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Lucas describe el encuentro del Resucitado con su

Comunidad como una experiencia fundante, es decir,


como una experiencia que trasforma la vida y la
marca entre un antes y un después Si no somos
testigos de las palabras y de los gestos del Señor, su
vida y su Resurrección no serán más se fábulas que
la gente no creerá.
En los encuentros con Jesús hay siempre un encargo,
una tarea confiada a la Comunidad: el anuncio de la
Buena Noticia. Por esta razón, ese anuncio no
termina nunca. Es de cada día y de todos los días:
desde lo que somos, desde donde estamos, en lo que
hacemos, en nuestras relaciones.
Lo que Jesús pidió entonces a aquellas mujeres y
aquellos hombres que lo seguían, es lo mismo que
nos sigue pidiendo hoy a cada una y cada uno de
nosotros: ser testigos. Y, ser testigos no es posible
sin una experiencia profunda de fe, sin un encuentro
personal con el Jesús que vive y que nos hace vivir.
Para que la Comunidad de Jesús, que formamos todas y todos,
hagamos nuestra la tarea primera y más decisiva que nos toca a
cada una y cada uno que no es otra que poner a Jesús en el centro de
nuestra vida porque todo lo demás es secundario. OREMOS

Jesús no está sujeto a ningún lugar, ni ligado a ningún grupo


religioso, sino que se nos hace compañero en los caminos cotidianos
que recorremos, en la casa que habitamos, en medio del trabajo, en
las conversaciones que compartimos, entre la familia, la Comunidad
y las amistades con la que convivimos. Para que abramos los ojos y el
corazón y sepamos descubrirlo. OREMOS

Sabemos que es imposible reconocer a Jesús resucitado si no


contemplamos y tocamos sus llagas en las manos, en los pie, en el
rostro y la historia de las personas que viven marcadas por la
injusticia, la violencia, el rechazo, la soledad, el dolor y cualquier tipo
de opresión. Para que no dejemos pasar las infinitas posibilidades que
la vida nos ofrece para hacernos mujeres y hombres de corazón
compasivo. OREMOS

Ayer empezaron a bombardear Siria; entre el pueblo palestino y


el pueblo judío se reabren las heridas; en países de África, Asía y
América Latina continúan padeciendo hambre, muertes violentas,
opresión, falta de medicinas y recursos humanos. Pidamos tener la
lucidez para darnos cuenta de que Dios nos ha dado capacidad para
optar por el bien y rechazar el mal que hunde a la humanidad en el
llanto y la desdicha. OREMOS

Ponemos entre las manos del Señor a nuestras familias, a las


personas que necesitan de nuestra oración, sí, pero sobre todo, de
nuestra atención: ancianas y ancianos, enfermos y gente sin
recursos. OREMOS

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