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Fiebre y fiebre de origen desconocido (FOD)

en pacientes con infección por el VIH

Fernando Lozano

Unidad Clínica de Enfermedades Infecciosas y Microbiología,

Hospital Universitario Virgen de Valme,

Sevilla, España.
INTRODUCCIÓN

La fiebre es un síntoma muy importante en los pacientes infectados por

el VIH debido a que: 1) constituye una manifestación clínica frecuente en ellos;

2) puede ser causada por procesos potencialmente graves, que requieren

tratamiento específico; y 3) su diagnóstico etiológico resulta a menudo muy

difícil en pacientes con inmunodepresión importante, lo que hace que con

frecuencia se presente en ellos como fiebre de origen desconocido (FOD). Así

pues, en los pacientes con infección por el VIH inmunodeprimidos la fiebre y,

mucho más aún la FOD, suponen un difícil reto diagnóstico para el clínico, lo

cual hace conveniente abordar su estudio con protocolos de actuación

estandarizados y, a ser posible, adaptados al entorno del paciente, en función

de la prevalencia local de las infecciones oportunistas y de la rentabilidad de

los medios diagnósticos disponibles. Por ello, el conocimiento en cada zona

geográfica de las causas etiológicas más frecuentes de la fiebre/FOD en dichos

pacientes tiene una gran trascendencia clínica.

FIEBRE EN LA INFECCIÓN POR EL VIH

Actitud diagnóstica

Ante esta situación clínica siempre debe investigarse la presencia de

diversos factores generales y específicos. Entre los primeros, comunes a

cualquier paciente febril, se incluyen: la duración de la fiebre y la afectación del

estado general (que brindan información acerca de la trascendencia y gravedad

del proceso causante de la fiebre) así como la existencia concomitante de

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síntomas focales u otras anomalías que, como la neutropenia, la ausencia de

bazo, etc., pueden condicionar la etiología del síndrome febril. Entre los

factores específicos a considerar están: 1º) el grado de inmunodepresión

celular del paciente, pues cuanto más baja sea su cifra de linfocitos T CD4+

mayor es el riesgo de que la fiebre sea provocada por una o más

enfermedades oportunistas; 2º) la prevalencia de estas últimas en el área

geográfica donde habita el paciente, ya que dicha circunstancia determina la

mayor o menor posibilidad de que determinadas infecciones sean el origen de

la fiebre (por ejemplo, la leishmaniasis visceral es una causa relativamente

frecuente de fiebre/FOD en los países del Sur de Europa, en los que no existe

histoplasmosis, mientras que en distintas zonas de América ocurre justamente

lo contrario); 3º) que el paciente reciba profilaxis frente a determinados

microorganismos (Pneumocystis jiroveci, Toxoplasma gondii, etc.), lo que hace

bastante improbable que la fiebre sea debida a alguna de las infecciones

provocadas por ellos; y 4º) que el paciente realice ciertas prácticas de riesgo,

que, además de transmitir la infección por el VIH, se asocian con otras

infecciones, como, por ejemplo, la endocarditis tricuspidea por Sthapylococcus

aureus en los usuarios de drogas por vía intravenosa o la sífilis en los

individuos que tienen múltiples relaciones sexuales no-protegidas.

La fiebre en los pacientes con infección por el VIH puede: 1) no tener

ninguna relación con el VIH, como es el caso de la originada por una virasis

común o una zoonosis intercurrente; 2) ser debida, tal y como se ha comentado

en el párrafo anterior, a infecciones que comparten las mismas vías de

transmisión y prácticas de riesgo que la infección por el VIH; 3) estar

directamente causada por esta última, como es el caso de la que puede ocurrir

en su fase inicial (primoinfección); 4) ser provocada por infecciones o

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neoplasias oportunistas; 5) constituir una manifestación clínica de un síndrome

inflamatorio de reconstitución inmune (SIRI) provocado por el TAR, el cual

suele representar en muchas ocasiones la reactivación de una infección

oportunista que previamente permanecía latente; 6) constituir un efecto

adverso de algún fármaco que toma el paciente, por ejemplo: sulfamidas,

antibióticos, anticonvulsivantes, etc., o, incluso, de los mismos antirretrovirales,

