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# 3 Noviembre / Diciembre - 2016

Editorial
Los talleres en una institución psicoanalítica

Alejandro Willington

La experiencia de los talleres es central para el funcionamiento de una institución


psicoanalítica abocada a la atención de sujetos psicóticos, al menos de la nuestra. Los
distintos talleres han ido surgiendo de manera contingente, o bien a partir del encuentro
clínico con alguno de los sujetos (cuando el hacer particular de alguno con la lengua nos
llevó a concebir un espacio en donde un “italiano mafioso” pudiera inventarse, o el
hacer de otra con cuentitas engarzadas en pequeñas pulseras o collares, detalles de una
reina, que el taller de bijouterie se abocó pacientemente a enhebrar), o bien a partir de la
propuesta de diferentes practicantes, que encontraron la ocasión de poner juego, a través
de algún saber previo (el teatro o la música, por ejemplo), su deseo como analistas
practicantes, en su experiencia de formación clínica con las psicosis.

En nuestro funcionamiento contamos con talleres de varios participantes, y otros


individuales, como sea, su trazado es siempre singular. Es así que relevamos cómo
algunos sujetos pudieron ir construyendo un nombre a partir de un determinado
significante recortado en algún taller (el taller de teatro asumió la escena fija de los
almuerzos de Mirta para que un sujeto pudiera, con ese semblante, construir una trama
significante que le permitió ir armando su mundo a partir de ese nombre) y restringieron
así su modo de lazo al centro de día a ese taller, a ese exclusivo espacio, exclusivo por
único y por propio; y hay otros que, por el contrario, necesitan permanecer en el borde
de varios talleres (una sujeto autista mira desde allí, y solo a veces incursiona hacia

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adentro para sacar algo, y vuelve a salir), circular por ese límite o borde institucional
que de ese modo van configurando, para que así el lazo a los otros les resulte soportable.

En conclusión, en los talleres no se trata de ninguna clase de espacio grupal, a pesar de


que en general sean de varios pacientes, sino de un hacer entre varios, pacientes y
practicantes, que de ese modo les permita establecer, a cada uno, un lazo propio y
singular. La lectura de esa modalidad sinthomatica es la que, como institución analítica,
debemos nosotros realizar. Para ello están los espacios de control y construcción de los
casos, que redoblan y se empalman al espacio clínico de los talleres.

La etimología de la palabra "taller" es más que interesante, deriva del francés atelier,
antiguamente astelier, “montón de astillas de madera, obra al aire libre del carpintero”.
En un taller psicoanalítico cada astilla importa, e importa la obra de cada sujeto. La
palabra lleva en su campo semántico implícita las nociones de obra y de trabajo. Esta
última no es una noción cualquiera en Psicoanálisis, nos remite al trabajo subjetivo, a la
necesidad de un sujeto de producirse a partir de la palabra, de la articulación de
significantes, significantes que se ponen en juego y se enlazan a partir del encuentro de
un sujeto con otros, con varios. Se trata aquí de la función y el deseo de los practicantes
en formación, del Psicoanálisis, que se ofrecen como partenaires, como soportes de un
encuentro clínico trazado a partir de cada astilla desprendida en el trabajo de los talleres,
de cada singularidad subjetiva allí producida.

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El lugar del lazo y la transferencia en los talleres

“El sujeto nos cede algo de su sentido gozado. Nos arrastra con ese movimiento de
cesión, y es lo que da el estilo de amor de transferencia que se instala”

E. Laurent, en “Psicosis Ordinaria” (2014)

Fares Grand, Ma. Emilia


Imberti, María
Pérez, Antonella

Abordar la psicosis desde el Psicoanálisis de la Orientación Lacaniana en


instituciones que se sirven de la práctica entre varios, tiene como principal objetivo
hacer uso del discurso psicoanalítico como una forma de subvertir el discurso del amo, a
partir del abordaje del sujeto en su singularidad, poniendo en cuestión la existencia de
un Otro absoluto.

Esta modalidad de tratamiento, permite tomar una posición de escucha, alojando


a cada sujeto y a su padecimiento, uno por uno, frente al surgimiento de lo real del goce
tal como se presenta en la psicosis: desregulado, deslocalizado e invasivo. Al no contar
con la metáfora Paterna, el sujeto psicótico queda arrojado al lugar de objeto de un Otro
gozador.

En función de ello, para un tratamiento posible de la psicosis las instituciones se


sirven de lo que Jacques Alain Miller denominó "práctica entre varios". Esta consiste en
que cada practicante –entre otros- se ubique como partenaire del sujeto, conformando
así un partenaire pluralizado, donde cada uno se posiciona como sujeto dividido desde

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el lugar de no saber, interrogados por la enseñanza de cada encuentro con el sujeto en
un “vez a vez”. Así mismo, cada practicante hace uso de diferentes semblantes, propios
del estilo singular de cada uno, que son pensados para las intervenciones particulares
que se realizan en cada caso, no sin orientarse por la estrategia pensada en el conjunto.
Esto posibilita ubicarse como un Otro diferente, descompleto, que no resulte amenzante
e insoportable para el sujeto psicótico.

