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Universidad Pedagógica Nacional

Socioantropología de la salud y la enfermedad


Cristian Alejandro Sierra Forero
Cód.: 2011232040

Análisis de la película: Atrapados sin salida (One Flew Over the Cuckoo's Nest)

En la película Atrapados sin salida se muestran acertadamente los rasgos esenciales que
caracterizan a los hospitales psiquiátricos como una de las instituciones totales más radicales en su
propósito de desposeer al paciente de su yo civil. Para hacer ver esto, en seguida voy a empalmar
varios aspectos narrativos y comportamentales de la trama de la película mencionada con la primera
sección del libro Internados de Erving Goffman y con los estudios de Carlos Ernesto Pinzón y Rosa
Suarez sobre etnocidio y locura.

Desde el comienzo de la película se puede observar a Randle Patrick McMurphy, un ex


presidiario que ingresa al hospital psiquiátrico con indicios de locura aducidos a los reiterados
cargos de agresión personal. Lo particular en este personaje es que no demuestra desde el primer
día los mismos patrones de comportamientos y de abstracciones de sus compañeros, ya que sus
actos se perciben más fingidos y racionales que las actitudes de los demás pacientes.

A lo largo de este corto texto me centro en este paciente porque a mi parecer es el único
que introduce “la normalidad” dentro del imaginario de locura que configura el hospital, revelando
no sólo el diagnóstico general que se le da a todos los pacientes, sino también los dispositivos que
determinan los estados de locura y alienación de los mismos.

Esto se puede ver, para empezar, en la escena sobre la reacción de Murphy cuando se ríe
de los pacientes que socializan los problemas emocionales o clínicos de uno de ellos. En su
expresión el capta lo baldío o absurda que es esa reunión porque no resulta ser una terapia efectiva
para curar, sino un pretexto para revelar las intimidades y ejercer una autoculpa que valida la
necesidad de estar internado en el hospital. El ejemplo inmediato es la intervención de Hardin y
Billy. Cuando la enfermera modera la presentación de Dale Harding, él acepta que tiene ciertos
delirios para hacer de las sospechas de infidelidad una verdad certera. De igual manera, ocurre
cuando Billy Bibbit habla, pues él acepta implícitamente que intentó suicidarse al no soportar la
frustración de no contraer matrimonio ante la negativa de una chica que le gustaba. En ambos
casos la enfermera Ratched ejerce una presión de culpabilidad dirigida a establecer en los oyentes

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la aceptación del estado patológico de cada situación. En consecuencia, las terapias estaban
predispuestas para que implícitamente los pacientes supieran e identificaran las causas propias que
los llevaron a estar en el hospital.

El hospital psiquiátrico aparece, entonces, en esta escena como la entrada a un campo de


batalla en el que están en juego las técnicas de poder y los aparatos de captura puestos
estratégicamente por el personal para atrapar y caracterizar los rasgos de la locura (Pinzón, C. y
Suarez, R. 1990). En los horarios de la medicina, el ambiente musical que apacienta y conserva el
entorno del lugar, los horarios de sueño y el diseño estratégico de la infraestructura física del
hospital para controlar los espacios y las acciones de los pacientes, se constituye el imaginario
colectivo sobre los parámetros que rigen las actividades que dan tratamiento a la anormalidad o la
locura.

La dinámica del sanatorio en la película, en este sentido, revela a cabalidad la definición que
hace Goffman sobre las instituciones totales, entendidas como los establecimientos sociales que
absorben casi la totalidad del tiempo y del interés de los internos con el fin de proporcionarles un
mundo propio (Goffman, 1961, p. 18); en este caso, un mundo psiquiátrico, que introduce
actividades enfocadas a ocupar el tiempo libre, imparte medicamentos genéricos para controlar los
cambios personales, establece aspectos y uniformes similares que identifiquen a cada miembro con
el mismo rol impersonal de paciente. Es en últimas un mundo que mutila el equipo de identificación
(las proyecciones singulares que cada paciente tiene sobre objetos exteriores a él para identificarse
o configurarse personalmente), produciendo el sentimiento de desposeimiento del yo civil y el
establecimiento de una imagen desconfigurada e impersonal del interno.

Ahora bien, retomando el caso del paciente Mc Murphy, se puede apreciar en la película la
influencia que tiene este personaje sobre las conductas de los demás pacientes. Hechos como
mostrar a Chesky, en medio del juego de cartas, la baraja con mujeres posando semidesnudas,
establecer exigencias en medio de las reuniones de terapia programadas por la enfermera jefe y
comentar su estrategia de escape con el lavamanos, permite observar la influencia anímica y la
vuelta del yo con acciones que a mi juicio van más allá de los ajustes secundarios que hace los
internos dentro de la institución. Si bien los ajustes secundarios representan una adecuación del
hospital respecto a los intereses, gustos y dinámicas de los internos para obtener satisfacciones
prohibidas (Coffman, 1961), Mc Murphy va más allá de esta iniciativa; él concentra sus esfuerzos
en diferenciar dos aspectos: la función institucional del hospital psiquiátrico, la cual busca

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uniformar y preservar los rasgos generales de un enfermo mental bajo el código normativo que
obliga al paciente a cumplirlo y la acción retroactiva de las actividades del mundo exterior que
promueven la restauración de la vida anímica y personal del interno.

