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Las ilustraciones de este número son

obras de Juan Torcoletti (Buenos


Aires, 1951).

86
Directora
Revista de cultura Beatriz Sarlo
Año XXIX • Número 86
Buenos Aires, diciembre de 2006 Subdirector
ISSN 0326-3061 / RNPI 159207 Adrián Gorelik

Sumario Consejo Editor


Raúl Beceyro
1 Beatriz Sarlo, Sujetos y tecnologías. La novela Jorge Dotti
después de la historia Rafael Filippelli
Federico Monjeau
7 Ana Porrúa, La puesta en voz de la poesía Ana Porrúa
Oscar Terán
12 Damián Tabarovsky, Los atributos del loro. Sobre Hugo Vezzetti
Héctor Libertella
Diseño:
Estudio Vesc y Josefina Darriba
15 Rafael Filippelli y Federico Monjeau, Fue lindo
mientras duró. Contribuciones a una crítica del Difusión y representación comercial:
tango. Tercer artículo de la serie “El juicio del Darío Brenman
siglo”
Distribución: Siglo XXI Argentina
23 Adrián Gorelik, Políticas de la representación
urbana: el momento situacionista Composición, armado e impresión:
Nuevo Offset, Viel 1444, Buenos Aires.
31 Entrevista a Paolo Fabbri, de Pablo Francescutti,
El rostro oscuro de la comunicación

37 Hugo Vezzetti, Memoria histórica y memoria


política: las propuestas para la ESMA Suscripción anual
Personal Institucional
Argentina 30 $ 60 $
43 Leonor Arfuch, Imaginar pese a todo Países limítrofes 20 U$S 40 U$S
Resto del mundo 30 U$S 50 U$S

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Sujetos y tecnologías Proyecto
Documenta 12
La novela después de la historia
¿Es la modernidad
nuestra antigüedad?
Beatriz Sarlo

1
ción y, naturalmente, también lo que
ella cuenta. En Las islas, Gamerro
muestra (creo que por primera vez) lo
disparatado como modelo de relato
para un acontecimiento de la historia
reciente; el género “menor”, ciencia
ficción o thriller, no es utilizado para
narrar verosímilmente unos hechos
donde participan combatientes de la
guerra de Malvinas, sino para ampliar-
los hasta lo increíble. No se busca re-
alismo ni hipótesis interpretativas si-
no el efecto revelador de la hipérbole
cómica.
Como sea, todavía hoy, algunas no-
velas vuelven hacia los años setenta y
mencionaría sólo las que más me in-
teresan: Los planetas de Sergio Chej-
fec, Dos veces junio de Martín Ko-
han, La grande de Saer, donde Toma-
tis se atreve a pedir información sobre
lo sucedido con el Gato y Elisa, a un
personaje deleznable, amigo de repre-
Fue la pregunta de la hora nada nunca y Glosa de Saer, En esta sores, que lo humilla. Aunque, como
dulce tierra de Andrés Rivera, El vue- lo indican las menciones, la pregunta
Hace casi un cuarto de siglo, la nove- lo del tigre de Daniel Moyano y La 1. Una historia literaria de las últimas dos dé-
la argentina y la crítica (que no se lle- casa y el viento de Tizón. En clave cadas, organizada según poéticas y grupos de
van bien, porque muchos escritores del exilio o de la represión leímos a escritores, es la que propone Sylvia Saítta: “La
creen obligatoria la hostilidad frente Juan Martini, a Dal Masetto y muchos narrativa argentina, entre la innovación y el mer-
cado (1983-2003)”, en: Marcos Novaro y Vi-
al discurso universitario y, por su par- otros libros hoy olvidados. De este cente Palermo (eds.), La historia reciente; Ar-
te, el preciosismo amanerado de la aca- conjunto, quedan incólumes la obra de gentina en democracia, Buenos Aires, Edhasa,
demia aburre a cualquiera) coincidie- Juan José Saer y, fuera de sistema, 2004. Véase también: “1976-1989. Dictadura y
ron en una pregunta: ¿cómo la ficción Los pichiciegos de Fogwill.1 democracia”, de José Luis de Diego, y “1990-
2000. La concentración y la polarización de la
entiende la historia? Fue la pregunta Ya en los noventa Villa de Gus- industria editorial”, de Malena Botto, en: José
del momento en los ochenta, cuando mán y Las islas de Carlos Gamerro Luis de Diego (director), Editores y políticas
se había escrito poco sobre la dictadu- mostraron una variación. Gusmán hi- editoriales en Argentina, 1880-2000, Buenos Ai-
ra y se pensó que ese vacío la litera- zo girar la perspectiva del relato; pasó res, FCE, 2006. Un libro que reúne ensayos
característicos de la lectura realizada en los
tura podía tomarlo para sí. Figuracio- del reprimido y del intelectual, al re- ochenta es: AAVV, Ficción y política; La na-
nes de la historia fueron, entonces, presor y a los pequeños miserables. rrativa argentina durante el proceso militar,
Respiración artificial de Piglia, Nadie Eso cambia todo: la lengua de la fic- Buenos Aires, Alianza, 1987.
