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SANTA CATALINA

HERMANA DE LA PENITENCIA
DE SANTO DOMINGO
1.- FAMILIA DE SANTA CATALINA

En Siena (Italia), en el valle de Fonte Branda, habitaban Jacobo Benincasa,


tintorero de profesión, casado con Lapa de Puccio de Piagenti padres de
veinticinco (25) hijos, La casa de estos esposos estaba asentada en un lugar
aislado del valle, conocido con el sobrenombre de “la Fulónica”, era bastante
espaciosa, apropiada para familia tan numerosa.

Catalina nació el 25 de marzo “Casa donde nacio Santa Catalina”

de 1347, gemela de Nanna, Nana murió a los pocos días de nacida, fue
sustituida por otr

Nanna, la vigésima quinta y última de los hermanos.

Entre los años 1316 y 1353, desde el Oriente, la “peste negra” sopk la muerte
sobre Europa. De los veinticinco hijos de Jacobo y Lapa fallecieron doce y
sobrevivieron trece.

Los hermanos sobrevivientes fueron:

Magadalena, casada con Bartolo de Vanniro.

Buenaventura, casada con Nicolás de Juan Tegiiacci.

Bartolomé, casado con Lisa de Golio Picco.

Esteban, Juana, Nora y otros hijos e hijas.

Esta numerosa familia vivió holgadamente; se sustentaba con el aporte


económico del trabajo de Jacobo. En su taller de tintorero, formaba a sus hijos
varones, para que más tarde, con su trabajo, llevaran el pan de cada día a sus
hogares.

Lapa, como buena madre, trabajaba en los menesteres domésticos del hogar,
en cuyas labores educaba también a sus hijas y las preparaba para el futuro
estado de su vida.

Jacobo y Lapa, no descuidaron la educación cristiana de sus hijos e hijas; les


facilitaban su asistencia a la iglesia de Santo Domingo, donde los religiosos
educaban en la fe a sus feligreses.
2.- HERMANITOS DE PASEO

Cuando la niñita Catalina contaba seis años de edad y cinco su hermanito


Esteban, Lapa, su madre, los envió a visitar a su hermana Buenaventura, ya
casada, residente en el Valle Piatta.

Los niñitos, ni tardos ni perezosos, corrieron alegres a visitar a su hermana


mayor. “Catalina era una niñita alegre, bulliciosa y vivaz4 comenta su biógrafo
Figls. Con esta copa de alegría y amor fraterno, llegaron a casa de
Buenaventura. Después de pasar el día gozando del cariño de su amada
hermana y de las delicias de los alimentos, al caer de la tarde, los niños
visitantes, emprendieron el retorno a su hogar.

Llegando a las afueras del Barrio Fonte Branda, cerca ya a la casa de sus
padres, Catalina, en forma instantánea, se quedó quieta, sin dar un paso más,
inmóvil miraba a Nuestro Señor Jesucristo brillante, sobre la cima del
campanario de la iglesia de Santo Domingo. La presencia luminosa del Señor
le infundía alegría. Su hermanito Esteban, un tanto asustado, al ver a su
hermanita absorta y que no daba un paso adelante, trataba de despertarla de
su arrobamiento, la llamaba por su nombre y ella no le respondía. En medio de
estos afanes, por fin, Catalina despertó de su éxtasis sobrenatural y con
serenidad y buen humor, devolvió la paz y tranquilidad a su hermanito.

Entonces Esteban la tomó de la mano y a paso ligero, llegaron a su casa.

Lapa, su madre, al verlos un tanto abstraídos y en silencio, les preguntó:

- ¿Les ha sucedido algo en el camino?

- Esteban, un tanto desconcertado, le respondió dándole a saber todo lo


sucedido a Catalina.

Lapa, con la mirada fija en el rostro de su hijito Esteban, lo escuchaba y


asombrada trataba de imaginar la realidad de lo que le oía contar.

Entre tanto, la niña tomada de la mano de su madre, escuchaba en silencio y


no afirmaba ni negaba lo que oía contar a su hermanito.

Entonces, Lapa preguntó a la niñita:

- “Hiita ¿qué mirabas cuando te quedaste quieta en el camino?

Vi a Jesús, con su cuerpo resplandeciente y me miraba con alegría...

Esta experiencia sobrenatural, la niña Catalina la vivió el año de 1353. A partir


de entones “pareció dejar de ser niña”, comenta uno de sus biógrafos, y
emprendió el camino de la santidad; surgió en su corazón el deseo ardiente de
vivir en comunión íntima con Dios.
3. INTENTOS DE HACERLA MAS BELLA

La visión maravillosa de Catalina, en la cual contempló a Jesús glorioso, en la


cima del campanario del templo de Santo Domingo, la transformó en una niña
capaz de raciocinar y orar con perseverancia, consciente de lo que hacía a sus
siete años de edad. Con profundo espíritu de fe, consagró su virginidad a su
amadísimo Señor Jesús. Lapa, su madre, al verla tan piadosa y recogida en el
ambiente familiar, la recriminaba y la dejaba escuchar su anhelo de verla
compartiendo las alegrías y penas con sus hermanos.

Catalina a los doce años de edad, etapa en la cual los padres de familia de
entonces se preocupaban en ver casadas a sus hijas, corno las muchachas de
esos tiempos, empezaron a engalanarla con el intento de verla más bella.

Lapa encomendó a Buenaventura, va casada, que instruyera a su hermana


Catalina, en los deberes propios de una esposa y deberes de una madre de
familia. Catalina no sabía cómo agradar a su madre y a su hermana. Ante este
asedio, accedió vestir y permitir que la acicalaran con aceites y peinados. Estos
asedios, hasta cierto punto involuntarios, originaron en Catalina una
mortificación interior.

Lapa y Buenaventura se preocupaban mucho por el porvenir de la joven


Catalina, de una y otra forma se interesaban “en su arreglo personal y buen
parecer para agradar a los hombres”, comenta uno de sus Biógrafos, Lapa a
toda costa quería ver casada a su hija Catalina. ‘ara ella el matrimonio era la
misión de toda mujer.

Buenaventura se preocupaba demasiado “en vestirla con elegancia, teñirle el


cabello, para resaltar su belleza natural, con el maquillaje de la época”.

Ante estos asedios familiares, el fervor piadoso de Catalina, entró en una etapa
de crisis. Su vida espiritual decayó un tanto, a causa de la vanidad femenina, y
todo por complacer a su madre y a su hermana.
4.- “QUIERAS O NO QUIERAS TOMARÁS MARIDO”

Lapa, insistía, de una forma y otra, en vestir a Catalina según la moda de la


época, y rio dejaba de hacerla escuchar su anhelo de verla casada, como lo
habían hecho ya dos de sus hermanas.

Dios, para quien nada hay oculto, dio a entender a Catalina que esas
vanidades femeninas no le agradaban. Catalina, con humildad acogió la
amonestación del Señor; se armó de coraje y, sin pérdida de tiempo, cogió las
tijeras, se cortó los abundantes y sedosos cabellos y se cubrió la cabeza con
una toca para que nadie se enterase.

Lapa, no dejaba de hablarle del matrimonio y le recomendaba que, en lo


posible debía presentarse atractiva y bien peinada.

Catalina, con respeto y amabilidad, le respondía:

- Madre amadísima, he hecho al Señor el voto de virginidad y no pienso


contraer matrimonio.

Lapa, al escuchar esta respuesta, profundamente irritada le lanzó esta


amenaza:

- Si re agarro de los cabellos, te los arranco

Catalina inmediatamente se quitó la toca y le respondió:

- Madre, aquí los tienes. Tórnalos

Lapa se quedó perpleja e indignada le cantó esta sentencia:

- ¡Qué has hecho, hija!. Así corno estás, te haces despreciable. A despecho
tuyo, te volverán a crecer los cabellos y, quieras o no quieras, tomarás
marido...

En castigo le prohibió frecuentar la iglesia; despidió a la empleada y sin rodeos,


le impuso los trabajos domésticos: cocinar, barrer, lavar y otros menesteres. En
medio de estos trabajos la joven Catalina se sentía fortalecida, rumiando la
Palabra de Jesús:

“No ternas. Yo estoy contigo... Todo lo que hagas, todo hazlo mayor gloria de
Dios”.

Catalina en la ejecución de su trabajo, pensaba e imaginaba que si padre, era


Jesús; su madre, la Virgen María, y sus hermanos, lo apóstoles y discípulos de
Jesús. Con estos sentimientos piadosos trabajaba con alegría y daba gracias a
Dios.
5. “DEJEN QUE ELLA SIRVA A DIOS”

Después de la jornada de cada día, como obrera doméstica, Catalin se recogía


a orar, postrada de rodillas ante “Jesús Crucificado”. Jacobo, su padre,
“hombre muy bondadoso”, cierto día, se acercó a] habitación donde moraba
Catalina, y la encontró orando de rodilla y a la altura de su cabeza, vio la
imagen de una paloma brillante,] cual con sus alas extendidas y, con su fulgor
sobrenatural, iluminaba el rostro de Catalina orante.

Jacobo comprendió entonces cuán grande era el amor y predilección de Dios


por su hija. Entonces ordenó a Lapa, su mujer, descargar Catalina de los
trabajos domésticos a los que la tenía sometida todo día. Ese mismo día
Jacobo congregó a todos los miembros de su hogar esposa, hijos, hijas y
nietos, y les dio a conocer la visión maravillosa que había experimentado,
viendo con sus propios ojos una manifestación gloriosa del amor de Dios, sobre
su sierva Catalina, y dirigiéndose a Lapa y a todos los presentes, ordenó:

-“De hoy en adelante, ninguno se atreva a poner impedimentos a Catalina.


Dejen que ella sirva a Dios como a ella le perezca mejor y ruegue
incesantemente por nosotros”, (Cefferini).

Catalina tomó la palabra y demostrando valor y alegría, agradeció a Dios y a su


padre, diciendo:

“Ustedes han hecho tanto para hacer que me desposara con un hombre de
este mundo..., sepan que yo me he comprometido con voto, por esposa de
Jesucristo, desde mi niñez”...

Jacobo a su vez dio a Catalina plena libertad para dar limosna a los pobres,
donándoles algunos vestidos y mantos de su taller...

A través de estas manifestaciones, Catalina veía con ojos de fe, el modo


secreto, como Dios obraba en su humilde persona.
6. LA FAMILIA ASEDIADA POR LA POBREZA

Desde el año 1355, en Siei surgieron varios partid políticos. En la lucha por el
poder suscitaron muchos alborotos, con grave repercusión (en las familias. Los
hermano de Catalina: Bartolo, Esteban y Bartolomé, se integrar ( en el partido
político de 1 “Doce”. Muchos miembros d partido acabaron su vida en 1
frecuentes revueltas.

Estos sucesos repudiables tuvieron una repercusión (dolorosa en la familia de


1 Benincasa, a tal extremo, que tuvieron que alejarse de su casa en Fonte
Branda y refugiarse en otros lugares. Catalina les infundía valor, les decía:

- “Estén seguros, con su confianza puesta en Dios, pronto retornan a casa”.

La crisis familiar se hizo más aguda, cuando el Gobierno de Siena impuso a los
ciudadanos una pensión económica, si querían vi en paz. Para evadir este
pago, Bartolo y sus hermanos Esteban Bartolomé emigraron a Florencia,
dejando a sus hijos al cuidado de su madre Lapa. Emigraron con miras a
encontrar una fuente trabajo para responder al reto de la pobreza que estaba
afrontan su familia.

Catalina viendo la situación de pobreza en la que vivían su madre y sobrinos,


escribió una carta a sus hermanos que emigraron a Florencia, amonestándolos
a que no dejaran de apoyar económicamente a su madre. Les decía:

- “No quisiera que se quitase de su mente, el deber que tienen con nuestra
madre, a la que están obligados por mandamiento de Dios”.

Les recomendaba este deber ignorando que sus hermanos emigrantes estaban
también abatidos por la pobreza y afrontando enfermedades.

Cuando Catalina se informó de esta situación, le escribió una carta a

Bartolomé animándolo. Fraternalmente le decía:

- “Consuélate, consuélate, carísimo hermano. y no desmayes bajo esa


disciplina de Dios.”.

Verdaderamente las pruebas de la pobreza, enfermedades, persecuciones y


otras, originaron desconcierto en la vida de sus víctimas; pero si se afrontan
con fe y confianza en Dios, Dios cumple en ellos su promesa:

- “Pide y recibirás. Llama y se te abrirán las puertas”.


7.- VÍCTIMAS DE LA “PESTE NEGRA”

En el siglo XIV la peste bubónica, más conocida con el nombre d “peste de la


muerte negra”, asoló Europa y el Oriente. Europa perdió ci cuarto de su
población. Fue realmente la peste más horrorosa que te registra la historia. Los
agentes de esta epidemia fueron las ratas y las pulgas que pican.

Los poblados de Toscana: Florencia, Pisa, Siena, Luca y otro quedaron


despoblados.

Lapa, madre de Catalina y abuela de once nietos, lamentaba 1 muerte de ocho


nietos y de sus hijos Esteban y Bartolo que llegaron de Florencia a visitarla, sin
pensar que en el valle de Fonte Brand (Siena) les esperaba la “peste de la
muerte negra”.

Ante esta dolorosa realidad 1 caridad activa y sin límites d Catalina empezó por
casa. Con sus propias manos sepultó a sus familiares y a muchas víctima de la
peste. Pues, no había quién pedir apoyo.

Todos afrontaban la misma situación dolorosa. Muchos morían en las calles y


no había quién los recogiera y sepultara.

Los médicos y sacerdote que salían a socorrer a víctimas de la “peste negra”,


no tardaban en ser contagiados y condenados a morir.

Fr. Tomas Caffarini escribió: “Nunca había parecido Catalina tan admirable
como entonces: siempre en medio de los heridos por la peste; les preparaba
para morir y los enterraba con sus propias manos. Yo mismo presencié el celo
hecho de amor con el que asistía y la maravillosa eficacia de sus palabras, que
realizaron tantas conversiones. Muchos escaparon a la muerte en virtud de su
extraordinario sacrificio, y, mientras era incansable en sus obras, invitaba a sus
compañeras a hacer otro tanto. En cuanto a sí misma, era insensible al temor y
a las repugnancias: “había estado muerta y había vuelto a la vida”.

Este relato de Fr. Tomás Cafferini, es un retrato del vigor y de la caridad de


Catalina. Los sienenses al ver con sus propios ojos cómo Catalina se
desplazaba de un hospital a otro, por las calles y casas, preocupada en salvar
las vidas y las almas, se gozaban en conocerla y la apoyaban en sus obras de
caridad.
1 .-DESEO ARDIENTE DE VESTIREL HÁBITO DOMINICAN

“El que quiera seguirme, niéguese a sí mismo, cargue con su cruz y sígame”
(Mc. 8,34).

Catalina desde su niñez, frecuentaba el templo de Santo Domingo y gustaba de


escuchar la Palabra de Dios. Más aún, trataba de asimilar y profundizar las
enseñanzas que impartían los frailes predicadores. Le entusiasmó mucho la
vida de Santo Domingo de Guzmán, Fundador de la Orden de los Hermanos
Predicadores, dedicados por vocación y carisma, a la oración, estudio,
evangelización y promoción de la paz en los estados en guerra.

Desde el día que Jacobo, ordenó a Lapa e hijos que no molestara a Catalina,
encendió en el corazón de la sierva de Dios, el deseo ardiente de hacerse
dominica, ingresando en la fraternidad c las “Terciarias Dominicas de la
Penitencia”, unidas al espíritu carisma dominicano. Vestían el hábito blanco y
negro y podían vivir libremente en comunidad o en su casa.

El anhelo de Catalina se vio fortalecido con una visión sobrenatural. Vio en


sueños que Santo Domingo se acercaba y con paternal cariño le decía:

- “Catalina, mi hija queridísima, ten ánimo.

No temas ningún obstáculo, porque como deseas, vestirás este hábito”

Esta visión aseguró la vocación dominicana de Catalina, destinada por Dios,


para ser fermento reformador en la Iglesia. Respondiendo al llamado de Dios,
emprendió el seguimiento de Cristo en la Comunidad de las “Terciarias
Dominicas de la Penitencia”.
2. CATALINA, HERMANA DOMINICA DE LA PENITENCIA.

Catalina, cumplidos los diecisiete (17) años de edad, dio a saber sus padres
que había decidido ingresar en la comunidad de las hermanas Terciarias de la
Penitencia de Santo Domingo”. Con filial respeto les dijo:

- Sepan que yo, desde mi niñez, me he comprometido, con voto, ser esposa de
nuestro Señor Jesucristo...

Sus padres Jacobo y Lapa, al oír la firme decisión de su hija, se miraron en


silencio, y Lapa, a media voz, rumoreó a su esposo:

Hemos sido vencidos, verdaderamente.

Catalina dirigiéndose a Lapa, insistió:

Madre amadísima, si quieres que yo esté contenta, haz que se cumpla mi


deseo de recibir el hábito de las Hermanas de la

Penitencia.

En aquellos momentos, Lapa no le respondió ni sí, ni no. Calladamente se


retiró; y se puso en camino a casa de las Terciarias de la Penitencia, para
enterarse de los requisitos y normas de la vida consagrada en su instituto.

Las Terciarias le dieron a conocer que su institución estaba integrada por


mujeres mayores, adultas y viudas. Una vez que tomaban el hábito, bien
podían quedarse a vivir en

La comunidad, o vivir en el hogar de sus padres. El apostolado lo ejercían de


acuerdo al carisma del instituto.