y 7) estar motivada por neoplasias no definitorias de sida, muchas de las

cuales son más frecuentes en pacientes con infección por el VIH

Naturalmente, el conocimiento del grado de inmunodepresión coetáneo

a la aparición de la fiebre supone una importante ayuda para el diagnóstico

diferencial de las posibles causas etiológicas de la misma. Así, mientras que

las neoplasias e infecciones oportunistas (con la excepción de la tuberculosis,

que puede presentarse en cualquier situación inmunológica) y el SIRI ocurren

en pacientes con cifras de CD4+ muy bajas, en los que también es más

frecuente la fiebre medicamentosa, las demás causas anteriormente

mencionadas son exclusivas (primoinfección) o más frecuentes en los

pacientes con cifras de células CD4+ normales o poco reducidas. Incluso,

dentro de las infecciones bacterianas, no consideradas como auténticas

oportunistas, hay algunas que, como la neumonía por Rhodococcus equi, las

bacteriemias por Bartonella spp., Salmonella spp. o Campylobacter spp., y la

sinusitis por Pseudomonas aeruginosa, ocurren de forma exclusiva en

pacientes con una profunda inmunodepresión (Tabla 1).

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• La fiebre es en conjunto el síntoma más frecuente de los pacientes
infectados por el VIH

• Ante un síndrome febril en un paciente con infección por VIH,


además de los factores comunes a cualquier fiebre, deben
investigarse los siguientes factores específicos:
− Grado de inmunodepresión
− Prevalencia de las infecciones oportunistas en el área
geográfica
− Realización de profilaxis frente a infecciones oportunistas
− Prácticas de riesgo del paciente

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FIEBRE DE ORIGEN DESCONOCIDO (FOD) EN LA INFECCIÓN POR EL

VIH

Concepto y definición:

Como se ha comentado anteriormente, los pacientes con infección por el

VIH, en razón de la gran variedad de enfermedades oportunistas y no-

oportunistas que pueden sufrir y de las peculiares características clínicas con

que éstas cursan en presencia de una profunda inmunodepresión

(inexpresividad clínica, atipicidad, ausencia de síntomas focales concomitantes,

etc.), presentan con mucha mayor frecuencia que la población no infectada por

el VIH síndromes febriles prolongados de muy difícil diagnóstico, que

constituyen auténticas FOD en sentido estricto. Pero, además de esta mayor

incidencia, la FOD de los pacientes infectados por el VIH (FOD-VIH) tiene una

etiología y, por tanto, un pronóstico, muy diferentes a los de la población

general.

En vista de todo ello, Durack y Street la consideraron una categoría

independiente de la FOD clásica y la definieron con los siguientes criterios: a)

infección por el VIH confirmada; b) temperatura ≥38,3º C, comprobada en

diversas ocasiones; c) duración ≥3 semanas en pacientes hospitalizados y ≥4

semanas en paciente externos; y d) ausencia de diagnóstico tras tres días de

estudio adecuado, incluidos en ellos dos días de incubación de cultivos

microbiológicos (1). No obstante, en opinión nuestra y de otros autores, esta

definición es poco precisa y prolonga de forma arbitraria la duración de la fiebre

en los pacientes ambulatorios, por lo cual utilizamos la siguiente modificación

de la misma: a) infección por el VIH confirmada; b) fiebre ≥ 38,3º C de ≥3

semanas de duración; c) ausencia de datos clínicos y radiográficos indicativos

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de focalidad al comienzo de la investigación etiológica; y d) inexistencia de

diagnóstico después de una semana de estudio, en régimen de hospitalización

o ambulatorio, el cual ha de incluir al menos una radiografía de tórax, dos

tandas de hemocultivos convencionales, un cultivo de orina y tinciones de

Ziehl-Nielsen y Pneumocystis jiroveci en tres muestras distintas de esputos (2-

5). En relación al tercero de los anteriores criterios, consideramos que las

adenomegalias periféricas cuyo diámetro sea mayor de un centímetro deben

ser consideradas como un signo de focalidad, al contrario que la existencia de

hepatomegalia y de esplenomegalia moderadas, de tos, y de diarrea

autolimitada en menos de 48 horas, anomalías todas que suelen ser muy

inespecíficas desde el punto de vista etiológico en el contexto de la infección

por el VIH (2-5).