Para ello, el practicante aprende la lalengua del sujeto desde una posición de
alumno de aquel que elaboró esta lengua especial, es decir, fundarse de la lalengua que
habla el sujeto psicótico para dejarse aprehender por ella. De esta forma, el saber está
del lado del sujeto y es éste quien guía cada acción.

En este contexto cabe preguntarse ¿qué ofrece la institución a estos sujetos? Se


trata de proponer, ofrecer, generar espacios, de manera de favorecer un medio en el que
sea posible la contingencia para que los hallazgos subjetivos se produzcan y, con ello,
lograr acotar poco a poco algo del goce mortífero que invade al sujeto. Pensamos, como
una posible respuesta a dicho interrogante, los talleres que funcionan cada día en las
jornadas como aquellos espacios que favorecen la producción contingente de los sujetos
que luego deviene necesaria para el tratamiento.

¿Cómo situar estos espacios? Es aquí donde se abre una doble vertiente a tener
en cuenta. Si bien cada uno de los talleres funciona a través de ciertas pautas generales
para todos -en tanto funda una legalidad-, están orientados por el hacer concreto,
singular de cada sujeto, lo cual posibilita ahuecar dichas reglas según los requerimientos
del tratamiento del uno por uno. Se apuesta, fundamentalmente, a alojar y acoger lo que
cada sujeto deposita de su singularidad, proponiendo un tiempo y un espacio como
intento de regulación frente a lo amenazante e intrusivo del modo en que se presenta el
Otro para el sujeto psicótico. Es por esta vía que algo puede agujerearse en el Otro,
extrayéndole cierta consistencia que lo volvía amenazante, ordenando y regulando lo
caótico del mundo del psicótico.

Asimismo, en la línea de lo desarrollado, nos interrogamos sobre la posibilidad


de cada sujeto de hacer lazo a los talleres, como un modo de lazo transferencial que se

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posibilita-y a su vez se diferencia- de aquel que se establece hacia la institución, los
directivos, los coordinadores y los practicantes. Pensamos el lazo como una pieza más
del engranaje de la transferencia pluralizada, sostenida fundamentalmente por la
transferencia de los sujetos hacia la institución como tal, independientemente de
aquellos quienes hacen posible que el dispositivo de la práctica entre varios se produzca
y genere efectos. Esta es su esencia.

Esta pregunta surge a raíz de pensar al taller como un lugar privilegiado para que
el sujeto pueda poner a jugar su singularidad, en tanto propicia un espacio vacío para el
despliegue de un decir que sea alojado: un saber que sea escuchado como tal. Esto no es
sin el practicante que, desde su posición en tanto presencia-ausencia ubicado como un
Otro barrado, es quien permite y sostiene ese espacio vacío del taller.

La función del coordinador del taller como practicante del psicoanálisis, es la de


alojar ese saber que el sujeto tiene, que -en tanto certeza- no admite posibilidad alguna
de evocar una falta. Ésta queda entonces del lado del practicante que -al sostener una
escucha vacía de sentido- se presta en tanto objeto para sostener y causar ese decir.

En este espacio, delimitado por el tiempo del taller, el coordinador, ubicado en el


lugar de secretario del alienado (posición del practicante que Lacan propone para el
tratamiento de las psicosis), se hace testigo que suscribe, que acusa recibo de las marcas
que el sujeto no puede inscribir. Este modo de hacer lazo, desde la singularidad de cada
construcción, permite articular significante y goce, produciendo un efecto de
vivificación.

Es entonces, a partir de la hipótesis del taller como un lugar que posibilita el


encuentro del sujeto psicótico con un espacio vacío, ahuecado, del que éste puede hacer
uso y depositar lo singular de su experiencia de goce, lo que nos permite pensar la
posibilidad de que hay lazo transferencial al taller, como un eslabón más de la
transferencia pluralizada. Esto no es sin el practicante, que desde su posición en tanto
presencia-ausencia, ubicado como un Otro barrado, en el lugar de secretario del
alienado, es quien permite y da lugar a ese espacio vacío del taller. Hipotetizamos que

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es este espacio el que da lugar al decir del sujeto, haciéndolo destinatario de los signos
ínfimos de lo real de su la lalengua.

Bibliografía

 Miller, J.A (2014).La Psicosis Ordinaria. Buenos Aires, Argentina: Ed. Paidós

 Crasnich, N. (2007). Talleres del Hospital de Día de San Isidro. En Laurent, E. y


Otros (1a ed.), Psiquiatría y Psicoanálisis: diagnostico, institución y psicofármacos en la clínica
actual (pp. 159 a 169). Buenos Aires, Argentina: Grama Ediciones.

 Tendlarz, E. & otros (2010). Recursos creativos en la psicosis. Extraído de


http://www.elsigma.com/introduccion-al-psicoanalisis/recursos-creativos-en-la-psicosis/12074

 Crasnich, N. (2007). Talleres del Hospital de Día de San Isidro. En Laurent, E. y


Otros (1a ed.), Psiquiatría y Psicoanálisis: diagnostico, institución y psicofármacos en la clínica
actual (pp. 159 a 169). Buenos Aires, Argentina: Grama Ediciones.