Lapa, por su parte, les dio a conocer el vivo anhelo de su hija Catalina, de
ingresar y vestir el hábito de las Hermanas de la Penitencia. Les informó
además que por aquellos días, se encontraba delicada de salud y que gustaría
mucho la visitaran y conversaran personalmente con ella, sobre el carisma y
misión a la que estaba dedicada su institución.

Las hermanas accedieron gustosas y la acompañaron de regreso a su casa...

Cuando Catalina vio abrirse las puertas y entrar en su aposento a dos


hermanas Dominicas de la Penitencia, vibró de alegría, las saludó
cariñosamente y se desató un diálogo ameno y largo...

Las hermanas Terciarias admiradas, gozaban escuchándola.

Les hablaba con tanta amenidad y conocimiento de los misterios de Dios, que
no dudaron en manifestarle su ardiente deseo de verla y tenerla pronto como
miembro de la Tercera Orden de la Penitencia de Santo Domingo.
Las hermanas visitantes de regreso a su Comunidad, informaron a sus
hermanas de las virtudes e inquietud de la joven Catalina, y de su
disponibilidad pronta y gozosa para responder a los planes de Dios. Entonces
la comunidad aceptó jubilosa su ingreso, y sin demora le dieron a conocer que
las puertas de la Comunidad estaban abiertas para su ingreso.

La vestición del hábito dominicano por Catalina se efectuó, en el Templo de


Santo Domingo. La celebración fue animada con el canto litúrgico de las
Hermanas Terciaria y la presencia de sus padres, hermanos y hermanas.

Las hermanas Terciarias de la Penitencia juzgaban providencial 1 presencia de


Catalina en su comunidad.

Veían en ella a una joven bien dispuesta a emprender el seguimiento de Cristo,


viviendo en pobreza, castidad y obediencia. Decía a si familiares:

- Mi vida seglar ha pasado y he comenzado la vida religiosa. Soy 1 sierva del


Señor...

Este paso trascendental en la vida de Catalina, se efectuó el año 1363.


3.- CATALINA PROMOTORA DE VOCACIONES

Monna Rabé, madre de cuatro hijos: dos varones y dos mujeres, quedó viuda.
Vivían en el Palacio de los Tolomei. Rabé conocía a Catalina y cierto día la
invitó a su palacio para que conversara con sus hijas: Ghinoccia y Frenciaca.
Rabé presentó sus hijas a Catalina y luego se alejó discretamente.

Las jovencitas quedaron solas con su visitante, y desde el primer instante se


regocijaron al escuchar la ternura con la que les hablaba. Catalina con sus
palabras penetraba en sus corazones y les hacía ver nuevos horizontes en el
futuro de su vida. Las hermanitas la miraban con curiosidad y, mirándose entre
ellas, sonreían; pues se veían cuestionadas por vivir en un palacio, con
comodidad y lujo, vistiéndose con vanidad fanática, como gustaba hacerlo
particularmente Ghinoccia.

Este encuentro feliz, hizo que las jóvenes se vieran personalmente con nuevos
ojos y se encendiera en sus corazones el conocimiento del don precioso de la
vocación a la vida consagrada.

Cuando Rabé retornó a la sala donde Catalina conversaba con sus hijas, las
vio enteramente transformadas.

Las chicas, en seguida y sin rodeos, con filial confianza le manifestaron:

- Madre amadísima, conocemos ahora que Jesús es amor. No llama a su


servicio. Hemos decidido ingresar en la Tercera Orden de las Hermanas
Dominicas de la Penitencia...

Rabé inclinó la cabeza y con un gesto de aceptación a la voluntad d Dios,


manifestada a través de Catalina, les dijo:

- Hijas, si Dios las llama a su servicio, adelante.

Las Jóvenes convencidas de cuanto les había revelado Catalina optaron por
renunciar a sus comodidades y vanidades, y sin rodeos postularon a la vida
consagrada en la comunidad de las Hermana Terciarias de la Penitencia de
Santo Domingo.

Cuando Jacobo, el hermano mayor de las jóvenes, se enteró de que sus


hermanas habían ingresado a la comunidad de las Hermana Dominicas de la
Penitencia, explotó como un volcán, y pidió a su hermano Mateo que le
siguiera. En el camino le dijo:

- “Las traigo aquí y las encierro en el Castillo si no dejan esa tontadas y no


vuelven a ser lo que eran”.
Las bellas hermanas Ghinocca y Francisca eran el orgullo de la familia
Tolomei. En aquellos tiempos las familias feudales se preocupaban en casar a
sus hijas con varones insignes y ricos.

Jacobo atribuía a Catalina, hija del tintorero de Fonte Branda, a quien llamaba
la “maga”, la decisión de ingresar a la institución re1igios de las Hermanas de
la Penitencia.

Cuando la gente se enteró de la consagración religiosa de las conocidas


jóvenes, moradoras del palacio Tolomei, comentaban admiradas, diciendo:

- “Es un milagro”.

Jacobo era un hombre violento y orgulloso, quería ver a sus hermanas casadas
con varones ricos y poderosos. En el camino le decía a Mateo:

- “Ahora voy y hago trizas las túnicas que se han puesto encima”.

Mateo, en esos momentos de arrebato, en tono gracejo, le sugirió:

- “Habla primero con Catalina, y luego te confiesas”.

Jacobo reaccionó y a gritos le respondió:

- ¿Confesarme yo? ¿Ponerme yo de rodillas delante de los sacerdotes?... De


ninguna manera.

Rabé, su madre, sabiendo lo violento que era Jacobo, advirtió a Catalina que
estuviera precavida. Catalina llamó entonces a fray Tomás de la Fonte quién no
tardó en llegar al palacio en compañía de fray Bartolomé. Jacobo y su familia
conocían a fray Tomás, lo cual facilitó una conversación fluida.

Lo primero que pidió Jacobo a los frailes, fue que sus hermanas dejaran el
hábito y que volvieran a vestir con lujo y de acuerdo a las vanidades a que
estaban acostumbradas.

Entre tanto, allá lejos, en la comunidad de las Hermanas de la Penitencia,


Catalina oraba, para que Dios, Padre misericordioso, le concediera a Jacobo la
gracia de la conversión y cambiara sus modos de pensar y actuar.

Cuando fray Tomas y Fr. Bartolomé daban por terminado su conversatorio y se


disponían a regresar a su convento, Jacobo rebosando de alegría, les confesó:

- “iDe acuerdo con lo que me acaban de enseñar!. ‘Estoy contento de que mis
hermanas Ghianocca y Frenciaca, vivan como han elegido vivir”.

Los frailes al escuchar esta proclamación, se quedaron absortos elevaron sus


ojos al cielo dando gracias a Dios, Jacobo al verlos este arrebato espiritual, les
suplicó:
- “Padres. Yo quiero confesarme y quiero ser un buen servidor Dios, y postrado
de rodillas, se confesó”.

En el amanecer de aquel día, Catalina acudió al Palacio de los Tolomei y


recibió la gratísima noticia de la conversión de Jacobo, de cómo había
cambiado de temperamento.

- “Ahora — comentaban - se le ve como el hombre más manso del mundo”.

Esta manifestación visible del amor misericordioso de Dios, logra por


intercesión de Catalina, fortaleció la vocación de Ghianoc y Frenciaca. Su
buena madre, Monna Rabé, atraída por el carriño de sus hijas religiosas y la
singular simpatía de su amiga Catalina ingresó y vistió también el hábito de las
Hermanas Dominicas de Penitencia.

Así, Catalina dio testimonio de su caridad, orando, exhortando llamando a la


conversión.
4.- EL GENIO DE CATALINA

Jacobo de Benincasa, padre de Catalina, era muy acogedor y allegado a los


dominicos Cierto día, Catalina, encontró a su padre conversando con fray
Tomás Cafferini y otros religiosos. Catalina saludó a los frailes visitantes y con
entera libertad intervino en la conversación... Todos la escuchaban admirados
al oírla exponer las verdades divinas que salían de su boca. Pues no
imaginaban escuchar una conversación tan persuasiva y una voz tan viva en su
decir.

Su mirada llegaba a todos como rayos de sabiduría y su voz sonaba


singularmente agradable y penetrante. De este feliz encuentro, los frailes
visitantes se llevaron un grato recuerdo, como si hubieran recibido una reliquia
de Catalina. G. D’Urso escribió:

“El genio de Catalina consiste en saber ver los horizontes de extensión


inmensa que están delante de todos, más que no todos contemplan; en
concebir su acción en términos mundiales, en forjarse una expresión, un estilo
que llega hasta las profundidades que pocos saben explorar.., los genios como
Catalina tienen en sí cierta cosa que les hace responder a los estímulos,
naturales y sobrenaturales, de una manera que supera los límites del tiempo y
del ambiente, que intuye lo que el ojo común no ve, que fija al espíritu propio
metas ordinariamente desconocidas y no buscadas” (y. G. D’Urso, genio de
Santa Catarina).

Fray Lazarino de Pisa, religioso franciscano, era un distinguid profesor de


filosofía en Siena. En conversación con sus amigos, laicos y religiosos, llegó a
su oídos el buen nombre de Catalina de Siena; k virtudes y enseñanzas
místicas que la caracterizaban, y los ayunos penitencias que practicaba.

Cierto día, Fr. Bartolomé Domenici, dominico, iba de camino a visita a Catalina
y casualmente se encontró con su amigo Fr. Lazarino, sin rodeos le comunicó
que iba a visitar a Catalina.

- Vamos- le dijo- conocerás a la joven Catalina.

Fr. Lazarino accedió gustoso a la invitación de su amigo; llamaron las puertas


de los Benincasa y Catalina se dio con la sorpresa de v a Fr. Bartolomé y a un
fraile franciscano. Los recibió con alegría luego los invitó a sentarse en los
bancos, y ella, a su vez, se sentó en el suelo, como era su costumbre.

Fr. Lazarino, con cierto aire de curiosidad preguntó a Catalina:


- “He oído mucho hablar de tu santidad y de la gran inteligencia que Dios te ha
dado para interpretar la Sagrada Escritura...

Catalina le corto el discurso y le dijo:

- También estoy contenta de verlo. Espero que el Señor lo mandara aquí, para
enseñarme también algo, y ayudar a mi pobre alma. L ruego que lo haga por
amor de Dios.

Fr. Lazarino, callado se puso en pie y sin gastar palabra, se despidió


prometiéndole:

- Volveré a una hora más conveniente.

Llegó la noche de aquel día y Fr. Lazarino se sintió profundamente turbado;


percibía algo que Dios le pedía. Llegó el alba... el medio día... y la tarde,
preguntándose a sí mismo:

- ¿Qué dije ayer...?

Hizo memoria de su diálogo con Catalina y de cómo la escuchó con disimulo y


sutil desconfianza. Después de discernir sobre sus modos de pensar y juzgar,
respondió a lo que Dios le pedía mediante su sierva Catalina. Al día siguiente,
Fr. Lazarino volvió a entrevistarse con Catalina y le dijo:

- Hasta ahora yo no conocía más que la corteza del cristianismo, tú posees el


meollo.

Catalina le respondió:

- “El camino de la salvación es pisotear la vanidad y los aplausos del mundo, y


esforzarte en seguir el ejemplo de Nuestro Señor

Jesucristo y el de tu bienaventurado padre San Francisco”.

Con esta respuesta, Fr. Lazarino, aquel mismo día, se convirtió en discípulo de
Catalina y se incorporó en la comunidad de los Catarinianos.

Cartotti Oddasso escribió:

“La característica del cenáculo catariniano es la pertinencia de gran parte de


sus compañeros, a la gran “inteligencia” de la sociedad de su tiempo... como lo
prueban las numerosas cartas dirigidas por Catalina a varios de sus discípulos.
Entre ellos se distinguieron notables teólogos, políticos eminentes, juristas,
artistas, hidalgos cultos y damas nobles, pertenecientes a las familias de Siena,
Florencia, Luca, Pisa, Nápoles...”
1.- ORACIÓN, CONTEMPLACIÓN Y PENITENCIA

Las hermanas Terciarias Dominicas de la Penitencia de Santo Domingo, vivían


unidas en el ideal dominicano, fundamentado en la oración, el estudio y el
anuncio de la Palabra de Dios, allí donde no era anunciada.

Catalina llegaba a los papas y reyes, a ricos y pobres, a nobles y plebeyos, a


laicos y religiosos, con entera libertad de espíritu, así lo demuestran sus
numerosas cartas. A todos llegaba dejando sentir la “plenitud de su espíritu de
caridad”.

Estas características en la vida de Catalina, eran presididas por severas


penitencias, mediante el ayuno, la abstinencia y el uso de cilicios vestía hábito
de lana con faja enjoyada con puyas de hierro, con buen propósito de percibir
de alguna manera los azotes y coronación de espinas que sufrió Jesús en su
dolorosa pasión. Más aún, dormía pocas horas de la noche y el resto de las
horas nocturnas las pasaba en oración y contemplación de los misterios de
Dios...

La vida ascética y mística de Catalina, es una clara manifestación su profunda


adhesión a Jesucristo sufriente y a la voluntad de Di Padre, dando lo mejor de
sus posibilidades humanas, conforme se daba a entender el Señor, en sus
horas de oración.

Fray Raimundo de Capua, director espiritual de Catalina, escribió:

- “Las penitencias de Catalinas más que costumbre ascética, es el resultado de


una plenitud de espíritu”.

A todos llegaba con sabiduría y prudencia, dándoles a conocer la voluntad de


Dios: No hay forma de explicar cómo una mujer sin instrucción, haya tenido la
audacia de escribir y enviar numerosos mensajes a los papas, reyes,
cardenales, superiores religiosos y familiares. Lo cierto es que llegaba a todos,
haciendo luz con la lámpara de la verdad y el fuego ardiente de su caridad sin
fronteras.
2.- EN LA ESCUELA DEL ESPIRITU SANTO

La casa de sus padres era espaciosa, con su huerto y jardín.

Catalina, en sus ratos de oración y penitencia, se recogía en un rincón del


huerto, lejos de todo bullicio. Aquel rincón elegido, Catalina lo convirtió en la
celda de su alma.

Uno de los biógrafos escribió:

- “En la escuela del Espíritu Santo comenzó a comprender que era necesario
reservar al Creador toda la pureza del cuerpo y de alma; para ello (Catalina) no
anhelaba otra cosa que conservar la pureza virginal”.

Catalina, en la celda de su alma, meditaba profundamente en este misterio y


avivaba en su mente y corazón, su consagración a Dios. Para fortalecer su
consagración, puso en práctica la vida ascética, privándose de las delicias de
las comidas y bebidas abundantes.

Practicaba penitencias rigurosas, implorando la misericordia de Dios, por la


conversión de los pecadores, la salvación de las almas y la paz en el mundo.
Cafferini dio este testimonio:

“... y he visto en Siena que la virgen (Catalina) se servía siempre de tablas


como lecho, sea que estuviese sana o que estuviese enferma...”
3.- RECONOCÍA SU PROPIA NADA FRENTE AL SER D DIOS.

Catalina, en sus horas c recogimiento, oraba en celda interior, postrada de


rodillas discernía sobre los planes de Dios, en los que quería comprometida.
Jesús crucificado era el imán divino que la atraía y revelaba las rivalidades en
las que vivía la jerarquía eclesiástica. Las rivalidades entre los cardenales en
su mayoría franceses y R cardenales italianos, tenía esclavizado al Papa en
Aviñón.

En el fondo del corazón de Catalina bullía el anhelo de ver reformada y unida la


Iglesia y la paz en Italia, Francia y otros países europeos. A. Morta comenta:

- Catalina “llevaba una vida monástica, de soledad y silencio entregada


enteramente a la oración, meditación y penitencia. En su soledad interior el
Señor, le revelaba el conocimiento de misma y del trato habitual con Dios...”

A pesar de los limitados conocimientos culturales de Catalina, Dic Li tenía


destinada para ejercer un apostolado de acción política Diplomática en bien de
la Iglesia. En sus encuentros íntimos con Señor, reconocía su propia nada,
frente al Ser de Dios. Así mismo, se sentía identificada con el amor de Dios y
urgida a darse a Dios para realizar los proyectos de unión en la Iglesia y de paz
en el mundo.

Dios le reveló su voluntad, dándole a conocer dónde y cómo quería que


cumpliera su mandato. Le dijo:

- “Hija, hay en el mundo un gran número de almas que yo quiero que se salven
y que se salven por medio de ti. Para este fin: Vete por tu camino; ve con buen
ánimo. De aquí en adelante es mi voluntad que cambies de modos de vivir. Ya
no estarás más encerrada en tu celda; andarás en cambio, por el mundo para
ganarme almas a Mí.

- “Te moverás de ciudad en ciudad, como Yo te impondré, vivirás entre la


multitud y hablarás a la gente. Yo enviaré a algunos a ti, y a ti te enviaré a
otros... Sé pronta en obedecer...” dijo Dios, y Catalina puso por obra las
palabras del Señor.
4.- CON ALEGRÍA CARGÓ CON LA CRUZ DE LAS TENTACIONES

El recuerdo de las distracciones mundanas y vanidades femeninas que en su


adolescencia le imponían su madre y su hermana Buenaventura, atormentaba
a Catalina. En medio de esta tormenta (spiritual, acudía con perseverancia a la
oración y meditación de los tormentos que sufrió Jesús en su pasión.

En lo profundo del corazón de Catalina estaba el Santo anhelo de ser fiel a su


Divino Esposo, Cristo Jesús.

El Señor respondió al anhelo de su elegida y le dejó escuchar su palabra:

“Hija, sabes quién eres tú y quién soy Yo? Si llegas a conocer estas dos cosas,
serás feliz. Adquirirás sin dificultad, toda gracia, verdad y luz”.

Catalina le respondió:

- “Confio en ti, Señor, y no en mí...