Lo anterior se puede ver en varias escenas: en la celebración eufórica del partido de beisbol,
en la fiesta organizada dentro del hospital, pero particularmente en la salida inesperada a pescar
con los pacientes que estaban en el bus, salida que a mi parecer fue motivada por la foto del director
del hospital, quien sostenia con su mano derecha un gran salmón. Allí, en medio del mar, Mc
Murphy entrego el timón del barco a Cheswick como experimento emocional que buscaba
promover la confianza de conducir y dirigir su propia vida. Así mismo, esta fuga de lo interno a lo
externo del mundo habitual promueve un acercamiento de Billy hacía otra mujer, luego del
distanciamiento suicida con la chica que pretendía. Todo ello apunta a mostrar en la película cómo
estas escenas de lo cotidiano alteraron el patrón de locura que tanto constituía al paciente dentro
de la institución. Un ejemplo de las consecuencias inevitables del mundo exterior en el interno, es
que el señor Martini ya no se sentía tan sólo como un enfermo mental, sino como un pescador.

Se puede pensar que Mc Murphy es el tipo de paciente que lidera el grupo de “enfermos
mentales” debido a la contrariedad que manifiestan sus actos respecto a las normas y tratamientos
que aseguran la permanencia de la institución. No obstante, la filiación de este personaje con sus
compañeros no se revela exclusivamente en esta contrariedad, sino en la sensación de azar, de
cambio, de acción, propios de la vida humana. La contrariedad en el fondo es admirada por los
pacientes, dado que permite vislumbrabar elementos importantes que predisponen las actividades
vitales del ser humano. Tal vez sin la influencia de este singular paciente, Cheswick no hubiese
tenido el valor de cuestionar a la enfermera sobre el constante interrogatorio a Bill o menos aún,
de revelarse ante los privilegios y castigos implícitos en las normas que rige el personal como
autoridad (o recibe el privilegio de fumar cigarrillos o se le imparte el castigo de asilamiento con
electrochoques y abstinencia).

De otra parte, en la película se puede apreciar de manera leve y sin agresiones fuertes el
proceso de admisión de Mc Murphy. El ingreso al sanatorio lo toma como si fuese un lugar de
paso y de descanso. Su preparación o programación en el hospital psiquiátrico no fue tan radical
como lo puede ser el caso de un preso que ingresa recientemente a la prisión, quien generalmente
se ve obligado a soportar insultos, humillaciones y deshonras para afirmar colectivamente su
condición de interno. Por el contrario, este personaje burló “la bienvenida” al no identificarse desde

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un comienzo con los caracteres de ninguno de los dos bandos del hospital, pues nunca se percibió
a sí mismo con la racionalidad del personal clínico ni tampoco se identificó con la locura de los
pacientes. Se podría pensar que su rol como interno estuvo jugando todo el tiempo entre el límite
del paciente y el límite del personal. Me atrevo a decir que nunca se sintió aliado de la normatividad
psiquiátrica, porque siembre tuvo la insistente necesidad de adecuar el espacio (los baños se
convirtieron en un tipo de casino) e introdujo conductas cotidianas dentro del ambiente de la
locura; pero tampoco fue un personaje que se resguardo en la presunta locura de los demás
pacientes, pues desafió la coherencia y sentido normativo de la convivencia interna. Entonces, ¿cuál
fue el rol que Mc Murphy tuvo en el hospital psiquiátrico?

Pienso que durante toda la trama de la película su función se concentró en mostrar cuáles
serían las implicaciones sociales y existenciales que conlleva situar a una persona del común en una
institución donde se radicaliza la racionalidad y la locura. La imagen de Mc Murphy puede ser la
representación equivalente a la vida común puesta a disposición dentro de parámetros que
programan y determinan las condiciones de lo no racional. La embriaguez, el sexo, la burla, la
euforia, la recursividad, el ingenio, la inmoralidad de alguna de sus expresiones, la imagen doble,
entre otros aspectos, son a mi consideración, propiedades que también integran los mecanismos
de defensa de la cultura. Con lo que he dicho no quiero aseverar de nuestra vida común sea igual a
la de Murphy; sólo afirmo que muchos de los elementos que caracterizan a este personaje también
integran actitudes, emociones y tipos de vida predominantes en las dinámicas sociales.

Todo el esfuerzo de Mc Murphy lo veo direccionado a mostrar cómo la normalidad de un


integrante social pasa desapercibida en esta institución total y cómo, a su vez, la locura no sólo
puede referirse a una enfermedad mental singular de un agente, sino también directamente a un
establecimiento social acondicionado para engendrar conductas y creencias generales propias de
una concepción negativa o excluyente de la cultura. En este caso, se evidencia que el imaginario de
locura no está presente únicamente en el hospital psiquiátrico y la idea de racionalidad o de “lo
normal” no está exclusivamente en la sociedad civil.

Referencias

Goffman, E. (2001). Internados. Barcelona: Amorrortu.

Pinzón, C., & Suárez, R. (1990). Etnocidio y locura. Revista Colombiana de Antropología
Vol. XXVII. Bogotá, 1989.

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