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La música de la palabra en un taller

“Si cantamos y si escuchamos a los cantantes, si hacemos música y si la escuchamos, la tesis de


Lacan, (…) comporta que todo eso se hace para hacer acallar a aquello que
merece llamarse la voz como objeto a”

(Miller en: “Jackes Lacan y la Voz”, 1997).

Eva Perez Bugnone


Teresita Parra
Rocío Leoni
Macarena Galván
Yamila Sobejano

Para el sujeto autista la voz no está regulada por el significante, por lo que la
audición de la palabra se presenta como devastadora. A pesar del rechazo constante que
opera en el sujeto, su interés por melodías, canciones y sonidos resulta remarcable.
Como explica Maleval (2007), la palabra puede interesarles en la medida en que no sea
portadora de la voz, de allí su atractivo por el parloteo vacío y la música de la palabra.
El presente trabajo intenta transmitir de qué manera un taller de música, orientado desde
la práctica entre varios, ofrece un tratamiento del objeto voz con el fin de moderar la
invasión catastrófica de la pulsión invocante en el sujeto autista.

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Práctica entre varios

Las modalidades de intervención clínica utilizadas en los talleres del Centro de


Día Psicoanalítico # 4 se calculan y desarrollan en coherencia con el dispositivo creado
por Antonio Di Ciaccia y denominado por Jacques-Alain Miller como Práctica entre
Varios, en 1996.

En esta práctica, la transferencia es pluralizada y se dirige a la institución. De esta


manera, se disuelve el Otro totalizador, produciendo efectos de sujeto en los pacientes y
dándole lugar a su singularidad e invención. Según Baio y Kusnierek (1996), se trata de
operar sobre el Otro para que el sujeto no tenga que vérselas con un Otro completo, sino
que tenga que enfrentarse con varios partenaires, que por el hecho mismo de ser varios,
se descompletan mutuamente.

Esta forma de trabajo permitiría al sujeto autista interponer una barrera frente al
Otro desbordante de goce, y lograr cierto encadenamiento significante, en un ambiente
donde es reconocido como sujeto y no librado a ser mero objeto de goce.

El goce vocal

La voz en tanto objeto a, se diferencia del registro sonoro ya que está por fuera
del sentido, es decir, no se trata de la entonación, ni el timbre o el ritmo como se
despliega en la lingüística (Miller; 1997).

Una de las características del sujeto autista es su negativa a ubicarse en una


posición de enunciador. Al no haberse producido la identificación primordial, es decir,
al no haber un S1 que fije, que cifre el goce, el S2 por sí solo no puede representar al
sujeto ante otros significantes.

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En consecuencia, no se produce una extracción del objeto a, la voz no se
encuentra como un objeto separado del borde del cuerpo, como un condensador de
goce, por lo que no se podría ceder este goce vocal hacia el goce del Otro sin ser vivido
como una mutilación.

Tomando lo expuesto por Abello (2010), lo que se vuelve intrusivo son los
objetos que presentifican el deseo del Otro, la mirada y la voz. Por lo tanto, el sujeto
autista rechaza el goce asociado al objeto voz. En ocasiones, a través de la música como
un tratamiento posible, el sujeto se protege de la presencia angustiante de éste.

Música para localizar el goce

En los talleres se brinda al sujeto un tiempo y un espacio donde la dimensión del


objeto quede ubicada como un vacío no mortificante. Se trata del vacío como causa y no
como exceso. El trabajo allí pretende construir diferentes soluciones para el tratamiento
del goce desregulado, haciéndolo más soportable.

Una vía de pacificación del goce en el autismo puede advertirse en el uso de la


música. Ésta constituye una manera de localizar, siguiendo a Bassols (2012), algo de
ese goce fuera del cuerpo que constituye el objeto voz.

En el taller de música lo que se intenta hacer es introducir un vacío sonoro que


separe el objeto a del cuerpo del sujeto autista. Respetando las producciones singulares
y dando lugar a una vía distinta que posibilite la ampliación de los recursos del sujeto, el
taller apunta a localizar el objeto voz angustiante e intrusivo, alejándose así de la
musicoterapia generalizable a los trastornos del lenguaje

Podemos concluir que en el taller, la música permitiría un tratamiento del goce,


del objeto voz, en los márgenes del lenguaje donde lo indecible toca lo más real como
imposible de representar. Según Lacan (1981), se trataría de “…un saber hacer con el
sonido para acallar el ruido del objeto a…” (p. 140).

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Viñeta Clínica

Abel toma la palabra al momento de iniciar el taller, eligiendo siempre la misma


canción. Cuando llega su turno, canta con su propio ritmo, tono y letra. Al mismo
tiempo se levanta, e inicia un baile acompañado por gritos y aplausos. Las
intervenciones de los practicantes alojan y a la vez acotan este despliegue, dóciles a su
producción, pero atentos a los excesos de goce en su cuerpo. Abel consiente a cierto
ingreso del Otro, en la medida en que se le ofrece un vacío.

