Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
ARTÃCULOS DE BOURDIEU
La trayectoria de un sociólogo
EN TR E V IS TA S A B OU RD IE U
Sobre Colombia
Desfatalizar el mundo
Riesgos de la televisón
La trangresión gay
Libre cambio
1
ARTICULOS
PIERRE BOURDIEU
2
de evidencia indiscutida a maneras de ser o de hacer, las de la familia llamada
normal, de ese modo constituidas en normas absolutas.2
El carácter más chocante de las familias que los sociólogos han bautizado, a falta
de mejor nombre, “compuestas” o “complejas”, es en efecto que nada a su
respecto es ahora evidente. Para empezar, las palabras que sirven para expresar
las relaciones sociales elementales, y por lo tanto para producirlas, en su
contenido pensado y práctico. ¿Cómo llamar los hijos “de primer lecho” de la
nueva esposa de su padre divorciado ( o del nuevo esposo de su madre
divorciada): hermanos, o “medio hermanos”, o “hermanastros”? Y ¿cómo designar,
cosa más delicada y más grave, el nuevo esposo de su madre, sea para dirigirse a
él, sea para hablar de él a los extraños, sino por su nombre? “Para hablar de mi
padrastro, que se llamaba C. (nombre), yo decía siempre «el segundo marido de
mi madre». Es una pintoresca manera de decir, pero la he usado siempre que era
absolutamente necesario hablar de ello con extraños. Luego, cuando tenía catorce
años, me di cuenta de que tenía una manera extraña de hablar de él, pero nadie
me lo hacía notar y yo no podía decirlo de otra manera […]. Mi hermana decía
siempre «C.», en cualquier circunstancia, y recuerdo que eso me parecía
terriblemente impúdico, como la confesión de una falta o de una tara familiar que
hubiera sido mejor esconder.” Y ese testigo de unos cincuenta años evoca sí el
primer encuentro con la segunda esposa de su padre: “Mi nos presentó y fingió
preguntarse delante de nosotros, de entrada, acerca del nombre que daríamos a
esta mujer. Dijo: «Mamá, no es posible, no es la madre de ustedes. J., es su
nombre, pero eso no es posible» -yo me preguntaba por qué, pero, aterrado, no
decía nada. Y agregó, mirándola: «Hemos pensado que ustedes podrían llamarla
Tatie» [tratamiento afectuoso usualmente empleado para designar a la hermana de
la madre]. Siempre me sentí mal al llamarla no importa cómo. Evitaba tener que
hacerlo recurriendo a los más inverosímiles circunloquios. Más tarde, luego de leer
Vipère au poing, la llamaba Folcoche. C., durante años, removía el cuchillo en la
herida demandándome, el domingo siguiente, noticias de Tatie [tropezando
voluntariamente en la T]”.
Esta “falsa familia” no deja otra elección, como lo observa Irène Théry, que entre
un falso estatuto (“mamá”) y la ausencia de estatuto (el nombre)3. El nombre que,
como el tuteo, se emplea entre conocidos del mismo rango social, introduce una
familiaridad para debilitar la autoridad de sustituto paterno que el “padrastro” debe
3
asumir, hasta el grado de neutralizar los tabúes (especialmente el de
incesto)inscritos en la nominación performativa (“es tu hermana”) que, por ser
pública y públicamente autorizada, se encuentra investida por la autoridad de una
operación social de autorización, positiva (legitimación) o negativa (tabú), o, como
se dice en inglés, de entitlement. La incertidumbre de los títulos definitorios de las
obligaciones en el interior de la unidad social elemental conlleva una suerte de
incertidumbre de las funciones y de las asignaciones estatutarias, de los derechos
y de los deberes, de los límites y de las prohibiciones. Las relaciones
intrafamiliares se encuentran despojadas de eso que, en la experiencia ordinaria
de la familia ordinaria, los caracteriza propiamente, es decir, las apariencias de la
evidencia y de lo natural. Todo lo que, en otro caso, puede ser abandonado a la
espontaneidad de las disposiciones, debe ser explícitamente y expresamente
pensado, pesado, cultivado, mantenido, hasta calculado y planificado, como se ve
bien en el relato de la designación de la “madrastra” (la madrastra de los cuentos
infantiles que, bien lo sabemos, juegan siempre con fuego), lo que es
ordinariamente admitido como evidente, sin examen y sin discusión, se vuelve
objeto de una deliberación (el padre y la madrastra se habían puesto de acuerdo y
habían optado, sin duda a fin de preservar la distancia y la autoridad, por un
eufemismo fundado sobre una manipulación de las relaciones de parentesco
análoga a la que operan los Kabylas cuando llaman “tío materno” a todo hombre a
quien los liga un lazo de parentesco lejano o supuesto) y de una (cuasi-)
negociación (el hijo tiene confusamente conciencia de ello porque rechaza lo que
se le propone como un contrato).
4
(lo que contribuye no poco a la ilusión de naturalidad) o no participan en ello más
que pasivamente (en ocasión especialmente de los ritos de institución). Territorio
de luchas, instrumentos de chantaje afectivo u objetos de seducción, según los
momentos y los agentes, los hijos son puestos con frecuencia en posición de
árbitros o de jueces (una informante evoca el estupor que experimentaba cuando
escuchaba a su padre decir a su madre: “Los niños te juzgarán”); y el sentimiento
de arbitrariedad y de inseguridad que no pueden dejar de experimentar es tanto
más agudo cuanto la dualidad de los “hogares” los constriñe a confrontar, en la
contradicción, el desdoblamiento o la disimulación, dispositivos afectivos y estilos
de vida enteramente diferentes, cuando no prácticamente incompatibles (entre
todas las consecuencias que la literatura científica, sin embargo con frecuencia
llevada, en estas materias, a la dramatización moralizadora4, no evoca, la más
importante es sin duda el descuartizamiento cognitivo y afectivo que viene a
redoblar la incertidumbre y la inestabilidad, ligado al desdoblamiento de las
posiciones fundamentales en el seno de la unidad social elemental, de las
referencias estructurantes que constituyen las posiciones cardinales, padre,
madre, hermano, etc., en el seno de la unidad familiar). En lugar de que las
estructuras objetivas, garantidas por el derecho y por todo el orden social, funden
los sentimientos, es sobre los sentimientos, en su inestabilidad y sus
intermitencias, que reposa una unidad incesantemente cuestionada, en sus
fronteras, sus jerarquías, sus intereses comunes, y constreñida a afirmar
continuamente su continuidad contra un orden social que, lejos de sostenerla como
lo hace respecto a la familia ordinaria, contribuye a encerrarla en su singularidad
de “familia en riesgo”, rehusándole la banalidad y las seguridades de un nombre y
de un destino comunes5.
5
permanece arraigada en los presupuestos o los prejuicios más oscuros de la doxa.
“El derecho francés no se interesa por las familias recompuestas […] La
recomposición familiar, ya sea que se funde sobre un nuevo casamiento o sobre
un concubinato, no produce efecto jurídico alguno. No existe, por consiguiente,
vínculo de derecho alguno entre padrastro e hijastro6.” La instauración de un
vínculo jurídico es dejada a la iniciativa individual y la adopción, por ejemplo, que
supone procedimientos laboriosos y complejos, debe ser demandada por el
padrastro. Ni el derecho ni el Estado (a través del derecho fiscal o de las
compensaciones familiares) saben qué hacer con estas familias: aceptando
tácitamente una definición de la familia como “relación entre tres, padre, madre
hijo”, suponen que la nueva unidad no se puede constituir sino en detrimento de la
anterior y que “el otorgamiento de derechos al padrastro pasa necesariamente por
la desaparición del padre7”.
6
más que, también en la pareja heterosexual, la sexualidad sea cada vez más
disociada de la procreación, todo sucede como si la norma tácita de la unión
legítima, a la cual se ha reservado el nombre de familia, siguiera siendo la unidad
doméstica plenamente inscrita en la duración social por su orientación clara y
simple hacia su propia reproducción y plenamente reconocida, por ello, en sus
derechos de reproducción biológica y social. Si las familias “recompuestas” y, a
fortiori, homosexuales tienen algo de inquietante y hasta de amenazador para el
orden social y para el orden moral que lo funda, sobre todo, paradójicamente,
cuando se esfuerzan de alguna manera por pactar con la norma común o, como se
suele decir, “ponerse en regla”, es que estas tentativas de normalización o de
regularización de lo que parece escapar por esencia a toda norma y a toda regla
no pueden aparecer, ante los ojos de todos los que permanecen enraizados en la
doxa ancestral de la familia y de la casa, sino como homenajes ambiguos que la
herejía rinde a la ortodoxia.
7
profes, de médicos, de cuadros, por lo que sus familias poseían de respetabilidad, de peso, de
serio. Yo no envidiaba para nada a las hijas de artistas, de actores, de modelos.” Y también:
“Me gustaba el juego de las siete familias, con el padre anónimo, la madre anónima.”
6 D. Bourgault-Coudevylle et F. Delecourt: “Les familles recomposées: aspects personnels,
aspects alimentaires”, in I. Théry et D. Herlido, Les familles recomposées aujourd’hui: droit et
sciences humaines, Paris, CNRS, 1994, p. 25.
7 Ibid. , p. 33.
8 H. Fulchiron, “La transmission des biens dans les familles recomposées; entre trop de droits
et pas de droits”, in I.Théry et D. Herlido, op. Cit., p. 49.
9 La tolerancia mayor, tanto en las prácticas como en las representaciones, que las categorías
sociales más ricas en capital cultural, y en particular las profesiones intelectuales, acuerdan a
las “familias recompuestas” podría explicarse, al menos parcialmente, por el hecho de que
tienen menos bienes de familia a proteger pero también y sobre todo que el patrimonio cultural
escapa, al menos aparentemente, a los peligros de fraccionamiento y extinción correlativos a la
fusión de la unidad doméstica
¿Es posible todavía, y será posible por mucho tiempo, hablar de producciones
culturales y de cultura? A los que hacen el nuevo mundo de la comunicación, y que
son hechos por él, les gusta referirse al problema de la velocidad, los flujos de
información y las transacciones que se vuelven cada vez más rápidos, y sin duda
tienen razón en parte cuando piensan en la circulación de la información y la
rotación de los productos. Dicho esto, la lógica de la velocidad y la del lucro que se
reúnen en la búsqueda de la máxima ganancia en el corto plazo (con el rating en el
caso de la televisión, el éxito de venta en el del libro -y, muy evidentemente, el
diario-, el número de entradas vendidas en el de la película) me parecen
incompatibles con la idea de cultura. Cuando, como decía Ernst Gombrich, se
destruyen las condiciones ecológicas del arte, el arte y la cultura no tardan en
morir.Como prueba, podría limitarme a mencionar lo ocurrido con el cine italiano,
que fue uno de los mejores del mundo y que sólo sobrevivía a través de un
pequeño puñado de cineastas, o con el cine alemán, o con el cine de Europa
oriental. O la crisis que sufrió en todas partes el cine de autor, por falta de circuitos
de difusión. Sin hablar de la censura que pueden imponer los distribuidores a
8
determinados filmes -el más conocido es el de Pierre Carles-. O también el destino
de alguna cadena radiocultural, hoy en liquidación en nombre de la modernidad, el
rating y las connivencias mediáticas. ¿Arte o mercancía?Pero no se puede
comprender realmente lo que significa la reducción de la cultura al estado de
producto comercial si no se recuerda cómo se constituyeron los universos de
producción de las obras que consideramos como universales en el campo de las
artes plásticas, la literatura o el cine. Todas las obras que se exponen en los
museos, todos las películas que se conservan en las cinematecas, son producto
de universos sociales que se constituyeron poco a poco independizándose de las
leyes del mundo ordinario y, en particular, de la lógica de la ganancia.Para que lo
entiendan mejor, he aquí un ejemplo: el pintor del Quattrocento -se sabe por la
lectura de los contratos- debía luchar contra quienes le encargaban obras para que
éstas dejaran de ser tratadas como un simple producto, valuado según la
superficie pintada y al precio de los colores empleados; debió luchar para obtener
el derecho a la firma, es decir el derecho a ser tratado como autor, y también por
eso que, desde fecha bastante reciente, se llaman derechos de autor (Beethoven
todavía luchaba por este derecho); debió luchar por la rareza, la unicidad, la
calidad; debió luchar, con la colaboración de los críticos, los biógrafos, los
profesores de historia del arte, etcétera, para imponerse como artista, como
creador.Es todo esto lo que está amenazado hoy a través de la reducción de la
obra a un producto y una mercancía. Las luchas actuales de los cineastas por el
final cut y contra la pretensión del productor de tener el derecho final sobre la obra,
son el equivalente exacto de las luchas del pintor del Quattrocento. Los pintores
necesitaron casi cinco siglos para conseguir el derecho de elegir los colores
empleados, la manera de emplearlos y finalmente el derecho a elegir el tema,
especialmente al hacerlo desaparecer con el arte abstracto, para gran escándalo
del burgués que encargaba la obra. Del mismo modo, para tener un cine de autor
se requiere un universo social, pequeñas salas y cinematecas que proyecten los
clásicos y frecuentadas por los estudiantes, cineclubes animados por profesores
de filosofía, cinéfilos formados en la frecuentación de dichas salas, críticos
sagaces que escriban en los Cahiers du cinéma, cineastas que hayan aprendido
su oficio viendo películas de las cuales pudieran hablar en estos Cahiers; en pocas
palabras, todo un medio social en el cual determinado cine tiene valor, es
reconocido.Son estos universos sociales los que hoy están amenazados por la
irrupción del cine comercial y la dominación de los grandes difusores, con los
cuales deben contar los productores, excepto cuando ellos mismos son difusores:
9
resultado de una larga evolución, hoy han entrado en un proceso de involución. En
ellos se produce un retroceso: de la obra al producto, del autor al ingeniero o al
técnico que utiliza recursos técnicos, los famosos efectos especiales, y estrellas,
ambos sumamente costosos, para manipular o satisfacer las pulsiones primarias
del espectador (a menudo anticipadas gracias a las investigaciones de otros
técnicos, los especialistas en marketing).Reintroducir el reino de lo comercial en
universos que se han constituido, poco a poco, contra él, es poner en peligro las
obras más nobles de la humanidad, el arte, la literatura e incluso la ciencia.No creo
que alguien pueda querer esto realmente. Recuerdo la célebre fórmula platónica:
Nadie es malvado voluntariamente. Si es cierto que las fuerzas de la tecnología
aliadas con las fuerzas de la economía, la ley del lucro y la competencia, ponen en
peligro la cultura, ¿qué hacer para contrarrestar ese movimiento? ¿Qué se puede
hacer para favorecer las oportunidades de aquellos que sólo pueden existir en el
largo plazo, aquellos que, como los pintores impresionistas de antaño, trabajan
para un mercado póstumo?Buscar la máxima ganancia inmediata no es
necesariamente obedecer a la lógica del interés bien entendido, cuando se trata de
libros, películas o pinturas: identificar la búsqueda de la máxima ganancia con la
búsqueda del máximo público es exponerse a perder el público actual sin
conquistar otro, a perder el público relativamente restringido de gente que lee
mucho, frecuenta mucho los museos, los teatros y los cines, sin ganar a cambio
nuevos lectores o espectadores ocasionales. Una inversión rentableSi se sabe
que, al menos en todos los países desarrollados, la duración de la escolarización
sigue creciendo, así como el nivel de instrucción medio, como crecen también
todas las prácticas estrechamente relacionadas con el nivel de instrucción
(frecuentación de los museos y los teatros, lectura, etcétera), se puede pensar que
una política de inversión económica en los productores y los productos llamados
de calidad, al menos en el corto plazo, podría ser rentable, incluso
económicamente (siempre que se cuente con los servicios de un sistema
educativo eficaz).De este modo, la elección no es entre la mundialización -es decir
la sumisión a las leyes del comercio y, por lo tanto, al reino de lo comercial, que
siempre es lo contrario de lo que se entiende universalmente por cultura- y la
defensa de las culturas nacionales o de tal o cual forma de nacionalismo o
localismo cultural.Los productos kitsch de la mundialización comercial, el jean o la
Coca-Cola, la soap opera o el filme comercial espectacular y con efectos
especiales, o incluso la world fiction, cuyos autores pueden ser italianos o ingleses,
se oponen en todos los sentidos a los productos de la internacional literaria,
10
artística y cinematográfica, cuyo centro está en todas partes y en ninguna, aun
cuando haya estado durante mucho tiempo y quizá todavía esté en París, sede de
una tradición nacional de internacionalismo artístico, al mismo tiempo que en
Londres y Nueva York. Así como Joyce, Faulkner, Kafka, Beckett y Gombrowicz,
productos puros de Irlanda, Estados Unidos, Checoslovaquia y Polonia fueron
hechos en París, igual número de cineastas contemporáneos como Kaurismaki,
Manuel de Oliveira, Satyajit Ray, Kieslowski, Woody Allen, Kiarostami y tantos
otros no existirían como existen sin esta internacional literaria, artística y
cinematográfica cuya sede social está ubicada en París. Sin duda porque es allí
donde, por razones estrictamente históricas, se constituyó hace mucho y ha
logrado sobrevivir el microcosmos de productores, críticos y receptores sagaces
necesario para su supervivencia.Repito, hacen falta muchos siglos para producir
productores que produzcan para mercados póstumos. Es plantear mal los
problemas oponer, como a menudo se hace, una mundialización y un mundialismo
que supuestamente están del lado del poder económico y comercial, y también del
progreso y la modernidad, a un nacionalismo apegado a formas arcaicas de
conservación de la soberanía. En realidad, se trata de una lucha entre un poder
comercial que intenta extender a todo el universo los intereses particulares del
comercio y de los que lo dominan y una resistencia cultural, basada en la defensa
de las obras universales producidas por la internacional desnacionalizada de los
creadores.Quiero terminar con una anécdota histórica que también tiene que ver
con la velocidad y que expresa correctamente lo que debían ser, en mi opinión, las
relaciones que podría tener un arte liberado de las presiones del comercio con los
poderes temporales. Se cuenta que Miguel Angel mantenía tan poco las formas
protocolares en sus relaciones con el papa Julio II, quien le encargaba sus obras,
que éste se veía obligado a sentarse muy rápidamente para evitar que Miguel
Angel se sentara antes que él.En un sentido, se podría decir que intenté perpetuar
aquí, muy modestamente, pero de manera fiel, la tradición, inaugurada por Miguel
Angel, de distancia con respecto a los poderes y muy especialmente a estos
nuevos poderes que son las fuerzas conjugadas del dinero y los medios.
11
NEOLIBERALISMO: LUCHA DE TODOS CONTRA TODOS
PIERRE BOURDIEU
12
este programa científico de conocimiento convertido en programa político de
acción, se lleva a cabo un inmenso trabajo político que apunta a crear las
condiciones de realización y de funcionamiento de la teoría; un programa de
destrucción metódica de los colectivos. El movimiento, posible gracias a la política
de desregulación financiera, hacia la utopía neoliberal de un mercado puro y
perfecto se logra a través de la acción transformadora y destructiva de todas las
estructuras colectivas capaces de obstaculizar la lógica del mercado puro: la
nación, cuyo margen de maniobras es cada vez más limitado; grupos de trabajo,
por ejemplo con la individualización de los salarios y de las carreras en función de
las competencias individuales y la consiguiente atomización de los trabajadores;
los colectivos de defensa de los derechos de los trabajadores -sindicatos,
asociaciones, cooperativas-; la familia misma que, a través de la constitución de
mercados por clases de edad, pierde una parte de su control sobre el consumo.
13
Objetivos individuales, reuniones individuales de evaluación, evaluación
permanente, incrementos individualizados de salarios, carreras individualizadas,
estrategias de responsabilización que tienden a asegurar la autoexplotación de
ciertos cuadros que, aunque simples asalariados bajo una fuerte dependencia
jerárquica, son responsabilizados por sus ventas, sus productos, su sucursal, su
revista, etcétera, como si fueran independientes. Exigencia de autocontrol según
las técnicas de gestión participativa, infinidad de técnicas de obligación racional
que, al imponer el trabajo en condiciones de urgencia, ayudan a debilitar o a abolir
las solidaridades colectivas.La institución práctica de un mundo darwiniano de una
lucha de todos contra todos, en todos los niveles jerárquicos, que encuentran los
motores de la adhesión a la tarea y a la empresa en la inseguridad, el sufrimiento y
el estrés, seguramente no podría triunfar tan exitosamente si no encontrara la
complicidad de los hábitos precarizados que produce la inseguridad y la existencia,
en todos los niveles jerárquicos, incluso entre los más altos, de un ejército de
reserva de mano de obra docilizada por la precarización y por la amenaza
permanente del desempleo.La máquina infernalEl fundamento último de todo este
orden económico es la violencia estructural del desempleo, de la precariedad y de
la amenaza de la suspensión: la condición del funcionamiento armonioso del
modelo micro-económico individualista es un fenómeno de masas: la existencia del
ejército de reserva de los desempleados.Esta violencia estructural pesa también
sobre lo que se llama el contrato de trabajo. El discurso empresarial nunca habló
tanto de confianza, cooperación, lealtad y cultura empresarial como en una época
en la que se obtiene la adhesión a cada instante haciendo desaparecer todas las
garantías temporales.Vemos así que la utopía neoliberal tiende a encarnarse en la
realidad de una suerte de máquina infernal, cuya necesidad se impone incluso a
los dominantes. Como el marxismo en otro tiempo, con el cual tiene muchos
puntos en común, esta utopía suscita una creencia profunda, la free trade faith (fe
en el libre comercio), no sólo de los financistas, los gerentes de las grandes
empresas, etcétera, sino también en quienes encuentran en ella la justificación de
su existencia, como los altos funcionarios y los políticos que sacralizan el poder de
los mercados en nombre de la eficacia económica, que exigen la abolición de las
barreras administrativas o políticas capaces de fastidiar a los capitalistas en la
búsqueda puramente individual de la maximización de la ganancia individual, que
quieren bancos centrales independientes y que pregonan la subordinación de los
Estados nacionales a las exigencias de la libertad económica.
14
Sin compartir necesariamente los intereses económicos y sociales de los
verdaderos creyentes, los economistas tienen bastantes intereses específicos en
el campo de la ciencia económica como para hacer una contribución decisiva a la
producción y la reproducción de la creencia en la utopía neoliberal.Alejados por
toda su existencia y toda su formación intelectual, la mayoría de las veces
puramente abstracta y teórica, del mundo económico y social tal cual es, están
inclinados a confundir las cosas de la lógica con la lógica de las cosas. Confiados
en modelos que prácticamente nunca pueden someter a la prueba de la
verificación experimental, inclinados a mirar desde arriba los progresos de otras
ciencias históricas, cuya verdadera necesidad y profunda complejidad son
incapaces de comprender, participan y colaboran en un cambio económico y social
que no puede resultarles desagradable ya que tienden a hacer real la utopía
ultraconsecuente (como ciertas formas de locura) a la que dedican su vida.Y, sin
embargo, el mundo es así, con los efectos inmediatamente visibles de la
implementación de la gran utopía neoliberal. No sólo la miseria de una fracción
cada vez mayor de las sociedades más avanzadas económicamente, el
crecimiento extraordinario de las diferencias entre los ingresos, la desaparición
progresiva de los universos autónomos de producción cultural mediante la
imposición de los valores comerciales, sino también -y sobre todo- la destrucción
de todas las instancias colectivas capaces de contrarrestar los efectos de la
máquina infernal. Y también la imposición de esta suerte de darwinismo moral que,
con el culto del ganador, instaura la lucha de todos contra todos y el cinismo como
normas de todas las prácticas sociales.La paradoja del presente¿Podemos
esperar que la masa extraordinaria de sufrimiento que produce este tipo de
régimen político-económico algún día sea el principio de un movimiento capaz de
detener la carrera hacia el abismo? Estamos frente a una extraordinaria paradoja:
por un lado, los obstáculos en la realización del nuevo orden, el del individuo solo
pero libre, hoy son considerados imputables a rigideces y arcaísmos, y toda
intervención directa y consciente -al menos cuando proviene del Estado- es
desacreditada de antemano. Pero al mismo tiempo, la permanencia o la
supervivencia de las instituciones en vías de desmantelamiento, el trabajo de todas
las categorías de trabajadores sociales y todas las solidaridades sociales y
familiares son los que hacen que el orden social no se sumerja en el caos.El paso
al liberalismo se logra de manera insensible, por tanto imperceptible, ocultando así
sus efectos más terribles a largo plazo. Efectos que disimulan, paradójicamente,
15
las resistencias que suscita de parte de quienes defienden el orden antiguo, las
solidaridades antiguas.
Pero estas mismas fuerzas de conservación, que fácilmente se pueden tratar como
fuerzas conservadoras, también son fuerzas de resistencia a la instauración del
nuevo orden, que pueden convertirse en fuerzas subversivas.Si podemos
conservar alguna esperanza razonable, tiene por protagonista a lo que todavía
queda de estas fuerzas, las cuales -bajo la apariencia de defender simplemente un
orden desaparecido y los privilegios correspondientes- deben trabajar para
construir un orden social que no tenga por única ley la búsqueda del interés
egoísta y la pasión individual por la ganancia, y que dé lugar a colectivos
orientados hacia la búsqueda racional de fines colectivamente elaborados y
aprobados.Entre estos colectivos -asociaciones, sindicatos, partidos- cómo no
darle un lugar especial al Estado nacional o, mejor aún, supranacional, capaz de
controlar e imponer las ganancias obtenidas en los mercados financieros y
contrarrestar la acción destructiva que estos últimos ejercen en el mercado del
trabajo, organizando la elaboración y la defensa del interés público que, queramos
o no, no saldrá jamás de la visión del contable que la nueva creencia presenta
como la forma suprema del logro humano.
PIERRE BOURDIEU
16
postulado: se supone que todas las opiniones tienen el mismo peso. Pienso que se
puede demostrar que no hay nada de esto y que el hecho de acumular opiniones
que no tienen en absoluto la misma fuerza real lleva a producir artefactos
desprovistos de sentido. Tercer postulado implícito: en el simple hecho de
plantearle la misma pregunta a todo el mundo se halla implicada la hipótesis de
que hay un consenso sobre los problemas, entre otras palabras, que hay un
acuerdo sobre las preguntas que vale la pena plantear. Estos tres postulados
implican, me parece, toda una serie de distorsiones que se observan incluso
cuando se cumplen todas las condiciones del rigor metodológico en la recogida y
análisis de los datos.
17
diferencia que separa a estas instituciones de los centros de investigación que
generan sus problemáticas, si no en un universo puro, en todo caso con una
distancia mucho mayor respecto a la demanda social en su forma directa en
inmediata.
Sabemos que todo ejercicio de la fuerza va acompañado por un discurso cuyo fin
es legitimar la fuerza del que la ejerce; se puede decir incluso que lo propio de
toda relación de fuerza es el hecho de que sólo ejerce toda su fuerza en la medida
en que se disimula como tal. En suma, expresándolo de forma sencilla, el hombre
18
político es el que dice: "Dios está de nuestra parte". El equivalente de "Dios está
de nuestra parte" es hoy en día "la opinión pública está de nuestra parte". He aquí
el efecto fundamental de la encuesta de opinión: constituir la idea de que existe
una opinión pública unánime y, así, legitimar una política y reforzar las relaciones
de fuerza que la sostienen o la hacen posible.
Tras haber dicho al principio lo que quería decir al final, voy a tratar de señalar muy
rápidamente cuáles son las operaciones mediante las que se produce este efecto
de consenso. La primera operación, que tiene como punto de partida el postulado
de que todo el mundo debe tener una opinión, consiste en ignorar los no-contestan
(1). Por ejemplo, le preguntas a la gente: "¿Está usted a favor del gobierno
Pompidou?" Registras un 30% de no-contestan, un 20% de sí, un 50% de no.
