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TESARIO DE

COSMOLOGÍA

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Tesario de Cosmología

I. Definición, objeto y método

La filosofía de la naturaleza es aquella parte de la filosofía que estudia los principios,


causas del ser (objeto formal) realizado en el ente móvil (objeto material). Por ente móvil nos
referimos al mundo material – sensible. El método de la filosofía de la naturaleza es el de la
búsqueda resolutiva (resolutio) hasta los principios del cambio, partiendo de una reflexión sobre
la experiencia. En este sentido podemos decir que es un verdadero paso del fenómeno al
fundamento, como es propio de toda reflexión filosófica abierta a las dimensiones metafísicas de
lo real.

II. Niveles de encuentro del hombre con la naturaleza

El hombre es un ser orientado y abierto al mundo; se sabe en una constante búsqueda de


los principios y causas que den razón de los cambios en la naturaleza. Así podemos distinguir tres
niveles, según la densidad de conocimiento y de la radicalidad de la pregunta, de encuentro del
hombre con la naturaleza. Tenemos el nivel pre-científico o pre-filosófico, el nivel científico y el
nivel filosófico. El nivel pre-filosófico consiste en un saber experiencial (el del sentido común) que
consiste en la percepción cotidiana del mundo, propia de todo hombre, y es condición y
fundamento del nivel científico y filosófico. El nivel científico es un saber que se aproxima con la
luz propia de la ciencias exactas (el mundo visto desde su aspecto cuantitativo y relacional), la cual
lleva consigo el método hipotético – deductivo, en el cual, en base a la observación controlada por
el experimento, se matematizan los resultados en una fórmula (aquí hay una verdadera
inducción), de la que se deducen ciertos comportamientos que son, a su vez, verificados por la
experiencia. El nivel filosófico transciende (no niega) el saber experiencial y el saber científico y
llega, en su actitud resolutiva, hasta el conocimiento de las causas y principios del ente móvil.

Hemos de subrayar la distinción entre la aproximación propia del saber del sentido común
del nivel pre - científico y el saber científico. En el conocimiento científico se tiene un saber que es
comprobable y objetivo. Pongamos un ejemplo: un interlocutor dice: “Esto es verde”; otro
interlocutor enuncia dirá: “Esto tiene un ángulo de refracción de 7 grados y 25 minutos”. El
primero es el conocimiento pre-científico; el segundo es el científico. Ha sido una constante
tendencia en la historia de la filosofía, a partir de los resultados de las ciencias exactas, de negar el
valor de conocimiento a todo aquello que no se someta a las exigencias de su método. Así
tenemos el positivismo y el manifiesto anti - metafísico del círculo de Viena con su principio de
verificabilidad.

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III. Problemas filosóficos de la subjetividad del conocimiento y de la inteligibilidad
de las ciencias (exactas)

Tanto en el conocimiento pre - científico como en el científico (entendamos desde ahora el


aportado por las ciencias exactas), plantean el problema filosófico de la subjetividad en el
conocimiento, es decir, la parte constructiva del sujeto por la que se puede conocer no tanto lo
que la realidad es sino el cómo se manifiesta a mi conciencia. En el caso del conocimiento pre -
científico se tiene el problema preciso de la objetividad de la sensación, es decir, si el dato de la
sensación (lo que yo veo como rojo) coincide o no con la realidad física (lo que de verdad está en
la cosa y que yo veo como rojo). Ante esta problemática existen 3 posturas distintas: i) el
percepcionismo que afirma la homogeneidad entre la realidad sentida y lo realidad en sí; ii) el
concepcionismo que afirma una discontinuidad entre la sensación y la realidad física, afirmando
que lo que nos da la sensación es de una naturaleza distinta que la realidad que la ha provocado;
iii) el realismo moderado que sostiene una continuidad y homogeneidad de fondo entre la
realidad sentida y la realidad física, pero según dos modalidades de una única realidad; en esta
postura la realidad sentida y la realidad física son dos modos de la única realidad.