La palabra puede interesarle con la condición de que no sea portadora de la voz


y el cantar no abarque una comunicación seria. El riesgo de la enunciación se encuentra
disminuido, siendo ésta una vía para pacificar dicho goce (Maleval, 2007).

En el caso de Abel se constata la negativa a ubicarse en la posición de


enunciador en su intento de protegerse del goce vocal. Se manifiesta en su ecolalia, o
cuando hace oídos sordos ante las preguntas, o habla en tercera persona utilizando una
lengua particular.

Con el grito y el uso de la música de la palabra en el taller, Abel retiene la voz y


la enunciación, pero permite que algo de su producción se ponga en juego en el marco
de un espacio que no implica una experiencia de mutilación.

Bibliografía

 Abello, E. E.(2010). Autismo y psicosis en la infancia. Aún el psicoanálisis. 3º ed.:


Ed. de autor.

 Baio, V & Kusnierek, M. (1993). Revista Preliminar (No.5). Traducido por:


Marcela Errecondo.

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 Bassols, M. (2012). La voz del objeto a. En Desecrits de psicoanálisis lacaniana,
fuente AMP Blog.

 Lacan, Jacques. (1981). Seminario 20, Aun. Editorial Paidós.

 Maleval, J-C. (2007). El autista y su voz, Madrid: Editorial Gredos.

 Maleval, J-C. (2011). Más bien verbosos los autistas. En Psicoanálisis Aplicado:
clínica del autismo y las psicosis (pp. 13-35) Traducción: Eduardo Abello. Fundación Avenir.
Colección Invenciones. Córdoba, Argentina.

 Miller, Jacques Alain. (1997). Jacques Lacan y la voz. En Freudiana 21, Paidós,
Barcelona.

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Taller de Teatro: condensador de un relato salvaje

“Todo Arte se caracteriza por un cierto modo de organización alrededor de ese vacío."
Jacques Lacan.

Nicolás Bailo

Roberto J. Cordero

El centro de Día psicoanalítico #4 recibe aproximadamente treinta pacientes con


diagnóstico de psicosis. La dinámica institucional implica que estos pacientes
compartan los espacios físicos a diario. Teniendo en cuenta la pregnancia imaginaria
desregulada propia de esta estructura, lo que reina es una gran inestabilidad en este
nivel.

En la psicosis, la función del Padre no ha operado para separar al sujeto de su


Otro primordial, condenándolo a la posición de objeto. Por esto, dice Baio, el sujeto es
gozado. Para un sujeto institucionalizado, las condiciones del Otro tienen efectos
evidentes. Tanto los practicantes como los demás pacientes pueden tornársele
depositarios de goce. Una simple mirada o un saludo pueden derivar en un puñetazo a la
pared, un empujón,-“¡sácalo de acá!”- se oye. Separarse de este goce nefasto y
desregulado, resulta imperioso para el sujeto.

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Talleres

Existe un espacio institucional que introduce un corte en la dinámica cotidiana.


Si la jornada se caracteriza por posibilidades de trabajo individual (un interviniente-un
sujeto) en torno a intereses singulares de un concurrente, o alrededor de las tareas
cotidianas (desayuno, almuerzo, etc.), los talleres se ubican como una alteridad a tal
dinámica.

En primer lugar, un taller es una posibilidad de trabajo que se instala como una
serialidad: se lleva a cabo semana a semana, el mismo día, a la misma hora. Así mismo,
es una modalidad de trabajo que convoca a varios concurrentes al mismo tiempo. Sin
embargo, lejos está de ser un trabajo grupal. Más bien, cada sujeto allí produce desde su
singularidad, de acuerdo a cómo opera para cada uno el taller como invitación al
trabajo.

Por otro lado, el marco simbólico-imaginario del taller posibilita, en algunos


casos, que los semejantes devengan un Otro descompleto. El acuse de recibo que
significa el aplauso de los participantes del taller frente a la producción de un sujeto,
produce el margen necesario para alojar la enunciación. No sucede así en todos los
casos. Puede ocurrir que el marco del taller no sea suficiente para aliviar a un sujeto de
su Otro persecutorio. Son momentos que requieren de una maniobra particular por parte
del practicante, coordinador del taller, para producir un corte a esa irrupción de goce.

Otra función que posibilita un taller tiene que ver con permitir cierta cesión de
goce. Allí, cada sujeto pone en juego su forma de gozar, pero de una manera distinta. En
el marco del taller, se aloja esta modalidad de goce, pero con determinadas condiciones
que permiten condensarla en una producción. En este espacio, la producción circula, y
esto alivia al cuerpo del exceso de goce.

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Un relato salvaje

Uno de los talleres llevados adelante en el centro día es el de “Teatro”. En este,


se toma un fragmento de alguna obra – en este caso la película “Relatos Salvajes”-, la
cual es preparada y ensayada para ser presentada en la fiesta de fin de año.

Personificar un determinado rol dentro de la obra, lejos está de ser un hecho


marcado por la contingencia. Cada paciente elije el personaje a encarnar por iniciativa
propia. Es allí donde lo más singular del sujeto se pone en juego, permitiendo observar
cómo la elección es en relación a lo propio de cada lazo a la institución: la queja, la
sanción de la ley, el ser objeto de deseo y un largo etcétera.