sobre la historia no se ha borrado, es Han sucedido dos cosas. Por un quinquenios. No se trata de clasificar
imposible afirmar que hoy ella es un lado, la interpretación de la dictadura libros en un par de columnas.
eje de la ficción argentina. ya no pasa, como entonces, por una Dos escritores, que vienen de los
Los historiadores han escrito y si- hipótesis sobre la violencia como cons- ochenta, son fundamentales. Fogwill y
guen escribiendo sobre los años se- tante histórica argentina, una especie Aira, en novelas completamente dife-
tenta y, por más renuentes que sean de ley que habría regido, igual a sí rentes, escriben en el escenario de la
los escritores a registrar hipótesis for- misma, desde el siglo XIX. Las expli- actualidad, de lo que está sucediendo
muladas por otras disciplinas, nadie caciones son ahora mejores y más es- en el momento. Aira y Fogwill cono-
podría decir con seriedad que no sa- pecíficas. Por otro lado, otros discur- cen la lengua del presente y cada uno
bemos en el sentido en que no se sa- sos, no literarios, han tomado un lu- escribe con ella, deformándola o regis-
bía en 1980. La literatura no dialoga gar que, a comienzos de la década del trándola a partir de un saber preciso.
todos los días con las ciencias socia- ochenta, la literatura ocupaba casi en Tienen una mirada documental pero
les pero tampoco navega en el vacío, solitario. Se habla menos del enigma ambos realizan sobre ese potencial do-
como si fuera un anillo exterior a la argentino y a ningún escritor se le ocu- cumental torsiones desrealizadoras dis-
galaxia conceptual. rriría hoy preguntarse quién escribirá tintas. Básicamente, los dos se oponen,
En 1980 la literatura anticipaba el Facundo, interrogante que preocupa- desde los ochenta, a que la dimensión
saber sobre el pasado y eso sostenía ba honestamente a Piglia. La pregunta interpretativa defina la ficción.
2 su empresa reconstructiva. Hoy esa misma sonaría ahora un poco fuera de Los pichiciegos, sin embargo, es
empresa sólo puede sostenerse en la foco: ¿revelación socioliteraria de un una novela tan interpretativa como et-
calidad de la escritura, ya que un sa- enigma? El lugar de la literatura ha nográfica, y esto tiene que ver con el
ber circula hasta en las formas más pasado a ser otro. Por lo menos hasta carácter imaginario de la situación na-
banales de los textos de memoria y el que las claves del pasado vuelvan a rrada. Es hiperrealista y, al mismo
periodismo-ficción audiovisual. Por parecer insuficientes.2 tiempo, hipotética, ya que no podría
otra parte, la literatura a comienzos de Si el pasado reciente obsesionó a proporcionar una referencia exterior a
los ochenta podía proponerse una for- los ochenta, el presente es el tiempo su trama. No trata de acercarse a algo
ma narrativa de justicia, que hoy care- de la literatura que se está escribiendo que habría sucedido en la guerra de
cería de cualquier sentido que no lle- hoy (por supuesto, excluyo de esta afir- Malvinas sino de encontrar la forma
gara desde la potencia estética. En los mación la llamada “novela histórica”, en que la cultura de los pichis funcio-
ochenta faltaba discurso social. Hoy un género editorial más que literario). na en condiciones de guerra comple-
se difunde en todos los géneros ima- No ignoro que muchas novelas siguen tamente desfavorables. La obligación
ginables. transcurriendo en el pasado. Lo que de sobrevivir vuelve imposible cual-
Por lo tanto, la ficción no llena un quiero decir, más bien, es que leyen- quier heroísmo y el Mercado toma el
vacío sobre el que ahora se vuelcan do la literatura hoy, lo que impacta es lugar de la Patria. La novela es una
otros discursos y ya no puede sentir el el peso del presente no como enigma hipótesis (una interpretación) y un do-
imperativo de ser la primera (la úni- a resolver sino como escenario a re- cumento de cómo son los intercam-
ca), cuando los desaparecidos son te- presentar. Si la novela de los ochenta bios dentro de la marginalidad, cuan-
ma de los hits de la telenovela, de la fue “interpretativa”, una línea visible do se abandona todo principio excep-
historia profesional, del periodismo o de la novela actual es “etnográfica”. to el de la conservación de la vida. La
de decenas de exhibiciones de foto- forma de la novela es la transacción
grafías y objetos de memoria. En es- (en todos los diálogos se realiza una
