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M.R.I.

MENTAL RESEARCH INSTITUTE

“ENFOQUE ESTRATÉGICO EN TERAPIA


FAMILIAR SISTÉMICA”

ALUMNOS
Paulina Irarrázabal Bravo
Rodrigo Valdés Rojas
INDICE

INTRODUCCION 1
MODELO 3
1. LOS FUNDAMENTOS TEÓRICOS DEL ENFOQUE ESTRATÉGICO. 3
1.1 LAS REGLAS DE COMUNICACIÓN EN LOS SISTEMAS FAMILIARES. 4
1.2 LAS ETAPAS DEL CICLO FAMILIAR. 5
I. El galanteo. 6
II. El matrimonio 6
III. El nacimiento de los hijos. 6
IV. El período intermedio del matrimonio. 7
V. La partida de los hijos. 7
VI. El retiro y la vejez. 7
1.3 LAS MODALIDADES DEL CAMBIO. 8
1.4 LA NOCIÓN DE DOBLE VÍNCULO TERAPÉUTICO. 9
2. LA CONCEPCIÓN OPERATIVA DEL ENFOQUE ESTRATÉGICO. 10
3. LAS TÉCNICAS DEL ENFOQUE ESTRATÉGICO. 12
3.1 LAS INSTRUCCIONES DIRECTAS. 13
3.2 LAS INSTRUCCIONES PARADÓJICAS. 13
3.2.1 REDEFINICIÓN, RE – ENCUADRE O RE – ESTRUCTURACIÓN. 14
3.2.2 CONNOTACIÓN POSITIVA. 15
3.2.3 PRESCRIPCIÓN DEL SÍNTOMA. 15
3.2.4 DESALENTAR. 16
4. CUADRO RESUMEN MRI 17
5. REFLEXIÓN Y ANÁLISIS CRITICO 18
BIBLIOGRAFIA 21

INTRODUCCION
Hace 40 años, en el año 1959 en la localidad de Palo Alto, se fundaba el Mental Research
Institute. En aquellos momentos, el grupo pionero estaba compuesto por Donald Jackson,
Jules Riskin y Virginia Satir, incorporándose durante el segundo año, Paul Watzlawick, que
tendrá y tiene hasta el día de hoy, una preponderante importancia en relación al MRI.

Este equipo colaboraba en investigación con otro grupo pionero en aquel momento,
conformado en ese entonces por un eminente antropólogo llamado Gregory Bateson, John
Weakland, Jay Haley y Willam Fry, grupo que se dedica en sus principios a estudiar las
paradojas de la comunicación, dando a conocer los resultados en el primer artículo del
grupo (y de relevancia significativa hasta el día de hoy), llamado Hacia una teoría de la
esquizofrenia (1962), en donde se planteaba la dinámica del doble vínculo.

Dichas investigaciones, contaban con la subvención de Rockefeler, fundación la cual cesa


el contrato y elimina los fondos para dicha investigación, por lo que Bateson viaja al
exterior para continuar sus estudios, Willan Fry entró en la marina de los Estados Unidos,
mientras que Haley y Weakland se incorporaron al M.R.I., quienes se suman a Jackson,
Riskin y Satir.

De manera análoga y consecutiva durante la segunda mitad de los años 60, Watzlawick y su
grupo de investigadores en el MRI (Beavin y Jackson), siguiendo con los planteamientos
previos de Bateson y basados en la Teoría General de los Sistemas de Von Bertalanffy y la
Teoría de los Tipos Lógicos de Russell y Whitehead como principales referentes teóricos,
postulan cinco axiomas básicos para la comunicación humana, describiendo al mismo
tiempo, las formas en que estos procesos comunicativos pueden verse alterados. Así es
como aparece en el año 1967, la Pragmática de la Comunicación Humana (CPH), cobrando
una relevancia significativa e histórica, consolidando un cambio de paradigma en el
entendimiento de los procesos comunicativos, pasando de la linealidad y
unidireccionalidad, al planteamiento de que lo central es la circularidad, las relaciones y la
interacción

Dicha revolución lleva a abandonar una concepción del conocer inspirada en la linealidad,
para entrar en los procesos circulares que entendían que un efecto también tenía su
influencia sobre las causas que lo provocaban. Cobra acá relevancia por tanto, la
concepción el trabajo con familias y la cibernética.

La cibernética de segundo orden (base del constructivismo), involucra al perceptor en el


campo de la observación, haciendo de la subjetividad el bastión del conocimiento. De esta
manera, toda la complejidad de un nuevo y posible paradigma, se elaboraba en las
construcciones teóricas y pragmáticas siempre y irreversiblemente desde sus mentores.

A su vez el trabajo con familias, particularmente a partir de la exploración de las dinámicas


comunicativas, concluía que las conductas humanas no podían pensarse como individuales
sino como un fenómeno absolutamente recursivo, imponiéndose la noción de feedback y
dando pie a un significativo cambio; “de las acciones simples a las interacciones”.

Con posterioridad a la formulación de la Pragmática de la Comunicación Humana, el grupo


de investigadores del MRI, continuó su trabajo acentuando el énfasis de la comunicación
como herramienta útil para el cambio en psicoterapia. A partir de allí, se desarrollaron
nuevas técnicas para el trabajo en psicología clínica, otorgándosele justamente a este grupo
de investigadores del MRI (Watzlawick y col. 1974), como responsables de la primera
formulación de terapia estratégica.

Es así como respecto de las técnicas, estos autores sintetizaron e integraron a su vez a su
perspectiva sistémica, las aportaciones técnicas de la hipnoterapia de Milton Erickson, de
modo que, hecho esto dentro de la óptica de la formulación de modelos sistemáticos,
convirtieron el enfoque estratégico de la terapia de Erickson de “puro arte o simple magia”
en un procedimiento clínico repetible.

En definitiva, esta nueva modalidad de trabajo, viene a ser la resultante de las aplicaciones
de la Pragmática de la Comunicación en el ámbito de psicoterapia, se difundió y se conoce
hasta ahora como Enfoque Estratégico en Terapia Familiar Sistémica y es justamente de
lo que profundizaremos en el presente trabajo.
MODELO

1. LOS FUNDAMENTOS TEÓRICOS DEL ENFOQUE ESTRATÉGICO.

El enfoque estratégico no es una simple teoría y una práctica en el terreno de la


psicoterapia, sino una verdadera y auténtica escuela del pensamiento que remite a «cómo»
los seres humanos se relacionan con cada uno de nosotros se relaciona consigo mismo, con
los demás y con el mundo.

