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Aceica DE LOS DERECHOS HumANOS | APUNTES PARA UN) ENSAYO | Oscar Gorreas | " Primera edicién: 2003 Reservados todos los derechos corfferme a la ley DR Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades Universidad Nacional Auténoma de México Ciudad Univesitaria, 04510, México, D, F. © Ediciones Coyoacan, S. A. de C. V. Av. Hidalgo No. 47-b, Colonia del Carmen Deleg. Coyoacin, 04100 México, D. F. ‘Tels. 5659°7117 y 5659°7978 Fax 5658e4282 ISBN '970-633-266.9 Impreso y hecho €n México rk Printed and.madein Mecico i Para Andrea Torres Correas; le deseo un mundo en el cual todos —todos— los niftos sean felices, es decir, que gocen sus derechos humanos. mayor efectividad que los narcotraficantes. Hay muchos menos de éstos en la carcel, que de los primeros en el cementerio -—-cuan- do se los encuentra. Lamentablemente, en nuestra América Lati- na ésta es una verdad que no requiere ser comprobada con sutiles métodos sociolégicos. Me ha parecido que falta un libro sobre derechos humanos que abunde en estas cuestiones. De allf que el ensayo, siempre pos- puesto, ha sido reemplazado por esta reunién de textos. Todos ellos han sido revisados. Es lamentable comprobar que algunos de ellos sean actuales aunque fueron escritos hace mas de diez afios. El lector se dara cuenta, inmediatamente, de cuales son esos articulos. También, encontrar algunas repeticiones propias de los libros construidos con,articulos, t f Y, hallaré, finalmente, que, los articulos:1,-3,.6.y.9, tienen un irreparable tenor de “‘informes’’, En,efecto, meifueron encargas dos —uno de estos informes fue escrito en colaboracién-+, hace mis de diez afios, por Manuel Jacques, en nombre de ILSA (Ins- titnto, Latinoamericano, de Servicios Legales Alternativos), de Colombia. Se trataba, de hacer un, relevarnisnip del-estado deval- gunos ‘temas. a Supongo | que algunas de las cosas que se dicen en este libro, me acarrearan nyevos problemas:con.ciertos:colegas, y tendré nue- yas dificultades para mantener mi pgsicién laboral y académica, Las he medido, y he decidido no autocensurarme, con todo el te- mor que han sabido hacerme tener. Creo que ya;no tengo un fu- turo qué cuidar.¥,eso.me da cierta libertad. Al Centro de Inyestigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM, gracias. A la.editorial que me cobi- Ja, gracias, A quienes me lean, gracias. A quienes quieran tomar venganza, no discutiendo ideas,,sino aprayechandose del poder académico, adelante, 10 NATURALEZA LINGUISTICA Y. ORIGEN DE LOS DERECHOS HUMANOS 10 Oscar Correas fos Ana Maria Del Gesso Cabrera' 1, El punto de vista socio-semioldgico Bi siviono § Los derechos, humanos forman parte,de un discurso ético, cuyo tratamiento por la filosofia es pertinente, y también, constituyen un instrumento politico que es utilizado por tirios y troyanos. Por ejemplo: | Para nosotres, el respeto de los derechos humanos:no nace sélo del . mandato de la ley ni de las declaraciones internacionales, sino que __ ¢s la,resultante de nuestra cristiana vocacién acercade la preemi- | nente dignidad del hombre como valor fundamental,-Es justamen- | te para asegurar la debida proteccin. de los derechos naturales del _ hombre, que asumimos el pleno ejercicio de la autoridad; no para | Boteeupftulofueescrito en colaboracién ton Ana Maria Del Gesso Cabrera. conculcar Ja libertad, sino para afirmarla; no para torcer la justi- cia, sino para imponerla (general Jorge Videla, Excelsior, México 12 de septiembre de 1976, pagina 28 A). Si el exgeneral Videla se dio el gusto de decir esto, al asumnir el “pleno ejercicio de la autoridad”, si asesinar treinta mil ciuda- danos puede hacerse en nombre de los DH, no se ve por qué no ha de existir el derecho “humano” a luchar por una sociedad socialista. Si las mas disimiles y hasta opuestas actitudes politicas pue- den presentar sus aspiraciones como derechos, el problema, en- tonces, es: {qué son estos traidos y Ilevados DH? 1.1. Los DH como derechos subjetivos No parece haber duda de que lo que conocemos como derechos