Frecuencia y factores favorecedores

La FOD-VIH es una manifestación de infección por el VIH muy

avanzada, pues gran parte de los pacientes que la presentan tienen cifras muy

bajas de células CD4+ y cumplen criterios de sida (2,4,6-14). Su frecuencia era

relativamente alta en la época previa al tratamiento antirretroviral potente o de

gran actividad (en adelante denominado como TAR), ya que hasta entonces los

pacientes sufrían inexorablemente repetidas enfermedades oportunistas,

algunas de las cuales, dadas sus características clínicas, se presentaban a

menudo (entre el 3,5 y el 21% según los criterios utilizados) como FOD-VIH.

Afortunadamente, el uso del TAR ha disminuido mucho esta frecuencia según

han señalado sendos estudios efectuados en España (4,15). El primero de

ellos constató una prevalencia de FOD-VIH del 0,6% en los pacientes que

realizaban TAR en contraste con la del 3% de los coetáneos que no tomaban

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éste (4) y del 3,5% objetivada en otro estudio llevado a cabo en la misma zona

geográfica unos años antes de disponer de pautas triples de TAR (2); el

segundo puso de manifiesto que el riesgo de desarrollar FOD-VIH fue 2,13

mayor (IC 95%: 1,37-3,30; P < 0,01) en los pacientes sin TAR que en los que

realizaban éste (15). Ambos estudios, como cabía esperar, revelaron también

que en el colectivo de pacientes que reciben TAR, la FOD-VIH suele

presentarse en los que tienen una inmunodepresión más marcada que no

logran incrementar las cifras de CD4+ pese a mantener suprimida la replicación

plasmática del VIH (discordancia viro-inmunológica) (4,15). No obstante, el

pronóstico de la FOD-VIH en estos pacientes es mejor que en los que no

reciben TAR, como indica el hecho de que su mortalidad sea muy inferior a la

de estos últimos (4,15).

Etiología

Todos los estudios de FOD-VIH efectuados en pacientes que no realizan TAR

coinciden en que el 80-90% de los casos de la misma son debidos a

enfermedades infecciosas (2,6-14), lo cual contrasta con la etiología de la FOD

“clásica” en la que solo el 30-40% son originados por éstas (3). En la Tabla 2

se muestran las principales causas de FOD-VIH registradas en estudios

efectuados en distintas zonas geográficas (2,6-14). Como puede observarse en

ella, la tuberculosis es su etiología más común (2,7-12,14), excepto en EE.UU.,

donde predomina la infección por Mycobacterium avium complex (MAC) (13).

Esta gran incidencia de tuberculosis como causa de FOD-VIH se debe a las

peculiaridades clínicas y de diagnóstico por la imagen que esta enfermedad

presenta en los pacientes con infección avanzada por el VIH, las cuales le

confieren una especial dificultad diagnóstica. Entre ellas cabe destacar el

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predominio de sus formas extra-respiratorias y diseminadas, y el hecho de que

la tuberculosis pulmonar se presente a menudo con radiografías de tórax

normales o atípicas y con baciloscopias de esputo negativas. Siguen en

frecuencia a esta enfermedad la infección por MAC y la neumonía por P.

jiroveci, aunque en algunas zonas geográficas otras infecciones que son

prevalentes en ellas constituyen también frecuentes causas de FOD, como la

leishmaniasis visceral en España (2,4,7-11,15) y la criptococosis en Tailandia

(14). Otras etiologías destacables son: la enfermedad por citomegalovirus, los

linfomas, la histoplasmosis (en EE. UU. y Brasil) y la toxoplasmosis cerebral.

(Tabla 2). La fiebre/FOD-VIH raramente es provocada por la propia infección

por el VIH, por lo cual siempre debe buscarse activamente otra causa

específica de la misma (16).

La evolución epidemiológica de la infección por el VIH, con un número

progresivamente menor de pacientes con inmunodepresión celular profunda,

merced a la mayor difusión y precocidad del TAR, puede influenciar el espectro

etiológico de las causas de fiebre y FOD en los pacientes con infección por el

VIH. Así, mientras que en algunos pacientes las causas son enfermedades

oportunistas tradicionalmente asociadas con la FOD-VIH, en otros las causas

pueden ser similares a la de la FOD clásica en la población general (17).