Como ya se menciono, este enfoque mantiene a la base de su teoría, una serie de


fundamentos provenientes de la pragmática de la comunicación, que es necesario conocer
para un claro entendimiento de los objetivos y operatividad del modelo.

De partida, esta modalidad de trabajo psicoterapéutico, considera que todo sistema


interaccional está gobernado por una especie de “cálculo” comunicacional que se expresa
en la pragmática, en que los hablantes hacen uso de ella sin tener ni necesitar conocimiento
formal de su operatoria. Los sistemas familiares no escapan a esta condición,
estructurando igualmente una sofisticada y compleja trama comunicacional que permite la
preservación del sistema. En esta lógica, suele darse el hecho, que los sujetos
(comunicantes) suelen verse atrapados en intentos fallidos e inconducentes de solución, al
reiterar pautas pre-establecidas de interacción/comunicación, en circunstancias que ya no
les sirven ni les permiten salir del círculo en que se hallan atrapados, repitiendo “más de lo
mismo”.

El Enfoque Estratégico considera también las distintas etapas por las que atraviesa una
familia como grupo, durante el ciclo de vida que desarrolla; cada una de dichas etapas
tiene sus peculiaridades en cuanto a las relaciones intra y extrafamiliares y sus
consecuentes definiciones y re-definiciones a través del tiempo. Todas ellas son
potencialmente transitables sin problemas, siguiendo ciertas tendencias naturales, pero
también dicho tránsito entre una y otra puede generar serios problemas, cuando por diversas
razones surgen dificultades de ajuste y respuestas a las condiciones que cada una de ellas
demanda.

Por otra parte, la distinción hecha por Watzlawick et al. (1974) respecto de las
paradojas pragmáticas, indica que quien enfrenta ese tipo de situaciones se encuentra en
una posición insostenible, dado que las alternativas con que cuenta no son tales. Al mismo
tiempo, percatarse que las opciones presentadas constituyen sólo una ilusión, significa que
la persona afectada debiera ser capaz de darse cuenta no sólo de la características de las
“alternativas”, sino también de la condición doble-vinculante global en que se encuentra.

1.1 LAS REGLAS DE COMUNICACIÓN EN LOS SISTEMAS FAMILIARES.


D. Jackson, primer Director del M.R.I. de Palo Alto, California, publicó en 1965,
“The Study of the Family”, los principios teóricos acerca de la Terapia Familiar que había
estado desarrollando el Instituto. Allí propuso la idea de la familia como un sistema
homeostático esencialmente gobernado por reglas que, operando repetitivamente, regulan y
organizan la comunicación y el comportamiento de sus miembros.

Plantea que todo proceso de comunicación implica un aspecto de contenido y un


aspecto relacional, dado lo cual, el definir la naturaleza de la relación en que participan no
puede ser soslayado ni dejado al azar por los comunicantes que interactúan de manera
sostenida en el tiempo.

El nivel de contenido corresponde al nivel denotativo simple, es decir a las palabras,


o a lo que es explicito dentro de un cierto mensaje, incluyendo entonces todo lo que es
comunicable. En el caso de las personas, se expresa generalmente a través de palabras o lo
habitualmente denominado “discurso”, pudiendo ser este hablado o escrito. Por tanto el
nivel de contenido tiene que ver principalmente con la transmisión de información.

En lo relacional, si bien igual hay transmisión de información, esta corresponde a un


orden lógico superior, pues se trata de información acerca de la información, siendo a nivel
tácito “instrucciones del cómo debe entenderse la información”. Este aspecto esta centrado
por tanto, en la relación propiamente tal entre los comunicantes, por tanto acorde a como se
defina esta, se entenderá lo que se entenderá entre los interactuantes.

Lo relacional no es habitualmente explícito, sino por el contrario, corresponde a un


aspecto meta-comunicacional del cual no se es consciente la generalidad de las veces, sino
que se encuentra omnipresente en todo intercambio comunicativo humano, sea éste de la
naturaleza que sea.

Considerando los aspectos anteriores por tanto, particularmente lo relacional, es que


los intercambios comunicativos estabilizan la relación o provocan su ruptura, pero no
pueden evitarla. Así, se entiende que toda interacción mantenida en el tiempo, tiene a la
base una definición relativamente estable acerca de la naturaleza de la relación entre los
interactuantes (como de amistad, compañeros de trabajo, amantes, etc…). Esto supone
cierto grado mutuo de aceptabilidad respecto del modo en que la relación está definida o,
por lo menos, acerca de los límites aceptables de discrepancia dentro de la relación. Dichos
acuerdos en el caso de las familias, han sido conceptualizados como reglas y no implican
una necesaria percatación conciente de ellas por parte de los interactuantes, sino
habitualmente al revés, es decir, sin conciencia alguna de estas.

En relación a lo anterior, estas reglas familiares son inferencias, abstracciones que


un observador hace para describir ciertos patrones redundantes de
comportamiento/comunicación que él distingue en la dinámica familiar. Poder realizar
esta distinción en términos sistémicos suficientemente amplios tiene importancia, pues
cualquier conducta por compleja que sea, puede finalmente ser señalada como parte de un
patrón más amplio en el que ella tiene sentido, a diferencia de cuando se la mira
aisladamente como la manifestación interna de un individuo.

La noción de la familia como un sistema homeostático (Jackson, 1965), considera


que las reglas familiares son mantenidas y reforzadas mediante procesos homeostáticos que
operan mediante restricciones a la conducta de los componentes de un grupo familiar, de
manera tal que ésta resulte adaptativa a la regla. De este modo, cuando alguna conducta
individual dentro de la familia se desvía sobrepasando el rango que permite la norma, se
activan mecanismos homeostático (en este caso, la conducta de otros miembros en
cualquiera de sus manifestaciones), tendientes a colocarla de nuevo dentro del rango
permitido por la regla, restituyendo, al mismo tiempo, el equilibrio que esa regla cautela.

Una parte significativa de esta operatoria homeostática descrita se da mediante el


uso de la meta-comunicación; los comportamientos que representan intentos de retornar la
conducta de otros a los márgenes posibles o de restringirlos dentro de ellos, son
manifestaciones metacomunicativas, es decir relacionales, radicando ahí por tanto la
dificultad e importancia de este aspecto.

El ser humano por tanto, al contar con un solo y mismo lenguaje, y dado el hecho
que comunicación y metacomunicación corresponden a niveles lógicos distintos, esta
situación particularmente humana establece las bases para que se genere la comunicación
paradójica, al mezclarse ambos niveles.