tas nuevas condiciones, se produce un Disyunción conceptual: transacción); esa habría sido también
desplazamiento hacia afuera de esa historia/etnografía la forma general de una guerra donde
historia, salvo en aquellos escritores los valores invocados no se correspon-
que descubren lo que todavía no ha ¿Qué significa esta división? Se trata dían con los motivos que la desenca-
sido dicho del modo en que ellos lo de una disyunción conceptual y tam- denaron. La novela no interpreta la
dicen (pienso en el extraordinario co- bién de la hipótesis de que el presente guerra, figuradamente, como un mer-
mienzo de Los planetas de Chejfec). etnográficamente registrado es elegi- cado. Desnuda la naturaleza de la gue-
Sería completamente absurdo afirmar do por novelas que son leídas como rra no en sus grandes objetivos (no
que no va a volver a escribirse ni de “lo nuevo” de la literatura argentina. dice, porque hubiera sido absurdo, que
modo figurado ni de cualquier otro so- Las interpretaciones del pasado se re- toda guerra es económica: la de Mal-
bre los años de la dictadura. Pero no emplazan por representaciones etno-
es absurdo suponer que, si se vuelve a gráficas del presente. La disyunción, 2. Miguel Dalmaroni da otras razones, diferen-
tes, para una periodización que distingue la li-
esos años como tiempo de la ficción, precisamente por su carácter concep- teratura escrita en los ochenta y la que aparece
la novela no tendrá con ese tiempo la tual, no incluye todas las novelas y a partir de 1995. Véase: “La moral de la histo-
relación de inmediatez autobiográfica solicito que se suspenda la idea de ver ria. Novelas argentinas sobre la dictadura (1995-
que tuvo el enigma de la violencia ar- si lo “interpretativo” y lo “etnográfi- 2002)”, en su libro La palabra justa; Literatu-
ra, crítica y memoria en Argentina; 1960-2002,
gentina para los escritores de los co” designan categorías donde hay más Mar del Plata-Santiago de Chile, RIL-Melusi-
ochenta. o menos novelas por décadas o por na, 2004.
vinas no lo fue), sino en los objetivos Aira que tiene el siglo XIX como pre- tro y va hacia otra parte como si fuera
defensivos de sus víctimas más inme- sente, no como pasado). Son las no- abandonada a un movimiento impre-
diatas, para quienes el trueque y la velas-crónica de Aira, un escritor que visible. Como un elegante víctima del
conservación de la vida están unidos. parece alejado de este género, y sin tedio, el narrador pierde súbitamente
Escrita durante la guerra, Fogwill ima- embargo, recorre espacios sociales (Yo el interés sobre aquel objeto que lo
ginó Los pichiciegos como una exten- era una chica moderna es otro ejem- había interesado en un principio.
sión a otro escenario de la cultura de plo de otro espacio y sus berretines)
los soldados. Es por eso una etnogra- con una levedad graciosa que lo sepa-
fía hipotética. ra de la vocación demostrativa y, en El abandono de la trama
En La villa y Las noches de Flo- el fondo, pedagógica que tuvo la cró-
res de Aira, la imaginación etnográfi- nica. Aira tiene la perfecta distancia Aira es un maestro en el abandono de
ca reconstruye el presente más coyun- del dandy literario, que encuentra chis- la trama.4 Daniel Guebel, desde su pri-
tural, es decir: no la miseria o la cul- tosa o amena toda variación del pre- mera novela, La perla del emperador,
tura juvenil, sino los cartoneros y el sente, sencillamente porque, primero, también. Es la ficción donde todo pue-
delivery, las formas que el presente es una variación y, segundo, se trata de pasar, y en ese sentido, se opone a
trae como novedad, las tácticas de mo- del presente. la novela moderna clásica, porque se
da de la supervivencia penosa.3 El pre- Ambas novelas se socavan a sí separa de dos ideas de trama narrati-
sente corto, la instantaneidad, es el mismas en los tercios finales desmin- va: la cerrada, que implica una repre- 3
tiempo de referencia (no de todas sus tiendo su etnografía: allí, como es ha- sentación de totalidad y un mundo so-
novelas, porque es casi imposible ha- bitual en Aira, la trama se deshace, cial de personajes; la abierta, que de-
blar de todo Aira, ya que existe un porque pega un giro, cambia de regis- bilita la trama como señal de la
dilución de las historias y de los ca-
racteres (el personaje se convierte en
una fluctuante duración de notas sub-
jetivas y verbales).
