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El socialismo y el movimiento obrero alemán

antes de 1914- Dick Geary

En 1914 Alemania tenía el partido socialista más grande del mundo, y allí los
obreros votaban a los socialistas en mayor proporción que en cualquier otro
país. En vísperas de la Primera Guerra Mundial el Partido Socialdemócrata
Alemán (SPD) contaba con alrededor de un millón de individuos que pagaban
sus cuotas y había conseguido movilizar con éxito a más de cuatro millones
de votantes en la elecciones del Reichstag (parlamento alemán) de 1912. No
obstante, este partido era más que una impresionante maquinaria electoral,
pues había logrado crear o adoptar una abundancia de organizaciones
subsidiarias que penetraban en la vida diaria y el ocio de una importante
porción de la clase obrera alemana.

No fue menos impresionante el crecimiento del movimiento sindical


estrechamente asociado a la socialdemocracia alemana.

Es obvio que el crecimiento de las organizaciones obreras fue una


consecuencia de la industrialización de Alemania. Al mismo tiempo se
produjo un importante incremento en el número de ocupados alemanes en la
industria y manufactura, pasando desde 6.396.000 en 1882 hasta
11.256.000 en 1907, el último censo de ocupaciones anterior a la guerra. El
porcentaje de asalariados, por diferenciarlos de los autónomos, en el sector
industrial también creció desde un 56,7% en 1875 hasta al 76% en 1907.

Alemania, una sociedad predominantemente agraria en 1860, se había


transformado en 1914 en la nación industrial más importante de Europa.
Aunque su riqueza global y su producto nacional no alcanzaban al de Gran
Bretaña, debido al enorme imperio financiero y comercial de esta última, el
Segundo Reich se encontraba, como país industrial, solo por detrás de los
Estados Unidos.

Muchas de las empresas químicas, que han conservado sus muy conocidos
nombres hasta nuestros días se establecieron en este período; y en 1914
Alemania controlaba no menos del 90% del comercio mundial de los
colorantes químicos.
Este proceso de industrialización se conjugó con una transición igualmente
rápida y espectacular desde la sociedad rural a la urbana.

Hubo un gran aumento de la población, en parte era una consecuencia del


aumento natural de la población; pero en mucha mayor medida fue el
resultado de una transferencia masiva de la población, sobre todo desde el
este, hacia las nacientes ciudades industriales que demandaban mano de
obra. Esta transferencia tuvo NO pocas consecuencias importantes para la
historia del movimiento obrero alemán.

Las ciudades industriales que habían crecido rápidamente, sobre todo las
del Ruhr, se tuvieron que enfrentar a una influencia masiva de los
emigrantes rurales, muchos de los cuales eran polacos y masurianos que
solían conocer muy poco o nada el idioma alemán. La existencia de divisiones
étnicas y confesionales dentro de una misma zona o incluso dentro de una
misma fábrica fue uno de los principales factores que contribuyó a
fragmentar la clase obrara alemana y a dificultar la acción colectiva.

Esta rápida y masiva transferencia de población planteó un serio problema


al MERCDO DE LA VIVIENDA. Al menos al principio, una solución a este
problema en zonas que aún no estaban densamente pobladas y donde los
precios de lo tierra eran relativamente bajos, fue la provisión de viviendas
por parte de las empresas, solución que para l empresario conllevaba una
ventaja adicional, la de poder controlar a sus trabajadores amenazándoles
con el desahucio.

Pero tal provisión no consiguió evitar un grado de amontonamiento que en


aquellos días se consideró intolerable y que hizo temer a los comentaristas
burgueses de la época por la moralidad de la clase obrera.

Es difícil estimar en su justa medida las consecuencias de estas penosas


condiciones de vivienda para el movimiento obrero alemán. Por lo pronto,
hacían imposible una satisfactoria convivencia familiar y hogareña.
Consecuentemente, la vida social de los varones se hacía fuera de casa,
generalmente en la taberna que solía servir de centro para las actividades
de ocio y culturales de los socialdemócratas.

La vida y el trabajo en las fábricas eran también bastantes desagradables


para muchos. Los accidentes laborales y las enfermedades profesionales
estaban lejos de ser una rareza: la interminable jornada laboral (13hs al día)
de los trabajadores no cualificados era remunerada con salarios muy bajos
que a su vez se reducían debido a la multas que imponían los patronos por las
diversas formas de conducta indisciplinada.

Cierto es que se formaron organizaciones obreras para combatir estos


males, para mejorar las condiciones de vida y aumentar los salarios o, al
menos, para evitar un mayor deterioro, y que el ideal socialista buscaba
ofrecer una vida cualitativamente diferente a una clase obrera explotada.
Pero la conexión entre los aspectos poco saludables de la industrialización
por una parte, y el desarrollo de la acción y la organización colectivas de la
clase trabajadora por otra, es bastante menos clara o inmediata de lo que
uno puede imaginar.