Por tanto y en conclusión, esta mezcla o poca coordinación entre ambos niveles,
origina el fenómeno comunicativo conocido como – la paradoja pragmática – que se
constituye como un elemento particularmente complejo y conflictivo para la interacción
humana y donde pone énfasis el modelo estratégico. Al mismo tiempo, y dada la
relevancia de dicho fenómeno comunicativo y relacional, se ha buscado la forma de generar
intervenciones – el doble vínculo terapéutico o contraparadoja – que contribuyan a manejar
los mismos problemas que esta condición genera.

1.2 LAS ETAPAS DEL CICLO FAMILIAR.

La consideración del proceso evolutivo familiar como una transformación que


puede ser visualizada mediante etapas, parte de la base que aquellos períodos se hacen
distinguibles uno de otro en tanto presentan características propias, implicando demandas
particulares sobre cada uno de los miembros de la familia y sobre el sistema familiar como
conjunto. Esto sustenta la premisa del Enfoque Estratégico, que en cada una de dichas
etapas, así como en la transición de una a otra, puede surgir dificultades que se expresan
mediante un síntoma o conducta problemáticas por parte de uno o más de sus miembros.
Haley (1980), ha indicado las etapas que se revisan a continuación.
I. El galanteo. A diferencia de todas las otras especies animales, el ser humano es el
único que con la acción de elegir una pareja, involucra a otras familias y adquiere con ello
parientes políticos. La conformación de una pareja, el matrimonio no constituye sola la
unión de dos personas, sino un acto de convergencia de dos familias extensas que de uno u
otro modo ejercen influencia, al mismo tiempo que construyen una nueva y compleja red de
interacciones y significaciones.

Las personas en proceso de conseguir pareja enfrenta una situación muy particular:
el inicio de una relación que lo involucra simultáneamente dos ámbitos; su pareja misma y
ambas familias, cada cual con sus propias expectativas y demandas.

II. El matrimonio. De manera explícita como implícita, en esta etapa se requiere


definir una gran cantidad de aspectos imposibles de haber previsto antes de casarse. Esto
incluye elaborar el modo en que habrán de manejar los desacuerdos; áreas de discrepancia,
etc…, las que comienzan a emerger paulatinamente. Las soluciones intentadas pueden
resultar insatisfactorias, provocando frustraciones y un creciente descontento.

La forma en que cada pareja avanza en este proceso, no sólo está influida por las
condiciones actuales en que ellas se presentan y por la propia apreciación que cada uno de
ellos tiene al respecto, sino también por la propia historia que cada cual trae consigo al
matrimonio y por la trama todavía vigente (en diversos grados) con sus respectivas familias
de origen.

III. El nacimiento de los hijos. Un hijo no sólo impone una cantidad casi innumerable
de nuevas demandas que la pareja deberá saber satisfacer, sino que define de una manera
hasta entonces inédita la relación misma de los cónyuges. Si la unión matrimonial ha sido
considerada inicialmente como una prueba, la separación puede empezar a considerarse
menos posible. Si los miembros de la pareja se veían a sí mismos como muy
comprometidos, pueden percibir ahora la fragilidad de ese compromiso en contraste con el
que implica un hijo en común.

Por otra parte, el nacimiento de un niño vuelve a actualizar la convergencia de


ambas familias de origen; siendo necesaria la delimitación de los territorios de pertinencia
de ambas, constituyéndose esto, en una tarea relevante para la pareja y puede, de hecho,
generar disputas y dificultades entre los cónyuges por aspectos que los trascienden a ellos y
que son más bien propios de la relación con la familia extensa.

Otro aspecto que suele ser crucial y muchas veces fuente de conflictos, es cuando
los hijos inician su vida escolar. Se relaciona esto con dos aspectos concretos, uno
relacionado con una primera representación, aunque atenuada, de la casi inevitable partida
definitiva del hogar una vez que terminen su educación, lo cual volverá a dejar a los padres
solos el uno con el otro. Por otra parte, las concepciones y modos de crianza que cada
padre tiene, se expresan de manera más clara cuando el niño amplía su mundo y contactos
sociales, quedando expuesta la forma en que los padres están llevando a cabo la tarea de
crianza, y su consecuente exposición a la evaluación de los demás respecto de esta tarea.
IV. El período intermedio del matrimonio. En esta etapa los niños se vuelven menos
demandantes y generan otra vivencia del tiempo en la madre. Esta puede considerar que es
el momento de retomar las actividades postergadas por la crianza, pero si no tiene
proyecciones de ese tipo (fuera del rol madre), puede aproblemarse al percibir que los niños
la necesitan cada vez menos y que la importancia del ser dueña de casa y madre,
disminuyen significativamente. El marido por otro lado, se encuentra en un punto de su
vida laboral en que ya tiene claro en qué medida ha alcanzado o podrá alcanzar sus
propósitos largamente proyectados; si lo ha conseguido o no, etc… Si sus aspiraciones y/o
metas no han sido alcanzadas, su desilusión puede afectar de manera considerable el
vínculo conyugal y familiar.

A diferencia de los problemas surgidos en los años iniciales del matrimonio, en que
la inestabilidad emerge asociada al naciente establecimiento de pautas para manejarlos, los
del período intermedio responden a patrones habituales y recurrentes a los que la pareja
hecha mano, pero que dadas las nuevas condiciones, ya no resultan útiles. Una forma
habitual de estabilizar la relación entre los padres puede haber sido el comunicarse a través
de los hijos; cuando los hijos comienzan a estar mucho menos en la casa y sus vínculos se
empiezan a extender a otros ámbitos, prefigurando la partida, el recurso empieza a
difuminarse y la pareja puede entrar en crisis.

V. La partida de los hijos. Los padres mantienen durante largos años un vínculo de
responsabilidad respecto de los hijos. Este proceso obliga a profundos y complejos
cambios adaptativos en la interacción padres – hijos a lo largo de los años y redefine
también, muchas veces de manera dramática, la relación entre los propios padres cuando
los hijos finalmente parten.

Las turbulencias matrimoniales de esta etapa pueden ceder progresivamente, según


los padres van re – elaborando su relación como pareja, con ausencia de los hijos y
asumiendo de manera gradual un nuevo rol de “orientador” o “consejero” cuando aquellos
lo requieren y de abuelos cuando nazcan los nietos. Por otra parte, la dificultad puede
surgir como resultado de encontrarse ambos cónyuges sin mucho que decirse o compartir
ahora que no están los hijos; dado que los hijos han sido el tema o preocupación casi
exclusiva durante todos los años previos. Las nuevas condiciones hacen que la pareja
pueda volver sobre aspectos que ocasionaban disputas anteriormente (previo al nacimiento
de los hijos); reapareciendo estas ya que nunca se resolvieron, sino que simplemente se
dejaron de lado mientras los padres se hallaban abocados a la crianza.