El abandono de la trama, en cam-
bio, refuta la pericia formal, una vez
que se ha mostrado que puede ejer-
cérsela; y también refuta el verosímil
sostenido por cualquier paradigma de
historia. La trama, simplemente, des-
cribe una elipsis que la aleja cada vez

3. Sergio Chejfec llama a La villa de Aira y a


unas notas etnográficas de Daniela Soldano,
“textos de nativos-viajeros, o más bien de via-
jeros en su propia comunidad”, (“Sísifo en Bue-
nos Aires”, incluido en El punto vacilante; Li-
teratura, ideas y mundo privado, Buenos Aires,
Norma 2005, p. 146, antes publicado en Punto
de Vista, 72, abril de 2002.)
4. Martín Kohan escribe sobre Aira: “Cada li-
bro viene bien escrito y bien narrado y, antes
de terminar, pudiendo estar bien del todo, se
estropea premeditadamente, decide echarse a
perder”, Punto de Vista, 83, diciembre de 2005.
Sandra Contreras plantea una interpretación dis-
tinta, al considerar ese rasgo como un “subra-
yamiento del fin” que sería el “signo más pal-
pable de la vuelta de la literatura de Aira al
relato en la medida en que muestra no sólo que
en su transcurso se ha desplegado un argumen-
to sino el hecho de que se ha recuperado esa
pregunta elemental que nos hacemos cada vez
que una historia nos interesa y nos atrapa: ¿có-
mo termina?”. También señala que este “acento
puesto en el final es índice, a la vez, de una
cierta conexión de la novela de Aira con el cuen-
to, con esa forma ‘fundamental’ o ‘elemental’
que, dice Eichenbaum, viene de la anécdota”
(Las vueltas de César Aira, Rosario, Beatriz
Viterbo Editora, 2002, p. 181). Mi argumento
va en una dirección totalmente diferente.
más de los desenlaces posibles al prin- dos de voluntad ficcional (véanse los deciendo al pie de la letra todos los
cipio, y cae, invalidando la idea mis- esfuerzos de Cortázar o la tensión ex- principios de la etnografía lingüística.
ma de un desenlace acordado con el trema y económica de Borges); lo dis- Con esta técnica, las lenguas re-
comienzo de la ficción. Al caer, la tra- paratado es inconclusivo y por eso, en gistradas pueden ser cualquier dialec-
ma señala la ilusión de cualquier ve- otras dimensiones, puede ser “etnográ- to de la sociedad: el de una adoles-
rosimilitud que podría haberse cons- fico”: salgamos a pasear por el mun- cente de capas medias altas (Paula
truido en el comienzo; desautoriza, de do donde no hay argumento sino su- Varsavsky, Nadie alzaba la voz) o de
atrás hacia delante, lo que se ha veni- ma de episodios divertidos. la más estereotipada pequeño burgue-
do leyendo. Como si se dijera: donde sía (Romina Paula). En ambos casos,
todo puede pasar, se pone en duda lo el efecto es etnográfico, porque entre
que pasó antes de que la trama caye- El registro plano narrador e “informante” la distancia
ra. La novela muestra una especie de del registro es mínima.