Ilamados “humanos” son similares a los que tradicionalmente han sido conocidos por los juristas como derechos “subjetivos”. Pue- de discutirse si son anteriores al derecho positivo, pero no parece sensato negar que los DH, como los derechos subjetivos, consti- tuyen un discurso cuyo uso tiene por objeto, o bien exigir algo a alguien, o bien justificar, es decir darle el sentido de “lo bueno”, auna conducta. En ambos casos se trata de lo que los juristas lla- man una facultad. Actuar en nombre de un derecho, acuerda a la conducta, un halo de santidad del que no dispondrfa en el caso de no existir tal prevision normativa. 1,2, Los DH como discurso Desde el punto de vista de la Semidtica y de la Sociologia, el de los DH es un discurso ms, un discurso inserto en un continuum discursivo y relacionado con otros discursos. Con la palabra ‘‘dis- curso” queremos referir aqui un sector de la ideologia general circulante en un grupo social, formalizado en algun lenguaje. El conjunto de la ideologia circulante y formalizada en un lenguaje, seria el continuum discursivo, dentro del cual cabe distinguir el discurso, sector de ese continuum, llamado derechos humanos. 12 1,3. Los DH como discurso performativo Los DH constituyen discursos performativos, si nos atenemos a las aportaciones de las teorias lingiiisticas de Austin y Searle, de las que formularemos un pequefio resumen. 1.3.1. Los actos de habla Usar una lengua es “tomar parte en una forma de conducta gobernada por reglas”.? En ese sistema “gobernado por reglas”, la unidad minima de la comunicacién lingilistica es el acto de habla, Cuando hablamos, efectuamos actos tales como hacer enunciados, dar érdenes, plantear preguntas, hacer promesas, producidos con determinadas intenciones, y que deben realizarse de acuerdo con ciertas reglas para el uso de los elementos lingliisticos (idem, p. 26). Conforme con este autor, con los ac- tos de habla “hacemos”: actos de “emisién” (emitimos palabras, secuencias de palabras); actos proposicionales (referimos y pre- dicamos) y actos ilocutivos (enunciamos, preguntamos, ordena- mos, prometemos, etcétera). Las dos ultimas clases de actos de habla tienen la particularidad de ser oraciones dichas en “ciertos contextos, bajo ciertas condiciones y ciertas intenciones” (idem, p. 33). En ellas se puede reconocer “el indicador de la fuerza ilocucionaria” a través del énfasis, la puntuacién, el orden de las palabras, etcétera, y ciertas reglas constitutivas que tienen que ver con la estructura semantica de un lenguaje como realizacién con- vencional. Por su parte, Austin clasificé los enunciados en dos grandes tipos: constatativos y realizativos 0 performativos, y propuso que no hay ningtn criterio, ni de vocabulario ni gramatical, que per- mita diferenciarlos. Definié a los primeros como enunciados ver- daderos 0 falsos en que se dice algo; y a los segundos, como enunciados que no describen ni registran nada, no son verdade- ros ni falsos, y que el expresarlos “es realizar una acci6n 0 parte * Searle, John, Actos de habla, Madrid, ‘itedra, 1980, p. 25. de ella, accion que a su vez no seria normalmente descrita como consistente en decir algo”? Lo que queremos traer a esta reflexién sobre los DH es esta tesis'de que-al producir una oraciér se hace algo, ademas de expresarla. Austin pone como ejemplo el enunciado “si, juro des- empefiar el cargo...” (dicho en el curso de la ceremonia de asun- cién de un cargo). Con él se expresa algo, una’ oracién con significado, donde se refiere y se predica; pero, ademas, se reali- za un juramento valido por el contexto y las cireunstancias yno s6lo se enuncia. Reflexionando acerca de las “‘cireunstancias que rodean el emitir una expresién”, Austin presenta un grupo de sentidos 0 dimensiones diferentes “en los que decir algo tiene que ser siem- pre hacer algo” (idem, p. 136). Asi nace una conocida clasifica- cién de actos de habla (idem, cap. 7): 1) Se produce un acto locucionario cuando decir algo es hacer algo; de manera que realizamos un acto locucionario cuando expresamos cierta oracién con un cierto sentido y referencia o con un cierto significado. Por ejemplo, cuando decimos “Thueve”. Se produce un acto ilocucionario cuando al decir algo se hace algo; de mariera que realizamos un acto ilocucionario cuando informamos, ordenamos, advertimos, comprometemos, etcé+ tera, Estos actos tienen una ciexta fuerza convencional. Mu- chas veces el efecto est4en el contexto, en las circunstancias, que hacen que lo dicho adquiera determinado sentido y no sdlo en las palabras expresadas 0 en la entonacién utilizada. 