En el caso del conocimiento científico se plantea el problema (filosófico) de la


inteligibilidad propia de la ciencia; es decir, si la técnica operatoria (que supone una parte
constructiva del espíritu) lleva a una conformidad con lo real. Recordemos que la técnica
operatoria consiste en una técnica que traduce el mundo de las cualidades sensibles en el de las
cantidades mensurables; y en donde el soporte de la relación entre estos dos mundos se tiene en
el ente científico (por ejemplo la Temperatura). En cuanto a las respuestas que se han dado con
respecto a la inteligibilidad de la ciencia tenemos el del positivismo científico y el del realismo
científico. El primero, limitando el conocimiento sólo a lo que es accesible a los sentidos, sostiene
que lo que la ciencia afirma y que escapa a los sentidos no tiene correspondencia a una realidad
oculta extra - mental. El segundo, el realismo científico sostiene que el ente científico (con toda la
parte constructiva del sujeto) es un ente de razón pero con fundamento en la realidad. Se trata de
modelos que no son un calco de la realidad pero que sí implican algún grado de inteligibilidad de la
misma.

“La gran maravilla del progreso de la ciencia es que ésta nos ha revelado una concordancia
ente nuestro pensamiento y lo real, una cierta posibilidad de captar, con ayuda de los recursos de
nuestra inteligencia y de las reglas de nuestra razón, las relaciones profundas que existen entre los
fenómenos… No nos asombramos lo bastante del hecho de que sea posible alguna ciencia” (Louis
de Broglie, Física y Microfísica).

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IV. El problema filosófico del por qué de la inteligibilidad de las ciencias (exactas)

El éxito de la ciencia y la transformación del mundo que ella opera ante nuestros ojos
muestran que la inteligibilidad científica no es ilusoria sino real; no es pura obra del espíritu sin
vinculación con lo real. El problema filosófico se precisa entonces sobre el cómo puede estar la
misma inteligibilidad tanto en el espíritu como en las cosas, con un estatuto muy diferente en cada
uno de los dos casos. La solución a este problema puede darse desde el contexto hile - mórfico de
lo real pues, la inteligibilidad propia de lo real es hecha posible por la actualidad propia de la
forma; y el grado de penetración en la misma realidad es dado por la abstracción de la especie
inteligible, la cual se expresa en el concepto y es medio por el que se intelige la cosa. Se tienen así
los diversos grados de abstracción en los que el primero consiste en el prescindir de la materia
sensible individual y conservar (en lo que se intelige) la materia sensible común (la cantidad y las
cualidades; aunque no estas cualidades singulares); y el segundo en el prescindir de la materia
sensible y conservar la materia inteligible (la cantidad).

V. Problema filosófico de los límites de las ciencias(exactas) y de sus presupuestos


(filosóficos)

La aproximación científica al mundo plantea el problema filosófico de los límites de la


ciencia y, por ende, de lo propio de conocimiento filosófico. En cuanto a los límites de la ciencia
decimos que las ciencias exactas sólo revelan el aspecto cuantitativo y relacional del ser pero éste
no agota la densidad ontológica del mundo. Existen otras maneras de comprender el mundo y es
cuando la ciencia exacta se erige como la única forma válida de comprenderlo, cuando la ciencia
se erige en metafísica y se sale de su campo. Asimismo, la reflexión filosófica, aún respetando la
autonomía del método científico, hace saber que el esfuerzo científico supone unos presupuestos
que no son demostrables por la ciencia, a saber: i) que el mundo frente al hombre es real
(presupuesto metafísico); ii) que el mundo es inteligible (presupuesto epistemológico) y iii) que
tiene sentido el empeño del científico en conocer el mundo (presupuesto ético). Lo propio de la
reflexión filosófica sobre el mundo consiste en alcanzar un grado de penetración en la densidad
ontológica de las cosas que transciende el nivel fenoménico y que aporta una luz sobre el sentido
mismo de la presencia del hombre en el mundo.