Por último, en lo que a la etiología se refiere, conviene tener en cuenta

dos circunstancias. La primera de ellas es que en un mismo paciente coexisten

a menudo dos o más enfermedades que potencialmente pueden ser la causa

de la FOD-VIH (2, 6-14,16) lo cual implica que la persistencia de la fiebre

después de haber realizado adecuadamente el tratamiento de una determinada

causa puede deberse a otra enfermedad, hasta entonces oculta, y obliga a

reemprender el estudio para descartar otras causas de la misma. La segunda

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es que en los pacientes que realizan TAR, pese a haber descendido

marcadamente la frecuencia de la FOD-VIH, no se modifica sustancialmente la

etiología de la misma, según ha puesto de manifiesto uno de los estudios

anteriormente citados (4), aunque, no obstante, puede haber cambios en el

orden de algunas de sus causas (15).

Diagnóstico

Por lo general, se alcanza un diagnóstico etiológico de la FOD-VIH en

algo más de las tres cuartas partes de los casos (2,4,6-14). No obstante, la

complejidad que suele caracterizar su estudio y la potencial gravedad de sus

causas etiológicas, hacen muy aconsejable el uso de protocolos diagnósticos

que permitan un manejo más eficiente y rápido de esta entidad (2,3,5,16). En el

Algoritmo 1 se muestra una sistematización de estudio escalonado por etapas

que nosotros utilizamos en los pacientes con FOD-VIH (5). Más recientemente,

la British HIV Association (BHIVA) ha publicado unas recomendaciones para el

diagnóstico de la FOD-VIH (16) que incluyen un algoritmo de estudio.

El estudio de la FOD-VIH debe comenzar siempre por una anamnesis

detallada. Ésta ha de incluir, como en cualquier investigación de fiebre o FOD,

antecedentes de: enfermedades previas, actividad laboral, exposición

ambiental, viajes, contactos con animales, picaduras de insectos o garrapatas,

hábitos tóxicos y sexuales, tratamientos farmacológicos, etc. (3,5,16). Además,

es muy importante conocer si el paciente realiza TAR y/o quimioprofilaxis frente

a infecciones oportunistas, pues cuando se toma TAR de forma adecuada es

mucho más rara la aparición de infecciones oportunistas, y, si ocurren, suelen

ser una manifestación de reconstitución inmune durante las primeras semanas

de tratamiento. De igual manera, es bastante improbable que la FOD-VIH sea

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debida a una infección oportunista (neumonía por P. jiroveci, tuberculosis, etc.)

frente a la que se realiza una adecuada quimioprofilaxis (3,5).

Por definición, el cuadro clínico de la FOD se circunscribe a la presencia

de fiebre, acompañada o no de síntomas constitucionales y de malestar

inespecífico. No obstante, la anamnesis ha de investigar también la existencia

de otros síntomas que orienten a una afectación orgánica sobre la que basar el

diagnóstico diferencial. Este mismo objetivo persigue la exploración física, la

cual, debe incluir un estudio del fondo de ojo y una búsqueda minuciosa de

lesiones cutáneas y mucosas, linfadenomegalias, visceromegalias, anomalías

neurológicas, etc. (3,5,16).

En las dos primeras etapas del Algoritmo 1 se muestran las pruebas

complementarias más utilizadas en el estudio de la FOD-VIH. Las que se

incluyen en la primera etapa constituyen el estudio básico de ésta, y, para no

provocar retrasos innecesarios, conviene solicitarlas simultáneamente al

comenzar la investigación. En la segunda etapa, por el contrario, no es

oportuno realizar todas las pruebas en bloque, sino que hay que ir

seleccionándolas según el contexto y el estado de cada paciente (3,5). En lo

que respecta a las pruebas invasoras, tanto la biopsia hepática (2,10,18-21)

