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Esta controversia respecto al carácter de verdadero que Rawls atribuye a las doctrinas
comprehensivas y su relación con lo razonable de la concepción política, ha sido
retomado por Habermas en su contrarréplica “Razonable versus verdadero...”. Allí quiere
mostrar, teniendo en cuenta la respuesta de Rawls a sus observaciones, centrada
principalmente en el problema de la justificación, que el concepto de lo razonable
continúa siendo demasiado débil “para caracterizar la validez de una concepción de la
justicia reconocida intersubjetivamente” (p150) . Como consecuencia el consenso
entrecruzado no debe ser la simple coincidencia de doctrinas razonables, sino que para
llegar a él se requiere ante todo la disposición de los ciudadanos para adoptar
anticipadamente un punto de vista moral independiente de dichas doctrinas. En este
sentido el consenso implica una redefinición de lo razonable a la luz del reconocimiento
público logrado argumentativamente. Con este fin plantea la necesidad de adoptar una
tercera perspectiva para lo razonable, que implica un punto de vista más allá del
observador o del participante en el discurso, e involucra un “nosotros” representativo de
los ciudadanos en una deliberación pública. En este caso los ciudadanos adoptarían
colectivamente la misma perspectiva que no tendría simplemente que encajarse en las
distintas concepciones consideradas por Rawls como verdaderas. Así, podría decirse que
esta perspectiva resultante es realmente razonable, pues de lo contrario estaríamos
deduciendo la razonabilidad a partir de las razones no públicas, lo cual deja a este
concepto con la función de proporcionar reconocimiento a las “verdades idiosincrásicas
y recíprocamente opacas” de las doctrinas comprehensivas.
A juicio de Habermas, la forma como introduce Rawls lo razonable, aplicado en primer
lugar a la actitud de las personas y luego a sus convicciones, deja al punto de vista moral
exento de la razonabilidad de la cual debería ser resultado. No obstante, éste se ha
planteado una vez producido el consenso entre las distintas concepciones por razones de
tolerancia, que llevan a los individuos razonables a abstenerse de emplear la violencia
para imponer sus verdades. “El punto de vista moral no viene implicado ni por actitudes
razonables ni es posibilitado por concepciones del mundo razonables” (7). Esta
consecuencia sobre el punto de vista moral proviene de que, ni a nivel de las actitudes, ni
de las convicciones plasmadas en las doctrinas comprehensivas, ni del consenso mismo,
se lleva a cabo el debate público como un ejercicio efectivo de la razón práctica.
Al ser los ciudadanos “de carne y hueso” los que discutan las premisas desarrolladas en
el primer estadio, el consenso entrecruzado de Rawls ya no depende de una aceptabilidad
racional y por tanto de la validez de la teoría, sino que se enfocaría en la aceptación de la
misma (estos dos conceptos no son muy claros en Rawls, y se debe a su definición de
política).
El problema se enfatiza en la actitud dudosa referente a la verdad que toma Rawls, dado
que una teoría de la justicia y del pluralismo basada en la aceptación tendría que dar
cuenta de la veracidad de las premisas que todos reconocemos como siendo verdaderas o
racionales. Y, por tanto, se estaría de acuerdo que una teoría basada en la aceptación no
sería completamente justa.
Propósito de Rawls:
Razonable ≠ Verdadero
Dificultad:
1.
Moralmente verdadero √
Razonable /
\ Verdad proposicional x
Por lo tanto, Rawls no les concede a las afirmaciones normativas su pretensión de verdad,
y sí le otorga tal privilegio a las cosmovisiones. Para Rawls las doctrinas metafísicas, las
interpretaciones religiosas y las cosmovisiones tienden a un contexto normativo.
2.