VI. El retiro y la vejez. Una pareja que ha logrado adaptarse a la partida de los hijos,
habiendo superado también las posibles duras redefiniciones del período intermedio, puede
entrar a esta etapa en condiciones que favorecen el logro de la armonía; sin embargo,
muchas veces el retiro de la vida activa del marido, puede complicar esta nueva fase. La
utilidad de los problemas para mantener la funcionalidad del sistema, que resulta evidente
durante todo el ciclo, puede tornarse marcadamente manifiesta en los años de declinación
vital, en que la autoestima y valoración de las personas, depende casi exclusivamente de la
importancia que cada miembro de la pareja tiene para el otro. En este contexto, incluso
la enfermedad y el desvalimiento de uno o de otro, puede servir para evitar
disfuncionalidades mayores en el sistema de convivencia.

Cuando finalmente alguno de los cónyuges muere, el que sobrevive tiene que volver
a redefinir su utilidad y valía como persona; puede también volverse – otra vez – de una
manera distinta hacia la familia extensa, donde las generaciones más jóvenes adquieren un
papel fundamental, pues como señala Haley (1980b) “…del modo como los jóvenes cuidan
de los viejos, deviene el modelo de cómo se cuidará de ellos cuando a su vez envejezcan,
pues el ciclo familiar se renueva sin fin”.

1.3 LAS MODALIDADES DEL CAMBIO.

Basándose en la teoría de los grupos y en la teoría de los tipos lógicos Watzlawick


et al. (1976), señala que la primera de ellas otorga bases para la explicación de los cambios
que pueden ocurrir dentro de un sistema que – como conjunto - no presenta variaciones.
La segunda, proporciona elementos para explorar los cambios que ocurren por el paso del
sistema – como una totalidad -, desde un nivel lógico al inmediatamente superior.

En este mismo sentido, pueden distinguirse dos diferentes tipos de cambio: a) el que
tiene lugar al interior de un sistema y que consiste en una dinámica basada en distintas
combinaciones de elementos que están contenidos dentro del sistema mismo, denominado
cambio 1, y b) aquél que se manifiesta desbordando los límites del sistema y yendo más
allá de las oposiciones que pueden presentarse al interior de éste. Se trata de un “cambio
del cambio” e implica una situación radicalmente distinta a la anterior. Se le denomina
cambio 2.

“Al respecto, Watzlawick, Weakland y Fisco (1976), señalan:

a) El cambio 2 es aplicado a aquello que dentro de la perspectiva del cambio 1


parece constituir una solución, debido a que dentro de la perspectiva del cambio
2, tal “solución” se revela como la cusa del problema que se intenta resolver.

b) Mientras que el cambio parece basarse siempre en el sentido común, por


ejemplo “más de lo mismo”, el cambio 2 habitualmente aparece como extraño,
inesperado y desatinado; se trata de un elemento desconcertante, paradójico,
dentro del proceso de cambio.

c) Aplicar técnicas de cambio 2 a la “solución” significa que se aborda la situación


en el “aquí y ahora”. Estas técnicas se aplican a los efectos y no a sus supuestas
causas; la pregunta crucial correspondiente es ¿qué? Y no ¿por qué?
d) La utilización de técnicas de cambio 2 libera la situación de la trampa
engendradora de paradojas creada por la auto – reflexividad de la solución
intentada y coloca la situación sobre una base diferente. “

1.4 LA NOCIÓN DE DOBLE VÍNCULO TERAPÉUTICO.

Cuando una persona se enfrenta a situaciones de comunicación paradójica, es decir,


ante paradojas pragmáticas, su posición resulta insostenible, dado que queda atrapada en
una condición (doble vínculo) que no le permite elección verdadera y cualquiera sea su
elección ella no da la respuesta acertada, por lo que finalmente recibe las consecuencias de
dicho “error”.

Basándose en la idea que los mismo que ha hecho enloquecer o sufrir a alguien
debiera servir para devolverle la cordura o alivio, Watzlawick et al. (1974), postularon que
este mismo tipo de situación o comunicación (usada como recurso terapéutico), parecía ser,
incluso, el único modo eficaz de interrumpir los circuitos o patrones de comunicación doble
vinculante que presentan los distintos sistemas de interacción humana.

Un doble vínculo terapéutico puede entenderse como la imagen reflejada de un


doble vínculo patógeno y contiene los siguientes elementos esenciales:

1) Una relación complementaria intensa, en este caso terapeuta – paciente, que


conlleva elevadas expectativas y valor de supervivencia de parte de éste último.

2) El marco definido por el tipo de relación antes descrito, sirve de contexto para
que el terapeuta emita mensajes que, a) refuerzan la conducta que el paciente
espera modificar, b) hacen que dicho refuerzo constituya el vehículo del cambio,
c) generan una paradoja, pues se le indica al paciente que cambie
permaneciendo igual.

De este modo, la persona (paciente) es colocada en una situación insostenible


respecto de su problema: por un lado, si sigue la instrucción que el mensaje del
psicoterapeuta indica, muestra que aquello que le aqueja no está fuera de su control; por
otro, si no sigue la instrucción contenida en el mensaje del terapeuta, deberá dejar de
comportarse problemáticamente. En ambos casos, el paciente experimenta control sobre la
propia conducta problema y puede por tanto luego, regularla según sus propias intenciones.

Es decir, si en el doble vínculo patológico la persona tiene consecuencias negativas


cualquiera sea su elección, en el doble vínculo terapéutico, el paciente se ve empujado al
cambio tanto siguiendo la instrucción, como no haciéndolo.
3) El modo en que la situación terapéutica define la relación entre el terapeuta y el
paciente, impide o hace muy poco esperable, que éste último maneje la situación
paradójica en que se le coloca mediante el recurso de hacer comentarios
(metacomunicativos) acerca de ella. En términos generales, aunque la
instrucción sea poco comprensible o, incluso lógicamente absurda, igualmente
constituye una realidad pragmática; por lo tanto, el paciente no puede dejar de
comportarse en respuesta a ella, pero tampoco puede hacerlo en la forma
problemática habitual.

Dicho de otra manera, el doble vínculo terapéutico empuja al paciente fuera del
sistema comunicacional e interactivo previamente establecido, en el cual se ha constituido
su problema.