LOS ORIGENES DE LA ACCIÓN Y LA ORGANIZACIÓN COLECTIVAS

En Alemania, como también sucedió en Francia y Gran Bretaña, las raíces de


los sindicatos y de la organización socialista preceden al predominio de la
industria fabril a gran escala.

Sin embargo, el origen de muchos de los sindicatos que aparecieron,


especialmente de tipógrafos, obreros cualificados de la construcción y de la
asociaciones de artesanos de los años 1840, y su florecimiento hay que
fecharlo durante la liberalización temporal que acompaño a las revoluciones
de 1848.

Los primeros sectores de la fuerza de trabajo alemana que se incorporaron


a la actividad sindical estaban integrados por los trabajadores
relativamente bien remunerados, dados los bajos niveles de vida que se
reconocen para los obreros manuales; eran hombres cualificados y habían
recibido un aprendizaje que no sólo les había enseñado una amplia variedad
de prácticas que dificultaba su sustitución, sino que también les iniciaba en
una serie de actitudes concernientes a la dignidad y a la importancia de su
oficio.
Allí donde estos hombres decidían involucrarse en la política solían
comprometerse con la política del liberalismo más que con la del socialismo,
como ocurrió con los trabajadores de la producción mecanizada de Berlín.

Sin embargo, incluso aquellos trabajadores que se volcaron hacia el naciente


movimiento socialista alemán en la década de 1860 no constituían en ningún
sentido un proletariado fabril no cualificado.

Los trabajadores cualificados en prósperas industrias, con cierto grado de


poder en el mercado laboral, permanecieron en sus sindicatos, y la acción
política se encaminaba más bien a la defensa y conservación de los oficios
artesanales “degradados” como el de zapatero o el de sastre.

Después de la década de 1870 tanto los sindicatos como el Partido


Socialdemócrata Alemán se convirtieron en organizaciones de un movimiento
obrero de fábricas más moderno. Y de nuevo no fueron los trabajadores
menos cualificados o peor pagados los que constituyeron la espina dorsal de
estos movimientos.

Ocurrió más bien que los primeros en formar organizaciones estables


fueron aquellos que necesitaban defender sus estatus u obtener mejoras,
quienes tenían expectativas, una tradición organizativa y fuerza para
negocias en el mercado laboral.

El hecho de que los bajos salarios, las penosas condiciones fabriles y el


mísero alojamiento no bastan para explicar el surgimiento de la protesta
obrera colectiva queda aún mejor demostrado si se observa el calendario de
la organización sindical, de la acción huelguística y de la movilización
política.

Las huelgas, así como en mayor grado la formación de sindicatos, NO se


produjeron en tiempos de depresión económica y desempleo, sino en
momentos de expansión del ciclo económico. En esas coyunturas económicas
los trabajadores solían trabajar más horas para cumplir con pedidos cada
vez más numerosos y experimentaron una aceleración en el ritmo de
trabajo. Esos tiempos también se caracterizan por la inflación de los
precios del mercado, hecho que erosionaba los salarios reales.
El poder negociador de los trabajadores cualificados que habían recibido un
aprendizaje prolongados, explica además por qué fueron ellos quienes
organizaron las huelgas que tuvieron más éxito, algunas de las cuales eran
de naturaleza ofensiva, en la medida en que su objetivo no era sólo
defender los niveles de vida existentes, sino mejorarlos. Sus colegas más
débiles o menos cualificados tendían a involucrarse en huelgas defensivas
para mantener los niveles salariales.

Todos los sectores de la fuerza de trabajo alemana estaban sujetos a las


crecientes demandas de las fábricas, en ocasiones como consecuencia de la
introducción de maquinaria y procesos de producción nuevos y más rápidos,
pero sobre todo como un efecto de la intensificación del trabajo. Puede que
las horas de trabajo se redujesen, pero la productividad durante esas horas
aumentó mucho como consecuencia de una mayor división del trabajo y de la
introducción de nuevos sistemas de pago y supervisión. En estas
circunstancias algunos trabajadores alemanes del metal padecían realmente
de agotamientos nerviosos. Fueron estos factores, junto con la presión
inflacionista, los que estimularon el desasosiego industrial a escala nacional
entre 1910 y 1912.

El hecho de que los trabajadores no cualificados se incorporaran al mundo


del trabajo industrial con relativamente pocas expectativas, y de que
muchos procedieran de zonas rurales, de diversos tipos de entornos
familiares y ocupaciones, y de que en ocasiones hablaran diferentes lenguas,
contribuyó a que no fuera fácil la acción y la organización colectiva.