cansancio del narrador con su propia La novela fue el género de lo social y Sin embargo, ese pacto de mime-
trama, que es un cansancio (contem- de la intimidad que mantenían un ten- sis transparente se hace difícil de sos-
poráneo) de la ficción. Aun en sus so pero obligatorio pacto de necesi- tener. Romina Paula introduce un se-
obras más “etnográficas”, Puig no dad. Ese pacto ya no tiene el sentido gundo idiolecto igualmente tipificado:
abandonó la trama, porque ella era una que tuvo, incluso ya no hay pacto ex- su narradora es universitaria, mira pe-
4 dimensión central de lo que prometía plícito, sino solamente uso de mate- lículas y lee libros, sabe algunas pala-
a sus lectores, pero también de la for- riales de uno y otro lado. Lo que pone bras en alemán, etc. Lo “cultural” está
ma en que se planteaba para sí mismo a la novela en relación con aquel otro como prueba de que el registro plano,
la novela. mundo que antes solía ser el de su la documentación de la lengua, es un
Disuelta por abandono, la trama deseo de representación, son los len- procedimiento de la ficción y no las
fuerza a la ficción dentro de una lógi- guajes específicos. fichas de un investigador encubierto
ca donde todo puede ser posible, que En sus pretéritas relaciones con el que ha encendido sus grabadores sin
se distancia de una historia “interpre- lenguaje, salvo en declaraciones inge- que la gente se enterara. La acumula-
table” y cuestiona la idea de que exis- nuas, la ficción no sostuvo que la len- ción de drogas y viajes en la novela
ta un orden de los “hechos” de la fic- gua de sus personajes fuera directa de Paula Varsavsky, la repetición de
ción, así como la de un personaje que trascripción realista. No registraba los una expectativa de felicidad que no se
se mantenga de principio a fin, cam- lenguajes sino que los trabajaba (la realiza nunca, convierte a Nadie alza-
biando sólo dentro de las posibilida- palabra trabajo fue utilizada durante ba la voz en una cadena de decepcio-
des que quedan marcadas en el co- años por la critica para referirse a las nes en la que todos hablan y nadie se
mienzo (como sucede con los perso- operaciones de la ficción, y, aunque entiende en lo más mínimo. La novela
najes modernos). Probablemente no tributaba a una ideología productivis- presenta la contradicción entre lengua-
haya una impugnación más severa de ta de época, también refería a un pro- jes planos, banales, que no logran co-
la ilusión representativa que el aban- ceso de transformación de materias municar. La leve colisión desestabili-
dono de la trama en el desenlace. verbales). Respecto de los lenguajes za la planicie del discurso de esos per-
Estas ficciones, al no suscribir un sociales, que remitían a intimidades sonajes medios.
principio teleológico cualquiera de que también sociales, no se intentaba la A veces se cree que Puig habilitó
las cosas conducen a alguna parte, de- mimesis “etnográfica”, sino alguna ar- esta forma. Sin embargo, el lenguaje de
sembocan en lo “disparatado”, que es ticulación de diferencias entre lo que sus personajes es apasionado y desbor-
una forma de observar o de inventar se escuchaba y lo que se escribía. So- dante. Puig interesa porque sus perso-
sucesos. Se parte de una reconstruc- bre todo, sólo irónicamente se trans- najes son excepcionales, anormales, des-
ción minuciosa (de lo inventado o de cribía los lenguajes sociales al pie de viados, atormentados por la ley o amo-
lo visto) y se la desarma no poco a la letra. El estilo plano (de cinta gra- rales, insensata gente de melodrama y,
poco, como la irrupción clásica de lo bada) era un recurso excepcional, pa- aunque se atienen a sus dialectos, los
fantástico en el relato, sino de un gol- ra una novela entre decenas. hablan exageradamente, demasiado en
pe, como si se tratara, más bien, de lo Algunos ejercicios recientes en es- circunstancias donde deben callar, enig-
maravilloso. tilo plano son simplemente extremos. máticamente, tratando de entender lo que
Lo “disparatado” es maravilloso en Los diálogos de ¿Vos me querés a mí?, no entienden y no de decir sólo lo que
el sentido en que el lector y el texto de Romina Paula, presentan exacta- creen haber entendido.
siempre están en condiciones de acep- mente todo lo que el lector aseguraría Sólo el exceso puede rescatar el
tar más; en el caso de lo fantástico, en que esos personajes dicen en la vida registro plano.
cambio, todo debe suceder con lo mí- real, si fueran personajes de la vida
nimo, alejando la invención del exce- real. Probablemente esta novela sea un
so. Lo fantástico cierra el relato; lo ejemplo casi experimental de ese esti- Narrador sumergido
maravilloso disparatado lo saca de lí- lo: personajes enclaustrados en su dia-
mite. No tiene vuelta atrás. Lo fantás- lecto, como si se tratara de informan- Ese es el camino de Cucurto. Lo que
tico debe concluir por actos delibera- tes de una investigación realizada obe- él hace es más clásico: la hipérbole de
la lengua baja. La exageración rompe del relato: todo pasa azarosamente, trata de la tramoya de un manipulador
la ilusión etnográfica. Cucurto escribe ese orden u otro no cambiaría en na- de sentimientos.