- Jesús insistió: - “Si quieres adquirir la virtud de la fortaleza, imítame...”

Catalina acogió con gozo la amonestación de Jesús y desde aquel día, con el
vigor de su fe y confianza en el Señor, cargó con alegría la cruz de las
tentaciones que la asediaban, y en el fragor de esta tormenta espiritual, repetía
una y otra vez:

- “Confio en Ti, Señor, y no en mí.

Con la fuerza de la gracia de Dios, no se dejaba vencer por las tentaciones.


Antes bien, con humildad y prontitud respondía a los planes de Dios, en los que
la quería comprometida, como embajadora diplomática, ante los papas, reyes,
príncipes y superiores de los institutos religiosos. Para cumplir esta delicada
misión de embajadora, Catalina intensificó su vida de oración, meditación y
penitencia. Se preguntaba a sí misma:

- “Buscas consuelo, o más bien, a Dios?

Dios pide todo, para dar todo...”

Cierto día, en lo más íntimo de su contemplación, Jesús se dejó ver crucificado,


y desde lo alto de la cruz le dijo:

- “Hija mía, Catalina ¿ves cuánto he padecido por ti? Pues no te desagrade,
padecer por Mí”.

Entonces Catalina le pregunta:

- “Señor ¿Dónde estabas cuando mi corazón era atribulado con tantas


tentaciones?
Y Jesús le responde:

- Estaba en tu corazón...

Este encuentro íntimo con Jesús crucificado, fortaleció su fe y entrega a la


delicada misión de embajadora ante los papas y magnates de Italia, Francia y
otros países europeos.
5.- “HIJA MÍA, YA TE VEO MUERTA”

Catalina llevaba una vida reservada, y cuidaba que nadie se enterase de sus
penitencias y obras de caridad. Pero, “No hay nada oculto que no se llegue a
saber”, dice el Señor.

Lapa, cierto día se asomó al cuarto de su hija y pudo ver y constatar los
instrumentos con los que se mortificaba y unas tablas tiradas en el suelo, sobre
las que dormía.

Lapa, a impulsos de su amor de madre, irrumpió en llanto y en un gesto de


angustia, le dijo:

- “Hija mía, ya te Veo muerta. ¡Cierto! ¡Cierto!...

- Así te estás matando... ¡Pobre de mí!

Tirándose de los cabellos y lamentando a gritos, como si viera muerta a su hija,


le suplicó:

Hija mía, por favor, lleva tu cama a mi dormitorio...

Catalina comprendiendo la angustia que afligía a su madre, le respondió:

- “Madre amadísima. Sí, haré lo que tú quieres de mí...!

Entonces cargó sobre sus espaldas las mantas y llegando al dormitorio, armó
su camastro, cerca al catre de su madre. Llegada la noche oraba y luego se
acostaba. Cuando veía que su madre estaba dormida, se levantaba y en
silencio, oraba de rodillas.

Lapa, con su amor tenaz de madre, buscaba la manera de que Catalina se


distrajera y se alejara de las crueles penitencias que practicaba. Par apartarla
de ese misterioso ascetismo, la sacaba de casa a pasear...

Catalina soportaba estas pruebas no con amargura, sino con gozo’ optimismo,
haciendo suyas las palabras de San Pablo:

- “Para mí las persecuciones, cárceles, azotes y palizas que me dan por la


causa de Cristo, son nada, porque con mis padecimiento estoy ayudando a
Cristo a llevar su cruz... Cristo vive en mí y yo en Él...”
1. ERA GENEROSÍSIMA CON LOS POBRES

Catalina no esperaba a los pobres en casa, ella iba a su encuentro,


principalmente al encuentro con los indigentes. Su biógrafo Fr.

Raimundo de Capua, comenta:

“Era generosísima con aquellos que estaban verdaderamente necesitados, aun


cuando no le hubiesen pedido”...

En cierta ocasión se encontró con una señora viuda y en necesidad de no tener


con qué saciar el hambre de sus hijos. Catalina le preguntó la dirección de su
casa, y al día siguiente, se levantó temprano y en un costalillo metió todos los
cereales que tenía a su alcance; al levantar el costalillo, le faltaban fuerzas
para echárselo a las espaldas. Entonces imploró a su amadísimo Señor
Jesucristo, y el Señor le respondió dándole fuerzas para levantar y llevar el
fardo.

Para que nadie se enterase, temprano se puso en camino a casa de la viuda


pobre. Apenas llegada, con paciencia descargó de sus espaldas el costalillo; lo
colocó bajo el umbral de la puerta; y luego dio unos golpes a la puerta y se
retiró. . .Cuando la viuda abrió la puerta para ver quién llamaba, y se dio con la
grata sorpresa de ver un costalillo lleno de productos de pan llevar, entonces
corrió en pos de su benefactora, le dio alcance y desbordando de alegría, la
abrazó y después de compartir unos minutos de conversación, Catalina se
despidió recomendándole que no contara a nadie su obra de caridad.

Tan grande era la humildad de Catalina que cuidaba de que nadie se enterase
de lo que hacía, en bien y provecho de los pobres. De esta manera ponía en
práctica la enseñanza de Jesús.

- “Cuando ayudes a un necesitado, no lo publiques.., que tu mano izquierda no


sepa lo que hace la derecha. Y tu limosna quedará en lo secreto y tu Padre que
ve lo secreto, te premiará”

(Mt. 6, 2-3)

Ante las muestras de afecto y satisfacción de la viuda, Catalina, en tono


familiar, le dice: “a Dios no le agradan los halagos... Anda en paz.”
2.- Y LE ENTREGÓ SU MANTO AL MENDIGO

Catalina haciendo uso de la facultad que su padre Jacobo le había dado para
disponer libremente de algunas telas de su taller, no tuvo a menos socorrer a
los pobres, cuando llamaban a las puertas de su caridad.

En cierta ocasión, de paso por la calle, salió a su encuentro un mendigo


andrajoso, suplicándole que le proporcionara un manto para abrigarse en
noches de frío. Catalina, sin rodeos, le respondió:

- “Espérame. Te lo traigo enseguida”.

A paso ligero llegó a su casa, se quitó el abrigo que llevaba bajo su capa y
regresó veloz al encuentro del mendigo que la esperaba Y le entregó el abrigo
que necesitaba. El mendigo besó el manto y con el rostro rebosante de gozo,
agradeció a su benefactora.

Catalina, en lo íntimo de su corazón, se sentía más cerca de Dios y cuanto más


le manifestaba su amor, se sentía con más fuerzas para amar y servir a los
pobres, necesitados, enfermos, y marginados. En su oración le pedía al Señor
“gozar más del bien de los Otros, que entristecerse del propio”. Se apenaba
más de los daños que padecían los pobres que de cualquier desgracia que le
pudiese acaecer a ella.
3.- ESTE POBRE ¿NO SERÁ JESÚS?

El mendigo ya mencionado, salió otra vez al encuentro de Catalina y le pidió,


esta vez, la limosna de una camisa de mangas largas. Catalina volvió a casa,
tomó la camisa de uno de sus hermanos y se la entregó amablemente.

Aprovechando este repetido encuentro, el mendigo le dice:

-“En el hospital tengo un compañero que tampoco tiene con qué abrigarse, ¿no
podría usted proporcionarle alguna ropa? yo se la llevaré.

Catalina guardó silencio y en el interior de su corazón se preguntaba a sí


misma:

-Cómo negar una limosna a un pobre?...

Surgió esta inquietud en su corazón, porque ya no tenía qué dar. Pues todo lo
que tenía lo había dado a otros mendigos. Ante esta situación apremiante,
Catalina le respondió con respeto y prudencia:

- Mira, amigo mío, si yo pudiera privarme del vestido que cubre mi desnudez,
de buena gana te daría lo que mc pides; pero no lo puedo hacer. No lo lleves a
mal.

El mendigo sonrió y le dijo:

- Ya veo que me has dado todo cuanto podías...

Estas palabras del mendigo impactaron fuerte en Catalina y se preguntaba:

- ¿Este pobre no será Jesús?

En la noche de aquel día, cuando Catalina oraba, se le apareció Jesús en la


figura del mendigo, llevando en sus manos la ropa que le había dado, y ahora
la veía bellamente adornada con joyas preciosas. Jesús le preguntó:

- ¡Conoces esto, hija mía queridísima?

Respondió:

- Si, Señor; pero cuando yo la entregué, no la entregué como la veo ahora.

Jesús le replicó: - Porque ayer cubriste mi desnudez, yo te daré un vestido que


abrigará tu cuerpo y tu alma...”

Con esta revelación de Jesús, se cumplió en Catalina el anuncio del

Evangelio: “-Vengan benditos de mi Padre a poseer el Reino de los

Cielos.. .Porque estaba desnudo y me cubriste.” (Mt. 25, 34-36)


4.- SIN TEMORES VISITABA A LOS ENFERMOS EN LOS HOSPITALES

La preferencia de Catalina era visitar a los enfermos. En la ciudad de Siena, había


varios hospitales, entre los cuales se distinguían el Hospital de Santa María de la
Escala y el Hospital de San Lázaro. El Hospital de San Lázaro era el refugio
obligado de los enfermos afectados por el mal de la lepra. Pocas eran las personas
caritativas que se atrevían a acercarse a los pacientes leprosos, por temor a ser
contagiados. Entre estos pacientes estaba una mujer anciana llamada Tecca que
sobrevivía en peligro de muerte, y marginada “por el horror y el hedor de la
enfermedad de Tecca; nadie se atrevía a acercarse para curarla o hacerle
escuchar una palabra de consuelo”.

Cuando Catalina se enteró del abandono en que sobrevivía la anciana Tecca,


traspasó todos los temores y “sin cumplidos”, visitó a la paciente leprosa y se puso
a sus órdenes. Todos los días Catalina llegaba al Hospital San Lázaro, llevando
alimentos y remedios que de alguna manera podían aliviar el hambre y los dolores
de la anciana leprosa. La atención que le prestaba Catalina, era constante y
oportuna, a tal punto, que Tecca se hizo la idea de que Catalina era su
“empleada”.

En cierta ocasión la “empleada” Catalina se demoró en llevarle la comida a su


tiempo. A causa de esta demora, la anciana leprosa la reprendió con ironía,
diciendo:

- “Oh, qué gentil es esta reina que se pasa el día en la Iglesia de los hermanos...”

Catalina le respondió con dulzura

-“Madre buena, por amor de Dios, no se irrite. Aquí tiene usted la comida...

Aquel día, al caer de la tarde, Catalina volvió a casa y, Lapa su madre, la recriminó
diciendo:

- “Tanto frecuentas a una leprosa que vas a coger la lepra... ya verás...

Catalina con filial cariño, le respondió:

- “Cómo puedo abandonar a una anciana enferma....

Lapa comprendió y con su silencio consintió que continuara asistiendo a la anciana


leprosa. Pasaron los días, sin cansancio ni fatigas y en un amanecer inesperado,
Catalina se vio con las manos manchadas con la lepra. Esta prueba, predicha por
su madre, no impidió que continuara asistiendo a la anciana leprosa. Por fin, llegó
el día, en que Tecca, en presencia de Catalina, expiró. Murió. En ese trance
doloroso, la mudó de vestido y la acompañó en su entierro, orando por su eterno
descanso.

Este paso fue el día y la hora señalada, para que Dios hiciera gustar a Catalina su
amor misericordioso. Las manchas blancas de sus manos desaparecieron y no
volvieron a aparecer más.
5.- LA ANTIPATÍA NO ROMPÍA EL HILO DE SU CARIDAD

Palmerina era una dama benefactora del Hospital de la Misericordia, situado en


la calle Sapienza, en Siena. Siendo ya anciana ingresó en la comunidad de las
Hermanas Dominicas de la Penitencia, y allí conoció a Catalina. Antes de
ingresar a esta comunidad religiosa donó generosamente sus bienes al
Hospital de la Misericordia.

Palmerina, empezó a integrarse a la vida consagrada de las Hermanas


Dominicas, pero no le cayó en simpatía la joven Catalina. Con palabras, y
actitudes desagradables empezó a demostrarle su hostilidad y rechazo. Estas
muestras de antipatía no rompieron sin embargo el hilo de la caridad de
Catalina. Fray Raymundo de Capua, confesor y Director espiritual de Catalina,
escribió:

-“La frecuente hostilidad entre una generación y otra, y en este caso, entre una
vieja, acaso demasiado rígida y estrecha en sus pensamientos y modos de ser,
y una joven toda fuego y de una profunda actividad de espíritu”, afectó e influyó
mucho en la unión fraterna de la comunidad.

Catalina trataba de limar esas asperezas con ingeniosa caridad y no lo


conseguía. Sufría por la falta de amor fraterno en aquella mujer anciana. Le
preocupaba que una cohermana consagrada le demostrara tanto rencor. Oraba
al Señor suplicándole que hiciera luz en el corazón de la anciana.

Llegó el día en que Palmerina, enfermó. Fue una ocasión para que Catalina,
con solicitud y cariño reduplicara su atención y cuidado a la enferma. Con una
sonrisa le demostraba su caridad, y la anciana enferma se sentía agraviada
con estas expresiones de cariño y, sin tener en cuenta que se acercaba el día
de su muerte, la miraba con mayor sequedad. Fray Raymundo comenta:

- “La anciana... estaba retenida y ligada por un extraño y oculto vínculo con el
diablo...

Catalina temblaba de horror y pensaba que ella era la culpable y en sus ratos
de oración, con llanto se decía a sí misma: “Qué habré hecho contra ella sin
darme cuenta?; y suplicaba a Dios con lágrimas por Palmerina agonizante, y en
el colmo de su tristeza le suplicaba diciendo:

“Señor, si no me concedes / misericordia por mi hermana, no me muevo de


aquí; me sacarán muerta”.

Catalina no tardó en ver cumplido su anhelo. A su enemiga la encontró


jadeando y con dulzura dijo:

- “Catalina, quiero confesarme...

Fray Raimundo escribió este testimonio:


- “Con profunda contrición de corazón, acusó sus pecados y recibió la
Eucaristía y la Unción de los enfermos. Luego entornó los ojos y agachó la
cabeza; era otra Palmerina, una dulce moribunda que sonreía con la paz del
Señor. Catalina daba gracias a Dios llorando de felicidad”.

La actitud caritativa y fraterna de Catalina, trae a la memoria de sus


admiradores la actitud misericordiosa de Jesús crucificado en la cruz,
manifiesta en estas palabras:

- “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen!. (Lc. 23,24).


6.- CATALINA ORÓ Y CONSIGUIÓ LA CONVERSIÓN DE ANDRÉS, UN
HOMBRE RICO.

En la ciudad de Siena vivía Andrés de Naddino de los Bellontis, hombre muy


rico, dueño y señor de muchos bienes materiales. En la ciudad era conocido
por sus maldades, vicios y blasfemias.

En setiembre de 1370 cayó gravemente enfermo y a pesar de la permanente


atención médica, de día en día empeoraba y se asomaba el día de su muerte.

En esta situación los padres de Andrés y su mujer acudieron al Párroco para


que lo confesara y administrara los sacramentos. El enfermo al ver al
sacerdote, sonrió y a ratos reía sarcásticamente.

Rechazaba de esta manera la oportunidad que Dios le daba de confesar sus


pecados y cambiar de vida.

Una vez más, sus padres acudieron al sacerdote fray Tomás de la Fonte,
confesor de Catalina y el enfermo se resistió al llamado que Dios le hacía a la
conversión. Fray Tomás de vuelta a su convento, toco la puerta de la casa de
las Hermanas de la Penitencia, habló del caso, con Catalina y le recomendó
orar por la conversión del enfermo.

Catalina revestida del amor misericordioso de Dios, suplicaba de rodillas ante


Jesús crucificado, por la conversión de Andrés, y escuchó la voz del Señor que
le decía:

- “Ha blasfemado de Mí y de mis santos, ha arrojado al fuego la tabla pintada


con la imagen de mi Santísima Madre... y ha pisoteado mi imagen crucificado”.

A pesar de esta revelación sobrenatural que clamaba justicia, Catalina con


entera confianza en la misericordia y el perdón de Dios, insistía en alcanzar la
gracia de la conversión del pecador enfermo. Oraba repitiendo las palabras del
Salmo 129:

- “Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿Quién podrá resistir?

Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto, Señor, escucha mi voz que
soy un pecador”. (Salmo 129, vs 2-3)

Aquel mismo día acudió a visitar al enfermo y acercándose al camastro del


enfermo moribundo lo exhortó diciendo:

- “Por qué no quieres confesar tus pecados?

Mira, se acerca la hora de tu muerte.

- Dios es un Padre misericordioso; siempre pronto a perdonar si confiesas tus


pecados”.
Dios escuchó la súplica insistente de Catalina, e infundió en el corazón del
enfermo la gracia de la conversión. Entonces, el enfermo moribundo con voz
angustiosa suplicó a Catalina:

- “Llama, llama un sacerdote. Oigo la voz de Cristo que me dice:

- Confiesa tus pecados...

Inmediatamente Catalina llamó al sacerdote Andrés y con profunda


compunción, confesó sus pecados y dictó su testamento repartiendo con
justicia sus bienes y riquezas.

Andrés de Naddino cristiano, antes rebelde, altanero y blasfemo, acabó su vida


confesando sus errores y gustando el amor, el perdón y la misericordia de Dios,
que dice:

- “No quiero la muerte del pecador sino que se convierta y viva...”


1.- “CATALINA, DAME UNA SEÑAL”

El emperador alemán Enrique VII, pretendió instituir una monarquía universal.


Para satisfacer su ambición política, invadió el país de Italia y en él, los Estados
Pontificios que comprendían los ducados de Toscana, Luccas, Ferrara,
Mantua, Parma, Plasencia, Reggio, Modena, Ligura y la misma Roma.