Este paso fuera del marco en que ha surgido la dificultad, es lo que quienes solicitan
ayuda no han podido, hasta ese momento, realizar por sí mismos. La inclusión de un
experto, que además es ajeno al sistema original, posibilita no sólo la configuración de un
sistema más amplio con nuevas posibilidades de auto – observación, sino que también
permite introducir nuevas metarreglas (cambio 2), que el sistema no podía generar a partir
de su propio funcionamiento (cambio 1).

2. LA CONCEPCIÓN OPERATIVA DEL ENFOQUE ESTRATÉGICO.

En esta modalidad de trabajo, los problemas “individuales” son vistos como


manifestaciones de un patrón más amplio de interacción familiar y los síntomas se
consideran comunicadores no verbales de ese mismo patrón. El comportamiento
problemático es concebido como un fenómeno social que refleja disfunción en el sistema
como conjunto, lo cual hace que la intervención grupal aparezca como la mejor forma de
tratar con la dificultad.

Las familias con síntomas o quejas, son sistemas que no se adecuan suficientemente
a las cambiantes circunstancias (del ciclo familiar, por ejemplo) y en las cuales
paulatinamente comienzan a predominar de manera poco proporcionada las tendencias
homeostáticas, por sobre el cambio y la transformación. Dificultadas para dar con formas
adaptativas de respuesta al medio o a nuevas condiciones intrafamiliares, tienden a generar
patrones redundantes de conducta basados en las mismas reglas y premisas previas. En su
intento por preservar el sistema, se apegan a secuencias rígidas de interacción que ya no
resultan funcionales en las nuevas condiciones; generan elaborados circuitos de interacción
y comunicación del tipo “más de lo mismo” (Watzlawick, Weakland y Fish, 1976). En
otras palabras, los integrantes del sistema no están en condiciones de encontrar una
alternativa desde dentro del sistema; reiteran en soluciones del tipo cambio 1, sin llegar a
modificar las reglas mismas que gobiernan la interacción familiar.
A partir de lo anterior, en el Enfoque Estratégico el terapeuta orienta su acción a
incorporar novedad y diversidad en los modos de comunicarse e interactuar que muestran
los miembros del grupo familiar al momento de ser atendidos. Se sitúa en una meta –
posición respecto del sistema familiar y opera desde allí mediante intervenciones destinadas
a producir cambios de tipo 2, es decir, cambios que desborden los límites dentro de los
cuales, hasta ese momento, la familia ha estado buscando infructuosamente la solución.
Dicho de otra manera, el terapeuta estratégico intenta destrabar la interacción familiar que
se le presenta, proporcionando nuevos elementos que permitan que las reglas que gobiernan
dicha interacción sean cambiadas.

Una vez que el terapeuta cree saber de qué modo está siendo mantenido el problema
en el sistema familiar, planea una estrategia global y diseña intervenciones especificas,
cuyo propósito, en primera instancia, es bloquear la secuencia de acción/comunicación en
que se sustenta el síntoma o conducta – problema.

En tal sentido, aunque el propósito es llegar a modificar el patrón de interacción


familiar que mantiene el problema, se considera que dicha pauta interactiva es claramente
observable en el contexto terapéutico, a través del modo en que los familiares se comunican
entre sí y con el terapeuta, respecto de la situación que les aqueja. Asimismo, el Enfoque
Estratégico opera basado en el supuesto que una manera efectiva de modificar las
secuencias comunicativas familiares mantenedoras de un problema, es mediante la
influencia que el terapeuta pueda ejercer en la psicoterapia misma, sobre las maneras en
que los miembros de la familia se responden unos a otros y sobre el modo en que ellos se
comunican con el terapeuta.

Haley (1980), postula que los cambios tienen mayor probabilidad de ser logrados en
etapas, que de una sola vez. Sugiere este autor que, en primer lugar el terapeuta debe
interrumpir la secuencia de interacción que mantiene el problema, aunque sea
sustituyéndola por otra no del todo deseable, para luego desde allí intentar la
reorganización más completa y funcional del sistema. Por ejemplo, en una familia con un
padre periférico y una madre excesivamente involucrada con alguno de los hijos, en una
primera etapa éste puede ser colocado al cuidado absoluto y exclusivo del padre (situación
también poco deseable), para luego, en una segunda etapa, realizar acciones orientadas a
lograr un patrón familiar más equilibrado.

El Enfoque Estratégico considera que las soluciones de sentido común rara vez
funcionan bien; es poco habitual que las personas tengan la capacidad de observar el
sistema desde fuera, lo cual hace que al intentar resolver su problema, reiteren conductas

del mismo tipo: cambio 1, o “más de lo mismo”. En esta modalidad de trabajo


psicoterapéutico, también se asume que el eventual cambio se manifiesta de dos maneras
contrapuestas en quienes solicitan ayuda: por un lado, desean cambiar pues consideran que
al haber un cambio se solucionará el problema, pero al mismo tiempo se angustian y
resisten el cambio, pues éste necesariamente hará cambiar todo el sistema en una dirección
que suponen mejor, pero que desconocen y desconocerán, hasta que el cambio haya
ocurrido.

Por lo tanto, el Enfoque Estratégico enfatiza la necesidad de detectar y alterar las


bien intencionadas, pero redundantes e inconducentes soluciones que las familias
sintomáticas aplican a sus propias dificultades; al mismo tiempo, se asume que habrá
resistencia, se espera que las personas no sigan las indicaciones e, incluso, que tengan
comportamientos en la dirección exactamente opuesta a lo indicado.

3. LAS TÉCNICAS DEL ENFOQUE ESTRATÉGICO.

El Enfoque Estratégico parte de la base que toda terapia es directiva, en tanto al


terapeuta le resultará imposible evitar la directividad por el sólo hecho de hacer elecciones
temáticas, o tener un cierto estilo de comunicación no verbal. En ese entendido, esta
orientación psicoterapéutica planifica deliberada y cuidadosamente las intervenciones,
asumiéndolas como instrucciones con clara intencionalidad de parte del terapeuta.

Las directivas son aplicadas en el contexto mismo de la conversación terapéutica, o


bien se dan instrucciones para que la familia realice actividades entre una sesión y la
siguiente. Las acciones son prescritas y las tareas son asignadas bajo la premisa que el
cambio surge más de la acción misma que del entendimiento (insight).

Dado que los problemas se consideran mantenidos por las propias interacciones
familiares, las prescripciones deben encajar con la dinámica general que la familia presenta
e involucra, en lo posible, a todos los miembros del grupo.

