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Alejandra Guevara

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Marx, un modernista de la modernización

Marshall Berman nació en 1940 en Bronx, Nueva York, y murió el 11 de


septiembre de 2013; fue un filósofo marxista y escritor estadounidense de origen
judío, autor de varias obras influyentes en la sociología de la cultura. Una de sus
obras más destacadas es “Todo lo Sólido se Desvanece en el Aire”, escrita en el
contexto de la década de los 80, allí desarrolla la idea de modernismo y
modernidad a partir de la premisa de Marx -que le da el título al libro-, donde se
muestra al modernismo como una fuerza altamente creativa y profundamente
destructiva que afecta absolutamente todos los ámbitos de la vida moderna.

Objetivo o idea central del texto:

Desarrollar breve y resumidamente la tesis de Marshall Berman en el segundo


capítulo (“Marx, el modernismo y la modernización”) del libro “Todo lo Sólido se
Desvanece en el Aire”.

Ideas Principales:

En el segundo capítulo de “Todo lo Sólido se Desvanece en el Aire”, Marshall


Berman interpreta a Marx desde el modernismo (movimiento artístico y cultural), y
a este como producto de las fuerzas de la modernización (procesos económicos y
políticos), mostrando así una correlación entre estas dos corrientes que suelen ser
fuertemente separadas. Toma como base la tesis marxista que reza “Todo lo
sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profanado, y los hombres, al fin,
se ven forzados a considerar seriamente sus condiciones de existencia y sus
relaciones recíprocas” (Marx, 1888; citado por Berman et al., 1982). Desde allí,
Berman desarrollará una nueva lectura de Marx -sobre todo del Marx del
Manifiesto Comunista- como modernista en vez de reducirlo al ámbito de la
modernización.

En el Manifiesto Comunista, Marx comienza describiendo el proceso de


modernización que ha sido impulsado por la burguesía. Todo se origina a partir de
la aparición del mercado mundial, que no sólo consume todos los mercados
locales, sino que genera una amplia gama de nuevos deseos y demandas mucho
más extravagantes y cosmopolitas que sólo pueden ser suplidas por una
producción mundial masiva, y la riqueza (acumulación de capital), por lo tanto,
quedará concentrada en los dueños de los medios de producción. Esta producción
va a centralizarse en las fábricas ubicadas en las grandes ciudades, generando
así una fuerte migración de campesinos y artesanos que se ven incapaces de
competir contra el nivel de producción de las fábricas. Al mismo tiempo surgen los
Estados nacionales que pretenden centralizar el poder legal, fiscal y
administrativo.
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Para Marx, la burguesía ha sido la clase social más revolucionaria de la historia,
en palabras de él mismo “la burguesía (…) ha creado fuerzas productivas más
abundantes y más grandiosas que todas las generaciones pasadas juntas” (Marx,
1888; citado por Berman et al., 1982). Al ser la clase dominante de estas fuerzas
productivas es, por lo tanto, una de las más creativas en todos los ámbitos
posibles, desde la tecnología a los grandes monumentos arquitectónicos. Esta
fuerza creadora, que puede ser traducida en activismo burgués, es una vorágine
de pensamientos e ideas que brotan y desaparecen continuamente; sin embargo,
la causa de este activismo reside en la única actividad que impulsa a la burguesía,
hacer dinero, acumular capital.

La acumulación de capital llevará a la burguesía a revolucionar constantemente


los medios de producción, lo que provocará una continua revolución en las
relaciones y condiciones sociales. Estas revoluciones generarán una conmoción
persistente, desestabilizadora, que inevitablemente conllevará a la crisis y el caos.
No obstante, es a través de la crisis donde se verá todo el esplendor del
dinamismo burgués, Berman resalta que “las catástrofes se transforman en
oportunidades lucrativas de más desarrollo y renovación; la desintegración actúa
como una fuerza movilizadora y, por lo tanto, integradora” (Berman, 1982, p. 90).
Dadas estas condiciones, el cambio se convierte en sinónimo de progreso, y la
estabilidad en sinónimo de entropía; este dinamismo devastador burgués
repercutirá también en las relaciones sociales, que tendrán que tomar la misma
forma fluida y caótica, una forma en la que se impulse el cambio y se rechacen las
“relaciones estancadas y enmohecidas”. Así pues, en la sociedad burguesa “todo
lo sólido se desvanece en el aire”.

Es en este contexto en el que Marx plantea al socialismo como respuesta lógica al


capitalismo, puesto que la burguesía limita a su dinamismo creador para la
acumulación de capital, mientras que el proletariado puede ahondar más allá en
estas fuerzas provocadas por la modernización para desarrollar el potencial
moderno en bruto y sin restricciones. El socialismo devendrá en el comunismo, su
fase mayor, donde se le dé a cada quién según sus necesidades y produzca
según sus capacidades. En el comunismo la riqueza será para todos, por riqueza
no se refiere a la acumulación de capital, sino a una “riqueza de deseos,
experiencias, capacidades, sensibilidades, de transformaciones y desarrollos”
(Berman, 1982, p. 94). Es decir, el fin último del comunismo es un desarrollo
humano infinito, en el que el hombre hallará su plenitud.

