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Contraste y poder resolutivo.

Los fabricantes de objetivos deben frecuentemente contestar


complicadas preguntas sobre el poder resolutivo de sus lentes, en la
suposición de que un nivel alto en ese sentido constituye una garantía
de calidad. No obstante, los fabricantes no son muy afectos a publicar
cifras sobre el tema, por tres razones muy comprensibles:
1) La revelación de cifras respecto al rendimiento de un objetivo es
bastante problemática, ya que una evaluación de las mismas involucra
una serie de valores numéricos, como por ejemplo:
Definición de la óptica en toda el área de la imagen, desde el
centro hasta el último rincón del encuadre.
La calidad de la imagen bajo diferentes aperturas del diafragma,
comenzando por la mayor.
Homogeneidad de la iluminación sobre todo el campo de la
imagen (intensidad inferior en los rincones).
Distorsión (curvatura de las líneas rectas paralelas y próximas a
los laterales),etc.
Todos los datos mencionados deben ser obtenidos bajo
condiciones de laboratorio y luego cuidadosamente evaluados en
conjunto poniendo el énfasis correspondiente en el uso para el que han
sido diseñados los lentes.
La complejidad de estos factores hace que difícilmente puedan ser
manejados por particulares, y en consecuencia, comprobar las
afirmaciones del fabricante.
2)Cuando se determina el poder resolutivo de un objetivo, resulta
bastante sencillo influir considerablemente sobre los resultados,
utilizando emulsiones fotográficas y técnicas de procesado de uso poco
frecuente. Como consecuencia, mientras no existían especificaciones
normalizadas, los especialistas pueden verse tentados a aplicar técnicas
de investigación que produzcan cifras alentadoras, pero que no
responden exactamente a la realidad.
3)Finalmente –y esta es quizás la razón principal de la reticencia
de las fábricas en publicar cifras de resolución- es que el poder
resolutivo no constituye un criterio tan definitorio sobre la calidad de la
imagen como generalmente se cree. La finalidad de este texto es,
precisamente, demostrar esta afirmación.
Las tomas que acompañan este texto, muestran una calidad de
imagen perfectamente uniforme sobre toda la superficie del encuadre,
de manera que no es necesario promediar la definición en el centro con
la de los bordes. Si además comprobamos que estas mismas tomas no
presentan problemas de viñetas luminosas o distorsión, podemos
utilizarlas sin reparos para las pruebas comparativas de calidad de
imagen.
Consideramos en primer lugar las fotografías 1 y 2, ambas de
calidad inferior. Si tuviéramos que optar por una de las dos,
probablemente elegiríamos la segunda; al menos esa ha sido la mayoría
de las decisiones en las encuestas realizadas. A primera vista, esta toma
aparenta tener mucho mas contraste que la primera, ya que esta última
parece ligeramente borrosa. Sin embargo si la observamos con mas
detenimiento, resulta obvio que la foto 1 presenta una definición y
resolución considerablemente mayores que su similar, que bajo un
análisis más cuidadoso muestra una definición bastante pobre.
En realidad, la decisión entre ambas tomas depende en gran parte
de las preferencias personales, pero por mucho que las analicemos,
ciertamente no encontraremos una diferencia excesiva entre ellas. Sin
embargo, las cifras de poder resolutivo para el ejemplo 1 son dos veces
más altas que las del 2.
Evaluemos ahora las pruebas 3 y 4. La calidad de las mismas – o
al menos la de la 4- parece muy superior a las anteriores; sin embargo,
los resultados de las pruebas indican que es la foto 3 la que posee
mayor resolución. Esto resulta fácilmente reconocible, por ejemplo, en
los ornamentos del cetro, la corona y la túnica, pero a menos que
analicemos las tomas con mucho cuidado, y muy de cerca, el detalle
pasa desapercibido. Esto indica que, a los efectos visuales, una
resolución elevada no constituye un factor preponderante para la
impresión creada por la imagen.
Entre fotografías de calidad realmente elevada se suelen presentar
ejemplos mucho más destacables; desafortunadamente, no podemos
ilustrar aquí esos ejemplos, ya que las retículas necesarias para la
impresión destruirían los detalles más finos que se requieren para probar
que una foto pobre puede tener una resolución muy superior a otra
aparentemente mejor. No obstante, trataremos de ejemplificarlo de la
mejor manera posible, recurriendo a un pequeño truco.
Para ello, simplemente volveremos a las fotografías 3 y 4, aunque
observándolas desde una distancia mayor, por ejemplo, desde 1,20 a
1,50 metros en lugar de los acostumbrados 40cm de lectura. Esto
demostrará sin lugar a dudas cual de ambas imágenes es mejor, y la
escasa influencia que el poder resolutivo puede tener en la calidad final.
Al adoptar esta distancia, los detalles más finos de la foto mejor resuelta
ya no pueden apreciarse; en otras palabras, no importa si la imagen esta
bien resuelta o no.
Los ejemplos estudiados han demostrado que es posible encontrar
imágenes pobres con elevada resolución, y viceversa. Como conclusión,
podemos afirmar también que dos fotogramas de idéntico poder
resolutivo, pueden tener una calidad de imagen totalmente
diferente. Comparemos ahora las fotos 1 y 4 desde una distancia
aproximada de 1,20mts. En las pruebas de laboratorio, ambas imágenes
han arrojado las mismas cifras de resolución, pero una diferencia
absoluta en calidad de imagen. Es evidente que el poder resolutivo –o al
menos el poder resolutivo por sí mismo- no establece un criterio definido
para evaluar la calidad de un objetivo.
¿Qué es lo que distingue a la foto 4, con su modesta resolución, de
la foto 1, con idéntico poder resolutivo, de la 3, con un nivel mucho mas
elevado? y aún más: ¿cuál es el criterio más adecuado para evaluar la