Puedes decir: la parte de personas en contra es superior a la parte de personas a
favor y después queda este residuo del 30%. También puedes volver a calcular los
porcentajes a favor y en contra excluyendo los no-contestan. Esta simple elección
es una operación teórica de una importancia fantástica sobre la que quisiera
reflexionar con ustedes.
Eliminar los no-contestan es hacer lo que se hace en una consulta electoral donde
hay papeletas en blanco o nulas; es imponerle a la encuesta de opinión la filosofía
implícita de la consulta electoral. Si se mira con mayor atención, se observa que la
tasa de no-contestan es más elevada de forma general entre las mujeres que entre
los hombres, que la distancia entre mujeres y hombres se eleva a medida que los
problemas planteados son más específicamente políticos. Otra observación:
cuanto más trata una pregunta sobre problemas del saber, de conocimiento, mayor
es la distancia entre las tasas de no-contestan de los más instruidos y las de los
menos instruidos. A la inversa, cuando las preguntas tratan de problemas éticos las
variaciones de los no-contestan por nivel de instrucción son pequeñas (ejemplo:
"¿Hay que ser severo con los hijos?"). Otra observación: cuanto más se trata una
pregunta sobre problemas conflictivos, sobre un nudo de contradicciones (por
ejemplo, una pregunta sobre la situación en Checoslovaquia para personas que
votan comunista), cuantas más tensiones le genera una pregunta a una categoría
determinada, más frecuentes son los no-contestan en esta categoría. Por
consiguiente, el simple análisis estadístico de los no-contestan proporciona una
información sobre lo que significa la pregunta, así como sobre la categoría
considerada, hallándose ésta definida tanto por la probabilidad que tiene de tener
19
una opinión, como por la probabilidad condicional de tener una opinión a favor o en
contra.
En realidad, hay varios principios a partir de los cuales se puede generar una
respuesta. Tenemos, en primer lugar, lo que se puede llamar la competencia
política en referencia a una definición a la vez arbitraria y legítima, es decir,
dominante y disimulada como tal, de la política. Esta competencia política no se
halla universalmente distribuida. Varía grosso modo como el nivel de instrucción.
En otras palabras, la probabilidad de tener una opinión sobre todas las cuestiones
que suponen un saber político es comparable con la probabilidad de ir al museo.
Se observan diferencias fantásticas: donde un estudiante comprometido en un
movimiento izquierdista percibe quince divisiones a la izquierda del PSU, para un
mando intermedio no hay nada. En la escala política (extrema-izquierda, izquierda,
centro-izquierda, centro, centro-derecha, derecha, extrema-derecha, etc.) que las
encuestas de "ciencia política" emplean como algo sin vuelta de hoja, algunas
categorías sociales utilizan intensamente un pequeño rincón de la extrema
izquierda; otras utilizan únicamente el centro; otras utilizan toda la escala. Al final,
una elección es la agregación de espacios completamente distintos; se suma a
personas que miden en centímetros con personas que miden en kilómetros o, más
bien, a personas que puntúan de 0 a 20 con personas que puntúan entre 9 y 11. La
competencia se aprecia, entre otras cosas, por el grado de finura de percepción
20
(ocurre lo mismo en estética, algunos pueden distinguir los cinco o seis estilos
sucesivos de un solo pintor).
Segundo principio a partir del cual las personas pueden producir una opinión: lo
que llamo el "ethos de clase" (por no decir "ética de clase"), es decir, un sistema de
valores implícitos que las personas han interiorizado desde la infancia y a partir del
cual generan respuestas a problemas extremadamente distintos. Las opiniones
que las personas pueden intercambiar a la salida de un partido de fútbol entre
Roubaix y Valenciennes le deben una buena parte de su coherencia, de su lógica,
al ethos de clase. Una multitud de respuestas a las que se considera respuestas
políticas se producen en realidad a partir del ethos de clase y pueden asumir, a la
vez, una significación completamente distinta cuando se las interpreta en el terreno
político. Aquí he de referirme a una tradición sociológica, muy extendida sobre todo
entre determinados sociólogos de la política en Estados Unidos, que hablan
habitualmente de un conservadurismo y autoritarismo de las clases populares.
Estas tesis se basan en la comparación internacional de encuestas o de
21
elecciones, que tienen mostrar que cada vez que se interroga a las clases
populares, sea en el país que sea, sobre problemas referentes a las relaciones de
autoridad, la libertad individual, la libertad de prensa, etc., dan respuestas más
"autoritarias" que las otras clases; y se concluye de manera global que existe un
conflicto entre los valores democráticos (en el autor en que pienso, Lipset, se trata
de los valores democráticos americanos) y los valores que han interiorizado las
clases populares, valores de tipo autoritario y represivo. De ahí sacan una especie
de visión escatológica: elevemos el nivel de vida, elevemos el nivel de instrucción
y, como la propensión a la represión, al autoritarismo, etc., va unida a bajos
ingresos, a bajo nivel de instrucción, etc., produciremos así buenos ciudadanos de
la democracia americana. En mi opinión, lo que está en cuestión es la significación
de las respuestas a determinadas preguntas. Supongamos un conjunto de
preguntas de este tipo: ¿Está usted a favor de la igualdad entre los sexos? ¿Está
usted a favor de la libertad sexual de los cónyuges? ¿Está usted a favor de una
educación no represiva? ¿Está usted a favor de la nueva sociedad?, etc.
Supongamos otro conjunto de preguntas del tipo: ¿Deben hacer huelga los
profesores cuando ven amenazada su situación? ¿Deben ser solidarios los
docentes con el resto de funcionarios en los períodos de conflicto social?, etc.
Estos dos conjuntos de preguntas arrojan respuestas de estructura estrictamente
inversa en relación con la clase social: el primer conjunto de preguntas, que se
refiere a un determinado tipo de innovación en las relaciones sociales, en la forma
simbólica de las relaciones sociales, suscita tantas más respuestas a favor cuanto
más nos elevamos en la jerarquía social y en la jerarquía según el nivel de
instrucción; a la inversa, las preguntas que tratan sobre las transformaciones
reales de las relaciones de fuerza entre las clases suscitan cada vez más
respuestas en contra a medida que nos elevamos en la jerarquía social.
22
ver cómo algunos de los problemas planteados --y a menudo mal planteados-- en
mayo de 1968, en el conflicto entre el partido comunista y los izquierdistas, están
relacionados de forma muy directa con el problema central que he tratado de
plantear esta tarde, el de la naturaleza de las respuestas, es decir, del principio a
partir del cual se producen. La oposición que he establecido entre estos dos
grupos de preguntas nos remite, en efecto, a la oposición entre dos principios de
producción de opiniones: un principio específicamente político y un principio ético,
siendo el problema del conservadurismo de las clases populares producto de la
ignorancia de esta distinción.
23
Se suele asociar la idea de objetividad en una encuesta de opinión al hecho de
hacer la pregunta en los términos más neutros posibles con el fin de darles todas
sus oportunidades a todas las respuestas. En realidad, la encuesta de opinión se
hallaría sin duda más próxima a lo que ocurre en la realidad si, transgrediendo
completamente las reglas de la "objetividad", se les ofreciera a las personas los
medios para situarse como se sitúan realmente en la práctica real, es decir, en
referencia a opiniones ya formuladas; si en lugar de decir, por ejemplo, "algunas
personas están a favor del control de la natalidad, otras están en contra, ¿y
usted?...", se enunciaran una serie de posicionamientos explícitos de los grupos
autorizados para constituir y difundir las opiniones, de manera que la gente pudiera
situarse en referencia a respuestas ya constituidas. Se suele hablar de "tomas de
posición"; hay posiciones que ya están previstas y que se toman. Pero no se las
toma al azar. Se toman las posiciones que se está predispuesto a tomar en función
de la posición que se ocupa en un campo determinado. Un análisis riguroso tiene
como objetivo explicar las relaciones entre la estructura de las posiciones a tomar
y la estructura del campo de las posiciones objetivamente ocupadas.
Si las encuestas de opinión captan muy mal los estados virtuales de la opinión y,
más exactamente, los movimientos de opinión, ello se debe, entre otras razones, a
que la situación en la que aprenden las opiniones es completamente artificial. En
las situaciones en que se constituye la opinión, en particular las situaciones de
crisis, las personas se hallan ante opiniones constituidas, ante opiniones
sostenidas por grupos, de manera que elegir entre opiniones es, claramente, elegir
entre grupos. Este es el principio del efecto de politización que produce la crisis:
hay que elegir entre grupos que se definen políticamente y definir cada vez más
tomas de posición en función de principios explícitamente políticos. De hecho, lo
que me parece importante es que la encuesta de opinión trata a la opinión pública
como una simple suma de opiniones individuales, recogidas en una situación que,
en el fondo, es la de la cabina electoral, donde el individuo va furtivamente a
expresar en el aislamiento una opinión aislada. En las situaciones reales, las
opiniones son fuerzas y las relaciones entre opiniones son conflictos de fuerza
entre los grupos.
24
grado de proximidad respecto al sistema de enseñanza, y la probabilidad de tener
una opinión varía en función de la probabilidad de tener poder sobre aquello de lo
que se opina. La opinión que se afirma como tal, espontáneamente, es la opinión
de personas cuya opinión tiene peso, como se suele decir. Si un ministro de
educación actuase en función de una encuesta de opinión (o, al menos, a partir de
una lectura superficial de la encuesta), no haría lo que hace cuando actúa
realmente como político, es decir, a partir de las llamadas de teléfono que recibe,
de la visita de tal responsable sindical, de tal decano, etc. En realidad, actúa en
función de estas fuerzas de opinión realmente constituidas que sólo se manifiestan
a su percepción en la medida en que tienen fuerza y en que tienen fuerza porque
están movilizadas.
25
introducción de la política en los institutos?" Aquí se observa un corte muy claro.
Ocurre lo mismo cuando se pregunta: "¿pueden hacer huelga los profesores?" En
este caso, los miembros de las clases populares, por una transferencia de su
competencia política específica, saben qué responder. Se puede preguntar
además: "¿hay que transformar los programas? ¿Está usted a favor de la
evaluación continua? ¿Está usted a favor de la introducción de los padres de los
alumnos en los consejos de profesores? ¿Está usted a favor de la supresión del
examen de agregación?, etc.". Bajo la pregunta "¿está usted a favor de Edgar
Faure?" subyacían todas estas preguntas y las personas han tomado posición de
golpe sobre un conjunto de problemas que un buen cuestionario sólo podría
plantear mediante al menos sesenta preguntas en las que se observarían
variaciones en todos los sentidos. En un caso, las opiniones estarían asociadas
positivamente a la posición en la jerarquía social; en otro, negativamente; en
algunos casos, la asociación sería muy fuerte; en otros, muy débil, o incluso no se
daría en absoluto. Basta con pensar que una consulta electoral representa el límite
de una pregunta como "¿está usted a favor de Edgar Faure?" para comprender
que los especialistas de sociología política puedan afirmar que la relación que se
observa habitualmente, en casi todos los ámbitos de la práctica social, entre la
clase social y las prácticas o las opiniones, es muy pequeña cuando se trata de
fenómenos electorales, hasta el punto de que algunos no dudan en concluir que no
hay ninguna relación entre la clase social y el hecho de votar derechas o
izquierdas. Si tienen en cuenta que una consulta electoral plantea en una única
pregunta sincrética lo que sólo se podría aprehender razonablemente en
doscientas preguntas, que unos miden en centímetros, otros en kilómetros, que la
estrategia de los candidatos consiste en plantear mal las cuestiones y en jugar al
máximo con el disimulo de las divergencias para ganarse los votos indecisos, y
tantos otros efectos, llegarán a la conclusión de que quizás haya que plantear al
revés la cuestión tradicional de la relación entre el voto y la clase social y
preguntarse cómo es posible que a pesar de todo se constate una relación,
aunque sea pequeña; e interrogarse sobre la función del sistema electoral,
instrumento que, por su propia lógica, tiende atenuar los conflictos y las
divergencias. Lo que es verdad es que estudiando el funcionamiento de la
encuesta de opinión uno puede hacerse una idea de la manera en que funciona
este tipo particular de encuesta de opinión que es la consulta electoral, así como
del efecto que produce.
26
En suma, he querido decir que la opinión pública no existe, al menos bajo la forma
que le atribuyen los que tienen interés en afirmar su existencia. He dicho que
existen, por una parte, opiniones constituidas, movilizadas, de grupos de presión
movilizados en torno a un sistema de intereses explícitamente formulados; y, por
otra, disposiciones que, por definición, no son opinión si se entiende por tal, como
he hecho a lo largo de todo este análisis, algo que puede formularse
discursivamente con una cierta pretensión a la coherencia. Esta definición de
opinión no es mi opinión sobre la opinión. Es simplemente la explicitación de la
definición que ponen en juego las encuestas de opinión cuando le piden a la gente
que tome posición respecto a opiniones formuladas y cuando producen, por simple
agregación estadística de las opiniones así producidas, este artefacto que es la
opinión pública. Simplemente digo que la opinión pública en la acepción
implícitamente admitida por los que hacen encuestas de opinión o por los que
utilizan sus resultados, simplemente digo que esta opinión no existe.
NOTAS
(1) Les non-réponses: bajo esta denominación están comprendidos, en francés, los "no sabe" y
los "no contesta" de las encuestas. Para no sobrecargar el texto con siglas hemos preferido
traducirla por "no-contestan", dando por entendido que se corresponde con estos dos
apartados (NS/NC) (Nota de Enrique Martín Criado.).
27
DOTAR DE SENTIDO A LA UNIÓN EUROPEA
PIERRE BOURDIEU
28
ofrecen, tanto en materia fiscal, como en materia de empleo, de intercambios
económicos, de derecho al trabajo, de formación o de una política social de
viviendas? ¿No es sorprendente y revelador que ni siquiera hayan intentado
proporcionar los medios para oponerse al proceso, ya muy avanzado, de
destrucción de los logros sociales del Estado de bienestar, por ejemplo,
instaurando en el seno del espacio europeo, normas sociales comunes,
especialmente, en materia de salario mínimo (modulado racionalmente), de tiempo
de trabajo o de formación profesional de los jóvenes, con lo que se conseguiría
evitar que Estados Unidos siguiese manteniendo el estatus de modelo indiscutido
que le confiere la doxa académica?
29
la libre competencia internacional, el programa represivo en materia social que la
patronal no ha cesado de imponer desde mediados de los años setenta, tanto en
los discursos como en las prácticas (reducción de la intervención pública,
mobilidad y flexibilidad de los trabajado- 1-es -COfl la desregulación y la
precarización de la normativa, la revisión de los derechos sindicales y la
flexibilización de las condiciones de despido-, ayuda pública a la inversión privada
a través de una política de ayuda fiscal, reducción de las cargas patronales,
etcétera). En resumen, haciendo apenas nada en favor de la política que declaran
profesar, incluso cuando se han reunido todas las condiciones para que pudiesen
realizarla, demuestran claramente que en realidad no quieren aplicar dicha política.
¿Cómo movilizar?
La historia social enseña que no hay política social sin un movimiento social capaz
de imponerla (y que no es el mercado, corno se intenta hacer creer hoy, sino el
movimiento social el que ha "civilizado" la economía de mercado, contribuyendo en
gran parte a su eficacia). En consecuencia, la cuestión, para todos los que quieren
oponer realmente una Europa social a una Europa de los Bancos y de la moneda,
flanqueada con una Europa policial y penitenciaria (ya muy avanzada) y con una
Europa militar (consecuencia probable de la intervención en Kosovo), es saber
cómo movilizar a las fuerzas capaces de alcanzar ese fin y a qué instancias hay
que pedir ese trabajo de movilización. Se piensa evidentemente en la
Confederación Europea de Sindicatos (CES), que acaba de acoger a la CGT
francesa. Pero nadie discutirá a especialistas, como Corinne Gobin, que muestran
cómo el sindicalismo, tal como se manifiesta en el entorno europeo, se comporta
ante todo como "socio" deseoso de participar con decoro y dignidad en la gestión
de los asuntos manifestándose como un lobby moderado, conforme a las normas
del "diálogo" tan caro a dirigentes como Jacques Delors. Y habrá que estar de
acuerdo que no ha hecho gran cosa para dotarse de los medios organizativos
necesarios para oponerse a la voluntad de la patronal (organizada, esta sí, en la
Unión de Confederaciones de Industria y de Empresarios de Europa (UNICE), y
dotada de un grupo de presión potente, capaz de dictar su voluntad en Bruselas) y
de imponer, con las armas ordinarias de la lucha social, huelgas, manifestaciones,
etcétera, verdaderos convenios colectivos a escala europea.
30
capacidad de los sindicatos nacionales. Sin ignorar en cualquier caso los inmensos
obstáculos a la verdadera conversión que sería necesario llevar a cabo para
escapar, desde la perspectiva europea, a la tentación tecnocrático-diplomática, y
desde las perspectivas nacionales, a las rutinas y a las formas de pensamiento
que tienden a encerrarles en los límites de la nación. Y eso en un momento en
que, especialmente bajo el efecto de la política neoliberal y de las fuerzas de la
economía abandonadas a su lógica (por ejemplo, con la privatización de muchas
grandes empresas y la multiplicación del "trabajo basura" limitado la mayoría de
las veces a los servicios, temporal y a tiempo parcial, interino y a veces a
domicilio), O, las bases mismas de un sindicalismo participativo y militante están
amenazadas, como lo atestiguan no sólo la caída de la tasa de sindicalización,
sino también la débil participación de los jóvenes (y sobre todo de los jóvenes
salidos de la inmigración) que suscitan tantas inquietudes, y que nadie -o casi
nadie- intenta movilizar en este frente.
El sindicalismo europeo, que tendría que ser el motor de una Europa social, está
pues por inventar, y esto no puede hacerse más que al precio de una serie de
rupturas más o menos radicales: rupturas con los particularismos nacionales, o
nacionalistas, con algunas tradiciones sindicales, siempre encerradas en los
límites de los Estados, de los que esperan una gran parte de los recursos
indispensables para su existencia y que definen y delimitan lo que se juegan y el
espacio de sus reivindicaciones y de sus acciones. Ruptura con un pensamiento
conciliador que tiende a desacreditar el pensamiento y la acción crítica y a valorar
el consenso social hasta el punto de animar a los sindicatos a compartir la
responsabilidad de una política que busca conseguir que los subordinados acepten
su subordinación. Ruptura con el fatalismo económico, que estimulan no sólo el
discurso mediático-politico sobre las necesidades ineludibles de la globalización y
sobre el imperio de los mercados financieros (detrás de los que a los dirigentes
políticos les gusta disimular su libertad de opción), sino también la práctica de los
gobiernos socialdemócratas que, al prolongar o al reconducir en lo esencial la
política de los gobiernos conservadores, muestran esa política como la única
posible. Ruptura con un neoliberalismo hábil al presentar las exigencias inflexibles
de contratos de trabajo leoninos bajo las apariencias de la "flexibilidad" (por
ejemplo las negociaciones sobre la reducción del tiempo de trabajo y sobre la ley
de las 35 horas, que juegan con todas las ambigüedades objetivas de una relación
de fuerzas cada vez más desequilibrada debido a la generalización de la
31
precariedad y a la inercia de un Estado más inclinado a ratificarla que a ayudar a
transformarla). Ruptura con el "socialiberalismo" de gobiernos inclinados a dar a
las medidas de desregulación favorables a un reforzamiento de las exigencias
patronales la apariencia de conquistas inestimables de una verdadera política
social.
32
disposiciones internacionalistas que constituyen actualmente la condicionante de
todas las estrategias eficaces de resistencia, en todo un conjunto de medidas, sin
duda dispersas e inconexas, tales como el reforzamiento en cada organización
sindical de instancias habilitadas con vistas a tratar con las organizaciones de
otras naciones y encargadas especialmente de recoger y hacer circular la
información internacional. Es el establecimiento progresivo de reglas de
coordinación, en materia de salarios, de condiciones de trabajo y de empleo; la
institución de "hermanamientos" entre sindicatos de iguales categorías
profesionales o de regiones fronterizas; el reforzamiento, en el seno de empresas
multinacionales, de comités de empresa multinacionales. El estímulo hacia
políticas de empleo respecto a los inmigrantes que, de objetos y de bazas para las
estrategias de los partidos, se convertirían de esa manera en agentes de
resistencia y de cambio, dejando así de ser utilizados en el propio seno de
organizaciones progresistas como factores de división y de incitación a la regresión
hacia el pensamiento nacionalista, o racista. La institucionalización de nuevas
formas de movilización y de acción, como la coordinación, y el establecimiento de
lazos de cooperación entre sindicatos de los sectores público y privado que tienen
pesos muy diferentes según los países. La conversión de los talantes (sindicales y
otros) que sea necesario para romper con la definición estrecha de lo "social", y
para ligar las reivindicaciones sobre el trabajo a las exigencias en materia de
salud, de vivienda, de transportes, de formación, de ocio, de la relación entre los
sexos, y para poner en marcha esfuerzos de resindicalización en los sectores
tradicionalmente desprovistos de mecanismos de protección colectiva (servicios,
empleo temporal).
Aunque es sin duda útil, para desarrollar este proyecto, difícil e incierto, inspirarse
en el modelo de proceso descrito por E. P. Thompson en La formación de la clase
obrera inglesa, es necesario ser prudentes y no llevar demasiado lejos la analogía
con una concepción del movimiento social europeo del futuro basada en el modelo
33
del movimiento obrero del siglo pasado: los cambios profundos que ha
experimentado la estructura social de las sociedades europeas, el más importante
de ellos es sin duda la disminución, en la propia industria, de los obreros en
relación a los que se llama hoy los "operadores' y que, más ricos, relativamente, en
capital cultural, pueden ser capaces de concebir nuevas formas de organización y
nuevas armas de lucha y de entrar en las nuevas solidaridades interprofesionales.
Estrategias ambiguas.
Y el nuevo sindicalismo tendrá que saber apoyarse sobre las nuevas solidaridades
entre víctimas de la política de precariedad, casi tan numerosas hoy en
profesiones con fuerte capital cultural como la enseñanza, las profesiones de la
salud y los oficios de la comunicación (como los periodistas), como entre los
empleados y los obreros. Pero tendrá que trabajar previamente en producir y en
difundir lo más ampliamente posible un análisis crítico de todas las estrategias,
frecuentemente muy sutiles, en las que colaboran, sin saberlo necesariamente,
algunas reformas de los gobiernos socialdemócratas y que se pueden incluir bajo
el concepto de "explotación". Análisis tanto más difícil de llevar a cabo, y sobre
todo de imponer a aquellos que debería hacerles acceder a la lucidez sobre su
condición, porque esas propias estrategias ambiguas son ejercidas con frecuencia
por víctimas de semejantes estrategias, profesores precarios encargados de
alumnos o estudiantes marginados y condenados a la precariedad, trabajadores
sociales sin garantías sociales encargados de acompañar y de asistir a gentes que
les son muy próximas por su condición, etcétera, conducidos todos a entrar y a
34
dejarse llevar por las ilusiones interiorizadas.
Pero sería necesario y también importante acabar con otras concepciones muy
extendidas que, al impedir ver la realidad tal como es, se convierten o desaniman
la acción transformadora. Es el caso de la oposición que hacen los "politólogos"
franceses, y los periodistas "formados" en su escuela, entre el "sindicalismo
protestatario" -que estaría encarnado en Francia por el SUD o por la CGT- y el
"sindicalismo de negociación", erigido en norma de cualquier práctica sindical
digna de ese nombre, del que la confederación alemana DGB sería la encarnación.
Esa representación desmovilizadora impide ver que las conquistas sociales no
pueden ser obtenidas más que por un sindicalismo suficientemente organizado,
tanto para movilizar la fuerza de protesta necesaria para arrancar a la patronal y a
las tecnocracias verdaderos avances colectivos, como para negociar e imponer
sólidamente los compromisos y las leyes sociales en las que éstos se inscriben de
manera duradera (no es significativo que la misma palabra movilización esté
cargada de descrédito por los economistas de obediencia neoliberal,
obstinadamente atados a no ver más que una admisión de opciones individuales
en lo que es de hecho un modo de resolución y de elaboración de conflictos y un
principio de invención de nuevas formas de organización social?).
Es su incapacidad para unirse en torno de una utopía racional (que podría ser una
verdadera Europa social) y la debilidad de su base militante, a la que no saben
transmitir el sentimiento de su necesidad (es decir, primero de su eficacia) mientras
se dedican a competir por situarse mejor en el mercado de los servicios sindicales,
lo que impide a los sindicatos superar los intereses corporativos a corto plazo por
una determinada voluntad universalista capaz de superar los límites de las
organizaciones tradicionales y de dar toda su fuerza, especialmente integrando
plenamente el movimiento de los parados, a un movimiento social capaz de
combatir y de oponerse a los poderes económicos y financieros sobre el terreno
mismo, internacional desde hace tiempo, de su ejercicio.
Los movimientos internacionales recientes, entre los que la Marcha europea de los
parados sólo es un ejemplo, son los primeros signos, todavía fugaces sin duda, del
descubrimiento colectivo, en el seno del movimiento social y más allá, de la
necesidad vital del internacionalismo o, de manera más precisa, de la
internacionalización de los modos de pensamiento y de las formas de acción.
35
*Aparecido en www.sociologicus.com
PIERRE BOURDIEU
Revolución conservadora
Debemos reconocer que estamos actualmente en un período de restauración neo-
conservadora. Pero esta revolución conservadora asume una forma sin
precedentes: no hay, como en tiempos anteriores, ningún intento de invocar un
pasado idealizado mediante la exaltación de la tierra, la sangre, y los temas de las
antiguas mitologías rurales. Es un nuevo tipo de revolución conservadora que,
para justificar su restauración reclama una relación con el progreso, la razón y la
ciencia -la economía, en verdad-, y a partir de esto intenta relegar el pensamiento
y la acción progresiva a un estatus arcaico. Se erige como patrón de normas para
todas las prácticas, y por tanto como norma ideal, el orden del mundo económico
librado a su propia lógica: la ley del mercado, la ley del más fuerte. Ratifica y
36
jerarquiza la norma de los llamados mercados financieros, el retorno a un tipo de
capitalismo radical que no responde a ninguna ley más que a la máxima ganancia;
un capitalismo sin tapujos, desenfrenado, que ha sido llevado hasta el límite de su
eficiencia económica por medio de las formas modernas de conducción
Management y las técnicas manipuladoras como la investigación de mercado y las
propagandas de venta y comercialización.
Fatalismo economicista
Lo que se nos presenta como un horizonte imposible de superar por el
pensamiento -el fin de las utopías criticas- no es nada más que un fatalismo
economicista, que puede criticarse en los términos empleados por Ernst Bloch en
El espíritu de la utopía (1) dirigiéndose al economicismo y fatalismo que pueden
encontrarse en el marxismo.
37
nuevo evangelio ecuménico.
Este evangelio, o más bien la vulgarización gradual que se ha hecho a nombre del
liberalismo en todos los lugares, está confeccionada con una colección de palabras
mal definidas -"globalización", "flexibilidad", "desrregulación" y otras- que, a través
de sus connotaciones liberales e incluso libertarias pueden ayudar a dar la
apariencia de un mensaje de libertad y liberación a una ideología que se piensa a
si misma como opuesta a toda ideología.
38
cual gozaban los universos de la producción cultural en relación al mercado, que
había crecido continuamente por medio de las luchas de los escritores, artistas y
científicos, está cada vez más amenazada. La dominación del "comercio" y de "lo
comercial" sobre la literatura aumenta día a día, especialmente por medio de la
concentración de la industria de publicidad que está cada vez más sujeta a las
restricciones de la ganancia inmediata. Acerca del cine, podemos preguntarnos
qué quedará del cine artístico experimental europeo en diez años, a no ser que se
haga todo lo posible para proporcionar a los productores de vanguardia los medios
de producción y más importante aún, de distribución.