como la biopsia/aspirado de médula ósea (7,8,15,22-29) pueden ser muy útiles

y, dado que ambas resultan seguras si se realizan de forma adecuada, no

conviene demorar su realización, pues los pacientes inmunodeprimidos son

propensos a sufrir bruscamente un deterioro clínico (16). La prioridad de una

sobre otra viene determinada por la prevalencia local de las causas de FOD-

VIH, por la experiencia del centro donde se realiza el estudio y por

determinadas circunstancias. A este respecto, se ha postulado que la

rentabilidad de la biopsia hepática es mayor en presencia de hepatomegalia y

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de cifras elevadas de fosfatasa alcalina (18,19,21) mientras que, en zonas con

una alta tasa de leishmaniasis visceral la presencia de trombocitopenia hace

más aconsejable realizar en primer lugar el estudio de médula ósea (2).

Cuando se obtengan los especímenes tisulares, se debe enviar uno al

laboratorio de Anatomía Patológica y otro al de Microbiología así como

proporcionar la información más completa posible (incluyendo la propia

infección por el VIH) a los profesionales de ambos laboratorios para asegurarse

de que se realicen las pruebas apropiadas a tiempo y por personal cualificado

(16).

Existen datos acerca del valor de nuevas técnicas diagnósticas, como la

tomografía por emisión de positrones con fluorodeoxiglucosa, que se ha

mostrado eficaz en la localización de linfadenomegalias ocultas (30-32).

Debe buscarse el asesoramiento de un clínico experto en infección por

VIH e infecciones oportunistas acerca de la elección de las pruebas a realizar

y del TAR más apropiado para el paciente (16).

Tratamiento

La terapia de la FOD-VIH es la de su causa etiológica. Sin embargo,

como existe un porcentaje no despreciable de casos en los que ésta no se

logra diagnosticar con certeza a pesar de haberse efectuado un estudio

adecuado, puede ser necesaria la instauración de un tratamiento empírico.

Este proceder está legitimado por la gravedad de la mayoría de las causas de

FOD-VIH, y porque ésta tiene una mortalidad considerable en los pacientes

que no realizan TAR (de 8 a 22% en las distintas series) (2,6-11,14). Llegado el

caso, y dado que la tuberculosis es la etiología más frecuente en la mayoría de

países, debe ensayarse primero el tratamiento antituberculoso (2,4,7-11,14). Si,

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transcurrido un tiempo razonable desde la instauración del mismo, persistiese

la fiebre, es lícito probar los tratamientos de otras infecciones prevalentes

localmente (por ejemplo, el de la leishmaniasis visceral en España), o añadir

claritromicina o una quinolona fluorada al régimen antituberculoso estándar

para cubrir la eventualidad de una infección por MAC (3,5).

• La FOD es una manifestación de infección por el VIH muy


avanzada.

• Suele estar causada por procesos potencialmente graves, en la


mayoría de las ocasiones infecciones oportunistas, que requieren
un tratamiento específico.

• Su etiología más común es la tuberculosis.

• A veces coexisten dos o más causas de FOD, por lo que la


persistencia de la fiebre pese al tratamiento adecuado de una de
ellas, obliga a continuar el estudio.

• Si tras efectuar un estudio adecuado no se logra ningún


diagnóstico es conveniente instaurar empíricamente el tratamiento
de la causa más frecuente de FOD en el área geográfica del
paciente (por lo general el de la tuberculosis).

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TABLA 1. Causas de fiebre en pacientes con infección por el VIH en

función del grado de inmunodeficiencia (2,4,6-15).

Pacientes con < 200 CD4+/μL Pacientes con >200 CD4+/μL

Tuberculosis Tuberculosis

Infecciones oportunistas: No relacionadas con la infección VIH:


- Infección diseminada por MAC - Virasis
- Enfermedad por CMV - Otras infecciones comunes en el
- Criptococosis entorno del paciente
- Neumonía por P. jiroveci - Etc.
- Histoplasmosis diseminada
- Etc.

Otras infecciones: Otras infecciones:


- Leishmaniasis visceral - Neumonía por S. Pneumoniae
- Neumonía por S. pneumoniae
- Neumonía por H. influenzae
- Neumonía por Rhodoccocus equi
- Bacteriemia por Bartonella spp.
- Bacteriemia por Salmonella spp.
- Bacteriemia por Campylobacter
spp.
- Sinusitis por P. aeruginosa
- Etc.