La lucha encarnizada del invasor alemán, motivó para que el Papa Clemente V
(1305-1314) pidiera apoyo a Francia. A partir de este acontecimiento histórico
los Papas empezaron a emigrar y residir en Aviñon (Francia). El Papa
Clemente VI (1342-1352) pagó una fuerte suma de dinero, para adquirir la
ciudad y el condado de Aviñon, en la que ya residían los Papas.

Transcurridos setenta y cinco años en Aviñón, el Papa Urbano y fue ungido con
el apoyo de algunos cardenales italianos e intentó trasladar y fijar nuevamente
la Sede Pontificia en Roma. Dio los primeros pasos, llegó a Roma, pero luego
desistió y volvió a Aviñon, donde murió el año 1370.

En aquellas circunstancias, el cardenal Pedro Roggerio de Beacefort, de origen


francés, pensó y se dijo a sí mismo:

- Si Dios permite que me elijan Papa, trasladaré definitivamente la Sede

Pontificia a Roma.

Efectivamente, después de la muerte de Urbano V, el Cardenal Pedro


Roggerio, fue elegido Papa con el nombre de Gregorio XI. Entonces el conde
gobernador del “Estado Pontificio” de Florencia, envió a Catalina como
Embajadora, para que, con el filo de su palabra evangélica, impulsara al Papa
Gregorio a trasladar la Sede Pontificia de Aviñón a Roma, sede original de los
Papas.

Cuando Catalina llegó a Aviñón, sin temor y sin oposición alguna, se entrevistó
con el Papa Gregorio y, con todo respeto, pidiéndole perdón por su audacia, le
recordó aquello que había prometido a Dios. El Papa Gregorio sorprendido y
dudando sobre lo que Catalina le recordaba del voto hecho a Dios, le dijo:

- “Dame una señal de que Dios lo quiere...”

Catalina le respondió:

- Dulcísimo Padre, ¿Qué más prueba quieres que el voto que hiciste a Dios el
día de tu coronación?... ¡Ya, vamos. Vuelve a Roma!

El Papa Gregorio tomó en serio la revelación sobrenatural que Catalina le hizo


y, por encima de la fuerte oposición de los cardenales franceses, dejó Aviñón y
emprendió el viaje a Roma, en compañía de su consejera.
2.- “QUIERO QUE OS ENAMORÉIS DE LA VERDAD”

El Papa Gregorio XI que tuvo el valor de trasladar la Sede Pontificia de Aviñón


a Roma, murió a la edad de cuarenta y seis años, la noche del 28 de marzo de
1378, profundamente afligido por las revueltas dramáticas en Florencia.

Los cardenales muy preocupados dialogaban y se consultaban quién podría


ser el sucesor de Gregorio XI, y no llegaban a un acuerdo.

Entonces recurrieron al parecer de los clérigos y personajes notables, y el 7 de


abril de 1378, se congregaron 23 cardenales en el Vaticano, sin contar a seis
que se habían quedado en Aviñón.

De los cardenales congregados once eran franceses, de los cuales cuatro


estaban de acuerdo en elegir Papa a un italiano. La mayoría de la Asamblea
puso sus ojos en dos prelados italianos: en Bartolomé, Arzobispo de Bari y en
el Cardenal Prignano.

La Asamblea procedió a la votación y resultó elegido Bartolomé, Arzobispo de


Bari, y fue coronado el día de Pascua, 18 de abril, en San Juan de Letrán, con
el nombre de Urbano VI. Luego expidieron cartas a todos los soberanos de
Europa dando a conocer la elección del nuevo Papa, e hicieron llegar también
la noticia a los cardenales franceses que se quedaron en Aviñón.

Urbano VI pronto dejó escuchar su voz pastoral. Sobre todo, remarcó las lacras
que afligían a la Iglesia. El Prior de la Gorgonia, Bartolomé Jafarini dirigió una
carta a Catalina, dándole a conocer que el Papa

Urbano era muy severo, le dice:

- “a pesar de todo, procura abiertamente quitar las Simonías, y las grandes


pompas que reinaban en la Iglesia de Dios, y muestra por su ejemplo, que vive
moderadamente en su corte.”

Este aviso intempestivo, motivó a Catalina a escribir una carta al Papa Urbano
VI, suplicándole “dar la vida por sus ovejas”. Le dice:

- “Dulce Padre, yo Catalina, sierva y esclava de los siervos de Jesucristo, os


escribo en su preciosa sangre; con el deseo de veros fundado en la verdadera
y perfecta caridad, para que, como pastor bueno, pongáis la vida por vuestras
ovejas.

Y verdaderamente, Padre santísimo, solo aquel que está fundado en la caridad


es el que se dispone a morir por amor de Dios y la salvación de las almas, ya
que está privado del amor propio de sí mismo. Porque aquel que está en el
amor propio, no se dispone a dar la vida; y no solo la vida, mas ni una pequeña
cosa parece que quiera soportar; ya que siempre teme por si, esto es, que no
pierda la vida corporal y los propios consuelos. De donde lo que hace, lo hace
imperfectamente y corrompido, porque está corrompido su afecto principal, con
el cual actúa. Y en todo estado obra poco virtuosamente, sea pastor o súbdito.
Mas el pastor que está fundado en la caridad verdadera, no obra así...

Ni, con todo, afloja el fuego del santo deseo, y no quita de sí la margarita de la
justicia, que lleva brillante en su pecho y unida con la misericordia. Ya que, si
hubiese justicia sin misericordia, estaría con las tinieblas de la crueldad, y más
bien sería injusticia que justicia; y su misericordia sin justicia sería en el súbdito
como un ungüento sin quemarla, se corrompe más bien que sana. Mas, unida
juntamente la una y la otra, da su vida en su prelado, en el que ella reluce; y
salud al súbdito, si él no fuese ya miembro del demonio que de ningún modo se
quisiese corregir”. “Quiero, pues, dulce Padre mío, que os enamoréis de la
verdad, para que el santo principio que tuvisteis, conociendo que la Esposa de
Cristo tenía necesidad de un bueno y santo pastor (y por esto os expusisteis a
todo sin temor), para que esto, pues, se vea en vos por obra con
perseverancia, yo os ruego que estéis al oído de Cristo en la tierra para hacerle
oír continuamente esta verdad; de suerte que en esa verdad reforme a su
Esposa. Y decide con corazón viril, que la reforme con santos y buenos
pastores en obra y en verdad, no solamente con el sonido de la palabra; ya
que, si se dijese y no se hiciese, esto no sería nada. Y si no se hiciesen buenos
pastores, jamás cumpliría su deseo de reformarla. Quiera, pues, por amor de
Cristo crucificado, con esperanza y dulzura desarraigar los vicios y plantar la
virtud, según su poder”.
3.- CATALINA ANTE EL CISMA, SUPLICA A LOS CLÉRIGOS FIDELIDAD Y
OBEDIENCIA AL PAPA

Las peleas diplomáticas entre los países europeos y las disputas entre el Papa
Urbano VI y los cardenales, sobre el tema de las “Constituciones” promulgadas
para reformar las normas de vida del sacro Colegio, y principalmente la
“Ponencia” de trasladar nuevamente la Santa Sede a Aviñón; de día en día fue
debilitando la unión “principio de la vida de la Iglesia”.

Los cardenales descontentos, de una y otra forma, le dejaban sentir su ojeriza


al Papa Urbano. Los cardenales italianos, por algún tiempo, fueron Heles al
Papa Urbano, pero luego se arrimaron a los cardenales descontentos, entre
ellos el español Pedro de Luna que fomentaba el descontento, decía:

- “. El Papa Urbano ha sido elegido únicamente por temor a la furia popular; por
ello su elección es inválida...”

Por fin, el 20 de setiembre de 1375 los cardenales descontentos eligieron como


“antipapa” al cardenal Roberto de Ginebra, tomando el nombre de Clemente
VII, con residencia en Aviñón (Francia). La elección del antipapa fue difundida
luego, en las cortes de los soberanos europeos, príncipes, diplomáticos y
militares.

Ante este drama doloroso que alteró gravemente la unión de la Iglesia, Catalina
estuvo siempre cerca del Papa Urbano, infundiéndole valor y confianza en Dios
que lo eligió para ser el Pastor de la Iglesia universal.

El 6 de mayo de 1379 en carta escrita y dirigida a Carlos VI, rey de Francia que
se adhirió al antipapa Clemente VII, Catalina le da a conocer que la elección
del Papa Urbano VI había sido correcta. En tono enfático le dice:

- “Ellos (los descontentos) se despacharon diciendo haber hecho la elección


por temor de que el pueblo se sublevase, mas no, por temor no eligieron a
Ulises Bartolomé, Arzobispo de Bari, el cual es hoy el Papa Urbano VI. Así lo
confieso de verdad y no lo niego. Aquel que ellos eligieron (el antipapa) lo
eligieron por miedo...; más la elección del Papa Urbano se hizo
ordenadamente, como está dicho”. (Carta 350)

En medio de las fatigas que afligían y mantenían en suspenso al Papa,


Catalina emprendió viaje a Roma, acompañada por siete hermanas de la
penitencia y algunos discípulos.

A su paso por los pueblos, percibió la soledad en que vivían las comunidades
cristianas. Ante esta realidad. Catalina suplicaba a los clérigos responsables de
esas comunidades, que ejercieran su misión como buenos pastores, con
fidelidad y obediencia al Papa Urbano.
El 28 de noviembre llegaron a Roma y Catalina se entrevistó con el Papa...
“quien quiso luego que hablase del Cisma a los nuevos cardenales creados por
él” allí presentes.

Catalina habló inmediatamente a los Cardenales y sin rodeos fue al fondo de la


cuestión:

- “,Qué ejemplo y qué enseñanza ha dejado para todos el Señor Crucificado?...


En este tiempo de cisma, es necesario estar más firmes que nunca, y combatir
al servicio de Cristo en la tierra”...

El Papa y los cardenales quedaron admirados ante la “presencia de una frágil


mujer, en medio de la asamblea”...

El Papa dijo entonces a los cardenales:

- “Ved, hermanos míos, cómo nos hacemos despreciables a los ojos de Dios,
cuando nos dejamos intimidar. Esta pobre mujercita nos avergüenza, y la llamo
así, no por ella, sino por la debilidad de la condición como mujer, que había
podido aterrorizarla aun cuando nosotros hubiésemos estado llenos de valor, ¡y
en cambio, es ella quien nos anima!...

Y en voz alta, Catalina exclamó:

- “Quién podrá temer jamás al Vicario de Cristo, aun cuando el mundo entero
estuviese en contra de él? Él no puede, él no debe jamás-abandonar su
Iglesia”.
4.- CATALINA A LA REINA JUANA:

“ABRID LOS OJOS DEL ENTENDIMIENTO”

De día en día, el Cisma se extendía y el sufrimiento de Catalina se agudizaba más


y más. La estructura de la Iglesia tambaleaba a causa de pruebas tan extrañas y
desatinadas. Este fenómeno se manifestaba en el desconcierto y dudas de fe.
Unos obedecían al Papa de Roma y otros al antipapa de Aviñón. “Los partidarios
de ambos bandos, se enfrentaban en los obispados, abadías, parroquias, familias
y órdenes religiosas”.

Un caso que impacto fuertemente a Catalina, fue la decisión de Juana, Reina de


Nápoles, que simpatizó con la elección del Papa Urbano VI, y andando el tiempo, a
causa de las discusiones y conflictos entre ambos bandos, se declaró partidaria del
antipapa.

En estas circunstancias, Catalina se apresuró a escribirle la carta que


transcribimos a continuación.

- “Abrid, abrid los ojos del entendimiento; y no durmáis más en tanta ceguera. No
deberíais ser tan ignorante ni estar tan separada de la luz verdadera, como para
no conocer la vida malvada sin ningún temor de Dios, de estos que os han metido
en tan gran herejía, pues los frutos que salen de ellos, os manifiestan qué árboles
son.

La vida de ellos os manifiesta que no dicen la verdad; y los consejeros que ellos
tienen entorno, fuera y dentro, los cuales pueden ser hombres de ciencia, pero no
son de virtud; ni hombres cuya vida sea laudable, sino más bien reprensible por
sus muchos vicios. ¿Dónde está el hombre justo que ellos han elegido por
Antipapa, si en realidad nuestro sumo Pontífice el Papa Urbano VI no fuese
verdadero Vicario de Cristo? ¿Qué hombre han elegido? ¿Un hombre de vida
santa? No, sino un hombre inocuo, un demonio; y por esto hace el oficio de los
demonios. El demonio se ingenia para sustraernos a la verdad; y eso hace ese
mismo. ¿Y por qué no eligieron un hombre justo? Porque sabían bien que un
hombre justo habría preferido antes la muerte que haberlo aceptado, porque en
ellos no habría percibido ningún viso de verdad. Y por eso los demonios tomaron al
demonio, y los mentirosos la mentira. Todas estas cosas manifiestan que el Papa
Urbano VI es verdaderamente Papa; y que ellos están privados de la verdad y son
amadores de la mentira.

Y si vos me dijeseis: “Por todas estas cosas mi mente no está clara”. ¿Y por qué
no estáis al menos en el medio? Supongamos que esté clara, cuánto más se
puede pedir. Y si no queréis socorrerlo con los bienes temporales hasta que no
tengáis otra declaración (pues esa ayuda tenéis que prestarle por obligación,
porque nosotros los hijos debemos socorrer al padre cuando él está en necesidad),
al menos obedecedle en las cosas espirituales y en las otras estaos de por medio
(neutral). Mas vos procedéis como apasionada; y el odio y el desdén, y el temor de
perder aquello de que por vos misma estáis privada, el cual lo habéis granjeado
por un maldito repetidor, os ha quitado la luz y el conocimiento; para que no
conozcáis la verdad, obstinada en este mal: y con esta obstinación vos no veis el
juicio que viene sobre vos.

…Bien tienen en la mente que cuando el Papa Urbano VI, verdadero Papa, fue
creado con augusta y verdadera elección, y coronado con gran solemnidad, vos
hicisteis celebrar la fastuosa y gran fiesta, así como debe de hacer el hijo por la
exaltación del padre y la madre por la del hijo. Porque para él era para vos hijo y
padre: padre por su dignidad, a la que ha llegado; hijo, porque era súbdito vuestro,
esto es, de vuestro reino. Y por eso hicisteis bien. Mas, mandasteis a todos que
debiéramos obedecer a su Santidad, como a sumo Pontífice. Ahora os veo
mudada, con la condición de la mujer que no tiene firmeza; y queréis que hagan lo
contrario. ¡Oh pasión miserable! Aquel mal que tenéis en vos, queréis darlo a ellos.
¿Y cómo creéis que ellos os pueden amar y seros fieles, cuando ven que vos sois
un motivo para separarles de la vida y conducirlos a la muerte, de la verdad en
meterlos en la mentira? Los separáis del Cristo que está en el cielo y del Cristo de
la tierra, y los queréis ligar con el demonio, y con el anticristo, amador y anunciador
de la mentira, él y vos, y los otros que le seguís.

No más así, por amor de Cristo crucificado. Con todo esto provocáis el juicio
divino. Duéleme. Si vos no reparáis en la ruina que viene sobre vos, no podéis
escapar de las manos de Dios. Corregid vuestra vida, a fin de que escapéis de las
manos de la justicia, y permanezcáis en la misericordia. Y no esperéis el tiempo;
porque a veces querréis y no podréis. ¡Oh ovejas!, volved a vuestro redil, dejaos
gobernar por el pastor; de lo contrario, el lobo infernal os devorará. Recuperad las
defensas de los siervos de Dios, que os aman de verdad, más que no vos a vos
misma; los buenos, los maduros y discretos consejeros. Porque el consejo de los
demonios encarnados, con el temor desordenado que os han metido por miedo a
perder el estado temporal (que no tiene firmeza y pasa como el viento; que o él
nos deja a nosotros, o nosotros a él por la muerte), os ha conducido allí, donde vos
estáis.

Si no cambiáis de modo, llorad aun, diciendo: “¡Ay de mí, ay de mí”, yo soy quien
me he privado a mí misma de aquello, pues me metieron miedo los consejeros
malvados”. Más aún hay tiempo, carísima madre, de ponerse al abrigo del juicio de
Dios. Volved a la obediencia de la santa Iglesia, reconoced el mal que habéis
hecho, humillaos bajo la poderosa mano de Dios; y Dios, que mira la humildad de
su esclava, os hará misericordia; aplacará la ira que tiene por vuestros pecados.

Mediante la sangre de Cristo os injertaréis y os uniréis a Él con el vínculo de la


caridad, en la cual conoceréis y amaréis la verdad; la verdad os sacará de la
mentira; disiparéis toda tiniebla y os dará luz y conocimiento en la misericordia de
Dios. Por esta verdad seréis liberada de otra manera, no...,, (Carta 317).
5.- LA FUENTE DE LA FIDELIDAD ES LA PIEDAD

CARTA A TRES CARDENALES ITALIANOS

Antes de la elección del antipapa Clemente VII, tres cardenales italianos,


elegidos por el Papa Urbano VI, fueron invitados con halagos a participar en la
elección del Antipapa, prometiéndoles que uno de ellos podría ser elegido
Papa.

Los cardenales invitados se alejaron y no tomaron parte en la citada elección;


pero posteriormente se adhirieron al antipapa Clemente VII. Ante esta
infidelidad, Catalina escribió y remitió una carta a los tres cardenales
invitándolos a guiar y acompañar a las ovejas que estaban bajo la jurisdicción
del Papa Urbano VI, pastor supremo de la Santa Iglesia.

