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Estuvo en mi vida unos meses, y en ese tiempo tan corto lo quise con locura.

Luego se fue, y reaparecía ocasionalmente para dejarme en claro que viviría


eternamente enamorada de él, y resignada a que nuestras vidas estarían separadas.

No puedo asegurar que pensaba en él cada día, pero casi. Había puesto su recuerdo
cerquita de mi corazón y algunas de mis memorias le pertenecían fielmente.

A veces sus ausencias eran largas y frías.

En los pasados y recientes días, curiosamente, había pensado en él un poco más que de
costumbre, había mencionado su nombre con cariño, y con la siempre imborrable pizca
de amargura que me embarga su remembranza.

Un día el computador sonó al recibir un mensaje suyo que decía:

-Me olvidas horriblemente, mujer

Tuve que reírme, “Si supieras cuan presente estas en mi vida, sin estar aquí”, pensé.

Maldición.

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