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NI COLA ABBAGNANO

EXISTENCIAL1SMÜ
POSITIVO

EDITORIAL PA1DOS
BUENOS AIRES
Título del original italiano
ESISTENZIALISMO POSITIVO

Publicado por
T aylob •T orino

Versión castellana de
R. De Lio Brizzio

Impreso en la Argentina
(Printed in Argentina)

Queda hecho el depósito que previene la ley N9 11.723

P edición, 1951
Biblioteca Temas del Siglo XX

2a edición, 1964
Biblioteca del Hombre Contemporáneo

©
Copyright de todas las ediciones en castellano by
EDITORIAL PAIDOS
Sociedad en Comandita
Cabildo 2454 Buenos Aires
ÍN D ICE

Nota para esta e d ic ió n ......................................... 9


I. ¿ Q u é es el existencialismo ? ....................... 11

1. La búsqueda, 13. 2. El compromiso en la finitud, 15.


3. La trascendencia, 18. 4. La coexistencia, 19. 5. El
destino, 23. 6. Historicidad del existencialismo, 28.

II. El existencialismo es una filosofía posi­


tiva ...................................................................... 31
I. La Filosofía como problema, 33. 2. Problematici-
dad de la filosofía, 36. 3. La filosofía como exis­
tencia, 38. 4. La filosofía no es contemplación, 43.
5. Problematicidad y problemas, 46. 6. La realidad
como posibilidad, 51. 7. Los filósofos de la posibi­
lidad: Kant y Kierkegaard, 55. 8. La equivalencia
de las posibilidades: el existencialismo negativo, 58.
9. La posibilidad trascendental, 6 2 .10. La libertad, 68.
II. El tiempo, 72. 12. La historia, 77.
NOTA PARA ESTA EDICIÓN

Nicola Abbagnano es indudablemente una de las


más importantes figuras de la filosofía italiana con­
temporánea. Frente al existencialism o de Sartre y de
Camus, quienes reconocen ¡a equivalencia absoluta de
todas las posibilidades humanas; frente a H eidegger
que sostiene que todas las posibilidades son nada y que
todas se equivalen menos una, que reúne y expresa la
nulidad de todas: la posibilidad de la m uerte; ¡rente a
Jaspers que sostiene que las posibilidades de la exis­
tencia son equivalentes por su- común imposibilidad de
ser más que posibilidades, de alcanzar la trascenden­
cia — frente a todas estas posiciones que califica com o
existencialism os negativos en razón de que niegan pre­
cisamente aquello d e lo que parten, la existencia, pro­
pone Abbagnano una filosofía “ que justifique el reco­
nocerse y el mantenerse de la existencia em, su proble-
10 NICOLA. ABBAGNANO

malicidad fundamental y d eje abiertas las posibilidades


en las que ella se constituye” .
En los dos ensayos que integran este libro el emi­
nente pensador italiano fija con profundidad y rigor
las tesis principales de esta nueva dirección que él
propugna y a la que llama uexistencialismo positivo” .
I

QUÉ ES EL EXISTENCIALISMO?
1. La búsqueda

En todos sus aspectos, humildes o elevados, la


existencia del hombre es la búsqueda del ser. La
tendencia vulgar al placer y al bienestar y el
impulso religioso hacia Dios (para considerar
las actitudes más opuestas) son, como todas las
demás actitudes de la concreta humanidad, la
búsqueda de un estado, es decir de una condi­
ción o de un modo de ser, en el cual esté garan­
tizada la realización de exigencias o necesidades
consideradas fundamentales. El hombre busca
en todos los casos una satisfacción, un comple-
tamiento, una estabilidad que le faltan: busca el
ser. Esta condición es característica de su fini-
tud. Si busca el ser, no lo posee, no es, él, el
ser. Percatarse de esta finitud, indagar a fondo
su naturaleza, constituye la tarea fundamental
14 NICOLA ABBACNANO

del existencialismo. Pero percatarse de ella o


indagarla no sólo significa convertirla en objeto
de especulación, sino tomar buena nota y deci­
dirse en vista de ella. Aquí aparece claramente
la nueva perspectiva del existencialismo. Éste
exige que el hombre se comprometa en su pro •
pia finitud; que en la búsqueda del ser que
constituye la sustancia de cada actitud cotidia­
na o excepcional suya, no olvide o desconozca
esta sustancia ni que tal búsqueda sólo tiene un
sentido o un fundamento en virtud de su limita­
ción constitutiva y de su insuficiencia e inesta­
bilidad, y que, por lo tanto, cada paso en la
búsqueda no hace más que consolidarlo en la
finitud de su naturaleza. Tal exigencia le cierra
ciertas perspectivas, pero le abre de inmediato
otras, mucho más fecundas. Le cierra la pers­
pectiva de una satisfacción final, de un poseer
definitivo e inajenable, de una espera demasia­
do confiada e inerte; pero le abre la perspectiva
de la lucha, la realización de sí y la conquista.
Y en tal perspectiva las cosas cambian. El hom­
bre no debe lanzarse hacia el ser con la pre­
tensión de aprehenderlo y poder, a su voluntad,
dominarlo por entero; no debe nutrir la ilusión
EXISTENCIALISMO POSITIVO 15

de convertirse en él y de identificarse con él


— ilusión que le prepara la caída inevitable en
el extravío y en la dispersión. Por el contrario,
debe consolidarse en su capacidad de búsqueda
y de adquisición, aceptando y reconociendo sus
propios límites y trabajando dentro de estos lí­
mites en profundidad y renunciando a toda dis­
persión. Este compromiso es simultáneamente
el reconocimiento de la naturaleza última del
hombre y su autodefinición metafísica como fi­
nitud: el hombre es la originaria, trascendental
posibilidad de la búsqueda del ser.

2. El compromiso en la finitud

Aparece aquí claramente el segundo motivo


fundamental del existencialismo. Filosofar no es
privilegio de los filósofos. Es el compromiso del
hombre con su propia condición finita de hom­
bre, con los límites que lo condicionan y lo es­
timulan. Este compromiso puede realizarse en
la fe como en la acción, en la especulación
com o en el arte. No excluye tarea ni condición
humana alguna. Sólo excluye a su contrario, el
16 NICOLA ABBAGNANO

no-compromiso, el desconocimiento de la fini-


tud. Pero esto imprime ya una directiva segura
a la existencia, le otorga ya la norma de su cons­
titución auténtica. Excluye la distracción, la dis­
persión, excluye todo lo que rompe el vínculo
existencial del hombre consigo mismo y con los
otros, ya que exige la concentración de las pro­
pias fuerzas y la solidaridad fáctica con los
otros. La íinitud, como sustancia de la existen­
cia, conviértese en norma de la existencia. Y esta
norma, al llevar al hombre a realizarse como
finito, al mismo tiempo lo lleva continuamente
más allá de sí, pues lo consolida en su capaci­
dad de búsqueda, en la posibilidad de su rela­
ción con el ser.
Así, la impotencia de la naturaleza finita del
hombre, que a primera vista parece su debili­
dad, conviértese en fuerza y potencia. El reco­
nocimiento, la aceptación y la elección operan
la transformación. Pero esta transformación es
en realidad una fundación.
El hombre realiza integralmente su natura­
leza finita porque ha decidido elegirla. La elec­
ción decidida significa el apasionarse el hom­
bre por su tarea, su resolución de ser exclusi-
E X IST E N C U U SM O POSITIVO 17

vamente él mismo hasta el fondo. Y el sí mismo


no es dado al hombre con anterioridad a la
elección y a la decisión. La elección y decisión
lo constituyen: la búsqueda del ser es búsqueda
del propio ser, del propio sí mismo, del yo. El
yo es la unidad fundamental del ser del hom­
bre. Pero de tal unidad el hombre no goza como
de un privilegio que no puede perderse: debe
realizarla retrayéndose de la dispersión de las
actitudes impropias y concentrándose en la uni­
dad de una tarea única. El yo no es un dato
psicológico o antropológico, ni es un hecho ob­
jetivamente observable; es la exigencia funda­
mental hacia la cual el hombre se mueve en su
búsqueda del ser, el término que él tiende a
constituir y a fundar en su relación con el ser.
El yo msmo es por ello trascendente. El hom­
bre no lo vuelve a encontrar mientras permanece
inmerso y disperso en la finitud, es decir en la
multiplicidad heterogénea de sus actitudes in­
significantes; sólo vuelve a encontrarlo cuando
asume sobre sí la finitud y encamina la multi­
plicidad de las actitudes hacia la unidad de una
tarea. Pero aun cuando ha vuelto a encontrarlo
puede todavía perderlo, de suerte que su deci-
18 NICOLA ABBAGNANO

sión no es un acto preciso sino una continuidad


de proceso en el que el riesgo de la dispersión
y de la pérdida hállase siempre presente.

