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¿QUÉ ES EL ARTE CONTEMPORÁNEO?

Peter Bürger, en su libro Teoría de la vanguardia (1974), centró su


interés en la revolución estética que representaron las llamadas
“vanguardias históricas”, surgidas entre los años 10 y 20 del siglo
pasado y consideradas como punto de partida del arte contemporáneo
por ser “la inauguración de otra forma de pensar y hacer arte” que se
enfrentaba con las antiguas instituciones que habían dominado el
trabajo del artista –como fue el caso de la iglesia durante el periodo
medieval- y declaraba su autonomía desde el momento en que
alcanzaba lo que él denomina la autoconciencia (Molina, 2010). Estas
consideraciones apuntan hacia uno de los ejes de la producción
artística contemporánea: el ejercicio pleno de la libertad expresiva y
estética.
Posteriormente, el crítico Leonel Estrada, autor de Arte Actual.
Diccionario de términos y tendencias (1985), definió al arte
contemporáneo como un movimiento que tiene sus raíces a mediados
del siglo XIX y que“aparece como una revolución artística que se inicia
y trata de apartarse progresivamente del arte tradicional de Occidente.
Genéricamente, el Arte Contemporáneo es una discordancia que no se
ciñe a problemas formales, técnicos o estéticos sino que es algo que
afecta su uso social, creando perplejidad en la gente. Ya no es la
belleza el canon de medida; ni es la perspectiva, ni la proporción,
tampoco son ya la armonía y la simetría lo que este arte ilustra. De ahí
que el espectador pregunte, frecuentemente en este arte
contemporáneo: ¿Qué es lo que esto significa?” (Magari, 2004).

Éste suele ser uno de los aspectos más difíciles de entender cuando se
trata de analizar el arte contemporáneo: el público siempre tiende a
buscar una interpretación racional para la obra de arte, tratando de
encontrar en ella un sentido, una referencia al mundo real y
reconocible; pero, en las prácticas simbólicas contemporáneas, la
pretensión del artista no es ésta. Más bien se relaciona con expresar un
concepto, una idea abstracta que no necesita ser racionalizada, sino
que basta con que sea sentida o intuida por el espectador.

Otros investigadores concentran su atención en aspectos específicos


del quehacer artístico actual, como Arthur Danto, quien señala que “lo
que vemos hoy es un arte que busca con la gente un contacto más
inmediato que el que permite el museo –arte en espacios públicos,
pensado para sitios concretos-, mientras que el museo, por su parte,
está luchando por adecuarse a las tremendas presiones que le llegan
de dentro y de fuera del propio arte. Así pues, estamos asistiendo, a mi
entender, a una triple transformación: en la creación del arte, en las
instituciones del arte y en el público del arte” (Deitcher, 2000, p. 275),
lo cual es del todo cierto, dado que los artistas contemporáneos han
transformado sus procesos creadores al mismo tiempo que los
espacios que albergan dichas producciones se han ampliado o han sido
sustituidos por otros, incluso por las propias calles o el entorno natural.
Por su parte, Anne Cauquelin (2002, p. 6) comienza definiendo al arte
contemporáneo como “el arte del ahora, el arte que se manifiesta en el
mismo instante y en el momento mismo en que el público lo percibe”;
y añade que presenta muchas dificultades para su análisis e
interpretación, los cuales generalmente deben hacerse “fuera de la
escena del arte, ya sea en los temas culturales tomados de los registros
literarios y filosóficos –descomposición, simulación, vacío, ruinas,
desechos y recuperación-, o bien en una sucesión temporal dividida en
categorías de neo-, pre-, post- o trans-, lógica cuya evolución es muy
difícil de mantener”. Esto significa que dentro del arte contemporáneo
resulta difícil asignar una denominación exacta al estilo de los
creadores, pues pareciera que ya no existen movimientos artísticos
“puros”, es decir, vanguardias fácilmente distinguibles unas de otras. El
arte contemporáneo es un continuo ir y venir entre tendencias, las
cuales son adaptadas y adoptadas en un juego incesante.
El filósofo Alain Badiou (2013) hace una interesante reflexión para
distinguir al arte contemporáneo de su antecesor histórico, el arte
moderno, afirmando que el primero se distingue del segundo porque
“es una crítica del arte mismo, una crítica artística del arte” sustentada
en varios principios, entre los cuales destacan:

 La posibilidad de repetición, que destruye el aura de la obra de


arte única.
 Un ataque contra la figura del artista como genio creador:
puesto que el arte se vuelve una especie de gesto que mezcla
técnicas y géneros, el artista ya no es un especialista ni un
virtuoso de un área determinada.
 La renuncia a la permanencia de la obra, proponiendo, en
cambio, un trabajo muchas veces efímero, destinado desde su
inicio a desaparecer. Es por eso que las instalaciones y el
“performance” parecen ser las fórmulas que caracterizan el
trabajo artístico de la contemporaneidad.
Desde otra perspectiva, la curadora chilena de arte Alexia Tala centra su
atención en otros aspectos importantes del arte contemporáneo: alude
al papel del público, que deja de ser espectador para convertirse en
“activador” de la obra; y sostiene que el artista ya no se inspira
necesariamente en la belleza o en las escenas de la vida real, sino en
ideas estéticas, además de que alguien que investiga antes de realizar
su obra, se involucra socialmente y gestiona la realización de un trabajo
artístico que traspasa los límites convencionales de la obra de arte.
Para ella, el artista contemporáneo es “un agente activo capaz de
producir un cambio y que muchas veces sostiene una responsabilidad
social y algunas veces también educativa”; y añade que “la creación
artística que se destaca actualmente es la que de alguna forma crea
conciencia y donde los asuntos de preocupación artística han dado un
gran cambio desde la belleza hacia la representación y reflexión de la
realidad, en especial en torno a realidades crudas en lo político, social,
etc.”(NC-Arte, 2014, p. 13). La postura de Tala muestra otra vertiente
del arte contemporáneo: el activismo y la denuncia social, la crítica de
la realidad y el afán por hacer de la obra un detonante para la toma de
conciencia por parte del público.

Cerremos este primer acercamiento al tema con algunos comentarios


de María Gnecco (s/f), quien se pregunta asimismo “¿por qué motivo
un arte que emerge de un contexto determinado es muchas veces
incomprensible por la mayoría de los componentes (llámese público en
general) de ese mismo contexto?”. Sus respuestas permiten arrojar un
poco más de luz sobre el problema que discutimos, comenzando por el
hecho, ya expuesto antes, de que el arte contemporáneo ha revisado y
puesto en tela de juicio las ideas de arte, de belleza, de gusto, de
trascendencia, atacando de igual modo los estándares expositivos y los
soportes artísticos, dando como resultado una inmensa variedad de
experiencias que son calificadas como artísticas; pero que preocupan e
inquietan al espectador y le llevan a cuestionarse el estatus de obra de
arte que se les ha atribuido.

Ella enfatiza que “el productor de obras, en la contemporaneidad,


utiliza todas las competencias necesarias para crear, muchas veces, una
mezcla de disciplinas. Trabaja incorporando elementos de la política, la
genética, la sociología, el psicoanálisis, la ecología, la tecnología. Los
límites entre los medios son altamente porosos y mixturables; están
supeditados a la idea, al texto, a la poética de la obra”, con el
espectador visto como “un componente de interpretación, sin el cual
su trabajo o bien queda incompleto o pierde sentido”. El arte
contemporáneo, entonces, tiene un componente altamente
participativo y activo que, en consecuencia, “exige del espectador otro
tipo de mirada y otro tipo de actitud frente al arte”.

El receptor, sigue dicienco Gnecco, es una parte constitutiva de la obra,


algo así como un coautor que, “no anclado solamente en lo visual,
debe atravesar la obra con su propio pensamiento, asociando,
reflexionando y en muchos casos interviniéndola, tocándola,
caminándola y poniéndola en funcionamiento”. El resultado de esta
interacción entre el espectador y la obra, concluye la autora, es una
libre interpretación de cada trabajo, pues el público “decodifica las
claves puestas en juego por los artistas y lo hace en la medida de sus
competencias, entendiendo también que hay diferentes niveles de
interpretación según cada espectador y todos ellos son válidos”.
BIBLIOGRAFÍA

 BADIOU, A. (2013): 284. Las condiciones del arte contemporáneo. Col.


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 GNECCO, M. (s/f). ¿Qué es el arte contemporáneo?. En El gran otro. Recuperado
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Hipermedula.org. Recuperado de http://hipermedula.org/2013/04/el-arte-de-
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 NC-ARTE (2014). Conceptos de arte contemporáneo. Bogotá: Fundación Neme.

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