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¿Democracia o dictadura blanda?

Ciertamente, desde el siglo pasado se ha generalizado la aceptación de que la democracia es


el peor de los sistemas excepto todos los demás (W. Churchill). Sin embargo, el avance de la
globalización y la relación entre naciones a lo largo y ancho del planeta, con sus distintas
culturas y costumbres, ha puesto sobre la mesa ese criterio generalizado.

En varios países de América Latina se han dado cambios sustantivos, que progresivamente
han transformado el poder público alcanzado legítimamente (mediante el voto universal de
los pueblos) y en el marco de una democracia representativa, en democracias de fachada que
ejercen el poder al mejor estilo dictatorial, al concentrar el poder en un solo partido y una
persona (el caudillo).
El mecanismo ha consistido en anular gradualmente las cualidades republicanas,
neutralizando la independencia de los Organismos del Estado y rompiendo los controles
recíprocos necesarios para el ejercicio del poder. Particularmente nefasto es el caso del
Órgano judicial que sometido al dictador, procede luego a promover una reforma
constitucional a la medida, rompiendo de entrada con la alternancia en el poder, y reformando
las instituciones para un desempeño al servicio del gobernante y no al servicio de la
población.
Y es que ciertamente hay hechos que muestran resultados positivos en algunas áreas cuando
se instala una dictadura responsable, presidida por autoridades pragmáticas, que en algunos
casos puede ser efectiva en dar seguridad al ciudadano, en el impulso a la productividad, el
crecimiento de las economías y el ordenamiento de las sociedades, pero también es cierto
que las dictaduras de hecho, no garantizan esos resultados.
Hoy sale a colación el debilitamiento de muchas democracias occidentales y de los muy
cuestionables resultados de los intentos de democratizar naciones como Iraq, Irán y Egipto
entre otras.
Como ejemplo de una dictadura que ha tenido resultados espectaculares en su crecimiento
económico y su modelo de “capitalismo” se analizan los resultados obtenidos en China y se
exalta el progreso que ha implicado su modelo reflejado en el crecimiento por arriba del 10%
anual en la última década.
Se menciona que debido a la tradicional secuencia de tiranos y déspotas que han gobernado
esos territorios, para ese pueblo asiático, la dictadura no es percibida con el rechazo que sí
provoca en naciones con otra historia y distintas experiencias. Sin embargo, se ignora el
hecho que el ser humano sí aspira a ser libre, y que la tecnología moderna, aún con la censura
y los controles férreos que caracterizan esos sistemas, ha llegado a conocimiento de los
pueblos oprimidos.
Así lo afirmó Anson Chan, una panelista que en el programa de la BBC de Londres (15/3/14),
recordó que el modelo chino sigue limitado a un solo partido político; que la supresión del
disenso y la persecución a los opositores es práctica común que impone la subordinación del
individuo a los designios del Estado. Recuerda también la crueldad que implicó la restricción
de un solo hijo por familia y la esclavitud implícita en la dependencia absoluta de los
designios de los gobernantes aludiendo también al costo de la contaminación descontrolada
que enferma a sus habitantes.
De la misma forma, en América Latina, hoy se ve el ejemplo de una Cuba, que si bien provee
de los elementos vitales para sobrevivir y educarse (dentro de las rígidas doctrinas del
marxismo), en donde no se respeta el derecho al conocimiento amplio ni a la expresión de
ideas plurales. El resultado es que a pesar de los pequeños espacios de apertura económica
de los últimos años, no ha logrado alcanzar un crecimiento sostenible con un impacto real
para su población.
Se ve una Venezuela que, con toda su riqueza natural y humana, ha destruido su economía y
su productividad con la imposición de un “socialismo siglo XXI”, que lleva todas las de
perder en el corto plazo ante el hartazgo de la ciudadanía consciente.
En Guatemala, a la debilidad institucional y la corrupción se suma la abierta veneración por
figuras que son íconos de la delincuencia, de la mediocridad y de la falta de integridad. Pero,
¿sería mejor una dictadura blanda que una democracia republicana? No lo creo así pero el
futuro dirá.

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