3. La trascendencia

Se presenta ahora el tercer tema fundamen­


tal del existencialismo: la trascendencia. La
eliminación de todo dato, la resolución de todo
el ser en su esencia problemática, hace aparecer
en toda su enorme importancia el movimiento
de la trascendencia. Pues, así como el yo es
continuamente trascendente para el hombre, ya
que continuamente debe vincularse con él a fin
de realizarlo, así es trascendente el ser con res­
pecto al mundo. Realizarse como yo significa
apasionarse en la propia tarea, y apasionarse
en la propia tarea significa hacer salir al mun­
do de la dispersión de los sucesos insignifican­
tes y reconocerlo en la seriedad y en la consis­
tencia de su orden, en el cual cada cosa es un
medio o un obstáculo para la realización del
yo. A l que no ha elegido su tarea, al que no se ha
vuelto a encontrar a sí mismo, el mundo se le
EXISTENCIALISM O POSITIVO 19

presenta como un complejo de vicisitudes insig­


nificantes, como un espectáculo multicolor pero
carente de consistencia y seriedad. Mas a quien
se ha comprometido íntegramente en la realiza­
ción de sí, el mundo se le presenta como una uni­
dad compacta que debe proveer los instrumen­
tos indispensables de la realización, pero que
asimismo puede canstituir el obstáculo insu­
perable y la posibilidad de un fracaso. La
aceptación del mundo en el ser que le es pro­
pio, en su orden lúcidamente reconocido, es la
condición indispensable para la realización de
sí, y de consiguiente hállase esencialmente
vinculada con tal realización. Pues el mundo
tampoco es un hecho o un complejo de hechos.
Su ser auténtico constituyese solamente como fin
de la trascendencia existencial.

4. La coexistencia

Pero el significado último de la trascenden­


cia se revela únicamente en la coexistencia,
cuarto tema fundamental del existencialismo.
Podría parecer que el hombre que vive en la
20 M C O L A ABBAGNANO

pasión de su tarea y en el esfuerzo de la reali­


zación de sí, se coloque en un espléndido
aislamiento. En realidad, el vínculo del hom­
bre con los otros hombres es esencial para la
existencia y se revela en sus dos aspectos funda­
mentales: el nacimiento y la muerte. Nacimien­
to y muerte no son hechos; no son, como se cree
comúnmente, los límites obligados de la exis­
tencia humana, o de la vida en general. Son
posibilidades que cábele al hombre reconocer y
aceptar o desconocer e ignorar. Reconocer que
se nace, signfica para mí reconocer que mi exis­
tencia no es toda la existencia, que ella está
ligada, en lo que toca a su origen mismo, a la
existencia de los otros: y por eso significa re­
conocer la comunidad con la cual coexisto y que
me ha dado origen. Percatarse del hecho origi­
nario (que todos admiten verbalmente pero que
no todos comprenden en su significado existen­
cia !) de que se nace, significa percatarse de la
naturaleza esencial, constitutiva de los vínculos
que ligan al hombre con la comunidad y del
carácter concreto e individual de la propia exis­
tencia; lo que significa reconocer la dignidad
y la importancia de los otros con respecto a mi
EXISTENCIALISMO POSITIVO 21

propia existencia. La existencia no se basta a


sí misma: en su origen debe darse un acto de
trascendencia hacia la existencia: la trascenden­
cia hacia la existencia es la coexistencia. El
hombre nace del hombre. Esto expresa típica­
mente la necesidad de la coexistencia para la
existencia: la insuficiencia de la existencia para
sí misma, la necesidad de su volver a encontrarse
en la coexistencia. De aquel reconocimiento ma­
na la posibilidad existencial de la solidaridad
humana que está en la base de las comunidades
históricas y de los aspectos propiamente huma­
nos de la existencia: el amor y la amistad. La
relación existencial se revela como un vínculo
de solidaridad que apuntala al hombre en su de­
bilidad y en su insuficiencia y lo obliga a devol­
ver a los otros lo que a él le ha sido dado. Se
reconoce así que la existencia del individuo
está ligada a la del otro y no puede privarse
de ella. El amor es la forma típica del reco­
nocimiento del otro como de un otro sí mismo.
Supone la trasparencia evidente del uno para
el otro, trasparencia por la cual el uno es para
el otro exactamente lo que es para sí mismo. A su
vez, la amistad multiplica las posibilidades de
22 NICOLA ABBAGNANO

entendimiento y de encuentro entre hombre y


hombre y, como ya lo vio Aristóteles, consiste
en una comunidad fundamental de intereses y
de directivas.
Todas las formas de la coexistencia se fundan
sobre la naturaleza finita del hombre como po­
sibilidad de relación con el ser. Sólo coexistien­
do puede el hombre buscar el ser o relacionarse
con él. No puede volver a encontrarse a sí mis­
mo y constituirse como yo, ni reconocer la reali­
dad y el orden del mundo, sino en el acto de
vincularse con los otros, de reconocer la origi­
nalidad y la esencialidad de su vínculo con los
otros y de decidirse, en consecuencia, por la
fidelidad a la comunidad a que pertenece, al
amor y a la amistad.
De otra parte, la muerte expresa la posibili­
dad de la resolución del vínculo coexistencial.
Por la muerte yo puedo serle arrebatado a los
otros, al mundo y a mí mismo. La muerte no es
un fin o un acabamiento, sino una posibilidad
que acompaña a todas las demás y constituye su
limitación intrínseca. Es la posibilidad de lo
no-posible, que domina y determina desde aden­
tro cada obra humana y la convierte en un lia-
EXISTENCIAUSM O POSITIVO 23

niado al futuro, o sea precisamente en una posi­


bilidad. En cada caso debe el hombre rendirle
cuentas al futuro; y en cada caso el futuro en­
traña para él una amenaza latente: la posibili­
dad de que su obra o él mismo se pierdan. Esta
amenaza, si es reconocida y aceptada, conviér­
tese en un riesgo, el riesgo del éxito y del fraca­
so. Pero como riesgo es ineliminable. Y jus­
tamente del riesgo nace de hecho la necesidad
de decidir, la exigencia de la fidelidad.

5. El destino

Llegamos así al quinto tema fundamental del


existencialismo. Si el futuro estuviese ya in­
cluido y preconstituido en el pasado, si la his­
toria fuese un progreso continuo, un orden
necesario cuyas conquistas fuesen definitivas y
sus valores garantizados eternamente, ninguna
dispersión, ningún desbandamiento de los in­
dividuos podría impedirlo o perturbarlo. Pero
en realidad el hombre debe elevarse hasta la
historia, es decir, hasta el orden en el cual
se halla tanto el significado de su ser como el
24 NICOLA ABBACNANO

del ser del mundo y de la comunidad, movién­


dose fatigosamente desde las vicisitudes insig­
nificantes y dispersivas del tiempo. El hombre
no es historia: debe hacerse historia volviendo
a encontrarse a sí mismo en el mundo y en la
comunidad. Debe substraerse a la amenaza del
tiempo, siempre pronto a sumergirlo en la in­
significancia de sus vicisitudes banales y afron­
tar el riesgo de su éxito en la historia. Ahora
bien, sólo puede afrontar ese riesgo disponién­
dose a la fidelidad: moviéndose hacia el futuro
con la decisión de consolidarlo al pasado y de
volver a encontrar en el pasado su verdadero
sí mismo y la verdadera forma de coexistencia
con los otros. Esta fidelidad es el destino.
En el mito de Er, Platón imagina que las al­
mas, antes de encarnarse, son conducidas a ele­
gir su destino, y que se las pone ante una multi­
tud de modelos de vida, entre los cuales cada
una puede escoger libremente aquel al que per­
manecerá luego necesariamente ligada. Pero
ocurre que cada alma elige en base a la expe­
riencia de su vida anterior, y que por ejemplo
Ulises, aleccionado por antiguas penurias y
ahora despojado de toda ambición, elija la más
EXISTENCIALISMO POSITIVO 25

oscura y humilde vida. Este mito platónico es­


conde una enseñanza vital. Parecería que en la
elección de la propia tarea, en la aceptación y
en el reconocimiento de lo que para cada uno es
el propio destino, el hombre tuviese ante sí in­
finitas posibilidades entre las cuales la elección
sería indiferente. En realidad, no hay posibili­
dad de elección indiferente. Una sola es la po­
sibilidad que me pertenece, y es aquella en que
puedo comprometerme apasionada y totalmen­
te. Sólo cabe reconocerla por la posibilidad de
este compromiso. No es factible examinar desde
afuera las diversas posibilidades indiferentes
que parecen ofrecérseme: en realidad todas las
demás sólo están ahí para que yo elija la mía,
que es aquella en cuyo fondo me volveré a en­
contrar a mí mismo y mi verdadera relación con
los otros y con el mundo. Y la decisión no es un
acto preciso sino una búsqueda continua, un pro­
ceso de profundización que descubre en la po­
sibilidad que he elegido una riqueza siempre
nueva, alejándome de lo que puede distraerme,
concentrándome en lo que me es propio. Ni yo
soy yo, ni subsiste para mí posibilidad alguna,
fuera del compromiso, de la decisión y de la
26 NICOLA ABBAGNANO

elección. La unidad que me hace yo es la del


compromiso existencial, es la unidad de la ta­
rea en la cual me reconozco. Las demás posibi­
lidades se me presentan sobre el fondo de esta
tarea fundamental, en cuyo esclarecimiento y
reconocimiento debo trabajar. Y en este trabajo
los otros pueden ayudarme, como puedo ayudar­
los y o ; pero en última instancia, sólo a mí me
concierne la decisión.
Desde luego, puedo engañarme. A l igual que
las almas del mito platónico, puedo ser hechi­
zado o halagado por el resplandor externo de
ciertas posibilidades dispersivas, o puedo, al in­
tentar perseguir en vano una de ellas, fracasar
en el reencuentro de mí mismo y de mi verda­
dera relación con los otros. Pero en este caso el
error se me aclarará, antes aún que con el
fracaso, con mi incapacidad de consolidar y
mantener el compromiso. Esta incapacidad pro­
ducirá inmediatamente la caída en la dispersión
y en la insignificancia. No me reencontraré en lo
que hago, porque no seré lo que debo ser. Habré
faltado a la sustancia de mi ser, a la naturaleza
última de mi finitud, habré sido infiel a mí
EXIETENCIALISMO POSITIVO 27

mismo y a los otros. En el límite de esta caída,


si nada me redime y me hace volver a mí mis­
mo, no sólo se desvanecerán en la nada las po­
sibilidades que más promisorias parecían, sino
que tenderá a dispersarse mi mismo yo y mi
relación con los otros: el vínculo existencial y
coexistencial se verá amenazado por la rotura
definitiva del aislamiento y de la locura. Pero
mucho más acá de ese límite el yo carecerá ya
de unidad propia y de destino: incapaz de fide­
lidad, será esclavo de vicisitudes insignificantes
y se dejará vivir como una unidad anónima, sin
destino.
El existencialismo tiende a sustraer al hombre
del indiferentismo anónimo, de la disipación,
de la infidelidad a sí mismo y a los otros: tien­
de a restituirlo a su destino, a reintegrarlo a su
libertad. La libertad es su tema fundamental
último y decisivo. El hombre libre es el hombre
que tiene un destino. El destino es la fidelidad
a su propia tarea histórica, es decir a sí mismo,
a la comunidad y al orden del mundo. La li­
bertad es el acto de decisión de la fidelidad, es
la elección de su tarea propia y la confianza
28 N 1COLA ABBACNANO

indestructible en su valor trascendente, es la pa­


sión desapasionada, que lúcidamente ve y juzga
todo para poder todo afrontar.