El famoso “paternalismo” de los patronos alemanes no era una simple


consecuencia de los valores éticos o religiosos, ni un producto de la mala
conciencia. La provisión de viviendas, escuelas, clínicas y la introducción del
sistema de pensiones y seguros de enfermedad, se utilizaron para la
manipulación de los trabajadores. Si éstos se enemistaban con su patrón o
ingresaba al SPD, debían desalojar la vivienda de la compañía y se les
retiraba las prestaciones sociales.

La participación femenina en las huelgas era algo frecuente. Ahora bien, las
trabajadoras tenían más dificultades para organizarse sobre una base
estable que sus colegas varones. En primer lugar, ellos puede explicarse en
términos que no hacen referencia al sexo, sino a la naturaleza del trabajo
de las mujeres. Las trabajadoras estaban desproporcionadamente
concentradas en sectores en los que también los hombres apenas estaban
organizados. Como consecuencia de ello, solían trabajar en oficios
geográficamente dispersos y por tanto de difícil comunicación.

El SPD proclamaba que la religión era un asunto privado, precisamente para


no perder el apoyo potencial de los practicantes, su ideología era atea.

LA POLITIZACIÓN DEL MOVIMIENTO OBRERO ALEMÁN:

En los años 1860, los trabajadores alemanes emularon a sus colegas


británicos, belgas y franceses cuando formaron sociedades amistosas,
organizaciones de cooperación, asociaciones educativas y sindicatos, unas
veces en alianza con los liberales progresistas y otras por su propia
iniciativa. Sin embargo, algunos de estos trabajadores también comenzaron
a participar en las actividades de dos partidos políticos que al final de la
década de 1860 habían adoptado programas explícitamente socialistas,
aunque en ambos casos de naturaleza muy ecléctica, y que dirigían su
mensaje de una manera específica a los trabajadores a los que pretendían
representar. Estos partidos eran: la Unión General de Trabajadores
Alemanes y el Partido de Eisenach. En parte como consecuencia de la
presión que ejercían las bases de ambas organizaciones, que libraban
batallas comunes contra los empresarios y patronos, pero sobre todo como
consecuencia de la persecución llevada a cabo por el recién implantado
estado imperial estos dos partidos se reunieron en la conferencia de Gotha
de 1875 para formar el Partido Socialdemócrata Alemán.

Entre 1878 y 1890 las autoridades clausuraron el SPD y otras


organizaciones sospechosas de simpatizar con el socialismo. Éste sobrevivió
a esta embestida y de hecho aumentó su apoyo durante estos años de
persecución, calificados por sus miembros más leales como los años
heroicos.

En 1914 el SPD era el mayor partido político de Alemania y, a pesar de unas


fronteras electorales extremadamente desfavorables, que provocan una
tremenda infrarrepresentación de las zonas urbanas y por tanto de los
votantes socialistas, obtuvo menos de 110 escaños en el Reichstag.
En la Alemania imperial, ser socialdemócrata era arriesgarse a despertar las
iras del patrono y de la policía. Tanto la politización como la radicalización
de las actitudes de la clase trabajadora de la Alemania imperial después de
1860 están asociadas con una serie de factores en interacción: el papel y la
actitud de la burguesía alemana, las políticas adoptadas por los empresarios
alemanes en relación con sus trabajadores y sobre todo, la naturaleza del
Estado imperial antes de 1914.

En Alemania existía un movimiento liberal que experimentó un crecimiento


significativo entre los años 1830 y 1840. Pero sus esperanzas se vieron
cruelmente frustradas debido a la represión que siguió a las revoluciones de
1848-1849 y también a sus propias divisiones internas y a su inconstancia. El
movimiento liberal se dividió, su fuerza disminuyó, y una porción
considerable de la clase media alemana comenzó a apoyar al gobierno
semiautoritario en contra de las fuerzas de cambio.

Aunque la clase media alemana se encontraba dividida en torno a la cuestión


del proteccionismo y el grado hasta el que se podría llevar una reforma
constitucional, la amenaza del “peligro rojo”, explotada eficazmente por la
propaganda gubernamental, condujo a muchos a preferir la política
existente a los peligros que podían derivarse de una democratización del
Reich. Este proceso aumentó en realidad el poder y la influencia de un
movimiento socialdemócrata en permanente crecimiento, aunque desde el
punto de vista político, imponente y condenado al ostracismo. La política
liberal-laborista, que se caracterizaban por la cooperación y la alianza entre
los liberales de clase media y un sector de la clase obrera brilló por su
ausencia en la Alemania imperial.