3) Se produce un acto perlocucionario cuando porque se dice algo se hace algo; de manera que realizamos un acto perlocucionario cuando porque decimos algo logramos cier- tos efectos, como conyencer, persuadir, disuadir, sorprender o confundir: “porque dije que cometia un delito, se asust6”. ° 2 3 Austin, John L., Palabras y acciones, Buenos Aires, Paidés, 1971, pp. 45/46. 14 Tanto los actos ilocucionarios como los perlocucionarios cau- san “ciertos efectos”. Pero es necesario resaltar que los “efectos” de los:actos perlocucionarios son consecuencias, secuelas. Sin embargo, los “efectos” de los actos ilocucionarios son, por ejem- plo, asegurar la aprehensién de lo expresado por parte del oyente oauditorio, dice Austin (p.162). Searle, por su parte, deteniéndose en los actos ilocucionarios; establece ciertas hipétesis generales (p. 72'y ss.): 1) Larealizacién del acto cuenta como la expresién de un estado psicolégico que determina lo que expresa el hablante al reali- zar el acto de habla. En el caso de los derechos subjetivos, este estado “psicolégico” previo es, por ejemplo, la situacién de subordinacién en que se encuentra el ciudadano frente al esta- do encargado de:conceder —o negar— la peticién de recono- cimiento de ese “derecho”. 2) Existe una condicién preparatoria que nos dice de alguna manera lo que el hablante implica al realizar el acto. Por ejem- plo, cuando doy las gracias a alguien, implico que por lo que estoy agradeciendo ha sido beneficioso para mi; éste es e] ejem- plo del autor. Y, podemos agregar de nuestra cuenta, en el caso de los derechos subjetivos, cuando los esgrimimos frente al otro, el estado, implicamos que estamos sometidos a él y que éles el unico “otro”. 3) Existe, también, una condicién esencial entendida como la obligacién de asumir el acto expresado. En general, la condicién esencial determina las restantes. Por ejemplo, en las peticiones la regla esencial es que la emisién cuente como un intento de hacer que el oyente haga algo; en- tonces la proposicién ha de incluir la conducta futura del oyen- te. Este ejemplo es del propio autor y sin duda se trata de “peticiones”, de reconocimientos de derechos en los que se incluye la pretensién de que el “oyente”, es decir el funciona- tio, “haga algo”: concedernos la protecci6n, por caso (p. 77). Algunos verbos ilocucionarios son definibles en términos de los efectos perlocucionarios que se intentan conseguir, otros no. Asi, pedir es, por condicién esencial, un intento de hacer 4 5 15 que un oyente haga algo; pero prometer no est ligado esen- cialmente a tales efectos o respuestas del oyente. Obviamente el primer ejemplo es completamente aplicable a los derechos subjetivos. En el caso de “dar una orden”, las condiciones preparatorias incluyen que el hablante esté en posicién de autoridad sobre el oyente, la condicién psicoldgica consiste en que el hablante de- sea que se Ileve a cabo el acto ordenado, y la condicién esencial tiene que ver con el hecho de que el hablante intenta que la emi- sin haga que el oyente Ileve a cabo el acto. Hasta aqui lo que nos parece pertinente de estas observacio- nes de Searle y Austin, y que nos parece sugestivo para analizar esta otra faceta del discurso de los DH: el uso de este discurso constituye, siempre, un acto de habla segiin esta nomenclatura propia de lingiiistas. Ahora bien; qué es lo que “se hace” cuando se usa este dis- curso en tareas cotidianas y no sdlo politicas y profesionales? ;,Por qué hemos traido esta forma de ver el discurso propuesto por los