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S. VI a. c
Fue en un atardecer, de esos que son inolvidables, cuando sentada María, mujer
de algunos 90 años, con su hija que lindaba los sesenta, conversaban
detenidamente, mientras la luz del día, fijaba los últimos resplandores sobre el
paisaje, matizado de verdes entrañables, producidos por la variedad de su
vegetación.
Ya era costumbre que después de cantar canciones para olvidar la violencia, Commented [HG1]:
-¿por qué nosotras estamos aquí, mientras los hombres se esconden? Ella contesta
– para entenderlo debo iniciar con una historia casi fantástica, contada también por
mi abuela:
Pero algo extraño ocurría mientras esto pasaba, algo que aún, no entiendo, esos
retazos de diferentes tamaños y colores, aparentemente transparentes, cayeron en
forma de hiyab, en las cabezas de las mujeres para ocultarlas y separarlas de la
vista de los demás, y por qué no decirlo, de la misma sociedad. Sí, bajaron a posarse
en sociedades donde tomaron nombres según las diferentes culturas: Burka,
Chador, Niqab, Al Amira, Shayla, mantilla o pañoleta. Hija, no lo sé, si son
creencias, costumbres o mitos, pero desde siempre la mujer debía, además de
cubrirse la cabeza en las ceremonias de Culto como símbolo de sumisión, humildad
y obediencia; debía permanecer en la casa, mientras los varones iban a la guerra.
Es importante que sepas, el significado del mito del cubrimiento de la cabeza, ya
que por mi mente pasan pensamientos que confunden el hecho de la igualdad en la
creación, que apunta al misterio del ser mujer; ese enigmático cubrimiento que
significa esconder, ocultar a la vista, e incluso "separar" o colocar una cortina; es el
cuento más abstracto que he oído, para concluir que aunque una mujer puede
sentirse bella y realizada, detrás de ese velo, muchos las comparan, como
existencias cautivas en cárceles ambulantes.
Ya es hora hija mía de descansar, el humo tenue que sube, en forma de espiral que
aparece en los atardeceres sobre los picos más altos, son mensajes que anuncian
la llegada de tropas, esos ¿chusmeros? que arrasan lo que se mueva, queman
1
En las casa de Mesopotamia y luego en el Extremo Oriente era muy importante poseer un árbol a la entrada del hogar.
En los Upanishad se dice que las ramas del árbol son el éter, el aire, el fuego, el agua y la tierra. En el Zohar se dice que
el Árbol de la Vida se extiende desde lo alto hacia abajo y el sol lo ilumina eternamente. Tomado “Casa Natal de
Sarmiento. Mirar Fundando una nueva Mirada. Erostarbe, Juan Mariel. Facultad de filosofía humanidades y artes. Casa
natal de Sarmiento. Museo y biblioteca. San Juan 2004. Pág. 44
2 Los conceptos contenidos en los Upanishads sirvieron como base a una de las seis doctrinas ortodoxas (dárshanas) del
hinduismo conocida como vedanta. El tema principal de los Upanishads es la naturaleza del Brahman (el alma universal)
y la doctrina fundamental expresada es la identidad del alma con el Brahman.
propiedades y sembrados que encuentran a su paso, parece que no hace falta
esconder la familia en el hueco profundo para luego taparlos con hojas de palmas.
Su padre aún no llega, debe seguir escondido cerca al río Upia buscando comida y
curando enfermos.
Hay un nuevo día y un nuevo atardecer y con ellas la posibilidad fantástica de seguir
despertando el pensamiento con historias ingeniosas para entretener el tiempo.
3Mi abuelo Materno sufrió en carne propia junto con su esposa mi abuela e hijos mi madre y mis tíos, todas injusticias y
penurias de la violencia del 50... ellos, debieron irse a una montaña a vivir, alli cocinaban durante la noche y para que no
reflejara el fuego, debían colocar muchas hojas de palma, durante el día permanecían refugiados, en la noche se
desplazaba el abuelo y otros adultos hombres a buscar agua salada para cocinar, que provenía de un riachuelo
subterráneo sobre el río Upía, a mas de 6 horas de camino desde el lugar del escondite.... así mismo debían rebuscar la
poca comida (yuca y plátano) que había dejado el paso de la tropa por los sembradíos ya que que todo lo arrasaban, para
que los pobladores murieran de hambre.... AUTORA. ROSALINDA.
1951 - 1953
Desde Miraflores hasta Tauramena y Aguaclara, no quedaba nadie en los campos.
