Vous êtes sur la page 1sur 8

El primer asesino a escala que golpeó a EE.UU.

Charles Whitman
Esta semana se cumplen 46 años de la primera matanza masiva en EE.UU. Ocurrió en
Texas y su protagonista fue el ex marine Charles Whitman, quien asesinó a 16 personas
disparando desde el mirador de una torre de la ciudad. Hace nueve días, un estudiante mató
a 12 personas en un cine en Colorado.

CUANDO en los 60 la neurociencia se empeñaba en explicar la conducta humana violenta


asociada a asesinatos masivos, la realidad fue pródiga en casos de estudio. Sólo en 1966
hubo dos. El 14 de julio, un ex marino ingresó a un hospital en Chicago con un cuchillo y
violó, torturó y asesinó a ocho estudiantes de enfermería. Años después, su defensa intentó
escudarse en una de las hipótesis científicas circulantes, aduciendo un factor genético que
predisponía a la violencia, pero se descubrió que el asesino no poseía ese gen y que sólo era
un ardid de la defensa.
El segundo episodio ocurrió 18 días después, cuando un ex marine disparó una y otra vez
desde la azotea de una torre de la Universidad de Texas, asesinando a 14 personas de forma
inmediata y a otras dos que murieron en días posteriores. Fue el primer caso en la historia
de las matanzas masivas en EE.UU. El fenómeno se repitió en las décadas siguientes, como
ocurrió en la escuela de Columbine en 1999, en Washington en 2002 y en Virginia Tech en
2007. El más reciente fue el del viernes 20, en Aurora, Colorado, cuando el estudiante de
neurociencias James Holmes ingresó a la avant premiere de la última película de Batman
portando tres armas, chaleco antibalas y máscara de gas, y disparó contra el público,
matando a 12 personas e hiriendo a otras 58.

Como en Colorado, donde aún no se encuentra una explicación, nadie sabe por qué Charles
Whitman subió el 1 de agosto de 1966 casi tres años después del asesinato del ex Presidente
John Kennedy al punto más alto de la ciudad con un arsenal y por 96 minutos transformó
Austin en un campo de tiro.

Según el libro A sniper in the tower, que narra la historia de Whitman, en una de las cartas
que el francotirador escribió antes de la matanza pidió que una vez muerto se le realizara
una autopsia, para saber si había una explicación física a los problemas mentales que acusó
antes del tiroteo. El procedimiento, realizado el 2 de agosto de 1966, arrojó el hallazgo de
un pequeño tumor cerebral.

Amigos y familiares atribuyeron la inexplicable conducta de Whitman a ese mal, pese a que
la autopsia indicó que con el tumor “no hay correlación con episodios de dolor o sicosis”.
Médicos, criminólogos y analistas han refutado por años el argumento de la defensa del ex
marine y, al igual que en el caso de la semana pasada en Colorado, han indicado diferentes
tesis sobre las razones de los asesinatos masivos.

EL SUEÑO DE DISPARAR

Oriundo de Florida, Whitman convivió con la frustración. En 1959, el día de su cumpleaños


número 18, fue golpeado por su padre. Lo sumergió en la piscina de la casa familiar tras
llegar borracho de una celebración. El joven era entonces un buen estudiante y tocaba
piano. Su padre había logrado una cómoda posición económica como gásfiter, pero no
frenaba sus golpizas a él, sus hermanos y su madre.

Whitman huyó de esa realidad enrolándose en los Marines. Su carrera, que lo llevó a la
base de Guantánamo en Cuba, comenzó a declinar cuando se le incluyó en un programa de
formación académica para quienes podían llegar a ser oficiales. Matriculado en la
Universidad de Texas, en Austin, tuvo mal rendimiento y se involucró en actividades
relacionadas con las apuestas y la tenencia de armas. En 1963 volvió a la tropa en Carolina
del Norte, enfrentó a la Corte Marcial y fue acusado de usura, apuestas y posesión de un
arma no militar.
Tres años después quiso comenzar una nueva vida. Con su esposa, Kathy, a quien conoció
en la universidad, regresó a Texas para continuar sus estudios de ingeniería. Pero sus
fantasmas lo perturbaban. Su mujer, a quien golpeaba, tenía un sueldo mayor al de él,
hecho que no aceptaba. Y por sus fracasos anteriores sentía necesidad de mostrar
excelencia en sus actividades, pero no obtenía buenos resultados, lo que afectó su
autoestima.

La familia lo incomodaba. Sus padres se divorciaron en 1966 y su madre se trasladó a


Texas. Su padre intentaba, a través de él, recomponer la relación. Whitman presentaba
cuadros de depresión y ansiedad. “En el lugar que escogió para una nueva vida,
constantemente recordaba el pasado” dice su biografía.

En junio de 1966, su esposa le recomendó solicitar ayuda médica. Maurice Dean Heatly, el
siquiatra que lo trató en el centro de salud universitario, describió su encuentro con
Whitman: “Algo en él expresa el concepto de all american boy, pero parece rezumar
hostilidad”.

En su única sesión, según señaló después el médico, Whitman fantaseó con “ascender a la
torre de la ciudad con un rifle de caza y dispararle a la gente”. El siquiatra no le prestó
atención, pues pensó que muchos de sus pacientes tenían esas ensoñaciones. No le pareció
preocupante.

En esos días, Whitman era investigador asistente de la Universidad de Texas y trabajaba en


un banco local para incrementar sus ingresos. Para rendir adecuadamente consumía
anfetaminas, las que le permitían trasnochar.

EL TIROTEO

El plan de Whitman era más intrincado que sólo ascender a la torre y disparar. La mañana
anterior a la matanza, el ex soldado compró un cuchillo y unos binoculares, y por la tarde
comenzó la redacción de una carta en una máquina de escribir: “31 de julio. 6.45 p.m. No
termino de entender qué me motivó a escribir esta carta. Tal vez es dejar una vaga razón de
las acciones que acabo de cometer”.