El terapeuta que trabaja con el Enfoque Estratégico dedica un esfuerzo importante a


corroborar los datos que proporciona la familia respecto de sus patrones de acción y
comunicación; por otra parte, prepara adecuadamente las condiciones previas a su
intervención, de modo tal que las directivas no requieran de explicaciones ni comentarios
una vez que han sido hechas. Muchas veces, el terapeuta explicita previamente una
prohibición en tal sentido; es decir, explica en términos generales que hará una prescripción
o dará una directiva específica y advierte, al mismo tiempo, que no habrá comentarios de
ningún tipo una vez que él concrete su intervención. Finalmente, dichas instrucciones
pueden ser directas o paradójicas.

3.1 LAS INSTRUCCIONES DIRECTAS.


Están orientadas a modificar ciertas secuencias de interacción, reglas y roles
familiares que parecen poco contribuyentes a la consecución de un cambio en lo que más
centralmente afecta a la familia, y que aun cuando no atentan de manera significativa contra
éste, de modificarse pueden llegar a facilitarlo enormemente. Por ejemplo, promover el
aglutinamiento o cohesión familiar frente a ciertas dificultades, cuando sus miembros
aparecen muy disgregados, proporcionar información y/o directrices respecto de ciertos
problemas colaterales a la dificultad principal, otorgar parámetros que ayuden a delimitar
las obligaciones, los espacios de intimidad, etc.

3.2 LAS INSTRUCCIONES PARADÓJICAS.

Se sostiene en la premisa que los cambios de tipo 1, que por lo general las familias
intentan fallidamente aplicar por sí mismas a sus problemas, están basados en el sentido
común y conllevan “más de lo mismo”, reverberando en un circuito sin fin. En contraste
con aquellos, las instrucciones que imparte el terapeuta en orden a conseguir un cambio de
tipo 2, parecen ilógicas y no siguen el sentido común.

El Enfoque Estratégico desecha las soluciones basadas en éste último, asumiendo


que ya han sido intentadas sin resultados favorables, antes que las personas vayan a la
terapia.

De allí que las técnicas psicoterapéuticas más propias y características del Enfoque
Estratégico no sigan la lógica habitual de causa – efecto y por el contrario, estén basadas
esencialmente en las nociones de la comunicación paradójica y en el concepto de doble
vínculo terapéutico.

Las instrucciones paradójicas son un recurso clave dentro del Enfoque Estratégico.
Están diseñadas para promover el cambio mediante una rebelión a las instrucciones
mismas, o bien mediante un acatamiento de éstas hasta un extremo absurdo que finalmente
hace que la familia se niegue a seguirlas. Las instrucciones paradójicas generalmente
parecen absurdas y, a menudo, toman la forma de prescripción del síntoma. Por ejemplo,
un terapeuta puede señalar la conveniencia de que un adolescente mantenga su mal
comportamiento, para que su padre se encargue de reprenderlo brindando, de paso, apoyo a
la madre y mostrando una mayor consideración por las necesidades emocionales de ésta
(que se siente abandonada y carente de apoyo en la crianza). Esta prescripción claramente
inaceptable para cada uno de ellos, los lleva a rebelarse, rehusándose a seguirla, lo cual
constituye el paso fundamental para que la familia inicie el cambio de su actual patrón de
interacción.

Trabajando con una perspectiva estratégica, los terapeutas tratan de inducir el


cambio, utilizando lo que genéricamente puede denominarse como: doble vínculo
terapéutico (Watzlawick, Beavin y Jackson, 1967), contraparadojas (Selvini – Palazzoli,
Boscoso, Cecchin y Prata, 1974) o paradojas terapéuticas (Papp, 1983). En todo caso, más
allá de la diversidad de nombres y énfasis que pueden ser otorgados a las distintas maneras
de intervenir sustentadas en principios paradójicos, pueden señalarse cuatro grandes modos
en que ésta tiene lugar concretamente.

3.2.1 REDEFINICIÓN, RE – ENCUADRE O RE – ESTRUCTURACIÓN.

Este recurso técnico consiste en cambiar el marco conceptual o emocional en que se


experimenta una situación, colocándola dentro de otro que permita vivenciar los mismos
hechos de un modo más favorable, no buscando cambiar la situación, sino el sentido y las
significaciones acerca de ella.

Por ejemplo, en el caso de una madre que se queja de no entender y manejar la


hostilidad y conducta desafiante de su hija, y se lamenta también de no haber sido nunca
suficientemente “firme” con su ex marido, y haber fracasado en la relación matrimonial por
ello, el terapeuta puede redefinir la situación como una manera que emplea su hija – a falta
de otra mejor, por ahora – de recordarle, en forma constante, que no repita el mismo “error”
con ella.

Según Watzlawick, Weakland y Fisco (1976), hay tres grandes aspectos


involucrados y fundacionales en la re – estructuración. En primer lugar, el hecho que la
experiencia humana se basa en la categorización de lo percibido, recurriendo a “clases”. En
segundo lugar, el hecho que lo percibido y conceptualizado como formando parte de una
cierta “clase” resulta difícilmente considerable con posterioridad, como perteneciente a una
“clase” distinta; la asignación de lo que se percibe como perteneciente a una determinada
“clase” le otorga “valor de realidad” a dicha percepción. Visiones distintas se explican sólo
por algún tipo de deficiencia, maldad o locura. Y en tercer lugar, la posibilidad de una
pertenencia alternativa (a otra clase), otorga la condición esencial para el cambio, en tanto
se hace muy difícil una vez vislumbrada esa otra posible lectura de los hechos, volver a la
angustia y la desesperanza de solución del estado de bloqueo previo.

La redefinición como técnica para facilitar el cambio en sistemas familiares,


requiere imprescindiblemente de considerar los modos de entendimiento, perspectivas,
motivaciones, premisas y expectativas de todos quienes componen una familia, en tanto son
todos ellos los que de hecho participan – en distintos grados – de la situación. En este
sentido, constituye una condición básica de este procedimiento redefinir la conducta
“aislada” de cada uno de los miembros, como parte del bien intencionado y preocupado
propósito de cada uno de ellos, de contribuir a preservar el grupo como totalidad.
3.2.2 CONNOTACIÓN POSITIVA.

Esta posibilidad técnica consiste en realizar una descripción contextual de tal tipo,
que en ella los síntomas o conductas problemáticas, así como las formas peculiares de
comunicación y comportamiento intra – familiares, pueden llegar a ser considerados, en
última instancia, como formas de adaptación que permiten, por ejemplo, la expresión de las
habilidades de un miembro familiar, o que contribuyen a la cohesión familiar, a la
estabilidad de la relación conyugal, o a la protección de algún otro miembro, etc.