En la carta remitida a “Los tres cardenales italianos”, dice:

- “... ¿Y dónde está vuestra gratitud a esta Esposa (la iglesia) que os ha criado
a su pecho? No veo en vosotros otra cosa que ingratitud:

La cual ingratitud seca la fuente de la piedad. ¿Quién me muestra que vosotros


sois ingratos, groseros, mercenarios? La persecución que vosotros justamente
con los otros habéis hecho y hacéis a esta Esposa, el tiempo que deberías ser
escudos y resistir a los golpes de la herejía. En la cual sabéis y conocéis la
verdad: que el Papa Urbano VI es verdaderamente Papa, Sumo Pontífice,
elegido con elección legítima y no por temor, verdaderamente más por
inspiración divina que por vuestra industria humana. Y así nos lo anunciasteis a
nosotros; lo que era la verdad. Ahora habéis vuelto las espadas como viles y
miserables caballeros: vuestra sombra os ha causado miedo. Os habéis
separado de la verdad, que os fortificaba, y os habéis arrimado a la mentira,
que debilita el alma y el cuerpo, privando de la gracia espiritual y temporal.
¿Quién es la razón de ello? El veneno del amor propio, que ha envenenado el
mundo. Él es el que a vosotros, columnas, ha hecho más débiles que paja. No
flores que dais olor, más un hedor tal que apestáis todo el mundo. No
antorchas puestas sobre el candelero para que dilataseis la fe; mas escondida
esta luz bajo el celemín de la soberbia, hechos no dilatadores, más
contaminadores de la fe, arrojáis tinieblas sobre vosotros y sobre los demás.

Ángeles terrestres debíais ser, puestos para quitarnos de delante el demonio


infernal, y asumir el oficio de los ángeles reduciendo las ovejas a la obediencia
de la santa iglesia; y vosotros habéis asumido el oficio de los demonios. De
aquel mal que tenéis en vosotros, de ese queréis darnos a nosotros,
retrayéndonos de la obediencia de Cristo en la tierra, e induciéndonos a la
obediencia del anticristo, del miembro del diablo; y vosotros con él juntamente,
mientras estéis en la herejía.
¡Oh locos, dignos de mil muertes! ¿Cómo (estáis tan) ciegos que no veis
vuestro mal; y habéis venido a tanta confusión que vosotros mismos os hacéis
mentirosos e idólatras? Porque, aunque fuese verdad (y no lo es, antes yo
confieso que el Papa Urbano VI es el verdadero Papa), más si fuere verdad lo
que vosotros decís, ¿no nos habríais mentido a nosotros, que nos dijisteis era
sumo pontífice, como lo es? ¿Y no le habríais hecho reverencia falsamente,
adorándolo como al Cristo en la tierra? ¿Y no habríais sido simoniacos
procurándoos gracias y usándolas ilícitamente? Sí, cierto. Ahora han hecho al
antipapa, y vosotros con ellos juntamente. En cuanto al acto y al aspecto de
fuera, habéis mostrado así, sosteniendo que os encontrabais allí cuando los
demonios encarnados eligieron al demonio”... (Carta 310)
6.- CATALINA MADRE DE UNA NUEVA FAMILIA RELIGIOSA “LOS
CATARINIANOS”

Con la proclamación del Cisma, Francia, España, Escocia y Alemania, se


adhirieron a la jurisdicción del anti-Papa Clemente VII residente en Aviñon.
Italia, Grecia y países del Medio Oriente, quedaron bajo la jurisdicción del Papa
residente en Roma.

Las consecuencias del Cisma fueron fatales. Se desataron las guerras entre los
estados pontificios y los condados franceses. En esos tiempos los “estados
pontificios” estaban sujetos a la autoridad y al poder político de los Papas,
residentes en Roma.

Catalina consternada por las graves consecuencias del Cisma oraba, y en su


encuentro íntimo con Jesús, la Virgen María y Santo Domingo, implorando la
gracia de ver unida a la Iglesia y la paz en los estados en guerra.

Catalina dialogaba con su confesor y director espiritual, Fr. Raimundo de


Capua, sobre la situación que vivía la Iglesia y el mundo, y dialogaba también
con personas que lamentaban la división de la Iglesia.

En esos trances críticos y de pesar, Catalina abrió dos caminos de encuentro:


un camino para llegar a los promotores de las guerras y atrocidades,
pidiéndoles en nombre de Jesús crucificado, respeto a la Iglesia y a la
humanidad; y otro camino para promover el diálogo con la gente que sufría a
causa de la violencia.

La apertura de Catalina al diálogo y las charlas sobre los problemas que


turbaban la paz y la unión en la Iglesia, despertaron la simpatía de sus
visitantes.

Con frecuencia los vecinos del barrio Fonte Branda veían pasar gente que se
dirigía a la casa de los Benincasa, para entrevistarse con Catalina. Del
encuentro frecuente y el compartir sus inquietudes con esa gente nació la
familia religiosa denominada “Los Catarinianos”. La vida espiritual de Catalina
tenía una irradiación atrayente; seguían sus pasos muchos varones y mujeres
a tal punto, que llegaron a formar una comunidad cristiana ejemplar.

Integraban la comunidad religiosos, religiosas y laicos, entre quienes había


teólogos, filósofos, políticos, juristas y otros, procedentes de los estados de
Siena, Florencia, Luca, Pisa y Nápoles.

El grupo de los Catarinianos, acompañaban y apoyaban a Catalina en su


delicada función de embajadora, desde cuya altura cuestionaba y denunciaba
la causa de la división en la Iglesia y la falta de paz en los estados italianos.
Los primeros “Catariniarios” los integraban los frailes dominicos del convento
de Santo Domingo y las Hermanas Terciarias Dominicas de la Penitencia. En el
correr de los días, se fueron integrando algunos laicos y laicas que se sentían
comprometidos en la gran misión que cumplía Catalina, principalmente atraídos
por su profunda espiritualidad, en virtud de la cual enseñaba y revelaba los
planes de Dios, sobre la generación violenta de la época.

Fr. Tomás Caffarini distinguido intérprete de la Sagrada Escritura y Confesor de


Catalina, escribió:

- “En sus confesiones me revelaba los misterios de Dios y lo que le pedía hacer
por el bien de la Iglesia”.
1.- Y ACEPTÓ DIALOGAR CON EL GOBERNADOR EXCOMULGADO

En el siglo XIV, en Italia y otros países de Europa, imperó el hambre de poder,


en los miembros de las familias nobles. En Italia, en los condados de Milán,
Génova, Toscana, Umbría y Bolonia reinaba la potencia de las familias nobles.
Mateo Visconti, hermano de Galeazzo y Bernabé, guerreó contra Torriani,
gobernador de Pisa, y lo venció. Pasado un tiempo, murió Mateo y asumió el
gobierno su hermano Bernabé

Bernabé, en su gobierno atizaba el fuego de la violencia. Cometió muchos


abusos e impuso sus caprichos. Nadie se atrevía a recordarle los deberes de
un gobernante cristiano.

A dos frailes franciscanos que se atrevieron a decirle las verdades y recordarle


los deberes de los príncipes cristianos, ordenó que fueran quemados vivos.

Ante esta prepotencia y abusos, el Papa Urbano V excomulgó a Bernabé,


mediante la bula “Coena Domini”. La cosa no terminó aquí, sino que con
atrevimiento propuso a los delegados pontificios, portadores de la Bula, que
eligieran una alternativa: ser precipitados al río, o comerse el pergamino de la
Bula.

El arzobispo de Milán, en esas circunstancias cruciales, amonestó a Bernabé


pidiéndole que evitara los escándalos, y le respondió:

- “Sabed Monseñor que yo, en mis dominios, soy Papa, emperador y rey, y no
permitiré que ni siquiera Dios obre contra mi voluntad”.

El Papa Gregorio XI, sucesor de Urbano V, hizo todo lo posible para hacer
entrar en razón a Bernabé y levantarle la excomunión, pero todo fue en vano.
En un gesto de burla, “vistió de sacerdote a un loco, y lo envió a proclamar por
las calles y plazas la excomunión contra el Papa”.

Gregorio XI, con prudencia y caridad, delegó al Cardenal de Ostia, Pedro


D’Estaing para que entrara en conversación con el Gobernador Bernabé y
buscara caminos de paz evitando las guerras. El “Cardenal delegado” recurrió
entonces a Catalina “amonestadora de pontífices y reyes” para que dialogara
con el gobernante excomulgado.

Catalina “sedienta de paz” hizo suyo el anhelo del Papa Gregorio y accedió
gustosa a la invitación del Cardenal Delegado. Manifestó su sentimiento en dos
cartas, una dirigida al Delegado Pontificio, y otra, al Gobernador Bernabé.
Catalina escribió estas cartas con la finalidad de que el Gobernador Bernabé
frenara su codicia política y devolviera la paz y el bienestar a los pueblos
explotados y oprimidos por la violencia. La respuesta de Bernabé fue negativa
e injuriosa.
Ante esta actitud prepotente y agresiva que se manifestaba en los trastornos
sociales y políticos, el Gobernador de Reggio, el Marqués de Ferrara, el
Delegado del Papa y el apoyo incondicional de muchos ciudadanos, declararon
la guerra al Gobernador Bernabé, y fue derrotado.

Bernabé, ante esta prueba durísima, acudió a Catalina para que abriera camino
a la paz con el Papa. Catalina aceptó la propuesta y mediante una carta, con
toda familiaridad lo exhortó y llamó a reflexionar sobre su destino temporal y
eterno. El texto de la carta mencionada reza así:

- “. . . Oh padre carísimo, ¿cuál y de quién es el corazón que se halla


endurecido y obstinado tanto, que si mira el afecto y el amor que tras la divina
Bondad, no se derrita?

Amad, amad. Ved que fuiste amado antes que vos amaseis...”

- “Así os digo mi carísimo padre y hermano en el dulce Cristo Jesús, que Dios
no quiere que vos, ni ninguno, os hagáis verdugo de sus ministros.., más bien
debemos elegir perder las cosas temporales y la vida, ya que estas son finitas y
la gracia de Dios es infinita, que nos da en bien infinito... Os lo digo y os ruego
de parte de Cristo crucificado, que no os entrometáis nunca jamás...

Poseed en paz vuestras ciudades, haciendo justicia a vuestros súbditos...


Humildemente quiero que pongamos la cabeza en el regazo de Cristo, en el
cielo, con afecto y amor...” (Carta 28).
2.-. CARTA A BEATRIZ “REINA DE LIGURES”

Beatriz, esposa de Bernabé Visconti, e hija de Mastino II, Señor de Verona, era
muy apreciada. Sus paisanos la llamaban “Reina de Ligures”.

A pesar de la infidelidad conyugal de su marido, lo amaba, y aprovechando de


los consejos que le daba Catalina en su carta, Beatriz le recalcaba que en su
función de Gobernador, actuara con prudencia, que respetara al Papa y dejara
de promover las guerras.

Llegó el día en que Beatriz se dirigió a Catalina, mediante un delegado.


Catalina le respondió por carta, dándole a entender que por encima de todo
sistema protocolar, debía “hacer escalones para subir y llegar a Dios”. La carta
agradó mucho a Beatriz; pues, con sus palabras de fuego, la amonestaba a
implorar a Dios, la gracia de hacer luz en las tinieblas del pecado, en las que se
hallaba sumido su marido. Como una hermana y maestra, la exhortaba con
estas palabras:

- “Yo, Catalina, sierva y esclava de los siervos de Jesucristo os escribo a vos


en su preciosa sangre con deseo de veros vestida del vestido de la ardentísima
caridad tanto y de tal modo, que vos seáis el medio e instrumento que Ilevéis a
la paz, con el dulce Cristo Jesús y con su Vicario en la tierra a vuestro esposo.
Estoy cierta de que si la virtud de la caridad está en vos, no podrá ocurrir que
vuestro esposo no sienta su calor. Y así quiere la primera Verdad que vosotros
dos, seáis dos en un espíritu y en un afecto y santo deseo. Esto no lo podréis
hacer si no estuviese en vos este amor”.

“Ella (el alma) se nutre con el fuego del amor, porque se ha visto amar tanto;
cuando se ve haber sido aquel campo y aquella piedra donde fue clavado el
estandarte de la Santísima Cruz. Pues vos sabéis bien que ni la tierra ni la
piedra habrían sostenido la cruz, ni los clavos ni la cruz habrían tenido al Verbo
del Hijo Unigénito de Dios, si el amor no le hubiese tenido...

Pues este es el modo de encontrar el amor. Puesto que hemos encontrado el


lugar donde está el amor, ¿de qué modo nos conviene amarlo? Oh reverenda y
dulcísima Madre, Él es la regla y el camino; y no hay otro camino que este
único.

Su camino, que Él nos enseña, el que debemos seguir si queremos andar en la


luz y recibir la vida de la gracia, es andar por las penas, por los oprobios, por
las mofas, tormentos y descortesías y persecuciones; y con esas penas
conformarse con Cristo crucificado” (Carta 29)
3.- CONSEJO DE CATALINA AL ABAD BELISARIO DE LEZAT

Una característica resaltante del Papa Gregorio XI, fue su mansedumbre y


prudencia. Así lo demuestra su respuesta a los delegados del Gobernador de
Perusa. Les respondió diciendo:

- “Lejos de mí el deseo de estar en guerra con cualquiera que sea...”

Con esta respuesta del Pontífice a los delegados de Bernabé, cesaron las
guerras y sucedió la paz. El Papa Gregorio, nombró entonces al Abad Belisario
de Lezat, Gobernador de Perusa y Nuncio en Toscana. El Abad lo primero que
hizo fue escribir una carta a Catalina, pidiéndole consejo: Catalina a la vuelta
de correo mediante una carta le respondió invitándole a reflexionar sobre lo que
está llamado a hacer como Gobernador y como Nuncio. Le sugiere sobre todo,
que en la unción de los nuevos prelados, se corten “tres vicios: las inmundicias,
la avaricia y la soberbia”.

En la carta dirigida al Abad

Belisario de Lezar, Catalina le manifiesta su amor al Dulce

Jesús, diciendo:

-“Recibí, dulce padre mío, vuestra carta con gran consuelo y alegría, pensando
que os acordáis de tan vil y mísera creatura. Entendí lo que decía; y,
respondiéndoos a la primera de las tres cosas que me preguntáis, diré que
nuestro dulce Cristo en la tierra creó, y así aparece en la presencia de Dios,
que estaría bien que se quitasen dos cosas singulares, por las cuales se echa
a perder la Iglesia de Cristo. Una es la demasiada ternura y solicitud por los
parientes, en cuanto a la cual convendría especialmente que en todo y por
todo, él fuese totalmente mortificado.

La otra es la demasiada dulzura, fundada en demasiada misericordia. Ay de mí,


ay de mí, éste es el motivo por el cual los miembros vienen a podrirse, esto es,
por no corregirlos. Y especialmente tiene Cristo por mal traer vicios perversos:
esto es, la inmundicia, la avaricia y la soberbia hinchada, que reina en la
Esposa de Cristo, esto es, en los prelados que no atienden a otra cosa que a
delicias, a estados y a riquezas grandísimas. Ven que los demonios infernales
se llevan las almas de sus súbditos, y no se preocupan de ello, porque se han
convertido en lobos y revendedores de la gracia divina.

Sería, pues, de desear una fuerte justicia para corregirlos; ya que la demasiada
piedad es grandísima crueldad, más se habría de corregir con justicia y
misericordia. Mas ciertamente os digo, padre, que yo espero por la bondad de
Dios que este defecto de la ternura a los parientes comenzará a quitarse por
las muchas oraciones y estímulos que él tendrá de parte de los siervos de Dios.
No digo que la Esposa de Cristo no sea perseguida; mas creo que
permanecerá floreciente, como debe permanecer. Es necesario que él se gaste
hasta los fundamentos para reparar todo. Y esto que he dicho es el gastar (se)
que yo quiero que vos entendáis, no de otro modo.

En cuanto a la otra cosa que decís, de vuestros pecados, Dios os dé la


abundancia de su misericordia. Sabed que Dios no quiere la muerte del
pecador, sino que se convierta y viva. De donde yo, indigna hija vuestra, me he
dirigido y pediré que venga sobre mí el débito de vuestros pecados, y
juntamente los vuestros y los míos arderán en el fuego de la dulce caridad,
donde se consumen.

Así es que esperad, y tened como cosa firme que la divina gracia os los ha
perdonado. Ahora asumid, pues, un orden de buena vida: teniendo con
fortaleza plantado en vuestro corazón el amor atormentado que Dios os tiene,
eligiendo antes la muerte que ofender al Creador o tener a la vista que sea
ofendido de vuestros súbditos...

A la otra cosa os digo: cuando yo os dije que os afanaseis en la santa Iglesia,


no entendí, ni lo digo solamente, de las fatigas que vos asumís acerca de las
cosas temporales (supongamos que está bien); mas, principalmente, os debéis
de afanar junto con el santo Padre, y haced lo que vos podáis en sacar los
lobos y los demonios encarnados de los pastores que no atienden a otra cosa
que a comer, a bellos palacios y a grande caballos. Ay de mí, que lo que Cristo
adquirió sobre el madero de la cruz se gasta con las meretrices. Os ruego que,
si no debéis morir, le digáis al santo Padre que ponga remedio a tantas
iniquidades. Y cuando llegue el momento de hacer pastores y cardenales, que
no se hagan por lisonjas, ni por dinero ni por simonía; mas rogadie cuanto
podáis que atienda y mire si encuentra virtud y buena fama en el hombre; y no
mire más al obsequioso que a mercenario, ya que la virtud es aquello que hace
al hombre amable y grato a Dios. Y ésta es aquella dulce fatiga, padre, que yo
os ruego y rogué que asumieseis. Y supongamos que los otros trabajos son
buenos; éste es el trabajo que es óptimo. Por ahora no os digo más. Perdonad
mi presunción. Me recomiendo a vos cien mil veces en Cristo Jesús. Tened
presentes los hechos del señor Antonio. Y si veis en ésa al arzobispo,
recomendadme a él cuando podáis. Permaneced en la santa y dulce dilección
de Dios. Jesús dulce, Jesús amor” (Carta 106).
4.- DICHOSA MUJER, DIME QUÉ DEBO DE HACER

En Siena vivía un hombre descendiente de la nobleza llamado Nanni, residente


en el Castillo de Belcaso. Se caracterizaba por ser un hombre astuto y
delincuente. Encabezaba una pandilla de gente de su Iaya, fomentaba las
discordias en la ciudad e instigaba a vivir en guerra.