Con la orden de “Tierra Arrasada”, bombardeaban todo lo que se movía, personas,
animales y a los que cogían vivos generalmente los fusilaban después de
someterlos a crueles tormentos. Así ocurrió con Antonio Gutiérrez, un
campesino oriundo de Zetaquira, que había establecido una fundación que
explotaba en compañía de su esposa e hijos, en el llano, cerca del río Tua, tuvo la
mala suerte de encontrarse con las tropas del ejército, en una trocha cuando iba a
recoger la cosecha de café, en una pequeña estancia que tenía cerca de Páez.
Inmediatamente lo hicieron prisionero, le amarraron las manos atrás con un soga, y
comenzaron a preguntarle por los Bautista, a punta de golpes y puntapiés, como el
n o dio razón de los guerrilleros por los cuales le preguntaban, tildándolo de
chusmero, lo torturaron, le quitaron la piel de la planta de los pies, luego lo obligaron
a caminar sobre rescoldo hirviente , al desmayarse por efecto del dolor le
introdujeron una vara fuerte por debajo de la quijada, lo izaron y lo dejaron allí para
escarmiento de todos en un cruce de caminos. En la entrada oriental del puente del
Mincho, fusilaron a quema ropa a Alejandro González, Rosendo Díaz y a un
retardado mental. Luego citaron a los vecinos de la vereda del Encenillo a un
mandato para cavar trincheras a la orilla del río Lengupá. En la playa del pozo del
Remanso. Obedeciendo las órdenes del comandante del puesto del ejército del
Mincho se hicieron presentes: Juan Barines su esposa y 7 hijos menores, Feliz
Sosa su mujer y 10 hijos, entre los 8 y 16 años, los llevaron frente al pozo del
Remanso en donde los obligaron a cavar una fosa de 1 metro de profundidad y 10
metros de largo, los hicieron tender dentro de la zanja y allí los fusilaron, tapando
los cadáveres con arena y ripio. Esta masacre sucedió en los primeros días de
mayo, al día siguiente vino la primera creciente del río que duró tres días invadiendo
la playa y los alrededores y arrastrando a su paso todo lo que encontraba incluyendo
los cadáveres.
Entre tanto los hijos mayores de estas dos familias que no quisieron concurrir al
mandato por temor a que los fusilaran o los tomaran prisioneros, al saber la suerte
que habían corrido sus padres y hermanos, se marcharon rumbo al llano en donde
ingresaron al movimiento de los Bautista, allí se convirtieron en guerrilleros y
sedientos de venganza arremetían con furia, torturaban y mataban sin compasión a
los que consideraban sus enemigos.
La violencia y los métodos de tortura eran cada día más crueles y sofisticados. Las
tropas del ejército acompañados de algunos civiles conservadores que conocían
muy bien las veredas y caminos llegaban amparados en el silencio y la oscuridad
de la noche a las fincas de los liberales, incendiaban las casas con las personas
adentro, se ocultaban en los rastrojos de los alrededores y disparaban a los que
lograban huir del incendio, así exterminaron a todos las habitantes, incluyendo a los
animales.
En la Vereda de Cardozo, de mayoría liberal en jurisdicción de San Eduardo, muy
cerca del Batatal, habitada por campesinos humildes y honrados, dueños de
pequeñas parcelas y jornaleros pacíficos que habían logrado mantenerse a salvo
de toda persecución, distinguidos desde la guerra de los Mil días por su adhesión
al partido liberal y reconocidos como Gaitanistas. Razón más que suficiente para
que se encontraran en la mira de los bárbaros. Fue así como pasadas las 10:00 de
la noche en medio de la oscuridad y después de dar muerte a los perros
suministrándoles veneno se acercaron sigilosamente a las casas, más o menos
unos 30 forajidos, con antorchas incendiaron al tiempo todas las viviendas para que
nadie pudieran salir. Como la mayoría de las casas eran de techo pajizo, se armo
un terrible incendió en el que perecieron calcinadas más de 40 personas; incluyendo
mujeres ancianos y niños. Los habitantes del casco urbano de San Eduardo que
eran mayoría conservadora contaban aterrorizados que al rayar el día vieron llegar
a los miembros de la comisión con los uniformes encharcados y destilando sangre.