Cuando el terapeuta realiza una cierta descripción considerando el problema mismo


que la familia presenta y las conductas asociadas de cualquier otro miembro de ella como
“positiva”, él está empleando esa instancia comunicativa para unir de manera explícita, los
distintos modos de interacción y comunicación familiar que constituyen a esas personas
como un grupo familiar, queriendo, al mismo tiempo, resaltar y confirmar que hay una
trama más global, situada más allá del problema mismo, en la que todos participan con el
fin último de proteger, ayudar o cohesionar a la familia como totalidad. El terapeuta quiere
generar un contexto, suficientemente positivo y compartido, donde colocar las premisas
para un posterior cambio. El recurso comunicacional de connotar de manera positiva en el
diálogo terapéutico las mismas conductas problemáticas por las cuales las personas están
consultando, se basa en un precepto más general que indica que ningún cambio puede
generarse a partir de un contexto negativo.

El connotar positivamente aquello por lo cual la familia está pidiendo ayuda, sin
duda resulta paradojal para quienes consultan. Por lo mismo, constituye una técnica
poderosa para abrir en el grupo familiar la interrogante acerca del porqué se ha elegido esa
forma para llevar a cabo la función adaptativa que el terapeuta ha descrito. Al mismo
tiempo, genera diversos grados de curiosidad (que el terapeuta utilizará posteriormente),
respecto de cuáles podrían ser otras maneras en que aquello para lo que está sirviendo la
conducta problemática, pudiera llegar a ser realizado de una manera no problemática.

3.2.3 PRESCRIPCIÓN DEL SÍNTOMA.

Un síntoma es esencialmente involuntario, pasando a ser un fragmento de conducta


tan espontáneo que el paciente lo experimenta como algo incontrolable. Intentar que la
persona cambie mediante instrucciones orientadas a que ella logre mayor control sobre la
conducta – problema, fracasa inapelablemente, pues el paciente no tiene un manejo
deliberado sobre esa conducta.

En psicoterapia estratégica individual, la forma opuesta de tratar con la conducta


problemática, es indicando al paciente que se siga comportando del mismo modo que lo
está haciendo. Al responder a esta indicación, realizando la conducta que él considera
espontánea, ésta deja de serlo, pues la indicación le quita toda condición de espontaneidad;
en otras palabras, la conducta ya no es incontrolable. Como señalan Watzlawick, Beavin y
Jackson (1974), “…no podrían haber dos cosas más distintas que lo que se hace „porque no
puedo evitarlo‟ y esa misma conducta realizada „porque mi terapeuta me dijo que lo
hiciera‟”.

Para llevar a cabo una intervención paradójica del tipo prescripción del síntoma, el
terapeuta relaciona la conducta con la función que ésta cumple dentro del sistema familiar y
puede enumerar las consecuencias que tendría la eliminación de dicho comportamiento.
Recomienda, entonces, que la conducta se mantenga y que la familia continúe manejando
su problema a través del síntoma. Por ejemplo, se puede indicar a un adolescente que
mantenga su mal comportamiento, pues de esta manera su padre presta mayor atención a
los estados emocionales de su mujer, que se siente triste y abandonada en la crianza de los
hijos, sin ser capaz de manifestárselo a su marido.

Lo que se espera con una intervención de este tipo es que la madre considere
insensata la recomendación, que el padre exprese que no necesita que su hijo se haga cargo
de sus responsabilidades y que éste, a la vez, alegue que en realidad, son ellos (sus padres),
quienes deben arreglar sus propios problemas. Este tipo de reacción, conocida como
“retirada”, pone en evidencia que la familia se rebela contra la prescripción, cuestionándola
a rehusando cumplirla. Es la respuesta deseada a una intervención paradójica de este tipo,
ya que señala que la familia ha cuestionado de una manera que no permite vuelta atrás, su
modo de estar resolviendo el conflicto.

En el siguiente paso, el terapeuta puede, incluso, llegar a exacerbar la situación,


señalando los riesgos implícitos en el hecho de eliminar la conducta calificada como
problemática; puesta en esta situación contradictoria, la familia se verá movilizada a buscar
formas alternativas más deseables, demostrando al terapeuta que está equivocado.

3.2.4 DESALENTAR.

Dentro del uso recurrente que el Enfoque Estratégico hace de las intervenciones
paradójicas, es común que el terapeuta insinúe que las cosas (y principalmente la mejoría)
podrían estar yendo demasiado rápido.

Se “previene” entonces a los atendidos, en orden a que las cosas deben tomar su
tiempo y que es poco probable que puedan estar avanzando de manera efectiva a ese ritmo.
El propósito final es que los cambios se aceleren y consoliden, a través de acciones de la
propia familia empujada a intentar revertir el pesimismo del terapeuta.

Dentro del mismo contexto antes señalado, con frecuencia los terapeutas
estratégicos prescriben algún tipo de “recaida” una vez que han logrado algún tipo o grado
de mejoramiento, en relación al problema inicialmente tratado. Evidentemente, este
manejo varía en cuanto a contenidos comunicacionales, de acuerdo al estilo de los
atendidos: con personas desafiantes, pueden utilizarse mensajes que minimicen los logros y
expresen un predominante escepticismo respecto del problema en el futuro. Dentro de ese
marco, se les puede plantear que no hay nada que asegure que el problema no pueda
reaparecer más adelante y que aun cuando ellos han mostrado tener algunos recursos
propios para arreglárselas, es dudoso que puedan hacerlo por sí mismos, etc.

El propósito final, en este caso, es plantear un desafío a quienes se manejan de


manera desafiante; dada esa misma condición, se asume que ellos no podrán evitar la
aceptación del desafío y que, por lo tanto, no cederán de manera fácil en el intento por
seguir manejando las cosas del modo conseguido a través de la terapia. Se esforzarán por
ganar el desafío y demostrar que el terapeuta estaba equivocado.

4. CUADRO RESUMEN MRI

MENTAL RESEARCH INSTITUTE

Principales Representantes Jackson


Watzlawick
Weakland
Conceptos Centrales Pautas Interaccionales
Pautas Recurrentes de Comunicación
Relación entre Estabilidad y Cambio
Cambio Tipo 1 y Tipo 2
Patologías de la Comunicación
Doble vínculo
Objetivo Terapéutico Cambiar el Patrón de “más de lo mismo”
interrumpiendo la secuencia de interacción
que perpetúa el problema
Estrategias Operacionalización del problema
Cambio de las reglas del sistema
Reestructuración, intervención, y predicción
paradójicas
Uso del doble vínculo en terapia
5. REFLEXIÓN Y ANÁLISIS CRITICO

El enfoque estratégico, cumple a cabalidad con dicha definición, dado que es un modelo
terapéutico de tiempo breve y se focaliza puntualmente a extinguir el síntoma y solucionar
el problema en el aquí y ahora, dentro del mismo contexto y sistema en que surge el
síntoma.

