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ANTICONCEPCIÓN: ETICA Y DERECHOS

INTRODUCCIÓN

Salud reproductiva es el estado de completo bienestar físico, mental y social en


todo lo referente al sistema reproductor, así como a sus funciones y procesos, y no la
mera ausencia de enfermedad o defecto. Por lo tanto, la salud reproductiva implica que
las personas son capaces de tener una vida sexual satisfactoria y segura y que tienen la
capacidad de reproducirse y la libertad de elegir si llevar a cabo o no dicha reproducción
y cuán a menudo hacerlo. Implícito en esta última condición está el derecho de los
hombres y de las mujeres a recibir información acerca de los métodos de planificación
familiar, para regular su fertilidad, que no sean contrarios a la ley y que sean
aceptables para ellos, así como seguros, eficaces y al alcance de sus posibilidades
económicas. También tienen el derecho a tener acceso a dichos métodos. Las
mujeres en particular tienen el derecho a recibir servicios apropiados de salud que
las hagan capaces de llevar a cabo el embarazo y el parto con seguridad. Estos
servicios también deben capacitar a las parejas para que tengan las mejores
posibilidades de tener un hijo saludable. En este mismo sentido, el cuidado de la salud
reproductiva se refiere al conjunto de métodos, técnicas y servicios que contribuyen a la
salud reproductiva y al bienestar, al impedir y resolver los problemas de la salud
reproductiva. Esta definición también incluye la salud sexual, cuyo propósito es realzar la
vida y las relaciones personales, y no solamente prestar servicios o asesorar en lo
referente a la reproducción y a las enfermedades de transmisión sexual.
ANTICONCEPCIÓN Y ÉTICA

El concepto ético en Medicina «Primum non nocere» lo primero o ante todo es no


hacer daño», atribuido a Hipócrates de Cos (siglo V a.C - siglo IV a C), mantiene
su vigencia.

Un aspecto específico en la calidad de la asistencia sanitaria, tiene estrecha


relación con aspectos éticos de la atención, fundamentales en la relación médico-
paciente. Los principios de no maleficencia (deber de no hacer daño), beneficencia
(producir beneficio y promover el bien), justicia (equidad, acceso igual para todos) y
autonomía (capacidad de la persona para su autodeterminación), deben estar siempre
en el quehacer profesional.

Aplicar estos conceptos a tema de tanta relevancia como es la anticoncepción,


constituye sin duda, un desafío al cual es necesario responder.

Los gíneco-obstetras tienen el deber ético de abogar por el cuidado de la salud


de la mujer. Como profesionales, cuentan con un conjunto de conocimientos que
incluyen los de la salud sexual y de la reproducción. Generalmente, son los primeros
profesionales a quienes se acerca una mujer con problemas de salud de su tipo.
Ellos tienen, por tanto, el deber de proveer los cuidados propios de sus conocimientos y
experiencia.

La base de sus conocimientos y su ubicación dentro de la sociedad, les colocan


en una situación en que es posible influir en la política y programas que rigen la
salud de la mujer.

La salud sexual, reproductiva y el acceso a tratamiento médico por las mujeres se


ven influidos por su exposición a la violencia, pobreza, mala alimentación y falta de
oportunidades de educación o trabajo. Todo esto obliga al gíneco-obstetra a actuar
en pro de la elevación social de la mujer.

El uso de los métodos de regulación de fertilidad cumple con el principio de


beneficencia. Protegen el derecho a la vida y la salud. Apoyan el derecho de
mujeres y hombres a disfrutar de su sexualidad y reproducción, y apoyan el
derecho de los hijos e hijas a nacer siendo deseados. También apoyan el derecho de las
personas para decidir sobre su vida sexual y reproductiva y la libertad de conciencia para
decidir sobre valores.

Para cumplir con el principio de no maleficencia, los proveedores de servicio deben


conocer información actualizada sobre las condiciones más seguras para el uso de los
distintos métodos disponibles.

Para cumplir con el principio de justicia, los servicios de planificación familiar


deben ser accesibles para todas las personas, sin discriminación. Las autoridades de
los servicios de salud, sean públicos o privados, tienen la responsabilidad ética de
facilitar y supervisar que estas condiciones se cumplan
El propósito de la salud sexual y reproductiva es contribuir a que cada embarazo sea
deseado y fruto de la decisión libre, informada y responsable de ambos progenitores.