6. Historicidad del existencialisnio

Históricamente, el existencialisnio está en la


linea de las grandes metafísicas de Occidente,
de Platón a Santo Tomás, de Descartes y Vico
a Kant. Pero a estas grandes figuras y a todas
aquellas que de alguna manera importan en
la historia, el existencialismo no las considera
embalsamadas y encerradas en sus sistemas, sino
personalidades vivas y poderosas que por siglos
han ofrecido a los hombres un modo de enten­
derse y encontrarse, y que todavía pueden y
podrán dar soluciones esclarecedoras a los ur­
gentes y vitales problemas de los hombres. Le­
jos por igual del dogmatismo y del escepticismo,
el existencialismo vuelve a interrogar a los
maestros del pasado y valora respetuoso y firme
sus respuestas. La palabra de que el hombre ha
vivido ayer y será tal vez aquella de la que vivi­
rá mañana. Pero es preciso volver a encontrarla
EXISTENCIALISMO POSITIVO 29

y hacerla resonar claramente, para que se la


pueda escuchar. La tarea de clarificación exis-
tencial se halla estrechamente vinculada con una
tarea de indagación y de clarificación historio-
gráfica. La una como la otra demandan com­
promiso, trabajo, fidelidad y tenacidad.
El existencialismo no es una escuela y repu­
dia el proselitismo. No siendo pura doctrina,
pero exigiendo como fundamento de la doctri­
na una actitud existencia!, es decir del hombre
total, puede constituir para el hombre un lla­
mado o una ayuda, mas no puede reemplazar
su decisión y su compromiso. Construye un
camino, no impone una fórmula. A l final de
este camino, hay para cada uno la posibilidad
de reconocerse en su verdadera naturaleza, y
para todos la de comprenderse y realizarse en
una comunidad solidaria.
II

EL EXISTENCIALISMO ES UNA FILOSOFÍA


POSITIVA
1. La filosofía com o problem a

¿Posee el existencialismo una característica


propia frente a la filosofía tradicional? Y esa
característica, ¿justifica el interés que suscita
también fuera del ámbito filosófico y su preten­
sión de penetrar en la literatura, el arte y la cul­
tura contemporánea en general?
A fin de responder a esta pregunta comence­
mos examinando la actitud del existencialismo
ante el problema de la filosofía. Siempre ha
habido un problema de la filosofía ; nunca pudo
esta disciplina simplemente presuponer su na­
turaleza, método y objetos, debiendo empezar
invariablemente por la definición de sí misma.
Pero no siempre, sino sólo muy rara vez, logró
ella justificar su problema. El problema de lo
qué es la filosofía ha aparecido con mayor fre-
34 NICOLA ABBACNANO

cuencia como un estado provisorio de incerti­


dumbre y de duda propio de esta disciplina,
estado que la constitución y los sucesivos pro­
gresos de ella habría eliminado y destruido. La
filosofía ha tenido siempre la pretensión de ex­
plicar y justificar todos los aspectos de la reali­
dad del hombre, del mundo y de D ios; pero las
más veces olvidó o descuidó explicar y justifi­
car aquel que más de cerca le atañe: su propio
problema. De ahí que la incertidumbre, la ines­
tabilidad y la duda que acompañan sus comien­
zos, sus progresos y sus conclusiones, problema-
ticen todavía y siempre cada uno de sus resul­
tados más ciertos.
Que la filosofía haya de luchar incesante­
mente por su propia vida, que deba ella comen­
zar dándose una figura y un rostro, y que luego
de habérselos dado deba combatir para defen­
derlos y mantenerlos, este hecho, o mejor dicho
este destino de lo filosofía, ¿debe en verdad caer
fuera de la filosofía? ¿O por el contrario, debe
constituir su alma y su vida? He aquí la alter­
nativa de donde nace el existencialismo, que,
desde este punto de vista, representa la ruptu­
ra definitiva con la ingenuidad filosófica. Po-
EXISTKNCIAUSMO POSITIVO 35

siciones y sistemas filosóficos caracterizados


por la ignorancia de esa alternativa son para
él imposible. Cuando por ejemplo Hegel afir­
ma la intrínseca, total y necesaria identidad de
lo real y lo racional, quita todo fundamento
a su misma filosofía, puesto que si lo real es
idéntico a lo racional, el problema de su iden­
tidad no puede nacer y la filosofía que se lo
plantea y combate por él carece de objeto y de
significado. También el escepticismo, al afir­
mar la equivalencia de todas las visiones y con­
cepciones del mundo, despoja a su problema de
todo posible fundamento, ya que si tal equiva­
lencia existiera no tendría sentido el demostrar­
la. En una totalidad de perspectivas equivalen­
tes, cada elección está de antemano justificada, y
el problema que da origen al escepticismo re­
sulta carente de sentido. Frente a cualquier fi­
losofía, es menester preguntar si el concepto de
la realidad en que ella desemboca, hace posible
el problema, del cual ella nace. Si no es así, el
resultado implícito es siempre la total e irre­
mediable vacuidad de la filosofía. Ahora bien,
el existencialismo pretende sustraerse a esta
vacuidad. Exige que la filosofía llegue finalraen-
36 NICOLA ABBACNANO

te a justificar su propio problema, a demostrar


su posibilidad intrínseca. Tal es, cabe decir, la
característica fundamental del existencia lismo.

2. Problcmaticidad de la filosofía

De esta característica dimanan su naturaleza


y su método. Es evidente que el primer problema
de una filosofía tal es el relativo a la misma
forma problemática de la filosofía. ¿Por qué la
filosofía constituye siempre un problema para
sí misma? No obstante su aparente simplicidad y
abstractez, esta pregunta es rica en consecuencias
y resonancias, no todas fáciles de percibir a pri­
mera vista. Y es en el mismo plantearse de la
pregunta, en su significado interior, que debe de­
tenerse nuestra atención. De inmediato se ve en­
tonces que ella es una pregunta al par que una
respuesta, y que cabe adoptarla, sin cambio al­
guno, como la definición misma de la filosofía.
“ ¿P or qué la filosofía constituye siempre un
problema para sí misma?” , puede significar que
la filosofía es esencialmente su propio proble­
ma. En tal caso, su forma problemática no es
EXISTENCIAUSM O POSITIVO 37

apariencia y provisoriedad, sino sustancia. Exa­


minemos qué implica este reconocimiento. Un
problema es, en general, un estado de indetermi­
nación, en el cual posibilidades diversas y con­
trastantes se balancean. La solución de un pro­
blema es, generalmente, la elección de aquella
posibilidad que justifica (o hace posible) el pro­
blema mismo. Estas aclaraciones resultan obvias
si se abandona el arraigado prejuicio de que la
solución de un problema sea la eliminación del
mismo. En verdad, un problema resuelto es un
problema justificado como problema, y por lo
tanto fundamentado y autenticado por la misma
solución. Los problemas insolubles (constitutiva­
mente insolubles) no son problemas sino rompe­
cabezas y constituyen la alegría y el tormento de
los aficionados de cualquier disciplina. En la
ciencia, por ejemplo, un problema resuelto se
presenta incesantemente como problema en el
curso de la investigación y se reproduce y vive
en todas sus posibles ramificaciones. En mate­
máticas, un problema es un vedadero proble­
ma cuando ha sido resuelto, o sea cuando su
solución puede valer como solución de todos los
otros problemas, dentro o fuera de las matemáti-
38 NICOLA ABBACNANO

cas, a los cuales es aplicable. Estas observacio­


nes, y otras que cabría hacer, aclaran que la
solución de un problema no es otra cosa que la
demostración de su posibilidad; y que por con­
siguiente ésta, muy lejos de eliminar, destruir
o quitar del medio al problema mismo, lo fun­
da y justifica su autenticidad.
Siendo asi, la forma problemática de la filo­
sofía no implica en absoluto que ella deba dejar
en suspenso la solución de su problema o que
continuamente haya de mantenerse en equili­
brio entre las posibles soluciones de éste, sino
sólo que la solución, sea cual fuere, debe justi­
ficar la posibilidad del problema. Esto basta
para aclarar con precisión el sujeto, el objeto
y el método de la filosofía.