Dicha orientación dirigida a la extinción de los síntomas y solución del problema, no tiene
ni termina siendo necesariamente una terapia sintomática superficial ni paliativa, sino una
reestructuración y modificación perceptual, y a partir de ahí igualmente una modificación
comportamental en el paciente o sistema.

Lo anterior se corresponde absolutamente dentro del Constructivismo moderno, ya que


desde su concepción operatoria, se desprende la comprensión de las atribuciones de
significado sobre las cosas, como algo absolutamente esencial en cuanto a la comprensión
del síntoma o problema.

Considera por tanto en todo momento, el sistema de creencias del consultante y cómo desde
allí, es posible realizar cambios de sentido, desarrollando la refinada técnica del reencuadre
-técnica madre de la terapia sistémica en general.

En relación a lo sistémico, recordando la definición del modelo psicoterapéutico derivado


del MRI como “Enfoque Estratégico en Terapia Familiar Sistémica”, mantiene dicho
sustento, toda vez que se enmarca y guarda dentro de sus fundamentos teóricos; la Teoría
General de los Sistemas y la Pragmática de la comunicación Humana. Este enfoque,
mantiene por tanto una visión sistémica (circular) para explicar la mantención del problema
y una orientación estratégica (planeada) para buscar el cambio de la situación problemática.

Considera que las familias están involucradas en una dinámica que tiende básicamente a la
mantención de el equilibrio “ homeostasis del sistema”, pero de un modo en que no se
soluciona nada y por el contrario parte se perpetua el síntoma (s) y a partir de esto, el
displacer, frustración, etc….

Reconociendo y teniendo claro esto, guarda consecuencia lo anterior, con el énfasis y


relevancia dada a los aspectos comunicacionales de contenido (relacional), por sobre los
aspectos de contenidos, y particularmente en lo relacional actual, es decir en las acciones
actuales de los miembros de la familia o sistema en cuestión, que son quienes están
permitiendo y contribuyendo a que el síntoma (s) o problema se mantenga.

Respecto a las críticas apreciadas en la literatura habitualmente al modelo, aparecen


aspectos como: la superficialidad terapéutica, la omisión de las emociones, la no
consideración y/o relativización del nivel de contenido en la comunicación y el
desprendimiento del pasado.
Ahora, analizando estas críticas y en consideración a los fundamentos teóricos y análisis
hecho, podemos concluir lo siguiente respecto de estas:

El focalizarse en las estrategias ejecutadas por el sistema, como fin de mantener “la
homeostasis” (o equilibrio previo) y a partir de esto, en el aspecto relacional y doble
vinculante y paradójico de estas (por entender ahí el estancamiento y no resolución en
definitiva del síntoma o problema), no implica desprenderse de las emociones.

Ahora sí entendemos el considerar las emociones como a la base de toda significación y


marco referencial y de creencias de las personas (como el modelo post racionalista de
Guidano) y por tanto desde el reconocimiento de estas, basar cualquier posibilidad de
cambio; el reconocimiento y mayor integración de estas, como flexibilidad defensiva y
yoica, y por tanto, recién a partir de esto, posibilidades de cambio (modelos
psicodinámicos), etc…, claramente, aparece aparentemente como “no considerable esta
variable”.

Igualmente, el no recurrir de manera habitual, ni ser objetivo el pasado (historia o


anamnesis clínica), es porque desde la perspectiva del modelo, el pasado se limita
únicamente a ser un medio de información respecto de las estrategias de resolución
ejecutadas hasta el momento por los individuos en su conjunto dentro del sistema y
habitualmente referentes a afrontamientos históricos (salvo el observar y valorar en algun
momento puntual las soluciones intentadas respecto del problema en cuestión abordado y
que es del presente), no guarda relevancia alguna con lo actual. Esto es claramente distinto,
de quienes plantean esencial ir al pasado para apreciar el conflicto y poder resolverlo
(modelos psicodinámicos), observar sus respuestas frente a los estímulos generadores del
problema, para recién ahí, modificar sus patrones conductuales (cognitivo.conductuales),
etc…., por lo que nuevamente se podría entender erróneamente esta crítica, dada en la
diferencia epistemología y teórica respecto de la conducta humana y psicoterapia por tanto.

Además, la no focalización en el pasado, como la preponderancia a los aspectos


relacionales en la comunicación (por sobre los de contenido), se basan en que se centra la
atención y valoración en:
-qué sucede en el interior de los tres tipos de relaciones interdependientes que el sujeto
mantiene consigo mismo, con los demás y con el mundo
-cómo funciona el problema que se presenta en el seno de este sistema relacional
-cómo es posible cambiar esa situación problemática de la manera más rápida y eficaz.

El quedarse en los aspectos de contenido, restaría pragmatismo y brevedad a la


psicoterapia, puesto que detenerse en las distintas significaciones que cada una de las partes
del sistema trae consigo a la terapia, además de resultar una tarea extenuante, conlleva el
riesgo de perpetuar las creencias y conductas hasta ese momento ejecutadas, sin
corresponderse con cambio alguno. Por lo demás desde el contenido, si se ejecutan
cambios, serían únicamente del tipo 1, puesto que los integrantes del sistema, como el
paciente en general, es habitualmente incapaz de observarse en un primer momento de
manera distinta a lo que le permite su mundo perceptivo perpetuadamente problematizado y
estancado.

Por último y volviendo con el tema de la emoción y superficialidad, cabe mencionar que
algo que se desprende de este modelo a raíz de su fundamentos teóricos (como en general
de los modelos constructivistas que dan relevancia a lo interaccional) es la denotación hacia
los pacientes (generalmente de manera explícita) que sus estrategias de resolución han sido
efectivas en algún momento y/o que han sido el recurso mas a mano y el mejor posible en
dicha situación o contexto, no juzgando ni lapidando por tanto lo que nos trae el paciente.

Esta concepción genera, aceptación, comprensión y potencialidad de cambio, factores


indispensables y relevantes como primeros recursos terapéuticos, y que justamente desde
algunos modelos desde los que provienen dichas críticas, fomentan sesiones únicamente
para establecer esto (raportt), al percibir como psicopatológico, disfuncional y/o estructural
dichas resoluciones o conductas, además de rechazar, generalizar y estigmatizar, se coartan
y limitan claramente las posibilidades genuinas de cambio.
BIBLIOGRAFIA

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