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DELITOS PRIVADOS DEL DERECHO CIVIL

El delito es un hecho ilícito, una infracción castigada por la ley. Es aquel acto ilícito que se
castiga con una pena; o todo acto antijurídico del que se deriva una obligación penal y una
acción penal. Los romanos han considerado el delito como una fuente de obligación civil;
pero las consecuencias no han sido nunca las mismas que en nuestro derecho moderno.
Esta obligación difiere bajo varios aspectos de que nace bajo un acto ilícito, no como un
contrato. En Roma hubo dos clases de delitos: los delitos públicos y los privados. Los
delitos públicos eran los que atacaban directa o indirectamente al orden público, o a la
organización política, o a la seguridad del Estado. Los delitos públicos afectaban a toda la
sociedad, al Estado. Se castigaban con una pena en beneficio de la sociedad. Los delitos
privados consistían en hechos ilícitos que causaban un daño a la propiedad o a la persona
de los particulares, pero sin turbar directamente el orden público. Estos afectaban nada
más que a la víctima del delito y a su familia.

La pena, en consecuencia, se establecía solo en beneficio de ellos. Cualquiera persona


podía denunciar la comisión de un delito público; en cambio, la acción por un delito
privado solo corresponde a la víctima. El tercer periodo de la Historia de Roma va desde el
siglo IV d.C., en que comienza el Bajo Imperio, y llega hasta Justiniano en el siglo VI d.C.
Los delitos también siguieron una evolución muy lenta. La ley de las XII tablas preveía y
castigaba cierto número de estos hechos; algunas disposiciones llevan todavía las huellas
de un estado social anterior, en que la víctima del delito se hacía justicia ejercitando su
venganza sobre la persona culpable. La ley se encargaba y limitaba, en ciertos casos, a
regular esta venganza. Primero existió la venganza privada, que permitía a la víctima
vengarse por su cuenta y sin límite contra el ofensor. Luego se dictó la ley del Talión, que
limito el daño que la víctima podía causar al hechor a no más de lo que la víctima sufrió de
este: ojo por ojo, diente por diente. Más tarde apareció la composición voluntaria.
Permitió evitar la pena del Talión mediante el pago de una indemnización libremente
convenida. Los decenviros solo intervenían para limitar la venganza de la parte lesionada y
darle una forma menos bárbara, reemplazándola por una multa. Es lo que explica los
caracteres de la represión, tal como estaba entonces organizada:

 A la parte lesionada solo pertenece el derecho de perseguir al autor del delito. Su


acción va a dar en una condena pecuniaria cuyo importe es entregado por el
demandado.
 La pena se mide por el resentimiento de la víctima más que por la culpabilidad del
agente; así, el ladrón es castigado más severamente cuando es cogido en el hecho.

Más adelante aparece la composición legal: la propia ley señala que indemnización
debe pagarse, según el delito que se ocasione. El pago de dicha indemnización es
obligatorio. Aquí aparece entonces el delito como verdadera fuente de
obligaciones. En una última etapa, el propio Estado sanciona ciertos delitos como
atentatorios contra la sociedad. Así se distinguen los delitos privados de los
públicos. En estos últimos el Estado persigue al delincuente y lo castiga, aunque la
victima perdone el daño sufrido. Son públicos los delitos de perjurio, incendio,
prevaricación del juez, falso testimonio y otros. Los más importantes son el
parricidio y el perduellio o ataque contra el Estado, que incluía la traición a la
patria. Por parricidio se entendía la muerte de cualquier ciudadano romano, no en
el sentido actual, limitativo o agravado. Son delitos privados la iniuria, el furtum y
el damnum iniuria datum. Se mantiene la distinción entre delitos privados y
públicos, pero se amplía el número de estos últimos. Se castigan como delitos
públicos, además de los anteriores, los siguientes: los atentados contra el
Emperador o la Republica; el adulterio; a los que van armados con dardospara
matar a una persona; al que mata a un descendiente o ascendiente, el cual se
castiga ejemplarmente; al que falsifica un documento público, un testamento u
otro documento, y otros.

Delitos Privados.
Se denominan delitos del Derecho Civil y se han clasificado como delitos privados
la iniuria (injuria), el furtum (robo) y el damnum iniuria aatum o daño en propiedad
ajena. En materia de delitos privados, se permitió perseguir judicialmente al
delincuente y reemplazar la sanción pecuniaria por una pena corporal. Ello se
debió a que muchas veces el delincuente era insolvente y nada sacaba la víctima
de un hurto, por ejemplo, con deducir la actio furtum si el delincuente no tenía
bienes.