3. La filosofía como existencia

De inmediato resulta evidente que, dada su


naturaleza problemática, la filosofía no es ni
puede ser un saber divino del mundo. No es la
posesión firme, definitiva, total de todo el sa­
ber posible; ni tampoco es la posesión de un
EXIETENCIALISMO POSITIVO 39

saber cualquiera; es más bien el problema del


saber, un problema que continuamente renace
de las propias soluciones. Si se aceptan las acla­
raciones aducidas en punto a la naturaleza de
la filosofía, es necesario rechazar como iluso­
ria toda filosofía divinizante, esto es toda fi­
losofía que se considere a sí misma como la
actividad de un intelecto puro, de una razón
absoluta o de una intuición intelectual. En efec­
to, cualquier filosofía de esta índole imposibi­
lita de hecho el problema de la filosofía y priva
de todo significado a la búsqueda sobre la cual
se funda. Pero con aquellas negaciones no se
precipita, como cabría temer, en el abismo de
lo irracional. Se puede continuar diciendo (si
bien esta terminología no sea estrictamente in­
dispensable, sino sólo cómoda y obvia) que la
filosofía sea razón o pensamiento, con tal que
se agregue que es razón o pensamiento proble­
mático. La problematicidad contrapónese aquí
a la necesidad propia de la razón absoluta o
divinizante. Un saber necesario es el que se
realiza como concatenación inmutable de deter­
minaciones universales, de suerte que pueda ser
comprendido y dominado de una sola mirada
40 NICOLA AI3BAGNANO

que abarque su totalidad absoluta. Un saber tal


excluye, por la necesidad de sus concatenaciones,
todo problema dentro de sí y no constituye un
problema en su totalidad. Un saber problemá­
tico, en cambio, excluye la necesidad, incluye
la indeterminación, la duda, la decisión y la
elección, siendo la posibilidad su norma y cate­
goría supremas.
Un saber problemático es un saber posible,
que implica la posibilidad del no saber. Por lo
tanto hállase incesantemente acompañado por
la duda, que justamente es el reconocimiento
de la posibilidad negativa implícita en todo sa­
ber positivo: la posibilidad del error, de la pér­
dida y del extravío del saber posible. El saber
necesario define la vida pensante de un ser in­
finito. El saber problemático define la vida pen­
sante de un ser finito. Finitud no significa aquí
otra cosa que problematicidad: no expresa sino
la problematicidad constitutiva de un saber que
es siempre posibilidad del no-saber.
El hombre es el único ser pensante finito; el
saber problemático constituye por ello la con­
dición y el modo de ser del hombre. Si se llama
existencia el modo de ser del hombre, el saber
EXISTENCIALISMO POSITIVO 41

problemático define y expresa la existencia. Se


revela en este punto el rasgo que da al existen-
cialismo su nombre: la identidad entre existen*
cia y filosofía. Esto, por cierto, no es una nove­
dad. ¿Acaso la filosofía no ha sido siempre el
esfuerzo incesante del hombre por alcanzar al­
guna claridad acerca del ser que le es propio?
Pero si bien la filosofía siempre fue lo prime­
ro, no siempre fue lo segundo su problema ex­
plícito. Y si no lo fue, y toda vez que no lo fue,
falló el esclarecimiento fundamental en torno al
hombre: el de ser, el hombre, problema para sí
mismo. Éste es justamente el significado último
de admitir que la filosofía es un saber proble­
mático, que define y expresa la condición o el
modo de ser del ente finito. La filosofía se vincu­
la de inmediato con la constitución misma del
hombre; y ésta resulta investida e iluminada por
la problematicidad reconocida como propia de
aquélla. E inmediatamente, del mismo esclare­
cimiento preliminar de la naturaleza de la filo ­
sofía surge un esclarecimiento preliminar acer­
ca de la naturaleza del hombre. Esta naturaleza
no es un estado inmóvil, ni una realidad obje­
tiva, ni una subjetividad universal; es solamente
42 NICOLA ABBAGNANO

la originaria, trascendental problematicidad de


sus problemas.
La filosofía, considerada inicialmente en su
significado restringido y en sus manifestaciones
técnicas, revélase aquí íntima y esencialmente
vinculada con el modo de 9er del hombre, con la
existencia. En sus orígenes no hay una gratuita
y vana curiosidad de conocer, sino un movimien­
to vital, por el cual el hombre, en la inestabili­
dad de su naturaleza problemática, busca el ser
que le es propio y pugna por alcanzarlo y po­
seerlo de alguna forma. La seriedad y valor de
la búsqueda filosófica garantízanse así de la
manera más sólida. Esta búsqueda no es un lujo
susceptible de omitirse o considerarse superfluo;
es la constitución intrínseca de la existencia co­
mo tal. De otra parte, la elaboración técnica de
la filosofía, que es sustancialmente la construc­
ción de un lenguaje que exprese de la manera
más rigorosa y precisa posible el filosofar au­
téntico que es la existencia, también adquiere
un nuevo significado. La ¡nsoportación y la in­
satisfacción motivadas a veces por la así llamada
“ abstrusidad” de la técnica filosófica, se hacen
imposible al reconocerse explícitamente que en
EXISTENCIALISMO POSITIVO 43

aquella técnica buscan su expresión y su sistema­


tización lógico-lingüístico las experiencias y ac­
titudes fundamentales del hombre. La labor de
los filósofos no está confinada en su especializa-
ción, sino que interesa a todos los hombres por­
que encuentra sus raíces en la misma condición
humana. En virtud de este reconocimiento, el
existencia]ismo, que también se vale de una téc­
nica rigorosa y difícil, tiende a desbordar del es­
trecho círculo de los mismos filósofos y a inves­
tir con su espírtu las más diversas manifestacio­
nes de la cultura contemporánea.

4. La filosofía no es contemplación

El reconocimiento de la naturaleza problemá­


tica de la filosofía ha permitido determinar en
seguida su sujeto. ¿Permite asimismo circuns­
cribir y determinar su objeto ? A tal propósito
impónese una pregunta preliminar: ¿tiene la fi­
losofía, estrictamente hablando, un objeto? Por
objeto debe entenderse lo que está contra o se
opone a la actividad que lo investiga, por consi­
guiente, lo que otorga validez ó verdad a todo
44 NICOLA ABBACNANO

tipo o forma de conocimiento. La pregunta ante­


rior puede entonces enunciarse como sigue: ¿es
la filosofía reducible a conocimiento? Ahora
bien: formulada así la pregunta es susceptible
de una respuesta negativa o afirmativa, según se
considere posible o imposible para el hombre ser
o llegar a ser espectador desinteresado de sí
mismo.
El ideal de un conocimiento desinteresado de
sí, y por ende de la filosofía como ciencia ri­
gorosa de los significados objetivos, caracteriza
a algunas corrientes filosóficas contemporáneas,
en primer lugar a la fenomenología. Sin embar­
go, de cualquier manera que se lo presente o
defienda, este ideal constituye una grave dero­
gación de la estructura problemática de la
filosofía. Admítase incluso que el hombre pue­
da convertirse en espectador desinteresado de
su propio yo y que le sea factible contemplar
su misma vida sin confundir con ella. De in­
mediato es necesario reconocer que se trata jus­
tamente de una posibilidad, constitutiva de la
condición problemática del hombre, y actualiza­
da por una decisión y una elección. Ahora bien,
esta condición problemática, con las posibilida­
EXISTENCIALISMO POSITIVO 45

des que la constituyen y con la decisión y elec­


ción que ella posibilita, caen totalmente fuera
de una filosofia entendida como ciencia o co­
nocimiento porque no son actitudes o experien­
cias reducibles a significados objetivos. El ideal
de la filosofía como ciencia objetiva, aunque
representada por la forma más moderna y crí­
tica de la fenomenología, expulsa de sí el acto
originario, el problema, de esta misma filosofía.
Constituye por lo tanto una manifestación de la
ingenuidad filosófica y una forma de filosofar
que no logra la posesión crítica de sí mismo.
La filosofía no puede fundarse sobre la ilu­
sión de convertir al hombre en espectador desin­
teresado de sí. Todo esclarecimiento que el hom­
bre logra obtener acerca de sí mismo, como tam­
bién los que ilusoriamente cree alcanzar, de
inmediato integran su existencia, que resulta mo­
dificada. Ello implica que la filosofía no tiene
un objeto, en el significado propio del término,
sino sólo una tarea, y que ésta consiste en com­
prometer al hombre en aquella forma o aquel
modo de ser que él llega a considerar como suyo
propio. De otro lado, esto no supone que la filo­
sofía sea más bien práctica que teórica y que
46 NICOLA ABBAGNANO

ataña a la acción más que a la especulación .


Teoría y práctica, acción y especulación, son mo­
dos de clasificaciones convencionales e inservi­
bles para la filosofía, la cual siempre concierne
al hombre en su totalidad, en el ser problemático
que le es propio y lo compromete enteramente en
la forma o en la actitud que le permite elegir.