Catalina se interesó en conversar con Nanni. Hizo lo posible para entrevistarse


con él, pero no pudo conseguirlo. Nanni, por su parte, se sentía impulsado a
saber, por qué lo buscaba Catalina, una y otra vez. Venciendo su orgullo y su
amor propio desordenado, fue a visitar a Catalina y en su trajinar por las calles,
se encontró con Fr. Raimundo de Capua, confesor de Catalina. Entonces
entablaron una conversación, y Fr. Raimundo no tardó en hablarle de la
situación angustiosa que estaba afrontando la ciudad de Siena, a causa de la
violencia, crímenes y pobreza, en los cuales estaban viviendo las familias
afectadas por tanto abuso.

Nanni no negó la observación de Fr. Raimundo. Antes bien, reconoció que él


era verdaderamente un obstáculo para vivir en paz. Expresamente le dijo:

- “Quiero la paz; pero antes quiero la sangre de mis enemigos”.

Nanni ya en casa de Catalina, fue acogido con la amabilidad que la


caracterizaba y, sin rodeos le preguntó el motivo de sus frecuentes llamadas a
las puertas de su Castillo, Catalina le reveló entonces su preocupación. Le dijo:

- El trastorno que sufre la ciudad dependejustamente de tu voluntad. La paz es


posible, necesaria y urgente. Así lo quiere el dulce Cristo Jesús”.

Nanni respondió:

- Hagan la paz en mi nombre y yo estaré en todo a sus órdenes.

Luego se puso en pie para despedirse; pero en esos instantes sintió una fuerza
que le impedía salir, y estalló en llanto, clamando en voz alta:

- ¡Estoy vencido! ¡No resisto más!

Y se arrojó a los pies de Catalina, diciendo:

- ¡Dichosa muchacha, dime qué debo hacer?

Catalina le respondió con amabilidad:

- Haz penitencia por tus pecados.

Y, sin tardanza Nanni acudió a fray Raimundo y se confesó...


En una actitud de arrepentimiento, pidió perdón a Dios, y a Catalina le entregó
el Castillo de Belcaso, cerca de la ciudad de Siena, para que allí fundara un
monasterio. El Papa Gregorio XI autorizó la fundación de dicho monasterio con
el nombre de “Santa María de los Ángeles”.

La oración y penitencia de Catalina, ante su “dulce Cristo Jesús”, alcanzaba


gracias verdaderamente admirables.
5. IBA AL ENCUENTRO DE LOS VERDUGOS Y SENTENCIADOS

Catalina, con las obras de caridad y enseñanzas que impartía a través de sus
cartas, manifestaba una clara intención de procurar el saneamiento de la vida
moral, espiritual, social y política de su tiempo.

El Papa y la Curia Pontificia, actuaban dentro de una corriente de lucha entre


los grupos familiares y guerras fomentadas por el sistema feudal, político,
económico y social de la época.

En este ambiente de feudalismo imperante, Catalina con intrepidez, actuaba


como consejera, teniendo en cuenta las necesidades humanas, sociales y
eclesiales. Como testigo de los desfogues de odios, venganzas, crueldades y
falta de respeto a la dignidad de las personas, Catalina tuvo el coraje de
cuestionar y denunciar la prepotencia y abuso de los poderosos.

Un caso que confirma la ambición y crueldad de los políticos feudales, es este:


Una joven, hija única, a la muerte de sus padres heredó el Castillo de la
Maremma. El poderoso feudal Andrés Salimbreni, distinguido por su ambición y
ferocidad, asesinó a la joven huérfana, y se apoderó del Castillo.

Este delito impactó profundamente en el corazón de Catalina, y avivó en ella la


urgencia de salir al encuentro de los verdugos y al encuentro de los
sentenciados a morir decapitados al golpe de la guillotina. En sus oraciones
suplicaba a Dios, Padre misericordioso, por la conversión de los verdugos y por
los sentenciados a muerte. En su corazón no tenía cabida el rencor contra los
verdugos; antes bien, llegaba a ellos y les daba a conocer verbalmente o por
carta, la verdad, la justicia y el respeto a los derechos que tiene toda persona.

El Papa Gregorio XI prohibió severamente el delito de decapitar a los reos, y


nombró como delegado de la Santa Sede a Gerardo Roggerri, para que diera a
conocer a los poderosos feudales la prohibición Pontificia.
6.- CATALINA RECIBIÓ EN SUS MANOS LA CABEZA DE UN DECAPITADO

En la ciudad de Perusa, un joven de familia noble, llamado Nicolás Toldo, a


causa de sus aventuras de violencia y de andar fomentando revueltas en su
ciudad y en Siena, fue encarcelado y sentenciado a morir decapitado.

Para evitar esta sentencia el Delegado del Papa Gerardo Roggerri intervino a
favor de Toldo y, sobre todo, pidió respeto a lo dispuesto por el Papa y al quinto
mandamiento de la Ley de Dios, que ordena:

- “No matarás”...

Cuando Catalina se enteró de la sentencia de muerte que pesaba sobre


Nicolás Toldo, hizo todo lo posible, para comunicarse personalmente con el
sentenciado.

Cuando Catalina logró comunicarse, con palabras de fuego y ternura de “madre


y hermana”, le infundió optimismo y consuelo, diciendo:

- “Arriba! ¡Arriba!... ¡No durmamos más!

Le habló del dulce nombre de Jesús, el Hijo de Dios, y le dio tema de


meditación, con estas palabras:

- “Jamás borres de tu memoria el dulce nombre de Jesús, y el llamado que te


hace a cambiar de vida.

¡Conviértete!... Yo he comenzado a recibir ya en mis manos una cabeza..

Nicolás reconoció en este mensaje el llamado de Dios a la conversión y pidió a


Catalina que lo acompañara. Entonces, aprovechando esta disposición de
ánimo en Nicolás, los días que precedieron a su muerte, lo visitaba e insistía en
la verdad de su destino eterno.

Dios hizo que la semilla de su Palabra, sembrada en el corazón de Nicolás,


germinara y diera frutos de vida eterna. En una de las visitas de Catalina,
Nicolás le manifestó el buen deseo de confesarse. Catalina inmediatamente
acudió a Fr. Raimundo de Capua quien lo confesó. Después de su confesión,
una vez más, le suplicó que lo acompañara y estuviera presente el día que iba
a ser decapitado. Así mismo, le suplicó que antes de ser decapitado le hiciera
la señal de la Cruz en la frente. Catalina así lo hizo, y demostrando fe y
confianza en su “dulce Jesús”, le animó diciendo:

- “Animo, hermano mío, que pronto estarás en la vida perdurable..!”.

Llegada la hora de su martirio, Nicolás imploraba la misericordia de Dios


repitiendo el nombre de Jesús, y obedeciendo la orden del verdugo, colocó la
cabeza bajo la guillotina y de un tajo le cortó el cuello, y la cabeza de Nicolás
cayó en las manos de Catalina.
Más tarde, en carta dirigida a Fr. Raimundo, le comentó con detalle todo lo
ocurrido en el martirio de Nicolás, diciendo:

- Fui a visitar a aquel que sabéis de dónde recibió tanto confort y consuelo, que
se confesó y se dispuso muy bien a morir.., y le recordé la sangre del Cordero.
Su boca no decía más que Jesús, y diciendo eso, recibí su cabeza en mis
manos, fijando mis ojos en la bondad Divina... (Carta 273)

Tomás Cafferini, presente en la decapitación de Nicolás Toldo, dio este


testimonio:

- “En el momento en que cayó la guillotina, Catalina, arrebatada en éxtasi s,


recibió en sus manos la cabeza del desventurado Toldo. Todos los presentes
lloraban y declararon después que habían asistido no ya a la ejecución de un
culpable, sino de un mártir”.

Catalina, inmóvil permaneció largo tiempo en el lugar del martirio, orando por el
alma de aquel afortunado mártir... yo lo vi todo y nunca, ni siquiera en las
fiestas fue tan grande, como en los funerales de Toldo”.
7.- CATALINA INVITA A HACER LAS PACES CON DIOS Y CON LOS
ENEMIGOS

Catalina desde su condición de Terciaria Dominica de la Penitencia, ejercía su


apostolado sembrando la paz entre sus familiares y pobladores a donde
llegaba. Con audacia y valentía, llegaba proclamando el saludo de Jesús:

- “La paz sea con ustedes”

En aquellos tiempos los condados y los estados Pontificios, vivían en un


ambiente de odios, envidias y revueltas que terminaban en guerras
sangrientas, dejando a los estados derrotados en una situación de pobreza y
marginación.

En medio de este ambiente intrincado, por encima de todo criterio humano,


Catalina tomaba muy a pecho anunciar el mensaje del Evangelio y llamar a la
conversión. Proclamaba con insistencia el mensaje del “Dulce Jesús”:

- “Mi paz les dejo. Mi paz les doy, no como la da el mundo... Ámense unos a
otros como yo los he amado”... (Jn. 14,27)

En la carta dirigida a los hijos de sus hermanos, los invita a amar a Dios y a su
prójimo y a hacer las paces con Dios y con los enemigos...

En la Carta 103, se lee:

- “La virtud de la caridad y de la humildad se encuentran y se adquieren solo


amando al prójimo por Dios; ya que el hombre humilde y pacífico expulsa dc su
corazón la ira y el odio hacia el enemigo, y la caridad expulsará el amor propio
de sí mismo, y ensanchará el corazón con una caridad fraterna, amando a
amigos y enemigos como a sí mismo por el desangrado y aniquilado Cordero; y
le dará paciencia contra toda injuria que le fuese dicha o hecha, y una fortaleza
dulce para llevar y soportar los defectos de su prójimo.

Entonces el alma, que tan dulcemente ha adquirido la virtud habiendo seguido


las huellas de su Salvador, endereza todo el odio que tenía a su prójimo, hacia
sí misma, odiando los vicios y los defectos y los pecados que ha cometido
contra su Creador, bondad infinita. Y por eso quiere tomar venganza de sí, y
castigarlos en su parte sensitiva; esto es, puesto que la sensualidad es un vivir
mundano y apetece odio y venganza de su prójimo, así la razón ordenada en
caridad perfecta y verdadera, quiere hacer lo contrario, queriendo amar y hacer
las paces con él. Y así todos los vicios tienen por contraria la virtud. Y ésta es
la virtud que hace apaciguar el alma con Dios; de modo que con la virtud toma
venganza de la injuria que se le hace.

Y por eso os dije que deseaba ver vuestro corazón y afecto pacificado con
vuestro Creador. Este es el verdadero camino: no hay ningún otro. Yo, pues,
hijos míos, deseando vuestra salvación, quisiera que con el cuchillo del odio
fuese quitado el odio de vosotros, y no hicieseis como los necios y locos, que,
golpeando a los otros, se golpean a sí, ya que tienen clavada en el corazón la
punta del odio, y su corazón ha muerto a la gracia. No más guerra, pues, por
amor de Cristo crucificado. Y no pretendáis tener en el tormento el alma y el
cuerpo. Tened temor del juicio divino, que está siempre sobre vosotros.

No quiero decir más sobre esto; las otras cosas que tocan a vuestra salvación,
os las diré de boca. Mas ahora os ruego y os apremio de parte de Cristo
crucificado acerca de dos cosas: La una es que yo quiero que hagáis las paces
con Dios y con vuestros enemigos; porque en otro caso no las podríais hacer
con la dulce Verdad, si antes no las hicieseis con vuestro prójimo. La otra, es
que no os sea molestia venir un poco hasta mí lo más pronto que podáis. Si no
me fuere a mí tan dificultoso ir, yo iría a vosotros. No digo más. permaneced en
la santa y dulce dilección de Dios. Jesús dulce, Jesús amor”.
8.- AFANES DE CATALINA PARA EL RESCATE DE TIERRA SANTA

El 28 de junio de 1375 Juan Agudo, invadió los pueblos próximos a Pisa (Italia),
y asentó su dominio en el pueblo de Calci. Agudo se caracterizaba por su
inclinación a las guerras, y sus manifestaciones de crueldad y rapiña.

En sus correrías beligerantes llegó a Pisa cuando Catalina se encontraba en


esta ciudad. Catalina bien informada de la crueldad y expoliación que cometía
Agudo, concibió el deseo de escribirle una carta y, sin pensarlo dos veces, la
escribió; luego la puso en manos de fray Raimundo de Capua, para que
personalmente se la entregara a Agudo.

En su carta Catalina hace referencia a dos motivos; 1° Pide respeto a la religión


y a la humanidad, y 2° Exhorta a Agudo a renunciar a las guerras, y dejar Italia
y Europa para ir, él y sus vasallos, como “cruzados”, a luchar y rescatar el
“Santo Sepulcro de Jesús”, en Jerusalén.

Agudo recibió la caita, la leyó y se sintió rendido. Tal fue el efecto que produjo
en Agudo el clamor de Catalina, que optó por dejar Italia y Europa para
emprender su marcha a Tierra Santa, con sus vasallos.
En la carta de Catalina a Agudo, se lee:

— “En el nombre de Jesucristo crucificado y de la dulce María, a vos


dilectísimo y carísimo hermano en Cristo Jesús, yo, Catalina sierva y esclava
de los siervos de Jesucristo, os escribo en su preciosa sangre, con el deseo de
veros verdadero hijo y caballero de Cristo, con tal que y de un modo semejante,
deseéis mil veces, si friese preciso, dar la vida en servicio del dulce y buen
Jesús. Lo cual sería expiación de todas nuestras iniquidades, que hemos
cometido contra nuestro Salvador.

¡Oh carísimo y dulcísimo hermano en Cristo Jesús ahora sería así una gran
acción que os dirigieseis un poco a vos mismo y consideraseis cuántas son las
penas y los afanes que habéis soportado estando al servicio y sueldo del
demonio. Ahora desea mi alma que cambiéis de modo y toméis la soldada y la
cruz de Cristo crucificado, y todos vuestros secuaces y compañeros, de suerte
que seáis una compañía de Cristo, para ir contra los infieles que poseen
nuestro Santo lugar, donde la primera dulce Verdad descansó y soportó muerte
y trabajo por nosotros.

Por consiguiente, yo os ruego dulcemente en Cristo Jesús, puesto que Dios y


también nuestro Santo Padre (el Papa) ha ordenado ir contra los infieles y vos
os deleitáis tanto en hacer la guerra y combatir, no guerreéis más contra los
cristianos. Ya que es ocensa de Dios; sino id contra aquellos. Qué gran
crueldad es que nosotros, que somos cristianos, miembros unidos en el cuerpo
de la santa iglesia, nos persigamos el uno al otro. No debe hacerse así, sino
levantarse con solicitud perfecta y quitar de ello todo pensamiento.

Mucho me maravillo de que, habiendo vos prometido, según he oído, querer ir


a morir por Cristo en esta santa expedición, ahora querréis hacer la guerra
aquí. Esta no es aquella santa disposición que Dios pide de vos para ir a tan
santo y venerable lugar, Me paree que deberíais ahora en este tiempo
disponeros para la virtud, hasta que llegue el tiempo para nosotros y para los
otros que se dispongan a dar la vida por Cristo: y así demostraríais ser viril y
verdadero caballero.

Va a vos mi padre e hijo, el hermano Raimundo, quien os lleva esta carta.


Dadie fe a cuanto os dice; ya que él es verdadero fiel siervo de Dios y no os
aconsejará ni dará sino aquello que sea para honra de Dios y salud y gloria de
vuestra alma. No digo más. Os ruego, carísimo hermano, que traigáis a
memoria la brevedad de vuestro tiempo. Permaneced en la santa y dulce
dilección de Dios. Jesús dulce, Jesús amor.

Catalina, sierva inútil


9.- EXHORTACIÓN A NICOLÁS SODERINI

En Junio de 1376, Catalina escribe una carta dirigida a Nicolás Soderini


exhortándolo a dar vigor en la lucha por la paz en Florencia, y disponerse a
luchar en el rescate de “Tierra Santa”, en Jerusalén.

Aquí tenemos un fragmento de dicha carta:

“...Ánimo, pues, no durmamos más en el lecho de la negligencia, ya que es


tiempo de invertir este tesoro en una dulce mercancía; ¿y sabéis cuál? Dar la
vida por nuestro Dios, donde se terminan todas nuestras iniquidades.