Que la reproducción no interfiera con su desarrollo como individuos y como pareja


sino que sea parte del mismo, y que todos los hijos e hijas que nazcan tengan
iguales oportunidades de desarrollarse plenamente en un ambiente afectuoso y seguro.

Los servicios de regulación de la fertilidad, como uno de los componentes esenciales


del cuidado de la salud sexual y reproductiva, deben estar centrados en las personas y
en sus derechos, más que en metas poblacionales o políticas. Se debe considerar a
las personas como sujetos activos que participan junto a los profesionales de salud
en la búsqueda de una mejor calidad de vida para sí mismas y sus familias.

Las consideraciones éticas que sustentan los servicios de regulación de la fertilidad


se basan en los principios fundamentales de la bioética: beneficencia, no maleficencia,
equidad, justicia, autonomía y respeto por las personas.

Principios de beneficencia y no maleficencia

Existe el real interés por mejorar la salud de las mujeres, la que puede verse
afectada gravemente por el proceso reproductivo, y por disminuir el número y prolongar el
intervalo entre los hijos, mejorando así la calidad de la crianza y la salud de niños y
niñas. Existe cada vez más información acerca de los efectos negativos que
tienen los embarazos no deseados que se llevan a término sobre la salud física y
mental de mujeres e hijos. Estos embarazos son un factor de riesgo para el maltrato
infantil y muchos de ellos se producen en la adolescencia, con consecuencias aún
más severas para la vida de las personas.

Principio de equidad y justicia

Corregir la inequidad existente en la distribución del riesgo reproductivo y de los


embarazos no deseados. Este riesgo se concentra en las mujeres de los países menos
desarrollados y en los grupos de población más pobre de cada país.

En los países más ricos, el primer embarazo se posterga, el número de hijos por
mujer es menor, los intervalos entre los embarazos son más largos, el porcentaje de
uso de anticoncepción es alto y la mortalidad por causas reproductivas es cada vez más
baja.

En los países más pobres, en cambio, el primer embarazo ocurre en edades


tempranas, el número de hijos por mujer es mayor, los intervalos entre
embarazos son más cortos, el acceso a la anticoncepción es limitado y la mortalidad por
causas reproductivas continúa siendo alta.

Existe evidencia de que, en términos poblacionales, la reducción del número de


hijos por mujer se asocia invariablemente a una mejor calidad de vida y de educación.
Las tasas de fecundidad en los países con mayor desarrollo socioeconómico son
bajas como consecuencia del uso de métodos anticonceptivos, y en la gran mayoría
de los países pobres, el control de la fertilidad forma parte de las políticas para
superar la pobreza.

El Profesor Dr. Luis Tisné Brousse señalaba que:«Siempre hemos postulado que
Salud para Todos es la igualdad de oportunidades para todos los habitantes a la mejor
calidad de atención de que disponga una sociedad».

Principio de autonomía y respeto por las personas

En este caso implica apoyar las decisiones libres de las personas con respecto a
su sexualidad y reproducción.

Este concepto se vincula a los derechos ciudadanos, y responde a una aspiración que
se instala progresivamente en la población. La autonomía de las personas, en el
contexto de «paternidad y maternidad responsables» requiere la posibilidad de tener
sólo el número de hijos que pueden querer, cuidar, mantener y educar.

Aunque estas razones o fundamentos para la entrega de servicios de regulación


de la fertilidad son, desde una perspectiva ética, aceptables para la mayoría de las
personas, es importante tener en cuenta que algunas religiones sostienen que no es
posible separar el fin unitivo del fin reproductivo del acto sexual.

COMENTARIO

Existe amplio consenso en que la regulación de la fertilidad beneficia a las


personas y a la población, en la medida que:

• Protege el derecho a la vida y la salud, apoya el derecho de mujeres y hombres a


disfrutar de su sexualidad y reproducción y el derecho de los hijos e hijas a nacer
siendo deseados.

• Resguarda la libertad de conciencia de las personas para decidir utilizar o no algún


método anticonceptivo, a partir de sus valores personales.