5. Problematicidad y problemas

Negar que la filosofía sea un conocimiento


desinteresado no significa que up conocimien­
to desinteresado no sea posible para el hombre.
Sólo significa que, si es posible, no es filosofía.
En efecto, un conocimiento tal existe, luego es
posible; pero es la ciencia natural.
La actitud que se halla en la base de la cien­
cia es aquélla para la cual el hombre es solamen­
te uno de los objetos posibles de la consideración
científica, sin título alguno o derecho de privile­
gio con respecto a los otros. En la ciencia el hom­
bre hállase sometido a los mismos procedimien­
tos de observación y medida que cualesquiera
EXISTENCIAUSM O POSITIVO 47

otros objetos, y no puede pretender de ella nin­


gún tratamiento de favor. Para la física es, por
ejemplo, un cuerpo sujeto a las mismas leyes
que los demás cuerpos naturales; para la bio­
logía un organismo viviente que como todos los
demás obedece a las exigencias y leyes de la
vida orgánica; para la psicología misma cons­
tituye un centro de acciones y reacciones psico-
físicas, similar en todos los otros animales, aun­
que más complicado. La característica esencial
de toda consideración y problema científicos
radica en que el hombre está incluido en ellos
como uno de los objetos posibles o de los tér­
minos posibles de cualquier consideración o pro­
blema de este tipo. El fundamento de esta ca­
racterística consiste en que la ciencia es, en ge­
neral, consideración del mundo y que por lo
tanto en ella el hombre vale únicamente en cuan­
to parte o elemento del mundo. El conocimiento
desinteresado, propio de la ciencia, hállase por
lo tanto condicionado por una actitud que es una
posibilidad de la existencia: la actitud por la
cual el hombre se considera parte de una totali­
dad que lo vuelve a incluir.
Cabría preguntar hasta qué punto esta actitud
NICOLA ABBACNANO

se vincula con la existencia humana; y la pre­


gunta importa porque de ella depende la res­
puesta a la tan frecuentemente discutida cues­
tión acerca del valor humano de la ciencia. La
respuesta ha de deducirse de aclaraciones ya
formuladas en punto a la constitución proble­
mática del hombre. El hombre existe como la
problematicidad misma de sus problemas; pero
estos problemas, sean cuales fueren, inmediata­
mente lo vuelven a incluir como uno de sus tér­
minos. Cada problema tiene, por así decir, una
doble faz. Es, en primer lugar, un modo de ser
particular del hombre, una actitud individual
de la existencia. En segundo lugar, es una re­
lación indeterminada e indecisa entre otros tér­
minos posibles. En el primer sentido el proble­
ma es el hombre mismo en una de sus actitudes;
en el segundo vuelve a incluir al hombre como
uno de sus términos posibles. Consideremos, por
ejemplo, un problema científico cualquiera: tal
problema es en primer lugar la vida misma del
científico, que se apasiona por él y lo convierte
en su interés dominante; en segundo lugar, es
una relación de términos objetivos entre los cua­
les figura o puede figurar el científico mismo u
EXISTENCIALISMO POSITIVO 49

otro hombre, como cuerpo íísicoquím ico, como


organismo, etcétera. Cabe expresar esta dimen-
sionalidad doble del problema distinguiendo me­
ramente entre problematicidad y problema. Y en
vista de que la problematicidad es la condición
que posibilita el problema, sólo ella es el ele­
mento trascendental, o si se quiere, la posibilidad,
trascendental de todo problema posible.
Estas aclaraciones muestran que el hombre nc
es problematicidad sino en el acto mismo en que
los problemas, que arraigan en tal problemati­
cidad, lo vuelven a incluir como uno de sus tér­
minos posibles. Y esto implica que el conoci­
miento científico, al igual que el conocimiento
común que prepara y estimula la búsqueda cien­
tífica, se vincula esencialmente con la existencia
y constituye un aspecto fundamental de ella. La
pretensión de que el hombre pueda dejar de lado
la ciencia, es quimérica y sólo expresa la adhe­
sión a una forma más rudimentaria y menos efi­
caz de conocimiento científico. Y esto tambiér
implica que el hombre no puede reconocerse en
su naturaleza original frente a los otros seres c
cosas del mundo, si con el mismo acto no se re­
conoce como ser o cosa del mundo. La relación
50 KICOLA ABBAGNANO

con el mundo es para el hombre tan esencial co­


mo su relación consigo mismo; la exterioridad
en que vive lo constituye no menos que su inte­
rioridad o conciencia. Se ha dicho ya que, pre­
cisamente en virtud de su constitución problemá­
tica, el hombre es un ente finito. Ahora se ve con
claridad un aspecto de su finitud: aquel por el
cual es parte y no todo, y como parte depende
del todo que lo vuelve a incluir. Esta dependen­
cia es real aún antes y fuera de su reconocimien­
to explícito: se manifiesta en la corporeidad del
hombre y en las necesidades que lo ligan al mun­
do del que es parte. Es evidente que la filosofía
no puede ni debe cerrar los ojos frente a esta
situación. No puede insistir sobre la pura interio­
ridad del hombre para sí mismo, en su espiritua­
lidad, sin reconocer al mismo tiempo su exterio­
ridad y corporeidad que hacen de él un ser entre
los otros seres y, en cierta medida, una cosa
entre las cosas. La ilusión de exaltar al hombre
lleva a disminuirlo: lo reduce a un aspecto solo
de su estructura, olvidando el otro, sin el cual
no existe.
EXISTENCIALISM O POSmVO 51

6. La realidad como posibilidad

Los resultados entrevistos en las consideracio­


nes precedentes pueden recapitularse del siguien­
te m odo: 1) la forma problemática de la filo­
sofía no es apariencia y provisoriedad, sino sus­
tancia. 2 ) La filosofía constituye por lo tanto
un saber problemático que define y expresa el
modo de ser de un ente finito; este ente finito es
el hombre y su modo de ser es la existencia. 3 )
La filosofía no puede constituirse como auto-
contemplación desinteresada del hombre, por
ello no es conocimiento ni creencia. 4 ) El cono­
cimiento y la ciencia nacen junto con la filo­
sofía, dado que la problematicidad constitutiva
del hombre incluye al hombre mismo en los tér­
minos de sus problemas.
Estos puntos representan otras tantas exclu­
siones y negaciones de doctrinas filosóficas an­
tiguas y recientes. La sustancia problemática de
la filosofía excluye toda filosofía divinizante,
vale decir toda filosofía que se presente como
emanación o expresión de un Espíritu o Razón
absoluta. El carácter existencial de la filosofía
descarta que ella pueda organizarse como co­
rj2 NICOLA ABBACNA.NO

nocimiento o ciencia en el sentido de las disci­


plinas fisicomatemáticas, y por consiguiente
excluye de un lado al positivismo y del otro a
la fenomenología , que también acepta el ideal
de la filosofía como disciplina lógico-contempla-
liva. La unidad que, en la naturaleza problemá­
tica del hombre, encuentran la relación del hom­
bre con sí mismo y su relación con el mundo,
excluye todo espiritualismo que se apoye ex­
clusivamente sobre la interioridad o conciencia
del hombre.
Estas determinaciones y exclusiones consti­
tuyen un primer encauzamiento hacia una di­
rección positiva de la filosofía existencial. Un
ulterior encauzamiento puede obtenerse consi­
derando que la filosofía de la existencia rom­
p e decisivamente el cuadro de la necesidad den­
tro del cual se mueve toda filosofía de tipo
dogmático. El horizonte que ella reconoce y en
el cual se mueve es el de la posibilidad. La pro-
hlematicidad que se reconoce como propia de
la filosofía, y del hombre que es su único tema,
T:a operado este cambio. Desde el punto de visla
de una razón problemática, no cabe descubrir
en el hombre, o en cualquier otra realidad que
EXISTENCIALISMO POSITIVO 53

entre en relación con él, ninguna naturaleza


necesitante, ningún dato inmutable, ninguna
ley determinante. No se puede percibir y reco­
nocer más que posibilidades, siempre individua­
das y particulares, posibilidades frente a las
cuales el hombre es incesantemente llamado a
la decisión y a la elección. Ni dentro ni fuera
de sí puede el hombre encontrar nunca algo más
estable, más resistente, más sólido que la posi­
bilidad. Una posibilidad es, para él, él mismo,
vale decir su propio yo, que es la unidad posi­
ble de sus actitudes interiores. Posibilidades son
para él los otros hombres: posibilidades de con­
cretas relaciones de trabajo, de solidaridad, de
amistad, de amor. Posibilidades y precisamente
posibilidades de utilización, son para él las co­
sas del mundo. Posibilidades son las obras de
arte, que se convierten en trozos de tela o de
piedra, en materia bruta, si el hombre carece
de gusto para sentirlas y apreciarlas. Posibili­
dades son los documentos sobre los cuales se fun­
da la historia, y que nada dicen si el hombre no
sabe entenderlos en su valor de testimonios.
Bajo este aspecto la diferencia entre los ani­
males y el hombre es radical. En el animal el
54 M C O LA ABBAGNANO

inslinto es un impulso necesitante, que no cono*


ce excepciones y que sólo puede ser bloqueado,
total o parcialmente, por otro instinto más fuer-,
te. En el hombre, los llamados instintos no son
determinaciones infalibles, sino sólo posibilida­
des entre las cuales ha de decidir. Ningún instin­
to es tan poderoso como para que el hombre no
pueda hacerlo callar u obrar contra él. Las mist
mas aberraciones que en ocasiones experimental]
los instintos en el hombre, revelan que éstos po­
seen el carácter de meras posibilidades concre­
tas que ofrecen al hombre una alternativa de
elección.
Que ni dentro ni fuera de sí pueda el hombre
aferrarse a nada estable y definitivo, que ince­
santemente deba trabajar y luchar, decidir y ele
gir, a su riesgo y bajo su responsabilidad —*
ciertamente es ésta la perspectiva más inquietaitj
te que se haya abierto nunca ante los hombres, y
no debe asombrarnos el que ellos mismos se reí
sistan y procuren ocultarla a sus ojos. Pero la
filosofía no puede asumir la fácil y agradable
tarea de mecer al hombre con ilusiones y conso!
larlo con perspectivas ficticias. Por el contrarid
ha de asumir la más d ifícil, pero más digna, de 1
EXIETENCIALISMO POSITIVO 55

despertarlo si se adormece sobre una ilusoria se­


guridad, y de comprometerlo en la lucha y el
trabajo. E incluso tiene el deber de aclarar qué
guía y qué orientación le ofrece al hombre esta
perspectiva. Esto es lo que trataré de ilustrar
rápidamente a continuación, y a tal objeto creo
oportuno recordar a dos filósofos que ofrecen
una enseñanza eficaz en este sentido: Kant y
Kierkegaard.

