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“Huellas: Mauricio Toro Goya y las resistencias del sincretismo”

“Vinieron.
Ellos tenían la Biblia
y nosotros teníamos la tierra.
Y nos dijeron:
‘Cierren los ojos y recen’.
Y cuando abrimos los ojos,
ellos tenían la tierra
y nosotros teníamos la Biblia”.
Eduardo Galeano

Vivimos inmersos en un eterno diálogo entre el pasado y el presente: no sólo como seres
individuales, sino como sociedades, nos es prácticamente imposible comprendernos o
situarnos en el presente sin tener conciencia de nuestra procedencia, de nuestro origen, de
nuestro pasado inmediato. Existe una conexión y una continuidad con el pasado cuya
experiencia y significado fundamentan nuestra identidad y nuestro presente. Esto viene
además acompañado de una idea, tan incierta como certera, de algo “siguiente”, de que hay
algo después.

Asímismo, América Latina -como sus diversas identidades- vive sumergida en las confusas
aguas de la modernidad y de la tradición: la conquista, la colonización, los procesos
independentistas
y desarrollistas,
hasta el actual
neoliberalismo,
han convivido
siempre -aunque
no pacíficamente-
con la larga
historia que le
precedía: una
historia que no se
escribía con
palabras sino con
mitos y ritos.
Precisamente los diversos rituales y festividades populares y la carga memorialística que
ellos conllevan son uno de los ejes de la propuesta de los ambrotipos de Mauricio Toro Goya,
cuyo trabajo no sólo manifiesta una visión que claramente busca romper con el ideal estético
del arte eurocéntrico, sino también una crítica en términos sociales y políticos al proceso de
conquista y todo lo que le sucedió.

La coexistencia de las tradiciones del continente americano con los influjos culturales traídos
e impuestos ‘por la razón o la fuerza’ desde el primer encuentro han sido denominados
‘mestizaje’ o ‘sincretismo’, aludiendo a una mezcla o combinación de los carácteres
tradicional y moderno en la sociedad. Pero lo ocurrido no fue una simple fusión de culturas,
fue una creación de un universo simbólico completamiente nuevo, definido en mitos y
expresado en rituales sagrados que preceden al momento de el encuentro entre los dos
mundos y rigen su vida como colectividad, le dan sentido a la continuidad de su existencia, a
su esencia.

Lo religioso, lo
festivo, lo ritual
siguen siendo las
expresiones más
claras de este
sincretismo, cuya
complejidad política,
religiosa y cultural
no puede
entenderse jamás desde la relación neutra o imparcial. Al contrario, siempre existe
sometimiento, subordinación y las consecuentes resistencias. La llegada de la imagen de a
Virgen María marca un punto de inflexión en este sincretismo, puesto que en la Madre lo
indígena encuentra lo que la modernidad europea no le entregaba: un fundamento sagrado
para su existencia como colectividad. Los conquistadores trajeron a la Virgen María con el
firme objetivo de evangelizar y civilizar a los pueblos indígenas que habitaban en continente
previo a su llegada, lo que más que una actividad pedagógica fue una empresa de
sometimiento y subordinación. Se presenta así la imagen de la pura e inmaculada madre que
perdona y que acoge para que el indígena encuentre en ella lo que sentía por la Madre
Tierra, pero con una finalidad utilitaria clara: engañarle, someterlo y despojarlo. No es
arbitraria la piel morena que se observa en las imágenes de la Virgen en algunos lugares de
Latinoamérica: negar lo indígena no había dado resultado por las buenas, por lo que se hizo
necesario hacer que los indígenas se identificaran con la religión católica, oscureciendo la
piel de la Madre de Dios. Esta expresión de la crueldad de la empresa colinizadora se ve
manifiesta en el trabajo de vallenarino Mauricio Toro Goya, quien en su obra muestra las
contradicciones identitarias de lo mestizo, lo cuál sería la forma en Latinoamérica de ser
moderno, distinta a la modernidad clásica, europea e ilustrada, puesto que este modelo que
se intentó seguir fracasó. Esta identidad mestiza se identifica con lo barroco, ya que mezcla
lo indígena con lo católico.
Mauricio Toro
Goya va más allá
de esta reflexión
e inserta esta
este escenario
como antesala de
la historia
contemporánea,
aludiendo a una
perpetuidad del
conflicto entre lo
que estaba aquí y
lo que llegó,
complejizando la
visión sobre la relación entre tradición y modernidad, pues lo uno no ha reemplazado a lo
otro ni lo ha suprimido, sólo lo ha reubicado, redefinido, rearticulando también las diversas
resistencias provenientes de las diferentes tensiones internas de la sociedad.

Las series ‘Caprichos: Imágenes rebeldes’, ‘Milagreros’, ‘Imagen divina’ y ‘Gólgota (Caravana
de la muerte)’ demuestran que lejos de superarse, es necesario volver sobre estas tensiones
y resistencias para comprender las actuales luchas reivindicativas que se están llevando a
cabo en términos identitarios, en términos políticos en el amplo y activo sentido de la palabra,
puesto que no sólo remite a la acción formalmente política sino a una puesta en escena
cotidiana de la política, yendo al pasado y trayendo de vuelta, por dar un ejemplo concreto, el
lugar donde fue crucificado Jesús, Gólgota, el cuál significa Calvario y que Mauricio Toro
Goya resignifica desde la Caravana de la Muerte y el dolor que sufrieron no sólo los hasta
hoy desaparecidos, sino los familiares que siguen en sufrimiento por que ni siquiera pueden
recordar a sus muertos en algún lugar, puesto que no hay cuerpos.

Sumado a toda la reflexión desde lo estético,


político y filosófico, El mismo autor propone
un trabajo técnico que también adhiere a la
idea de resolver la tensión generada entre la
propuesta de arte ligada al capitalismo
neoliberal y las alternativas autogestionadas:
siempre desde la crítica con el modelo,
produce sus propias placas en casa y
desarrolla su obra de forma autónoma,
cumpliendo de manera consecuente con la
idea de reprobación que mantiene con la
sociedad neoliberal en general y con el arte
inmerso en el modelo en particular.

Su obra completa es una invitación a aunar


las persepciones, desde la memoria a corto
plazo a la memoria a largo plazo, para a
través de todos los cuestionamientos que
nos permite nuestra posición subalterna en el sistema mundo capitalista, nos adueñemos del
pasado y del presente y hagamos una síntesis, todo lo dolorosa que deba ser, todo lo
resistente que pueda ser.

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