En la Alemania imperial la política independiente y radical de la clase obrera


era, en muy buena medida, un producto de este aislamiento.

Un segundo factor que llevó a muchos trabajadores a comulgar con una


política independiente y radical fue el comportamiento de los empresarios
alemanes antes de 1914. Ya hemos visto que la adopción de diversas medidas
“paternalistas” en materia de asistencia social por parte de las grandes
compañías se debió a varios motivos, y no sólo al deseo de aumentar el
control sobre los trabajadores.
Los pocos sectores de la industria en los que los empresarios alemanes
estaban dispuestos o se veían obligados a negociar eran con los
trabajadores cualificados. La negociación se convirtió en la regla sólo en
aquellos sectores que dependían de una oferta constante de mano de obra
altamente cualificada.

El Estado constituyó con mucho el factor más importante de la politización


y radicalización del movimiento obrero alemán. En primer lugar, a diferencia
de lo que ocurría en la Gran Bretaña del libre mercado, incluso las
cuestiones que atañían al “pan de cada día” no podían desvincularse del
poder político en la Alemania imperial. Los precios de los alimentos estaban
determinados no sólo por las fuerzas del mercado, sino también por los
impuestos sobre la importación agraria que se establecieron en 1879 y en
1902 para proteger, frente a los productos extranjeros más baratos.

La introducción dl sufragio universal masculino impulsó indudablemente la


causa del socialismo. Así, la súbdita extensión del sufragio en Alemania
abrió un vacío político que podía ser y fue explotado por nuevos partidos
políticos que hablaban el lenguaje de la clase. Sin embargo, hasta 1914 los
partidos políticos de la clase obrera quedaron excluidos de la política
nacional.

Es necesario acentuar que durante el periodo entre 1878-1890, el acoso


sobre las organizaciones del movimiento obrero no se restringía a la esfera
política, sino que se extendían al mundo del conflicto industrial. Las diversas
leyes evitaban la sindicación de los trabajadores rurales, de los sirvientes
domésticos y de los trabajadores ferroviarios. Las huelgas masivas
padecieron la intervención de la policía y de las tropas armadas, como
ocurrió en las grandes huelgas mineras de 1889 y 1912, en las que se
produjeron muertes en los dos casos. Además, mientras que los
trabajadores franceses y británicos podían al menos culpar al gobierno
democráticamente elegidos de las medidas políticas en contra de ellos y
tenían por tanto la esperanza de que el cambio de gobierno produciría una
cambio de política, los trabajadores alemanes se enfrentaban a una acción
política dictada por un aparato estatal que no habían elegido.

Los representantes de trabajadores quedaban excluidos de la toma de


decisiones, tanto a escala nacional como local. Fue esta exclusión lo que
genero un movimiento socialista de masas que exigían un cambio social y
económico cualitativo, incluso aunque algunos de sus miembros no estuvieran
muy seguros de lo que ese cambio significaba en términos concretos.

RADICALISMO O REFORMISMO

El grado en que la socialdemocracia alemana había sido o seguía siendo un


movimiento “radical o revolucionario” ha sido motivo de discusiones. Tras
unos confusos orígenes intelectuales, el partido llegó a adoptar el programa
de Erfurt en 1891. La primera parte de este programa fue redactado por
Kautsky, el principal difusor del marxismo en aquellos días, y proclamaba la
imposibilidad de solucionar los problemas de la clase obrera bajo el
capitalismo, la necesidad de la socialización de los medios de producción y la
inevitabilidad tanto del conflicto de clases como de la crisis económica. La
segunda parte del programa, obra de Bernstein, quien aún no había
abandonado el marxismo, se centraba en las metas a corto plazo: la reforma
democrática, y la mejora de las condiciones de vida y trabajo. A pesar de
este punto de vista aparentemente radical, era de esperar que SPD,
condicionado por la recesión económica y la persecución en el ámbito
político, se integrara cada vez más en el sistema político de la Alemania
Guillermina y perdiera su fervor revolucionario.

En agosto de 1914 cuando estallo la Primera Guerra Mundial, la delegación


del SPD en el Reichstag dio su voto en apoyo del esfuerzo bélico
gubernamental. El internacionalismo y el compromiso con la lucha de clase de
los programas y las declaraciones oficiales parecían constituir entonces una
sórdida impostura. El patriotismo parecía haber triunfado sobre el
radicalismo. El SPD nunca tuvo ideas monolíticas.

LA CLASE OBRERA NO SOCIALISTA

Chicos, acá habla que había cierta parte de la clase obrera que no apoya al
SPD por diferentes motivos, no me pareció relevante, si quieren léanlo como
para tener una idea, es una hoja nomas! HAY EQUIPOOOOOO!!!! :D

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