• Cumple el principio de no-maleficencia en la medida en que los y las


proveedores/as de servicios de anticoncepción posean información actualizada acerca de
las condiciones más segu- ras para el uso de cada método disponible.

• Es consecuente con el principio de equidad y justicia cuando los servicios son


accesibles a todas las personas, sin discriminación y cuando las autoridades de estos
servicios, sean públicos o privados, se responsabilizan de facilitar y supervisar que esta
condición se cumpla.

Al estado le corresponde, en sus políticas públicas de sexualidad y reproducción,


resguardar los derechos de la población, incorporando la diversidad de opciones
disponibles y perspectivas valóricas.

En consecuencia, la preocupación ciudadana y el control social sobre la regulación


de la fertilidad debieran estar centradas en que los servicios ofrecidos cumplan
efectivamente con los principios de la bioética y con el respeto de los derechos de
las personas.

LA REGULACIÓN DE LA FERTILIDAD COMO UN DERECHO


La atención de regulación de la fertilidad debe responder y respetar los siguientes
derechos:

– Derecho a la vida y la salud

El uso de anticoncepción protege la vida y la salud de las mujeres, ya que


evita abortos realizados en condiciones de riesgo y embarazos en mujeres con
patologías que las exponen a riesgos graves si se embarazan. La anticoncepción
también protege la salud de las madres ya que les permite recuperarse, desde el
punto de vista físico, anímico, nutricional, al permitir pro- longar el intervalo entre los
embarazos.

– Derecho al cuidado de la salud

Las personas tienen el derecho a preservar su salud, no sólo al prevenir


embarazos no desea- dos, sino también durante el uso de los procedimientos
anticonceptivos. Esto implica conocer las alternativas anticonceptivas existentes a fin
de elegir aquellas más convenientes y seguras para la persona, desde el punto de
vista biomédico y de sus características y necesidades personales

– Derecho a la información y educación

Las personas tienen derecho a información, orientación y consejería en


anticoncepción para poder tomar decisiones libres e informadas sobre su sexualidad y
reproducción.

Todas las personas tienen derecho a conocer los beneficios que ofrecen los
servicios para ellas y sus familias.

Esto quiere decir que el profesional debe proporcionar a quienes consultan,


información completa e imparcial acerca de los métodos anticonceptivos, para que
puedan escoger el que les parezca más conveniente. Esta información es uno de los
elementos de la calidad de atención más importante.

La información debe incluir cuáles son los métodos disponibles en el servicio, las
características de cada método (eficacia, modo de uso, efectos secundarios) y las
razones médicas que pueden limitar sus opciones.

Una elección libre implica que el servicio debe disponer de una amplia gama de
métodos para que las usuarias puedan escoger libremente el más adecuado en las
diferentes etapas y momentos de su vida reproductiva.

La información debe entregarse en forma oportuna, en lenguaje accesible y


corresponder a conceptos debidamente actualizados.
La información aislada no es suficiente y es necesaria e importante, de manera
que cuando las personas eligen un método anticonceptivo, la opción tomada sea la
mejor de acuerdo a su salud y situación personal y puedan además estar atentas a
las diferentes reacciones, beneficios o alteraciones, que puedan presentar durante el
uso del método elegido.

Es importante conocer la situación de vida de cada persona, sus opciones


reproductivas, su condición de salud, su experiencia previa con métodos
anticonceptivos. Esta información ayuda durante la consejería, para identificar los
métodos o procedimientos que sean los más adecuados a sus necesidades. La opción
que haga en cuanto a anticoncepción puede ser diferente si la mujer quiere espaciar
los embarazos o si no quiere tener más hijos, si es adolescente o está en la etapa
previa a la menopausia, si está lactando o si es portadora de alguna patología médica.
Sólo en estas condiciones es posible llegar a un consentimiento informado.

– Derecho a la privacidad y confidencialidad

El principio de respeto a las personas implica que tienen derecho a ser atendidas en
un ambiente privado y a que se garantice la confidencialidad de sus decisiones y
acciones.

Las personas tienen derecho a analizar sus necesidades y preocupaciones en un


ambiente en que sientan confianza y se encuentren cómodas, donde la
conversación no sea escuchada por terceros.

El examen físico, cuando es necesario, debe realizarse en condiciones de privacidad,


salvo la presencia de un segundo profesional o técnico del propio servicio.