calidad de la imagen, sino el poder resolutivo del objetivo?
Nuestras fotografías comparativas han demostrado que la calidad
de la imagen está tan determinada por la definición de los
detalles más finos (poder resolutivo) como por la manera que la
imagen reproduce los elementos estructurales mayores, y más
fácilmente perceptibles. Como regla general, podemos decir que:
cuánto más amplia y fiel es la gama de grises intermedios, tanto
mayor es la calidad de la imagen. Es evidente también que el grado
de exactitud de la rendición tonal depende de la mayor o mejor
definición de sus elementos estructurales.
El contraste en elementos estructurales gruesos siempre
reproducirá en un grado mas o menos aceptable; por otro lado, tampoco
existe nada que podamos denominar una “rendición tonal auténtica”,
tan pronto como nos apartamos más allá de los límites de la resolución.
No obstante, los detalles cuyo tamaño oscilan entre estos dos extremos
no reproducirán en forma absolutamente exacta, pero dentro de los
límites pasables.
A fin de presentar un panorama más claro de las propiedades de
formación de imagen de los sistemas ópticos, lo más apropiado es echar
una mirada a la rendición tonal en función del tamaño de un detalle
dado. Para ello –para la determinación del contraste- se emplea un
método sumamente simple: se utilizan pantallas con líneas blancas y
negras alternadas, del mismo ancho. El número de líneas en un espacio
de 1mm determina la medida relativa de un detalle. La figura 5
muestra el diagrama de dos de estas pantallas, mientras la figura 6
ilustra las curvas de rendición tonal en función del tamaño de la pantalla
utilizada en la prueba. La línea marcada con el número 5 representa la
rendición de contraste ideal, en una imagen óptica absolutamente
exacta. (1)
Las curvas 1 a 4 representan el contraste en nuestros cuatro
ejemplos, respectivamente. Nótese que en la foto 1, el contraste incluso
de los detalles mas gruesos (unas pocas líneas por milímetros) se ve
notoriamente reducido. Esta es la razón por la cual la imagen parece
“suave”, o “borrosa”. Por comparación, el contraste de la foto 2 cae más
lentamente del contraste ideal; por lo tanto, la copia parece más rica
tonalmente hablando. Es cierto, por supuesto, que el ejemplo 1 posee
detalles mucho más finos que el 2, aunque a costa del sacrificio del
contraste.
A los efectos de hacer visibles los detalles más delicados, se
requiere un contraste relativamente bajo. En condiciones favorables de
observación, se ha comprobado que un 5% resulta suficiente. Este valor
esta señalado en las curvas con un círculo. A su vez, este círculo indica
el límite de la resolución, cuyas cifras están dadas por el
correspondiente número de líneas/milímetro.
Analizando estas curvas, vemos que en la foto 1 la resolución es
casi el doble de la 2, e idéntica a la del ejemplo 4, como ya
mencionamos anteriormente. Lo que ya se dijo sobre las tomas 1 y 2 es
perfectamente aplicable a las dos restantes, con la única diferencia que
las curvas de transferencia de contraste muestra valores superiores a las
dos primeras, confirmando de esa forma una calidad de imagen más
elevada.
Todas estas relaciones pueden apreciarse con una sola lectura de
las curvas, pero eso no es todo. Si incluimos en nuestro estudio el límite
del poder resolutivo del ojo humano, representado en nuestro gráfico por
la línea vertical 6, esta línea dividirá el rango total de resolución en dos
sectores: el que se encuentra a la izquierda de ella, que corresponde a
los detalles más finos percibidos por el ojo humano, y el de la derecha,
por encima de su captación. Obviamente, este sector resulta inoperante
para nuestros estudios.
La línea 6 adquiere verdadera significación cuando observamos
una fotografía desde una distancia normal de lectura, pero a medida que
aumentamos esa distancia, la cantidad de detalles perceptibles decrece,
y la línea divisoria 6 se desplaza hacia la izquierda. Tomando, por
ejemplo, una observación desde unos 2m, la línea 6 se desplazaría hasta
la posición 7. Por lo tanto dentro del nuevo rango de percepción de
detalles del ojo humano (el área a la izquierda de la línea 7) la curva 4
de transferencia de contraste se mantiene mucho mas próxima a la línea
recta ideal 5, que la curva 3. consecuentemente, la foto 4 debe poseer
una calidad de imagen superior a la de la foto 3.
Considerando todos los factores analizados, no existe duda de
que el poder resolutivo por sí mismo no resulta un criterio
aceptable para juzgar la calidad de la imagen; es solamente un
punto en la curva de transferencias tonales, y que en las fotografías de
alta calidad, frecuentemente cae fuera del rango significativo de la
formación de imágenes. En definitiva, lo que realmente importa es el
rendimiento del contraste dentro del sector del rango en el cual
los detalles finos pueden ser realmente percibidos por el ojo
humano a distancia normal de observación.
La teoría de la rendición tonal (frecuentemente mencionada en la
literatura especializada como “frecuencia de respuesta” o “transferencia
de contraste” de la combinación objetivo/material fotográfico) ha sido
analizado por muchas publicaciones, describiendo gran variedad de
técnica para su medición y evaluación como función del tamaño del
detalle. Estas ideas han impulsado a la industria óptica a desarrollar
equipos que aún requieren un despliegue relativamente importante de
dispositivos mecánicos, y especialmente electrónicos.
El uso de estos equipos, sin embargo, resulta sumamente
ventajoso, ya que permite no sólo un elevado automatismo en el campo
de los procedimientos de investigación óptica, sino que conducen
asimismo a descubrimientos colaterales que benefician eventualmente
la calidad de los sistemas ópticos.-

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