como quien “no sabe escribir” (ese es- da el efecto estético. No se trata de ¿Por qué esto, y nada más que es-
pécimen no existe) para lectores cul- textos aleatorios sino de textos indi- to, parece ser otra cosa? Primero, por
tos que lo leen porque sus libros mues- ferentes a la sintaxis. los contenidos temáticos en el sentido
tran al escritor llegado con una lengua El narrador sumergido nunca es su- fuerte: los protagonistas son homose-
y unas fantasías de absorbente y exó- perior a sus personajes ni en ideas ni xuales que se mueven en un espacio
tica vitalidad. en experiencias. Es una especie de internacional; y el seductor inconstan-
En esto se diferencia radicalmente Cándido al que las cosas suceden, en te es portador de HIV. Segundo, por-
de Roberto Arlt (a quien Cucurto men- general para bien, y que se entrega que la novela consiste en prints de co-
ciona en reportajes como el “otro es- (como si hubiera sido aleccionado por rreos electrónicos y sesiones de chat,
critor” que no sabía escribir): lo inasi- el Dr Pangloss) al curso del mundo cartas y fragmentos de Kafka y Tho-
milable de Arlt era tan fuerte para su que, a pesar de desilusiones y contra- mas Mann que sostienen un comenta-
público popular como para algunos de tiempos, siempre es el mejor posible rio a la historia sentimental y a la for-
sus compañeros literarios. Arlt era le- ya que, sumergido, es imposible ver ma en que se comunican sus protago-
ído por un público al cual le devolvía otro. Puro cuerpo y cuerpo de la len- nistas. Por todo eso, La ansiedad no
una imagen no reconciliada de un gua, el narrador de Cucurto no tiene es sólo una novela sentimental, inter-
mundo que no consideraba divertido la fisura de las subjetividades en las nacional y porteña, ya que cuenta lo 5
sino despreciable y mezquino. Cucur- que el deseo, el lenguaje y el mundo que cuenta con esos fantasmas inesta-
to tiene lectores cultos que lo leen con están escindidos. En su planeta cum- bles de cartas y conversaciones a tra-
la diversión con que las capas medias biero no existe esa fractura. Y esto vés de nuevas tecnologías.5
escuchan cumbia. queda representado en la rapidez con Tanto como una novela de “tema”
En efecto, frente a una literatura que se llega desde el primer movimien- es una novela de “técnica”. Sin em-
intelectual como es la de Saer, la de to del deseo hasta el coito, sin dilacio- bargo, sería equivocado pasar por al-
Piglia o la de Chejfec, los libros de nes discursivas. A Cucurto le interesa to que el “tema” es gay, y las cosas
Cucurto ponen el cuerpo antes que la mucho más mencionar culos y tetas transcurren allí donde la mirada he-
cabeza y prefieren la vulgaridad del que las vueltas de la subjetividad: le terosexual sólo puede enterarse por
goce a la distinción aristocrática del interesa un mundo táctil, donde las su- lo que le cuentan: el on dit de un
deseo sin objeto. Su literatura celebra perficies corporales se tocan, rebotan, mundo exótico en el momento mis-
aquello que celebra la cumbia, aun- se humedecen, levitan. mo en que la cultura (por lo menos la
que parezca ridículo decirlo: la ale- Le interesa la vulgaridad de lo que cultura progresista) lo acepta, es de-
gría de vivir. Sin embargo, el carácter puede ser dicho con las palabras de la cir en el momento en que se levanta
sociológico de las novelas de Cucurto música más popular: Puig escuchó las una condena y la conversión de un
lo vincula directamente con una tradi- letras de Le Pera, Cucurto las de la joven en Albertine se vuelve innece-
ción a la que él contradice porque esa cumbia. No hay lugar para la nostal- saria no por razones estéticas, que
tradición, la del realismo, fue bien pen- gia ni la melancolía. A diferencia de probablemente subsistan, sino por ra-
sante y pequeño burguesa. La crítica Arlt (que escribió ácidamente, renco- zones morales. Se levanta la prohibi-
radical de esa literatura comenzó y ter- rosamente contra sus lectores popula- ción y, a falta de estar allí donde las
minó con Osvaldo Lamborghini. Des- res, contra sus personajes, implacable cosas suceden, la ficción cuenta. La
pués de la trituradora lamborghiniana en su desprecio), la literatura de Cu- novela de tema homosexual es tanto