Todo esto, sin mencionar los servicios sociales, condenados o a las órdenes
directamente interesadas de las burocracias estatales o empresariales o a ser
estrangulados económicamente. Se me preguntará ¿cual fue el papel de los
intelectuales en todo esto ? No intentaré hacer un listado -sería muy largo y muy
cruel- de todas las formas omisión o, peor aun, de colaboración. No necesito
mencionar los argumentos de los así llamados filósofos modernistas y
posmodernistas que, no satisfechos con enterrarse a sí mismos en juegos
escolásticos, se reducen a la defensa verbal de la razón y el diálogo racional, o
peor aun, sugieren una versión supuestamente posmoderna pero realmente
radical-chic de la ideología del fin de las ideologías, con toda su condena de las
grandes narrativas y una denuncia nihilista de la ciencia.
Utopismo razonado
¿Cómo podremos evitar desmoralizarnos en este entorno más o menos
desalentador? ¿Cómo devolveremos la vida y la fortaleza social al "utopismo
razonado" del que habla Ernst Bloch refiriéndose a Francis Bacon? (2). Para
empezar ¿cómo debemos entender el significado de esta frase? Otorgándole un
riguroso significado a la oposición descrita por Marx entre "sociologismo" (la pura y
simple sumisión a las leyes sociales) y "utopismo" ( el desafío audaz de estas
leyes), Ernst Bloch describe al "utópico razonable" como quien actúa en virtud de
"el pleno conocimiento conciente del curso objetivo", la posibilidad objetiva y real
de su "época"; a quien, en otras palabras, "anticipa psicológicamente una posible
realidad". El utopismo racional se define como opuesto tanto al "pensamiento
ilusorio que siempre ha traído descrédito a la utopía" como a "las trivialidades
filisteas preocupadas esencialmente por los hechos". Se opone al "derrotismo
ultimatista" "la herejía de un automatismo objetivista, según el que las
39
contradicciones objetivas del mundo serían suficientes en sí mismas para
revolucionar el mundo en el cual se dan" y, al mismo tiempo, al "activismo por sí
mismo" , puro voluntarismo basado en un exceso de optimismo.(3)
Así que contra este "fatalismo de banquero" que pretende hacernos creer que el
mundo no puede ser diferente a lo que es -en otras palabras, totalmente sometido
a los intereses y deseos de ellos-, los intelectuales y todos aquellos preocupados
por el bienestar de la humanidad tendrán que restablecer un pensamiento utópico
con respaldo científico, tanto en sus metas, que deben ser compatibles con las
tendencias objetivas, como en sus medios, que también deben ser científicamente
examinados. Necesitan trabajar colectivamente en estudios que puedan impulsar
proyectos y acciones adecuados a los procesos objetivos que se intenta
transformar.
Resistencia europea
La resistencia a la Europa de los banqueros y la previsible restauración
conservadora, sólo puede ser europea. Y solamente puede ser europea en el
sentido de liberarse de intereses, presunciones, prejuicios y hábitos de
pensamiento que son nacionales y aun vagamente nacionalistas, siendo realmente
una acción de todos los europeos, en otras palabras, una combinación concertada
de intelectuales de todos los países europeos, sindicatos de todos los países
40
europeos, de las más diversas asociaciones de todos los países europeos. Es por
esto que la tarea más urgente del momento no es elaborar programas europeos
comunes, sino la creación de instituciones -parlamentos, federaciones
internacionales, asociaciones europeas de esto y aquello: camioneros, editores,
maestros y demás, pero también defensores de árboles, peces, hongos, aire puro,
niños y todo lo demás- en el seno de los cuales pueden ser discutidos y
elaborados determinados programas europeos.
La gente podrá decir que todo esto ya existe, pero yo estoy plenamente seguro de
lo contrario, no es preciso más que mirar la actual situación de la federación
europea de sindicatos; la única corporación internacional europea que se está
construyendo y que posee cierto nivel de efectividad es la de los tecnócratas,
contra la cual no tengo nada que decir, en verdad sería el primero en defenderla
contra las dudas generalmente estúpidas, nacionalistas o -peor aún- populistas
que se ciernen sobre ella. Finalmente, para no dar una respuesta general y
abstracta a la pregunta por la cual comencé -sobre el papel de los intelectuales en
la construcción de la utopía europea- quisiera decir que contribución espero hacer
personalmente a esta inmensa y urgente tarea.
41
corrientemente no se consulta excepto para remendar la vajilla que rompen los
economistas, aproveche para recordarnos que la sociología puede y debe jugar un
papel inicial en las decisiones políticas que son dejadas cada vez más en manos
de los economistas o dictadas de acuerdo a consideraciones económicas muy
limitadas.
A través de una descripción detallada del sufrimiento causado por las políticas
neoliberales -en el mismo sentido que en La Misere du monde (4)- y por medio de
sistemáticas referencias cruzadas entre, por un lado, los índices económicos
concernientes a la política social de las empresas (ajustes, métodos
administrativos, salarios y demás) y, por otro lado, los índices de tipo más
evidentemente social (accidentes industriales, enfermedades ocupacionales,
alcoholismo, utilización de drogas, suicidio, delincuencia, crimen, violaciones, y
demás). Me gustaría plantear la pregunta acerca de los costos sociales de la
violencia económica y por lo tanto intentar diseñar las bases para una economía
del bienestar que tenga en cuenta todas las cosas que, la gente que dirige la
economía y los economistas, excluyen de los cálculos más o menos imaginarios
en cuyo nombre pretenden gobernarnos.
Por lo tanto, para concluir, sólo quiero formular la pregunta que debe estar en el
centro de cualquier utopía razonada concerniente a Europa: cómo creamos una
Europa realmente europea, una que esté libre de toda dependencia de cualquiera
de los imperialismos -comenzando por el imperialismo que afecta la producción y
la distribución cultural en particular, vía las restricciones comerciales. Liberada
también de todos los residuos nacionales y nacionalistas que aun impiden que
Europa acumule, aumente y distribuya todo lo que es más universal en la tradición
de todas naciones que la componen.
42
New Left Review Nº 227, enero-febrero 1998, Londres. Traducido del inglés
por Clara Inés Restrepo.
LA TRAYECTORIA DE UN SOCIOLOGO
PIERRE BOURDIEU
Quiero dar las gracias al Sr. Ramón Alvarado por sus muy amables palabras.
Primero, quiero decir cuan feliz me siento de tener la ocasión de dirigirme a un
público mexicano. Voy a intentar hablar en castellano y, si no acierto, o si se me
hace demasiado difícil, volveré al francés y pediré la ayuda de los intérpretes.
Antes de describir las grandes etapas de mi itinerario, como me lo pidió uno de
ustedes, quisiera señalar las intenciones mayores que, desde el principio,
inspiraron mi trabajo.
Además, la nueva manera de hacer sociología exigía mucho trabajo, de parte del
productor y también del lector... Exigía una verdadera conversión del modo de
pensar, una ruptura con la manera de pensar más común entre los especialistas de
ciencias sociales. Por ejemplo, la insistencia en la construcción del objeto
implicaba una ruptura con el modo de pensar que era común a la mayor parte de
los marxistas (por ejemplo, en Francia hubo quienes contaron muy precisamente el
43
número exacto de pequeños burgueses) y a los investigadores dominados por el
modelo americano de la investigación empírica, como Lazarsfeld. Y así, hubo
investigadores norteamericanos de inspiración marxista (Erik Olin Wright, Classes,
1985) que combinaron el marxismo a la manera de Poulantzas con el empiricismo
positivista a la manera de Lazarsfeld para producir estudios empíricos de las
clases muy abstractos y poco instructivos. Otra dificultad de la empresa era entrar
en una verdadera competencia con la sociología dominante, representada en ese
momento por tres nombres: Parsons, Merton y Lazarsfeld; había que reconquistar,
si se puede decir así, las armas científicas monopolizadas por la sociología
norteamericana, en aquel entonces dominante.
44
especialmente en los intercambios internos, etc. En una segunda fase, estudié las
estructuras del parentesco, problema exaltado por las investigaciones de Lévi-
Strauss; y en un tercer momento, los sistemas mítico-rituales. Sobre los problemas
de parentesco, las sociedades árabobereberes constituyen un desafío para la
teoría levistraussiana del intercambio: el casamiento con la prima paralela, hija del
hermano del padre, que es casi una hermana, no juega el rol de instrumento de
circulación de las mujeres y de los bienes que le es impartido1 en el modelo
levistraussiano.
45
condiciones económicas y sociales que son necesarias para adaptarse a un
cosmos económico dominado por la previsibilidad y la calculabilidad: los
subproletarios no tienen bastante asidero sobre el presente para poder considerar
tomar asidero sobre el futuro por un proyecto cualquiera que fuera, y en particular
un proyecto revolucionario colectivo. De allí la paradoja: es necesario disponer de
un mínimo de seguridad y de certeza para estar en condiciones de acceder al
proyecto revolucionario de cambiar la sociedad. Debajo del umbral de seguridad,
se está condenando a las esperanzas milenaristas que proporcionan una presa
fácil a las políticas populistas. (Este trabajo, muy antiguo, ha retomado
súbitamente toda su actualidad, hasta para las sociedades económicamente más
avanzadas donde los progresos del trabajo temporario y de los empleos precarios
remiten a una fracción cada vez más grande de los trabajadores a una situación
cercana a la de los subproletarios argelinos, puestos en la imposibilidad de hacer
un plan de vida práctico y de comprometerse en una acción colectiva orientada por
fines racionales).3
Todavía tendría mucho que decir, pero paso a las investigaciones, sin duda mejor
conocidas por ustedes, sobre la educación y la cultura. Contrariamente a la ilusión
según la cual la escuela cumple una función liberadora, ilusión vehiculizada y
antaño defendida por los partidos progresistas, las encuestas empíricas muestran
que la institución escolar contribuye a la reproducción de las desigualdades
sociales. Digo bien contribuye: la escuela es uno de los lugares donde actúan
ciertos mecanismos de reproducción (entre otros). En una serie de trabajos
posteriores, intentaré describir el sistema de las estrategias de reproducción a
través de las cuales los grupos (y en particular las familias) trabajan, consciente e
inconscientemente para reproducir su posición en la estructura social y por ello
esta estructura misma. Las sociedades económicamente avanzadas se
caracterizan por el hecho de que la transmisión del capital cultural juega un rol
determinante en la reproducción de la estructura social. Reproducción, no implica
de ninguna manera ausencia de resistencia, de cambio, de distorsión, sino
permanencia de una estructura de diferencia y de distancias.
46
Alain Darbel y Dominique Schnapper, y un estudio sobre la práctica fotográfica al
cual estaban asociados Luc Boltanski, Jean-Claude Chamboredon y Robert Castel,
publiqué en La distinción. Criterio y bases sociales del gusto4 un modelo global de
las prácticas sociales del cual quisiera expresar el principio, porque ha sido
frecuentemente mal comprendido. En primer lugar, por los que tendrían dificultades
con la particularidad nacional de las prácticas analizadas, en materia de consumos
culturales (los nombres de los cantantes o de los actores o de los actores favoritos
son frecuentemente franceses) o de consumos a secas (la petanca5 o el whisky) o
aún de prácticas deportivas (el rugby o la equitación) y de opiniones políticas, los
remito a Razones prácticas, sobre la teoría de la acción, donde intento mostrar, en
una conferencia destinada a un público japonés, como se puede desprender de
este libro una enseñanza universal a costa de una lectura (relacional y no
sustancialista) y de un trabajo de transposición. Así, mis análisis, aparentemente
limitados al caso francés, se revelaron capaces de proporcionar el menos sistemas
de hipótesis a verificar en el caso particular de México.
47
estructurada), y al mismo tiempo estructura las prácticas y las representaciones,
actuando como estructura estructurante, es decir como sistema de esquema
práctico que estructura las percepciones, las apreciaciones y las acciones. De
manera más simple, los agentes tienen tomas de posición, gustos en pintura, en
literatura o en música, pero también en cocina o en materia de pareja sexual o aún
de opiniones políticas que corresponden a su posición en el espacio social, por
consiguiente al sistema de disposiciones, al habitus, que está asociado, por la
intermediación de los acondicionamientos sociales, a esta posición. La ilustración
más sorprendente de estos mecanismos está constituida por el fenómeno de
homogamia, que, en ausencia de coacciones directas que ejercieran antaño
familias cuidadosas de evitar las mésalliances,6 no puede explicarse sino por la
afinidad espontánea de los habitus, de los gustos.
Las clases, cuando existen como tales, se fabrican por el trabajo de "group
making" que se realiza principalmente en los campos de producción cultural y
especialmente en el campo político. Esta noción de campo, he sido inducido a
construirla con motivo de un conjunto de estudios llevados a cabo sobre diferentes
espacios de producción cultural: la religión, la política, el arte, la literatura, la
filosofía, el derecho, la ciencia, etc. Un campo es un subespacio social
relativamente autónomo, un microcosmos al interior del macrocosmos social, que
puede ser definido como un campo de fuerzas (en el sentido estricto de la física
48
einsteniana) y un campo de luchas para conservar o transformar la relación de
fuerzas. Esta definición abstracta trae a la luz una realidad de la cual tenemos la
intuición práctica pero cuya ausencia, flagrante en todos los trabajos consagrados
a los diferentes objetos que he nombrado: religión, arte, literatura, derecho, etc.,
impide la construcción adecuada, apropiada, del objeto considerado. Por falta de la
noción de campo como instrumento de construcción, la discusión científica está
condenada a permanecer encerrada en la alternativa del análisis interno de las
obras y del análisis externo. El análisis interno considera los textos en sí mismos y
para sí mismos, sin referencia alguna al contexto, como la tradición semiológica o
hermenéutica. El análisis externo, frecuentemente asociado a la tradición marxista
o a la sociología (de la religión, del arte, de la ciencia, etc.), relaciona directamente
las obras con el contexto social, a la situación económica global, o a una clase
social particular (por ejemplo, en la historia del arte, la de los comanditarios de las
obras), sin tomar en cuenta el campo, es decir el microcosmos social en el interior
del cual ellas son producidas, y la lógica específica del funcionamiento de ese
campo. Esto quiere decir que para comprender, por ejemplo, las obras sociológicas
que se escriben hoy en Argentina, en Bolivia, en Brasil o en México, es necesario
tener en cuenta: primeramente, la posición de cada autor en el interior del campo
de producción sociológica nacional (es lo que traté de hacer, para el campo
universitario en mi libro Homo Academicus o para el campo literario en Las reglas
del arte); en segundo lugar, como Pascale Casanova lo ha mostrado, a propósito
de la literatura, en La République mondiale des lettres, la posición de tal o cual
campo nacional en el campo mundial (por ejemplo ciertas naciones, ciertos
campos nacionales, son sometidos a efectos de doble dominación, que, si pueden
acarrear un doble aplastamiento7, pueden hacer posible estrategias consistentes
en jugar de alguna manera una dominación contra otra).
49
objetos, religión, arte, derecho, etc., y fertilizar la investigación en cada sector con
el producto de la investigación en los otros.
Puede verse como se pasa muy naturalmente de la ciencia del mundo social a la
acción política; porque he rechazado siempre, como lo decía al comienzo, el mito
conservador de la "neutralidad ética" (los que denuncian la ciencia social como
50
culpable de denunciar tienen por propiedad esencial no tener nada que enunciar
de esencial sobre el funcionamiento del mundo social). Una parte muy importante
de la producción sociológica es conservadora, sin tener necesidad de inspirarse en
una intención de conservar, porque es mala y porque, por omisión, omitiendo
plantear la cuestión o describir el fenómeno pertinente, contribuye a la
perpetuación del orden social tal como es. Es el caso hoy en día de una buena
parte de la producción mundial de discursos sobre el mundo social que, como lo he
mostrado con Loïc Wacquant, en un artículo titulado "Las astucias de la razón
imperialista" ("Les ruses de la raison impérialiste"), acepta, las más de las veces
sin saberlo (es un caso típico de la dominación simbólica), principios de visión y de
división, problemáticas, conceptos, etc... Estos principios, aunque sean el producto
de una visión (académica) particular de una sociedad particular, los Estados
Unidos, se presentan como universales mientras reproducen y vehiculizan
categorías particulares, nacionales, de percepción y de apreciación. El
reconocimiento mundial de palabras como mundialización, o globalización,
flexibilidad (flexibility), multiculturalismo, comunitarismo, minoridad, etc., se
acompaña de la ignorancia, del desconocimiento, de sus límites sociales e
históricos, como consecuencia de la circulación sin control, ligada a los efectos de
dominación. La difusión de aquella doxa planetaria, falsamente internacional, es
hoy uno de los mayores obstáculos a una verdadera internacionalización del
pensamiento sociológico que es, hoy más que nunca, necesaria para pensar los
cambios actuales.
La lucha política es, en lo esencial, una lucha para imponer, en el seno de una
nación o a escala internacional, el principio de visión y de división dominante, y
desconocido (méconnu) como tal, pues es reconocido como legítimo. Es el caso
de hoy de la visión neoliberal del mundo económico y social. El sociólogo
interviene en esta lucha por el solo hecho de develarla como tal, ofreciendo así la
posibilidad de un uso liberador del conocimiento de las estrategias y de los
mecanismos de dominación. Va de suyo que, incluso si la revelación debilita
automáticamente mecanismos cuya eficacia descansa por una parte sobre su
ocultamiento, y sobre el desconocimiento que de allí resulta, no puede por sí sola
contrarrestarlos completamente, menos todavía neutralizarlos o aniquilarlos. No
solamente porque, como se le ve bien con la dominación masculina, las
disposiciones y los esquemas de pensamiento cómplices del orden establecido
están inscritos muy profundamente, y desde hace mucho tiempo, en los cuerpos o,
51
si se prefiere, en los inconscientes. Ellos son constantemente reforzados por los
que tienen el poder de hablar públicamente sobre el mundo social, en el primer
rango, entre los cuales están los periodistas, pero también muchos intelectuales y
hombres políticos: esos no tienen sino que dejarse llevar por sus automatismos de
pensamiento para contribuir al reforzamiento de las rutinas de pensamiento que
fundan el orden simbólico.
Nota bibliográfica
Sergio Lorenzo Sandoval Aragón
52
Anagrama: 1999), La dominación masculina (Seuil: 1998; Anagrama: 2000),
Contrafuegos (Raisons d’agir: 1998; Anagrama: 2000), Sobre la televisión (Liber:
1996, Anagrama, 1997), Poder, derecho y clases sociales (Desclée de Brower,
Bilbao: 2000).
Notas
1. Parece ser que quiso decir "asignado" o "atribuido".
2. Träger: vocablo alemán que significa "cargar".
3. Sobre este asunto, se puede leer del autor: Contrafuegos (ver bibliografía).
4. Ver bibliografía.
53
5. Juego también conocido como bolos franceses.
6. Es decir, que no favorece una alianza entre familias.
7. En otras partes se refiere a estos términos como doble constricción.
8. Ver nota bibliográfica (recuadro).
9. Ver la Página web: www.zeg.org/raison-dagir/start.htm
PIERRE BOURDIEU
54
hallan en el poder en Europa, pueden contribuir, en nombre de la estabilidad
monetaria y del rigor presupuestario, con la liquidación de las conquistas más
admirables de las luchas sociales de los dos últimos siglos, universalismo,
igualitarismo (con los distingos jesuíticos entre igualdad y equidad),
internacionalismo, y con la destrucción de la esencia misma de la idea o del ideal
socialista, es decir, a grosso modo, la ambición de proteger o de reconstruir por
medio de una acción colectiva y organizada las solidaridades amenazadas por el
juego de las fuerzas económicas. Y trabajan así, para inventar el socialismo sin lo
social que asesta el golpe de gracia a la esperanza socialista luego de las
“experiencias” criminales del “sovietismo” que les sirve de coartada.
55
(tácitamente identificado a Europa) prohiba financiar un gran programa público de
desarrollo económico y social fundado en la instauración voluntarista de un
conjunto coherente de “leyes de programación” europeas, particularmente en
ámbitos tales como la educación, la salud y la seguridad social –lo que conduciría
a la creación de instituciones transnacionales abocadas a substituirse
progresivamente, al menos en parte, a las administraciones nacionales o
regionales que la lógica de una unificación únicamente monetaria y mercante
condena a entrar en una competencia perversa?
56
por una Europa militar (consecuencia probable por la intervención en Kosovo), es
de saber cómo movilizar las fuerzas capaces de llegar a este fin y a qué instancias
pedir este trabajo de movilización. Evidentemente pensamos en la Confederación
europea de los sindicatos que acaba de recibir –más vale tarde que nunca- a la
CGT). Pero nadie podrá contradecir a los especialistas que, como Corinne Gobin,
muestran que el sindicalismo tal como se manifiesta a nivel europeo se comporta
ante todo como “partenaire” preocupado en participar en el decoro y la dignidad de
la gestión de los negocios europeos llevando a cabo una acción de lobbying bien
moderada, conforme a las normas del “diálogo”, apreciado por Jacques Delors. Y
no se podría negar que no ha trabajado mucho en procurarse los medios
organizacionales para contrarrestar eficazmente las voluntades del empresariado
(organizado en la Unión de confederaciones de la industria y de los empleadores
europeos, y dotado de un grupo de presión poderoso, capaz de dictar sus
voluntades en Bruselas), y de imponerle, con las armas ordinarias de la lucha
social, huelgas, manifestaciones, etc., verdaderas convenciones colectivas a
escala europea.
El sindicalismo europeo que podría ser el motor de una Europa social tiene que ser
57
inventado, y no puede serlo sino con el precio de toda una serie de rupturas más o
menos radicales: ruptura con los particularismos nacionales, incluso nacionalistas,
de las tradiciones sindicales, siempre encerradas en los límites de los Estados, de
los cuales esperan una gran parte de los recursos indispensables para su
existencia y que definen y delimitan los intereses y los terrenos de sus
reivindicaciones y de sus acciones; ruptura con un pensamiento concordatario que
tiende a desacreditar el pensamiento y la acción críticos, a valorizar el consenso
social al punto de alentar a los sindicatos a compartir la responsabilidad de una
política que aliente no sólo el discurso mediático-político en cuanto a las
necesidades ineluctables de la “mundialización” y en cuanto al imperio de los
mercados financieros (detrás de los cuales los dirigentes políticos quieren
disimular su libertad de elección), sino también la conducta misma de los
gobiernos socio-democráticos que, prolongando y reconduciendo, en puntos
esenciales, la política de los gobiernos conservadores, hacen aparecer esta
política como la única posible; ruptura con un neo-liberalismo hábil en presentar las
exigencias inflexibles de contratos de trabajo leoninos con la excusa de la
“flexibilidad” (por ejemplo, con las negociaciones sobre la reducción del tiempo de
trabajo y sobre la ley de las treinta y cinco horas que presenta todas las
ambigüedades objetivas de una relación de fuerza cada vez más desequilibrada
por el hecho de la generalización de la precariedad y de la inercia de un Estado
más inclinado a ratificarlo que a ayudar a transformarlo); ruptura con un
“socioliberalismo” de gobiernos proclives a dar a medidas de desregulación
favorables, a un refuerzo de las exigencias patronales la apariencia de conquistas
inestimables de una verdadera política social.
58
proporcional al que se les da, en toda Europa, el discurso acerca de la
“inseguridad” y la política que dicho discurso alienta. ¿Cómo no esperar o tener la
esperanza de una especie de internacional de “inmigrados” de todos los países
que uniría a turcos, cabilas y surinamitas en la lucha que ellos conducirían,
asociados con los trabajadores nativos de los diferentes países europeos, en
contra de sus empleadores, y, más ampliamente, en contra de las fuerzas
económicas dominantes que, a través de las diferentes mediaciones, también son
responsables de su emigración? Y tal vez las sociedades tendrían mucho que
ganar si estos jóvenes, objetos pasivos de una política relativa a la seguridad
social, a los que se llama obstinadamente “inmigrados” en tanto que son
ciudadanos de las naciones de la Europa de hoy, a menudo desarraigados y
desorientados, excluidos también de las estructuras contestatarias organizadas, y
sin otra salida que la sumisión resignada, que a veces se predica con el nombre de
integración, la pequeña o la gran delincuencia, o las formas modernas del motín
que son las revueltas de los suburbios; si estos jóvenes se transformaran en
agentes activos de un movimiento social renovador y constructivo.
59
inmigrados que, de objeto y de intereses de las estrategias de los partidos y de los
sindicatos, pasarían a ser de esta manera, en el seno mismo de las
organizaciones, como factores de división y de incitación a la regresión hacia el
pensamiento nacionalista, incluso racista; el reconocimiento y la
institucionalización de nuevas formas de movilización y de acción, como las
coordinaciones y el establecimiento de lazos de cooperación activa entre
sindicatos de los sectores público y privado que tienen pesos muy diferentes según
el país; la “conversión de los espíritus” (sindicales y otros) que es necesaria para
romper con la definición estrecha de lo “social”, reducido al mundo del trabajo
cerrado sobre sí mismo, para ligar las reivindicaciones sobre el trabajo a las
exigencias en materia de salud, de vivienda, de transportes, de formación, de
relaciones entre los sexos y de tiempo libre y para comprometer esfuerzos de
reclutamiento y de resindicalización en los sectores tradicionalmente desprovistos
de mecanismos de protección colectiva (servicios, empleo temporario).
60
impone la precarización. Fundamento de una nueva forma de disciplina social,
surgida de la inseguridad y del temor al desempleo, que alcanza hasta los niveles
más favorecidos del mundo del trabajo, la precarización generalizada puede
hallarse en el principio de solidaridades de un tipo nuevo, en su extensión y en su
principio, sobre todo ante crisis que son percibidas como particularmente
escandalosas cuando toman la forma de despidos masivos impuestos por la
preocupación de proveer perfiles suficientes a los accionistas de empresas
ampliamente beneficiarias. Y el nuevo sindicalismo deberá saber apoyarse en las
nuevas solidaridades entre víctimas de la política de precarización, casi tan
numerosas hoy en las profesiones de gran capital cultural como la enseñanza, las
profesiones de la salud y las profesiones de la comunicación (los periodistas) como
en los sectores de empleados y obreros. Pero previamente deberá trabajar en
producir y difundir tanto como sea posible un análisis crítico de todas las
estrategias, a menudo muy sutiles, con las cuales colaboran, sin necesariamente
saberlo, ciertas reformas de gobiernos socio-demócratas y que se puede subsumir
bajo el concepto de flexplotación: reducción del tiempo de trabajo, multiplicación de
empleos temporarios y de tiempo parcial. Análisis tanto más difícil de hacer, y
sobre todo de imponer a aquellos a quienes debería darles lucidez acerca de su
condición, en la medida en que, por una suerte de efecto de armonía
preestablecida, las estrategias ambiguas son con frecuencia ejercidas, en todos
los niveles de la jerarquía social, por víctimas de semejantes estrategias, docentes
precarios a cargo de alumnos marginalizados e inclinados a la precaridad,
trabajadores sociales sin garantías sociales que deben acompañar y asistir a
poblaciones de las que están muy próximos por su condición, etc., todos llevados a
entrar y a extenderse en las ilusiones compartidas.
Pero también habría que terminar, con otras preconcepciones muy expandidas
que, al impedir ver la realidad tal cual es, desalentar la acción para transformarla.