Para poner esto en relieve tomaremos el caso de Q., quien hace lazo a la
institución por medio de la queja desregulada, “este taller está mal”, “aquel paciente es
un tonto”, “los directivos no dan respuesta”. Sin embargo, este sujeto espera con ansias
los días martes para actuar.

Su papel es el de “Bombita”, un personaje asediado por la demanda de sus otros,


a la cual responde con quejas de todo tipo y color, permitiendo monólogos en los que Q.
despliega su repertorio. Finaliza con un “¡vamos a explotar!”, desatando la risa y el
aplauso de sus compañeros. Lo llamativo es que, mediante este lugar en el taller, Q.
puede compartir el espacio con sujetos que, en la dinámica diaria del centro de día, son
depositarios de su queja irrefrenable.

En este caso, el taller de teatro operaría como un marco que permite al sujeto
separarse de su queja, dando un respiro a la certeza. Él esqueja en cuanto se encuentra
como objeto del Otro gozador (los directivos, la institución, los concurrentes). A través
de este marco, Que puede posicionarse de otro modo, depositando la queja en el
personaje, haciendo reír a los demás.

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De esta manera, el taller, constituido como simple gancho recubierto por un
encuadre, permitiría al sujeto psicótico apaciguar al Otro malévolo, e introducir una
versión de un Otro que le da lugar, y lo reconoce.

Bibliografía

 Lacan, J. (1959-1960): El Seminario, Libro 7, La ética del psicoanálisis. Ed.


Paidós: Bs. As.

 Baio, V. (1994): “L´Antenne 110, entre la organización y la terapia”, en Una


clínica en Institución, Publicación del Equipo 111: Centro de día terapéutico- Educativo.
Rosario, Argentina-.

 Kleiban, S.; Zabala, S; Pineda,M (2007): “Los talleres en el hospital de Día-


Creación, transferencia y lazo social”, en “Psiquiatría y psicoanálisis”- Diagnostico, institución
y psicofármaco en la clínica actual. 1ª ed- Grama Ediciones: Bs. As.

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El Taller en psicoanálisis: una estratagema

Victoria Palloni
Yesica Oyarzabal

Nos proponemos pensar el taller en una institución psicoanalítica como un


semblante. Empezaremos por precisar que no se trata de un taller convencional donde se
establece una actividad determinada, no es un pasatiempo, no está orientado a lo laboral,
educacional ni determinado por las habilidades de los concurrentes.

El taller en psicoanálisis se rige por la política del uno por uno. Operamos allí en
una estratagema en tanto esperamos atentos el momento adecuado para actuar. La
cuestión reside en la posibilidad del uso del semblante como apoyo para el acto analítico
en cada taller, que es un recorte en el tiempo y en el espacio institucional.

Taller es el nombre que toma ese señuelo y el concurrente se pone al trabajo bajo
algo que los convoca en términos generales. Una vez allí, la orientación es otra.

¿Cómo se trabaja en un taller psicoanalítico?

Cada taller tiene su lógica, introduce cierto orden posible según la temática. Se
ofrece un artificio que, en la repetición, va estableciendo una regularidad, una serie
posible de la que nos servimos para hacer un borde.

Un horario fijo, el nombre del taller, un coordinador que siempre es el mismo, un


espacio diferenciado, van recortando algo de la institución, se ofrece como serie y hacen

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posible algún tratamiento del goce. “(…) Es en los intersticios de la serialidad
significante (…) donde un sujeto alcanza a ubicar ese afuera que no es un no adentro
en el que cediendo algo del goce que lo enajena logra habilitarse un nuevo lugar para
su singularidad” (Laurent, 2007, pp. 150).

¿Qué hacemos con ese goce que el concurrente puede ir cediendo en su trabajo?
En primer lugar, que el goce no quede suelto como mera descarga. Se trata de localizar
algo del orden del rasgo más particular de cada uno. Es un borde al goce, donde lo que
se recorta no queda suelto. Miller señala que el sujeto psicótico se las tiene que arreglar
con el traumatismo de lalengua en el cuerpo sin el auxilio de los discursos establecidos,
se ve por ello obligado a inventar un discurso como auxilio y apoyo para poder
arreglárselas con su cuerpo, que en cierto modo pasa todo fuera-de-cuerpo.“(…) Para
cada uno se plantea la cuestión de encontrar la función del órgano-lenguaje, de hacer
algo con ello” (Miller, 2007, pp. 6). ¿No es esto lo que dirige un taller? Poniendo a
funcionar el discurso psicoanalítico, que es posible por la transferencia y el lazo a la
institución -sostenidos en la práctica entre varios-, para el concurrente el trabajo por la
vía de la invención, pequeños puntos de capitón orientados a la invención de un
sinthome.

Una cuestión de posición

¿Cuál es la posición que conviene a cada quien para que el taller sea un espacio
que convoque al trabajo psicoanalítico? La pregunta nos lleva a distinguir de entrada lo
real en juego allí. De lo que se trata es de tomar el detalle que marca la singularidad del
goce en cada momento, en cada movimiento.