ya no hay escándalo sino sana diver- curto se ubica a gusto en ese mundo. una reivindicación del carácter per-
sión, desfachatez y simpatía. Por supuesto, hay tedio en la repe- fectamente público de una opción de
En el abanico de opciones posi- tición, pero como las palabras que se género, como la oportunidad que
bles, Cucurto coloca su literatura en repiten son tan extrañas a la literatura, siempre ha abierto la ficción al vo-
un más allá populista. Digamos, un nadie lo señala porque la sorpresa del yeurismo y al gusto por lo diferente
populismo posmoderno, que celebra exotismo social se combina con el pe- escrito. A diferencia de los textos de
no la verdad del Pueblo sino su capa- ligro de incorrección ideológica que Aira donde el narrador habla desde
cidad para cojer, bailar cumbia, ena- amenaza a quienes lean “mal” las vo- donde el autor no está socialmente,
morarse y girar toda la noche. Aban- ces de Cucurto. estas ficciones hablan desde donde el
dona toda cautela entre lo que puede
decirse y lo que no puede decirse y, 5. En esta misma revista (número 83, diciembre
de 2005) escribí sobre una novela de Alejandro
sobre todo, no da al narrador una len- Nuevas tecnologías
López, Keres cojer?=Guan tu fak. Sin estar re-
gua distinta en nada a la de sus per- lacionada con ninguna “buena causa” también
sonajes. La gran invención de Cucur- La ansiedad de Daniel Link cuenta una esa novela prueba de una manera maciza la im-
to es la del narrador sumergido, es historia de amor y decepción. Alguien portación de la lengua, la discursividad, la sin-
taxis del chat y del correo electrónico a la lite-
decir, indistinguible de sus persona- se enamora de alguien, cree que, des-
ratura. Antes de La ansiedad, Link publicó Los
jes, incluso porque declina el poder pués de años de deriva sexual, ha lle- años noventa, un primer experimento con los
de organizar visiblemente la ilación gado el verdadero amor, pero no, se mensajes del contestador telefónico.
narrador está. La crónica desde fin la crónica periodística sobre la ficción. Referencias
del siglo XIX también tenía esta fun- Lo que ahora ingresa no son los mo-
ción noticiosa sobre escenarios cul- delos genéricos de escritores conside- Excepto donde se lo indica, todas las edi-
turales de último momento: el vapor, rados populares o del mercado sino ciones tienen pie de imprenta en Buenos
Aires.
el teléfono, las grandes tiendas, las los modelos genéricos de no escrito-
Aira, César, La villa, Emecé, 2001; Las
muchachas emancipadas detrás de los res. Como en el largo proceso de si- noches de Flores, Mondadori, 2004; Yo
mostradores de los negocios, de Da- glos de incorporación de la oralidad era una chica moderna, Interzona, 2004.
río a Roberto Arlt. plebeya, ingresa la escritura-oralidad Cucurto, Washington, Cosas de negros, In-
Inteligente, Link hace que a los de los que no saben escribir, algo que terzona, 2003; Fer, Eloísa Cartonera, 2003;
prints de computadora los precedan no sucedía del mismo modo, ni con el Las aventuras del Sr. Maíz, Interzona,
dos textos periodísticos, como si esta- mismo significado, con los géneros po- 2005.
bleciera una secuencia cronológica de pulares del XIX y primeras décadas Chejfec, Sergio, Los planetas, Alfaguara,
tecnologías comunicativas: primero, del XX. 1999.
Dal Masetto, Antonio, Fuego a discreción,
los diarios; luego, la web, que ha pen- Se trata, entonces, no del trabajo
Folios, 1984.
sado de modo original; e, intercalados sobre un género que pertenece a la Fogwill, Los pichiciegos, Ediciones de la
entre estos discursos, fragmentos de literatura (menor, popular, industrial, Flor, 1983.
clásicos del siglo XX, donde se tocan de mercado), sino de la captación de Gamerro, Carlos, Las islas, Simurg, 1998.
6 Kafka y Mann, dos escritores que hoy procedimientos con los que sólo ha- Guebel, Daniel, La perla del emperador,
ya no aparecen opuestos como para cen literatura los escritores cultos. Por Emecé, 1991.
Lukacs, lo que vale tomar en cuenta esta razón el proceso formalmente pue- Gusmán, Luis, Villa, Alfaguara, 1995.
porque implica, de algún modo, reor- de equipararse al de la captación y la Kohan, Martín, Dos veces junio, Sudame-
denar el canon. Los dos textos perio- representación de la oralidad, aunque ricana, 2002.