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VI. Cosmovisión aristotélico - tomista

En cuanto a la naturaleza tradicional (llamamos así a la concepción aristotélico – tomista)


conviene tener en cuenta el principio sobre los modos especiales del ser, que dan origen a las
categorías o predicamentos, así como el principio hile - mórfico sobre las dimensiones metafísicas
de la realidad corpórea, que hacen comprensible no sólo la inteligibilidad misma de la ciencia sino
también la explicación del cambio tanto en la generación y corrupción como en el movimiento. El
cambio incluye tanto a la generación y corrupción como al movimiento. La generación y
corrupción se dan cuando se rompe la unidad forma y materia y, quedando ésta como sujeto
potencial y determinable, recibe la determinación de otra forma que se educe de la potencia
misma de la materia. El movimiento se da cuando cambian los accidentes y se tiene así: i) el
aumento o disminución cuando cambia el accidente cantidad; ii) la alteración cuando cambian las
cualidades, y iii) la traslación cuando se da un cambio de lugar. En todo cambio, siempre hay algo
que permanece como substrato del cambio. En el cambio substancial, permanece la materia; en el
cambio accidental, permanece la substancia.

En cuanto a la cosmovisión aristotélico – tomista, hay que recordar que concebían al


cosmos como algo finito, cíclico, sin ningún vacío y con una profunda dualidad de naturaleza. En
concreto; el mundo corruptible se encuentra bajo la luna (el mundo sublunar) en donde los
elementos son el aire, agua, fuego y tierra; el mundo incorruptible se encuentra arriba de la luna
(el mundo supra - lunar) en donde el elemento es el éter. En el mundo supra - lunar se dan las
esferas en donde se dan 7 esferas para cada uno de los astros errantes (los cinco planetas
conocidos en aquel entonces y el sol y la luna); una esfera para las estrellas fijas y otras esferas
que Aristóteles imaginó pues no podía concebir el vacío en el universo. Aunque esta cosmovisión
está superada, no desdice de los principios metafísicos acerca de esta inteligibilidad de la
naturaleza. El universo, en Aristóteles y santo Tomás, se convierte en punto de inicio para la
contemplación de Dios. En santo Tomás, se insiste en el reflejo de las perfecciones infinitas de Dios
en el mundo sensible, así como la misión del hombre de dar sentido a todo lo creado y lograr que
al usar las cosas para la gloria de Dios, no sólo el hombre sino todo el universo, retorne a su modo
a Dios que es su principio. Posteriormente, esta visión contemplativa cambiaría en una visión del
hombre como déspota ante lo real; se trata del conocer para dominar, propia de Francis Bacon. Se
pierde así la dimensión sapiencial del saber.

Espacio: es el límite del cuerpo continente que está en contacto con el cuerpo contenido.
El especio real se identifica con la misma extensión corpórea.

Tiempo: es la medida del movimiento según el antes y el después.

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VII. El olvido de la substancia y los dualismos de las ciencias.

En cuanto al problema de la substancia entendemos por una parte la reconducción o no de


los fenómenos a la realidad de l a substancia. Así podemos distinguir la postura de la física clásica
(siglos XVII al XIX) y la física moderna (siglo XX). La física clásica se mueve en el dualismo
fundamental cuerpos – vacío; que se expresa en los dualismos onda – corpúsculo y masa –
energía. La realidad se comporta tanto corpuscularmente (cuerpos, corpúsculo, masa) como una
realidad comunicable entre los cuerpos (onda, energía). La física clásica fue incapaz de reconciliar
y reconducir a la realidad de la substancia las diversas dualidades. En la física moderna se tiene
tanto el aporte de la teoría de la relatividad como el de la mecánica cuántica. La teoría de la
relatividad dice que no se puede entender a la masa y a la energía como entidades substanciales
independientes sino que la transformación de masa en energía y viceversa ha de entenderse como
un cambio entre aspectos cualitativos profundos de las cosas. La mecánica cuántica sostiene que
la luz presenta tanto el aspecto de onda como corpúsculo (Planck dice que la energía se absorbe y
emite por paquetes) y Heisenberg sostiene que la posición y la velocidad del electrón son aspectos
íntimamente relacionados. De este modo, en la física cuántica se tienden a superar los dualismos
abiertos en la física clásica, al sugerir que la manifestación corpuscular y ondulatoria son dos
aspectos físicos de una única realidad.