Robo (furtum).
Es la sustracción fraudulenta de una cosa mueble ajena, de su uso o de su
posesión, contra la voluntad de su dueño y con ánimo de lucro. Para que hubiera
delito de hurto debían reunirse los siguientes requisitos:
1) Cosa mueble. Desde el momento que el hurto era la “sustracción” de una cosa,
esta debía ser necesariamente mueble. Sin embargo, el hurto podía no recaer en la
cosa misma sino en su uso o posesión. Comete hurto de uso el que tiene una cosa
ajena y la usa sin autorización del dueño. Por ejemplo, el depositario que usa la
cosa recibida en depósito. También hubo hurto de posesión. Por ejemplo, si el que
entrego una cosa en prenda la toma antes de cumplir la obligación principal que
garantiza la cosa entregada en prenda. No había hurto de bienes inmuebles o de
los divinis iuris o las cosas públicas.
2) La cosa debía tomarse contra la voluntad del dueño. También es preciso que al
hecho se una la intención fraudulenta, el affectus furandi, o sea, la conciencia en el
ladrón de obrar en fraude de los derechos de un tercero y cometer el hurto. No
hay robo si se toma la cosa ajena creyendo tener derecho.
3) El propósito del que hurta debe ser obtener lucro. Si se toma algo solamente para
perjudicar, se da el delito sancionado en la ley Aquilia, pero no existe hurto. Así,
por ejemplo, no hay delito de hurto si se sustrae una cosa para destruirla y
perjudicar así a la víctima.

En la antigua Roma el hurto se dividía en 2 clases:


• El Furtum usus; que era el uso ilícito de la cosa ajena, y
• El Furtum possesioris; en el que el deudor, sin haber pagado la deuda, despojaba a
su acreedor de la posesión de la cosa que le había entregado en calidad de prenda.

La Ley de las XII Tablas castigaba con la pena capital el hurto manifiesto. Posteriormente
esta pena, demasiado severa, se convirtió en el pago del cuádruplo, sin hacer distinción
entre hombres libres o esclavos. Antes de esta reforma, si el delincuente era esclavo se le
lanzaba desde la roca Tarpeya. En cuanto al hurto no manifiesto, Gayo dice que la Ley de
las XII Tablas lo sancionaba con el doble de lo hurtado. La responsabilidad penal afectaba:
al autor o autores, a los cómplices y a los encubridores. En lo que se refiere a los autores,
si eran varios, cada uno de ellos estaba obligado al total de la pena. Si los cómplices eran
varios, entendiéndose por tales los que ayudaban al autor a cometer el delito, cada uno
de ellos quedaba afectado por la actio furti manifesti.

En cuanto a los encubridores, los que guardaban la cosa hurtada tenían diversas penas.
Casi todas cayeron en desuso con anterioridad a Justiniano. El estableció para los
encubridores la sanción que correspondía al que era sorprendido en hurto no manifiesto.
El efecto más directo e inmediato que producía el hurto era obligar al ladrón a pagar una
multa en favor de la víctima. El monto de la pena o multa dependía de la circunstancia de
que el hurto hubiera sido manifiesto o no manifiesto. El hurto era manifiesto cuando al
delincuente se le sorprendía con la cosa hurtada antes de dejarla en el lugar adonde había
decidido llevarla. El hurto era no manifiesto cuando el delincuente había llevado la cosa a
donde había destinado, aunque después fuera sorprendido con la cosa hurtada.

Daño en propiedad ajena (damnum iniuria aatum).


Este delito tiene lugar cuando una persona causa a otra un perjuicio patrimonial sin
obtener un lucro, sino movida tan solo por la mera intención de dañar o por negligencia.
El delito de daño fue sancionado por la ley Aquilia, que derogo todas las leyes anteriores
que trataban del daño hecho con injuria. La ley Aquilia fue el resultado de un plebiscito
propuesto por un tribuno de la plebe llamado Aquilio. La acción que emanaba de la ley
Aquilia obligaba al culpable del daño a pagar el mayor valor que tuvo la cosa durante el
año. Así, en caso de dañarse un animal cualquiera, para determinar el monto de la
indemnización habrá que ver cuál fue el precio más alto que el animal dañado tuvo
durante el año. En cambio, si lo dañado no era un animal sino una cosa que se había
destruido rompiéndola, quemándola o destruyéndola de cualquier forma, la condena era
por el mayor valor que hubiese tenido la cosa en los treinta días anteriores al daño. Es
interesante hacer notar que la ley Aquilia sancionaba como daño únicamente los
perjuicios causados por contacto del cuerpo del delincuente con la cosa, por acción. No
contemplo daño por omisión. Además, la acción de la ley Aquilia la tenía solo el dueño de
la cosa dañada. Fue el pretor quien dio una acción útil al que no fuera propietario, pero
tenía interés en conservar la cosa. El mismo pretor contemplo también daños por omisión.

