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2. En el año 1993 la Division 12 (Clinical Psychology) de la American Psychological Association (APA), creó un
grupo de trabajo (Task Force on Promotion and Dissemination of Psychological Procedures) que hasta la
fecha ha publicado tres informes, entre los años 1993-1998, en los que figura un listado de los tratamientos
identificados como eficaces para distintos trastornos psicológicos. En estos informes un tratamiento está
empíricamente validado, o según la denominación más reciente, cuenta con apoyo empírico cuando está
avalado por al menos dos estudios rigurosos (normalmente con diseño de ensayo controlado aleatorizado) y
realizados por equipos de investigación independientes que demuestran que es superior a la opción de no
recibir tratamiento, a un placebo psicológico, o mejor o equivalente a otro tratamiento bien establecido. Ante
la necesidad de generar una alternativa que permitiera integrar todos estos desarrollos, en el año 2005 surge
el movimiento de Práctica Basada en la Evidencia que sigue siendo el marco de referencia actual (Task
Force on Evidence-Based Practice in Psychology).
4. Las causas más cercanas del interés por la evaluación de la eficacia o la efectividad terapéutica pueden
clasificarse en tres grandes factores. El primero hace referencia a la evolución de la ciencia psicológica, y
más concretamente de la psicopatología, el diagnostico psicológico y la psicoterapia. Así, por ejemplo, El
modelo de Eysenk (1952), terapia de conducta, se basaba en la psicología del aprendizaje, y resultaba más
asequible a la indagación científica sobre su eficacia que el modelo psicodinámico, enfoque predominante
hasta entonces
Un segundo factor viene dado por el incesante desarrollo de los tratamientos psicofarmacológicos en dura
competencia con los tratamientos psicoterapéuticos, un hecho que ha forzado la investigación sobre la
eficacia y la efectividad de estos últimos.
El tercer gran factor ha sido el acceso creciente de los ciudadanos de los países avanzados a los servicios
sanitarios, junto con la necesaria contención del gasto por parte de los pagadores, sean estos públicos o
privados. Efectivamente, la aparición de terceros pagadores entre el psicoterapeuta y el cliente ha acentuado
el interés por conocer cuáles son las intervenciones más eficaces que proporcionen, por lo tanto, el máximo
beneficio al paciente con el mínimo de gasto para el que paga.