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Manuel Alejandro Muñoz Castañeda 20029015099

Las elecciones legislativas celebradas este domingo volvieron a demostrar que Colombia
es un país en el que al menos la mitad de los ciudadanos prefieren no ejercer su
principal derecho político: el de elegir.

Con base en la información del 98,49 por ciento de las más de 104.000 mesas de votación
dispuestas en todo el territorio nacional, se puede hablar de una participación del 48,59
por ciento en las elecciones del Senado de la República. Esta cifra es ligeramente
superior a las registradas en los comicios del 2014 y del 2010: 44,20 y 44,24 por ciento,
respectivamente.

Cabe recordar que, desde la promulgación de la Constitución de 1991, las legislativas han
sido las elecciones con el promedio de participación más bajo (41 por ciento hasta las
del 2014), seguidas por las presidenciales, con 44,3 por ciento, según los análisis de la
Misión de Observación Electoral (MOE).

Caso aparte fue el del plebiscito por la paz (2016), que registró una participación de apenas
37,44 por ciento y en el cual se superó por primera vez la barrera de los 20 millones de
personas que se abstuvieron de votar, algo que no ha vuelto a ocurrir.

“El hecho de que las elecciones presidenciales y las legislativas se celebren el mismo año
es un problema, porque las primeras opacan a las segundas. La gente sabe quién es el
presidente, sabe a quién hay que exigir. En cambio, los congresistas, en general, son caras
que no conocemos y eso hace que la gente no se anime a salir a votar”, opina el experto
español Mario Aller, profesor de política y relaciones internacionales de las universidades
Sergio Arboleda y Javeriana.

La gente sabe quién es el presidente, sabe a quién hay que exigir. En cambio, los
congresistas, en general, son caras que no conocemos

“Una participación del 48 por ciento es mala para cualquier país, pero así está el mundo:
damos la democracia por sentada, no nos preocupamos por votar”, agrega Aller.

Y mientras la participación aumentó, la proporción de votos en blanco, la de votos


nulos y la de votos sin marcar se redujeron. En los comicios para la Cámara, los
sufragios nulos disminuyeron 3,7 puntos porcentuales, al pasar del 13 por ciento del total
en el 2014 al 9,26 este año. Y el voto en blanco retrocedió del 6 al 4,5 por ciento entre el
2014 y el 2018. Y los votos sin marcar, del 5,8 al 4,8 por ciento.

Los votos no marcados y los nulos sumaron esta vez más de dos millones, un poco más
de lo que obtuvo para el Senado el Partido Conservador, la tercera fuerza con más curules
en la cámara alta.

En cuanto a las consultas interpartidistas, lo primero que hay que decir es que la
participación en ellas, aunque masiva, no es comparable con la que se registra para
elegir al Congreso de la República. En primer lugar porque, en teoría, no tienen por qué
interesar a los votantes de vertientes políticas distintas a las que están en disputa. Por
ejemplo, alguien que ya sabe que votará por Sergio Fajardo para la presidencia no tendría
por qué sufragar en las consultas de este domingo.

En inédita jornada de consultas, la derecha duplicó a la izquierda

Por supuesto, eso no se cumple en todos los casos. Es bastante probable que, por citar
solo una de las opciones, un ciudadano que no comulga con las ideas de Gustavo Petro
haya votado por Carlos Caicedo, su rival, con el fin de intentar frenar la aspiración del
exalcalde de Bogotá.

Sin embargo, ese comportamiento no parece significativo a la luz de las cifras oficiales: de
acuerdo con el conteo realizado este domingo por la Registraduría Nacional, solo seis de
cada diez personas que votaron para el Senado lo hicieron también en una de las
consultas.

Dicho de otra manera, mientras que los comicios para elegir senadores tuvieron una
participación del 48,6 por ciento del censo electoral, en las consultas votó el 26,4 por ciento
de quienes podían hacerlo, o sea más de 9,6 millones (en el plebiscito del 2016 votaron
poco más de 13 millones).

En todo caso, es evidente que las elecciones legislativas impulsan la participación en


esta clase de consultas. Basta recordar que la consulta liberal del año pasado, que no
estuvo atada a ninguna otra elección, convocó apenas a unos 750.000 ciudadanos.

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