- era una chica moderna es otro ejem- había interesado en un principio.
sión a otro escenario de la cultura de plo de otro espacio y sus berretines)
los soldados. Es por eso una etnogra- con una levedad graciosa que lo sepa-
fía hipotética. ra de la vocación demostrativa y, en El abandono de la trama
En La villa y Las noches de Flo- el fondo, pedagógica que tuvo la cró-
res de Aira, la imaginación etnográfi- nica. Aira tiene la perfecta distancia Aira es un maestro en el abandono de
ca reconstruye el presente más coyun- del dandy literario, que encuentra chis- la trama.4 Daniel Guebel, desde su pri-
tural, es decir: no la miseria o la cul- tosa o amena toda variación del pre- mera novela, La perla del emperador,
tura juvenil, sino los cartoneros y el sente, sencillamente porque, primero, también. Es la ficción donde todo pue-
delivery, las formas que el presente es una variación y, segundo, se trata de pasar, y en ese sentido, se opone a
trae como novedad, las tácticas de mo- del presente. la novela moderna clásica, porque se
da de la supervivencia penosa.3 El pre- Ambas novelas se socavan a sí separa de dos ideas de trama narrati-
sente corto, la instantaneidad, es el mismas en los tercios finales desmin- va: la cerrada, que implica una repre- 3
tiempo de referencia (no de todas sus tiendo su etnografía: allí, como es ha- sentación de totalidad y un mundo so-
novelas, porque es casi imposible ha- bitual en Aira, la trama se deshace, cial de personajes; la abierta, que de-
blar de todo Aira, ya que existe un porque pega un giro, cambia de regis- bilita la trama como señal de la
dilución de las historias y de los ca-
racteres (el personaje se convierte en
una fluctuante duración de notas sub-
jetivas y verbales).
El abandono de la trama, en cam-
bio, refuta la pericia formal, una vez
que se ha mostrado que puede ejer-
cérsela; y también refuta el verosímil
sostenido por cualquier paradigma de
historia. La trama, simplemente, des-
cribe una elipsis que la aleja cada vez