VIII. Espacio y tiempo en la física clásica y en la física moderna

En cuanto a las nociones del espacio y tiempo hay que distinguir entre la postura
aristotélico- tomista, así como aquélla de la física clásica y la física moderna (teoría de la
relatividad y mecánica cuántica). La física clásica, desde Newton, concibe al espacio y al tiempo
como “absolutos”. El espacio sería así una especie de marco tridimensional, indefinidamente
abierto, homogéneo e inmutable en el que se sitúan los cuerpos. El tiempo sería una especie de
eje de referencia al que se cuelgan los acontecimientos. Esta tendencia a absolutizar el espacio y el
tiempo acusa una tendencia propia de la experiencia vulgar. La crítica kantiana acertó al negar al
espacio y al tiempo, erigidos en absolutos, un estatuto real, pero su error es haber deducido que
eran puras creaciones de la mente. La física moderna cuestiona la concepción newtoniana del
espacio y el tiempo. En concreto, la teoría de la relatividad, al concebir la atracción de la gravedad
como una curvatura del espacio, resta fuerza de absoluto al mismo. Asimismo, la misma teoría de
la relatividad, al sostener que el tiempo transcurre más lento en las velocidades cercanas a la de la
luz, relativiza la concepción del tiempo. De todo esto podemos concluir que el espacio y el tiempo
no se dan como entes reales absolutos; sin embargo, no por eso dejan de tener un origen extra -
mental (contra Kant). El fundamento no es otra cosa que la extensión, para el especio, y la
duración, para el tiempo. Es así que el espacio y el tiempo son entes de razón pero con
fundamento en la realidad; la extensión y la duración.

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IX. La relación del hombre con el mundo en la física clásica y en la física moderna

En cuanto a la relación del hombre con el mundo observamos también un progreso dado
por la física moderna con respecto a la física clásica. La física clásica sostenía que el hombre puede
llegar a conocer de modo determinado el comportamiento de todo el universo al ir conociendo la
gramática de lo real por demedio de las leyes. Asimismo, acusando una tendencia antropomórfica,
busca establecer puntos de vista absolutos en el universo (antes la tierra; ahora el sol). Con
respecto al determinismo en el conocimiento del universo, la mecánica cuántica (Heisenberg y
Bohr) mostró que existe una indeterminación propia de lo real por el que la realidad no puede ser
conocida (sobre todo a nivel atómico) sin tener en cuenta la interacción que provoca sobre ella la
técnica del observador. Esta incertidumbre será imposible de superar porque está vinculada por
definición a la relación hombre – naturaleza; se trata de una indeterminación ligada a la relación
hombre – naturaleza. Con respecto a la tendencia a erigir puntos de referencia absolutos en el
universo, la teoría de la relatividad (Einstein) mostró que no existen puntos de referencia
absolutos en el universo puesto que lo único absoluto es la velocidad de la luz.

X. El problema de la substancia en el mundo de los inertes. El principio antrópico.

El problema de la substancia puede ser visto también en cuanto a lo que en verdad


podemos llamar substancia. Y esto porque en la dimensión de los seres vivos, substancia es
claramente el sin - olon o con-totalidad de materia y forma, co – principios metafísicos que
constituyen a ese ser viviente. Pero en el mundo de los inanimados no es tan claro porque no se
sabe qué dimensión de lo real sustenta de verdad la presencia de la substancia. A este respecto
hay dos respuestas básicas: Mariano Artigas sostiene que en el mundo de los inanimados es la
molécula la que debe ser reconocida como substancia; mientras que Jean Marie Aubert dice que la
substancia es el cuerpo natural que se presenta a nuestra experiencia y critica el querer ver la
substancialidad en elementos últimos (átomos, moléculas). A su juicio, esto dejaría ver una
obsesión de buscar un substrato permanente como si esto fuese lo específico de la substancia. Sea
como sea, existe en todo lo real una tendencia a la integración, es decir, una tendencia por la que
los elementos inferiores (partes) tienden a unirse e integrarse en un modo de ser superior (todo)
y así se habla de modos, estructuras, y organizaciones. Finalmente, hemos de recordar el principio
antrópico, el cual afirma que tanto las condiciones iniciales del universo como sus leyes, tienen
que ser compatibles con la aparición de la vida del hombre y todas las condiciones de la naturaleza
que hacen a ésta posible.

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