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La Carta Robada
la oscuridad.
Por Edgar Allan Poe Esa es otra de sus ideas raras —dijo el
Versión de Jorge Luis Borges prefecto, que llamaba raro a todo lo que no
comprendía, y vivía, por consiguiente, entre
Nil sapientiae odiosius acumine
nimio. una legión de rarezas.
SENECA
—Es la verdad —respondió Dupin,
ofreciéndole un sillón y una pipa.
—Pero —dije— usted es un especialista en —Usted podía haberse ahorrado ese trabajo
esas tareas. No es la primera vez que la —dijo Dupin—. Presumo que D. no es un
policía de París acomete empresas análogas. insensato. Tiene que haber previsto esa
táctica.
—Ya lo creo, y por eso no he desesperado.
Además, las costumbres del Ministro —No será un insensato —dijo el Prefecto—.
facilitaron las cosas. Es muy común que falte Pero es un poeta, lo que no es muy distinto.
de su casa toda la noche. Tiene pocos
sirvientes. Duermen lejos de las piezas de su —Cierto —dijo Dupin—, aunque yo mismo
patrón y, como son napolitanos, es fácil haya cometido algunas rimas.
embriagarlos. Como usted sabe, tengo llaves —Refiéranos los detalles de la investigación
que pueden abrir todos los gabinetes de —propuse yo.
París. Hace tres meses que no he dejado
pasar una noche sin dirigir personalmente el —He aquí los hechos: tomábamos nuestro
examen de la casa de D. Mi honor está tiempo y buscábamos por todas partes.
empeñado y, para revelar un gran secreto, la Tengo mucha experiencia en estos asuntos.
recompensa es enorme. No abandonaré la Recorrimos el edificio, cuarto por cuarto,
partida hasta convencerme de que el ladrón dedicando una noche entera a cada uno.
es todavía más astuto que yo. Creo haber Examinamos primero los muebles. Abríamos
examinado todos los rincones y todos los todos los cajones. Supongo que usted sabe
escondrijos en los que puede estar oculto el que para nosotros no hay cajones secretos.
papel. Sólo un imbécil puede no descubrir un cajón
secreto.
—¿Pero es posible —exclamé— que la carta
siga en poder del Ministro, y que éste no la El asunto es muy simple. Cada escritorio
guarde en su propia casa? tiene una capacidad determinada, fácil de
calcular. Hay normas muy precisas. No se nos
—Es apenas posible —dijo Dupin—. El estado escapa una línea. Después tomamos las
actual de los asuntos de la corte, y sillas. Investigamos los almohadones con
especialmente de esas intrigas en las que D. esas largas agujas que ustedes me han visto
está envuelto, hacen que la inmediata emplear. Desarmábamos las mesas.
accesibilidad del documento sea no menos
importante que su posesión. —¿Por qué?.
—Pero ustedes no pueden haber desarmado —Por cierto; abrimos todos los paquetes y
todos los muebles. Con una carta puede legajos; no sólo abrimos todos los libros: los
hacerse un delgado cilindro en espiral, una examinamos hoja por hoja. Medimos
especie de aguja, que puede introducirse en también el espesor de cada encuadernación,
el travesaño de una silla. ¿Ustedes no con la más cuidadosa exactitud, empleando
desarmaron todas las sillas? siempre el microscopio. Si cualquiera de las
encuadernaciones hubiera sido tocada para
—Creo que no; pero hicimos algo mejor: ocultar la carta, lo habríamos notado
examinamos los travesaños de cada silla, y inmediatamente.
todas las junturas, con un poderoso
microscopio. Hubiéramos notado —¿Registraron el suelo, bajo las alfombras?
inmediatamente cualquier reajuste. Una
partícula de aserrín hubiera sido tan visible —Removimos todas las alfombras y
como una manzana. revisamos los bordes con el microscopio.