Injuria (iniuria).
Esta se definía en la antigua Roma como “todo acto contrario a derecho quesignificara un
atentado contra otra persona, sea que lo afecte en su integridad física o su personalidad
moral”. La única injuria que castigaba la Ley de las XII Tablas era aquella que consistía en
un atentado contra la integridad corporal de las personas, aquella que consistía en
lesiones. El pretor amplio la protección de las personas. Protegió la integridad física y
moral de las personas. Para ello tomo las siguientes medidas:

• Amplio la injuria por lesiones que consideraba la Ley de las XII Tablas a la
difamación, ultrajes al pudor y a todo acto que pueda afectar la reputación de otra
persona;
• Se estima que también podía cometerse injuria por palabras, como, por ejemplo,
cuando se reúnen varias personas para injuriar a otra.

El edicto del pretor creó una acción, la actio injuriarum, que vino a sustituir las primitivas
acciones de la Ley de las XII Tablas. El delincuente era condenado a la suma que indicara la
victima de la injuria, ante el pretor. Pero si la injuria era grave, el monto de la condena lo
fijaba el juez. Dice Gayo que “la injuria se considera grave, ora por razón del mismo hecho,
como cuando se trata de heridas, palos o azotes; ora por el lugar, como si la injuria se
cometiese en el teatro o en el foro; ora, finalmente, por la calidad de las personas, como
cuando la injuria se comete contra un magistrado o un senador por una persona de baja
condición”.

De lo anterior se deducen 2 clases de injurias:

• Injuria grave: consistía en la ruptura de un miembro en cuyo caso se autorizaba a


la víctima a aplicar la Ley del talión, a no ser que se llegara a un acuerdo con el
ofensor con una composición pecuniaria.
• Injuria leve: golpes sin heridas. Traía como consecuencia el pago de una
composición legal de 25 ases. Los ataques contra el honor no eran castigados por
la ley sino cuando tenían lugar públicamente. La injuria podía ser de palabra o de
hecho. Como la sanción en dinero era, a la vez, castigo del culpable e
indemnización de los daños sufridos por el ofendido, si la ofensa había recaído en
bienes ideales como son la fama, el crédito, la buena salud, etc., hay que concluir
que el derecho romano admitió que los daños morales fueran susceptibles de ser
indemnizados.

Por último, es importante dejar establecido que la palabra “injuria” se refiere a "lo que no
se hizo con derecho", pero en sentido estricto era una lesión de la persona humana
realizada de cualquier manera que fuese. De modo que no mata con injuria el que da
muerte al que iba a matarlo con una espada. En cambio sí mata con injuria el que por
miedo da muerte al ladrón, pudiendo aprehenderlo.

Sanciones a los Delitos Privados.


Acciones a que daban lugar los delitos privados. Los delitos privados dieron lugar en Roma
a tres clases de acciones con Justiniano: las penales, las rei-persecutorias y las mixtas.

La acción penal tiene por objeto la aplicación de una sanción en cantidad de dinero al
delincuente, en favor de la víctima del delito. Si muere el delincuente, no se transmite a
los herederos esta obligación del causante. En cambio si muere la víctima, sus herederos
pueden reclamar la indemnización del autor del delito igual que si se tratara de la misma
víctima.

La acción rei-persecutoria persigue hacer entrar en el patrimonio del demandante un


valor que ya no tiene, sin procurarle enriquecimiento. Por ejemplo, si hubo hurto,
mediante esta acción se perseguirá una suma de dinero equivalente al valor de la cosa
sustraída. Podía deducirse no solo contra el delincuente sino también contra sus
herederos. Esta acción se ejercía y se separaban según la ley como:

 Actio ad exhibendum: la cual tenía por objeto obligar al ladrón a presentar la cosa
hurtada.
 Reinvindicatio: era la sanción del derecho de propiedad sobre la cosa hurtada.
 Conditio furtiva: en esta, la víctima del hurto se convertía en acreedor de la cosa
hurtada persiguiendo al ladrón o sus herederos para obligarles a transferir la
propiedad de la misma o al pago de su valor si ella hubiere perecido. c) La acción
mixta persigue ambas cosas a la vez-imponer una pena al hechor y reparar el daño
causado. Típica acción mixta es la acción de la ley Aquilia, derivada del daño ilícito.
En el derecho clásico, las únicas personas que no pueden obligarse por delito son
las que no son responsables de sus actos; son primero, los “locos”, no se obligan
por sus delitos más que si han obrado en un momento lucido; luego, los
“impúberes en infancia”, cuya inteligencia no está aún desarrollada; en cuanto a
los que habían salido de la infancia, pero que no eran aun “púberes”, se apreciaba
en el hecho del desarrollo de sus facultades. Solo se obligaban aquellos que, por su
razón, se acercaban a la pubertad, pubertati proximi; los otros, infantiae proximi,
no eran más responsables que los infantes. Solo la obligación persiste en los
herederos del culpable a la capitis diminutio del autor del delito.

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