En los siglos XVII y XVIII, una serie de hechos fueron
delineando los principales rasgos de la naciente sociedad chilena, algunos de los cuales se manifiestan hasta hoy.
Podría decirse que el primero de estos siglos transcurrió entre
catástrofes naturales, episodios dramáticos - como el que protagonizó la Quintrala-, la aparición repentina y asoladora de piratas y corsarios y la acción de algunos gobernadores corruptos e ineficientes.
El segundo, en cambio, aparece como el Siglo de las Luces,
del progreso que se expresaba mediante la fundación de nuevas ciudades, la creación de nuevas instituciones, y la administración de mandatarios marcados por una política reformista impuesta desde España.
Procesos históricos
En este ambiente, se desarrollaron dos procesos históricos de
importancia: por un lado, una nueva forma de relación hispano-indígena; y, por otro, la consolidación de una sociedad mayoritariamente mestiza y agropecuaria, al norte de la frontera de Arauco.
La situación bélica de Arauco se alteró de modo sustancial tras
el Desastre de Curalaba (1598). La creación de un ejército profesional y permanente, pagado con los dineros del Real Situado que venía desde el Perú, fue el primer cambio que se experimentó en este campo, a inicios del siglo XVII. Luego siguió en 1608, la autorización para esclavizar a los indígenas rebeldes y, posteriormente, la imposición a instancias del Padre Luis de Valdivia, de una nueva modalidad bélica. Esta fue la guerra defensiva, caracterizada por el desarrollo de actividades militares, solo en caso de defensa, y por el envío de misioneros allende la Frontera.
Pese a este esfuerzo, la guerra defensiva terminó por
imponerse: cobraron fuerzas la Malocas, es decir, las violentas irrupciones de los españoles en territorio indígena, acciones que encontraron respuesta los Malones del pueblo mapuche. Sin embargo, con el correr del tiempo predominaron las relaciones pacíficas entre ambos bandos.
Las condiciones de paz se fijaban en los Parlamentos,
instancias cuyos resultados eran más o menos estables, debido a que en estos encuentros participaba una gran cantidad de caciques indígenas, pero nunca la totalidad de ellos. Los Parlamentos se hicieron casi rutinarios durante el Siglo XVIII, permitiendo grandes períodos de entendimientos y de comercio entre españoles e indígenas, eventualmente cortados por nuevos episodios bélicos. Estos podían ser de carácter general - aquellos en que participaba la gran mayoría de las comunidades indígenas- o parcial, en los que tomaba parte algunas comunidades autóctonas.
Al norte del río Biobío la situación era distinta. Las ciudades
consolidaron su existencia y las distintas actividades agropecuarias empezaron a aumentar su producción y a realizar las primeras exportaciones. Esto llegó a su punto culmine en el siglo XVIII, con la gran corriente exportadora de trigo hacia el Perú. La antigua sociedad del siglo XVI, en la que existían dos grupos claramente definidos- españoles e indígenas-, se volvió más compleja, debido al creciente número de mestizos, quienes se transformaron, paulatinamente, en la principal fuerza de trabajo del Reino. De modo paralelo, la población total también aumentaba.
Por su parte, las instituciones se hallaban en pleno
funcionamiento: los cabildos, la Real Audiencia de Santiago y todos los funcionarios, conformaban un complejo sistema administrativa, que se distinguía por la poco clara delimitación de funciones, la supervigilancia mutua entre las autoridades y la existencia de una serie de prohibiciones que en muchos casos no eran respetadas.
La familia Borbón asume el poder
El inicio del siglo XVIII presenció un cambio dinástico en
España: la muerte sin descendencia de Carlos II y sus disposiciones testamentarias permitieron que a través de Felipe de Anjou- Felipe V- se iniciara el reinado de la familia Borbón. De origen francés esta impuso un nuevo estilo en el gobierno de Chile y de América, caracterizado por la idea de repotenciar y renovar al ya alicaído Imperio español. Se agilizaron los sistemas administrativos, procurándose establecer un manejo burocrático más eficiente, lo que implicaba la realización de reformas de todo tipo. Así, se tendió a aumentar el control que el Estado ejercía sobre los súbditos de la Corona, a mejorar los rendimientos económicos y las condiciones de vida en las colonias. Por ello fue que en nuestro país se fundaron varias ciudades y se establecieron nuevas instituciones, tales como la Real Universidad de San Felipe, la Casa de Moneda y el Tribunal del Consulado.
Adelantos y problemas
Al mismo tiempo, se buscó agilizar el comercio trasatlántico
mediante la apertura de nuevos puertos y rutas. La agricultura chilena fue capaz de exportar importantes y crecientes cantidades de trigo al mercado peruano, originando, de paso, una gran concentración de la propiedad. Se realizaron obras de adelanto, tales como el mejoramiento del camino cordillerano entre los Andes y Mendoza, y de la ruta que unía Santiago con Valparaíso. En la capital, se continuó con los trabajos del canal del Maipo, se construyeron y refaccionaron los Tajamares del Mapocho, se siguió con la edificación de la Catedral de Santiago, y se levantó el puente de Cal y Canto.
Sin embargo, no todo era de dulce; también había agraz. En
las ciudades se presentaban graves problemas, siendo la delincuencia el más delicado de ellos.
Las autoridades se abocaron, con distintos procedimientos y
resultados, a tratar de remediar esta situación.
Un hecho de trascendental importancia - debido al impacto
que causó y a los daños que provocó en la calidad de la educación, la industria y la cultura en el país- fue la expulsión de los miembros de la Compañía de Jesús, decretada por Carlos III en 1767. Los jesuitas dejaron un vacío que las otras órdenes religiosas no consiguieron llenar.