7. Los filósofos de la posibilidad: Kant y Kierke-


■íaard

Kant es el filósofo de la posibilidad positiva.


La filosofía del iluminismo alemán, a partir de
W olff, había hallado y empleado el método de la
razón fundadora, que consiste esencialmente en
aducir la posibilidad de un concepto como fun­
damento de éste. W olff y sus continuadores en­
tienden todavía la posibilidad en el sentido lógi­
co-formal, como ausencia de contradicción. Kant,
por vez primera, lleva la posibilidad al plano
de la experiencia humana concreta, cargándola
así de un significado existencial. Y vuelve a
56 NICOLA ABBAGNANO

colocar el conocimiento dentro de los límites de


la experiencia posible, la vida moral dentro
de los límites de la finitud humana y el senti­
miento dentro de los límites de la animalidad
inteligente propia del hombre. En cuanto al
primero, reconoce en las formas a priori la po­
sibilidad de la experiencia; con relación a la
segunda reconoce su posibilidad en el carácter
formal de imperativo categórico que justamen­
te expresa la posibilidad de la persona moral
y de una comunidad de personas; y en lo que
toca al sentimiento reconoce su posibilidad co­
mo la de transformar la dependencia del hom­
bre de la naturaleza en libertad respecto de
ésta. En la obra de Kant, el mundo entero del
hombre se expresó y fundamentó por primera
vez en términos de posibilidad; posibilidades
trascendentales, esto es condicionadoras y fun­
dadoras. En todos los campos Kant intentó limi­
tar, es decir determinar, las auténticas posibili­
dades humanas, distinguiéndolas de aquellas que
son puramente ficticias. De aquí el carácter críti­
co y limitativo de su obra, polémica incesante con­
tra el dogmatismo teórico y el fanatismo moral.
Sin embargo, en Kant la posibilidad presenta
EXISTENCIALISMO POSITIVO 57

una sola de sus fases, la positiva. Ahora bien,


toda posibilidad concreta, como tal, posee otra
faz, la negativa. Es siempre posibilidad-que-no,
al par que posibilidad-que-sí. La posibilidad de
conocer (por ejem plo) es siempre posibilidad
de no conocer, es decir posibilidad de duda, de
error y de olvido. En Kant este segundo aspecto
de la posibilidad como tal permanece en la
sombra, si bien él lo había entrevisto en la doc­
trina del mal radical. En cambio, en la obra de
Kierkegaard se ilumina crudamente.
Kierkegaard es el filósofo de la posibilidad
negativa. La angustia es el sentimiento de lo
posible, pero de lo posible en su fuerza anona-
dadora y destructiva. Esta fuerza es paralizan­
te. El “ discípulo de lo posible” , según la ex­
presión de Kierkegaard, es el que se percata y
vive bajo la amenaza de las terribles alterna­
tivas que toda posibilidad concreta le presenta
al hombre. Kierkegaard realizó en toda su mag­
nitud el sentido de la problematicidad de la
existencia, pero ella se le presentó exclusiva­
mente en su lado negativo, siendo entonces vi-
vida por él como angustia y desesperación pa­
ralizante.
58 NICOLA ABBAGNANO

Entre la enseñanza de Kant y la de Kierke-


gaard no hay alternativa ni elección, sino sólo
complementariedad. La posibilidad constitutiva
de la existencia humana, aclarada por Kant en
su aspecto positivo, lo fue por Kierkegaard en el
negativo, indisolublemente ligado al primero.
Una filosofía de la existencia que no quiera ser
unilateral ni reducir la existencia misma a un
fragmento, debe de algún modo referir incesan-"
temente Kant a Kierkegaard y Kierkegaard a
Kant. Sólo así podrá encontrar en la misma es*
tructura problemática de la existencia la norma
y la guía de la existencia misma.

8. La equivalencia de las posibilidades: el existen


cialisnio negativo

Tal es, en efecto, el problema central, el úni


co problema verdadero de la filosofía d « la
existencia. Considérese la condición de radica]
inestabilidad que esta filosofía reconoce coma
propia del hombre. El hombre no puede descu*
brir dentro y fuera de sí más que meras posi­
bilidades, cada una de las cuales implica una
EXISTENCIALISMO POSITIVO 59

amenaza y un peligro. ¿Cómo hará para ele­


gir cuáles le son propias y cuáles ficticias y
cómo logrará consolidar y asegurarse las pri­
meras?
La primera respuesta que se ofrece a estas
preguntas es el reconocimiento de la equivalen­
cia absoluta de todas las posibilidades huma­
nas. Reconocimiento que implica que toda elec­
ción, por el hecho mismo de ser tal, está
justificada, y que el hombre es esencialmente
libre, vale decir indiferente, frente a todas las
posibilidades que se le presentan. Ésta es la
respuesta del último existencialismo francés
(Sartre, Camus). E indudablemente es la res­
puesta más obvia, pero también la más parali-
■/ante. Una elección que no esté apuntalada por
la fe en el valor de lo que se elige, es imposible;
pues el reconocimiento de la equivalencia es ya
la renuncia a la elección. Aquel reconocimiento
equivale, por lo tanto, a la anulación y pér­
dida de todas las posibilidades indistintamente,
luego también, a la negación de la existencia
como tal.
La segunda respuesta a las mismas preguntas
es el reconocimiento de la equivalencia de to­
60 NICOLA AEBAGNA.NO

das las posibilidades humanas menos una: aque­


lla que expresa y reúne la nulidad posible de
todas y de cada una de las posibilidades parti­
culares, la posibilidad de la muerte. Tal es la
respuesta de Heidegger. Desde este punto de
vista, la única elección posible para el hombre
es la de vivir para la muerte, y frente a ésta
las otras resultan ficticias e impropias. Esta
respuesta ciertamente representa un progreso con
respecto a la primera. Implica la posibilidad de
una elección; mas esta posibilidad es de hecho
una necesidad, porque la elección posible es
una sola. Pronto se ve cómo, desde este punto
de vista, la problematicidad de la existencia se
ha convertido en su opuesto, la necesidad. La
única auténtica posibilidad de existir es la im­
posibilidad de existir. Ahora bien, imposibili­
dad es necesidad, y si la existencia es proble­
maticidad, no puede reducirse a una imposibili­
dad. Una vez más, la existencia como posibilidad
es negada en el acto mismo de su reconocimiento.
La tercera respuesta dice que todas las posi­
bilidades de la existencia son equivalentes por
su común imposibilidad de ser más que posibi­
lidades, es decir de aferrarse al Ber que está
EXISTENCIAUSM O POSITIVO 61

más allá de ellas, a la Trascendencia. Es la


respuesta de Jaspers, que aunque simétrica y
opuesta a la de Heidegger, lleva a idéntica con­
clusión. Para Heidegger, la existencia es la im­
posibilidad de emerger de la nada y ser al­
go; para Jaspers es la imposibilidad de ser el
Ser, de alcanzar y conquistar la trascendencia.
Una y otra respuesta reconducen la existencia
a una imposibilidad fundamental; niegan, em­
pero, su problematicidad, que la hace vivir y
constituirse a través de las posibilidades con­
cretas. La enseñanza que surge del cuadro de
estas corrientes del existencialismo contemporá­
neo, es que la equivalencia de las posibilidades
constitutivas de la existencia, que es su presu­
puesto común, conduce a la negación de la exis­
tencia misma como posibilidad. Si todas las po­
sibilidades que constituyen la existencia son, por
uno u otro motivo, equivalentes, la existencia es
imposible. A l admitir esto comprendemos cuán­
ta importancia tiene para el existencialismo la
consideración del valor y de la normad vidad,
cosa que sin embargo las direcciones citadas han
descuidado por completo. Sin una solución po­
sitiva de la exigencia valorativa, la problema-
62 NICOLA ABBAGNANO

ticidad de la existencia se transforma en nece­


sidad, y la posibilidad en imposibilidad; la
existencia se niega en el acto mismo en que se
reconoce. Frente a este existencialismo que cabe .
llamar negativo, no porque niegue creencias, va­
lores o realidades que se hallan fuera de su
órbita, sino porque niega el mismo principio
del cual parte, la existencia — propongo yo una ;
dirección positiva que justifique el reconocerse
y el mantenerse de la existencia en su proble-
maticidad fundamental y deje abiertas las po­
sibilidades en las que ella se constituye. A un
existencialismo que vive exclusivamente bajo el
signo de Kierkegaard, el filósofo de la posibi­
lidad imposible, hay que contraponer un exis­
tencialismo que refiera Kierkegaard a Kant, y a
todos los filósofos que han trabajado para ga­
rantizar al hombre la legitima posesión de sus
límites.