Debido a la naturaleza íntimamente personal de los cuidados ginecológicos, surge la


especial necesidad de proteger la confidencialidad de la paciente.

Debe asegurarse a las personas que consultan que no se comunicará a otros,


sin su consentimiento, la información que entregue ni otro detalle de la atención
recibida, lo que es especialmente importante para las adolescentes.

– Derecho a la equidad y a la dignidad

Todas las personas tienen derecho a ser atendidas con respeto y dignidad,
independientemente de su condición social, situación económica, creencias, origen
étnico, estado civil, orientación sexual, edad o cualquier otra característica.

Se debe estar particularmente atento con relación a las adolescentes, quienes


pueden presentar embarazos no deseados, por la actitud negativa de algunos
prestadores de servicios al uso de anticoncepción o por las dificultades que tienen
para acceder a los servicios de salud.

Especial dedicación requieren las pacientes con discapacidad física y/o psíquica. Sus
requerimientos son especiales y debe brindárseles tiempo e información adecuada a
sus necesidades en particular y si el caso lo requiere en presencia de un familiar
responsable.

Las usuarias deben ser tratadas con cortesía, consideración y respeto por su dignidad,
sea cual sea su nivel de educación, condición social u otra característica que pueda
diferenciarles o hacerlos vulnerables.

Debe procurarse que el tiempo de estadía en el centro de atención sea razonable


y en relación al servicio solicitado.

– Derecho a los beneficios del progreso científico Los medicamentos o


procedimientos reconocida- mente efectivos para la regulación de la fecundidad deben
ser accesibles.

En su práctica médica, los profesionales de la salud deben guiarse por estándares


basados en la evidencia científica más reciente sobre métodos y procedimientos
(Medicina Basada en Evidencia). Implica también la organización y gestión de los
servicios de salud para la entrega oportuna y eficaz de métodos de planificación
familiar. Acceder a los beneficios del progreso científico requiere capacitación del
personal e inversión de recursos económicos para que las alternativas anticonceptivas
estén disponibles, lo que pasa por decisiones políticas y administrativas que
deben reconocer este derecho.

Por otra parte no deben usarse drogas o procedimientos que no sean la


alternativa más eficaz y segura o que no cumplan con los estándares de seguridad y
eficacia deseables (ejemplo: esterilización con quinacrina).

– Derecho a la seguridad

Las personas tienen el derecho a preservar su salud mientras usan un método


anticonceptivo. La seguridad es un componente de la calidad de la atención y requiere de
idoneidad técnica de los proveedores del servicio.

La inocuidad o seguridad para la salud de las usuarias de métodos


anticonceptivos es un componente esencial. El uso de un método no debe provocar
efectos adversos que impliquen riesgos para la salud de la usuaria. Con este fin, la
Organización Mundial de la Salud, ha definido los criterios de elegibilidad para el
uso de los distintos métodos anticonceptivos.

El derecho a evitar embarazos no deseados requiere de anticonceptivos eficaces,


con el mínimo posible de reacciones adversas, las cuales deben ser enseñadas a la
paciente con el fin de que las reconozca oportunamente y solicite asesoría profesional
oportuna.

– Derecho a la calidad de los cuidados sanitarios

El deber de beneficiar a las pacientes requiere que una meta muy importante de
los que imparten los servicios, sea la oferta de métodos anticonceptivos dentro
del contexto de servicios de salud sexual y reproductiva de alta calidad. Existen dos
aspectos muy importantes: la necesidad de calidad médica y el requerimiento de
tomar en consideración los deseos expresos de las mujeres.

En primer lugar, los requerimientos de calidad médica comprenden la oferta de


toda una serie de métodos anticonceptivos, con oferta de servicios apropiados de
consejería de apoyo, y que los encargados de suministrarla sean técnicamente
competentes. El segundo aspecto requiere que las relaciones con el personal sanitario
conlleve respeto y se tomen en cuenta las opiniones de la mujer.

– Derecho a la libertad individual

Cada persona debe poder expresar su sexualidad, decidir su conducta reproductiva y


el uso de anticoncepción según la percepción que tiene de sí mismo, de acuerdo a su
situación de vida y a sus valores.

