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El Papa nos habla de su anhelo que consiste en una opción misionera capaz
de transformarlo todo, para que las costumbres, estilos, horarios, lenguaje y
toda estructura eclesial se convierta en un medio adecuado para la
evangelización del mundo actual más que para la autopreservación. Es de
conocimiento nuestro que la autopreservación consiste en el establecimiento
de la religión en todas las regiones de la tierra y constituir un estado
permanente de misión, en mi opinión, el encontrar de un nuevo método para
evangelizar no será nada fácil, pero si no arriesgamos nunca podremos decir
que pudo habernos ido mejor.
El Papa nos invita abiertamente a todos a ser audaces y creativos en esta tarea
de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos
evangelizadores. Lo importante es que no debemos caminar solos, debemos
contar siempre con los hermanos y especialmente con la guía de los obispos.
Un pastoral en clave misionera no se obsesiona por la transmisión
desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de
insistencia. Cuando se asume un objetivo pastoral y un estilo misionero que
realmente llegue a todos sin excepciones ni exclusiones, el anuncio se
concentra en lo esencial, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario.
También nos menciona el origen de las verdades reveladas, todas estas
verdades proceden de la misma fuente divina y son creídas también con la
misma fe, pero algunas de ellas son más importantes por expresar más
directamente el corazón del Evangelio, cuyo núcleo fundamental es la belleza
del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado. Cabe
resaltar que una de las enseñanzas de Santo Tomás de Aquino era que en el
mensaje moral de la Iglesia también hay una jerarquía, en las virtudes y en los
actos que de ellas proceden. Santo Tomas resalta el valor de la misericordia,
nos dice que es la más grande de las virtudes, ya que a ella pertenece volcarse
en otros y socorrer sus deficiencias.
Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr
hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. La Iglesia está llamada a ser siempre
la casa abierta del Padre, por lo tanto todos pueden participar de alguna
manera en la vida eclesial, que viene a ser la Eucaristía. Si bien constituye la
plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un
generoso remedio y un alimento para los débiles, la Iglesia no es una aduana,
es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas.
El Papa nos pide que salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Nos
menciona aquí que prefiere una Iglesia accidentada, herida y manchada por
salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de
aferrarse a las propias seguridades de la misma.
Hoy, en muchas partes del mundo se reclama una mayor seguridad. Pero
hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y
entre los distintos pueblos será imposible erradicar la violencia, no habrá
programas políticos ni recursos policiales o de inteligencia que puedan
asegurar indefinidamente la tranquilidad. Es el mal cristalizado en estructuras
sociales injustas, a partir del cual no puede esperarse un futuro mejor.
En una cultura en la cual cada uno quiere ser el portador de una propia verdad
subjetiva, se vuelve difícil que los ciudadanos deseen integrar un proyecto
común más allá de los beneficios y deseos personales. En la cultura
predominante, el primer lugar está ocupado por lo exterior, lo inmediato, lo
visible, lo rápido, lo superficial, lo provisorio. Lo real cede el lugar a la
apariencia. En muchos países, la globalización ha significado un acelerado
deterioro de las raíces culturales con la invasión de tendencias pertenecientes
a otras culturas, económicamente desarrolladas pero éticamente debilitadas.
Como hijos de esta época, todos nos vemos afectados de algún modo por la
cultura globalizada actual que, sin dejar de mostrarnos valores y nuevas
posibilidades, nos limita, condiciona e incluso enferma y es exactamente por
eso que necesitamos crear espacios motivadores y sanadores para los agentes
pastorales.
Hoy, que las redes sociales y los instrumentos de la comunicación humana han
alcanzado desarrollos inauditos, sentimos el desafío de apoyarnos. De este
modo, las mayores posibilidades de comunicación se traducirán en más
posibilidades de encuentro y de solidaridad entre todos. El ideal cristiano
siempre invitará a superar la sospecha, la desconfianza y sobretodo las
actitudes defensivas, el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del
encuentro con el otro.
Hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una
forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata
de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata.
Hay una forma concreta de escuchar lo que el Señor nos quiere decir en su
Palabra y de dejarnos transformar por el Espíritu. Es lo que se llama “Lectio
Divina”. La Lectio Divina significa “lectura divina” y representa un método de
oración y lectura bíblica destinado a promover la comunión con Dios y ofrecer
perspectivas espirituales especiales.
Creo que todos coincidimos con Francisco al pedir a Dios que crezca el número
de políticos capaces de entrar en un auténtico diálogo que se oriente
eficazmente a sanar las raíces profundas y no la apariencia de los males de
nuestro mundo, sobretodo pedimos a Dios que nuestro próximo presidente
haga los cambios necesarios para poder progresar mejor como país. La política
es una altísima vocación, es una de las formas más preciosas de la caridad,
porque busca el bien común. Es imperioso que los gobernantes y los poderes
financieros procuren que haya trabajo digno, educación y cuidado de la salud
para todos los ciudadanos. ¿Por qué no acudimos a Dios para que inspire sus
planes? A partir de una apertura a la trascendencia podría formarse una nueva
mentalidad política y económica que ayudaría a superar la dicotomía entre la
economía y el bien común social.
Es válido decir que hoy en día la mujer tiene un rol muy importante en la
sociedad, sin embargo eso no evita que haya mujeres que aún sufren
situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se
encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos. Sin
embargo, también entre ellas encontramos constantemente los más admirables
gestos de heroísmo cotidiano.
Entre esos débiles que la Iglesia quiere cuidar, están también los niños por
nacer, a quienes se les quiere negar su dignidad humana quitándoles la vida y
promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo. La sola razón es
suficiente para reconocer el valor inviolable de cualquier vida humana.
Sin embargo, como no somos los únicos seres en este planeta, hay otros seres
frágiles e indefensos que muchas veces quedan a merced de los intereses
económicos o de un uso indiscriminado. Los seres humanos, como la raza
predominante sobre la Tierra, debemos de custodiar y por tanto proteger a las
demás criaturas.
A la madre del Evangelio viviente le pedimos que interceda para que esta
invitación a una nueva etapa evangelizadora sea acogida por toda la
comunidad eclesial. Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la
Iglesia, lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la
humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no
necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Es también la que
conserva cuidadosamente todas las cosas meditándolas en su corazón.