Con el cuerpo como instrumento, el trabajo es en un borde que, como tal, es


construido, flexible y permite el devenir de la experiencia sin garantías. A su vez, cada
concurrente es sostenido, sin quedar suelto ni atado a un “todo es posible”.

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Entonces, la posición del practicante implica ser testigo de una pérdida, función de
secretario que “(…) se hace testigo, que suscribe, acusa recibo de las marcas que el
sujeto no puede escribir (…)” (Laurent, 2007, pp. 169), aunque no se agota en ello.

El trabajo es captar ahí cuándo cada concurrente ha cedido algo de su goce. Es en


ese punto donde se localiza la función de corte, donde algo del ser de la certeza puede
separarse para el sujeto, siempre en función de los tiempos y modos de desprenderse del
objeto, que responde a lo más singular de cada uno.

Creación, invención, sinthome

Apostamos en cada taller a la posibilidad de anudar algo a partir de dos vías,


sosteniendo en el horizonte la posibilidad de un sinthome. Ya sea por el camino de la
creación-como aquello que se construye a partir de la nada del agujero forclusivo-, o por
la vía de la invención, al modo de un bricolaje compuesto, construido por pequeñas
otras piezas ya existentes. Esto dependerá de las posibilidades de cada uno de los
concurrentes.

Mientras que el trabajo día a día en los talleres va por la vía de la táctica, incluir al
taller en la dirección de la cura nos permitiría ubicar al sinthome como estrategia a largo
plazo.

Nuestra hipótesis es que la herramienta fundamental para la táctica en la cura es


esa función de corte de la cual el practicante de psicoanálisis es responsable por sus
efectos. Considerar esta posición de corte es fundamental para hacer posible la
construcción del caso siempre en conversación con otros.

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Bibliografía

 Laurent, E. y otros (2007). Psiquiatría y psicoanálisis. Diagnóstico, institución y


psicofármaco en la clínica actual. Gramma Ed: Bs. As.

 Miller, J-A. (2007). “La invención psicótica”. En Virtualia, revista digital de la


Escuela de la Orientación Lacaniana, número 16.

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Doble función de un taller de canciones

Roberto J. Cordero

El taller de canciones se realiza desde hace dos años en la institución. A lo largo


de ese período, se han producido modificaciones en la forma de llevarlo a cabo.
Estos cambios, generalmente, se han ligado tanto a posibilidades técnicas de la
institución, como así también a rectificaciones derivadas de la práctica del control y
de la lectura de ciertos efectos que el taller producía sobre casos singulares (algunos
participantes quedaban pegados a la pantalla de la computadora, otros se retiraban
del taller cansados de esperar su canción, otros se quejaban del incesante parloteo de
los demás durante su canción, etc.).

A su vez, desde el inicio, el espacio del taller se ha sostenido semana a semana


instalando una serialidad determinada por coordenadas temporales y espaciales, y
por al menos una regla constante: cada concurrente elige una canción que le gustaría
escuchar en el taller. Se trata de fundar un espacio no ajeno a la institución y sus
avatares, marcando-al mismo tiempo- una separación respecto al funcionamiento
diario. El taller en una institución analítica funciona como un marco imaginario-
simbólico que, por un lado, habilita un tratamiento posible de lo real en juego para
un sujeto psicótico -un real cuyos efectos se captan en la emergencia deslocalizada
del goce-y, por otro, pretende alojar la dificultad de enunciación, producto de la falla
significante en la psicosis.

El taller de canciones tiene dos tiempos. El primer momento se lleva a cabo


durante la rutina de la institución, luego del almuerzo. Se entrega un papel y una
lapicera a cada concurrente que acepta la invitación singular al taller. En ese papel

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escriben la canción que querrán escuchar, y luego lo depositan en un bowl junto a
las canciones de los demás.

Esta modalidad permitiría hacer deconsistir al Otro demandante que tomaba


cuerpo para algunos pacientes durante los primeros talleres. En aquellos momentos,
la elección de canción se hacía una vez que el taller había comenzado. El
coordinador preguntaba a cada uno y anotaba directamente en la lista general, y la
respuesta del sujeto se daba frente a la mirada de los demás participantes. En aquel
marco, algunos de ellos no podían expresar su elección, o quedaban alienados a la
palabra de su semejante, repitiendo exactamente lo mismo que acababa de decir el
concurrente anterior.

Sin embargo, no para todos opera de este modo. N. responde sistemáticamente


con un "no" a casi cualquier propuesta del Otro, como una defensa para mantenerlo
a raya. Sin embargo, cuando comienza el taller, y sin que nadie le pregunte, ella dice
qué canción quiere escuchar. El Otro de la regla se ahueca, y su palabra se inscribe
en la lista general de canciones del taller.

En el segundo tiempo, los participantes se dirigen a una sala y cada uno va


sacando al azar un papel del bowl. En una lista común se anotan una a una las
canciones y el nombre de quien la eligió, al mismo tiempo en que esta escriturase
anuncia en voz alta. La contingencia, como una arbitrariedad del Otro gozador, se
canaliza por las vías de un orden común que se sostiene en el marco del taller,
situación que puede implicar gran esfuerzo para un sujeto psicótico, cuya
inscripción en el campo del Otro no se ha producido.