Digo esto por el olor de las flores que comienzan a abrirse, por el santo pasaje
por el que ahora el Santo Padre (Gregorio XI) y nuestro Cristo en la tierra ha
encomendado que se investigue por querer saber la santa disposición y
voluntad de los cristianos, esto es, si querrán dar la vida para adquirir la Tierra
Santa; y diciendo que si encuentra las voluntades dispuestas, que dará toda su
ayuda, y usara su poder con solicitud. Así dice la bula que ha mandado a
nuestro provincial y al ministro de los Hermanos Menores y a fray Raimundo; y
mandóla, ordenando que fuesen apremiados a investigar las buenas
voluntades por toda la Toscana y en todo otro territorio; y quiere por escrito,
para ver su deseo, y cuántos son, para dar órdenes después y llevar a efecto.
Por consiguiente, yo os invito a las bodas de la vida perdurable y que os
inflaméis por el deseo de pagar sangre por sangre; e invitad a cuantos podías;
ya que a las bodas no se quiere ir solo. Y no podéis luego tornar atrás. No os
digo más”.
1.- CARTAS A LOS SOBERANOS

Las numerosas cartas de Santa Catalina, escritas y dirigidas a los Papas,


reyes, duques, gobernantes, superiores, religiosos, familiares y otros, son
verdaderos documentos de las realidades que vivía la Iglesia en el mundo de
su época. Las palabras escritas, eran “verdades de fuego que transformaban a
los enemigos en hermanos”.

Sus gritos, invocaciones y lamentos, tenían como punto de mira la salvación de


las almas y el respeto a la Iglesia, de la cual Cristo es la cabeza. Giogio
Papasogli escribe:

-“Ardía en tanto su amor a Dios y al prójimo, que deseaba soportar las penas
de todos, por la causa de Cristo. Tanto era el ardor de su alma, que parecía un
friego que incendiaba”

Las cartas de Santa Catalina son testimonio verdadero de su vida real; en ellas
apunta sus gozos y sufrimientos vividos en los días de litigios y guerras,
particularmente en los Estados Pontificios, sin respeto al Papa y a la Iglesia.

Con abundancia de lágrimas, imploraba a Jesús crucificado, “por una


verdadera y perfecta paz”.

Las cartas de Santa Catalina son trescientas y más; en este caso se da a


conocer unas pocas, de las que, de alguna manera, dan luz sobre las
realidades de esos tiempos. “Vengan y lo verán”. Jesús. (Jn, 1,39)
2.- CARTA AL “CARDENAL LEGADO”

El Papa Gregorio XI envió a Bolonia a Pedro d’ Estaing como “Cardenal


Legado” para promover la paz, entrando en acuerdo con el gobernador de
Perusa, Bernabé Visconti, excomulgado. Con este motivo Catalina, sedienta de
paz, escribió dos carta: una, al “Cardenal delegado” y otra al gobernador. En la
carta al “Cardenal Legado” se lee:

-“En el nombre de Jesucristo crucificado y de la dulce Maria, carísimo y


reverendísimo padre en el dulce Cristo Jesús, Yo, Catalina, sierva y esclava de
los siervos en Jesucristo, os escribo en su preciosa sangre, con el deseo de
veros ligado por el lazo de la caridad, así como habéis sido hecho Legado de
Italia, según he oído; de lo cual me alegro de un modo especial; considerando
que vos por esto podréis hacer lo más en honra de Dios y el bien de la santa
Iglesia...

Esta caridad inestimable tuvo sujeto y clavado al Dios y hombre sobre el


madero de la santísima cruz; ésta hace concordar a los discordes; ésta une a
los separados; ella enriquece a quienes son pobres de virtud, ya que da vida a
todas las virtudes; ella da paz y quita la guerra; da paciencia, fortaleza y larga
perseverancia en toda obra buena y santa; y no se cansa nunca, y no se aparta
nunca del amor de Dios y del prójimo, no por penas, ni por el tormento, ni por
injuria, ni por mofas, ni por descortesía. Ella no se mueve por impaciencia ni en
pos de las delicias ni de los placeres que el mundo pudiese darle corí’ todas
sus lisonjas...

Pues en este vínculo y amor quiero que sigáis, aprendiendo de la primera y


dulce Verdad. Vos, pues, como hijo verdadero y siervo redimido con la sangre
de Cristo crucificado, quiero sigáis sus huellas, con corazón viril y con pronta
solicitud, sin cansaros nunca ni por pena ni por deleite; mas perseverad hasta
el fin en esta y toda otra obra que empecéis a hacer por Cristo crucificado...

El alma que teme con temor servil, ni una de sus obras es perfecta; y en
cualquier estado que esté desmaya en las cosas pequeñas y en las grandes, y
no lleva lo que ha comenzado a su perfección. Oh cuán grande y peligroso es
este temor! Él corta los brazos del santo deseo; él ciega al hombre, no
dejándole conocer ni ver la verdad, ya que este temor procede de la ceguera
del amor propio de sí mismo. Ya que en seguida que la creatura que tiene en sí
razón, se ama con amor propio sensitivo, en seguida teme, y esta es la causa
por que teme: porque ha puesto su amor y esperanza en una cosa débil, que
no tiene firmeza en sí ni estabilidad alguna, además pasa como el viento. Oh
perversidad de amor, cuán dañosa era para los señores temporales y
espirituales, y para los súbditos! De donde, si él es prelado, no corrige nunca,
ya que teme no sea que pierda la prelatura, y no sea que disguste a sus
súbditos.
Y así mismamente es también dañosa para el súbdito, ya que no hay humildad
en aquel que se ama con parecido amor; aun hay ahí una soberbia enraizada;
y el soberbio nunca es obediente. Si él es señor temporal, no posee la justicia;
otro sí, comete muchas iniquidades y falsas injusticias, obrándolas según su
placer o según el placer de las creaturas. Así, pues, por no corregir o por no
mantener la justicia, los súbditos se hacen malos; ya que se nutren en sus
vicios y en sus maldades. Por consiguiente, pues, ya que el amor propio con el
temor desordenado es tan peligroso, es de huirse; y hay que abrir el ojo del
entendimiento en la mira del Cordero inmaculado, en el cual está nuestra regla
y doctrina, y a Él debemos seguir. Ya que Él es eso, Amor y Verdad; y no
buscó otra cosa que el honor del Padre y nuestra salvación. Él no temía a los
judíos, ni sus persecuciones, ni infamias, ni mofas, ni descortesía; y a lo último
no temió la ignominiosa muerte de la cruz. Nosotros somos los discípulos, que
hemos sido colocados en esta dulce y suave escuela”.
3.- CATALINA LLAMA A LA CONVERSION AL CONDE DE FONDI

Honorio, Conde de Fondi, uno de los principales sustentadores del “cisma”,


encontró en Catalina una piedra de choque. Catalina, una humilde mujer,
cuestionó seriamente su infidelidad y el hecho de haberse convertido en
perseguidor de la Iglesia Católica. Expresamente le llama a la conversión, con
estas palabras de fuego:

- “Ahora es el tiempo. Por amor de Dios, salid de tanto error”... Por


consiguiente, hay que levantarse en el tiempo presente, que se nos presta por
misericordia. Oh carísimo padre, reconoced en qué estado os encontráis y ved
vuestra viña. Duéleme hasta la muerte que el tirano del libre albedrío haya
hecho del jardín que producía ejemplos de virtud y de verdad y lumbre de fe,
ahora lo haya convertido de jardín en bosque. ¿Y qué fruto de vida puede dar,
estando vos separado

de la verdad, y hecho de perseguidor de ella, y dilatador de la mentira; sacada


por ello la fc y metida en vos la infidelidad? ¿Y por qué os causáis un mal de
muerte?

Por el amor (IUC tenéis a vuestra propia sensualidad y por la aversión


concebida contra vuestra Cabeza. ¿Y no vernos nosotros que el Sumo Juez no
duerme respecto de nosotros? ¿Cómo podéis hacer aquello que no debéis
hacer contra vuestra Cabeza? ¡Como si fuese verdad que el Papa Urbano VI
no fuese Papa verdaderamente! Puesto que en lo secreto del corazón vos le
tenéis por lo que es, esto es, sumo y verdadero Pontífice, y quien otra cosa
dice es hereje, reprobado de Dios, no fiel ni persona católica, sino cristiano
renegado, que niega su fe. Esto debemos mantener: que es el Papa elegido
por elección legítima, para Vicario de Cristo en la tierra; y a él debemos de
obedecer hasta la muerte. Y aunque fuese para nosotros un padre cruel, tanto
que nos echase con reprimendas de un cabo al otro del mundo con toda clase
de tormentos, no debemos, con todo, olvidarnos ni perseguir esa verdad.

Y si me dijeseis: “A mí me han dicho lo contrario, que el Papa Urbano VI no es


en verdad Sumo Pontífice”, yo os responderé que yo sé que Dios os ha dado
tanta luz, que si vos no os la quitáis con las tinieblas de la ira y del desdén,
conoceréis que quien lo dice miente sobre su cabeza, y se hacen a sí mismos
mentirosos, retractando aquella verdad que nos trajeron y la cambian en
mentira. Bien sé que sabéis quién les ha movido a aquellos que estaban en
posesión del lugar de la verdad, puestos para dilatar la fe; ahora han
contaminado la fe y negado la verdad, levantando tan gran cisma en la Iglesia,
que son dignos de mil muertes. Hallaréis que no les ha movido otra cosa que
aquella pasión que os ha movido a vos mismo; esto es, el amor propio, que no
puede sufrir las palabras, ni una reprensión áspera, ni la privación de su tierra,
mas concibió desdén y dio a luz el hijo de la ira. Por esto se privan del bien del
cielo, ellos y cualquiera que obra contra esta verdad. Las razones de esta
verdad, que se pueden ver manifiestamente, son tan sencillas y tan claras y tan
manifiestas, que toda persona (aun) bien idiota, las puede entender y ver; y por
eso no me alargo en narrárosla, pues sé que sois de buen entendimiento, y
conocéis la verdad de lo que es. Y así lo tuvisteis, confesasteis y
reverenciasteis.

Me desagrada que yo vea ahora vuestra alma tan enrudecida que obre contra
esta verdad ¿Cómo sufre vuestra conciencia que vos, que habéis sido hijo
obediente y bienhechor de la santa Iglesia, ahora hayáis recibido tal semilla
que no produce más fruto que de muerte?.

Por tanto, os ruego que humildemente con gran solicitud volváis a este yugo.
Buscad al labrador y la viña de vuestra alma en la viña de la santa Iglesia; en
otro caso seríais privado de todo bien y caeríais en todo mal. Ahora es el
tiempo. Por amor de Dios, salid de tanto error.”

(Carta 313)
4.- CARTA A LOS ANCIANOS DE LUCA

En el mes de enero de 1376 Catalina escribió una carta a los “Ancianos de


Luca” recalcándoles con énfasis:

- “Yo os ruego, por el amor a Cristo crucificado... que siempre estéis firmes y
perseverantes en aquello que habéis comenzado...”

“Más yo gozo y exulto en mí por la buena fortaleza que hasta aquí habéis
tenido, de haber sido fuertes y perseverantes y obedientes a la santa Iglesia.
Ahora, oyendo lo contrario, me contristé fuertemente, y, con todo, vine de parte
de Cristo crucificado para deciros que eso no lo debéis hacer por cosa ninguna
que sea. Y sabed que si hacéis esto para conservaros y tener paz, caeríais en
la mayor guerra y ruina que pudiera tener jamás el alma y el cuerpo. Pues no
caigáis en tanta ignorancia, sino sed hijos verdaderos y perseverantes.
Vosotros lo sabéis bien: Si el padre tiene muchos hijos y sí uno le permanece
fiel a ese le dará la herencia.

Digo esto que si solo os quedaseis vosotros, estad firmes en este campo y no
queráis volver atrás la cabeza: que, por la gracia de Dios, aún han quedado
otros. Estos son los pisanos, vuestros vecinos que en tanto queráis ser firmes y
perseverantes, nunca os faltarán, mas siempre os ayudarán y os defenderán
de quien quisiere injuriaros, hasta la muerte.

Ay de mí, dulcísimos hermanos!, ¿Quién será aquel demonio que pueda


impedir a estos dos miembros, que con el lazo de la caridad están ligados para
no ofender a Dios, apoyados y unidos en su cuerpo? Ninguno.

Habremos, pues, de buscar la luz, de la cual yo ruego a la suma y eterna


Bondad que 05 llene y vista vuestra alma. Ya que si ésta estuviese en vosotros,
no temo que hagáis lo contrario de aquello que yo os ruego y digo de parte de
Cristo, Esto es, de hacer otra cosa en el futuro que lo que habéis hecho en el
tiempo pasado. No digo más. Permaneced en la santa y dulce dilección de Dios
Jesús dulce, Jesús amor”.
5.- CARTA A LOS ESPOSOS

A los esposos de Trenta, Catalina los exhorta con dulzura y vigor, a hacer un
austero desprendimiento de las cosas terrenas y se entreguen a los servicios
de caridad. Les aconseja diciendo:

“Virilmente, pues, entregaos con paz perfecta y unión a seguir las huellas de
nuestro Salvador; el cual nos dirá aquellas dulces palabras: “Venid hijos míos,
que por mi dulcísimo amor habéis dejado los apetitos desordenados de la
tierra. Yo os llenaré y os daré los bienes del cielo y os daré ciento por uno; y
poseeréis la vida eterna”. (Mt 19,28)

Pues ¿cuándo os da ciento por uno la primera dulce Verdad? Cuando Él


infunde y da su ardientísima caridad al alma. Esto es aquel dulce ciento, sin el
cual no podremos tener vida eterna; y con él no se nos puede quitar la vida
perdurable.

Por consiguiente, yo os ruego dulcemente que crezcáis y no disminuyáis en el


santo propósito y buen deseo que Dios os ha dado. Así desea mi alma que
hagáis. No digo más. Dios os dé su dulce eterna bendición. Yo, sierva inútil, me
encomiendo a todos.
6.- CARTA A GUILLERMO FLETE RECOMENDÁNDOLE DAR TESTIMONIO
DE SU FE.

Catalina escribió esta carta con optimismo, impulsando a Flete y a sus


allegados a dar testimonio de Cristo Jesús, le dice:

- “Y sabed que Dios se sirve de esta y otras cosas para su honor”. Ahora
corramos, pues, hijos y hermanos míos en Cristo Jesús, y extendamos los
dulces y amorosos deseos apremiando y rogando a la bondad divina que
pronto nos haga dignos de ello. Y aquí no nos conviene cometer negligencias,
sino gran solicitud y vosotros siempre pidiendo a otros. El tiempo parece que se
abrevia, encontrando mucha disposición en las creaturas. Y con todo sabed
que aquel fray Jacobo que nosotros mandamos al juez de Arbórea con una
carta en donde se hablaba de este pasaje, me ha respondido que quiere venir
en persona, y suministrar durante diez años dos galeras, mil caballeros, tres mil
infantes y seiscientos ballesteros. Sabed también que Génova está toda
conmovida, ofreciendo para esto mismo los haberes y las personas. Y sabed
que Dios se sirve de estas y de otras cosas para su honor...”
7.- CARTA DE CATALINA A SU SOBRINA EUGENIA

El año 1374, Catalina viajó a Montepulciano con la intención de venerar los


restos mortales de Santa Inés de Montepulciano monja dominica, y visitar a su
sobrina Eugenia, hija de su hermano Bartolo y de Lisa, su esposa. Eugenia
quedó huérfana de padre, a causa de la “peste negra”.

Respondiendo al llamado de Dios, Eugenia ingresó al Monasterio de


Montepulciano, fundado por Santa Inés, a quien Catalina llamaba
graciosamente:

- “Madre gloriosa, comedora y gustadora de almas...”

En un segundo viaje de Catalina a Montepulciano, llevó escrita una carta


dirigida expresamente a Eugenia, en la cual le da consejos prácticos para vivir
con fidelidad su vocación, en el seguimiento de Cristo Jesús y el carisma
dominicano: Alabar, Bendecir y Predicar.

La carta a Eugenia es una lección de espiritualidad y de consejos prácticos.


Dice:

- “Carísima hija en el dulce Cristo Jesús, yo, Catalina, sierva y esclava de los
siervos de Jesús, te escribo en su preciosa sangre, con el deseo de verte
gustar el alimento angélico, puesto que no has sido hecha para otra cosa... A
esto te invito a ti y a las otras: y te mando, dilectísima hija mía, que estés
siempre en la casa del conocimiento de ti misma, donde encontramos el
alimento angélico, encendido deseo de Dios hacia nosotros; y en la celda
actual con la vigilancia y la humilde, fiel y continua oración; despojando tu
corazón y afecto de ti y toda creatura, y vestida de Cristo crucificado. Piensa
que tu esposo Cristo, dulce Jesús, no quiere nada entre ti y Él, y es muy
celoso. Donde en seguida que viese que tú amases alguna cosa fuera de Él, Él
se macharía de ti; y serías digna de comer el alimento de las bestias. ¿Y no
serías tú bien bestia, y alimento de bestias, si dejases al Creador por las
creaturas, y el bien infinito por las cosas finitas y transitorias, que pasan como
el viento? ¿La luz por las tinieblas? ¿La vida por la muerte? ¿Lo que tc viste de
sol de justicia con la hebilla de la obediencia y con las margaritas de la fe viva,
firme esperanza y caridad perfecta, por aquello de que te despoja? ¿Y no
serías tú bien necia en separarte de aquel que te da perfecta pureza (tanto
cuanto más te acerques a Él, tanto más afina la flor de tu virginidad) por
aquellos que a menudo echan un hedor de inmundicia, y son contaminadores
de la mente y del cuerpo? Dios los aparte de ti por su infinita misericordia”.

“Y para que esto no pueda jamás ocurrir, mira que no sea tanta tu desgracia
que aceptes trato particular ni de religioso ni de seglar Que si yo pudiera
saberlo u oírlo, si yo friese aun más larga de lo que soy, te daría tan gran
disciplina que todo el tiempo de tu vida la tendrías presente; fuera quien fuese.
Mira que no des ni recibas, sino por necesidad, recordando en común a toda
persona de dentro y de fuera. Estate totalmente firme y madura en ti misma.
Sirve a las hermanas caritativamente con toda diligencia, y especialmente a
aquellas que ves en necesidad. Cuando pasan los huéspedes, y site llamaren a
las rejas, estate en tu paz y no vayas allá; más lo que quisieren decirte, se lo
digan a la priora; a no ser que la priora te lo mandase por obediencia. Entonces
inclina la cabeza y estate selvática como un erizo.