En el escrito dijo sentirse preso de “pensamientos irracionales” y habló de su lucha


constante contra su desorden mental. “Después de mucho pensarlo decidí asesinar a mi
esposa esta noche, luego de recogerla de su trabajo en una compañía telefónica”, dice la
misiva párrafos más abajo.
En su explicación, Whitman decía desconocer las consecuencias que tendría el masivo
asesinato que planeaba y no quería que su esposa sufriera en solitario. “Similares razones
me provocaron también tomar la vida de mi madre”, siguió escribiendo Whitman, hasta que
la redacción se interrumpió, debido a la visita de unos amigos.

Efectivamente, Whitman recogió esa noche a su esposa en la compañía Bell, donde ella
trabajaba. Antes telefoneó a su madre para decirle que ambos irían a visitarla para cenar y
disfrutar el aire acondicionado en medio de un crudo verano en Texas.

A su esposa, sin embargo, la dejó en casa durmiendo. Y fue solo donde su madre. En el
recibidor del departamento la golpeó con un objeto de goma que la dejó inconsciente y
luego la apuñaló. Según la justicia, Margaret Whitman murió a las 12.30 a.m. del 1 de
agosto. De ese departamento, el ex marine salió a las 2 a.m. y se dirigió al suyo. A su
esposa, mientras dormía, la apuñaló. Luego retomó la carta que había dejado inconclusa. “3
a.m., ambas muertas”, tipeó.

La mañana siguiente avisó por teléfono, tanto en el trabajo de su esposa como en el de su


madre, que no se presentarían a trabajar, aduciendo problemas de salud. Luego equipó su
antiguo bolso de marine. Según antecedentes judiciales, portaba una radio, tres botellas de
agua, una botella con gasolina, un lápiz y una libreta, un martillo, comida, dos cuchillos,
una linterna, una brújula y un hacha. Además llevaba dos rifles Remington, uno de 35mm y
otro de 6mm con mira telescópica, un revólver Smith & Wesson Magnum 357 y dos
pistolas: una Luger 9mm y otra Galesi rescia de 6,35mm. También compró una carabina
M1 calibre 30.

Whitman compró municiones en tres tiendas diferentes y arrendó una camioneta para
trasladar el arsenal. A las 11.30 a.m. ingresó al campus de la Universidad de Texas, donde
se ubica la torre. Entró gracias a su tarjeta de investigador de la casa de estudios e
indicando que debía descargar equipos para el edificio de ciencia experimental. Obtuvo
permiso para estacionar por 40 minutos. Entonces subió en ascensor hasta el piso 28, el más
alto del edificio y donde se ubica el mirador. En el camino mató a la recepcionista.
También disparó contra una familia que estaba en el lugar. Murió la madre y uno de los
hijos.

Desde el mirador y con la precisión que mostró en su tiempo de soldado, donde obtuvo 215
puntos de 220 posibles en las pruebas de tiro, Whitman comenzó la balacera. Apuntó al
campus universitario y su primera víctima fue Claire Wilson, una joven de 17 años que no
alcanzó a morir. Thomas Eckman, la pareja de Wilson, fue el segundo blanco: recibió un
balazo en el pecho cuando se acercó a socorrer a la mujer. Le siguieron un profesor de
física y un militar que era miembro de las fuerzas de paz, quienes fueron baleados en el
pecho y la espalda.

Al pie de la torre, el desorden era total. De acuerdo a las declaraciones de los policías que
concurrieron ese día, el llamado de emergencia de la central sólo indicó “Universidad de
Texas”. No se sabía si había uno o más francotiradores y no había equipos especializados
para enfrentar la situación. La principal dificultad era acercarse, ingresar a la torre y evitar
la presencia de curiosos.

Whitman seguía la balacera, apuntando ahora a un área comercial. En ese lugar murieron
un repartidor de diarios, una joven de 17 años y un hombre que quiso auxiliarlos. Dos
estudiantes curiosos ocultos tras una barricada se pararon a mirar y de inmediato fueron
baleados. Billy Paul Speed, el primer policía que llegó al lugar, también murió. Lo mismo
un trabajador que estacionó su camioneta para realizar un llamado telefónico.

A esa altura, la balacera era cruzada. La policía abrió fuego contra Whitman. También
civiles que, enterados del tiroteo, llegaron armados al lugar. El ex marine cambiaba de
posición y disparaba de varios ángulos para despistar.

En paralelo, Houston McCoy y Ramiro Martinez, ambos polícias, ingresaron a la torre


acompañados del civil Allen Crum. Armados, subieron hasta el piso 27, un nivel más abajo
de Whitman.

Tras constatar los muertos que el asesino había dejado en su ascenso a la torre, el trío subió
al mirador. Whitman no los vió, pues estaba de espaldas a ellos. Los policías declararon
posteriormente que un hecho fortuito fue el que desencadenó el fin del episodio: un tiro que
por accidente se le escapó a Crum alertó al ex marine. Los dos policías dispararon entonces
al cuerpo de Whitman. Lo último que vieron fue su gesto moribundo. “Me hirió el alma”,
dijo McCoy, en 1999, a la revista Esquire.

Dieciséis balazos contabilizó la autopsia a Whitman, que estableció como causa de muerte
las heridas en la cabeza y el corazón. Su cuerpo quedó en el piso superior de la torre de
Texas, que luego del tiroteo fue clausurada. El mirador volvió a reabrirse en 1999, uno de
los años en que la historia de las matanzas masivas volvió a repetirse en EE.UU. Esta vez
fue en Columbine, Colorado.

Vous aimerez peut-être aussi