Antes de cada canción se anuncia cuál será, y quién la eligió. Cuando finaliza, se
pregunta -a quien la eligió- por el motivo de su elección.

A. elige canciones de "rock pesado" para "aturdir" a los demás. Hablar con
verborragia de su elección le posibilita ubicar cierto gusto por lo "pesado" y los
efectos que provoca en los otros. Para A. éste es el modo de poner en juego el rasgo
perverso de su goce desregulado, que entra en función al relacionarse con un Otro
gozador que lo "atormenta".

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O., quien se nombra a sí mismo como "calladito", y que puede permanecer toda
la jornada sumergido en un pantano de goce mudo, semana a semana deja en el
taller las canciones que extrae del cofre de los "cassettes de mi [su] papá", que
fueron "robados por un ladrón", y que a él le gustan porque "son lindas". O. cede a
cuentagotas su mutismo, y trabaja para reinventar ese elemento paterno perdido para
siempre, acompañado por un Otro que lo aloja con un aplauso.

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La visión psicoanalítica del Autismo

Rosa Yurevich

Este trabajo es el producto del Grupo de investigación sobre autismo. Las


preguntas surgen y ninguno tiene la respuesta. Por tal razón, el libro y su autor se han
vuelto el más Uno de este grupo.

La función del S1 en el autismo es uno de los interrogantes que nos cuestiona.


¿De qué S1 hablamos?

Si consideramos las dos operaciones que Lacan nos plantea en el seminario 11,
alienación y separación -tanto para psicosis como para neurosis- la respuesta es clara.
En la primera el rasgo uniano, en la segunda, el rasgo unario.

Para las psicosis, tanto el segundo S1 como el S2 permanecen pegados, mientras


que en la neurosis el segundo S1 se encuentra separado del S2. Si en las psicosis el
objeto “a” permanece en el bolsillo sin la separación, en la neurosis el objeto a se separa
y cae.

Sin embargo, tanto en la neurosis como en la psicosis se produce la operación de


alienación. Por esto decimos que existe la forclusión generalizada, tal como plantea
Lacan en el seminario 3. El resultado de esa forclusión es el sujeto barrado ($).

Este sujeto es barrado por un significante que escapa del campo del Otro del
lenguaje. Lacan dice ¨en el principio era el Verbo¨ porque ese instante es mítico, ese
instante es el “hubiere sido”.

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En ese punto nosotros ubicamos, al igual que Freud, la represión originaria, la
identificación primordial. Algo existió, pero el primer S1 cayó y se perdió para siempre.
Sólo sus briznas nos tocan.

¿Qué sucede entonces en el autismo? ¿Es la misma lógica o sostiene una lógica
distinta a la de las psicosis? Las elaboraciones de Rosine y Robert Lefort conducen a
algunas conclusiones.

Retomando estos aportes, Maleval explica que el Otro del autista sería un Otro
real, sin agujero, al cual no se le puede extraer ningún objeto. Esta condición del Otro
dificultaría la relación transferencial, ya que el autista apuntaría a la división del Otro y
no a su completud, como en el caso de las psicosis.

Además, Maleval agrega, en el autismo no habría ni S1 ni objeto a. No habría


balbuceo, ni siquiera el goce que éste conlleva. Y, aunque el autista es sensible al S2,
este no alcanza a representar por sí sólo al sujeto, dado que no hay un S1 previo.

Por lo tanto ante la ausencia de la alienación significante y del objeto separable,


la función del doble demuestra ser fundamental en la estructura autística. La división se
produce en el doble. Este puede ser cualquiera que el sujeto elija. Por ejemplo, en el
caso de Temple Grandin, el doble era una vaca.

Los Lefort deducen la existencia de una estructura autística a partir de estas


características, y de la influencia de la tesis de la pulsión de destrucción. Sin embargo,
Maleval y otros psicoanalistas contemporáneos son más específicos y cuidadosos.
Consideran el autismo a partir de dos características esenciales: un trastorno de la
enunciación como consecuencia de la carencia de la identificación primordial y por otra
parte, una defensa específica que se apoya en un objeto fuera del cuerpo, capaz de
construir un Otro de síntesis.

El primer punto coincide con los Lefort. El segundo no, porque permite
considerar la posibilidad de una relación transferencial. Las defensas y la transferencia
podrían ser diferentes a la propuesta de los Lefort.

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Por último, respecto a los tratamientos posibles del autismo, evocamos la tesis
sostenida por los Lefort–con la que he coincidido durante un tiempo- acerca de la
psicosis como salida posible del autismo. Pero Maleval y otros son muy claros: el
autista seguirá siendo autismo. Y recuerdo esta expresión de Asperger: “lo esencial
permanece invariable” desde la niñez hasta la adultez.

Bibliografía

 Maleval (2011). El autista y su voz. Madrid: Editorial Gredos.

