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Na’ e’ na’

Es imposible que un sujeto no dominicano lea este titular y entienda de qué hablo. En
esta patria somos expertos en ‘dañar palabras’, o no decir ninguna como se debe.
Incluso ante algunas que no admiten mutilación nos avocamos a despedazarlas sin
piedad. Así he tenido oportunidad de escuchar personas decir: “Ma’da” (refiriéndose a
la marca de vehículos Mazda) o la comúnmente dicha “E’tados Unido’ (Estados
Unidos). En un alarmante caso también escuche: “E’tado Unido’”.

Ante tales actos de carnicería gramatical hace su entrada triunfal el protagonista de este
semi-artículo: el “Na’ e na’. Los orígenes, como suelo decir en muchos fenómenos que
se dan aquí, incluso pareciendo cliché, residen en la peculiar característica dominicana
de la vagancia –de la que yo, por supuesto, no estoy exento–.

No es extraño ver un ‘vale’ –sea mozalbete u hombre maduro–, parado o sentado en una
esquina tratando los temas favoritos de la nación: política, religión, deporte, el carro
más caro, el que más dinero tiene o cuánto dime la corbata de Danilo Medina. Si
alguno se atreviese a cuestionar estas nimiedades, inmediatamente es bautizado de
“pariguayo”, “desbarata grupo” o la actual denominación: “malo corista”.

Sea lo que sea que discutan, la ira no se desprende de cuestionar sus insustanciales
tópicos, sino de tocar la delicada tecla del empleo de los especialistas en actualidad y
vida ajena tan pronto sale el sol. La situación es comparable a cuando a una madre le
dicen que su hijo es feo, o a la desilusión de un niño que toda su vida creyó ser lindo tan
solo por el hecho de que sus tías siempre aprovechaban para hincharle los buches y
decirle: “Ese niño si es lindo, se parece a su tía”.

Cabe decir que el atrevimiento del “pariguayo”, “desbarata grupo” o “malo corista”,
viene acompañada de sugerencias inesperadas y advertencias a las que ninguno le da
importancia. Suelen decir: “¿Y ustedes pretenden vivir su vida sin dar un golpe? Eso no
importa. Los reputados contertulios tienen unos medios de defensa extravagantes, tales
como: “Hermano, busque oficio, como quiera nos vamos a morir, aunque no
trabajemos”, o “Pero mira, atrevi’o, ¿Quién a ti qué te importa en qué ocupo yo mi
maldita vida?”, entre otras estéticas y ricas expresiones populares, típicas de los libros
de Mario Emilio Pérez, aunque sin esos ingredientes impuros y dolosos de la gente de
hoy.

El sello oficial viene con: “Loco, olvídese de eso, que ná’ e’ na’”. La afirmación suena a
filosofía absoluta y sin derecho a contradicción, así como en la batalla Arjona vs. La
religión: “… no es más que un método con el título: prohibido pensar, que ya todo está
escrito”. Así de contundente es el “tíguere” dominicano.

Sin ánimos de meterme en los términos demagógicos por excelencia, adoptados por
algunos pseudo líderes del momento, que enarbolan el discurso de los “ni-ni”, aquellos
que ni estudian ni trabajan, hay que darse cuenta del atraso en que Dominicana se ha
visto producto de la filosofía del na’ e’ na’. Pero como la estamos predicando tiempos
ancestrales.

En fin, volviendo a la dinámica cómica de esta breve expresión de mi pensamiento,


debo revelar que escribo esto sin reconocer que yo he sido un ‘vale’ haraganísmo,
perezoso y que he predicado el na’ e’ na’ en los casos que me ha convenido. Claro, uno
siempre arreglando todo a su conveniencia. Pero ya pronto procuro abandonar la
holgazanería.

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