Link, Daniel, Los años 90, Adriana Hidal-
dísticos son reportajes ficticios que los discursos tecnológicos sean escri-
go, 2001; La ansiedad, El Cuenco de Pla-
ofrecen la teoría con la cual debe le- tos. Y, a diferencia del policial o de la ta, 2004.
erse La ansiedad, si se acepta que no ciencia ficción, son instrumentales para López, Alejandro, Keres cojer?=Guan tu
es una novela de “tema”, sino una no- la vida cotidiana. fak, Interzona, 2005.
vela de “técnica”: las formas de la co- Lo que hace que estos libros ten- Martini, Juan, La vida entera, Barcelona,
municación y de la tecnología que se gan un aire de familia fuerte con el Bruguera, 1981.
ensartan en la vida de los cuerpos y arte contemporáneo es su rasgo docu- Moyano, Daniel, El vuelo del tigre, Lega-
en el discurso de los sujetos. mental o, para decirlo de otro modo, sa, 1983.
La literatura sigue a las discursivi- la forma en que son representativos Paula, Romina, ¿Vos me querés a mí?, En-
tropía, 2005.
dades tecnológicas porque ellas son la de temas culturales del presente. Se
Piglia, Ricardo, Respiración artificial, Po-
novedad y funcionan como iconogra- trata de “otra” homosexualidad, de maire, 1980.
fía de lo Actual. Se puede hacer una “otra” marginalidad sexual, “otro” tra- Rivera, Andrés, En esta dulce tierra, Fo-
historia de la ficción en esta línea: el vestismo, de “otro” mundo de fanáti- lios, 1984.
modo en que el periodismo de masas cos de la cultura de mercado. Es de- Saer, Juan José, Nadie nada nunca, Méxi-
configuró no simplemente un público cir: la legitimación literaria de algo co, Siglo XXI, 1980; Glosa, Alianza, 1987;
sino formaciones de discurso;6 el mo- que busca estabilidad y, en el límite, La grande, Planeta, 2005.
do en que los géneros populares pene- normalización. Pese a desafiar formas Terranova, Juan, El caníbal, Ediciones
traron la literatura de los cultos. El sociales convencionales, tienen algo de Deldragón, 2002.
Tizón, Héctor, La casa y el viento, Lega-
cruce de la literatura con nuevas tec- la corrección ideológica propia de la
sa, 1984.
nologías de comunicación no sucede presentación de una causa o quizás sea Varsavsky, Paula, Nadie alzaba la voz,
por primera vez. a la inversa: el hecho de que esa cau- Emecé, 1994.
Pero ya no se trata de géneros po- sa deba defenderse les da una especie
pulares o de la industria cultural (co- de corrección ideológica. Y en este
mo el relato maravilloso o el policial punto, hacen sistema con el arte de
y las fantasías técnicas de los prime- mensaje bajo sus formas contemporá-
ros tiempos de la ciencia ficción) que neas, con lo cual estas notas se han 6. Acá valdría el interesante epígrafe de una
son secuestrados por la literatura culta referido tanto a la literatura argentina novela de Juan Terranova, que invierte la clá-
para realizar un trabajo de sofistica- como al giro documental del arte, un sica advertencia de la ficción (explícita sobre
ción o de parodia. El ingreso de nue- capítulo abierto en paralelo a la crisis todo en los films): “Por respeto al lector, todas
las noticias que aparecen en este libro son rea-
vas tecnologías expresivas en la lite- de las interpretaciones. Sólo me que- les y fueron publicadas en su momento por di-
ratura desde las pantallas de internet, da esperar que Damián Tabarovsky no versos medios de comunicación masiva. No se
el correo electrónico, el chat, los men- haya acertado al escribir: “Se puede han cambiado nombres, ni localidades, ni fe-
sajes de texto, los mensajes en las ca- discutir de todo, menos de los presu- chas y se han transcripto fielmente los textos
originales” (El caníbal, Buenos Aires, Edicio-
sillas telefónicas, no puede ser pensa- puestos estéticos”, ya que la disyun- nes Deldragón, 2002). El collage de esas citas,
do bajo el régimen que permitió dis- ción conceptual presentada no puede sin embargo, más que ser sólo documental, tie-
cutir la novela policial o la presión de negar ese origen. ne una suerte de arbitrariedad violenta.

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