Es el caso de la oposición que hacen los “politólogos” franceses y los periodistas
“formados” en su escuela, entre el “sindicalismo protestatario” (que hoy estaría
encarnado en SUD o en la CGT) y el “sindicalismo de negociación” del cual la
DGB, hoy erigida en norma de toda práctica sindical digna de ese nombre, sería la
encarnación. Esta representación desmovilizadora no permite ver que las
conquistas sociales no pueden ser obtenidas sino por medio de un sindicalismo
bastante organizado que pueda movilizar la fuerza de cuestionamiento necesaria
para arrancar al empresariado y a las tecnocracias verdaderos avances colectivos
61
y para negociar e imponer en su base los compromisos y las leyes sociales en las
cuales ellos se inscriben en forma duradera (¿No es significativo que la palabra
misma de movilización esté muy desacreditada por los economistas de obediencia
neo-liberal, obstinadamente apegados a no ver más que un conjunto de elecciones
individuales en lo que es, de hecho, un modo de resolución y de elaboración de los
conflictos sociales y un principio de invención de nuevas formas de organización
social?). Hoy, su incapacidad para unirse en torno a una utopía racional ( que
podría ser una verdadera Europa social), y la debilidad de su base militante a la
que no saben imponer el sentimiento de su necesidad (es decir, primero de su
eficacia) que, tanto como la competencia para el mejor posicionamiento en el
mercado de los servicios sindicales, es lo que impide a los sindicatos superar los
intereses corporativos a corto término por medio de un voluntarismo universalista
capaz de superar los límites de las organizaciones tradicionales y de dar toda su
fuerza, particularmente integrando plenamente el movimiento de los
desempleados, a un movimiento social capaz de combatir y de contrarrestar los
poderes económicos y financieros en el lugar mismo, de ahora en más,
internacional; de su ejercicio. Los movimientos internacionales recientes entre los
que la marcha europea de los desempleados es el más ejemplar son sin duda los
primeros signos, aún fugitivos seguramente, del descubrimiento colectivo, en el
seno del movimiento social y más allá de la necesidad vital del internacionalismo o,
más precisamente, de la internacionalización de los modos de pensamiento y de
las formas de acción.
*París, mayo de 1999
PIERRE BOURDIEU
Estoy aquí para expresar nuestro apoyo, a todos aquellos que luchan , desde hace
tres semanas, contra la destrucción de una civilización asociada a la existencia del
servicio público: civilización de la igualdad republicana de los derechos, a la
62
educación, a la salud, a la cultura, a la investigación, al arte, y por encima de todo,
al trabajo.
Estoy aquí para decir que comprendemos este movimiento profundo, es decir, la
desesperanza y las esperanzas que allí se expresan y que también nosotros
experimentamos; para decir que no comprendemos (o que comprendemos muy
bien) a estos que no lo comprenden, como a este filósofo que, en el "Journal du
dimanche" del día 10 de diciembre, descubre con estupefacción, "el abismo entre
la comprensión racional del mundo", encarnada segun él por Juppé, así lo dice
textualmente, "y el deseo profundo de la gente".
Esta oposición entre la visión de largo plazo de la "élite" esclarecida y las pulsiones
de corto plazo del pueblo o de sus representantes, es típica del pensamiento
reaccionario de todos los tiempos y de todos los países, pero adquiere hoy una
forma nueva con la nobleza de Estado, que fundamenta la conviccion de su
legitimidad en el título escolar y en la autoridad de la ciencia, principalmente
económica. Para estos nuevos gobernantes de derecho divino, no solamente la
razón y la modernidad, sino también el movimiento y el cambio, están del lado de
los gobernantes, de los ministros, de los patrones o de los "expertos". La sinrazón
y el arcaísmo, la inercia y el conservadurismo, del lado del pueblo, de los
sindicatos y de los intelectuales críticos.
Es esta la certeza tecnocrática que expresa Juppé cuando escribe: "Quiero que
Francia sea un país serio y un país feliz", lo cual puede traducirse como: "Quiero
que la gente seria, es decir, las élites, los "enarcas", los que saben adonde esta la
felicidad del pueblo, puedan realizar la felicidad del pueblo, incluso a pesar de él,
es decir, contra su voluntad. En efecto, enceguecido por esos deseos, de los que
hablaba el filósofo, el pueblo no conoce su felicidad, particularmente la felicidad de
ser gobernados por gente que, como Juppé, conocen su felicidad mejor que él".
Así piensan los tecnocratas y así entienden la democracia. Comprendemos que
ellos no comprendan que el pueblo, en nombre del cual pretenden gobernar,
descienda por las calles, -¡colmo de la ingratitud!- para oponérseles.
Esta nobleza de Estado, que predica la desaparición del Estado y el reino sin
reserva del mercado y del consumidor, sustituto comercial del ciudadano, se ha
apropiado del Estado, ha hecho del bien público un bien privado , de la cosa
63
pública, de la República, su cosa.
La crisis de hoy es una oportunidad histórica. Para Francia y sin duda para todos
estos que, cada día mas numerosos, en Europa y en otras partes del mundo,
rechazan esa nueva alternativa: liberalismo o barbarie. Trabajadores ferroviarios,
empleados de correo, maestros, funcionarios de los servicios publicos, estudiantes
y tantos otros, activa o pasivamente comprometidos en este movimiento, han
planteado con sus manifestaciones, con sus declaraciones, con las innumerables
reflexiones que han provocado y que las tapaderas de los medios han querido en
vano asfixiar, problemas fundamentales, demasiado importantes para dejárselos a
los tecnócratas, tan autosuficientes como insuficientes: ¿cómo restituir a los
primeros interesados, es decir, a cada uno de nosotros, la definición aclarada y
razonable del futuro de los servicios publicos, de la salud, de la educacion, de los
transportes, etc., en relación, principalmente con aquellos que, en los otros países
de Europa están expuestos a las mismas amenazas? ¿Cómo reinventar la escuela
republicana, rechazando la instalación progresiva en la enseñanza superior, de
una educación con dos velocidades, simbolizada por las Grandes Escuelas y las
facultades?
64
pueden contribuir a quebrar el monopolio de la ortodoxia tecnocrática sobre los
medios de difusión. Pero pueden también comprometerse, de manera organizada
y permanente, y no solamente en los encuentros ocasionales de una coyuntura de
crisis, al lado de aquellos que están en condiciones de orientar eficazmente el
futuro de la sociedad: asociaciones y sindicatos principalmente, y trabajar en la
elaboracion de análisis rigurosos y de proposiciones inventivas sobre las grandes
cuestiones que la ortodoxia mediático-política impide plantear. Pienso en particular
en el tema de la unificación del campo económico mundial y los efectos de la
nueva división mundial del trabajo o de la cuestión de las pretendidas leyes de
bronce de los mercados financieros, en nombre de las cuales son sacrificadas
tantas iniciativas politicas; en la cuestion de las funciones de la educación y de la
cultura en las economías adonde el capital informático se ha convertido en una de
las fuerzas productivas determinantes, etc.
Lo que he querido expresar, en todo caso, y quizás mal, por lo que pido excusas a
quienes pude haber escandalizado o aburrido, es una solidaridad real con aquellos
que hoy se baten por cambiar la sociedad: pienso en efecto que no se puede
combatir eficazmente la tecnocracia, nacional o internacional, si no es
enfrentándola en su terreno privilegiado, el de la ciencia, principalmente
económica, y, oponiendo al conocimiento abstracto y mutilado del cual ella se
vale , un conocimiento, más respetuoso, de los hombres y de las realidades a las
cuales ellos se ven confrontados.
65
LOS JUEGOS OLIMPICOS
PIERRE BOURDIEU
Dado que cada televisión nacional otorga tanto más espacio a un atleta o una
práctica deportiva cuanto más satisfacción pueda dar al orgullo nacional o
nacionalista, la representación televisiva, aunque se presente como una mera
grabación, transforma la competencia deportiva entre atletas procedentes de todo
el mundo en una confrontación entre los campeones (en el sentido de
combatientes debidamente delegados) de diferentes naciones.
66
dominantes, ha de atender a las exigencias de los espectadores y amoldarse a las
preferencias de los diferentes públicos nacionales por este o aquel deporte e
incluso a las expectativas nacionales o nacionalistas, mediante una selección
sagaza de los deportes y las pruebas susceptibles de aportar éxitos a sus
ciudadanos y satisfacciones a sus nacionalismos. De lo que resulta, por ejemplo,
que el peso relativo de los diferentes deportes en las organizaciones deportivas
internacionales tiende a depender cada vez más de su éxito televisivo y de los
beneficios económicos subsiguientes. Los constreñimientos de la difusión
televisada también influyen cada vez más en la selección de los deportes
olímpicos y de los lugares y de los momentos que se les asignan, así como en el
propio desarrollo de las pruebas y de las ceremonias. Así, en los Juegos de Seúl
los horarios de las finales decisivas de atletismo se establecieron (al cabo de unas
negociaciones sancionadas por fabulosas contrapartidas económicas) de forma
que coincidieron con las horas de máxima audiencia en los Estados Unidos, al
principio de la programación de noche.
Por lo tanto, habría que tomar como objeto el conjunto del campo de producción de
los juegos olímpicos en tanto que espectáculo televisado o, mejor aún, en el
lenguaje del marketing, en tanto que “utensilio de comunicación”, es decir, el
conjunto de las relaciones objetivas entre los agentes y las instituciones
comprometidos en la competencia por la producción y la comercialización de las
imágenes y los discursos sobre los juegos: el Comité Olímpico Internacional (COI),
progresivamente convertido en una gran empresa comercial con un presupuesto
anual de veinte millones de dólares, dominado por una redecilla camarilla de las
grandes marcas industriales (Adidas, Coca-Cola, etc.,) que controla la venta de los
derechos de retransmisión (estimados, para Barcelona, en 633.000 millones de
dólares) y de patrocinio, así como la selección de las ciudades olímpicas; las
grandes compañías de televisión, sobre todo americanas, que compiten (a escala
nacional o de área lingüística) por los derechos de retransmisión; las grandes
empresas multinacionales (Coca-Cola, Kodak, Ricoh, Philips, etc.,) que compiten
por los derechos mundiales para la asociación en exclusiva de sus productos con
los juegos olímpicos (en tanto que “proveedores oficiales” )2 y, por último, los
productores de imágenes y de comentarios para la televisión, la radio y la prensa
(que fueron diez mil en Barcelona), inmersos en unas relaciones de competencia
susceptibles de orientar su trabajo individual y colectivo de construcción de la
representación de los juegos, selección, encuadre y montaje de las imágenes,
67
elaboración del comentario. Habría que analizar, finalmente, los diferentes efectos
de la intensificación de la competencia entre las naciones que la televisión ha
producido a través de la planetarización del espectáculo olímpico, como la
aparición de políticas deportivas estatales orientadas hacia los éxitos
internacionales, la explotación simbólica y económica de las victorias y la
industrialización de la producción deportiva, que implica recurrir al dopaje y a
formas autoritarias de entrenamiento.3
68
para el Estudio del Deporte, celebrada en Berlín el 2 de octubre de 1992.
2 A los patrocinadores les propusieron un “paquete de comunicación completo basado en la
exclusiva por categoría de producto y la continuidad del mensaje a los largo de un periodo de
cuatro años. El programa para cada uno de los setenta y cinco partidos incluía la publicidad en
el estadio, el título del proveedor oficial, el uso de mascotas y emblemas, así como
posibilidades de franquicia”. Por 70 millones de francos, cada patrocinador tenía la posibilidad,
en 1986, de poseer su parte del “mayor acontecimiento televisado mundial” con una
“exposición única, mucho más importante que en cualquier otro deporte”. (Véase V. Simson y
A. Jennings, Main Basse sur le JO, París, Flammarion, 1992, p.137.)
3 El deporte de alta competición utiliza cada vez más una tecnología industrial que tiende a
transformar el cuerpo humano en una máquina eficaz e inagotable mediante la aportación de
diferentes ciencias biológicas y psicológicas. La lógica de la competencia entre los equipos
nacionales y los Estado impone cada vez más el recurso a estimulantes prohibidos y a métodos
de entrenamiento sospechosos. (Véase J. Hobberman, Mortal Engines, The Science of
Performance and the Dehumanization of Sport, Nueva York, The Free Press, 1992.)
4 Véase Pierre Bourdieu, Les règles de l’art, París, Éd. du Seuil, 1992. (Hay traducción al
castellano: Las reglas del arte. Génesis y estructura del campo literario, Barcelona, Anagrama,
1995.)
5 Un indicador brutal del peso real de los diferentes actores del showbusiness olímpico son los
obsequios entregados por las autoridades coreanas a las diferentes personalidades, cuyo valor
iban de 1.100 dólares para los miembros del COI a 110 dólares para los atletas. (Véase V.
Simson y A. Jennings, Main basse sur les JO, op. cit., p. 201.)
6 Cabría imaginar, por ejemplo, una “Carta olímpica” que definiera los principios da los que han
de obedecer los agentes comprometidos en la producción del espectáculo y en la producción
de la representación de este espectáculo (empezando, evidentemente, por los dirigentes del
COI, que son los primeros en aprovecharse de las transgresiones de los imperativos de
desinterés que supuestamente han de hacer respetar), o un jurado olímpico que comprometiera
no sólo a los atletas (prohibiéndoles, por ejemplo, las manifestaciones nacionalistas como la de
dar una vuelta de honor envueltos en la bandera nacional), sino también a los que producen y
comentan las imágenes de sus hazañas.
69
SIN MOVIMIENTO SOCIAL NO HAY POLITICA
PIERRE BOURDIEU
Para eludir esta alternativa grosera no basta con hablar de una «Europa social».
Aquellos que, como los socialistas franceses, han apelado a este señuelo retórico,
sólo llevan a un grado de ambigüedad superior las estrategias del «social-
liberalismo» a la inglesa, ese thatcherismo apenas rebajado que para venderse
utiliza en forma oportunista el simbolismo, reciclado mediáticamente, del
socialismo. Es así como los socialdemócratas que hoy están en el poder en
Europa pueden contribuir, en nombre de la estabilidad monetaria y el rigor
presupuestario, a liquidar las conquistas sociales más admirables de los dos
últimos siglos y destruir la esencia misma del ideal socialista: grosso modo, la
ambición de reconstruir en forma colectiva las solidaridades amenazadas por el
juego de las fuerzas económicas. Así, trabajan para inventar el «socialismo sin lo
social», que asesta el golpe de gracia a la esperanza socialista tras las
«experiencias» criminales del «sovietismo» que les sirven de coartada.
70
intenten siquiera contrarrestar el proceso de destrucción de las conquistas sociales
del Estado de Bienestar, por ejemplo instaurando en la zona europea normas
sociales comunes en materia de salario mínimo, jornada laboral o formación
profesional de los jóvenes? ¿No es chocante que se reúnan para fomentar el
funcionamiento de los «mercados financieros», en vez de controlarlos con medidas
colectivas como la instauración de un régimen tributario internacional del capital
(con particular incidencia en los movimientos especulativos a corto plazo) o la
reconstrucción de un sistema monetario que garantice la estabilidad de las
relaciones entre las economías? ¿Y no es difícil aceptar que el exorbitante poder
de censura de las políticas sociales que se les otorga a los «guardianes del euro»
impide financiar un gran programa público de desarrollo económico y social
europeo en el campo de la educación, la salud y la seguridad social?
La historia enseña que no hay política social sin un movimiento social capaz de
imponerla (y que no es el mercado, como se intenta hacer creer hoy, sino el
movimiento social el que «civilizó» la economía de mercado, contribuyendo así en
gran medida a su eficacia). Así, para quienes realmente quieren oponer una
Europa social a una Europa de los bancos y la moneda, flanqueada por una
Europa policial, penitenciaria y militar, la cuestión es saber cómo movilizar las
fuerzas capaces de llegar a este fin y a qué instancias pedirles el trabajo de
movilización. Evidentemente, pensamos en la Confederación Europea de
Sindicatos. Pero nadie contradecirá a los especialistas que, como Corinne Gobin,
71
muestran que el sindicalismo a nivel europeo se comporta como «socio»
preocupado por participar en el decoro y la dignidad de la gestión de los asuntos
europeos, llevando adelante una acción de lobbying según las normas del
«diálogo», caro a Jacques Delors. No se puede negar que casi no se esforzó por
obtener los medios para contrarrestar eficazmente los designios del empresariado
(organizado en la Unión de Confederaciones de la Industria y los Empleadores
Europeos) e imponerle, con las armas clásicas de la lucha social –huelgas,
manifestaciones–, verdaderas convenciones colectivas a escala europea.
72
como la única posible; ruptura con un neoliberalismo hábil para presentar las
exigencias inflexibles de contratos de trabajo leoninos bajo la apariencia de la
«flexibilidad» (por ejemplo, con negociaciones sobre la reducción del horario de
trabajo y la ley de las 35 horas, que encierran todas las ambigüedades de una
relación de fuerzas cada vez más desequilibrada); ruptura con un
«socialiberalismo» de gobierno propenso a dar a las medidas de desregulación
que favorecen las exigencias patronales la apariencia de conquistas de una
verdadera política social.
73
dirigidas a los inmigrantes, que se convertirían en agentes de resistencia y cambio,
y dejarían de ser usados como factores de división e incitación al pensamiento
nacionalista o racista; realizar la «conversión de los espíritus» necesaria para
vincular las reivindicaciones en el trabajo con las exigencias en materia de salud,
vivienda, transporte, formación y ocio, y para reclutar y resindicalizar los sectores
tradicionalmente desprovistos de medios de protección colectiva (servicios, empleo
temporario).
No hay condición previa más absoluta para construir un movimiento social europeo
que el repudio de las formas habituales de pensar el sindicalismo, los movimientos
sociales y las diferencias nacionales. No hay tarea más urgente que inventar las
nuevas formas de pensar y actuar que impone la precarización. Fundamento de
una nueva forma de disciplina social, nacida del temor al desempleo, la
precarización generalizada puede originar solidaridades de un tipo nuevo, en
especial cuando suceden crisis particularmente escandalosas, que adoptan la
forma de despidos masivos impuestos por el deseo de ofrecer suficientes
ganancias a los accionistas de las empresas. El nuevo sindicalismo deberá
apoyarse en las nuevas solidaridades entre víctimas de la precarización, las
profesiones de la salud y la comunicación, así como entre los empleados y los
obreros. Y deberá esforzarse por producir un análisis crítico de las estrategias, a
menudo sutiles, con las que colaboran ciertas reformas de los gobiernos
socialdemócratas y que pueden resumirse en el concepto de «flexplotación»:
reducción de las horas de trabajo, multiplicación de los empleos temporarios y de
tiempo parcial. Análisis difícil de realizar ya que, por una suerte de efecto de
armonía preestablecida, las estrategias ambiguas son ejercidas a menudo por
74
víctimas de estrategias similares: docentes precarios a cargo de estudiantes
marginalizados y destinados a la precariedad, trabajadores sociales sin garantías
sociales que deben asistir a poblaciones de las que se hallan muy próximos.
PIERRE BOURDIEU
75
en la mayoría de las sociedades era distinto del poder político o económico, se
encuentra hoy concentrado en las manos de las mismas personas que detentan el
control de los grandes grupos de comunicación, es decir, del conjunto de los
instrumentos de producción y de difusión de los bienes culturales. A estas
personas tan poderosas, me gustaría poder someterles a una serie de preguntas,
igual que Sócrates hacía con los poderosos de su tiempo (en uno de sus diálogos,
él preguntaba, con tanta paciencia como insistencia, qué es el coraje a un general
célebre por su coraje; en otro diálogo, a una persona conocida por su piedad, le
preguntaba, qué es la piedad, y así sucesivamente, demostrando en cada caso
que estas personas no sabían verdaderamente lo que eran).
Se nos dice incluso que la competencia de los recién llegados, mucho más
poderosos, que proceden de las telecomunicaciones y de la informática, es tal, que
el audiovisual difícilmente puede resistir; que las cantidades pagadas por derechos
76
especialmente en materia deportiva son cada vez más elevados; que todo lo que
producen y ponen en circulación los nuevos grupos de comunicación,
tecnológicamente y económicamente integrados, o lo que es lo mismo, tanto los
mensajes televisados como los libros, películas o juegos televisados, es decir todo
lo que se conoce bajo la denominación común (catch all) de información, debe ser
tratado como una mercancía como cualquier otra, y a la que, por tanto, deben
aplicarse las mismas reglas que a cualquier otro producto; y que este producto
industrial estándar debe, por tanto, obedecer a la ley común, la ley del beneficio,
en detrimento de toda excepción cultural sancionada a través de limitaciones
reglamentarias (como el precio fijo del libro o las cuotas de difusión). Finalmente,
también se nos dice que la ley del beneficio, es decir, la ley del mercado, es
eminentemente democrática, ya que asegura el triunfo del producto elegido por la
mayoría.
A cada una de estas ideas podríamos oponer, no ideas, con el riesgo que conlleva
de aparecer como un ideólogo perdido en las nubes, sino hechos: a la difundida
idea de diferenciación y diversificación extraordinarias de la oferta, podríamos
oponer la extraordinaria uniformización de programas de televisión y el hecho de
que las múltiples redes de comunicación tienden cada vez más a difundir el mismo
tipo de productos, juegos, soap operas, música comercial, relatos sentimentales
como la telenovela, series policiales que no ganan nada, sino más bien al
contrario, con el hecho de ser francesas, como "Navarro" o alemanas como "
Derrick", y tantos y tantos productos que son el resultado de la búsqueda de los
máximos beneficios, minimizando los costes; o en otro campo, la creciente
homogeneización de los diarios y, más especialmente, de los semanarios.
77
responsables de los grandes grupos, están claramente orientadas hacia el éxito
comercial.
78
Un ejemplo, para entendernos: el pintor del Quattrocento tuvo que luchar, -lo
sabemos a través de la lectura de los contratos- contra quienes les encargaban las
obras, para conseguir que éstas dejasen de ser consideradas como simples
productos, valoradas en función de la superficie pintada y el precio de los colores
empleados. Tuvo que luchar para obtener el derecho a la firma, o lo que es lo
mismo, el derecho a ser tratado como un autor, y también para que se le
reconocieran, desde una fecha bastante reciente, lo que se ha dado en llamar
derechos de autor (Beethoven todavía luchaba por este derecho). Tuvo que
batallar por la rareza, la singularidad, la calidad; tuvo que luchar también, con la
colaboración de los críticos, de los biógrafos, de los profesores de historia del arte,
etcétera, para imponerse como artista, como "creador".
Son estos universos sociales -hoy amenazados por la irrupción del cine comercial
y por la dominación de los grandes difusores-, con los que los productores –salvo
cuando ellos son también difusores- deben contar. Sin embargo, como
consecuencia de una larga evolución, han entrado hoy en un proceso de
"involución"; representan una vuelta atrás, de la obra al producto, del autor al
ingeniero o al técnico que, utilizando recursos técnicos -los famosos efectos
especiales- y vedettes -unos y otros tremendamente costosos-, tienden a
79
manipular o a satisfacer las pulsiones primarias del espectador (anticipadas
muchas veces gracias a las investigaciones de otros técnicos, los especialistas en
marketing).
Sin duda necesitaría mucho más tiempo, pero quisiera convencerles de que
cuando se trata de libros, de películas o de cuadros, la búsqueda del máximo
beneficio inmediato no obedece necesariamente a la lógica del interés bien
entendido: identificar la búsqueda del máximo beneficio con la búsqueda de la
máxima audiencia, es exponerse a perder el público actual, sin conquistar otro, es
decir, a perder el público relativamente restringido, constituido por aquellas
personas que leen mucho, frecuentan asiduamente los museos, los teatros y las
salas de cine, sin, ganar, a un tiempo, nuevos lectores o espectadores
ocasionales.
80
entiende por cultura-, y la defensa de las culturas nacionales o de tal o cual forma
de nacionalismo o localismo cultural.
Hacen falta, lo repito, muchos siglos para que existan productores que produzcan
para mercados póstumos. Resulta, por tanto, incorrecto exponer el problema,
como a menudo se viene haciendo, mediante la oposición de una “mundialización”
y un mundialismo que estarían del lado de la potencia económica y comercial -así
como del progreso y de la modernidad-, y un nacionalismo, apegado a formas
arcaicas de conservación de la soberanía. Se trata, de hecho, de una lucha entre
una potencia comercial que pretende universalizar los intereses particulares del
comercio y de quienes lo dominan, y una resistencia cultural, basada en la defensa
de las obras universales, producidas por la internacional desnacionalizada de los
creadores.
Quisiera acabar con una anécdota histórica, que tiene también relación con la
velocidad y que explicará bien, lo que, según mi opinión, debieran ser las
relaciones que un arte liberado de las presiones del comercio podría mantener con
los poderes temporales. Se cuenta que Miguel Ángel, cuidaba tan poco las formas
81
protocolarias, en su relación con el Papa Julio II, que era quien le encargaba las
obras, que éste estaba obligado a sentarse muy rápidamente, para así evitar que
Miguel Ángel se sentara antes que él. En un sentido o en otro, podrá decirse que
aquí, he intentado perpetuar, muy modestamente, aunque de manera fiel, la
tradición, inaugurada por Miguel Ángel, de distancia, en relación a los poderes, y
especialmente a estos nuevos poderes que son las potencias conjugadas del
dinero y de los medios de comunicación.
PIERRE BOURDIEU
82
voluntades a los Estados.
Luego porque el poder de los agentes e instituciones que hoy dominan el mundo
económico y social se asienta sobre una concentración extraordinaria de todo
género de capital, económico, político, militar, cultural, científico, tecnológico,
fundamento de una dominación simbólica sin precedentes, y que se ejerce en
particular a través del dominio de los medios de comunicación que a su vez estan
manipulados, sin muchas veces saberlo, por las agencias de comunicación.
De ahí que algunos de los objetivos de una acción política eficaz están situados a
nivel europeo en la medida -por lo menos- en que las empresas y las
organizaciones europeas constituyen un elemento determinante de las fuerzas
dominantes a escala mundial. En consecuencia, la construcción de un movimiento
social europeo unificado, capaz de reunir los diferentes movimientos, actualmente
divididos tanto a nivel nacional que internacional, se impone como un objetivo
indiscutible para todos los que se empeñan en resistir eficazmente a las fuerzas
dominantes.
83
sentido se encuentran en línea con la tradición libertaria, siendo propicios a formas
de organización de inspiración autogestionaria caracterizadas por la fluidez del
aparato que permite a los agentes reapropiarse su papel de sujetos activos en
contra, especialmente, de los partidos a los cuales niegan el monopolio de la
intervención política. Otro rasgo común, se orientan hacia objetivos determinados,
concretos e importantes para la vida social (alojamiento, trabajo, salud, etcétera) a
los cuales intentan aportar soluciones directas y prácticas, cuidándose a que sus
negaciones como sus propuestas se concreten en acciones ejemplares y
directamente ligadas al problema abordado.
Constatar esta proximidad en los fines y medios de las luchas políticas evidencia la
necesidad de ir en busca si no de una unificación (seguramente ni posible ni
deseable) de todos los movimientos dispersados reclamada a menudo por los
militantes, y en particular por los más jóvenes -impresionados por las
convergencias y las redundancias-, por lo menos una coordinación de las
reivindicaciones y de las acciones, excluyendo sin embargo toda voluntad de
apropiación: esta coordinación debería tomar la forma de una red capaz de asociar
individuos y grupos en condiciones tales que nadie pueda dominar o reducir los
demás y que conserven todos los recursos ligados a la diversidad de las
experiencias, de los puntos de vista y de los programas. Tendría como función
principal sacar los movimientos sociales de las acciones fragmentarias y dispersas
y de los particularismos de las acciones locales, parciales y puntuales,
permitiéndoles en particular sobrepasar las intermitencias o las alternancias entre
los momentos de movilización intensa y los momentos de existencia latente o
aquietada, sin por eso sacrificar a la concentración burocrática.