Ten en la mente los modos que aquella gloriosa virgen Santa Inés hacía
guardar a sus hijas. Ve para la confesión, y di tu necesidad; y, recibida la
penitencia, huye.

Mira ya que no fuesen de aquellos con quien tú te has educado, y no te


maravilles de que diga sí; ya que muchas veces me puedes haber oído decir, y
así es la verdad que las conversaciones con el vocabulario perverso de los
devotos y de las devotas, echan a perder las almas y las costumbres y
observancias de las religiosas.

Procura que no enlaces tu corazón con otro que con Cristo crucificado; ya que
a veces querrías desatarlo, y no podrías, pues te sería muy duro.

Digo que el alma que ha gustado el alimento angélico, ha visto la luz que esto y
otros cosas susodichas le son un modo de impedimento para su alimento, y por
ello lo rehúye con grandísima solicitud. Y digo que ama y busca aquello que le
hace crecer y la conserva. Ya que ha visto que gusta mejor este alimento con
el medio de la oración hecha en el conocimiento de sí, con todo eso, allí se
ejercita continuamente en todos aquellos modos con que más puedas acércate
a Dios.

De tres suertes es la oración. La una es continua, esto es, el deseo santo


continuo, el cual ora en la presencia de Dios en lo que hace; porque este deseo
endereza a su honor todas las obras espirituales y corporales; y, con todo, se
llama continua. De esta parece que hablase el glorioso San Pablo cuando dijo:
“Orad sin intermisión”. El otro modo es la oración vocal, cuando vocalmente se
dice el oficio u otras oraciones. Esta está ordenada para llegar a la tercera, esto
es, a la mental; y así lleva al alma cuando con prudencia y humildad ejercita la
oración vocal, esto es, que hablando con la lengua, su corazón no esté lejos de
Dios. Mas débase ingeniar para detener y establecer su corazón en el afecto
de la divina caridad”...
8.- CARTA DE CATALINA AL GOBERNADOR DE PERUSA

Bernabé Visconti gobernador de Perusa, en su gobierno, pasó por una prueba


difícil. Los reyes de los países vecinos, se unieron para declararle la guerra y
echar por tierra su ambición política de poder. Entonces Bernabé recurre a
Catalina por carta para que interceda ante el Papa y los reyes a fin de
conseguir la paz. Catalina le responde mediante una carta en la cual con amor
fraterno le amonesta e invita a agradar a Dios con sus buenas obras.

En su carta le dice cariñosamente:

- “... Oh padre carísimo, ¿cuál y de quién es el corazón que se haya endurecido


y obstinado tanto, que si mira el afecto y el amor tras la divina Bondad, no se
derrita? Amad, amad. Ved que fuisteis amado antes que vos no amaseis... Y
con todo eso, no habrá ninguno que se conozca a sí mismo, que ofenda jamás
mortalmente a Dfos, o caiga en soberbia por estado, o grandeza o poder. Si él
dominase todo el mundo, se reputa nada: que también él está sujeto a la
muerte como creatura vivísima; y así pasan las necias delicias del mundo, y se
desvanecen en él como en los otros; y no las puede retener, que vida y salud y
toda cosa creada no puede dejar de pasar como el viento. Por consiguiente,
por ningún poder que tengamos en este mundo, podemos reputamos señores.
No sé qué señoría pueda ser aquella que me puede ser quitada, y no está en
mi libertad. No me parece que se deba llamar señor ni tener tal título, sino más
bien dispensador; y esto es por un tiempo y no para siempre: cuanto pluguiere
a nuestro dulce Señor.

Y si vos me dijeseis: “No tiene el hombre en esta vida ningún señorío?” os


respondería: Sí, tiene el más dulce, el más gracioso y el más fuerte que
ninguna cosa que exista; y este si lo es: la ciudad de nuestra alma. O hay aquí
mayor cosa y grandeza que tener una ciudad donde reposa Dios, que es todo
bien, donde se encuentra la paz, la tranquilidad y toda consolación?

Y es tan fuerte esta ciudad de un señorío tan perfecto, que ni demonio ni


creatura pueden quitársela, si vos no quisiereis. No se pierde nunca si no es
por el pecado, se convierte en no-ser y pierde su dignidad.

Así os digo, carísimo padre y hermano en el dulce Cristo Jesús, que Dios no
quiere que vos, ni ninguno, os hagáis verdugo de sus ministros. Él lo ha
encomendado a Sí mismo, y eso lo ha encomendado a su Vicario: y si su
Vicario no lo hiciese (que lo debe hacer y está mal si no lo hace), humildemente
debemos esperar la punición y corrección del sumo juez, Dios eterno. Aun si
nos fuesen quitadas por ellos nuestras cosas, más bien debemos elegir perder
las cosas temporales y la vida del cuerpo, que las cosas espirituales y la vida
de la gracia, ya que estas son finitas y la gracia de Dios es infinita, que nos da
bien infinito; y así, perdiéndola, tenemos mal infinito. Y pensad que por la
buena intención que vos tengáis, no os excusará, sin embargo, ni Dios ni la ley
divina ante Él; antes caeréis en la separación de la muerte eterna. No quiero
que caigáis nunca en este inconveniente.

Os lo digo, y os ruego de parte de Cristo crucificado, que no OS entrometáis


nunca jamás.

Poseed en paz vuestras ciudades, haciendo justicia de vuestros súbditos,


cuando se comete la culpa; pero no de aquellos, jamás, que son ministros de
esta sangre gloriosa. Vos no la podéis tener por otras manos que la de ellos; no
teniéndola, no recibís el fruto de esa sangre; mas seréis como un miembro
pútrido, separado del cuerpo de la santa Iglesia.

¡Ya no más, padre! Humildemente quiero que pongamos la cabeza en el


regazo de Cristo, en el cielo, por afecto y amor, y del Cristo (cuyas veces hace)
en la tierra por reverencia de la sangre de Cristo, de cuya sangre lleva las
llaves. Para quien abre, está abierto; para quien él cierra, está cerrado”.

“Mas qué venganza tomaremos del tiempo que habéis estado fuera? De esto,
padre, me parece que se prepare un tiempo en el que podremos tomar una
dulce y graciosa venganza: que, como vos habéis dispuesto el cuerpo y los
bienes temporales a todo peligro y muerte en guerra con vuestro Padre, así
ahora os invito de parte de Cristo crucificado, a una verdadera y perfecta paz
con el Padre benigno, Cristo en la tierra, y a guerra contra los infieles,
disponiendo(os) a dar el cuerpo y los bienes por Cristo crucificado. Disponeos:
que os conviene tomar esta dulce venganza; que, como vos habéis ido en
contra, así vayáis en su ayuda, cuando el Padre levante en alto el estandarte
de la santísima cruz; ya que el Santo Padre tiene grandísimo deseo y voluntad
de ello”.
9.- CARTA A FRAY RAIMUNDO DE CAPUA

El Cisma impulsó a crear una confederación integrada por varios estados:


Francia, Génova, Venecia, Castilla, Aragón y Portugal, con la finalidad de
actuar unidos en la difusión del cisma. Ante esta realidad, Inglaterra manifestó
su unión y fidelidad al Papa Urbano VI.

Estas experiencias desconcertantes, por las que pasaba Urbano VI,


repercutían también en la vida íntima de Catalina. Desde el fondo de su
corazón, llagado por las pruebas a las que estaba sometida la Iglesia, dejaba
escuchar sus amonestaciones y exhortaciones a los protagonistas del cisma.
Entre febrero y marzo de 1379, Catalina escribió seis cartas dándoles a
conocer la verdad y llamando a la conversión.

En medio de estas pruebas, Fr. Raimundo de Capua, con toda sencillez, evadió
el peligro de la violencia en las discusiones con los cismáticos.

Esta actitud desagradó a Catalina y, con entera libertad de espíritu, le


manifestó su desilusión. Así le dio a entender en su carta que transcribimos a
continuación:

- “Carísimo y dulcísimo padre, levantémonos con llanto del sueño de la


negligencia, reconociendo las gracias y beneficios que antaño y nuevamente
habéis recibido de Dios y de aquella dulce madre María, por cuyo medio
confieso que nuevamente habéis recibido esta gracia.

En este don quiere Dios que conozcáis el fuego de su caridad, en cuya


claridad, con la luz de la santísima fe abandonaos más amplia y libremente por
su honor y la exaltación de la santa Iglesia y del verdadero Vicario de Cristo, el
papa Urbano VI. Y ensanchaos en la esperanza, esperando en la providencia y
la ayuda divina, sin ningún temor servil y no en el hombre, en vuestra industria
humana. Asimismo, ha querido que conozcáis vuestra imperfección,
mostrándoos que aun sois niño de leche, y no un hombre que os alimentáis de
pan. Porque si Él hubiese visto que vos tenéis dientes de esto, os habría dado
de ello, de la suerte que hizo con los otros compañeros vuestros. No fuisteis
digno aun de estar en el campo de batalla, mas, como niño, fuisteis echado
atrás; y vos huisteis de allí de buena gana, y tuvisteis el encanto de que la
alegría de Dios condescendiese con vuestra flaqueza. Maliciosillo padre mío,
¡cuán feliz hubiera sido vuestra alma y la mía si con vuestra sangre hubieseis
puesto una piedra en el muro de la santa Iglesia por amor a la Sangre.
Verdaderamente tenemos motivo de llanto al ver que vuestra poca virtud no ha
merecido tanto bien”.
1.- ¿QUÉ PUEDO HACER...?

En los últimos días de su vida, Catalina se angustiaba ante la corriente de


rebelión que asediaba a Roma y en ella, al Papa. Ante esta situación
espantosa, Catalina se inquietaba y esto repercutía gravemente en su salud. Le
preocupaba el peligro de que se enfriase la fidelidad del pueblo romano,
alejándose de la jurisdicción del Papa. Las frecuentes amenazas de los
cismáticos sobre Roma, y sobre todo, las voces secretas que proyectaban
matar al Papa, mantenían en suspenso al Romano Pontífice.

Ante estos anuncios y manifestaciones de violencia, Catalina clamaba con


llanto:

- “Qué puedo hacer...? Te ofrezco mi vida, Señor, por el Cuerpo Místico de la


Santa Iglesia....

La carta 371, es una expresión dolorosa de cuanto sufría Catalina, por la unión
en la Iglesia y la paz en el mundo. Veamos:

- “Estando yo acongojada de dolor por el deseo creciente, el cual habría sido


nuevamente concebido en la presencia de Dios, porque la luz del
entendimiento se había reflejado en la Trinidad eterna, y en aquel abismo se
veía la dignidad de la criatura que tiene razón en sí, y la miseria en la cual cae
el hombre por la culpa del pecado mortal, y la necesidad de la santa Iglesia,
que Dios manifestaba en su pecho; y como ninguno puede tornar a gustar la
belleza de Dios en el abismo de la Trinidad sin el medio de esta dulce Esposa,
porque a todos nos es preciso pasar por la puerta de Cristo crucificado, y esta
puerta no se encuentra en otra parte que en la santa Iglesia, veía que esta
Esposa nos ofrece vida, porque tiene en sí tanta vida, que no hay nadie que la
pueda matar; y que ella daba fortaleza y luz, y que ninguno hay que la pueda
debilitar o entenebrecerla cuanto a sí misma. Y veía que su fruto jamás falta,
más crece siempre.

..Y creciendo el dolor y el fuego del deseo, gritaba en presencia de Dios


diciendo: “¡Qué puedo hacer, oh fuego inestimable?”, y su benignidad
respondía: “Que tú de nuevo ofrezcas tu vida. Y jamás darte descanso a ti
misma”.

“... Ahora digo: gracias, gracias sean dadas al altísimo Dios eterno, que nos ha
puesto en el campo de batalla, como caballeros, para combatir por su Esposa,
con el escudo de la santísima fe. El campo ha quedado libre para nosotros, con
aquella virtud y potencia con que fue derrotado el demonio que poseía a la raza
humana, el cual fue derrotado, no en virtud de la humanidad, sino en virtud de
la Deidad. No es, pues, ni será derrotado el demonio por el sufrir de nuestros
cuerpos, mas por virtud del fuego de la divina ardentísima e inestimable
caridad”. (Carta 371)
2.- CATALINA DE CAMINO AL REINO DE DIOS

Catalina, testigo de los sufrimientos de la Iglesia a causa del cisma, despertó


en su mente y en su corazón esta interrogante:

- ¿En qué acabará una Iglesia dividida por el cisma?

Catalina hizo suyos los sufrimientos de la Iglesia dividida, y suplicaba a Dios


con llanto que manifestara su poder divino, conforme a su santa voluntad. A
Jesús crucificado dulcemente le decía:

- Tú lo dijiste Señor: “Sin mí nada bueno pueden hacer”

Catalina daba los últimos pasos en este mundo, caminando por las calles de
Roma hasta llegar al Vaticano, y postrada de rodillas, en la tumba de San
Pedro, oraba por la unión de la Iglesia y por el Papa Urbano.

Durante dos meses Catalina soportó la enfermedad que la condujo a la muerte.


En los momentos de fuertes dolores, invocaba el perdón de Dios:

-“Pequé, Señor, compadécete de mí”

Y con el ardiente deseo de vivir en Dios, clamaba:

-Dulce Cristo Jesús, ten piedad de mí y no te alejes de mi mente... Señor


apresúrate a socorrerme...

En aquellos días de sufrimiento, fueron llegando como brisa refrescante, la


visita de sus familiares, y discípulos, varones y mujeres. Su madre, Lapa, ya
anciana octogenaria, con dulces palabras y llorando le suplicaba que la tuviera
presente en el Reino de Dios. Catalina, con la mirada ya casi extinguida, le
respondía dándole a entender que la llevaba en su corazón.., y balbuceando
clamaba:

- ¡Sangre! ¡Sangre! ... Padre, a tus manos encomiendo mi alma...

Catalina murió en Roma el 29 de abril de 1380; y fue sepultada en la basílica


dominicana de Santa María Sopra - Minerva.
3.- REMEMBRANZA

Santa Catalina de Siena, con sus palabras ardientes de sabiduría y caridad,


escritas en sus trescientas y más cartas, nos pinta el perfil espiritual de una
mujer sencilla, humilde y santa, que busca la paz y la unión de la Iglesia
dividida entonces por el cisma y con insistencia pedía respeto a los Papas. Así
lo da a entender en su carta 371:

Los contemporáneos de Santa Catalina no alcanzaban a conprender el amor y


sabiduría que infundía a través de sus enseñanzas, como lo demuestran sus
numerosas cartas a los papas, reyes, cardenales, familiares y otros. Su obra
“El Diálogo, Oraciones y Soliloquios” es testimonio elocuente de su elevada
espiritualidad.

El Papa Pío II canonizó a Santa Catalina, el 21 de junio de 1461, y en la Bula


de canonización, escribió:

- “... Siempre apareció más como maestra que como discípula...”

El Papa Pío IX gustaba de leer las cartas de Santa Catalina, y antes de leerlas
las besaba, y el 13 de abril de 1866, la proclamó Patrona de Roma, y defensora
del Pontificado.

El año 1970 el Papa Pablo VI la declaró, junto con Santa Teresa de Jesús,
Doctora de la Iglesia.

La Familia Dominicana a lo largo de los siglos, siempre ha considerado a Santa


Catalina como Madre Espiritual de la Orden.
ORACIÓN DE SANTA CATALINA
“Oh Dios eterno, oh Maestro bueno, que has hecho y has formado el vasecillo
del cuerpo de
tu criatura del barro de la tierra.

Oh dulcísimo Amor, de tan vil cosa lo has


formado, y le has puesto dentro tan gran
tesoro como es el alma, la cual lleva tu imagen, Dios eterno.

Tú Maestro bueno, dulce Amor mío, eres aquel


Maestro que deshaces y rehaces;

Tú rompes y sueldas de nuevo este vasecillo


según agrade a tu bondad.

A ti, Padre eterno, yo miserable ofrezco de


nuevo mi vida por tu dulce Esposa; cuantas
veces plazca a tu bondad,

Tú sácame del cuerpo y vuélveme al


cuerpo, siempre con mayor pena una vez que
otra; con tal de que yo vea la reforma de esta
dulce Esposa, de la santa Iglesia. Yo te ruego,
Dios eterno, por esta Esposa.

También te recomiendo a mis dilectísimos


hijos, y te ruego, sumo y eterno Padre, que si a
tu misericordia y bondad pluguiese sacarme de
este vasecillo, y no hacerme tornar a él, no les
dejes huérfanos, mas visítales con tu gracia y
hazles vivir muertos con verdadera y
perfectísima luz; únelos juntamente con el
vínculo de la dulce caridad, a fin de que mueran
enamorados en esta dulce Esposa.
Y te ruego, Padre eterno, que ninguno me sea arrebatado de
las manos; y perdónanos todas nuestras iniquidades, y a mí
perdóname mi mucha ignorancia y grande negligencia, que yo
he cometido en tu Iglesia: no haber obrado aquello que yo
habría podido y debido. Peccavi, Domine, miserere mei, que
significa, Pequé Señor, compadécete de mí.
Yo ofrezco a Ti y te recomiendo a mis hijos dilectísimos,
porque ellos son mi alma. Y si a tu bondad place hacerme
permanecer aún en este vasecillo, Tú, sumo médico, cúralo, y
provee, porque él está todo dilacerado.

Danos, Padre eterno, danos a nosotros tu dulce bendición.


Amén.

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