Ahora bien, este planteamiento conlleva ciertas contradicciones, puesto que Marx,
por un lado deja en manos de la burguesía dinamizadora los vínculos sociales -
entre los trabajadores- necesarios para generar instituciones políticas que
combatan los intereses privados burgueses. No obstante, cabe la pregunta ¿cómo
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en una sociedad tan inestable, que busca el caos para subsistir, pueden
desarrollarse los vínculos humanos duraderos? Por otro lado, si una sociedad
comunista busca el desarrollo del potencial moderno (las fuerzas constructoras-
destructoras), ¿cómo es posible construir una sociedad comunista sólida? y “¿qué
evitará que las fuerzas sociales que han hecho desvanecerse al capitalismo hagan
desvanecerse también al comunismo?” (Berman, 1982, p. 101).

Por otra parte, Marx recoge la dialéctica de la desnudez de Shakespeare en El


Rey Lear donde “la verdad desnuda es lo que el hombre se ve obligado a afrontar
cuando ha perdido todo lo que otros hombres pueden quitarle, excepto la vida
misma” (Berman, 1982, p. 104). Es decir, cuando el hombre no tiene nada más
que perder, y queda completamente desguarnecido, es en ese momento en el que
logra llegar hacia la plenitud humana, puesto que se hace consciente de tener una
relación real con otro ser humano. Entonces se crea la concepción de que los
velos y vestiduras son símbolo de represiones y verdades ocultas, mientras que la
desnudez simboliza la libertad y la igualdad. Junto con esta transición, también se
metamorfosean los valores, quedando reducidos a meras relaciones comerciales;
desde la libertad hasta el honor tiene una etiqueta de precio, y cualquier moral es
admisible siempre y cuando sea rentable.

Es entonces cuando se da el despojo de las aureolas, en palabras de Marx “la


burguesía ha despojado de su aureola a todas las profesiones que hasta entonces
se tenían por venerables y dignas de respeto reverente. Al médico, al
jurisconsulto, al sacerdote, al poeta, al sabio, los ha convertido en sus servidores
asalariados” (Marx, 1888; citado por Berman et al., 1982). La aureola es un
símbolo de lo sagrado, de aquel que tiene un aura de temor y respeto; y es
precisamente eso lo que ha profanado la burguesía, dando paso a diferentes
repercusiones. Por un lado, la libertad que proporciona la pérdida del temor y el
respeto podría dar cabida a personas que no tengan reparo alguno en perseguir
sus propios intereses a toda costa, sin importar toda la posible destrucción que
dejen a su paso; por otro lado, sin auras se llega a la igualdad espiritual.

Cuando los intelectuales y los profesionales son privados de sus aureolas y


convertidos en trabajadores asalariados, pasan a formar parte del proletariado,
aunque en diferentes condiciones, puesto que “el arte, la ciencia física, la teoría
social como la del propio Marx, son modos de producción; la burguesía controla
los medios de producción de la cultura, como de todo lo demás, y todo el que
quiera crear, deberá trabajar en la órbita de su poder” (Berman, 1982, p. 114).
Esto implica que los proletarios intelectuales sólo puedan producir si genera
acumulación de capital, lo que los lleva a venderse al detalle. No sólo venden su
trabajo como un obrero asalariado, se ven obligados a ser comprados para llevar a
cabo su obra, y una vez realizada, son separados (enajenados) de ella para que
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se ponga en venta y sea el mercado el que determine su valor y suerte. Al ser
vendidos sus productos podrán ser usados y transformados en verdaderos
horrores a los ojos de sus creadores.

“Al «venderse al detalle», venden no sólo su energía física, sino su mente, sus
sentimientos más profundos, sus capacidades visionarias e imaginativas,
prácticamente todo su ser” (Berman, 1892, p. 116). Es entonces cuando “Los
hombres, al fin, se ven forzados a considerar seriamente sus condiciones de
existencia y sus relaciones recíprocas”, puesto que los intelectuales despojados
de sus aureolas, atrapados en el sistema, idean salidas radicales, ideas
revolucionarias, luchas en contra del capitalismo. Aun así, son intentos inútiles,
dado que se convierten en los generadores de revoluciones que en vez de aplacar
al sistema burgués, lo alimentan y lo fortalecen.

Conclusión:

Marshall Berman explica paso a paso los procesos de modernización que Marx
identifica en el sistema capitalista, y que son los productores del nihilismo
modernista que llena las páginas de los libros, y los lienzos de los artistas.
Asimismo construye la teoría marxista de una sociedad comunista, para después
hacerla desvanecerse en el aire, sumida en sus contradicciones. Así pues, es
posible concluir que es la incesante búsqueda de la acumulación de capital, la que
ha llevado al capitalismo a ser un sistema dinámico, productor y dependiente de
las crisis para mantenerse vivo; y es en ese contexto en el que las relaciones
sociales se ven gravemente atropelladas, y no les queda más salida que un
nihilismo abrasador que los lleve, bien a convicciones desproporcionadas y
destructivas, bien a una declinación del poder del espíritu. A pesar de todo, Marx
se encuentra profundamente perturbado por el torbellino de consecuencias
ocasionadas por la modernización, y en cierta medida, deviene en un modernista.

Opinión y/o aporte:

Yo pienso que es un texto con ideas claras, y desarrollos brillantes, un texto que
no muestra ideas como verdades absolutas, sino como posibilidades que pueden
llegar a contradecirse. Muestra la parte y la contraparte. Personalmente, es un
texto significativo en todos los ámbitos de mi vida, no sólo porque muestra una
cara diferente de la realidad, sino porque me es muy útil en mi vida académica, y
promueve cuestionamientos importantes en esta etapa de mi vida. En mi opinión,
el texto está escrito de una manera específica y secuencial, que deja ver como
“todo lo sólido se desvanece en el aire”, entonces no tengo comentarios respecto
a su estructura.

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