84
concreto; por otra parte someter a discusión cuestiones de interés general y
trabajar en la elaboración de programas de investigación a plazo más largo en el
marco de reuniones periódicas de los representantes del conjunto de grupos en
cuestión (como por ejemplo las reuniones previstas en Viena y Atenas). Se trataría
de descubrir y de elaborar, en la intersección de las preocupaciones de todos los
grupos, objetivos generales a los cuales todo el mundo pueda adherir y colaborar,
aportando sus competencias y sus propios métodos.
Renovar el sindicalismo
No se puede concebir un movimiento social europeo sin la participación de un
sindicalismo renovado capaz de sobrepasar los obstáculos externos e internos a
su reforzamiento y su unificación a escala europea. Es paradoxal solo en
apariencia creer que la decadencia del sindicalismo es un efecto indirecto y
diferido de su triunfo: gran cantidad de reivindicaciones que animaron las luchas
sindicales han pasado al estado de instituciones que, estando en adelante en el
fundamento de obligaciones o derechos (los que se refieren a la protección social
por ejemplo), se han vuelto en pugna de las luchas entre los sindicatos ellos
mismos.
Sin embargo, estas causas internas no bastan para explicar el número cada vez
85
más reducido y menos activo de sindicados. La política neoliberal también
contribuye a la debilitación de los sindicatos. La flexibilidad y sobre todo la
precariedad impuestas a cada vez más numerosos asalariados, así como la
transformación de las condiciones y normas de trabajo resultantes, contribuyen a
dificultar toda acción unitaria y hasta el simple trabajo de información, mientras que
los vestigios de la asistencia social continuan de proteger una fracción de
asalariados.
Investigadores y militantes
La labor necesaria para sobrepasar las divisiones de los movimientos sociales y
para reunir de esta forma todas las fuerzas disponibles contra las fuerzas
dominantes, que sí están consciente y metódicamente concertadas (veáse el
Forum de Davos) tiene que ejercerse también contra otra división funesta, la que
separa investigadores y militantes. En una etapa de las relaciones de fuerzas
económicas y políticas en la cual los poderes económicos estan en condición de
poner a su servicio recursos científicos, técnicos y culturales sin precedentes, el
trabajo de los investigadores es indispensable para descubrir y desmontar las
86
estrategias elaboradas y puestas en función por las grandes empresas
multinacionales y los organismos internacionales que, como la OMC, producen e
imponen regulaciones a nivel universal, capaces de hacer realidad, poco a poco, la
utopia neoliberal de desregulación generalizada. Los obstáculos sociales a este
acercamiento no son más grandes que los que rigen entre los diferentes
movimientos, o entre los movimientos y los sindicatos: diferentes por su formación
y su trayectoria social, los investigadores involucrados en un trabajo militante y los
militantes investidos en una empresa de investigación deben aprender a trabajar
juntos, superando todas las prevenciones negativas que puedan tener unos para
con los otros, y deshacerse de las rutinas y de los prejuicios asociados a la
pertenencia a universos sometidos a leyes y lógicas diferentes, esto gracias a la
instauración de modos de comunicación y de debate de un nuevo tipo. Es una de
las condiciones para que se pueda inventar colectivamente, dentro y por la
confrontación crítica de las experiencias y de las competencias, un conjunto de
respuestas que deberán su fuerza política al hecho de ser a la vez sistemáticas y
enraizadas en las aspiraciones y convicciones comunes.
Solo un Movimiento social europeo fuerte de todas las fuerzas acumuladas dentro
de las diferentes organizaciones de los diferentes países y de los instrumentos de
información y crítica elaborados en común en los lugares específicos de
información y de discusión tales como los Estados generales será capaz de resistir
las fuerzas a la vez económicas e intelectuales de las grandes empresas
internacionales y su armada de consultantes, expertos y juristas reunidos en sus
agencias de comunicación, sus oficinas de estudio y sus consejos en lobbying.
Capaz también de sustituir a los fines cínicamente impuestos por instancias
orientadas por la búsqueda del máximo provecho a corto plazo, los objetivos
económica y políticamente democráticos de un Estado social europeo, dotado de
los instrumentos políticos, jurídicos y financieros necesarios para yugular la fuerza
bruta y brutal de los intereses estrechamente económicos.
87
ENTREVISTAS
PIERRE BOURDIEU
La noción de campo forma parte, junto con las de habitus y capital, de los
conceptos centrales de su obra, que comprende estudios sobre los campos
artístico y literario, el campo de las grandes escuelas, los campos científico y
religioso, el campo del poder, el campo jurídico, el campo burocrático, etc.
Usted utiliza la noción de campo en un sentido muy técnico y preciso que
está, quizás, en parte ocultado por su significación corriente. ¿Podría decir
de dónde viene esta noción (para los americanos evoca, en forma verosímil,
la Field theory de Kurt Lewin), qué sentido le da usted, y cuáles son sus
funciones teóricas?
Como no me gustan mucho las definiciones profesorales, querría comenzar con un
breve excursus sobre su uso. Podría remitir aquí al Métier du sociologue. Es un
libro un poco escolar, pero que contiene sin embargo principios teóricos y
metodológicos que permitirían comprender que una cantidad de abreviaciones y
elipses que quizás se me reprochan son de hecho rechazos concientes y
elecciones deliberadas. Por ejemplo, el uso de conceptos abiertos es un medio
para romper con el positivismo -pero ésta es una frase hecha. Para ser más
preciso, es un medio permanente para recordar que los conceptos no tienen sino
una definición sistémica y son concebidos para ponerse en práctica empíricamente
de manera sistemática. Nociones tales como habitus, campo y capital pueden
definirse, pero solamente en el interior del sistema teórico que constituyen, nunca
en estado aislado.
88
que sería en principio una manera de satisfacer una expectativa positivista, a la
manera del ya viejo libro de Berelson y Steiner (1964) compilación del conjunto de
las leyes parciales establecidas por las ciencias sociales. Como lo mostró Duhem
hace mucho tiempo en el plano de la física, y luego Quine, la ciencia no conoce
sino sistemas de leyes. Y lo que es verdadero con respecto a los conceptos, es
verdadero con respecto a las relaciones. Del mismo modo, si uso mucho más el
análisis de correspondencias que el análisis de regresión múltiple, por ejemplo, es
porque es una técnica relacional de análisis de los datos cuya filosofía
corresponde exactamente, a lo que es, a mi modo de ver, la realidad del mundo
social. Es una técnica que «piensa» términos de relaciones, precisamente yo
intento pensar la noción de campo.
89
microcosmos sociales relativamente autónomos, espacios de relaciones objetivas
que son el lugar de una lógica y de una necesidad irreductibles a aquellas que
rigen los otros campos. Por ejemplo, el campo artístico, el campo religioso y el
económico obedecen a lógicas diferentes: el campo económico emergió,
históricamente, en tanto que universo en el que, como se dice, «los negocios son
los negocios», business is business, y del que las relaciones de parentesco, de
amistad y de amor están, en principio, excluidas; el campo artístico, por el
contrario, se constituyó en y por el rechazo, o la inversión, de la ley del provecho
material (1971d).
Usted utiliza frecuentemente la imagen del «juego» para dar una primera
intuición de lo que entiende por campo.
Efectivamente, se puede comparar el campo con un juego (aunque a diferencia de
un juego no sea el producto de una creación deliberada y no obedezca a reglas, o
mejor, regularidades no explicitadas y codificadas). Tenemos de este modo
apuestas que son, en lo esencial, el producto de la competición entre los
jugadores; una investidura en el juego, illusio (de ludus, juego): los jugadores
entran en el juego se oponen, a veces ferozmente, sólo porque tienen en común el
atribuir al juego y a las apuestas una creencia (doxa), un reconocimiento que
escapa al cuestionamiento (los jugadores aceptan, por el hecho de jugar el juego,
y no por un «contrato», que vale la pena jugar el juego) y esta connivencia está en
el principio de su competición y de sus conflictos. Disponen de triunfos, es decir de
cartas maestras cuya fuerza varía según el juego: del mismo modo que cambia la
fuerza relativa de las cartas según los juegos, la jerarquía de las diferentes
especies de capital (económico, cultural, social, simbólico) varía en los diferentes
campos. Dicho de otro modo, hay cartas que son válidas, eficientes en todos los
campos -son las especies fundamentales de capital-, pero su valor relativo en tanto
que triunfos varía según los campos, e incluso según los estados sucesivos de un
mismo campo. Dando por supuesto que, más fundamentalmente, el valor de una
especie de capital -por ejemplo el conocimiento del griego o del cálculo integral-
depende de la existencia de un juego, de un campo en el que ese triunfo puede ser
utilizado: un capital o una especie de capital es aquello que es eficiente en un
campo determinado, como arma y como apuesta de lucha, lo cual permite a su,
portador ejercer un poder, una influencia; por lo tanto, existir en un campo
determinado, en lugar de ser una simple «cantidad despreciable». En el trabajo
empírico el determinar qué es el campo, cuales son los límites, y determinar qué
90
especies de capital actúan en él, dentro de qué límites ejerce sus efectos, etc., es
una misma cosa. (Se ve que las nociones de capital y de campo son
estrechamente interdependientes.)
91
particularmente dotados (por ejemplo el capital jurídico). Numerosas luchas en el
campo del poder son de este tipo: especialmente las que apuntan a apoderarse de
un poder sobre el Estado, es decir sobre los recursos económicos y políticos que
permiten al Estado ejercer un poder sobre todos los juegos y sobre las reglas que
los rigen.
Esta analogía permite ver el lazo entre los conceptos que usted pone en
juego en su teoría. Pero es necesario ahora retomar de manera más precisa
ciertas cuestiones. En primer lugar, ¿Cómo se determinan la existencia de un
campo y sus fronteras?
La pregunta acerca de los límites del campo se formula siempre dentro del campo
mismo y, en consecuencia, no admite una respuesta a priori. Los participantes de
un campo, por ejemplo las empresas económicas, los sastres, los escritores,
trabajan constantemente para diferenciarse de sus rivales más próximos, con el
objetivo de reducir la competencia y establecer un monopolio sobre un sub-sector
particular de campo (habría que corregir esta frase, que sucumbe al «sesgo»
teleológico -aquel que me atribuyen frecuentemente cuando se comprende que
hago de la investigación de la distinción el principio de las prácticas culturales:
todavía un efecto funesto -hay una producción de diferencia que no es en nada el
producto de la investigación de la diferencia; hay mucha gente -pienso por ejemplo
en Flaubert- para la cual existir dentro de un campo es, eo ipso, diferir, ser
diferente, afirmar la diferencia; esta gente estaba frecuentemente dotada de
características que hacían que no debieran estar allí, que debieran haber sido
eliminados de entrada; pero cierro el paréntesis); trabajan también para excluir del
campo una parte de los participantes actuales o potenciales, especialmente
elevando el derecho de entrada, o imponiendo una cierta definición de la
pertenencia: es lo que hacemos, por ejemplo, cuando decimos que X o Y no es un
sociólogo, o un verdadero sociólogo, conforme a las leyes inscriptas en la ley
fundamental del campo tal como nosotros la concebimos. Sus esfuerzos para
imponer y hacer reconocer tal o cual criterio de competencia y de pertenencia
pueden resultar más o menos exitosos, según la coyuntura. De este modo, las
fronteras del campo no pueden determinarse sino por una investigación empírica.
Toman sólo raramente la forma de fronteras jurídicas (con, por ejemplo, el numerus
clausus), incluso si los campos conllevan «barreras a la entrada», tácitas o
institucionalizadas.
92
A riesgo de parecer que sacrifico la tautología, diría que se puede concebir un
campo como un espacio en el que se ejerce un efecto de campo, de manera que lo
que le ocurre a un objeto que atraviesa ese campo no puede ser explicado
completamente por sus solas propiedades intrínsecas. Los límites del campo se
sitúan en el punto en el que cesan los efectos de campo. En consecuencia, hay
que tratar de medir, en cada caso, por medios variados, el punto en el que esos
efectos estadísticamente detectables declinan o se anulan en el trabajo de
investigación empírica, la construcción de un campo no se efectúa por un acto de
decisión. Por ejemplo, no creo que el conjunto de las asociaciones culturales
(coros, grupos de teatro, clubes de lectura, etc.) de tal Estado americano o de tal
departamento francés constituya un campo. Opuestamente, el trabajo de Jerome
Karabel (1984) sugiere que las principales universidades americanas están ligadas
por relaciones objetivas tales que la estructura de esas relaciones (materiales o
simbólicas) ejerce efectos en el interior de cada una de ellas. Lo mismo con
respecto a los diarios: Michael Schudson (1978) muestra que no es posible
comprender la emergencia de la idea moderna de «objetividad» en el periodismo,
si no se ve que dicha objetividad aparece en diarios cuidadosos de afirmar su
respeto de las normas de respetabilidad, oponiendo las «informaciones» a las
simples «noticias» de los órganos de prensa menos exigentes. Solamente
estudiando cada uno de estos universos puede establecerse cómo están
concretamente constituidos, dónde terminan, qué forma parte de ellos y qué no, y
si constituyen verdaderamente un campo.
¿Cuáles son los motores del funcionamiento y del cambio del campo?
El principio de la dinámica de un campo reside en la configuración particular de su
estructura, en la distancia entre las diferentes fuerzas específicas que se enfrentan
en él. Las fuerzas que son activas en el campo que el analista selecciona de ese
hecho como pertinentes, porque producen las diferencias más importantes, son las
que definen el capital específico. Como he dicho a propósito del juego y de los
triunfos, un capital no existe ni funciona sino en relación a un campo: confiere un
poder sobre el campo, sobre los instrumentos materializados o incorporados de
producción o de reproducción, cuya distribución constituye la estructura misma del
campo; sobre las regularidades y las reglas que definen el funcionamiento del
campo; y sobre los beneficios que en él se engendran.
93
luchas por la conservación o la transformación de la configuración de sus fuerzas.
Además, el campo, en tanto que estructura de relaciones objetivas entre
posiciones de fuerza, sostiene y orienta las estrategias por las cuales los
ocupantes de esas posiciones buscan, individual o colectivamente, salvaguardar o
mejorar su posición e imponer el principio de jerarquización más favorable a sus
propios productos. Dicho de otro modo, las estrategias de los agentes dependen
de suposición en el campo, es decir en la distribución del capital específico, y de la
percepción que tienen del campo, es decir de su punto de vista sobre el campo en
tanto que vista tomada a partir de un punto dentro del campo.
94
patológico de los campos, pero es un límite nunca realmente alcanzado, incluso en
los regímenes dichos «totalitarios» más represivos.
95
conceptos de campo y de sistema, hay que ponerlos en práctica y compararlos a
través de los objetos empíricos que producen.
96
personal, etc.
Dicho de otro modo, ¿el campo es una mediación capital entre las
condiciones económicas y sociales y las prácticas de quienes forman parte
de él?
Las determinaciones que pesan sobre los agentes situados dentro de un campo
determinado (intelectuales, artistas, políticos o industriales de la construcción) no
se ejercen nunca directamente sobre ellos, sino solamente a través de la
mediación específica que constituyen las formas y las fuerzas del campo, es decir
luego de haber sufrido una reestructuración (o si se prefiere, una refracción) que
es más importante cuanto más autónomo es el campo, es decir que es más capaz
de imponer su lógica específica, producto acumulado de una historia particular.
Dicho esto, podemos observar toda una gama de homologías estructurales y
funcionales entre el campo de la filosofía, el campo político, el campo literario, etc.,
y la estructura del espacio social: cada uno de ellos tiene sus dominantes y sus
dominados, sus luchas por la conservación o la subversión, sus mecanismos de
reproducción, etc. Pero cada una de estas características reviste en cada campo
una forma específica, irreductible (pudiendo ser definida una analogía como un
parecido en la diferencia). De este modo, las luchas en el interior del campo
filosófico, por ejemplo, están siempre subdeterminadas y tienden a funcionar en
una lógica doble. Tienen implicaciones políticas en virtud de la homología de las
posiciones que se establecen entre tal y tal escuela filosófica, y tal y tal grupo
político o social dentro del espacio social tomado en su conjunto.
Una tercera propiedad general de los campos es el hecho de que son sistemas de
relaciones independientes de las poblaciones que definen esas relaciones. Cuando
hablo de campo intelectual, sé muy bien que, dentro de él, voy a encontrar
«partículas» (simulemos por un momento que se trata de un campo físico) que
están bajo el imperio de fuerzas de atracción, de repulsión, etc., como en un
campo magnético. Hablar de campo es acordar la primacía a ese sistema de
relaciones objetivas sobre las partículas. Se podría, retomando la fórmula de un
físico alemán, decir que el individuo es, como el electrón, un Ausgeburt des Felds,
una emanación del campo. Tal o tal intelectual particular, tal o tal artista no existe
en tanto que tal sino porque tiene un campo intelectual o artístico. (Se puede de
este modo resolver la eterna pregunta, cara a los historiadores del arte, de saber
en qué momento se pasa del artesano al artista: pregunta que, formulada en esos
97
términos, está casi desprovista de sentido ya que esta transición se hace
progresivamente, al mismo tiempo que se constituía un campo artístico en la cual
algo así como un artista podía comenzar a existir).
La noción de campo está allí para recordar que el verdadero objeto de una ciencia
social no es el individuo, el «autor», incluso si un campo no puede construirse sino
a partir de individuos, ya que la información necesaria para el análisis estadístico
está generalmente ligada a individuos o instituciones singulares. Es el campo lo
que debe estar en el centro de las operaciones de investigación, esto no implica de
ninguna manera que los individuos sean puras «ilusiones», que no existan. Pero la
ciencia los construye como agentes, y no como individuos biológicos, actores o
sujetos; estos agentes se constituyen socialmente como activos y actuantes en el
campo por el hecho de que poseen las cualidades necesarias para ser eficientes
en él, para producir efectos en él. E incluso a partir del conocimiento del campo en
el que están insertos se puede aprehender mejor aquello que hace a su
singularidad, su originalidad, su punto de vista como posición (dentro de un
campo), a partir de la cual se instituye su visión particular del mundo, y del campo
mismo...
Lo cual se explica por el hecho de que a cada momento hay algo así como un
derecho de entrada que todo campo impone y que define el derecho a
participar, seleccionando así ciertos agentes y no otros...
La posesión de una configuración particular de propiedades es lo que legitima el
derecho de entrar en un campo. Uno de los objetivos de la investigación es
identificar esas propiedades activas, esas características eficientes, es decir, esas
formas de capital específico. Estamos así ubicados frente a una especie de círculo
hermenéutico: para construir el campo, hay que identificar las formas de capital
específico que serán eficientes en él, y para construir esas formas de capital
específico, hay que conocer la lógica específica del campo. Es un vaivén
incesante, dentro del proceso de investigación, largo y difícil.
98
trabajo sobre los profesores de universidad, no podemos satisfacernos con un
modelo explicativo que sea incapaz de diferenciar personas, o mejor, posiciones
que la intuición ordinaria del universo particular opone muy fuertemente, y
debemos interrogarnos sobre las variables olvidadas que permitirían distinguirlos,
(paréntesis: la intuición ordinaria es totalmente respetable; simplemente hay que
estar seguro de no hacerla intervenir en el análisis sino de manera conciente y
razonada, y de controlar empíricamente su validez, a diferencia de esos sociólogos
que la utilizan inconcientemente, como cuando construyen esas especies de
tipologías dualistas que critico en el principio de Homo academicus, tales como
«intelectual universal» por oposición a «local»).
¿Podría precisar qué es lo que entiende por la «doble relación oscura» entre
el habitus y el campo y cómo funciona?
La relación entre el habitus y el campo es en primer lugar una relación de
condicionamiento: el campo estructura el habitus, que es el producto de la
incorporación de la necesidad inmanente de ese campo o de un conjunto de
campos más o menos concordantes -pudiendo estar las discordancias al principio
expresadas bajo la forma de habitus divididos, hasta destrozados. Pero es también
una relación de conocimiento o de construcción cognitiva: el habitus contribuye a
constituir el campo como mundo significativo, dotado de sentido y de valor, en el
cual vale la pena invertir su energía, de esto se siguen dos cosas: en primer lugar,
la relación de conocimiento depende de la relación de condicionamiento que la
precede y que da forma a las estructuras del habitus; en segundo lugar, la ciencia
social es necesariamente un «conocimiento de un conocimiento» y debe hacer
lugar a una fenomenología sociológicamente fundada sobre la experiencia primaria
del campo.
99
La existencia humana, el habitus como social hecho cuerpo, es esa cosa del
mundo por la cual hay un mundo: «el mundo me comprende, pero yo lo
comprendo», más o menos esto decía Pascal. La realidad social existe, por decirlo
de algún modo, dos veces, en las cosas y en los cerebros, en los campos y en los
habitus, en el exterior y en el interior de los agentes. Y, en cuando el habitus entra
en relación con un mundo social del que es producto, es como un pez en el agua y
el mundo se le aparece como obvio. Podría, para que me comprendan, prolongar
las palabras de Pascal: el mundo me comprende, pero yo lo comprendo; es porque
él me ha producido, porque ha producido las categorías que le aplico, que se me
aparece como obvio, evidente. En la relación entre el habitus y el campo, la
historia entra en relación consigo misma: es una verdadera complicidad ontológica
que, como Heidegger y Merleau-Ponty lo sugirieron, une el agente (que no es un
sujeto o una conciencia, ni el simple ejecutante de un rol, o la actualización de una
estructura o de una función) y el mundo social (que no es nunca una simple cosa,
incluso si debe ser construido como tal durante la fase objetivista de la
investigación (1980d, p. 6)). Esta relación de conocimiento práctico no se
establece entre un sujeto y un objeto constituido como tal y formulado como un
problema. Siendo el habitus lo social incorporado, está «como en su casa» dentro
del campo que habita, que percibe inmediatamente como dotado de sentido a
interés. El conocimiento práctico que procura puede describirse por analogía con la
phronèsis aristotélica o, mejor, con la orthè doxa de la que habla Platón en el
Ménon: del mismo modo que la «opinión recta» «cae sobre lo verdadero», de
alguna manera, sin saber cómo ni porqué, la coincidencia entre las disposiciones y
la posición, entre el sentido del juego y el juego, conduce al agente a hacer lo que
tiene que hacer sin proponerlo explícitamente como un objetivo, de este lado del
cálculo e incluso de la conciencia, de este lado del discurso y de la representación.
100
trata el tiempo como una realidad en sí, independiente del agente (con la metáfora
del río) y, por el otro, una filosofía de la conciencia. Lejos de ser una condición a
priori y trascendental de la historicidad, el tiempo es aquello que la actividad
práctica produce en el acto mismo por el cual se produce a sí misma. Porque la
práctica es producto de un habitus que es a su vez producto de la incorporación de
las regularidades inmanentes y de las tendencias inmanentes del mundo; contiene
en ella misma una anticipación de esas tendencias y de esas regularidades, es
decir una referencia no thética a un futuro inscripto en la inmediatez del presente.
El tiempo se engendra en la efectuación misma del acto (o del pensamiento) como
actualización de una potencialidad que es, por definición, presentificación de un no
actual y despresentificación de un actual, lo mismo que el sentido común describe
como el «paso» del tiempo. La práctica no constituye (salvo excepciones) el futuro
como tal, dentro de un proyecto o un plan armados por un acto de voluntad
conciente y deliberada. La actividad práctica, en la medida en que tiene sentido, en
que es razonable, es decir engendrada por habitus que están ajustados a las
tendencias inmanentes del campo, trasciende el presente inmediato por la
movilización práctica del pasado y la anticipación práctica del futuro inscripto en el
presente en estado de potencialidad objetiva. El habitus se temporaliza en el acto
mismo a través del cual se realiza porque implica una referencia práctica al futuro
implicado en el pasado del que es producto. Habría que precisar, afinar y
diversificar este análisis, pero quería solamente hacer entrever cómo la teoría de la
prácticaa condensada en las nociones de campo y de habitus permite
desembarazarse de la representación metafísica del tiempo y de la historia como
realidades en sí mismas, exteriores y anteriores a la práctica, sin abrazar por ello
la filosofía de la conciencia, que sostiene las visiones de la temporalidad que se
encuentran en Husserl o en la teoría de la acción racional.
*Director de Estudios en la Ecole desd Hautes Etudes en Sciences Sociales
101
OTRA VUELTA A LA TELEVISIÓN
PIERRE BOURDIEU
102
Así, por ejemplo, Thomas Ferenczi escribe en el diario Le Monde del 7-8 de
septiembre, para responder a las críticas de los lectores a propósito del tratamiento
dado al caso Lady Di que, ciertamente “Le Monde ha cambiado”, con base en sus
sugerencias críticas, para abrirle cada vez más espacio a lo que denomina
pudorosamente “los hechos de sociedad” —sin embargo, con las mismas
informaciones verídicas que él mismo, tres meses antes, decía no soportar su
publicación. Al momento del deslizamiento, impuesto por la televisión, cerrando los
ojos, se asume un tono moralizante que conviene, ¡como una estrategia para
adaptarse a la modernidad y “ampliar su curiosidad”! (Agregado de enero de
1998...: el “mediador”, especialmente destinado a producir un cambio en los
lectores que manifestaron conscientemente el peso incesantemente creciente de
los intereses comerciales en el proceso de selección de la redacción, y desde
entonces, se desplegará semanalmente toda una retórica para hacer creer que se
puede ser juez y parte repitiendo incansablemente unos mismos argumentos
tautológicos. Mientras tanto, a quienes a propósito de la entrevista a un
descolorido escritor, o a un cantante popular acabado, reprochan que Le Monde ha
derivado hacia “una forma de demagogia”, él no puede oponerse, como consta en
la edición del 18-19 de enero de 1998, salvo declarando una verdadera “voluntad
de apertura” de su periódico: “estos personajes, y otros tantos, obtienen una larga
cobertura porque aportan una claridad útil sobre el mundo que nos rodea y porque
esto interesa, por la misma razón, a una gran parte de nuestros lectores”; a
aquellos que, a la semana siguiente, condenaron el reportaje complaciente de un
intelectual —periodista sobre la situación en Argelia, traicionando todos los ideales
críticos de la tradición intelectual—, responde, en Le Monde del 25-26 de enero de
1998, que el periodista no fue escogido por los intelectuales. Los textos que
semana tras semana redacta el defensor del periódico, escogido sin duda por su
extrema prudencia, son la más grande imprudencia de este periódico: ahí, el
inconsciente más profundo del periodismo se extravía poco a poco, a partir de los
desafíos lanzados por los lectores, en una especie de larga sesión semanal de
análisis). Doble conciencia, por consiguiente, de los profesionales dominantes, en
la Nomenklatura de los grandes periodistas relacionados entre sí por intereses
comunes y complicidades de todos los niveles1.
Los periodistas “de base”, las tareas del reportero, los simples admiradores, todos
los oscuros condenados a la precariedad hacen que la legitimidad del periodismo,
dentro del periodismo, la lucidez sea evidentemente más grande y expresada
103
frecuentemente de manera más directa. Es gracias a sus testimonios que, entre
otras cosas, podemos acceder a un determinado conocimiento del mundo de la
televisión2.
104
sobre los ricos. Semejante afirmación podría escandalizar, pero sabemos
perfectamente, a través de análisis estadísticos, cuál es la probabilidad de formular
una respuesta articulada a una pregunta política, o de abstenerse (desarrollo
extensamente las consecuencias de este efecto, en materia política
particularmente, en mí último libro, Méditations pascaliennes). La televisión (mucho
más que los periódicos) propone una visión cada vez más despolitizada, escéptica
e incolora del mundo, y contribuye cada vez más a que los periódicos se deslicen
hacia la demagogia, sometiéndose a sus colegas comerciales. El caso de Lady Di
es una ilustración perfecta de todo esto, una especie de pasaje a los extremos.