A cada uno de los prisioneros le asignaron un soldado para que les siguiera los
pasos a corta distancia, se dirigieron por el oriente camino a Páez y a la salida del
pueblo les ordenaron trotar con más rapidez no sin antes advertirles que el viaje era
largo y al que cayera o volviera a mirar para atrás era hombre muerto. Al subir la
cuesta de la Mocasía, el primero en caer fue un señor de 60 años llamado Roque,
a quien ejecutaron en el acto mediante un disparo y su cadáver quedo tirado a la
vera del camino. En el puesto de Los Pomarrosos antes de llegar a la Buenavista
ya habían caído asesinados diez de los forzados caminantes, los soldados fueron
relevados por otros que estaban descansados. Así continuaron y en el desfiladero
de la Buenavista cayeron dos. En el retén de Casablanca volvió a haber relevo y
aún quedaba diez vivos. Cuando bajaron al retén del Mincho donde nuevamente
hubo relevo quedaban siete. Entre estos vale recordar al señor Marcos Lozano,
dueño de la finca situada al costado occidental del río Lengupá frente a la casa
grande del Mincho, quien escoltado por un soldado con quien se conocían de tiempo
atrás, y en medio del trote cruzaron unas palabras. Después de remontar la trocha
de las vueltas y al llegar a los abismos de la quebrada Honda parece que este
soldado le permitió al señor Lozano lanzarse por entre los rastrojales al fondo del
precipicio en donde desapareció de la vista de todos. A Páez llegaron tres. El
comandante del puesto les pidió un reporte a los soldados quienes le informaron de
la fuga del señor Lozano. El comandante les ordenó que se devolvieran a buscarlo
y al no encontrar rastro hicieron prisionero al soldado que lo dejó escapar, lo
amarraron semidesnudo al Samán de la plaza, lo dejaron al sol y al agua y a los tres
días murió por deshidratación e insolación.
La verdad es que al lugar a donde iban, más allá del río Upía, en el sitio llamado
Filo de hambre solamente llegó vivo Rosendo Alfonso quien fue el único que
sobrevivió para contar La Marcha de la muerte.
Entre tanto el fugitivo Marcos Lozano se escapó por toda la Quebrada Honda
llegando al río Lengupá y luego al Remanso por donde cogió la quebrada Palmera
y por esta subió hasta el cerro del Encenillo en donde tenía una finca. Durante un
tiempo el señor Lozano estuvo escondido en el monte y venía por las noches a llevar
provisiones tales como alverja, papa, miel y en la casa le cocinaba durante el día
una hija que era retrasada mental, no tardaron los del ejército que estaban
acampados en Casablanca de notar la presencia del fugitivo. Llegaron a su casa de
él Paramo, instalaron una bomba casera dentro del barril donde se encontraban las
alverjas, de tal manera que por la noche llegó don Marco y buscó dentro del barril,
hundiendo los brazos en el mismo. Al meter las manos la bomba explotó y le voló
la cabeza. Inmediatamente llegó el ejército cogió la cabeza, la metió entre una
mochila se la cargó a la boba y la llevó hasta Miraflores, donde la hicieron caminar
por las calles del pueblo con un letrero que decía “esta es la cabeza de Pablo
Bautista” un famoso guerrillero de los llanos.
AUTORA. ROSALINDA.
Publicado por MIRYAM PARDO TORO en 15:59
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5 comentarios:
1.
Muy interesante...... Mi abuelo Materno sufrió en carne propia junto con su esposa mi abuela e hijos
mi madre y mis tíos, todas injusticias y penurias de la violencia del 50... ellos, debieron irse a una
montaña a vivir, alli cocinaban durante la noche y para que no reflejara el fuego, debían colocar muchas
hojas de palma, durante el día permanecían refugiados, en la noche se desplazaba el abuelo y otros
adultos hombres a buscar agua salada para cocinar,que provenía de un riachuelo subterráneo sobre
el río Upía, a mas de 6 horas de camino desde el lugar del escondite.... así mismo debían rebuscar la
poca comida (yuca y plátano) que había dejado el paso de la tropa por los sembradíos ya que que todo
lo arrasaban, para que los pobladores murieran de hambre....
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2.
Es una historia muy bien contada y con muchos detalles espeluznantes. Pero las historias hay que
contarlas.
La historia de la carrera de la muerte me la habían contado, pero no sabía tantos detalles.
Gracias por escribir la historia. Estos detalles de la gente común y corriente es lo que hay que contar.
Es la historia que vale la pena.
Y la tal política de tierra arrasada, de que siempre he oído hablar. No había entendido que era una
táctica de guerra usada por Stalin entre otros. Es decir acabar con gente, animales y alimento.
¡Un horror!
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3.
Fabio, estas historias no son tan alejadas o diferentes a las que vivieron y cuentan las víctimas de los
paramilitares, los que se tomaron hace apenas una década a Casanare. El horror, la sevicia, el terror,
la tortura y el maltrato al que fueron sometidos, abuelos, padres, tíos, familiares, vecinos... los puedo
oír de boca de mis estudiantes en la universidad. Estas mismas historia que parecen sacadas de un
libro de horror, lamentablemente, se han repetido en distintas épocas en nuestro país. Uno no alcanza
imaginar la demencia de algunos seres humanos...
Responder
4.
Hola Rosalinda, increíble esta narración, me gustaría saber si conoce algún dato de la familia Arias,
que al parecer también fue acribillada por una bomba del gobierno en la región de Paez y Miraflorez.
Responder
5.