9. La posibilidad trascendental

Es necesario, en primer lugar, distinguir en­


tre el reconocimiento de que la existencia está
constituida por posibilidades, de la afirmación
EXISTENCIALISMO POSITIVO 63

de que todas poseen el mismo valor. Tal afirma­


ción no deriva de aquel reconocimiento y no
debe confundirse con él. Por otra parte, las po­
sibilidades existencia les no pueden ser distin­
tas y valorizadas en base a un criterio extrín­
seco, en base a una norma o a una realidad ex­
traña a ellas y no resoluble en ellas. Nada — lo
hemos dicho— hay dentro y fuera del hombre,
que no sea para él una posibilidad concreta y
vivida. Luego, las mismas posibilidades, como
tales, deben poseer en sí el criterio y la me­
dida de su valor. ¿Cuál es este criterio?
Considérese la importancia de la cuestión. Si
ese criterio faltase no sería posible ni el com­
promiso ni la fe en la existencia. Compromiso
y fe, en efecto, no son otra cosa que el recono­
cimiento efectivo y operante del valor de la
posibilidad en que el hombre reconócese a sí
mismo. Sin el reconocimiento del valor, o peor
aún, asignando igual valor a todas las posibi­
lidades humanas, no le queda al hombre otra
cosa que lanzarse de cabeza en cualquier direc­
ción, sumergiéndose al acaso en esta o aquella
forma de vida, sin seriedad, sin fe y sin razón.
El problema de la fe en la existencia y el de
6i NICOLA ABBAGNANO

la razón como orientación y guía del hombre,


coinciden en este punto. No deberíamos vacilar,
empero, en reconocer y proclamar la verdad si
.'as cosas se presentaran desgraciadamente así.
.iin embargo hay motivo — y yo intentaré de­
mostrarlo— para reconocer que el hombre posee,
en las mismas posibilidades que lo constituyen,
la norma para valorarlas.
Una posibilidad existencial puede tener los
caracteres más diversos, pero el carácter pro­
pio y fundamental es indudablemente aquel que
la convierte en una posibilidad auténtica. Una
posibilidad que se presente con los más brillan­
tes colores, pero que tan pronto un hombre se
decidió por ella y la hizo suya, se disuelva e
invierta entre sus manos, sustrayéndole o ne­
gándose justamente aquello que le prometía, no
es una posibilidad auténtica, porque es una im­
posibilidad.
En cambio, una posibilidad que, elegida y
decidida, se consolide en su ser de posibilidad,
de suerte que de nuevo y siempre posibilite su
elección y decisión, es una posibilidad auténtica,
una posibilidad verdadera. A quien ha elegido
una posibilidad tal, ella se le presenta de inme-
EXISTENCIA LISMO POSITIVO 65

diato con un carácter de normatividad que hace


obligatoria la elección. La posibilidad de la po­
sibilidad es el criterio y la norma de toda posi­
bilidad. Cabe llamarla posibilidad trascenden­
tal. Posibilidad trascendental es, así, lo que
justifica y fundamenta toda actitud humana con­
creta, toda elección y decisión. En efecto, una
elección no se justifica porque ha sido hecha,
sino porque todavía es posible hacerla. Una de­
cisión no es una buena y válida porque ha sido to­
mada una vez, sino porque puede ser todavía
tomada y ejecutada. Una actitud, cualquiera
que sea, no deriva su valor del hecho de haber
sido adoptada o de poderlo ser de hecho, sino
sólo de la posibilidad de que su adopción no
la haga intrínsecamente imposible.
Para percatarse del alcance de estas conside­
raciones es necesario tener presente que toda
actitud, decisión o elección humanas no concier­
nen al hombre particular que la adopta y no se
agotan en su individualidad. Pensamientos, sen­
timientos, acciones y las demás determinacio­
nes bajo las cuales se suelen clasificar las po­
sibilidades humanas, conciernen a los otros
hombres en igual medida que al individuo a
66 NICOLA ABBACNANO

que pertenecen. De esta suerte el individuo, al


hacer suya una posibilidad determinada o al
tomar una actitud frente a ella, decide no sólo
respecto de sí mismo, sino también, y en el mis­
mo acto, respecto de sus relaciones con los otros.
Cuando él se determina para una tarea, en la que
reconoce la posibilidad de concentrarse y valer
como un yo (com o unidad), se determina asi­
mismo para una serie de relaciones posibles en­
tre él y los demás. Aunque sólo se trate de la elec­
ción de una profesión o de cualquier trabajo, el
individuo humano introdúcese de inmediato en
una compleja red de vínculos de solidaridad, de
intereses, de enemistades y amistades, de jerar­
quías y subordinaciones. Pero el mismo trabajo
o profesión es susceptible de asumirse y elegirse
de muchos modos diversos, y cada uno de éstos
colora la personalidad de quien lo ha elegido
y sus relaciones con los otros. Ahora bien, el cri­
terio de la posibilidad trascendental sugiere fá­
cilmente que la tarea que yo he elegido con el
propósito de que haga posible la unidad y equi­
librio de mi yo, no es mi verdadera tarea si
esta unidad y equilibrio son imposibilitados por
ella. Me sugiere, también, que si aquella tarea
EXISTENCIA LISM O POSITIVO 67

tiende, como toda tarea, a establecer entre mí


y los otros un conjunto de relaciones determina­
das, no es una verdadera tarea si niega la po­
sibilidad de estas relaciones. Así, toda actitud
humana, simple o compleja, posee en sí la nor­
ma de su propia posibilidad. Esta norma, no se
toma de lo externo; es inherente a la posibili­
dad que se me ofrece, sea ésta cual fuere. No
inmoviliza esta posibilidad ni hace de ella una
realidad, un dato, un hecho o una necesidad;
antes bien la mantiene y consolida en su ser de
posibilidad.
El hombre, es cierto, está constituido única­
mente de posibilidades, y no posee nada más
sólido y estable en que afirmarse. Pero justamen­
te en la alternativa de mantener incesantemente
abierta la inestabilidad que le es propia, puede
hallar y realizai su equilibrio. Puede, por lo
tanto, debe. Pero esto no significa que esté obli­
gado a realizarlo, ni que lo logre siempre.
Nada puede ofrecerle una garantía infalible; el
error es posible, y todo riesgo corre por cuen­
ta suya. Pero él puede, con esfuerzo y fatiga, a
través de la duda, del error y la lucha, alcanzar
una fe razonable en sí mismo, es decir en la
68 NICOLA ABBAGNANO

posibilidad que reconoce como propia, y en los


otros hombres, ligados a él por esa misma posi­
bilidad. Y esta fe razonable es todo cuanto puede
constituir su dignidad y su valor como hombre.

10. La libertad

Lo que se ha dicho abre el camino hacia una


interpretación de la libertad. La primera ob­
servación a este propósito, es que la libertad
□o es el carácter indiscriminado de toda elec­
ción o decisión humana, de toda actitud posi­
ble. No es la condición en la que el hombre
se encuentra casi por derecho de nacimiento y
de la cual no le sea posible desviarse o decaer.
Tampoco es el amor fati, la pura y simple acep­
tación del hecho, la elección de lo que ha sido
ya elegido, la decisión de lo que está ya im­
plícitamente decidido por una situación nece­
sitante. La libertad como indiferencia frente a
las posibilidades existenciales es característica
de la dirección que afirma la absoluta igualdad
de valores de esas posibilidades. La libertad
como coincidencia con la necesidad es peculiar
EXIETENCIALISMO POSITIVO 69

de las direcciones que reducen las posibilida­


des existenciales a una imposibilidad funda­
mental.
Las posibilidades existenciales no se ofrecen
jamás indiferentemente al hombre. Entre las
que, de hecho, él puede elegir, una sola es
auténtica: la que no se resuelve en imposibi­
lidad. Es ésta la que él debe elegir, porque
sólo ella le garantiza la posibilidad de la elec­
ción. Y sólo ésta es la libertad. Así, la li­
bertad se relaciona con el valor de posibilidad
de la posibilidad elegida, es decir con la po­
sibilidad trascendental. Y resulta evidente que
no toda elección es libre, sino sólo la que in­
cluye la garantía de su posibilidad. Si yo he
decidido libremente, puedo continuar decidien­
do incesantemente lo que he decidido, porque
mi decisión se garantiza a sí misma. Si he de­
cido mal, o si me he equivocado (com o siem­
pre es posible), mi decisión se vuelve contra
mí, me lleva a un callejón sin salida y me im­
posibilita toda relación conmigo mismo y con los
otros. En este caso, yo no soy y no me siento
libre, porque aquella forma o aquel modo de
ser de mí mismo que la posibilidad elegida
70 NICOLA ABBACNANO

ilusoriamente me presentaba, se me ha reve­


lado imposible. Y no soy libre con respecto a
los otros, pues mi libertad frente a ellos no
consiste en la ausencia total de relaciones o en
el aislamiento, sino sólo en la posibilidad de
la relación determinada que he elegido. En
realidad, el aislamiento (que no debe confun­
dirse con la soledad) no es para el hombre
otra cosa que la locura, o también cualquier
forma de delincuencia o aberración moral que,
negando la posibilidad misma de todo vínculo
o relación humana, limita con la locura y se
confunde con ella. El hombre es libre única­
mente entre los otros hombres y como lo? otros
hombres, y a condición de que sus relaciones
con ellos sean posibles precisamente sobre el
fundamento que él ha elegido y decidido. Pero
para que ello sea posible, sea cual fuere la de­
cisión del individuo, siempre ha de incluir y
garantizar la posibilidad de sus relaciones con
los otros; pues sólo asi es una decisión libre.
Estas consideraciones son muy sencillas y no
hay necesidad de ejemplos. Me detendré sólo
en uno, sobremanera instructivo. Aún se dis­
cute, después de las tristes experiencias recien-
EXISTENCIALISMO POSITIVO 71