Tenemos todo a la vez: el hecho diverso que hace diversión; el efecto teletón, es
decir, la defensa sin riesgo de causas humanitarias vagas y ecuménicas, y sobre
todo, perfectamente apolíticas. Tenemos la sensación de que, en el caso
inmediatamente posterior a la fiesta papal de la juventud en París y justo antes de
la muerte de la Madre Teresa, los últimos cerrojos saltaron (la madre Teresa, que
no era, que yo sepa, precisamente una progresista en materia de aborto y
liberación femenina, encuadraba perfectamente en este mundo gobernado por
banqueros sin alma, que no ven ningún obstáculo en apiadarse de los defensores
de lo humanitario que curan las llagas que ellos mismos han contribuido a abrir).
Fue así como, quince días después del accidente de Lady Di, Le Monde logró
intervenir en el estado de la encuesta, mientras que, en el noticiero televisivo, las
masacres en Argelia y la evolución del conflicto entre Israel y Palestina fueron
reducidas a los últimos pocos minutos del noticiero. Entre paréntesis, ustedes
dicen a toda hora: a los periodistas la mentira, a los sociólogos la verdad; quiero
expresar, más por conocer relativamente bien la situación de Argelia que como
sociólogo, mi admiración hacia el noticiero francés La Croix, que acaba de hacer
un expediente extremadamente preciso, riguroso y valiente, sobre los
responsables reales de las masacres en Argelia. Ahora mismo me pregunto —
hasta el momento la respuesta es negativa— si los otros noticieros, y en particular
aquellos que pretenden ser serios, res-ponderían así a estos análisis...
105
fracción cada vez más grande de entre los intelectuales, y ocurre igual en todo el
mundo. Estos “integrados” continúan viviendo como críticos (o simplemente, de
izquierda), según el antiguo modelo. Esto contribuye a dar mayor eficacia
simbólica a su acción, que favorece la reunión del orden establecido.
106
etc.). Estas conquistas de la libertad están plenamente amenazadas, no solamente
por coroneles, dictadores y mafias, sino amenazadas por fuerzas más insidiosas,
las del mercado, transfiguradas y reencarnadas en figuras que seducen a unos y a
otros: para unos, puede ser la figura del economista armado de formalismo mate-
mático que describe la evolución de la economía “mundializada” como un destino
irreversible; para otros, la figura de la estrella internacional de rock, pop o rap,
portadora de un estilo de vida a la vez chic, y fácil (por primera, vez en la historia,
las seducciones del esnobismo se están atando a prácticas y productos típicos del
consumo de masas como, el jean, el t-shirt y la coca-cola); para otros más, un
“radicalismo de campus”, bautizado posmoderno y propio, seduce a través de la
celebración falsamente revolucionaria del mestizaje de culturas, etc. Si hay un
dominio en que la famosa “mundialización” que los intelectuales “integrados” tienen
en la boca es una realidad, es claramente el de la producción cultural de masas,
como la televisión (pienso par-ticularmente en las telenovelas latinoamericanas,
que se han convertido en una especialidad que difunde una visión del mundo
“Ladydiesca”), el cine y la prensa para el gran público o, peor aún, el “pensamiento
social” de diarios y semanarios, con los temas y palabras de actual circulación
planetaria, como “el fin de la historia”, el “posmodernismo” o... la “globalización”.
Esta “mundialización” que es mucho peor, es la que los artistas, escritores e
investigadores (especialmente los sociólogos) tienen el deber de combatir, pues
sus efectos son tremendamente funestos para la cultura y la democracia.
107
SOBRE COLOMBIA
PIERRE BOURDIEU
Para el caso de América Latina, que podría Usted decir en ese sentido.
El asunto entre ustedes es que no hubo metrópoli capaz de sostener una guerra
por la conservación de las colonias después de la muerte de Bolívar. Aunque no
hubo un reconocimiento europeo ni norteamericano de esos países como
independientes, en una guerra simbólica evidentemente, vivieron efectivamente en
un limbo casi hasta 1860 cuando los símbolos republicanos comienzan a hacer
carrera, después apenas ciento treinta años no alcanzan a hacer larga duración.
Además, el campo cultural creado por el catolicismo no permite la experiencia laica
que está a la cabeza y en el corazón del triángulo francés y parisino de La
Educación Sentimental a la que dediqué mi trabajo más ambicioso sobre el campo
literario.
108
Usted lo ha dicho. Leí un trabajo de un abogado hélas que sostiene que de algo
más de 150 presidentes, más de noventa están emparentados por lazos
matrimoniales. Eso influye sobre el campo de la producción del trabajo y es un
mecanismo que asfixia a la totalidad de los habitantes de una supuesta nación.
109
ejemplo, en el mundo del trabajo intelectual, entiendo que ustedes han sufrido un
desplazamiento del orgullo: de la Universidad Nacional a una universidad privada
de calidad muy mediocre según ése intelectual de ustedes, Gutiérrez. También con
cierta razón: no concibo a la sociología colombiana tomada por la derecha que se
jacta de tener disciplina mientras recomienda fortalecer el Estado, óigase bien el
Estado, como si hubiera algo así, y no solo un dispensador de favores
heterónomos a diestra y siniestra.
110
EL COMPROMISO DE UNIR TEORIA Y PRACTICA
PIERRE BOURDIEU
Su labor como investigador se inició en Argelia a finales de los años 50, con
trabajos etnográficos sobre la Kabilia. Poco después estudió la soltería en el
Bearn, un pedazo de Pirineo junto al Pais Vasco frances, donde nació en 1930. La
pugna entre lo objetivo y lo subjetivo en el territorio de la creación artística y el
intento de unificar las ciencias humanas le motivaron a escribir obras tan
reveladoras como "Esbozo de una teoría de la práctica" (1972) y "El sentido
práctico". Pero fue "La distinción. Criterios y bases sociológicas del gusto” (1979),
el libro que lo consagró como uno de los sociólogos más importantes, que ha
sabido dar la vuelta a Marx y a Weber para descifrar cómo funcionan las
estructuras simbólicas de dominación ocultas en nuestra tradición cultural.
111
constituídas en la realidad inventó conceptos tan esenciales como Espacio social y
Espacio simbólico, que son algo así como las suma de los diferentes espacios o
campos en conflicto, los ruedos, donde se libran las luchas de poder. Capital
económico y capital cultural pugnan en cualquier microcosmos o campo para
obtener la legitimidad o el canon, el poder, como sucede en los campos artístico,
literario o científico, entre otros, que son instituciones históricamente constituidas y
dotadas de un conjunto de normas de juego. Su noción de hábitus también es
capital, pues mediante la escuela, la tradición, lo oído, escuchado y sentido, el ser
humano de un determinado medio social configura un esquema de
comportamiento que es lo que le empuja a actuar, opinar y comportarse de una
determinada manera dentro del campo, o campos en los que se mueva. En
Bourdieu todo es relacional. Y aunque estemos dominados, a causa de ese
complejo juego de relaciones en los diferentes microcosmos, él da útiles de
resistencia con los que tomar conciencia para vencer cualquier
pretedeterminación.
112
que genera antagonismos individuales y, a veces, enfrentamientos colectivos. La
noción de espacio social permite, matemática o lógicamente, situar las diferencias.
Pero al mismo tiempo se abandona la idea de que existen grupos sociales
constituidos contra otros grupos, como sostuvo Marx. Las clases sociales sólo
existen en estado virtual, y la sociología no ha de construir clases, sino espacios
sociales, en primer lugar para romper con la tendencia de pensar el mundo social
de una forma sustancialista, que es la del sentido común y el racismo. Las
actividades o las preferencias propias de los individuos o grupos de una sociedad
determinada en un momento dado, para nada están inscritas de una vez y para
siempre en una especie de esencia biológica o cultural.
113
¿Y la noción campo de poder?
Es una noción en fase experimental. Necesitaba resolver dificultades y la he
concebido atendiendo a muchos estudios sobre el poder, que es una noción
complicada porque es un sistema de relaciones. Al estudiar lo que se llama clase
dirigente, nos preguntamos qué tienen en común un juez de la corte suprema y un
empresario de IBM, o éste último con un gran abogado. Hay que abandonar la
visión de grupo unificado, coherente, para decir que hay una especie de campo, un
espacio de relación independiente, relativamente autónomo con respecto al
espacio social en su conjunto, y en el cual unas personas detentan una especie de
capital particular y luchan con otras que detentan otras especies de capitales para
dar más fuerza al suyo. En el siglo XIX, hubo en Francia una lucha entre los
artistas y los burgueses. Fueron luchas un tanto rituales. Muchos artistas eran hijos
de burgueses en ruptura con la burguesía; Cézanne, hijo de banqueros. Manet,
hijo de un alto funcionario. En esta lucha lo que estaba en juego era la dominación
sobre el mundo social y al mismo tiempo sobre los instrumentos legítimos de
dominación. Cuando Baudelaire ataca al burgués ataca las bases del poder
burgués. Dice, los burgueses son filisteos, beocios, incultos, no tienen el buen
capital, que es el capital cultural, literario... Y el burgués responde: esas personas
son bohemios, maleducados, sucios, irresponsables, inadaptados, locos. Por lo
tanto, hay una lucha entre estilos de vida, incluso entre maneras de ser hombre,
que es al mismo tiempo una lucha por el poder.
114
dominados. Están entre los dos grupos. Un poco como las mujeres de la clase
dominante. No es casual que en los salones fueran ellas las que permanecían
junto a los artistas.
115
los defensores de los valores específicos, del arte por el arte por decirlo pronto,
estén cada vez más amenazados. En el campo de la justicia, los periodistas
utilizan el poder que tienen sobre el gran público para intervenir en los procesos de
manera emocional. Exclaman cosas como: Han matado a una niña pequeña, ¡hay
que matar al asesino!, y así juzgan a los culpables con sus propias leyes. Con los
científicos sucede lo mismo. La ciencia cuesta cara, y para conseguir créditos los
científicos tienen que pasar por los medios de comunicación.
116
yo lo leo y encuentro que está muy bien!. Es tan naif como esto. Ortega y Gasset
ya decía cosas como que la pintura moderna ha cortado el contacto con la
realidad. Y hoy, los medios o los artistas mediocres utilizan esté tipo de
especulaciones para combatir a los buenos artistas.
117
que la de Le Monde. Habría que crear periódicos, pero para ello se necesita un
dinero que no tenemos. Conozco periodistas valientes, inteligentes que no tienen
trabajo, o a los que se les paga para que no escriban. ¿Quiere esto decir que se
trata de la coacción económica? No, no es tan simple, es la presión económica
que se ejerce a través de la lógica propia de los campos humanísticos. Estos
campos tiene sus propias leyes, sus competencias, sus confrontaciones. Y los
periodistas tienen también los suyos en relación a los diferentes campos culturales.
Ese juego, bajo presión, es cada vez más potente y modifica los otros juegos, y no
sólo por la presión de la publicidad y de los grandes medios. Si por ejemplo, la
economía coaccionara directamente el mundo jurídico todo el mundo protestaría.
En el periodismo, como la presión de la economía pasa por mecanismos más
sutiles el público la digiere mejor.
¿Los periodistas más jóvenes o más conscientes pueden abrir brecha a esta
colosal censura?
En Francia, uno de los dramas es el de las diversas posiciones entre los
periodistas precarios, con contratos de duración determinada. En general jóvenes
que dicen: tengo un montón de ideas. Actualmente estoy preparando un número
en Actes de la Recherche que incluye una investigación sobre el periodismo. En él
muestro que se están haciendo cosas muy originales. Programas para niños,
documentales de televisión, encuestas de investigación, reportajes. Todo esto está
realizado por free lances que se pasan el día buscando temas, cómo venderlos y a
quién. Pero estos esfuerzos están totalmente controlados, porque los recién
licenciados no inventan con toda libertad sino en función de la idea de lo que va a
gustar a las cadenas, incluidas las culturales, que excluyen infinidad de asuntos.
Lo que estos free-lances proponen ya ha pasado por el filtro de la autocensura.
Saben que no merece la pena cansarse proponiendo un tema sobre la corrupción
de Jacques Chirac. Mi profesión me lleva a estudiar fondos de corrupción
estructurales, es decir corrupciones en las cuales nadie es el sujeto, sino que se
producen por la lógica del sistema. Es la estructura misma la que hace que eso
sea así. Estamos inducidos a no decir, ni siquiera a pensar en decir. Existe una
censura invisible. En este sentido podría haber alianzas formidables entre
investigadores y periodistas.
118
sobre el sistema escolar pero no estoy al corriente de lo último que ha dicho el
Ministro, o hay ciertos hechos que no puedo comprobar haciendo las verificaciones
necesarias porque necesitaría unos años que no tengo, sería muy bueno que me
pudiera partir el trabajo con un periodista. Juntos podríamos hacer cosas
formidables, aunque para que estas alianzas pudieran prosperar tendrían que
existir directores de periódico que las aceptaran. Respecto del periodismo
mantengo enormes esperanzas.
Sin embargo, hoy se producen más libros y estudios que en ninguna otra
época, algunos de extraordinaria calidad.
Un poeta del siglo XIX afirmaba que hay gente que produce para el mercado y
otros que crean su propio mercado. Si tomamos el ejemplo de la sociología cuanto
mejor van las cosas más hay que saber para convertirse en sociólogo. En todos
estos universos existe lo que los economistas llaman el derecho de admisión, que
equivale a lo que cada uno tiene que pagar para ser miembro del mundillo. Cuando
la ciencia avanza, el precio del derecho de admisión sube. Para ser filósofo
verdadero, hay que tener hoy una gran amplitud cultural porque hay que conocer a
la vez a los pragmatistas estadounidenses, a los filósofos vieneses, a tal o cual
escuela. Las obras de este microcosmos que eleva el derecho de entrada son
cada vez más completas, más conformes a la realidad, más bellas. Y al público no
le llegan. Para reconocerlas existe el sistema escolar que transmite los
instrumentos de comprensión pero lo hace con retraso y con grandes deficiencias.
Estas obras son cada vez más universales e independientes y sin embargo no
somos capaces de crear las condiciones de acceso. Hay gente que tiene el
monopolio de lo universal y uno de los temas permanentes de mi obra consiste
precisamente en decir que estas obras que aspiran a la universalidad estas
monopolizadas por algunos, tanto en la producción como en su consumo. Así
pues, una de mis consignas sería: universalicemos las condiciones de acceso a lo
119
universal.
¿Qué problemáticas plantean los intelectuales que viven por y para los
medios de comunicación de masas?
Escuchando a los filósofos mediáticos parece que ya no hace falta leer a Kant, ni a
Hegel, ni a Heidegger. Estos pseudofilósofos se dirigen al público diciendo: Yo les
voy a contar cosas que responderán a los problemas que usted se plantea en la
vida. Y hablan por la radio sobre la diferencia entre democracia y totalitarismo, y
citan a los filósofos más fáciles como Hanna Arendt. O nos hacen creer que, como
la historia y la filosofía ya las tenemos, no merece la pena perder el tiempo leyendo
a Bourdel o Duby o E.P. Thompson. Personalmente no tengo nada en contra de
ellos. Pero políticamente, porque estamos hablando de política literaria y científica,
estas personas contribuyen, como se ve en las publicaciones, a aniquilar
progresivamente las condiciones de producción de obras de vanguardia. Si usted
no vende cada año cinco mil ejemplares, usted no existe. Hace diez años, Les
Editions de Minuit , publicaron a Beckett, vendieron trescientos ejemplares y no les
preocupó. Ahora se ha elevado el nivel de exigencia en materia comercial y hay
cosas que uno no logra publicar. En el terreno de las Ciencias Sociales hay
jóvenes investigadores que hacen lo mejor que se hace actualmente en la materia.
Si los que les apoyamos dejáramos de existir no podrían volver a publicar.
Usted ha creado utiles para combatir estas situaciones con gran éxito,
¿conoce otras contribuciones?
Puedo citar a Pierre Carles, un joven director de cine que hizo una película de
mucho éxito sobre la televisión. Bueno, pues tuvo que hacer una colecta para
poder montarla y pasarla en los cines de arte y ensayo. Conozco a grupos de
jóvenes artistas que hacen cooperativas para controlar los medios de difusión. Y
en mi terreno, hemos fundado la pequeña editorial Raisons d´Agir por razones de
censura puesto que eran libros que nadie quería publicar, o porque los periodistas
no les harían ninguna reseña, o porque eran libros con mucho riesgo comercial. En
esta editorial publique mi libro sobre la televisión, y vendimos doscientos mil
ejemplares. El problema del público es que no se le ofrecen productos así. Mi
combate principal, y lo llevo también al terreno político, es dentro de los universos
intelectuales. La lucha no se da en Chiapas, sino en las redacciones de los medios
de comunicación. Parece ridículo decirlo, pero hay mucha lucha de intereses en la
filosofía, en el mundo editorial, en la universidad... Desgraciadamente, los
120
intelectuales tienen también costumbres que provienen de su pasado político
comunista, socialista, etc. Y tienen una definición un poco limitada de la política
porque la convierten en sinónimo de lo que hacen los partidos. Y hay desafíos
políticos todos los días, como el sistema escolar, algo de vital importancia que no
es objeto del debate que merece. Parece más interesante ocuparse de Timor
Oriental. Aranguren era alguien que comprendía esto y libraba luchas intelectuales
de cercanía que eran al mismo tiempo luchas políticas.
121
programas a largo plazo de inversión en materia de ecología, de investigación
científica, transportes..., que incluso generarían mano de obra y reforzarían la
sinergia positiva. También estoy desencantado porque hay fuerzas, pero todo lo
que es transnacional es muy difícil. Los sindicatos son muy nacionales y sus
dirigentes no hablan idiomas. Es preciso que en cada unión sindical haya un
responsable que conozca Francia, otro que conozca Gran Bretaña, otro que
conozca Italia, de manera que cuando se discuta un problema inglés los de los
otros paises sepan de que va. A pesar de todo, dentro de unos días haremos en
Estrasburgo una reunión con escritores como Günter Grass y sindicalistas para
tratar de discutir juntos de manera transnacional. Es un largo proceso que hay que
hacer. La CGT, por ejemplo, era un sindicato muy francés que ahora se está
planteando lo internacional. Pero la construcción de un verdadero sindicato
europeo (Y aún más internacional) es cosa muy difícil. Tal sindicato corre peligro
de ser siempre muy frágil, estando amenazado por fuerzas económicas muy
poderosas y capaces de introducir contradicciones entre los intereses nacionales.
*Entrevista realizada por Pepe Ribas en 1999
PIERRE BOURDIEU
Günter Grass: —En Alemania es más frecuente que los filósofos se reúnan en un
rincón de la sala, los sociólogos en otro y los escritores, muchas veces distantes
entre sí y en la trastienda. Una comunicación como ésta, entre usted y yo, es la
excepción. Cuando pienso en su libro, La miseria del mundo (libro de crónicas
testimoniales coordinado y prologado por Bourdieu), o en mi último libro, Mi siglo,
hay algo que nos reúne en el trabajo: contamos la historia desde abajo, no
122
miramos a la sociedad desde las alturas, con el punto de vista de los vencedores.
Por nuestra profesión, se diría, estamos visiblemente del lado de los perdedores,
de los excluidos de la sociedad. En La miseria del mundo, usted logró dejar de
lado su individualidad para concentrarse en la comprensión, sin dar a entender que
sabía más que el resto: un análisis de las condiciones sociales y de la sociedad
francesa perfectamente aplicable a otros países. Como escritor, esas crónicas me
tientan a utilizarlas como materia prima y me gustaría que existiera un libro así
sobre las condiciones sociales de cada país. Lo único que me sorprendió, tal vez,
forme parte del campo de la sociología: en este tipo de libros no hay humor. Falta
lo cómico del fracaso, lo absurdo se desprende de ciertas confrontaciones.
P.B.: —Es absolutamente cierto. En realidad, nuestra intención era poner frente a
los ojos de los lectores este carácter absurdo en bruto, sin ningún efecto. Una de
las consignas que nos dimos fue la necesidad de evitar hacer literatura. Tal vez le
sorprenda lo que voy a decirle, pero existe la tentación, cuando uno está frente a
dramas como estos, de escribir bien. La consigna era intentar ser todo lo
brutalmente afirmativo que fuera posible, para restituir a estas historias su violencia
superlativa, casi insoportable. Por dos motivos: por cuestiones científicas y
también literarias. Pero también por cuestiones políticas. Pensábamos que la
violencia que actualmente ejerce la política neoliberal implementada en Europa y
América latina, y en muchos países, es tan grande que no se puede mensurar a
través de análisis puramente conceptuales. La crítica no está a la altura de los
efectos que produce esta política.
G.G.: —Usted y yo, los sociólogos y escritores somos hijos de las Luces europeas,
de una tradición actualmente cuestionada en todas partes —por lo menos, en
123
Francia y Alemania—, como si el movimiento europeo de la Ilustración hubiera
fracasado. El humor es uno de ellos. Cándido, de Voltaire, o Jacques el fatalista,
de Diderot, por ejemplo, son libros en los que las condiciones sociales descriptas
son igualmente espantosas. Esto no impide que, aún en el dolor y en el fracaso, se
imponga la capacidad humana de ser cómico y, en este sentido, victorioso.
P.B.: —Sí, pero este sentimiento que tenemos de haber perdido la tradición de las
Luces está vinculado al trastocamiento de la visión del mundo impuesta por el
neoliberalismo, hoy dominante. Pienso que la revolución neoliberal es una
revolución conservadora —en el sentido que se le daba a una revolución
conservadora en la Alemania de los años 30— y una revolución conservadora es
algo muy extraño: es una revolución que restaura el pasado y que se presenta
como progresista, que transforma la regresión en progreso. Aunque quienes
combaten esta regresión tienen el aspecto de ser regresivos. Quienes combaten el
terror tienen el aire de ser terroristas. Es algo que usted y yo tenemos en común:
rápidamente nos tratan de arcaicos, de atrasados, de dinosaurios. Esa es la gran
fuerza de las revoluciones conservadoras, de las restauraciones "progresistas".
Incluso lo que usted dice, en mi opinión, tiene que ver con esta idea. Nos dicen: no
son graciosos. Pero, convengamos, es una época en la que no hay de qué reírse.
G.G.: —Mi intención no era decir que vivíamos en una época graciosa. La risa
infernal, desencadenada por los medios literarios, también es una protesta contra
nuestras condiciones sociales. Lo que hoy se vende como neoliberalismo es un
retorno a los métodos del liberalismo de Manchester del siglo XIX. En los años 70,
en todas partes en Europa, se hizo una tentativa relativamente exitosa de civilizar
al capitalismo. Si parto del principio de que el socialismo y el capitalismo son hijos
fracasados de las Luces, tenían una cierta función de control recíproco. Incluso el
capitalismo estaba sometido a ciertas responsabilidades. En Alemania llamábamos
a eso la economía social del mercado y había un consenso, incluso con el partido
conservador, de que nunca deberían repetirse las condiciones existentes en la
República de Weimar. Este consenso se rompió a comienzos de los años 80.
Hasta los pocos capitalistas responsables que quedan hoy llaman a la prudencia,
porque se dan cuenta de que sus instrumentos pierden el rumbo, que el sistema
neoliberal repite los errores del comunismo creando dogmas, una especie de
reivindicación de infalibilidad.
124
P.B.: —Sí, pero la fuerza de este neoliberalismo es que lo aplican, al menos en
Europa, personas que se dicen socialistas. Al mismo tiempo, el intento de adoptar
una postura crítica hacia la izquierda de los gobiernos socialdemócratas se volvió
extremadamente difícil. En Francia, existió el movimiento de las grandes huelgas
de 1995, que movilizaron a la comunidad de los trabajadores, de los empleados y
también a los intelectuales. Después hubo toda una serie de movimientos: el
movimiento de los desempleados, de los ilegales, etcétera. Hubo una suerte de
agitación permanente que obligó a los socialdemócratas en el poder a fingir un
discurso socialista. Pero en la práctica, este movimiento crítico sigue siendo muy
débil. En mi opinión, uno de los puntos centrales para el plan político es saber
cómo imponer, a escala internacional, una posición a la izquierda de los gobiernos
socialdemócratas capaz de influir verdaderamente. Me planteo el siguiente
interrogante: qué podemos hacer nosotros, los intelectuales, para contribuir a ello.
Creo que tenemos una responsabilidad enorme en la constitución de un
movimiento de este tipo, porque la fuerza de los dominantes no es sólo económica.
También es intelectual. Y es por eso que, en mi opinión, hay que "abrir la boca",
para restaurar la utopía. Porque una de las fuerzas de estos gobiernos
neoliberales es matar la utopía.
125
discurso y resulta muy difícil intentar romper esta unanimidad. Ante todo porque,
en el caso de Francia, más allá de las personalidades consagradas, muy
reconocidas, es difícil acceder al espacio público. Cuando al principio decía que
esperaba que usted "abriera la boca" es porque pienso que la gente consagrada
es la única que, en un sentido, puede romper el círculo.
*El sociólogo Pierre Bourdieu y el premio Nobel 1999 hablaron sin tapujos
sobre el declive de la influencia progresista en los discursos sociales, en
una caracterización que hoy parece más vigente que cuando fue
pronunciada. Traducción de Claudia Martinez.
DESFATALIZAR EL MUNDO
PIERRE BOURDIEU
126
comprender las lógicas prácticas? Si uno se dedica a las matemáticas, no es tan
grave, pero cuando uno se dedica a la sociología o a la antropología, es
problemático: las personas, cuyos comportamientos deben ser analizados,
obedecen a lógicas que la lógica ignora. Tal problema parecía inquietar a muy
poca gente. Tan sólo Bachelard y Cassírer, quienes planteaban, desde
perspectivas muy diferentes, la cuestión de la relación entre las lógicas
académicas, las formas simbólicas académicas —matemáticas, física— y las
formas prácticas de la experiencia ordinaria, pudieron desentrañar tales dudas.
Esa relación, para mí, no era obvia. Yo me sentía particularmente incómodo frente
al consenso de los filósofos sobre la necesidad de poner en suspenso la doxa, la
experiencia común.
127
puede convertirse en principio de lucidez y fuente de intuiciones (que deben ser,
evidentemente, sometidas a un análisis crítico) al ser explicitada y controlada.
128
rechazos se inspiraban, de una manera un poco paradójica, en una suerte de
“aristocratismo” (mis condiscípulos me parecían con frecuencia tan ingenuos): eso
podía conducirme a elecciones —la de los filósofos menospreciados, como Hume,
o relativamente secundarios, en ese entonces, como Leibniz— que iban en
contravía de las elecciones usuales del aristocratismo escolar. Un poco, como en
un campo completamente distinto, el rugby, que practiqué hasta mi ingreso a la
Escuela Normal. Todo eso hacía parte de mis distancias. En filosofía, era Hume,
pero también, más que Heidegger, Husserl, Erfarhung und Urteil, que leía
aplicadamente en el original —en Meditaciones Pascalianas utilicé traducciones
que realicé entonces—. Como la tendencia estaba del lado de una fenomenología
blanda, me metí con lo más duro: historia de las ciencias, filosofía de las ciencias,
etc. Conmigo había otros que reaccionaban del mismo modo.
129
S.B.: Volviendo a sus años de formación, usted había, creo, iniciado un
trabajo sobre la fenomenología de la vida afectiva, ¿de qué se trataba?
PB.: Pretendía, por razones que no eran del todo intelectuales, hacer algo que me
permitiera conciliar aquello que la fenomenología rigurosa puede aportar, sobre
todo en lo que tiene que ver con el modo práctico de establecer una relación con el
mundo, con el opuesto absoluto del campo filosófico por esos días, me refiero a la
historia de las ciencias, la filosofía de las ciencias, etc. Fue cuando fui a ver a
Canguilhem. Él había proyectado, para mí, una carrera como la suya: debía ir a
enseñar filosofía a la Khâgne del liceo Pierre-Fermat de Toulouse, donde él mismo
había enseñado en el pasado, mientras realizaba estudios de medicina, como los
que él había hecho. Tomé otro camino. Decidí quedarme en Argel para adelantar
mi investigación —lo que provocó una crisis (provisoria) en mí relación con
Canguilhem.