Neoplasias oportunistas Primoinfección por el VIH

SIRI

Fiebre medicamentosa

MAC: Mycobacterium avium complex


CMV: citomegalovirus
SIRI: Síndrome inflamatorio de reconstitución inmune

FIEBRE Y FOD EN EL PACIENTE CON INFECCIÓN POR EL VIH


Dr. Fernando Lozano Página 19 de 21
Tabla 2: Principales causas etiológicas con diagnóstico confirmado de

FOD en pacientes infectados por VIH sin TARGA en países de distintas

zonas geográficas (2, 6-15).

España (%) 2 Francia (%) EE. UU. (%) Brasil (%) Tailandia (%)

Tuberculosis: Tuberculosis: MAC: 31 Tuberculosis: Tuberculosis: 42

38,5 17,5 N. P. jiroveci: 13 32,7 Criptococosis: 24

L. Visceral: 18,5 MAC: 17,5 CMV: 11 N. P. jiroveci: N. P. jiroveci: 13

MAC: 6 CMV: 8,7 Linfomas: 7 10,9 Toxoplasmosis: 7

Linfomas: 3 L.Visceral: 7 Histoplasmosis: 7 MAC: 9,1 Salmonella&: 7

CMV: 3 Linfomas: 7 Tuberculosis: 5 Linfomas: 7,3 CMV: 6

N. P. jiroveci: N. P. jiroveci: 5 Criptococosis:

2,5 5,5

Histoplasmosis:

3,6

(*) Media del conjunto de estudios realizados en España (2,8-12). L. visceral: Leishmaniasis
visceral. MAC: Infección diseminada por Mycobacterium Avium Complex. N.P.jiroveci:
Neumonia por Pneumocystis jiroveci. CMV: Enfermedad por citomegalovirus. &: Bacteriemia
por Salmonella non-thypi.

FIEBRE Y FOD EN EL PACIENTE CON INFECCIÓN POR EL VIH


Dr. Fernando Lozano Página 20 de 21
Algoritmo 1: Diagnóstico y tratamiento de la fiebre de origen desconocido en
pacientes con infección por el VIH. [Tomado y modificado de Lozano F, et al (5)].
Paciente con FOD-VIH

1ª etapa: Anamnesis y exploración clínica, fondo de ojo.


E. Complementarios: hemograma, bioquímica completa (sangre y orina), carga viral VIH,
recuento de CD4.
Radiografía simple de tórax y de senos paranasales, ecografía abdominal.
Mantoux, hemocultivos, baciloscopias y cultivos para micobacterias (sangre, esputo, orina).
Serología a Brucella, Coxiella, Bartonella, Leishmania*, Toxoplasma, lúes, CMV, criptococo,
Histoplasma*.
Ecocardiografía (si es usuario activo de drogas por vía parenteral).

Diagnóstico No diagnóstico

Tratamiento específico Sin focalidad Focalidad

Estudio dirigido

2ª etapa: Reevaluación clínica y ampliación de estudios complementarios:


TC de tórax y abdomen, TC craneal y estudio de LCR, gammagrafía.
Ecocardiografía (si no fue realizada antes). Cultivos para CMV.
Broncoscopia con broncoaspirado y/o lavado broncoalveolar
(estudios para bacterias, hongos, micobacterias, P.jiroveci y CMV).
&
Biopsia hepática, aspirado o biopsia de médula ósea. PET-FDG .

Diagnóstico No diagnóstico

Tratamiento específico Sin focalidad Con focalidad

3ª etapa: evaluar tratamiento empírico


para tuberculosis, MAC o leismaniasis* Estudio dirigido

Respuesta Sin respuesta

4ª etapa: replantearse
Continuar el tratamiento el estudio de nuevo

CMV: citomegalovirus, TC: tomografía computadorizada, LCR: líquido cefalorraquídeo, MAC:


Mycobacterium avium complex. (*): En áreas geográficas prevalentes. PET-FDG: Tomografía
con emisión de positrones con fluorodeoxiglucosa.

FIEBRE Y FOD EN EL PACIENTE CON INFECCIÓN POR EL VIH


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