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Un taller para sujetos autistas

Ezequiel Orozco

En 2015, la institución estuvo marcada por una contingencia. Durante ese año,
el ingreso de nuevos pacientes que se podrían pensar dentro del espectro autista, nos
dejó frente a un real difícil de cernir. El encuentro con ese real dio lugar a nuevas
invenciones: por un lado, el grupo de estudio sobre Autismo, lugar en el que pudimos
trabajar las preguntas sobre esta clínica que nos interroga. Por otro lado, la apuesta de
un taller específico como intento de respuesta a estas preguntas, una oferta posible
del trabajo entre varios.

Los talleres

“Los talleres son inventos, producciones que nacen del deseo de los analistas
en el intento de tratar con lo real de esta clínica. El encuentro entre el sujeto y el
analista despierta, en este último, un saber en falta y una ajenidad con lo real que
operan como causa del deseo de investigar y trabajar preguntas que ponen en
marcha un posible tratamiento. Si bien esta oferta no es demandada de entrada por
el sujeto, existe la suposición que –a su tiempo y bajo el modo en el que le sea
posible- hará uso de ese recurso que originalmente fue del analista” (Revista
Entreunos, 2014, p.36).

El trabajo en el taller se hace a partir de un objeto.Podemos establecer una


analogía entre el taller y el recurso artístico en tanto ambos brindan la posibilidad de

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ubicar algo de lo sintomático en la producción de un objeto, sea este una pintura, una
opinión, un gol, una planta, un poema. No se trata entonces, de privilegiar la
producción de un objeto guiados por los ideales de lo bueno o lo bello, ni de ofrecer
un saber sobre cómo producir dicho objeto, sino de ¨ubicar ese afuera que no es un
no adentro¨ (Kleiban, et al, en Laurent Psicoanálisis y psiquiatría, 2007).

El objeto autístico en el taller

Considerando las particularidades del objeto autístico, podemos pensar qué tipo
de trabajo con el objeto se realizaría en un taller con sujetos autistas. Con Laurent
(2013) aprendimos que el objeto autístico en cierto punto del espectro se presenta
como una horma, permitiendo establecer un circuito que es dotado de función de
borde. En otro punto del espectro autístico, el objeto elude a la captación del registro
de la forma y el cuerpo, presentándose como un sin forma. Un exceso de goce
amorfo que se impone y del cual el sujeto autista intenta liberarse produciendo un
agujerosobre el propio cuerpo mediante una automutilación, la extracción de las
heces, o la cesión de la voz mediante gritos. El objeto sin forma y su tratamiento en
el autismo son parte de una pregunta que todavía sigue abierta. Intuimos que un
posible tratamiento apuntaría a la producción de un objeto que sirva para crear un
borde, de manera que la extracción de goce amorfo se realice en el borde y no en el
cuerpo del paciente.

En cambio, en el caso de que se trate de un objeto que funcione como horma, la


dirección que propone Laurent (2013) es clara. Intentar, de a poco, ampliar ese neo-
borde autista, circunscripto por el objeto en tanto circuito articulado al cuerpo. Siel
objeto autista es el único objeto con el que el autista establece una relación de goce
fuera del cuerpo, y como tal este constituye parte de un borde, es preciso que el
practicante se valga de este objeto para permitirle al sujeto desprenderse de su
encapsulamiento. El enganche o extracción de algún elemento funcionaría ampliando

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el neo borde, generando un espacio que no sea ni del sujeto ni del Otro, y que
posibilite intercambios de un nuevo tipo con un Otro menos amenazador.

En el taller de música y movimiento, el recurso que encontramos para trabajar


con Gfue abrir un espacio para él, en el cual sonaba la canción ¨la llave¨, canción que
nombra el objeto autístico de G. Este espacio funcionó como un elemento más en el
circuito de G quien, tras un tiempo, consintió al enganche de este elemento que
nosotros proponíamos, y a la cesión de su objeto. Es así que, en determinada ocasión,
G suelta las llaves para moverse en espejo con uno de los coordinadores del taller. El
enganche de este elemento nuevo, articulado con la llave, le permite otro tipo de
interacciones e intercambios y extiende su interés a otros campos. Tiempo después de
este trabajoverificamos un nuevo efecto. Además del taller, otro elemento más
complejo,y ahora relacionado a la música, se engancha al circuito de G abriendo la
posibilidad de trabajar con el objeto guitarra.

Bibliografía

 Dispositivos Clínicos Los talleres. (2014). Revista Virtual Entreunos, 0(1), 37-76.
Recuperado de https://issuu.com/entreunos/docs/revista_entreunos

 Laurent, É. (2013). La batalla del Autismo de la clínica a la política. Grama


Ediciones: Bs. As.

 Laurent, É, Furman, M., Scheinkestel, A., Skiadaressis, R., Yellati, N., Carofile,
A., &Stagnaro, J. (2007). Psiquiatría y psicoanálisis Diagnostico, Institución, Psicofármaco en
la clínica actual (pp. 133-169). Grama Ediciones: Bs. As.

 Tendlarz, S., (2012). Niños autistas. Revista Virtualia, año XXI (No. 25).
Recuperado de http://virtualia.eol.org.ar/025/template.asp?Estudios/Ninos-autistas.html
TENDLARZ, S.: "Autismo generalizado", presentación en el CICBA, 2009. Inédito.

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