130
planteado por la tradición fenomenológica), pero de manera casi experimental,
tomando por objeto esa relación y la diferencia que la separa de la visión científica,
a la cual se llega a través del análisis (en especíal el estadístico). Creo que logré
un avance significativo en el control de mi pasado y de mi inconsciente social: esa
investigación, que me permitió mirar de cerca a los campesinos berneses, quienes
me resultaban familiares sin dejar de ser exóticos —tal y como había aprendido a
observar a los campesinos de Cabilia, que me eran extranjeros-, me condujo a
aplicarles la mirada etnológica, mirada de objetivación, pero también de
comprensión respetuosa, sobre todo hacia aquello que el sistema escolar me
había enseñado a despreciar. En contraposición, pude comprender mejor, creo, lo
que hice en Argelia y teorizarlo.
131
conductas económicas en el medio urbano; una investigación argelina (doscientas
monografías de familia) sobre la economía doméstica (también en el medio
urbano); y finalmente mi trabajo sobre las transformaciones de la sociedad
campesina argelina determinadas, por la guerra y los desplazamientos de
población efectuados por el ejército francés (lo cual produjo Le déracinement). Me
respondió: “Eso no es digno de usted”. Fue muy sincero, muy gentil y muy
generoso —esperaba de mí una gran construcción teórica, que había esbozado ya
en otra parte, y a propósito de la cual habíamos discutido en repetidas ocasiones.
Pero fue también violencia simbólica de la peor clase, esa que se ejerce sin
saberlo, porque se padece en el momento mismo en que se ejerce. Sin embargo,
nadie como él me otorgó tanto reconocimiento, que es tan importante para un
investigador en sus comienzos. Esto ocurrió en el momento en que se realizaban
los ingresos y los exámenes. Decidí entonces que nunca haría la tesis. Y cumplí la
promesa. Me siento muy contento: no sólo por haber hecho la carrera universitaria
sin haber hecho esa concesión -en muchas ocasiones recordé la frase de Kafka:
“No te presentes ante un tribunal cuyo veredicto no reconoces”— sino también
porque conozco los efectos que produce la tesis, contra los cuales intento proteger
a aquellas personas cuyo trabajo dirijo: falsa erudición, trabajo inútil, problemas
académicos, etc.
S.B.: Decía que había llegado a pensar que las leyendas negativas que lo
rodean se habían originado en su obra y particularmente en el análisis de los
poderes, en especial los de tipo cultural. Contrario a lo que se escucha, por
aquí y por allá, sobre el “Bourdieu mandarín”, lo que resulta más
sorprendente al leer sus libros es el placer con el que usted analiza y
cuestiona la institución; lo cual sucede incluso en la introducción de su
último libro, donde afirma que envidia, con la distancia conveniente, la
libertad de los artistas y los escritores.
PB.: Pienso, por ejemplo, en las páginas de Thomas Bernhard sobre Heidegger.
Es magnífico. Dice tanto, con sus medios, como en un largo análisis. Muchas
veces lamenté el hecho de no contar con un instrumento como el teatro para
comunicar las adquisiciones de la sociología, y el estar constreñido por el decoro
académico. Elfriede Jelinek, en Le pays des nuées, hace un collage de citas de
filósofos, mezcladas con fragmentos de plegables turísticos: habría que hacer algo
similar con lo que Louis Pinto llama las sociologías de lo cotidiano —Lefebvre,
Barthes, Baudrillard, Lipowetsky, Yonnet, etc.—, quienes halagan su ego, y el
132
nuestro, en ocasiones, denunciando los 777 hábitos de consumo popular. El
análisis disuade y desestimula a menudo a quienes más interesados deberían
estar en practicarlo. Más aún, cuando hay un montón de gente diciéndoles que el
trabajo del sociólogo es aburrido, abstracto, etc. A menudo, en nombre del ideal de
la trasgresión —cuyos defensores pasan su tiempo en los talk-shows de televisión
— o en nombre de una mística blanchotiana o heideggeroholderliana del silencio
extasiado. Mientras que gente como Gombrowicz, Hrabal, Bernhard, Jelinek y
tantos otros, o en el campo de las artes plásticas, Gasiorowski, Boltanski,
Messager, Saytour, Devautour, etc., para citar tan sólo franceses, instauran en el
centro mismo del universo artístico, valores de ironía, irrisión, subversión, crítica de
las evidencias y las apariencias, en síntesis de bien-pensants, que se encuentran
muy cerca de la sociología tal y como la concibo.
133
y el consumo de las obras literarias o artísticas a un mero odio del arte, de la
literatura o de la filosofía, que, para colmo, todo desmiente. Quienes lo duden,
pueden consultar la revista Líber, donde tratamos de defender todas las
búsquedas vanguardistas, en arte, literatura, filosofía y ciencias sociales, al tiempo
que intentamos abolir las fronteras de casta que separan dichas disciplinas o
dichos géneros, al menos en Francia.
SB.: Entonces, en lugar de reducir, de lo cual se les acusa con frecuencia, las
ciencias sociales, pueden, por el contrario, restituir toda la riqueza de un
punto de vista particular.
PB.: La academia, como la iglesia, según Max Weber, “rutíniza”, reduce lo
extraordinario a lo ordinario y lo extra cotidiano a lo cotidiano. Los textos
Baudelaire son, a menudo, de una violencia terrible (doy varios ejemplos Las
Meditations pascalíennes), que escapa al lector de hoy porque es incapaz de darle
vigencia al universo en el cual son efectivas.
134
S.B.: En materia política, las ciencias sociales en general —y su sociología
en particular— adolecen de los mismos problemas de recepción que el arte.
Sus trabajos sobre la política, vistas en ocasiones como desencantadores,
pueden incluso —y es esta una crítica que puede hacérsele— producir un
efecto desmovilizador.
P.B.: En efecto, la sociología produce, con frecuencia, creo, efectos de “revelación”
o de licitud: quienes están dominados simbólicamente, las mujeres, las personas
de origen humilde, los provincianos, los miembros de grupos estigmatizados, etc.,
se sienten autorizados a pensar y a expresar cosas hasta ese momento
impensables o inexpresables; sienten que su existencia está un poco más
justificada —he dado instrumentos para contrarrestar los efectos de la violencia
simbólica ejercida por cierto número de instituciones, sin olvidar el arte mismo.
135
no al Sr. Shweízer, otrora director del despacho de Laurent Fabius). Podría
multiplicar los ejemplos de mis intervenciones, percibidas a menudo como
intempestivas —desde la firma a favor de la candidatura de Coluche, cuando se
preparaba el irresistible ascenso de Miterrand, hasta la publicación de La miseria
del mundo, balance de catorce años de “socialismo”. Todo esto me otorgó la
reputación de aguafiestas. Pero el cambio que usted sitúa en los años ochenta se
explica también por otros factores. Al final de mi lección inaugural en el Colegio de
Francia, afirmé que el poder simbólico (el que confiere, por ejemplo, la
consagración académica) podía ser utilizado para combatir el poder simbólico.
Quizás el ingreso al Colegio de Francia me convenció de que contaba ya con
suficiente poder simbólico para luchar eficazmente contra los abusos del poder
simbólico —siempre lo había hecho en mis escritos— y que, al mismo tiempo,
tenía la responsabilidad de utilizar ese poder con la mayor eficacia posible.
¿Cómo? Interviniendo en la vida pública directamente para tratar de interpretar el
papel de analizador-catalizador. Fue lo que hice, particularmente, en diciembre de
1995, en la Gare de Lyon, o en mí texto reciente sobre la televisión, en mí
participación en los movimientos para la defensa de los derechos de los
extranjeros o en los grupos de reflexión, como el Areser (Asociación de Reflexión
sobre la Enseñanza Superior y la Investigación), que tienen como meta analizar y
dinamizar el sistema de enseñanza; o aun en empresas como Raison d’Agir
(nacional e internacional), que pretende fundar sobre análisis científicos,
propuestas constructivas de cambio social.
136
razón, de lo universal, que se ejerce de manera prioritaria en el orden simbólico.
Durante mucho tiempo pensé que mi trabajo político era mi escritura, mis trabajos
sobre la escuela, los museos, etc. He llegado a pensar que puede hacerse mucho
más. Por lo menos pueden combatirse las contribuciones que los mecanismos de
reproducción de orden simbólico hacen al mantenimiento del orden establecido.
También puede irse más allá de los campos de producción cultural y cuestionar los
fundamentos mismos de los mecanismos económicos.
137
importantes?
PB.: De hecho, una acción simbólica eficaz no puede estar a cargo de una sola
persona: el tiempo de los profetas solitarios y algo irresponsables ya ha terminado.
La idea es producir colectivamente, reuniendo los esfuerzos de todos los
especialistas competentes en análisis al mismo tiempo rigurosos y accesibles —sin
pretender con ello hacer de la ciencia el fundamento exclusivo y absoluto de la
política. Lo siguiente sería, y no es exactamente lo más sencillo, encontrar los
medios más eficaces para difundirlos. Los periódicos y los periodistas buscan
“firmas”; es decir, nombres reconocidos. No les gusta ni el anonimato ni la
impersonalidad de las siglas. Siempre tenemos todas las dificultades del mundo
para lograr publicar los análisis y las propuestas del Areser, mientras que existen
intervenciones innecesarias que encuentran un lugar entre las páginas de
Panorama del diario Le Monde (El mundo) y entre los “rebotes” del diario
Libération. Esto nos llevó a crear la pequeña editorial Raison d’agir (Razones para
actuar). Ahora bien, como ya lo mostró Patríck Champagne, para acceder al
espacio público hay que pasar por los filtros de los medios, convertidos en unos
verdaderos gate-keepers (guardianes), para no decir censuradores. Desearía que
se creara un movimiento periodístico cívico y crítico, que reuniera a todos aquellos
que, incluso en el interior del campo periodístico, soportan pacientemente las
censuras del dinero y el poder, mediatizadas por las consignas de los pequeños
jefes, y que desaparecen para bien de algunos trabajos de primera, bien pagados
y bien dóciles. A través de la concertación y colaboración con ellos, los
investigadores podrían contraponerse a los efectos de la despolitización que
producen los medios y proponer acciones capaces de limitar la tiranía de las
fuerzas económicas.
138
llamamos deterministas, las que recuerdan a los estudiantes que no existe
ninguna fatalidad histórica.
PB.: Siempre ha sido así. Los “semi-hábiles” son personas muy peligrosas. La
gente que toma partido a favor de M. Tietmayer y sus semejantes en los debates
sobre política económica, están tan convencidos, y en ocasiones son tan
convincentes, que jamás han descubierto la traición oculta en los conceptos
científicos, que se creen autorizados en denunciar —bien en calidad de
revanchistas arcaicos, o bien como utopistas írrealistas, según el momento— a
quienes se sublevan contra la ley de bronce de los “mercados financieros”.
Intentan excluir la posibilidad misma de una acción colectiva orientada en contra
de las tendencias económicas consideradas fatales.
139
RIESGOS DE LA TELEVISIÓN
PIERRE BOURDIEU
140
objetividad, por no hablar de su arrogancia insoportable...) El que pierde dos
puntos de rating se queda afuera. Esta violencia que pesa sobre la televisión
contamina todo el campo de los medios. Se transmite incluso a los espacios
intelectuales, científicos, artísticos, que estaban construidos en base al desprecio
del dinero y a una indiferencia relativa a la consagración masiva. ¿Se imaginan a
Mallarmé esperando ser reconocido en las calles y aplaudido en los meetings? Y
sin embargo, esos pequeños universos, como la literatura o las ciencias, en las
cuales se podía vivir como un desconocido y en la pobreza con la condición de ser
estimado por algunos y hacer cosas dignas de realizarse, están actualmente bajo
amenaza.
- Usted describió los campos del arte y de la ciencia como universos que
poco a poco van elaborando reglas. ¿Cómo puede ser que el periodismo no
haya podido encontrar las suyas? -
En el universo científico, en efecto, hay mecanismos sociales que obligan a los
sabios a comportarse moralmente, sean ellos "morales" o no. El biólogo que
acepta dinero de un laboratorio para escribir una publicación sin ningún valor... Hay
una justicia inmanente. Aquel que transgrede ciertas prohibiciones pierde. Se
autoexcluye, se desacredita. Mientras que, en el campo del periodismo, ¿dónde
puede localizarse un sistema de sanciones y recompensas? ¿Cómo va a
manifestarse la estima hacia el periodista que cumple bien con su trabajo?
141
- Seguramente alguien lo acusará de querer un sistema dirigista, un comité
central de los medios...-
Lo sé. Pero es todo lo contrario. La autonomía que predico ensancha la diferencia.
Y es la dependencia la que genera uniformidad. Si las tres revistas francesas
-L'Express, Le Point y Le Nouvel Observateur- tienden a ser intercambiables es
porque están sometidas aproximadamente a las mismas coacciones, a las mismas
encuestas, a los mismos anunciantes, que los periodistas se pasan unos a otros, y
se roban entre sí temas o tapas. Cuando en realidad, si ganaran mayor autonomía
respecto de los anunciantes -y de su propio ranking, la cantidad de ejemplares
vendidos-, respecto de la televisión, que impone los temas importantes, se
diferenciarían enseguida. Para limitar los efectos funestos de la competencia,
llegué a sugerir, por ejemplo, que los periódicos crearan instancias comunes,
análogas a las que se conforman en casos extremos -como en los raptos de
niños-, cuando todos se ponen de acuerdo para hacer el black-out de la
información. En estos casos extremos, los medios dejan a un lado sus intereses
competitivos para salvar una suerte de ética común. Para otros temas que sólo se
tratan porque otros lo hacen podríamos imaginar una especie de moratoria. En el
caso de los libros, el fenómeno es asombroso. Muchos periodistas culturales están
obligados a hablar de libros que desprecian, únicamente porque los demás los
mencionaron, lo cual contribuye bastante al éxito irresistible de libros
lamentables...
- Frente a estos medios que le disgustan, usted parece adoptar una actitud
que puede criticarse: la del desdén. ¿Por qué? -
Una actitud de repliegue, más bien. Pero no es mía exclusivamente. No conozco a
ningún gran sabio, ni gran artista, ni gran escritor que no sufra en su relación con
los medios. Es un verdadero problema, porque los ciudadanos tienen derecho a
escuchar a los mejores. Sin embargo, los mecanismos de invitación y de exclusión
hacen que los telespectadores se encuentren casi sistemáticamente privados de lo
mejor.
*En este fragmento del diálogo que François Granon mantuvo con Pierre
Bourdieu, publicado en la revista Télérama, el sociólogo francés se refiere a
la peligrosa influencia que la televisión tiene sobre los otros medios y sobre
la práctica del periodismo
142
LOS INTELECTUALES DE HOY
PIERRE BOURDIEU
—Situar a los intelectuales es, para usted, recordar que ellos pertenecen a la
clase dominante, y extraen lucros de su posición, aunque no sean
estrictamente económicos.
—Contra la ilusión del “Intelectual sin lazos ni raíces”, o de clasificar lo
inclasificable, que es de cierto modo la ideología profesional de los intelectuales,
recuerdo que los intelectuales son, en cuanto detentores del capital cultural, una
fracción (dominada) de la clase dominante, y que muchas de sus tomas de
posición, en materia de política por ejemplo, se deben a la ambigüedad de su
posición de dominados entre los dominantes. Recuerdo también que, pertenecer al
campo intelectual implica intereses específicos, tanto en París como en Moscú,
puestos académicos o contratos de edición de informes o posiciones en la
Universidad, pero también señales de reconocimiento y gratificaciones, muchas
veces imperceptibles para quien no es miembro de ese universo, pero por los
143
cuales se posibilitan todo tipo de constreñimientos y censuras sutiles.
—¿Y usted cree que una sociología de los intelectuales ofrece libertad a los
intelectuales en relación a los determinismos que se imponen a ellos?
—Ello ofrece al menos la posibilidad de una libertad. Los que dan la impresión de
dominar su época, son muchas veces dominados por ella y desaparecen con ella.
La sociología da una oportunidad de romper ese encanto, de denunciar la relación
de poseedor—poseído, que encadena a su tiempo a aquellos que están siempre
en evidencia, al gusto de la moda. Hay algo de patético en la docilidad con la cual
los "intelectuales libres" se apresuran en adaptar sus disertaciones a los temas
obligatorios del momento, como son hoy el deseo, el cuerpo, o la seducción. Y
nada es más fúnebre que la lectura 20 años después, de esos ejercicios impuestos
de concurso que son reunidos, en un conjunto perfecto, en números especiales en
las grandes revistas "intelectuales"...
—¿Se podría replicar que esos intelectuales tienen por lo menos el mérito de
vivir afinados con su época?...
—Sí, si vivir afinados con su época es dejarse llevar por la corriente de la historia
intelectual, flotar al gusto de las modas. No, si lo que es propio al intelectual no es
"saber lo que debe pensar" sobre todo lo que la moda y sus agentes designan
como digno de ser pensado, pero sin intentar descubrir todo lo que la historia y la
lógica del campo intelectual les impone pensar, en un cierto momento, con la
ilusión de la libertad. Ningún intelectual se zambulle más en la historia, en el
presente, que el sociólogo que practica su oficio (aquello que, para los otros
intelectuales, es objeto de un interés facultativo, exterior al trabajo profesional de
filósofo, de filólogo o de historiador, es para él, el objeto principal, primordial, hasta
exclusivo). Pero su ambición es extraer del presente leyes que le permitan
dominarlo, separarse de él.
—¿Pero esa mención a los determinismos sociales que pesan sobre los
intelectuales no lleva a descalificar a los intelectuales y a desacreditar su
producción?
—Creo que el intelectual tiene el privilegio de estar situado en condiciones que le
permiten trabajar para conocer sus determinaciones genéricas y específicas. Y, de
ese modo, librarse de ellas (por lo menos parcialmente) y ofrecer, a los otros,
medios de liberación. La crítica de los intelectuales, si es que hay crítica, es el
144
inverso de una exigencia, de una espera. Me parece que es bajo la condición de
que conozca y domine lo que lo determina que el intelectual puede cumplir la
función que muchas veces se atribuye de manera puramente usurpadora. Los
intelectuales que se escandalizan con la simple intención de clasificar este
inclasificable muestran de ese modo cuán distantes están de la conciencia de su
verdad y de la libertad que ella podría darles. El privilegio del sociólogo, si es que
existe, no es el de planear por sobre aquello que clasifica, pero sí el de saberse
clasificado y de saber más o menos donde él se sitúa en las clasificaciones.
Insertar al sujeto de la ciencia en la historia y en la sociedad, no es condenarse al
relativismo; es crear las condiciones de un conocimiento crítico de los límites del
conocimiento, que es la condición del verdadero conocimiento.
145
vulgarización semimundana o a la del olvido.
—Usted denuncia una filosofía fantaseosa de la historia. Pero, ¿será que sus
análisis no olvidan la historia, como a veces dicen sus críticos?
—En verdad, yo me esfuerzo por demostrar que lo que se llama "social" es del
principio al fin, historia. La historia está inscripta en las cosas, o sea en las
instituciones (las máquinas, los instrumentos, el derecho, las teorías científicas,
etc.) y también en los cuerpos. Todo mi esfuerzo tiende a descubrir la historia
dónde ella se esconde mejor: en los cerebros y en los pliegues del cuerpo. El
inconsciente es historia. Es también el caso, por ejemplo, de las categorías de
pensamiento y de percepción que aplicamos espontáneamente al mundo social.
146
clase—). Esos "habitus", especies de programas (en el sentido de la informática)
históricamente montados, están, en cierta manera, en el principio de la eficacia de
los estímulos que los desencadenan, una vez que esas estimulaciones
convencionales y condicionales sólo pueden ejercer sobre organismos dispuestos
a percibirlos.
—¿Esa situación de estar fuera de línea, usted dice sentirla muchas veces?
—De las personas sociológicamente improbables se dice muchas veces que son
"inviables"... La mayoría de las preguntas que yo hago, principalmente a los
147
intelectuales, que tienen tantas preguntas y, en el fondo, tan pocas preguntas, sin
duda están enraizadas en el sentimiento de ser un "extranjero" en el mundo
intelectual. Cuestiono ese mundo porque él me pone en cuestión y de un modo
muy profundo que va mucho más allá del simple sentimiento de exclusión social:
no me siento nunca plenamente justificado por ser un intelectual, no me siento "en
casa" tengo la sensación de tener que rendir cuentas —¿a quién?: no sé— de lo
que me parece ser un privilegio injustificable. Esa experiencia que creo reconocer
en muchos estigmatizados sociales (por ejemplo en Kafka), no predispone a la
simpatía por todos aquellos —y no son menos numerosos entre los intelectuales
que en cualquier otro medio— que se sienten perfectamente justificados por existir
como existen. La sociología más elemental, de la sociología certifica que las
mayores contribuciones a la ciencia social se deben a hombres que no se sentían
como peces dentro del agua en el mundo social tal como éste es.
148
Descartes, "aumenta su dolor". Y el optimismo espontaneísta de los sociólogos de
la libertad muchas veces no es más que un efecto de la ignorancia. La ciencia
social destruye muchos engaños pero también muchas ilusiones. Sin embargo,
dudo que exista otra libertad real amén de aquello que el conocimiento de la
necesidad torna posible. La ciencia social no cumpliría mal su contrato si pudiera
erguirse al mismo tiempo contra el voluntarismo irresponsable y contra el
cientificismo fatalista; si ella pudiera contribuir, por menos que fuese, para definir el
"utopismo racional" capaz de echar mano del conocimiento de lo probable para
provocar el advenimiento de lo posible.
Entrevista realizada por Didiere Eribon.
4 de mayo de 1980.
Traducción: María Cecilia Maggi
LA TRANGRESION GAY
PIERRE BOURDIEU
149
En ocasión de la salida de su libro más reciente, La dominación masculina, el
sociólogo Pierre Bourdieu concedió a un semanario francés una larga entrevista
en cinco partes, una de las cuales aborda el tema de la homosexualidad. En ella
revisa de manera perspicaz los mitos que sustentan y buscan legitimar la
discriminación sexual, la cuestión polémica del reconocimiento de las parejas de
hecho, y propone una estrategia para integrar la lucha de las "minorías" a un
combate social más amplio.
150
No existe sin embargo otra normalización que la del reconocimiento por parte del
estado. Un hombre muy culto, sin un reconocimiento escolar, siempre se verá
cuestionado en su cultura. De igual modo, a una pareja homosexual en unión libre
no se le reconocen socialmente, con plenitud, los derechos elementales
(protección social, derecho de sucesión, etcétera) que le corresponden. Como el
matrimonio es esa cosa sagrada que conocemos, investida de valores simbólicos
extremadamente vigorosos, el hecho de reclamar, en tanto homosexual, el derecho
a la unión pública oficialmente reconocida, jurídicamente sancionada, dinamita
todas las representaciones.
151
a ocupar lugares simbólicos como la Escuela Normal Superior.
-¿Y aún más que la marcha del orgullo gay, lo subversivo para los
homosexuales sería participar en los movimientos sociales?
Exacto. La marcha del orgullo gay es subversiva en un orden simbólico puro. Pero
eso no basta. Los gays y los desempleados, por ejemplo, no se comunican con
facilidad entre sí. El movimiento gay se organiza en torno de demandas que se
consideran privadas, y esto le parece sospechoso a una tradición sindical que se
construye en contra de lo particular, de la esfera personal, de ese territorio privado
del cual justamente intentan desprender al militante.
Notas:
1 Sistema de organización social y política que reconoce la existencia de comunidades étnicas,
religiosas o sexuales con derechos específicos, lo cual contradice en principio la definición de
un ciudadano abstracto sobre la cual se funda la república francesa.
2 Act up (Action to Unleash Power, acción para desatar el poder). Movimiento radical de origen
neoyorkino, cuya variante francesa se ocupa también de los derechos y demandas de las
minorías sexuales y en particular de las personas seropositivas.
PIERRE BOURDIEU
152
ocurrió. O sea que no fui el culpable de la mala suerte. Naturalmente creo en las
excepciones, pero me interesa atisbar cómo serán las tendencias futuras.
153
fuerzas de protesta hoy son débiles.
¿Por qué?
–Un ejemplo: los jóvenes entran más fácilmente en las nuevas formas de trabajo.
¿Aumenta?
–Un amigo mío hizo un estudio sobre la distancia entre el hogar y el empleo en
Normandía. Descubrió que a medida que pasaban los años los obreros vivían más
lejos del trabajo. Y quizás esto sea deliberado.
¿Deliberado?
–Tal vez estemos en presencia de nuevas formas de gestión para cambiar el
sistema de trabajo y hacer más difícil cualquier tipo de resistencia.
154
Pero el tipo de resistencia también cambia.
–Sí. Las nuevas formas de resistencia son discontinuas, aunque en su favor hay
que decir que tienen, eso sí, un gran efecto simbólico.
¿A los ultraizquierdistas?
–Más bien a los anarcosindicalistas. Pero en la propia CGT existe una tradición
anarcosindicalista.
Estos movimientos, ¿pueden compararse con los del Mayo Francés de 1968?
–Los actuales tienen más raíces sociales, y esgrimen reivindicaciones olvidadas,
en parte, por los partidos socialdemócratas, cosa que naturalmente, inquieta al
gobierno socialista. También sus métodos son nuevos: las acciones son cada vez
más espectaculares, los protagonistas suelen tener más instrucción que los de los
sindicatos tradicionales y emplean un compromiso físico cada vez mayor.
¿Tienen futuro?
–La unificación de los movimientos es difícil e improbable, pero debo decir que
avanza más rápido de lo que yo mismo pensaba. Y es porque hay elementos
concretos contra los que protestar. Pongamos el caso de los artistas. La cultura y
la salud están amenazadas, y experimentarán a largo plazo consecuencias hoy
invisibles de medidas visibles. Lo mismo pasa con la agricultura y la biotecnología.
155
pareciéndose.
¿Por qué un francés debería preocuparse tanto como usted de conservar las
diferencias entre Borgoña y Bordeaux?
–Porque en la diferencia está el gusto. A más diferencia, más gusto. ¿Acaso a
alguien le gusta comer un solo tipo de manzana?
156
discurso dominante no dice nunca lo que yo digo. Algunos me acusan de
parcialidad. Es una paradoja que sea yo el que suene parcial. Claro, quedo como
un excéntrico porque el otro discurso aparece como universal. No sólo soy
excéntrico, según ese criterio. También bizarro. Y exagerado.
¿No hay, al mismo tiempo, un acceso cada vez más masivo a la cultura?
–Sí, pero sólo en apariencia. Todo está amenazado por el proceso de
concentración económica.
Usted investigó mucho sobre educación, según comentó antes. ¿También allí
se registra el mismo proceso?
–El número de escolarizados aumentó y eso tuvo consecuencias profundas, no
buscadas, en todos los ámbitos. Cuando Francia y Alemania se sintieron al borde
157
de la explosión de alumnos, en lugar de inventar nuevas formas educativas solo se
preocuparon de bajar costos y exigencias. De ese modo empezó a haber, y la
tendencia parece profundizarse, dos velocidades educativas.
¿Y no es fatal?
–No. Con las constataciones ocurre que uno puede quedarse en ellas o puede
tomarlas como punto de partida para implementar una política distinta. O se
refuerza la tendencia social, o se la combate. Está muy bien saber inglés, pero,
¿en este mundo todos tendremos que jugar al golf y al criquet?