lingiiistas? Porque, si es cierto lo que ellos dicen, el uso del len- guaje constituye a los usuarios en sujetos que tienen las caracte- tisticas de los roles que estén constituidos por esas formas lingiiisticas. O, dicho de otra forma, las relaciones sociales, des- de este punto de vista, estan definidas en roles que los hombres cumplen al realizar estos actos de habla. No hay entonces rela- ciones sociales al margen de las pautas establecidas por estas re- glas que se efectivizan al hablar. Ahora bien, lo que “se hace” al usar el discurso de los dere- chos subjetivos, es la reproduccién de la estrategia discursiva de Ja sociedad moderna; 0, si se prefiere, del estado moderno, bur- gués 0 capitalista. Con la expresién “estrategia discursiva” queremos decir que se trata de una estrategia trasladando a los discursos el sentido mas cotriente del vocablo: arte de direccién de ejércitos. Bl &Stra- tega “planifica” los movimientos de los sujetos, de manera que, elresultado es previsible y consiste en el dominio sobre ellos. Claro que aqui el “estratega’ no es un individuo identificable, sino que 16 fician de ello, aparecen escondidos tras otras formas: je: el estratega es “la sociedad capitalista”, o “la burg Marx, “el lenguaje” en los lingtiistas. Pero, lo cierto es que el sty rio de este discurso ingresa, al usarlo, a un juego de relaciones politicas a las cuales el discurso sirve. En la propuesta de los autores que hemos traido a este trabajo, el de los DH es un discurso performativo 0 constitutivo porque es como el molde, el espacio discursivo, en el cual no puede dejar de instalarse todo hablante —todo ciudadano— del mundo moderno. Todos, absolutamente todos, hablamos de los DH, y ese decir es lo que nos incluye en el orden moderno en el cual el indi- viduo tiene como a su “otro” al estado. Aparentemente hay otros “otros”, que parecen ser los obligados ante nosotros. Son los fa- mosos “deudores” u “obligados” de los cuales hablan los juris- tas, sin los cuales no hay, dicen, derecho alguno. Pero estos otros “otros”, en realidad, no se relacionan con nosotros sino, verdade- ramente, con el estado, que es ante quien debemos recurrir para que se nos “reconozca” la propiedad del bien que reclamamos (“bien”, es aqui cualquier pretensién). En realidad, el discurso de los derechos subjetivos nos coloca, respecto de los demas ciuda- danos, en relacién “indirecta” so pena de caer en el delito de “ha- cer justicia por propia mano” que es, se nos educa para asi pensarlo, el maximo pecado contra la paz y el orden. Es, nétese, el cterno argumento que se esgrime frente a todas las sublevacio- nes populares contra las iniquidades de los opresores. En otras palabras, al usar el discurso de los derechos subjeti- vos, cumplimos estos actos de habla en virtud de los cuales “ha- cemos algo”: construimos, cotidianamente, el poder del estado al constituirnos como peticionarios frente a los funcionarios pu- blicos, al reconocernos como dependientes de ellos, al conceder- les poder sobre nosotros, al establecer relaciones indirectas con nuestros camaradas —o enemigos— de grupo o de clase. Ahora bien, este discurso performativo no ha existido siempre. Ha sido construido en cierta época de la historia occidental. De ello trata el punto siguiente. 2. El origen de los derechos humanos La ideologia juridica ha llamado, desde hace mucho, derechos subjetivos a los que ahora se denominan derechos humanos, que no son sino una parte del conjunto de aquéllos. ;Desde cuando, por otra parte, existe la idea de derecho con el sentido de reclamo contra el estado? El tema ha sido investigado, creemos que en forma definitiva, por Michel Villey. Los resultados de sus inves- tigaciones coinciden, tal vez sin quererlo, con los de Marx y los de Kelsen: los derechos subjetivos —o “humanos”—, son una ideologia que se inicia con el comienzo de la historia del capi- talismo. Muy concretamente, Villey encontré en Occam la primera manifestacién de una ideologia semejante. De alli en mas, cual- quiera que desee encontrar ese origen mas atras, tendra que