tes, acerca de qué debe entenderse por gobier­


no libre o por constitución estatal libre. La
respuesta más obvia, apoyada por la tradición
iusnaturalista, dice que gobierno libre es el ele­
gido por el pueblo. Pero esta respuesta no
basta; sabemos que un pueblo puede elegir y
mantener un gobierno no libre. En consecuen­
cia, debemos decir que un gobierno libre es sólo
aquel que garantiza al pueblo la posibilidad
de la elección; y que únicamente esta posibi­
lidad garantizada hace de él un gobierno de
hombres libres. Una vez más, no toda elección
es libertad; sólo lo es aquella que se garantiza
a si misma su posibilidad.
El camino de la libertad es el más difícil
para el hombre, y éste da con él sólo después
de muchas tentativas, extravíos y errores. Más
fácil y natural es el camino de la no-libertad,
o de la libertad ficticia, que se revela inmedia­
tamente después de la elección, como insopor­
table constricción y ruptura consigo mismo y
con los otros. Spinoza ha dicho que el hom­
bre libre nunca piensa en la muerte; Heidegger,
que la única libertad posible para el hombre
es la libertad para la muerte. En realidad, el
72 NICOLA ABBACNANO

hombre libre no olvida la muerte ni vive sólo


para ella. La reconoce como el peligro que
amenaza todo proyecto o logro suyos, toda
relación consigo mismo y con los otros. Por
eso no pierde tiempo en trabajar por las cosas
esenciales que le quedan por hacer, y no des*
cuida en momento alguno aquellas sobre las
cuales más gravita la amenaza de la muerte.
El hombre libre permanece fiel a la muerte
porque permanece fiel al carácter problemático
de su existencia, que a cada instante es posi­
bilidad de no-existencia. Pero le permanece
fiel en las obras y proyectos concretos, es decir
en las posibilidades que reconoce y hace suyas;
su fidelidad se expresa al advertir el deber de
consolidar sin cejar estas posibilidades y en el
rehusarse a la creencia ilusoria de conside­
rarlas garantizadas perpetuamente sin su es­
fuerzo.

11. El tiempo

El reconocimiento de la problematicidad de
la existencia implica el reconocimiento de la
EXISTENCIALISMO POSITIVO 73

temporalidad de la existencia misma. La filo­


sofía de la existencia no se somete a la exi­
gencia de una ilusoria supresión del tiempo,
característica de toda filosofía divinizante. To­
da filosofía que tenga la pretensión de valer
como un saber necesario del mundo, debe ig­
norar o negar el poder destructivo del tiempo
y reducirlo a un orden de determinaciones in­
mutables, es decir a eternidad. Pero la eter­
nidad, en resumidas cuentas, no es otra cosa
que el presente o la contemporaneidad; y la
contemporaneidad y el presente son determi­
naciones del tiempo. Así, la pretensión de ig­
norar o suprimir el tiempo no hace sino redu­
cirlo a uno de sus momentos, descuidando los
demás.
La filosofía de la existencia parte del reco­
nocimiento explícito de la realidad del tiempo.
Y al reconocer esta realidad reconoce también
la realidad de todas sus características y as­
pectos: nacimiento y muerte, conservación y des­
trucción, inmovilidad y cambio, desarrollo y
decadencia. Estos antagónicos aspectos del tiem­
po difícilmente pueden comprenderse e inter­
pretarse sobre la base de cualquier concepto
74 NICOLA ABDAGNANU

del tiempo. Puesto que si el tiempo es orden,


continuidad y permanencia — según el concep­
to que está en la base de casi todas sus inter­
pretaciones filosóficas— no se explica su poder
destructivo y anonadante. En cambio, si con­
forme a sus interpretaciones religiosas o ten-
dencialmente religiosas es desorden, imperma­
nencia y destrucción, no se explica la posibilidad
del hombre de sustraerle, aunque sea a pedazos
o tirones, aquello que le importa, para formar
con ello el patrimonio de su pasado, de su tra­
dición y de su historia. En realidad, únicamente
la categoría existencial de la posibilidad per­
mite entender el tiempo en todos los aspectos de
su temporalidad, pues permite conocer esta tem­
poralidad en la posibilidad, que siempre es po­
sitiva y negativa al par, e implica siempre la
alternativa del orden y del desorden, de la con­
servación y de la destrucción, etc. La tempora­
lidad del tiempo no es más que la inestabilidad
fundamental de la posibilidad existencial. La
amenaza de la destrucción implícita en el tiem­
po no es sino la posibilidad, vinculada a toda
posibilidad concreta, de perderse y desaparecer.
La posibilidad de renovación y conservación,
EXISTENCIALISMO POSITIVO 75

que el tiempo entraña, es la del consolidarse


y mantenerse de las particulares posibilidades
concretas. Todos los aspectos y las dimensiones
del tiempo se vinculan a la posibilidad como
tal. El presente de una posibilidad es una pers­
pectiva hacia el futuro, que arraiga en el pasa­
do . Una posibilidad es siempre una abertura
hacia el futuro, ya que presenta el llegar al ser
de lo que es posible. Pero es, al par, una co­
nexión posible con el pasado, puesto que no
hace sino presentar o proyectar lo que, en cier­
to modo, ya ha sido. El acto por el cual el por­
venir se halla problemáticamente unido al pa­
sado y éste se ve impelido hacia el porvenir, es
el presente de una posibilidad.
Como perspectiva o proyecto del futuro, toda
posibilidad involucra el pasado y realiza cierta
forma de unidad entre el futuro y el pasado: el
presente o el instante. Pero no cabe entender
la existencia humana, desde el punto de vista
¿3l tiempo, como una sucesión de instantes. La
vicisitud de la sucesión es una vicisitud de sus­
tituciones, y la sustitución implica la sustituibi-
lidad de los instantes que se suceden. Pero esta
suslituibilidad expresa a su vez la equivalencia
76 NICOLA ABBACNANO

del valor de los instantes, y la equivalencia no


es otra cosa que la ausencia del valor del que
depende la preferencia y la elección. Sin duda,
la existencia humana puede también degradarse
hasta ser pura sucesión de instantes, o sea cam­
bio insignificante de posibilidades que se amon­
tonan y se sustituyen desapareciendo luego en
seguida, sin dejar rastros. Pero indudablemente
ella es tal sólo cuando decae o falta a su in­
trínseca normatividad, en tanto que no es así
cuando se reconoce en una posibilidad válida
y se concreta y consolida en ella. En este caso,
la existencia no es sucesión, y su temporalidad
se expresa en la posibilidad de salvaguardar sus
aspectos esenciales y de conservar y renovar el
patrimonio en el que se reconoce. La considera­
ción del tiempo implica, entonces, la conside­
ración del valor. A llí donde faltan el compro­
miso y la fe en la existencia, la temporalidad
aparece como sucesión; allí donde prevalecen
el compromiso y la fe, se revela como posibili­
dad de enriquecimiento y conservación, y la
amenaza del tiempo como alternativa de éxito
o bancarrota.
EXIETENCIALISMO POSITIVO 77

12. La historia

En esa alternativa de la temporalidad exis-


tencial arraiga la historia, que es una búsqueda
que compromete al futuro a descubrir la verdad
del pasado, y es por lo tanto una pugna para
sustraer al poder destructivo y anonadante del
tiempo todo lo valioso y digno de conservación
y recuerdo. La historia no es la conservación
integral, y por así decir automática, del pasa­
do en el seno de una experiencia o de una
conciencia universal o común a todo el género
humano. Tampoco es una mirada divina que
abarca las vicisitudes de los hombres y se en­
dereza a descubrir sus relaciones necesarias y
su eterna contemporaneidad. Antes bien, es una
posibilidad y un deber para el hombre: la po­
sibilidad y el deber de descubrir y reconocer en
el propio pasado auténticos aspectos de verdad
y de hacerlos valer como norma de limitación
y de elección de las posibilidades futuras. El
hombre no puede conocerse o juzgarse sino en
el pasado. En consecuencia, ha de disponerse a
su reconocimiento sin ilusiones ni prejuicios,
deseoso de descubrir su auténtico rostro y va-
78 N1C0 LA ABBACNANO

lerse del mejor modo de aquellas posibilidades


de renovación que son las fuentes de la historia.
Pero todo reconocimiento es juicio, y por lo
mismo un compromiso para el futuro. Al juzgar
el pasado y reconocer las faltas y errores al
par que las conquistas auténticas, el hombre
dispone el cuadro de sus proyectos futuros, de
sus propósitos, en una palabra, de las concretas
posibilidades que lo aguardan. La investigación
histórica debe por lo tanto proceder siempre me­
diante una elección de sus elementos de juicio,
elección que asume como particularmente signi­
ficativos para una época, personalidad o hecho,
partículas instituciones o costumbres, actitu­
des o eventos. Pero la elección sólo es justifi­
cada si de algún modo justifica y funda su
propia posibilidad, es decir, si no imposibilita
aquella problematicidad de los sucesos que es
el fundamento de todo juicio o elección posi­
bles. En efecto, una valorización histórica que
inmovilizara a la historia misma en un esquema
prefabricado, o en una orientación única o nece­
sitante, en un orden progresivo o regresivo inelu­
dible, faltaría a la problematicidad de la his­
toria e imposibilitaría su juicio o valoración. La
EXISTENCIALISMO POSITIVO 79

problematicidad de la historia es la misma pro­


blematicidad de la existencia que incesantemen­
te vuelve sobre sí misma y busca reconocer y
consolidar sus auténticas posibilidades. En con­
secuencia, nos prohíbe tanto el optimismo cuanto
el pesimismo, pues ambos tienden a ligar la
suerte de la humanidad a un orden histórico
necesario. Nos dice que el orden más bien está
adelante y más allá de nosotros, y no detrás.
Nos muestra en el pasado tanto los elementos de
confianza o esperanza como los de incertidum­
bre y duda. Y siempre nos compromete a tra­
bajar del mejor modo para aquello que más
caro debe serle a cada uno de nosotros, para lo
que es más digno y más humano.
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