PIERRE BOURDIEU
-A menudo se dice que una mujer que obtiene un cargo de importancia tiene
que ofrecer mayores pruebas de excelencia que un hombre, como si debiera
compensar con mil cualidades algún defecto.
En efecto, las mujeres que acceden a cargos de poder son "sobre-seleccionadas",
se le piden más distinciones profesionales a una mujer que a un hombre para un
cargo de dirección ejecutiva. También se les da mayores prestaciones sociales al
158
inicio para no tener que acumular las desventajas. Así, casi necesariamente, ellas
están más calificadas que los hombres que ocupan puestos similares, y su origen
es más burgués. Lo mismo sucede con los ministros. Esto no deja además de
plantear problemas en el debate sobre la paridad en política, pues se corre el
riesgo de remplazar a hombres burgueses por mujeres todavía más burguesas. No
se hace lo necesario para que esto cambie realmente: por ejemplo, un trabajo
sistemático, sobre todo en las escuelas, para dotar a las mujeres de instrumentos
de acceso a la palabra pública, a los puestos de mando. Sin ello, tendremos los
mismos dirigentes políticos con sólo una diferencia de género.
159
doméstico deben pagarse con sacrificios en el espacio público, en la profesión, en
el trabajo, y al revés. Si hacemos economía del análisis de esta articulación entre
los dos espacios, nos condenamos a sólo tener reivindicaciones parciales, las
cuales pueden conducir a medidas en apariencia revolucionarias y que en realidad
son conservadoras. Todos los movimientos de dominados -la descolonización, los
movimientos sociales- a menudo han obtenido así beneficios, pero con efectos
perversos.
-¿Es lo mismo ser femenina para una mujer ejecutiva que para una
secretaria?
No, para nada. Los límites están ligados a la función. La directora ejecutiva debe
ser mucho menos femenina que la secretaria, o más bien, debe serlo de manera
muy distinta. Femenina, pero no demasiado, debe afirmar su autoridad
conservando su feminidad, sometiéndose por ejemplo a las obligaciones de
160
vestimenta a las que también los hombres se someten (cortes rígidos, colores
sobrios), pero con una ligera sospecha de los detalles femeninos (la falda, el
maquillaje tenue, la joya discreta, etcétera). Y como la sumisión se inscribe de
modo muy profundo en el rol femenino, particularmente en lo sexual, la sumisión
profesional que se le exige a la secretaria no plantea ningún problema. A menudo
ésta se acompaña incluso de una sumisión inconsciente más completa, de la
espera de una relación casi amorosa (o maternal).
161
más de lo que muestra. ¡Hubo una época en que bastaba vislumbrar un tobillo!...
-Usted menciona a una mujer que dice: "Mi madre jamás me dijo que no
abriera las piernas"; y sin embargo, ya ella sabía que "para una joven" no era
conveniente hacerlo. ¿De qué manera se reproducen las disposiciones
corporales?
Las conminaciones en materia de buena conducta son particularmente poderosas
porque se dirigen en primer lugar al cuerpo sin pasar necesariamente por el
lenguaje o por la conciencia. Las mujeres saben sin saberlo que al adoptar tal o
cual comportamiento, tal o cual vestimenta, se exponen a ser percibidas de tal o
cual manera. Hoy, el gran problema de las relaciones entre los sexos es que
existen contrasentidos, en particular de parte de los hombres, sobre lo que
significa la vestimenta femenina. Muchos de los estudios consagrados a asuntos
de violación han mostrado que los hombres ven como provocaciones actitudes que
de hecho están conformes a una moda en la vestimenta. Muy a menudo las
mujeres mismas condenan a las mujeres violadas con el pretexto de que ellas "se
lo buscaron". Añádase a eso la parte judicial, la mirada de los policías, y luego la
de los jueces, muy a menudo hombres... Se entiende que las mujeres vacilen en
levantar una demanda por violación o por acoso sexual...
162
situación al reivindicar el look natural, que como el black is beautiful, consiste en
poner de cabeza la imagen dominante. Esto se percibe por supuesto como una
agresión y suscita sarcasmos del tipo "las feministas son feas, todas son gordas"…
-Habrá que pensar que en aspectos tan esenciales como la relación de las
mujeres con sus cuerpos, el movimiento feminista no ha triunfado...
Porque no ha llevado el análisis lo suficientemente lejos. No ha medido bien el
ascetismo y las disciplinas que impone a las mujeres esta visión masculina del
mundo por la cual navegamos todos y a la que no cuestionan lo suficiente los
señalamientos generales al "patriarcado". En La distinción mostré que las mujeres
de la pequeña burguesía, sobre todo cuando pertenecen a las profesiones de
"representación", invierten mucho tiempo y dinero en cuidados corporales. Estos
estudios muestran que las mujeres están, por lo general, muy poco satisfechas con
sus cuerpos. Cuando se les pregunta qué partes les gustan menos, son siempre
aquellas que les parecen demasiado "grandes" o demasiado "gordas"; los
hombres, por el contrario, se muestran insatisfechos con las partes de su cuerpo
que consideran demasiado "pequeñas". Y es que todo mundo da por sentado que
lo masculino es grande y lo femenino pequeño y delicado. Si a esto añadimos los
cánones, cada vez más estrictos, de la moda y de las dietas, comprenderemos
entonces cómo el espejo y la báscula han substituido, para las mujeres, al altar y al
reclinatorio.
LIBRE CAMBIO
PIERRE BOURDIEU
Pierre Bourdieu: Usted se ha referido a los intelectuales que, para huir del
desencanto frente al hundimiento de los regímenes digamos socialistas (y ésta es
una hipótesis optimista: hay también una ambición de poder que busca ejercer por
163
otros medios la influencia que no se puede ejercer por las solas armas
intelectuales), se han pasado a la gestión. Desde los años 60, ciertos intelectuales
-sobre todo sociólogos y economistas influidos por el modelo americano- han
exaltado la figura del experto responsable o del tecnócrata gestor contra la imagen
hasta entonces dominante -particularmente con Sartre- del intelectual crítico.
Sorprendentemente, es sin duda la llegada al poder de los socialistas la que le
otorga a esta figura su baza decisiva. El poder socialista ha suscitado sus
pequeños intelectuales de corte que, de coloquio en comisión, han ocupado el
primer plano de la escena, ocultando -si es que no combatiendo- el trabajo de
aquellos que han continuado resistiendo en sus búsquedas en todos los órdenes.
Hans Haacke: Puede que haya ahí un conflicto irresoluble. Ningún organismo, y
seguramente ni siquiera una sociedad compleja como la nuestra, puede existir sin
un dispositivo gestor. No dudo en absoluto que ganamos con la presencia de
intelectuales en los órganos de gestión. Pero también tengo claro que el objetivo
de la gestión es sobre todo asegurar el funcionamiento antes que la reflexión o la
crítica. Son responsabilidades contradictorias. Conozco, porque lo he observado
personalmente, el cambio radical -seguramente inevitable- que sufren los
personajes del mundo del arte cuando se pasan de la crítica a la gestión de las
instituciones o la organización de exposiciones.
164
Hans Haacke: A título de anécdota: en el Museo Busch-Reisinger de la
Universidad de Harvard, un museo que se especializa en arte alemán, hay hoy por
hoy un \"curator Daimler-Benz\". Es un conservador que ocupa un puesto pagado
por Mercedes. Simplemente, es impensable que ese museo llegue un día a
presentar mi trabajo.
Hans Haacke: En los Estados Unidos hay una tradición muy distinta, toda vez que
todas las instituciones culturales son privadas y dependen de la generosidad de los
patronos y, más recientemente, de los sponsors. Lo que resulta escalofriante es
que en Europa se comienza a aplicar el modelo americano. Las instituciones que
se han liberado de su servidumbre al príncipe y la iglesia se colocan más y más
cada vez bajo el control de las empresas privadas. Esas empresas están obligadas
a tener en cuenta los intereses de su accionariado, es su razón de ser. La
privatización de hecho de las instituciones culturales tiene entonces un coste
terrible. En la práctica, la res-publica, lo público, desaparece. Incluso aunque los
sponsors sólo financien una parte del programa, en la práctica lo condicionan por
entero. Philip M. de Montebello, experto en estos temas, ha llegado a admitir
que \"es una forma inherente de censura, insidiosa y oculta\"(1). Es difícil
restablecer la situación una vez que el estado ha abdicado y las instituciones se
convierten en dependientes, en el sentido más fuerte, de sus sponsors. Mientras
que, a fin de cuentas y a nivel de presupuesto nacional, los contribuyentes
165
continúan pagando la factura, las instituciones, cada una en su sector, no ven más
que la reducción resultante. Cada vez más, se acostumbran a imponer limitaciones
de contenido a sus programas. La gestión lo impone. De hecho, el patrón de
Cartier nos ha advertido implícitamente que el entusiasmo de los sponsors no está
garantizado eternamente. En una entrevista declaraba: «La cultura está de moda.
Estupendo. Mientras eso ocurra hay que aprovecharse»(2). Es ingenuo pensar que
el Estado va a retomar su responsabilidad en materia de cultura cuando los Cartier
del mundo ya no se interesen en ella.
Por eso es necesario que los artistas, los escritores e intelectuales, que tienen a
su cargo algunos de los más singulares hallazgos de la humanidad, aprendan a
servirse, contra el Estado, de la libertad que el propio Estado asegura. Es preciso
que trabajen, sin escrúpulo ni mala conciencia, para impulsar el crecimiento del
compromiso del estado y a la vez a mantenerse vigilantes frente a la propia
empresa del Estado. Por ejemplo, y si nos referimos a la ayuda del Estado a la
creación cultural, hay que luchar a la vez por el aumento de dicha ayuda a las
empresas culturales no comerciales y por el aumento del control social sobre el
empleo de dicha ayuda. Por el aumento de la ayuda, contra la tendencia más y
más asentada a medir el valor de los productos culturales en función de lo extenso
de su público, y a condenar pura y simplemente, como hace la televisión, las obras
sin público. Y por el aumento del control ejercido sobre dicha ayuda porque si el
éxito comercial no garantiza el valor científico o artístico la falta de tal éxito
tampoco, y no cabe excluir por principio. Por ejemplo, entre los libros difíciles de
publicar sin subvención puede haberlos que no merezcan ser publicados. De
manera más general, me parece obligado esforzarse en evitar que el mecenazgo
166
de estado, que obedece a una lógica muy parecida a la del mecenazgo privado,
pueda permitir a los detentadores del poder oficial construirse una clientela -como
hemos visto ha ocurrido recientemente con las compras a pintores y anticipos
sobre la taquilla para el mundo del cine- o incluso una verdadera corte
de \"escritores\", \"artistas\" e \"investigadores\". Sólo reforzando a la vez la ayuda
del estado y los controles sobre el empleo de dicha ayuda -y en particular sobre
las derivas privadas de los fondos públicos- conseguiremos escapar en la práctica
a la alternativa de \"estatalismo\" o \"liberalismo\" en la que los ideólogos del nuevo
liberalismo intentan atraparnos.
167
conservadoras, o que no se adhieren a las posiciones críticas sino porque no dan
la talla (falta de competencia, en realidad) para ocupar las posiciones normalmente
asociadas al conservadurismo.
Hans Haacke: No hay duda de que los fondos públicos siempre pueden ser
usados para sostener a los pompiers o alimentar un arte oficial. Si hablamos del
encargo público -un sector extremadamente expuesto a las presiones políticas-
hay en efecto muchos ejemplos espantosos. Pero si comparamos esos encargos
públicos y las compras privadas, veremos que la situación no mejora, sino que va
a peor. Lo que cuenta es, siempre, la inteligencia y la independencia de los
responsables. Las obras de la exposición de \"Arte degenerado\" de los nazis
venían todas exclusivamente de colecciones públicas. Eso quiere decir que pese a
la oposición del emperador y las autoridades que, desde 1918 y como él, no
entendían nada de arte, los directores de los museos alemanes habían adquirido
un buen número de importantes obras de la vanguardia de aquel tiempo. Otro
ejemplo: la comparación entre las adquisiciones de arte contemporáneo del MoMA
de Nueva York, institución privada que depende en primer lugar de las donaciones,
y las del Centro Pompidou demuestra que los funcionarios franceses han podido
ser más audaces y han reunido con fondos públicos una colección más importante
en el sector más \"arriesgado\", desde el punto de vista del mercado, la moral o la
ideología.
Hans Haacke: Puede que por ejemplo falte más coraje al nuevo conservador de
168
las galerías de contemporáneo del Centro Pompidou -que tiene menos que sus
colegas de antaño. Antes de su designación, fue conservador de la Foundación
Cartier...
169
todavía cuenta con demasiados simpatizantes nazis. También podían haber
invocado el respeto a la virgen, como hizo un periódico local cuando mi memorial a
los muertos del nazismo recibió una bomba incendiaria. Pero, y pese a todos esos
posibles argumentos, el proyecto se realizó. El ayuntamiento, dirigido por los
socialistas, y la provincia -gobernada por conservadores- colaboraron. Y como
esperaba, el memorial jugó un papel de catalizador de la conciencia histórica entre
las gentes de Graz. Creemos que la censura y la autocensura están por todas
partes -y es verdad, existe. Pero si probamos sus límites, podemos encontrarnos
de cuando en cuando que hay agujeros en el muro, que podemos perforar. Puede
ocurrir que las cosas puedan hacerse, pese a que las imaginemos imposibles.
Pierre Bourdieu: Los universos sociales se han vuelto muy complicados: son el
resultado de combinaciones de juegos muy complejos y separados. Y nadie puede
controlarlos. Puede ocurrir, por la concurrencia de un ministerio contra otro, de una
oficina contra otra, en un mismo universo, o entre distintos universos... todo puede
ocurrir. Depende muy frecuentemente de una sola persona, pero si sabe sacar
partido del \"juego\" que comportan siempre las estructuras.
Pierre Bourdieu: Para retomar de nuevo lo que decíamos a propósito del \"clima\"
intelectual, podemos proponer que, teniendo en cuenta que se tiene tendencia a
renunciar a emprender una actuación determinada en función de sus pocas
posibilidades de éxito, el clima que tiende a desacreditar a los intelectuales
críticos, que tiende a rebajar la estimación de posibilidades de hacer las cosas y
triunfar en ellas, contribuye a favorecer una forma de autocensura; o peor, un
sentimiento de desmoralización y desmovilización. Es por eso que actuaciones
como las suyas tienen, en los tiempos que corren, mucho valor. Tienen, como diría
Max Weber, el valor de \"profecías ejemplares\".
170
parte de información hasta ese momento desconocida, y que en consecuencia
producen un efecto de revelación. A partir de mis investigaciones sobre las
maniobras de fabricación de cigarrillos, que hizo saber a todo el mundo que \"el
desarrollo de la empresa pasa por el arte\", me encontré con una pequeña bomba
informativa: el sponsor de la Declaración de Derechos no sólo subvencionaba las
campañas electorales de Helms, como yo suponía, sino que también los cowboys
de Philip Morris habían donado 200,000 dólares para abrir un museo en su honor,
destinado a difundir los \"valores americanos\" que él representaba. Incorporé esa
noticia dentro de un collage facsímil de otro de Picasso que había formado parte
de la exposición Braque-Picasso que Phillip Morris patrocinó en el MoMA,
reemplazando los fragmentos de periódicos originales por extractos de la prensa
actual. El New York Times y otros periódicos hicieron amplios informes de mi
descubrimiento y recogieron también las embarazosas declaraciones de los
portavoces de la empresa. En protesta contra la ayuda prestada por Philip Morris
al enemigo del arte y los gays, muchos artistas se retiraron de eventos
patrocinados por Philip Morris. Hubo ecos de ese boicot hasta en Berlín.
Finalmente, el sponsor de Helms decidió donar dinero para la lucha contra el sida,
y hacerlo público.
Hans Haacke: Lo que nos ayudó, seguramente, fue que Jesse Helms tenía muy
pocos amigos en la prensa neoyorkina. Y también que esa revelación coincidió con
el gran debate en los Estados Unidos sobre los riesgos de fumar. Incluso el
ministerio de sanidad acusó a Philip Morris de ser un \"mercader de muerte\". La
impertinencia que cometió al presentarse como aval de los Derechos Humanos, se
volvió en su contra.
171
que uno de los efectos que su trabajo produce es el de reintroducir esa función.
Dicho de otra forma: la libertad que los artistas han ido conquistando a lo largo de
la historia, y que se limita a las formas, usted la extiende también a la función. Lo
que lleva al problema de la percepción de sus obras: los hay que se interesan en
la forma y son incapaces de percibir su función crítica, los hay que se interesan en
la función crítica y no perciben la forma, mientras que en realidad la necesidad
estética de la obra se refiere al hecho de que se dicen ciertas cosas, pero en la
forma precisa, necesaria y subversiva, en que son dichas.
172
En el grupo de los que se interesan prioritariamente por eso que hemos venido
llamando \"forma\" -y cada vez que empleo esta dicotomía, para mí tramposa, me
siento mal-, hay un grupo importante de estetas que piensan que toda referencia
política contamina el arte, introduciendo aquello que Clement Greenberg llamaba
ingredientes \"extra-artísticos\". Para estos estetas, esto es periodismo, o peor:
propaganda, comparable a la propaganda estalinista o a la de los nazis. Ignoran,
entre otras cosas, que mi trabajo está muy lejos de ser apreciado por el poder. En
el origen de su argumento está la hipótesis de que los objetos que constituyen la
historia de arte han sido producidos en un vacío social, y consecuentemente no
revelan nada sobre el entorno de su nacimiento. La verdad es en cambio que los
artistas son muy conscientes de las determinaciones sociopolíticas de su tiempo.
Muy frecuentemente, ellos producen sus obras para servir a objetivos muy
específicos. La situación en Occidente se ha vuelto muy compleja desde el siglo
XIX, con la desaparición de los encargos eclesiales y la realeza. Pero ya el arte de
la burguesía de los países bajos en el XVII demostró que continuaba siendo una
manifestación de ideas, actitudes y los valores del clima social colectivo y de los
personajes específicos de su tiempo. Y nada ha cambiado en eso. Las obras de
arte -y quiéranlo o no los artistas- son siempre expresiones ideológicas: incluso si
no están hechas para clientes identificables en un momento dado. En tanto marcas
de poder y capital simbólico -espero que la utilización de sus términos sea
correcta- esas obras cumplen un papel político. Muchos de los movimientos del
arte de este siglo -pienso en fracciones importantes de los constructivistas,
dadaistas y del surrealismo- tenían objetivos explícitamente políticos. Me parece
que una insistencia específica sobre la \"forma\" o el \"mensaje\" supondría una
especie de separatismo. Tanto una como otro son altamente políticas. Por lo que
se refiere a la función de propaganda de todo arte, me gustaría añadir que la
significación y el impacto de un objeto, nunca está fijado a perpetuidad. Depende
siempre del contexto en el que se analiza. Afortunadamente, la mayoría de la
gente no se conforma con la presunta pureza del arte. Es evidente que en el
mundillo del arte se interesan muy particularmente por las cualidades
específicamente visuales de mi trabajo: se preguntan cómo ellas se inscriben en la
historia del arte y si desarrollo formas nuevas, procedimientos nuevos. Se es más
hábil para descifrar las formas en tanto que significantes, y hay una apreciación
clara de las técnicas. De modo que las gentes que son capaces de identificar las
alusiones políticas, los simpatizantes de mi mundillo, gustan de encontrar las
referencias a la historia del arte, inaccesibles a los profanos. Creo que una de las
173
razones por las que mi trabajo es reconocido por un público tan diverso es que ya
dos fracciones que yo he distinguido tan groseramente -evidentemente, la cosa es
más compleja- tienen pese a todo la certeza de que las \"formas\" expresan
un \"mensaje\"; y que el \"mensaje\" no se transmitiría sino a través de
una \"forma\" adecuada. La integración de ambos elementos es lo que cuenta.
Pierre Bourdieu: ¿Quiere ud. decir que, incluso cuando privilegian uno de los dos
aspectos, intuyen confusamente la presencia del otro?
Pierre Bourdieu: ¿Y que perciben que sus obras son doblemente necesarias:
desde el punto de vista del mensaje y desde el de la forma, y de la relación entre
ambos?
Pierre Bourdieu: Ese es uno de los tópicos que la autonomización del arte ha
174
roto: el efecto museo arranca la obra de cualquier contexto, reclamando la
mirada \"pura\". Es también ese reencuentro con el contexto lo que su obra
restablece. Lo que ud. dice tiene en cuenta la circunstancia en que se dice. El
buen lenguaje es el que cumple a un propósito y lo alcanza eficazmente. Es eso lo
que hace del ejemplo de Graz un caso extraordinario, justamente el tratamiento
que el público da a la obra; es un poco como si ud. hubiera provocado a las gentes
a quemar la obra. ¿Había Vd. previsto algo así?
Hans Haacke: Hoy por hoy es una reliquia, pero en 1917 fue un escándalo. Para
empezar, Duchamp logró desenmascarar los criterios de sus colegas, que pedían
que ese objeto fuera excluido del universo artístico. Cuando su amigo Arensberg lo
compró, los criterios cambiaron. De golpe, ese urinario fue contemplado como
diferente a todos los otros cientos de urinarios que podían comprarse
-seguramenente más baratos- en cualquier tienda de sanitarios de Nueva York.
Pero su significación había cambiado. De esa forma Duchamp había desvelado
para la historia las reglas del juego, el poder simbólico del contexto...
175
Pierre Bourdieu: Pero ud. minimiza la novedad de lo que ud. hace en
comparación a aquello. Por supuesto que participa de la misma lógica. Pero usted
reintroduce un contexto que ya no es únicamente el museo, sino la Villa de Graz,
sus habitantes, los nazis,...
Hans Haacke: Creo que la mayoría de los que pasean por Graz se relacionan con
mi trabajo no tanto como arte, sino como manifestación política. De tal forma que
su incendio también tuvo que ser contemplado como una acción política. Sólo en el
contexto del mundillo cultural se interpretó también como un atentado contra el
arte. Si un artista sale de su medio, como yo hice en Graz -y no fuí el único-
entonces implica simultáneamente varias esferas sociales diferentes. Las
categorías de clasificación a las que estamos acostumbrados saltan por los aires.
Me parece que la \"guetización\" del arte es un fenómeno reciente. Hubo tentativas
de salir por parte de Tatlin, Heartfield y otros. Rodchenko concebía la propaganda
como fusión del arte y la acción social. Pero esas tentativas pasaron ya a formar
parte de la historia del arte. Los museos, las galerías y las colecciones privadas
acuerdan los valores simbólicos -y por supuesto también económicos- de ciertos
objetos, y les ofrecen un espacio protegido importante e incluso una tribuna. Pero
después de todo este tiempo, queda un cierto malestar. Me pregunto si ese
sentimiento no tiene su origen en una cierta comprensión romántica de la situación
del arte, y en un malentendido profundo a propósito del papel que cumple ese
gueto separado de lo artístico en la práctica contemporánea -y pienso si no hay
una contradicción entre los términos \"gueto\" y \"tribuna\" que he utilizado. ¿Qué
interés tendrían las empresas en promover un enclave cerrado? ¿Por qué el
senador Helms y los neoconservadores se afanan tanto en lo que ocurre por aquí?
¿Y cómo se explica que el puesto de director del Beaubourg o del Whitney de NY,
no sean concebidos como meros puestos administrativos, que podrían ser
cubiertos por cualquier antiguo alumno de la escuela de arte o la Academia del
Louvre y sus equivalentes en los Estados Unidos?
Hans Haacke: Hay un debate sobre la dirección de los museos que va más allá de
lo que se dice cuando se les acusa de ser sucursales de los marchantes de NY u
otros lugares. Quienes hablan del contexto en que las obras son creadas suelen
ser acusados de marxistas, etiqueta altamente estigmatizante. La práctica más
176
habitual consiste en descontextualizar los objetos, como si se tratara de presentar
colecciones de mariposas exóticas. Esa forma de concebir los museos elude toda
consideración del campo social del que provienen las obras -y aunque los
creadores aludan a él. Sin duda es una práctica políticamente prudente. Pero
conlleva la neutralización del arte. Las instituciones artísticas, un poco como las
escuelas, son lugares de formación. Influyen en nuestra forma de vernos a
nosotros mismos y de considerar las relaciones sociales. Y como en otras
sucursales de la industria de la conciencia, nuestros valores se negocian en ella de
modo sutil. Si se quiere, es un campo de batalla en que se enfrentan distintas
concepciones ideológicas de lo social. El mundo del arte, contrariamente a lo que
se cree, no es un mundo aparte. Lo que en él sucede, expresa la sociedad global y
sus repercusiones. En tanto las relaciones no son mecánicas y la complejidad de
los frentes no permite una identificación inequívoca, no es fácil demostrar esa
interdependencia arte-sociedad. Funciona menos en los detalles que a nivel del
clima social. Pero como ya la metáfora metereológica sugiere, lo que ocurre en las
geografías particulares no puede olvidarse. El concepto de clima es débil, pero
estoy seguro de que es así, de un modo casi imperceptible, como se deciden las
direcciones globales que adopta nuestra sociedad.
Pierre Bourdieu: Dicho lo cual se entiende que, según las formas del arte, el
corte, la separación entre arte y sociedad, sea mayor o menor. De hecho hay
formas artísticas que instituyen ese corte, que viven de él.
Hans Haacke: Pero incluso ésas tienen una influencia sobre eso que hemos
llamado el clima...
Hans Haacke: A comienzos de los años 80, una docena de años más tarde de la
revolución cultural de los 60, hubo un resurgir de la pintura neo-expresionista. La
llegada de esa moda, acompañada del retorno de la pintura tradicional al primer
plano de la escena artística, señaló al mismo tiempo el declive de un período rico
de experimentación, análisis y compromiso social. Siguiendo la moda, la
Documenta de 1982 postuló, grosso modo, la restauración del mundo mítico, del
individuo contra lo social, del artista semi-dios que plantea su desafío al mundo,
del Rambo. Eso se correspondió con la llegada en los Estados Unidos de Reagan
177
a la Casa Blanca y poco después de Kohl a la cancillería alemana. Margaret
Thatcher ya estaba desmantelando el estado del bienestar en beneficio de la libre
empresa, mientras su amigo americano se preparaba para defenderse del Imperio
del Mal en la Guerra de las Galaxias. Charles Saatchi, el patrón del emporio
publicista que hacía las campañas de Maggie compró masivamente la nueva
pintura, contribuyendo así a elevar su cotización. Por supuesto que el trabajo «no
chic» continuó haciéndose subterráneamente, en la oscuridad, y hubo jóvenes que
se implicaron en nuevas tentativas críticas que no serían reconocidas hasta mucho
más tarde. Sería injusto acusar a los artistas o al entorno que hizo fortuna en esas
circunstancias de, conscientemente, haber apoyado la política de los
conservadores en el poder. Pero por lo menos a nivel de clima, creo que hubo una
colaboración (4) de mutuo beneficio.
*Este texto recoge dos epígrafes de una larga conversación entre Haacke y
Bourdieu publicada originalmente en Libre-echange, Seuil, Paris, 1994.
Notas
1 \"A word from our sponsor\", Newsweek, 25 Nov 85, p. 98. (HH).
2 Alaijn-Dominique Perrin, \"Le mécénat français: la fin dun préjugé\" interview de Sandra
dAboville,Galeries Magazine, num. 15, Paris, Oct-nov, 1986, p. 74 (HH).
3 Robert Dranton, Bohème littéraire et Revolution. Le monde des livres au xviii siecle,
Gallimard-Seuil, 1983.
4 Diez años más tarde, Jan Hoet, el director de la Documenta de 1992, excluyó formalmente
toda obra con alusiones políticas explícitas.
178