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Charles Whitman
Esta semana se cumplen 46 años de la primera matanza masiva en EE.UU. Ocurrió en
Texas y su protagonista fue el ex marine Charles Whitman, quien asesinó a 16 personas
disparando desde el mirador de una torre de la ciudad. Hace nueve días, un estudiante mató
a 12 personas en un cine en Colorado.
Como en Colorado, donde aún no se encuentra una explicación, nadie sabe por qué Charles
Whitman subió el 1 de agosto de 1966 casi tres años después del asesinato del ex Presidente
John Kennedy al punto más alto de la ciudad con un arsenal y por 96 minutos transformó
Austin en un campo de tiro.
Según el libro A sniper in the tower, que narra la historia de Whitman, en una de las cartas
que el francotirador escribió antes de la matanza pidió que una vez muerto se le realizara
una autopsia, para saber si había una explicación física a los problemas mentales que acusó
antes del tiroteo. El procedimiento, realizado el 2 de agosto de 1966, arrojó el hallazgo de
un pequeño tumor cerebral.
Amigos y familiares atribuyeron la inexplicable conducta de Whitman a ese mal, pese a que
la autopsia indicó que con el tumor “no hay correlación con episodios de dolor o sicosis”.
Médicos, criminólogos y analistas han refutado por años el argumento de la defensa del ex
marine y, al igual que en el caso de la semana pasada en Colorado, han indicado diferentes
tesis sobre las razones de los asesinatos masivos.
EL SUEÑO DE DISPARAR
Whitman huyó de esa realidad enrolándose en los Marines. Su carrera, que lo llevó a la
base de Guantánamo en Cuba, comenzó a declinar cuando se le incluyó en un programa de
formación académica para quienes podían llegar a ser oficiales. Matriculado en la
Universidad de Texas, en Austin, tuvo mal rendimiento y se involucró en actividades
relacionadas con las apuestas y la tenencia de armas. En 1963 volvió a la tropa en Carolina
del Norte, enfrentó a la Corte Marcial y fue acusado de usura, apuestas y posesión de un
arma no militar.
Tres años después quiso comenzar una nueva vida. Con su esposa, Kathy, a quien conoció
en la universidad, regresó a Texas para continuar sus estudios de ingeniería. Pero sus
fantasmas lo perturbaban. Su mujer, a quien golpeaba, tenía un sueldo mayor al de él,
hecho que no aceptaba. Y por sus fracasos anteriores sentía necesidad de mostrar
excelencia en sus actividades, pero no obtenía buenos resultados, lo que afectó su
autoestima.
En junio de 1966, su esposa le recomendó solicitar ayuda médica. Maurice Dean Heatly, el
siquiatra que lo trató en el centro de salud universitario, describió su encuentro con
Whitman: “Algo en él expresa el concepto de all american boy, pero parece rezumar
hostilidad”.
En su única sesión, según señaló después el médico, Whitman fantaseó con “ascender a la
torre de la ciudad con un rifle de caza y dispararle a la gente”. El siquiatra no le prestó
atención, pues pensó que muchos de sus pacientes tenían esas ensoñaciones. No le pareció
preocupante.
EL TIROTEO
El plan de Whitman era más intrincado que sólo ascender a la torre y disparar. La mañana
anterior a la matanza, el ex soldado compró un cuchillo y unos binoculares, y por la tarde
comenzó la redacción de una carta en una máquina de escribir: “31 de julio. 6.45 p.m. No
termino de entender qué me motivó a escribir esta carta. Tal vez es dejar una vaga razón de
las acciones que acabo de cometer”.
Efectivamente, Whitman recogió esa noche a su esposa en la compañía Bell, donde ella
trabajaba. Antes telefoneó a su madre para decirle que ambos irían a visitarla para cenar y
disfrutar el aire acondicionado en medio de un crudo verano en Texas.
A su esposa, sin embargo, la dejó en casa durmiendo. Y fue solo donde su madre. En el
recibidor del departamento la golpeó con un objeto de goma que la dejó inconsciente y
luego la apuñaló. Según la justicia, Margaret Whitman murió a las 12.30 a.m. del 1 de
agosto. De ese departamento, el ex marine salió a las 2 a.m. y se dirigió al suyo. A su
esposa, mientras dormía, la apuñaló. Luego retomó la carta que había dejado inconclusa. “3
a.m., ambas muertas”, tipeó.
Whitman compró municiones en tres tiendas diferentes y arrendó una camioneta para
trasladar el arsenal. A las 11.30 a.m. ingresó al campus de la Universidad de Texas, donde
se ubica la torre. Entró gracias a su tarjeta de investigador de la casa de estudios e
indicando que debía descargar equipos para el edificio de ciencia experimental. Obtuvo
permiso para estacionar por 40 minutos. Entonces subió en ascensor hasta el piso 28, el más
alto del edificio y donde se ubica el mirador. En el camino mató a la recepcionista.
También disparó contra una familia que estaba en el lugar. Murió la madre y uno de los
hijos.
Desde el mirador y con la precisión que mostró en su tiempo de soldado, donde obtuvo 215
puntos de 220 posibles en las pruebas de tiro, Whitman comenzó la balacera. Apuntó al
campus universitario y su primera víctima fue Claire Wilson, una joven de 17 años que no
alcanzó a morir. Thomas Eckman, la pareja de Wilson, fue el segundo blanco: recibió un
balazo en el pecho cuando se acercó a socorrer a la mujer. Le siguieron un profesor de
física y un militar que era miembro de las fuerzas de paz, quienes fueron baleados en el
pecho y la espalda.
Al pie de la torre, el desorden era total. De acuerdo a las declaraciones de los policías que
concurrieron ese día, el llamado de emergencia de la central sólo indicó “Universidad de
Texas”. No se sabía si había uno o más francotiradores y no había equipos especializados
para enfrentar la situación. La principal dificultad era acercarse, ingresar a la torre y evitar
la presencia de curiosos.
Whitman seguía la balacera, apuntando ahora a un área comercial. En ese lugar murieron
un repartidor de diarios, una joven de 17 años y un hombre que quiso auxiliarlos. Dos
estudiantes curiosos ocultos tras una barricada se pararon a mirar y de inmediato fueron
baleados. Billy Paul Speed, el primer policía que llegó al lugar, también murió. Lo mismo
un trabajador que estacionó su camioneta para realizar un llamado telefónico.
A esa altura, la balacera era cruzada. La policía abrió fuego contra Whitman. También
civiles que, enterados del tiroteo, llegaron armados al lugar. El ex marine cambiaba de
posición y disparaba de varios ángulos para despistar.
Tras constatar los muertos que el asesino había dejado en su ascenso a la torre, el trío subió
al mirador. Whitman no los vió, pues estaba de espaldas a ellos. Los policías declararon
posteriormente que un hecho fortuito fue el que desencadenó el fin del episodio: un tiro que
por accidente se le escapó a Crum alertó al ex marine. Los dos policías dispararon entonces
al cuerpo de Whitman. Lo último que vieron fue su gesto moribundo. “Me hirió el alma”,
dijo McCoy, en 1999, a la revista Esquire.
Dieciséis balazos contabilizó la autopsia a Whitman, que estableció como causa de muerte
las heridas en la cabeza y el corazón. Su cuerpo quedó en el piso superior de la torre de
Texas, que luego del tiroteo fue clausurada. El mirador volvió a reabrirse en 1999, uno de
los años en que la historia de las matanzas masivas volvió a repetirse en EE.UU. Esta vez
fue en Columbine, Colorado.