pro- barlo con textos en la mano. Que en Occam se encuentre la primera manifestacion de una ideologia asi, es perfectamente entendible si se tiene en cuenta que su filosofia es el primer esbozo de la que después ser la del libe- ralismo propio de los empiristas ingleses, y si se tiene en cuenta la disputa acerca de los individuales. Villey oftece un texto preciso como aquél en el cual nace el estado en su forma moderna. Se trata de un texto de Occam, don- de éste interviene en la disputa entre el papa y los franciscanos. La historia puede leerse en El! nombre de la Rosa. El papa esta en contra de la pobreza a la franciscana. Y, también como ahora, los pobres debian ser suprimidos de la historia. La cuestién, en términos filos6ficos, consistfa en que los franciscanos de todos modos vivian en abadias y, en el extremo, comian y, es de espe- rar, bebian. Pero ellos no querian ser propictarios. Entendian que la propiedad correspondia al papa. Pero éste, generosamente, queria que los franciscanos fueran propietarios de lo que usaban y consumian. No faltaba mas: si a los franciscanos se les permi- tia rechazar la propiedad jproblematico ejemplo darfan a la cari- dad cristiana! Pues bien, en esta disputa, fue Occam quien puso las cosas de tal modo que resulté ser el padre intelectual defina ideologia que permea todos nuestros discursos cotidianos: los derechos humanos —0 subjetivos como dicen los juristas desde entonces para aca. 18 “ii Occam entiende, como lo ha puesto de manifiesto Bobbio, que el derecho es la contracara del poder. En Occam, —dice Villey, hallamos el esquema completo de un sistema del derecho. Este sis- tema tiene como eje central el poder del individuo; en él, la nocién. fundamental es en adelante la nocidn de poder [...]; antes de la Ley, emanacidn de la voluntad del legislador, es preciso sentar el poder del legislador. Este actuara por delegacién de poder y como multi- plicacion de derechos subjetivos.* Esto ponia de cabeza el discurso juridico anterior, porque de aqui en mas, la propiedad pasaba a ser un derecho que alguien tenia y de cuyo goce era responsable un otro, el soberano, que luego se convertiria, simplemente, en el estado, impersonal dador de justicia. Mientras que antes de esto, propiedad significaba una calidad de la cosa y no una facultad de un individuo enfrentado al estado. Por cierto que, en Occam, se mantiene la idea de que todo po- der viene de dios, que éste instituy6 los primeros gobiernos, quie- nes repartieron la tierra y los bienes. Pero también de la legislacién divina salida de la potestas de dios, la exposicién del Breviloguium nos muestra que también proceden para los hombres una potestas [...] Dios ha concedido al hombre, en un primer estado, el poder de apropiacién [...] Ahora bien, ne- + Entre otros trabajos, véase Bobbio, Norberto, “Kelsen y el problema del poder” en Critica Juridica, wimero 8, p. 7 y 85. 5 Michel Villey dedicé muchos afanes al esclarecimiento de esta cuestién, por un convencimiento filoséfico:e! mundo modemo, consu ideologia del derecho subjetivo,es una degeneracién del mundo antiguo, donde el orden —en el sentido griego del término— acordaba a cada cual su lugaren laarmonia natural. Ciertamente los motivos de Villey son plcnamentediscutibles. Perosusinvestigaciones,y por eso decimos quees involuntariamente queson coincidentes con el pensamiento de Marx y de Kelsen entre otros, son fuertemente convincentes. En este trabajo citamos tinicamente “La génesis del derecho subjetivo en Guillermo deOceam", en Estudios en tornoa la nocién dederecho subjetivo, Valparaiso, Ediciones Universitarias de Valparaiso, 1976,p. 149 yss. Notese la fecha de laedicién: pleno pinochetismo: Villey fue invitado por la dictadura para usarlo como intelectual orginico, cosa queél,al parecer, acepté gustosamente. Este es otro ejemplode cémo,el delos derechos humanos,esun discurso quees usado para la ustificacién dela barbaric por partede quienes han pasado a la historia como de los peores violadores de ellos. 19

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