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Una política fundamental para atacar la anemia debiera ser la fortificación con
hierro de alimentos de consumo masivo. Esta es una estrategia promovida por la
OMS y catalogada por el Consenso de Copenhague como una de las políticas
más costo-efectivas para el desarrollo en el mundo (http://bit.ly/2wF1BBn).
Consiste en incluir una fortificación de hierra en la harina de trigo (y por tanto en
fideos, pan, etc.), en el arroz y en otros productos, lo que tienen la ventaja de
llegar con facilidad a un enorme número de hogares. Por ejemplo, esta es la
política que se sigue en nuestro país con la sal que es obligatoriamente yodada, es
decir, tiene yodo añadido con el objetivo de eliminar el bocio y otras
enfermedades que devienen de la deficiencia de yodo en el organismo (lo que se
ha logrado desde los años 80). Esta política no es desconocida en el Perú y existe
una reglamentación al respecto desde hace dos décadas para la harina de trigo,
pero no hay seguimiento ni evaluaciones de la misma y dada la alta prevalencia
de anemia, pareciera que se respeta poco o que los contenidos de hierro
adicionados son demasiado bajos. Desde luego que exigir al oligopolio de
Alicorp que adicione más hierro a sus harinas les puede costar un poco, pero bien
podrían poner de su parte para enfrentar este serio problema de salud pública que
es la anemia.
Por otro lado, el plan del gobierno considera tanto la entrega de las llamadas
“estrellitas”, un paquete de micronutrientes en polvo, como de sulfato ferroso (en
pastillas o jarabe). Las “estrellitas” tienen la ventaja de que se pueden adicionar
con facilidad a cualquier comida y permiten enfrentar también otras deficiencias
nutricionales como el déficit de vitamina A, vitamina C y zinc. Tampoco la
entrega de paquetes de micronutrientes son una política ajena a la práctica
peruana, ya que hace más de veinte años se inició primero la entrega de
“papillas” reforzadas y luego la entrega de “estrellitas”, las que según UNICEF
(http://uni.cf/2gDY52u)han tenido mayor aceptación que el sulfato ferroso. Este
es un asunto, sin embargo, que requiere mayor evaluación.
Por otro lado, no se ha incluido en el plan diseñado por el gobierno una estrategia
conjunta con el programa Juntos para enfrentar la anemia. Considerando que
Juntos llega ahora a 735 mil familias pobres rurales con 200 soles bimestrales a
condición de que hagan el control de salud de sus hijos menores, debe asegurarse
estos controles y garantizarse que en ellos se entreguen los suplementos
nutricionales y se den las charlas o consejerías nutricionales.
Habiendo varias estrategias adicionales a la priorizada hasta el momento por el
gobierno, quizás la pregunta clave sea: ¿dada la situación crítica de muchos
centros de salud, con largas colas en algunos casos y en otros con deficiencias en
sus laboratorios, y habiendo 620 mil niños con anemia, no habría que considerar
una estrategia que no descanse exclusivamente en los centros de salud sino que
movilice a la sociedad misma? Estrategias de este tipo han sido exitosas en el
pasado, cuando hubo las campañas de vacunación con promotoras de salud y
cuando se establecieron las “unidades de rehidratación oral” que permitieron
reducir enormemente la mortalidad infantil causada por enfermedades diarreicas
agudas
Una ventaja es, por cierto, que la sangrecita o el hígado no son demasiado caros,
sobre todo si pensamos en que para un niño de 6 meses a 3 años las porciones
son pequeñas. Pero entramos acá a la competencia entre una alimentación
saludable que requiere cocinar en casa y alimentos industrializados, como los
cereales azucarados, muy atractivos para los niños pero que en vez de ayudar a su
salud les pueden generar problemas de obesidad. Así, el asunto es más complejo
que lo planteado por el gobierno, porque al mismo tiempo que enfrentar la
anemia es necesario también enfrentar la obesidad que es la epidemia que se está
expandiendo a mayor velocidad en el Perú, y añadir algunos alimentos debe
implicar retirar un poco de otros
Un enfoque de este tipo exige pensar la salud pública más allá de los hospitales y
centros de salud, poniendo el bienestar de los peruanos por encima de intereses
de industriales y comerciantes. Pero eso es hoy muy necesario pues, concordando
con la prioridad de combatir la anemia, sería mucho más efectivo enfrentar esta
epidemia también movilizando a la sociedad y regulando los mercados, y no sólo
mediante un débil aparato estatal de servicios de salud.