– Derecho a elección

Las personas tienen derecho a decidir libremente si desean o no utilizar los servicios,
y la libertad para elegir los métodos que desean usar. Los proveedores deben
ayudarles en esta elección libre e informada, dando información imparcial, educación
y orientación.

Sólo cuando existen razones médicas significativas para insistir en una opción
determinada, el equipo de salud tiene la responsabilidad de orientar en esa
dirección.

– Derecho a vivir libre de maltrato

La anticoncepción evita el aborto y permite evitar las consecuencias físicas,


psicológicas, sociales y legales de éste, que equivalen a una forma grave de maltrato.

Los servicios deben respetar y ofrecer un trato digno a las personas, y garantizar
condiciones (tanto en la organización como en la disposición de su infraestructura)
que no signifiquen una agresión psicológica ni física para la usuaria durante la
atención.

– Derecho a la continuidad del seguimiento

Los servicios deben estar disponibles durante todo el tiempo que las personas
los necesiten y no deben discontinuarse sino por una decisión conjunta del proveedor
y la usuaria.

– Derecho de opinión sobre la calidad del servicio que reciben

Los servicios deben contar con un procedimiento explícito que permita a las
usuarias expresar su opinión sobre la calidad del servicio recibido. Sus opiniones y
sugerencias deben tomarse en cuenta de forma positiva para mejorar la calidad del
servicio.

RESPONSABILIDAD DE LOS PROVEEDORES DE SERVICIOS


Al tratar los aspectos éticos de la anticoncepción, es indispensable referirse a la
responsabilidad que tiene el personal de salud que provee los servicios de
anticoncepción hacia las personas que les consultan.

Las personas que necesitan anticoncepción son mujeres, hombres y jóvenes con
diferentes características biomédicas y distintos estilos de vida, rodeados por entornos
sociales determinados que influyen en su vida diaria y en sus planes de futuro.

Por lo tanto, los prestadores de servicios de salud deben tener presente los
principios éticos y el respeto por los derechos de las personas, con el fin de informar
y apoyar el proceso de decisión al elegir un método anticonceptivo adecuado a las
características y necesidades de cada individuo.

El personal de salud no puede imponer sus posiciones religiosas o sus valores


a las personas que atienden, y debe respetar la diversidad de pensamiento, conciencia y
religión. Esta objeción de conciencia por parte del personal de salud es válida,
sólo si el prestador de salud deriva a quien solicita el método, a otro profesional de la
salud para que preste la atención e información solicitadas a la mayor brevedad.

También hay diferentes posiciones con respecto al ejercicio de la sexualidad


desligada de la reproducción. De acuerdo al principio de respeto de las personas,
el personal de salud debe atender a quienes solicitan anticoncepción sin anteponer sus
posiciones ideológicas con respecto a lo que es una familia, al ejercicio de la
sexualidad sin desear la reproducción o al uso de ciertos métodos anticonceptivos.

El embarazo no deseado se asocia al escaso conocimiento sobre el propio cuerpo y


la fisiología reproductiva de la mujer, y al no uso o uso inadecuado de
métodos anticonceptivos eficaces. El personal de los servicios de salud puede ofrecer
información sobre fisiología reproductiva y debe proporcionar a quienes consultan
información completa e imparcial acerca de los métodos anticonceptivos. Esto requiere
que los proveedores de los servicios de salud dispongan de información actualizada
sobre los métodos y sus consecuencias para la salud, así como conocimiento técnico
para realizar los procedimientos necesarios. La falta de preparación de los
proveedores es contraria al principio de no-maleficencia. Es también importante que el
pro- ceso de comunicación entre proveedores y usuarias se de en un contexto de
igualdad y respeto mutuo para cumplir con el principio de respeto a las
personas. Sólo en estas condiciones se llega a un consentimiento libre e informado.

Las autoridades de los servicios de salud, públicos o privados, tienen la


responsabilidad ética de facilitar y supervisar que estas condiciones se cum- plan. El
debate sobre los aspectos éticos en regulación de la fertilidad no debería estar
centrado en la tecnología anticonceptiva sino en la calidad de la información y de los
servicios que se ofrecen, para que se cumpla con los principios de respeto a las
personas y a su autonomía, de beneficencia y de no- maleficencia, en el marco de los
derechos humanos.
BIBLIOGRAFIA

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