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A través de esta concepción del lenguaje de los textos, como algo dicho,
Ricoeur sostiene que la disposición por interpretar los textos solamente como
sistemas de signos lingüísticos o gramaticales debe ser superada. El texto es
más bien, dentro de lo que él llamó “proceso hermenéutico”, un discurso
entendido como una obra de arte en la cual el autor impregnó sus propias
palabras y estilo característico, pero que luego, este discurso reflejado en el
texto cobra vida propia. De manera que, el texto se convierte en una obra que
ya no depende del autor. En otras palabras, como diría Hans de Witt, el texto
obtiene autonomía semántica. Libertad de significados. (De Witt, 2002, pág.
100).
La idea ricoeuriana de una “filosofía hermenéutica” plantea que los textos son
un caudal de significados interminables, es decir, que son capaces de
acoplarse y generar nuevos sentidos semánticos en la realidad de cada
persona. Los textos históricos, como las grandes obras literarias o la biblia, no
son textos acabados ni cerrados en cuanto que arrojan nuevos significados e
interpretaciones concebidas, las cuales salen a la luz durante determinadas
crisis mundiales, sociales o culturales. En este sentido, Ricoeur explica en Del
texto a la acción (2002) que una obra no refleja sólo su época, sino que abre
un mundo que lleva en su interior. Al igual que un texto, la acción humana “es
una obra abierta, cuyo significado está en suspenso. Por el hecho de abrir
nuevas referencias y recibir de ella una nueva pertinencia, los actos humanos
están también a la espera de nuevas interpretaciones que decidan su
significado” (Ricoeur, 2002, pág. 182).
Las personas nacen con responsabilidades antes que con derechos, tal como
diría Lévinas. Por lo tanto, es responsabilidad de todos inquirir el bien del otro,
procurar en la medida de lo posible su bienestar. En el plano de la búsqueda
por la igualdad de condiciones sociales, la hermenéutica y la lectura popular
de la biblia tienen un inmenso campo de trabajo. La hermenéutica bíblica en
El Salvador parece prestarse a una interpretación individualista de los textos
cristianos, lo cual da como resultado lecturas irresponsables que alimentan la
desigualdad social, inclusive dentro de las comunidades de fe. Una lectura
popular de la biblia debe trazarse como propósito el crear nuevos sentidos del
texto bíblico para erradicar las prácticas excluyentes de las comunidades de
fe. Leer la biblia en El Salvador, pues, debe ser sinónimo de equidad e
igualdad, denuncia de todo aquello que pretende aniquilar la dignidad humana.
En un mundo donde la idolatría al capital está por todas partes, el deseo por
vivir una vida más ecuánime está por los suelos. Por consecuente, cabe
preguntarse ¿cómo responder con la lectura popular de la biblia a este
problema de una vida más congruente y equitativa en el mundo? La respuesta
habrá de buscarse en la polisemia semántica del texto bíblico. Consideramos
anteriormente que el texto es una fuente ilimitada de sentido porque cada
generación de lectores se encuentra en la capacidad de descubrir aspectos no
vistos por el autor del texto, nuevas significaciones semánticas que el lector
debe descubrir a la luz de su sitz in liben, es decir, su situación vital. Asimismo,
el lector popular de la biblia ha de buscar el ilimitado significado semántico de
las Escrituras cristianas en medio del caótico mundo económico-político que
vive y, sólo en ese momento, el texto bíblico sentirá la angustia del creyente y
le dirá qué hacer con su concreta realidad.
Ahora bien, que los textos bíblicos sean capaces de generar nuevas
significaciones sólo significa una cosa: que estos significados están al servicio
de la vida del hombre, de la facticidad de la especie humana, que son un lugar
en el que las personas encuentran consuelo, así como el consuelo de una
madre a su hijo. Los diversos significados del mensaje de la biblia, por tanto,
son espacios en los cuales el lector deposita sus cargas y encuentra allí mismo
una solución real a sus problemas. Así se entiende, pues, que las distintas
posturas hermenéuticas de los autores y lectores latinoamericanos no estén
equivocadas, puesto que las lecturas, o más bien, las relecturas que hacemos
de la biblia responden a nuestro imaginario de una vida política y social más
equitativa. El Salvador es un país en donde la hermenéutica bíblica puede
alcanzar niveles de contextualización bíblica nunca antes vistos, porque en
medio de las contemporáneas crisis políticas, económicas y culturales que los
salvadoreños viven, el reino de Dios se manifiesta como la anhelada utopía de
un mundo feliz.
FUENTES CONSULTADAS